119 9.  EL DESAFÍO DE LA MUY BAJA FECUNDIDAD EN ESPAÑA: ¿QUÉ POLÍTICAS SOCIALES SERÍAN DESEABLES?1 Teresa Castro-Martín, Teresa Martín-García, Marta Seiz y Julia Cordero INTRODUCCIÓN1 Entre los retos clave a los que se enfrentan muchas sociedades del siglo  xxi se encuen- tran un nivel de fecundidad muy bajo y las transformaciones sociodemográficas que ello conlleva. De ahí que el debate sobre sus causas y consecuencias tenga una creciente presencia no solo en el mundo académico, sino también en la agenda política nacional e internacional (European Commission, 2005; United Nations, 2015). La tasa de fecundi- dad condiciona la estructura de edad de una sociedad, el ritmo de envejecimiento demo- gráfico y el tamaño de la futura población económicamente activa. De ahí que la persis- tencia de un nivel muy bajo de fecundidad en una población cada vez más longeva suponga un reto crucial para el Estado de bienestar; en particular, para la sostenibilidad del sistema de pensiones —estructurado sobre la base de transferencias públicas intergeneracionales— y para la articulación del sistema de cuidados. Aunque el envejecimiento poblacional es un proceso ineludible, gradual y predecible en 1.  Este artículo se basa parcialmente en el capítulo “El desafío de la baja fecundidad en España” de las mismas autoras, publicado en el Informe España 2018, Madrid: Universidad Pontificia Comillas, Cátedra J. M. Martín Patino de la Cultura del Encuentro, pp. 165-228. Incluye también resultados del proyecto del Plan Nacional de I+D Lowest- Low and Latest-Late Fertility in Spain: Here to Stay? [CSO2017-89397-R]. todas las sociedades demográficamente avan- zadas, la persistencia en el tiempo de un ni- vel excesivamente bajo de fecundidad puede acelerar este proceso y dificultar la adaptación paulatina de la sociedad a esta nueva configu- ración etaria. Además de las repercusiones a nivel macro que pueda tener una tasa de fecundidad muy baja en la configuración demográfica, socioe- conómica y del sistema de protección social de la sociedad futura, también es preciso re- flexionar sobre qué nos revela una fecundidad por debajo de las aspiraciones reproductivas de las personas acerca de la organización so- cial contemporánea y del bienestar de sus miembros (Esping-Andersen, 2013). Tener hijos forma parte de las aspiraciones vitales de una amplia mayoría de personas y lograr cumplir esos deseos reproductivos supone una dimensión importante del bienestar. En el contexto internacional, la fecundi- dad por debajo del denominado nivel de re- emplazo generacional2 (alrededor de 2,1 hijos por mujer), que en el pasado reciente era un rasgo exclusivo de las sociedades económi- camente avanzadas, pasará a ser la norma a 2.  El nivel de reemplazo generacional hace referencia al nivel de fecundidad necesario para asegurar que las sucesivas generaciones de nacidos sean sustituidas por otras de igual tamaño, lo que a largo plazo conduciría a una población estable. 120 TERESA CASTRO-MARTÍN, TERESA MARTÍN-GARCÍA, MARTA SEIZ Y JULIA CORDERO nivel global en las próximas décadas, excepto en el continente africano. Según las últimas proyecciones de Naciones Unidas (2019), aproximadamente la mitad de la población mundial reside en países con una tasa de fe- cundidad inferior al umbral de reemplazo; en 2050, lo harán casi dos tercios de la población mundial. A pesar de esta tendencia universal, el nivel de fecundidad de los países que han concluido su transición demográfica dista de ser homogéneo. Coexisten sociedades con un nivel de fecundidad moderadamente bajo —algunos países del norte y centro de Euro- pa— y sociedades con un nivel de fecundi- dad muy bajo, como los países del sur y este de Europa, o algunos países de Asia oriental —en 2021, la tasa de fecundidad en Corea del Sur fue de 0,8 hijos por mujer—. Por lo general, en aquellas sociedades avanzadas que promueven la igualdad de género —tan- to en el ámbito laboral como en el familiar—, el equilibrio entre la vida laboral, familiar y personal, y el apoyo público a la crianza, la fecundidad tiende a situarse más cerca del nivel de reemplazo. 1.  EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y RECIENTE DE LA FECUNDIDAD EN ESPAÑA En cuestiones demográficas, España lidera va- rios rankings a nivel global. Además de contar con una esperanza de vida de las más eleva- das3, presenta una fecundidad que se sitúa entre las más bajas y tardías del mundo (Cas- tro-Martín y Martín-García, 2013). La tasa de fecundidad ya lleva más de tres décadas por debajo de 1,5 hijos por mujer, una década en torno a 1,3 hijos, y en 2020 ha descendido a 1,19 hijos. La Figura 1 muestra el alcance del des- censo histórico del número de nacimientos y de la tasa de fecundidad en España desde el inicio del siglo xx, cuando las mujeres tenían en promedio 4,7 hijos —aunque solo la mi- tad de esos hijos sobrevivía hasta los 30 años (Ramiro-Fariñas y Sanz-Gimeno, 2000)—. A medida que se fue reduciendo la mortalidad 3.  