UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FILOLOGÍA Departamento de Filología Griega y Lingüística Indoeuropea LOS NUMERALES INDOEUROPEOS MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Eugenio Ramón Lujan Martínez Bajo la dirección de la doctora Julia Mendoza Tuñón Madrid, 2002 • ISBN: 978-84-8466-337-9 © Eugenio Ramón Lujan Martínez, 1996 UNIVERSIDAD COMPLUTENSE FACULTAD DE FILOLOGíA Departamento de Filología Griega y Lingiiística Indoeuropea Los numerales indoeuropeos TESISDOCTORAL Realizadapor EugenioRamónLuján Martínez bajo la direcciónde la Dra. Julia MendozaTuñón Octubrede 1996 AGRADECIMIENTOS Quiero dejar constancia de mi agradecimiento al Prof. Winfred P. Lehrnann, que tuvo a bien aceptar mi estancia de investigación en el LinguisticsRcsearchcenterde la Universidad de Texas en Austin en los meses de septiembre a diciembre de 1994, durante los cuales me hizo importantes observaciones sobre cuestiones relacionadas con esta tesis yme facilitó bibliografía de dificil acceso. Durante ini estancia en el Linguistics Research Cerner también tuve ocasión de mantener amplias y enriquecedoras discusiones sobre los numerales indoeuropeos con la Prof.~ Carol F. Justus, quien, además, me facilité bibliografía de gran interés y, posteriormente, ha tenido la amabilidad de enviarme trabajos suyos antes de que fueran publicados. También hizo posible mí encuentro con la Prof.a Denise Schmandt—Besserat, con la que pude tratar sobre cuestiones relativas a los tokens y al concepto de numeral abstracto. También estoy muy agradecido al Prof. Pierre-Yves Lambert, por su cálida acogida en l’École Pratique des Hautes Études de Paris entre octubre de 1995 y abril de 1996. El Prof. Lambert, además, me facilitó bibliografía sobre los numerales en las lenguas celtas y tuvo la deferencia de permitirme consultar entradas del volumen O del Díctionnaire Étyrnologíque de l’Irlandais Ancien (de 3. Vendryes) antes de su aparición. Vaya también mi gratitud al Prof. Joseph 1-1. Greenberg, que me envió trabajos suyos de difícil localización y otros que aún no habían aparecido, al Prof. 1-1. Eichner, que de habilitación inédita, y a los Profs. Frane y Kenneth Shields, que me enviaron traba numerales, y también al Prof. F.R. Adrados, al y a la Prof.~ Julia Mendoza por hacerme acces lingtifstíca indoeuropea desde antes de que aparecer. También la Prof.a Rosa Pedrero y el Somolinos me han facilitado bibligrafía de díf último y a D. José Antonio Berenguer les estoy muy su apoyo informático. Pero, naturalmente, directora, la Prof.~ Jul constante en todos estos su magisterio. me envié su tesis isco Marcos Marín jos suyos sobre Prof. A. Bernabé ible su Manual de éste comenzara a Dr. Juan Rodríguez idi acceso. A este agradecido por a quien más debe esta tesis es a su ia Mendoza, de quien he recibido apoyo años en que he podido beneficiarme de 1 1 NO 1 CE 0.INTRODUCCION GENERAL 17 0.1.EI estudio de los sistemas de numerales 19 0.l.1.fle los estudios pioneros a mediados del siglo XIX a la antropología del número y la matemática cultural . 19 O.l.2.La aportación del estructuralismo: cómo se organizan los sistemas de numerales 22 O.1.3.La gramática generativa y los sistemas de numerales . 28 O.1.4.Universales y tipología lingilística 35 0.1.5.Otros enfoques 38 0.l.6.Algunas propuestas de análisis de los sistemas de numerales 42 O.l.6.1.Conceptos 42 O.l.6.2.Hacia un análisis jerárquico de los sistemas de numerales 46 0.l.6.3.Interacción entre el sistema lingúistico y el cinético 49 O.2.Cambio en los sistemas de numerales 52 O.2.1.Los numerales como reflejo del nivel numeral y el concepto de cómputo abstracto 52 0.2.2.Contacto entre lenguas y cambio en los sistemas de numerales 58 O.2.3.Factores internos 62 0.2.4.llacia una tipología del cambio en los sistemas de numerales 66 O.3.Las series de numerales 72 0.4.EI estudio de los numerales indoeuropeos 75 0.5.Planteamiento de nuestro estudio 79 I.EL NUMERAL “UNO’ 83 I.1.Las formas del numeral “uno” 85 I.1.1.EI numeral ““ en lituano y en letón 87 I.l.2.El numeral ““ en las lenguas eslavas 89 I.1.3.EI numeral “uno’ en albanés 91 I.1.4.El numeral ““ en griego 94 I.1.5.EI numeral “uno” en armenio 94 I.1.6.El numeral ““ en tocario 96 I.l.6.1.Las formas del numeral “uno” en tocario . . . 96 I.l.6.2.Las interpretaciones propuestas 96 I.l.6.3.Nuestra interpretación 101 I.1.7.EI numeral ~ en las lenguas anatolias 104 I.l.7.1.Formas de la raíz *oj— 105 il.i.7.2.Formas de la raíz *sem— 106 I.2.Estudio dialectal 108 I,3.Observaciones generales sobre los usos del ~ en las lenguas 111 I.3.t.Análisis sincrónico de los usos no numerales de las palabras para ~ . 111 I.3.1.l.Usos indefinidos . 112 I.3.l.2.Usos correlativos . 117 3 1 .3.2.Repercusiones fonéticas, morfológicas, sintácticas ‘~‘ léxicas de los usos no numerales de para uno 1.3.2. 1.Repercusiones fonéticas ¡ .3.2.2.Repercusiones morfológicas ]Á3.2.3.Repercusiones sintácticas I.3.2.4.Repercusiones léxicas I.3.3.Repercusiones diacrónicas J.3.3.1.De los usos indefinidos I.3.3.2.De los usos correlativos I.4.Análisis de la raíz *sem I.4.1.Los usos de la raíz *sem I.4.1.1.Usos indefinidos I.4.1.2.Usos correlativos I.4.1.3.Conclusiones sobre los usos correlativos de *SCm I.4.2.El valor deictico de la raíz *5cm las palabras 119 120 120 121 122 122 122 125 126 126 126 129 indefinidos y 131 131 I.4.2.1&os demostrativos de las lenguas celtas I.4.2.2.El alargamiento *—sm- de la flexión de los demostrativos I.4.2.3.El alargamiento *—sm—de la flexión de los pronombres personales I.4.2.4.Formas pronominales hititas I.4.2.5.¿Segmentación *se—nP I.5.La raíz *01— y sus alargamientos I.5.1.Análisis de la raíz *oj— I.5.2.Los alargamientos de la raíz *oi— I.5.3.Otros numerales posiblemente derivados de *1 I.5.3.1.Griego Ioc I.5.3.2.Gético de Crimea ita I.6.*sem/*oi—: cronología relativa I.6.1.Estado de la cuestión I.6.2.Nuestra interpretación I.7.Conclusiones II .EL NUMERAL “DOS” II.l.Las formas del numeral “dos” • 132 133 • . . 134 136 136 138 138 • . . 141 144 • . . . 145 149 • . . . 152 154 • . . . 