En 2019, la esperanza de vida en España era de 86,2 años para las mujeres y 80,9 años para los hombres. En 2020, como consecuencia de la pandemia, descendió a 85,1 años para las mujeres y 79,6 años para los hombres (según los datos del INE). Figura 1. Evolución de la tasa de fecundidad y del total de nacimientos en España (1900-2020) 4,71 1,19 0 100000 200000 300000 400000 500000 600000 700000 0,0 0,5 1,0 1,5 2,0 2,5 3,0 3,5 4,0 4,5 5,0 19 00 19 05 19 10 19 15 19 20 19 25 19 30 19 35 19 40 19 45 19 50 19 55 19 60 19 65 19 70 19 75 19 80 19 85 19 90 19 95 20 00 20 05 20 10 20 15 20 20 To ta l d e na ci m ie nt os nº d e hi jo s po r m uj er Tasa de fecundidad Nacimientos Fuentes: Carreras y Tafunell (2005); INEbase. 121 EL DESAFÍO DE LA MUY BAJA FECUNDIDAD EN ESPAÑA: ¿QUÉ POLÍTICAS SOCIALES SERÍAN DESEABLES? infantil, las familias fueron ajustando sus pre- ferencias reproductivas y su fecundidad a la baja. Esta trayectoria descendente caracterizó la evolución de la fecundidad en España du- rante todo el siglo xx, con la excepción del denominado baby boom de la década de los se- senta y principios de los setenta (Van Bavel y Reher, 2013). A mediados de los años setenta, la tasa de fecundidad se situaba en torno a los 2,8 hijos por mujer, por encima de la media europea (2,1 hijos). A partir de ese momento, y coincidiendo con la transición de la dic- tadura a la democracia, la fecundidad inició un rápido y sostenido descenso, alcanzando su mínimo histórico (1,15 hijos por mujer) a finales de los años noventa. Con el inicio del siglo xxi, la mayoría de los países europeos experimentaron un mo- derado ascenso de la fecundidad (Bongaarts y Sobotka, 2012). En España, el número medio de hijos por mujer aumentó de 1,21 en el 2000 a 1,44 en 2008. Varios factores contribuyeron a este repunte; entre ellos, la mejora del contexto económico y laboral del país y la llegada de inmigrantes —la mayoría de ellos en edad reproductiva—. Esta modesta recuperación, sin embargo, no tuvo un largo recorrido, ya que se truncó con la irrupción de la crisis económica (Castro-Martín et al., 2015). A raíz del deterioro de la situación eco- nómica y del incremento del desempleo y la precariedad laboral, desde 2008 la fecundidad reanudó su descenso, situándose de nuevo entre las más bajas del mundo (Matysiak, So- botka y Vignoli, 2020). La trayectoria descendente de la fecundi- dad también resulta patente al comparar la descendencia final de las distintas generacio- nes de mujeres que han finalizado su etapa reproductiva. La Figura 2 muestra el pronun- ciado descenso de la proporción de familias numerosas: solo el 11% de las mujeres naci- das en 1970-1971 han tenido tres o más hijos, cifra que contrasta con el 47% de las mujeres nacidas en 1930-1939. En cambio, el hijo úni- co ha pasado de ser un fenómeno minoritario a constituir un patrón reproductivo relativa- mente habitual: el 24% de las mujeres nacidas Figura 2. Distribución de mujeres por número final de hijos según generación de nacimiento (1930-1971) 14,6% 12,7% 14,5% 18,7% 23,5% 11,3% 10,1% 15,5% 21,7% 24,4% 27,5% 33,5% 44,0% 45,5% 41,4% 46,6% 43,7% 26,0% 14,1% 10,7% 0% 20% 40% 60% 80% 100% 1930-1939 1940-1949 1950-1959 1960-1969 1970-1971 3+ hijos 2 hijos 1 hijo Sin hijos Fuente: Cohort Fertility and Education Database (CFE Database). Disponible en: http://www.cfe-database.org/ 122 TERESA CASTRO-MARTÍN, TERESA MARTÍN-GARCÍA, MARTA SEIZ Y JULIA CORDERO a principios de los años setenta han finaliza- do su etapa reproductiva con un solo hijo. Asimismo, ha aumentado la proporción de mujeres que concluye su vida fértil sin haber tenido descendencia: es el caso de casi una de cada cuatro mujeres nacidas a principios de los años setenta. Para algunas personas, no tener hijos es fruto de una decisión libre, en un contexto en el que la presión familiar y social para ser madre o padre ha disminuido con respecto al pasado. En la Encuesta de Fecundidad de 2018 realizada por el INE, el 14% de las mu- jeres y el 20% de los hombres de 20 a 40 años declaraban no desear hijos. Esta proporción supone un notable aumento con respecto al pasado reciente —en la Encuesta de Fecundi- dad de 2006, solo el 5% de las mujeres decla- raban no desear hijos—. No obstante, la línea divisoria entre la infecundidad voluntaria e involuntaria es bastante difusa (Kreyenfeld y Konietzka, 2017). Muchas de las mujeres que declaran no desear tener hijos manifies- tan también que no han logrado reunir las condiciones materiales, laborales y de pareja que consideran idóneas para asumir la crianza (Seiz, 2013). El patrón de muy baja fecundidad carac- terístico de la sociedad española contempo- ránea está estrechamente ligado al retraso de la emancipación económica y residencial de los adultos jóvenes4, a la tendencia a pos- tergar la convivencia en pareja, al creciente aplazamiento de la decisión de tener hijos, al aumento de la infecundidad —voluntaria e involuntaria—, y a la reducción en la propen- sión a tener segundos hijos5. 4.  Según datos de Eurostat para 2019, los jóvenes espa- ñoles no se emancipan del hogar de origen hasta los 29,5 años de media, aproximadamente 12 años más tarde que en Suecia y casi 6 años más tarde que en Francia. 5.  Según la Encuesta de Fecundidad de 2018, el 43% de las mujeres y el 48% de los hombres de 20 a 40 años con un hijo biológico no tienen intención de tener un segundo hijo. En el periodo 1980-2020, la edad media de las mujeres al tener el primer hijo se ha incrementado de 25,1 a 31,2 años. Del total de primeros nacimientos que tuvieron lugar en 2020, el 32% correspondían a mujeres de 35 o más años y el 8% a mujeres de 40 o más años. El retraso de la maternidad no siempre responde a las preferencias personales. Según la Encuesta de Fecundidad de 2018, aproxi- madamente la mitad de las mujeres de 40 a 55 años declararon que habían tenido su primer hijo a una edad más tardía de la que hubiesen deseado y el promedio de retraso alcanzaba los 5 años. Los principales motivos que alega- ron fueron cuestiones laborales, económicas y de conciliación, así como la falta de una pareja estable. La tendencia a tener el primer hijo a edades cada vez más tardías también es evidente en el caso de los hombres. En el pe- riodo 1980-2020, la edad media de los padres primerizos en España ha aumentado 5 años: de los 30 a los 35 años. Como consecuencia del patrón de fecun- didad tardía, España se encuentra entre los países europeos con mayor utilización de técnicas de reproducción asistida (TRA). En 2019, el 9,3% de los niños que nacieron de madres residentes en España lo hicieron gra- cias a estas técnicas (Ministerio de Sanidad y Sociedad Española de Fertilidad, 2021). No obstante, la postergación de las decisiones reproductivas incide en la probabilidad de éxito de estos tratamientos, especialmente a partir de los 40 años. Por otro lado, su co- bertura y accesibilidad no es totalmente uni- versal. Debido a las largas listas de espera y a las limitaciones establecidas en la sanidad pública (máximo de 40 años y de 3 ciclos de fecundación in vitro), muchas mujeres tienen que financiar sus tratamientos en la sanidad privada, lo que supone una desigualdad efec- tiva de acceso. Aunque los avances en las TRA previ- siblemente expandirán la frontera entre la 123 EL DESAFÍO DE LA MUY BAJA FECUNDIDAD EN ESPAÑA: ¿QUÉ POLÍTICAS SOCIALES SERÍAN DESEABLES? edad fértil y no fértil, seguirá existiendo un claro desfase entre las edades relativamente tardías a las que se logran unas condiciones residenciales, conyugales, laborales y econó- micas que permitan afrontar adecuadamen- te la crianza y aquellas que establece como idóneas el reloj biológico. Los debates socia- les, políticos, éticos y jurídicos acerca de la congelación de óvulos a edades tempranas, el anonimato en las donaciones de gametos y la gestación subrogada seguirán abiertos en las próximas décadas. Por su parte, la adop- ción, tanto nacional como internacional, continúa siendo un fenómeno relativamente infrecuente y de difícil acceso para muchas personas que desean ser madres o padres. Se observa una tendencia descendente en la últi- ma década: el número de adopciones (nacio- nales e internacionales) disminuyó de 6.369 en 2004 a 996 en 2019. 2.  EL IMPACTO DE LA PANDEMIA DE COVID-19 SOBRE LA FECUNDIDAD A raíz del inicio de la pandemia de CO- VID-19 y los periodos de confinamiento y restricciones al contacto y la movilidad impuestos en todo el mundo, surgió una discusión en torno al potencial impacto de estos fenómenos sobre la fecundidad. La crisis económica y la incertidumbre so- bre el futuro rápidamente se sumaron a la emergencia sanitaria, condicionando pla- nes y decisiones vitales de toda índole. Un estudio basado en datos de 2020 de cinco países europeos documentó que en España —al igual que en Italia y el Reino Unido— la pandemia supuso un aumento de la proba- bilidad de retrasar o abandonar los planes de emancipación de los adultos jóvenes, especialmente cuando estos se encontraban en una situación de precariedad laboral (Lu- ppi, Rosina y Sironi, 2021). Cabía esperar, por tanto, que la inseguridad asociada a la pandemia y al clima macroeconómico ad- verso también pudiera entrañar un retraso de la formación de pareja y de la decisión de tener hijos (Berger et al., 2021). La existencia de evidencia empírica previa sobre la rela- ción entre contextos marcados por la incer- tidumbre y el aplazamiento de las decisiones reproductivas sustentaba estas expectativas (Sobotka et al., 2021). Ante la situación sanitaria, las principales sociedades médicas especializadas en repro- ducción asistida recomendaron, en un primer momento, la interrupción de la actividad asistencial (Veiga et al., 2020). En la mayoría de los países europeos, los tratamientos de reproducción asistida se interrumpieron, en promedio, durante siete semanas al inicio de la pandemia. Con todo, en España se reanu- daron relativamente rápido, a principios de mayo de 2020 (Vermeulen et al., 2020). Datos sobre múltiples países revelan una caída importante de la fecundidad durante el primer año de la pandemia, en particular a finales de 2020 y principios de 2021 (Sobotka et al., 2021). Los datos españoles muestran una tendencia similar. Como se observa en la Figura 3, basada en la estimación mensual de nacimientos realizada por el INE, el mayor descenso en el total acumulado de nacimien- tos con respecto a 2019 se produjo en diciem- bre de 2020 y enero de 2021. Esta evolución revela que la mayor caída de concepciones se produjo durante los primeros meses de la pandemia (marzo-abril de 2020), coincidien- do con el periodo de confinamiento estricto, la etapa de mayor incertidumbre sobre el vi- rus y la paralización de la atención sanitaria presencial no urgente, incluyendo la relativa a los tratamientos de reproducción asistida. Después de enero de 2021, el número de naci- mientos fue aumentando gradualmente. Con todo, el ascenso ha sido lento y moderado, sin llegarse nunca a recuperar cifras equiva- lentes a las de 2019. 124 TERESA CASTRO-MARTÍN, TERESA MARTÍN-GARCÍA, MARTA SEIZ Y JULIA CORDERO 3.  LA BRECHA ENTRE ASPIRACIONES Y REALIDADES REPRODUCTIVAS A pesar del marcado descenso de la fecundi- dad en España, las preferencias reproductivas han permanecido muy estables durante las úl- timas décadas. El número medio de hijos de- seado, tanto por mujeres como por hombres, sigue situándose en torno a dos hijos, como ocurre en la mayoría de los países europeos (Sobotka y Beaujouan, 2014). Parece eviden- te, por tanto, que los muy bajos niveles de fecundidad registrados en España no se deri- van de un rechazo creciente de la maternidad o la paternidad. Por el contrario, la distancia que se observa entre la fecundidad deseada y la fecundidad alcanzada revela un déficit de bienestar individual y colectivo (Esping-An- dersen, 2013) y la existencia de obstáculos que dificultan los proyectos familiares. En este sentido, la Encuesta de Fecundidad de 2018 revela que el 39% de las mujeres de 45 a 55 años sin descendencia habrían deseado tener un hijo o varios. Entre los obstáculos que impiden a mu- chas personas ver cumplidas sus aspiraciones reproductivas se encuentran las precarias con- diciones laborales, la incertidumbre económi- ca que se vive en muchos hogares, los bajos salarios, el elevado precio de la vivienda, las penalizaciones que supone la maternidad en la carrera laboral, las insuficientes políticas públicas de apoyo a la crianza y a la conci liación y, por último, la desigualdad en las responsabilidades de cuidado asumidas por hombres y mujeres. La investigación socio- demográfica indica que hasta que la igualdad de género pase a ser la norma en la sociedad, tanto en el ámbito público como en el fami- liar, es improbable que asistamos a una recu- peración de la fecundidad. Para llegar a esa meta se precisa un claro apoyo institucional. Figura 3. Variación con respecto a 2019 del total acumulado de nacimientos estimado cada mes (2020-2021) -25 -20 -15 -10 -5 0 2020M 01 2020M 02 2020M 03 2020M 04 2020M 05 2020M 06 2020M 07 2020M 08 2020M 09 2020M 10 2020M 11 2020M 12 2021M 01 2021M 02 2021M 03 2021M 04 2021M 05 2021M 06 2021M 07 2021M 08 2021M 09 2021M 10 2021M 11 2021M 12 Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE), Estimación mensual de nacimientos. Disponible en: https://www.ine.es/experimental/nacimientos/ experimental_nacimientos.htm 125 EL DESAFÍO DE LA MUY BAJA FECUNDIDAD EN ESPAÑA: ¿QUÉ POLÍTICAS SOCIALES SERÍAN DESEABLES? 4.  ¿POLÍTICAS PRONATALISTAS O POLÍTICAS SOCIALES QUE APOYEN A LAS PERSONAS EN SUS PROYECTOS REPRODUCTIVOS? Según las encuestas sobre políticas poblacio- nales que realiza periódicamente la División de Población de Naciones Unidas, ha au- mentado considerablemente el número de Gobiernos que declaran que la tasa de fecun- didad de su país es “demasiado baja” (United Nations, 2018). Los datos de la encuesta de 2015 revelan que 55 países —entre ellos, 27 europeos y 18 asiáticos— declararon haber puesto en marcha políticas orientadas a au- mentar la tasa de fecundidad. A lo largo de la última década, un nú- mero creciente de países, como Hungría, Ja- pón, Corea del Sur o Rusia, han promovido políticas explícitamente pronatalistas, que ocupan un lugar destacado en su agenda de gobierno. Algunas se basan en consideracio- nes ideológicas más que en evidencias cientí- ficas, ignorando la diversidad familiar actual, obstaculizando los derechos reproductivos de las mujeres o dirigiéndose tan solo a algunos grupos de población, como parejas casadas, parejas que ya tienen un hijo, familias nume- rosas o familias de bajos ingresos. Aunque es pronto para evaluar su efectividad, es muy probable que solo tengan un impacto transi- torio, dado que no abordan las causas estruc- turales de la baja fecundidad. En el caso de España, ya hemos señala- do que las preferencias reproductivas han permanecido estables en torno a dos hijos desde hace al menos tres décadas. No pare- cen necesarias, por tanto, campañas de sen- sibilización para concienciar a la población de la importancia o los beneficios de tener hijos. En cambio, resulta imprescindible la puesta en marcha de medidas que permi- tan a las personas tener el número de hijos que deseen (y en el momento en el que los deseen) y que faciliten la crianza y el repar- to corresponsable de las responsabilidades asociadas. No hay “recetas mágicas” para incentivar la fecundidad, pero podemos aprender de múlti- ples evaluaciones que se han hecho de las polí- ticas familiares en países de nuestro entorno (Sobotka, Matysiak y Brzozowska, 2019). En general, los incentivos económicos que han implantado algunos países no han tenido el efecto esperado. Numerosos estudios coinci- den en que las ayudas económicas directas pueden influir en el calendario de nacimien- tos, pero no tienen un impacto visible en el número final de hijos. Por ejemplo, la presta- ción monetaria de 2500 € por nacimiento, co- nocida popularmente como “cheque bebé”, que estuvo vigente en España de 2007 a 2010, no tuvo un impacto significativo en la tasa de fecundidad. El escaso impacto de las transfe- rencias monetarias directas se debe a que, in- cluso cuando son generosas, cubren solo una parte pequeña de los costes reales de crian- za. Según un informe de Save the Children (2018), los costes mínimos para poder criar a un hijo en condiciones dignas en España oscilan entre 480 € a 590 € al mes, según la edad del menor6. Si tenemos en cuenta que los salarios en España son relativamente bajos y que muchas familias se ven afectadas por el desempleo, tener un hijo a menudo aumenta la inseguridad económica y la vulnerabilidad social. De hecho, según la Encuesta de Con- diciones de Vida de 2019, 1 de cada 3 niños 6.  La metodología utilizada en el informe de Save the Chil- dren consiste en, primero, definir las necesidades básicas de niños y niñas en diferentes etapas y en distintos tipos de hogares. En segundo lugar, se utilizan datos de la Encuesta de Presupuestos Familiares y otras fuentes de datos para calcular el coste mínimo de bienes y servicios esenciales: alimentación, higiene, ropa y calzado, educación, ocio y juguetes, sanidad, muebles y enseres, vivienda, costes corrientes de la vivienda, transporte, conciliación y gastos extraordinarios. Para la franja de 0 a 3 años, por ejemplo, el gasto más elevado es el de conciliación, que incluye el cos- te de la escuela infantil o de las actividades extraescolares, y que representa entre un 30% y casi un 40% dependien- do de la comunidad autónoma en la que se resida. 126 TERESA CASTRO-MARTÍN, TERESA MARTÍN-GARCÍA, MARTA SEIZ Y JULIA CORDERO se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social en España. Los países europeos con un nivel de fe- cundidad próximo a los 2 hijos por mujer no han desarrollado políticas pronatalistas, sino políticas sociales que facilitan la emancipa- ción residencial y económica de los jóvenes, que redistribuyen los costes y las responsa- bilidades de la crianza entre las familias y el Estado y que favorecen eficazmente la con- ciliación y la corresponsabilidad en los cui- dados. Asimismo, las políticas de vivienda social, las políticas sociales de reducción de la pobreza, la cobertura universal de atención médica —incluida la reproducción asistida—, las políticas educativas —incluido el acceso universal a escuelas infantiles de calidad—, las regulaciones que incentiven la estabilidad en el mercado laboral o las políticas fiscales pueden incentivar la decisión de tener hijos. 5.  UN PASO EN LA BUENA DIRECCIÓN: LOS PERMISOS PARENTALES La evidencia empírica reciente constata que la (des)igualdad de género en el reparto de la car- ga de trabajo doméstico y de cuidado tiene una influencia importante en las decisiones repro- ductivas (Neyer, Lappegård y Vignoli, 2013). En este sentido, la reciente Directiva Europea 2019/1158 sobre la conciliación de la vida laboral y familiar ha pretendido promover el reparto equitativo de las responsabilidades de cuidado mediante una mayor participación de los hombres en el hogar. No obstante, debi- do a las diferentes posiciones y prácticas en los Estados miembros de la UE, las disposiciones recogidas en dicha directiva respecto a la dura- ción de los permisos para los varones y su nivel de sustitución salarial están por debajo de los derechos ya existentes en algunos países euro- peos, entre ellos España (Koslowski et al., 2021). En nuestro país, tradicionalmente el padre solo disponía de 2 días de permiso por naci- miento retribuido por la empresa. La Ley para la igualdad efectiva de hombres y mujeres de 2007 incluyó por primera vez el permiso de pa- ternidad por nacimiento, adopción y acogi- da, retribuido por la Seguridad Social, como medida de apoyo a la conciliación de la vida personal, familiar y laboral. Su duración era de 13+2 días, pero se preveía una ampliación a 4 semanas que, sin embargo, se vio aplazada sine die con la crisis económica hasta el 1 de enero de 2017. El 5 de julio de 2018, el permi- so de paternidad se amplió de 4 a 5 semanas. Posteriormente, el Decreto-Ley 6/2019 de 1 de marzo promulgó la equiparación de los permisos de maternidad y paternidad de for- ma gradual hasta 2021 —8 semanas en 2019, 12 semanas en 2020 y 16 semanas en 2021—, con una prestación sustitutoria del salario percibido del 100% de la base reguladora. Desde esta reforma, España se convierte en el país de la UE con el permiso de nacimiento y cuidado del menor más largo para los padres y el único con un permiso intransferible y remunerado al 100% de igual duración para ambos progenitores. Los nuevos permisos parentales de naci- miento y cuidado del menor establecen, por tanto, un periodo obligatorio y simultáneo de 6 semanas para ambos progenitores tras el parto y un periodo voluntario de 10 semanas para cada uno de ellos durante el primer año. Si los padres lo utilizan de forma conjunta, el recién nacido puede ser cuidado por sus pro- genitores durante 16 semanas; si lo hacen de forma sucesiva, durante 34 semanas —o 26 se- manas si no acumulan el permiso de lactan- cia—. Asimismo, se permite la posibilidad de utilizarlo a tiempo parcial (Meil Landwerlin, Rogero-García y Romero-Balsas, 2020). Des- afortunadamente, no se dispone de informa- ción sobre el número de semanas de permiso que disfrutan los padres, ni si lo utilizan a tiempo completo o parcial (Jurado-Guerrero y Muñoz-Comet, 2021a). 127 EL DESAFÍO DE LA MUY BAJA FECUNDIDAD EN ESPAÑA: ¿QUÉ POLÍTICAS SOCIALES SERÍAN DESEABLES? La reforma también permite, aunque sin imponerlo, que el padre cuide en solitario del bebé. Pero en el 75% de los casos, los padres utilizan el permiso simultáneamente con las madres después del parto (Jurado-Guerrero y Muñoz-Comet, 2021a). Sin embargo, una abundante literatura científica muestra que la utilización de los permisos parentales en solita- rio por parte de los hombres favorece la reincor- poración laboral de las madres, crea un vínculo de apego más estrecho con los hijos y contri- buye a una mayor implicación del padre en las tareas domésticas y de cuidado infantil a medio y largo plazo (Almqvist y Duvander, 2014). Ahora bien, aunque la flexibilidad de la reforma en este punto limite mucho su po- tencial transformador respecto al reparto equitativo del cuidado de los menores y la igualdad efectiva para dejar atrás el modelo de madre conciliadora-padre ayudante y con- solidar definitivamente el incipiente modelo familiar de dos sustentadores/cuidadores, los primeros indicios apuntan a una consolida- ción y un aumento en términos relativos del uso del permiso por parte de los hombres en España (Figura 4). En 2007, cuando se aprobó el permiso de paternidad, 173 161 padres se acogieron al mismo. Tan solo un año después, lo hicieron 279 756 padres, lo que supuso un incremento del 61%. Esta tendencia al alza, sin embargo, se truncó a partir de 2008 con el inicio de la crisis económica, que trajo consigo Figura 4. Permiso de ma/paternidad (2002-2019) y permiso de nacimiento y cuidado de menor (desde 01/04/2019) 0 10000 20000 30000 40000 50000 0 100000 200000 300000 400000 500000 600000 20 02 20 03 20 04 20 05 20 06 20 07 20 08 20 09 20 10 20 11 20 12 20 13 20 14 20 15 20 16 20 17 20 18 20 19 20 20 Nacimientos Prestaciones de maternidad/Prestaciones de nacimiento y cuidado de menor percibidas por el primer progenitor Prestaciones de paternidad/Prestaciones de nacimiento y cuidado de menor percibidas por el segundo progenitor Prestaciones de maternidad percibidas por el padre Fuente: Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social. Disponible en: https://www.mites.gob.es/es/estadisticas/prestaciones_SS_otra_ proteccion/PMA/welcome.htm Notas: Desde el 01/04/2019, se aplica el supuesto de que el primer progenitor es habitualmente la madre biológica y el segundo progenitor es el padre, con posibles excepciones (ej., en parejas del mismo sexo). Esta limitación de los datos al no desagregar por sexo el número o importe de las prestaciones exige cautela respecto a la evolución reciente del permiso de los hombres para el cuidado de las criaturas. 128 TERESA CASTRO-MARTÍN, TERESA MARTÍN-GARCÍA, MARTA SEIZ Y JULIA CORDERO menos nacimientos, más desempleo, menos empleo formal y más contratos temporales. Con todo, la tasa de utilización del permiso de paternidad pasó del 70 al 80% con la am- pliación del permiso en 2017 (Jurado-Guerrero y Muñoz-Comet, 2021b), una elevada tasa de uso desde una perspectiva comparada (Kos- lowski et al., 2021). De hecho, por primera vez, más padres que madres tomaron el permiso en 2017, tendencia que se ha mantenido desde entonces. Conviene señalar que los hombres suelen tener empleos más estables con me- jor cobertura de la Seguridad Social que las mujeres, y, por tanto, cuentan con un mayor incentivo para hacer uso del permiso (Escot, Fernández-Cornejo y Poza, 2014; Jurado-Gue- rrero y Muñoz-Comet, 2021a). Sin embargo, algunos hombres no lo utilizan porque temen ser penalizados si se desvían del estereotipo ideal del empleado perpetuamente disponible. Varios estudios han examinado el im- pacto del incremento en la duración del permiso de paternidad en España en la construcción de la paternidad y las relacio- nes de género. Si bien siguen existiendo gran- des desigualdades en el uso del permiso según la posición socioeconómica y la estabilidad laboral de los padres (Escot, Fernández-Cor- nejo y Poza, 2014), la introducción y sucesiva ampliación de este permiso ha animado a la mayoría de los padres asalariados a acogerse al mismo, lo que ha facilitado una mayor vin- culación laboral de las madres (Farré y Gon- zález, 2019). La evidencia empírica reciente constata, además, que el aumento del permiso de paternidad en 2017 permitió un reparto más igualitario de algunas tareas realizadas ha- bitualmente por las madres (Romero-Balsas, 2022), frente al permiso de paternidad más corto, que permitía tan solo hacer algunas ges- tiones administrativas y “ayudar” a las madres con las tareas domésticas, mientras ellas se re- cuperaban del parto y afianzaban la alimen- tación del bebé (González y Jurado-Guerrero, 2015). Sin embargo, González y Zoabi (2021) señalan que estos acuerdos más igualitarios se producen solo entre las parejas con una brecha salarial de género intermedia. Eso sí, los per- misos más largos se relacionan con una mayor implicación en las tareas domésticas y de cui- dado a largo plazo (Farré y González, 2019). Los permisos de nacimiento y cuidado del menor iguales, intransferibles y remunerados al 100% ofrecen a madres y padres las mismas posibilidades de aprender a cuidar de una cria- tura desde los primeros meses de vida. Estos permisos son cruciales para desmontar el este- reotipo de que el pleno ejercicio de la mater- nidad es un “deber social”, mientras que el de la paternidad es más una “elección individual” (Miller, 2011). Asimismo, la participación mas- culina en el cuidado desde la primera infancia incentiva una socialización temprana de la misma en roles más igualitarios, lo que con- tribuiría a consolidar la igualdad de género en las generaciones venideras (Farré et al., 2021). Ahora bien, hoy en día no existe evidencia empírica que constate una asociación positiva entre la duración del permiso y la fecundidad. De hecho, tras la introducción del permiso de paternidad en 2007, las parejas que pudieron acogerse al mismo tras el nacimiento de un bebé tardaron más en tener el siguiente y tu- vieron menos hijos en total (Farré y Gonzá- lez, 2019). Este mismo estudio indica que los hombres declararon una menor fecundidad deseada después de la reforma, posiblemente a causa de una mayor conciencia de los costes de la crianza o a un cambio en sus preferen- cias de cantidad a calidad. Se precisan, en cual- quier caso, nuevos estudios que analicen las diversas repercusiones de la equiparación del permiso de maternidad y de paternidad en la fecundidad. Dicha equiparación es un paso en la buena dirección para acabar con la clara asi- metría de género que existía en nuestro país en la crianza y el cuidado de los hijos. Sin embar- go, la inestabilidad laboral y las dificultades de 129 EL DESAFÍO DE LA MUY BAJA FECUNDIDAD EN ESPAÑA: ¿QUÉ POLÍTICAS SOCIALES SERÍAN DESEABLES? conciliación continúan situando muchas veces a los adultos jóvenes —y sobre todo a las muje- res— ante el dilema de apostar por una carrera profesional o formar y disfrutar de una familia. CONCLUSIONES 1La fecundidad muy baja, así como sus cau- sas y consecuencias, tienen una creciente presencia en la agenda política nacional e in- ternacional. La persistencia de un nivel muy bajo de fecundidad en una población cada vez más longeva supone un reto crucial para el Estado de bienestar; en particular, para la sostenibilidad del sistema de pensiones y para la articulación del sistema de cuidados. 2Además de las repercusiones a nivel ma- cro, una fecundidad muy baja y por de- bajo de las aspiraciones reproductivas de las personas nos revela un déficit de bienestar en la organización social contemporánea. 3Entre los obstáculos que truncan la reali- zación de las aspiraciones reproductivas de muchas personas y parejas están las preca- rias condiciones laborales, la incertidumbre económica que se vive en muchos hogares, los bajos salarios, el elevado precio de la vi- vienda, las penalizaciones que supone la ma- ternidad en la carrera laboral, las insuficientes políticas públicas de apoyo a la crianza y a la conciliación y la desigualdad en las responsa- bilidades de cuidado asumidas por hombres y mujeres. La crisis económica y sanitaria de- rivada de la pandemia de COVID-19 ha con- tribuido a acentuar la tendencia descendente de la fecundidad y algunos de los factores que inciden en la misma. 4Los estudios que han evaluado las polí- ticas familiares en países de nuestro en- torno coinciden en que las transferencias económicas directas pueden influir en el ca- lendario de nacimientos, pero no tienen un impacto visible en el número final de hijos. 5Los países europeos que han conseguido mantener un nivel de fecundidad próxi- mo a los 2 hijos por mujer no han desarro- llado políticas pronatalistas, sino políticas sociales que facilitan la emancipación resi- dencial y económica de los jóvenes, que re- distribuyen los costes y las responsabilidades de la crianza entre las familias y el Estado, y que favorecen eficazmente la conciliación. Asimismo, estos países fomentan la igualdad de género y la corresponsabilidad en los cui- dados tanto en el ámbito público como en la esfera familiar. Las políticas favorables a la inmigración también tienen una repercusión positiva en la natalidad. 6Las políticas de vivienda social, las políti- cas sociales de reducción de la pobreza, la cobertura universal de atención médica —in- cluida la reproducción asistida—, las políticas de estabilización del empleo y las políticas educativas —sobre todo el acceso universal a escuelas infantiles de calidad— también tie- nen un impacto relevante en las decisiones de tener hijos. 7La equiparación del permiso de paterni- dad y de maternidad es una medida en la buena dirección para establecer patrones de parentalidad compartida y promover la co- rresponsabilidad en los cuidados. Ello pone en evidencia que las políticas de igualdad de género son también imprescindibles si se quiere incentivar la natalidad. BIBLIOGRAFÍA Almqvist, A. L.; Duvander, A. Z. (2014). “Changes in gender equality? Swedish fathers’ parental leave, divi- sion of childcare and housework”. 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