155 157 159 161 II.1.l.Formas problemáticas del numeral “dos” en las lenguas germánicas II.l.1.1.El numeral “dos” en germánico occidental 1I.1.1.2.EI numeral “dos en antiguo nórdico II.1.2.EI numeral “dos” en las lenguas itálicas II.1.3.El numeral “dos” en las lenguas bálticas II.1.4.El numeral “dos” en albanés II.l.5.EI numeral “dos” en griego II.1.6.EI numeral “dos” en armenio 1I.1.7.EI numeral “dos” en tocarlo II.1.8.El numeral “dos” en las lenguas anatolias . . II.l.8.1.EI numeral “dos” en hitita II.1.8.l.El numeral “dos” en las otras lenguas anatolias II.2.Análisis del numeral “dos” en indoeuropeo II.2.1.Las formas *dw~(w) y *dwo y la declinación de dual II.2.2.La forma *dwi- II.2.3.La supuesta forma *dí— 161 161 164 166 166 168 169 174 175 178 178 181 182 183 187 189 4 II.2.4.La supuesta forma *wo-. II.2.5,La supuesta forma *wí— II.2.6.La forma *du lI.2.6.1.El elemento *d- II.2.6.2.EI elemento *u II.3.Conclusiones III.EL NUMERAL “TRES” III.1.Las formas del numeral “tres” III.1.1.El numeral “tres” en las lenguas celtas lII.1.2.El numeral “tres” en las lenguas germánicas III.l.3.El numeral “tres” en las lenguas bálticas III.1.4.El numeral “tres” en eslavo III.1.5.El numeral “tres” en iranio III.1.6.El numeral “tres” en tacana III.1.7.EI numeral “tres” en las lenguas anatolias III.2.Análisis del numeral “tres en indoeuropeo III,2.1.Los elementos añadidos III.2.2.La raíz *t(e)r III.2.3.*t(e)r como cardinal y ordinal III.3.Las formas de femenino del numeral “tres” III.4.Conclusiones IV.EL NUMERAL “CUATRO” IV.1.Las formas del numeral “cuatro” IV.l.1.El numeral “cuatro” en las lenguas germánicas IV.l.2.El numeral “cuatro” en latín IV.l.3.EI numeral “cuatro” en las lenguas bálticas IV.l.4.EI numeral “cuatro en eslavo IVÁl.5.El numeral “cuatro” en albanés IV.l.6.EI numeral “cuatro” en griego IV.2.Las formas femeninas del numeral “cuatro” IV.3.Análisis del numeral “cuatro” en indoeuropeo IV.3.1.Estado de la cuestión tV.3.1.I.Explicaciones con segmentación *k”e—twor IV.3.1.2.Explicaciones que no segmentan *¿e—twor IV.3.2.Discusión e interpretación IV.4.EI numeral “cuatro” en las lenguas anatolias IV.4.1.Formas del numeral “cuatro” en las lenguas anata IV.4,2.Interpretación IV.5.Conclusiones V.EL NUMERAL “CINCO” V.1.Las formas del numeral “cinco” V.1.1.EI numeral “cinco” en las lenguasceltas V.1.2.El numeral “cinco’ en las lenguas germánicas V.1.3.EI numeral ~~cinco’en las lenguas itálicas V.1,4.Los numerales “cinco” a “diez en eslavo V.l.5.El numeral “cinco’ en albanés V.2.Análisis del numeral “cinco” en indoeuropeo V.2.1.Estado de la cuestión V.2.1.1.Explicaciones sintéticas V.2.l.2.Explicaciones analíticas V.2.2.Discusión e interpretación V.3.El numeral cinco’ en las lenguas anatolias V.3.1.Formas atestiguadas 191 • . . 192 • . . . 194 • . . . 199 • . . . 200 201 • . . 203 • 205 • 206 • 207 • 207 • 208 208 209 • . . . 209 • . . . 211 211 • . . . 216 • . . 222 225 • 231 • 233 235 • 237 • . . . 240 242 • . . 243 • . . 244 • . . 246 • 248 • . . 250 250 1 ias 250 252 253 260 260 261 263 • . . 265 • . . . 267 267 • . . . 269 269 • . . 269 • . . 272 273 273 • • . . 273 • 277 • . • . 278 285 285 5 V.3.2.Interpretación V.4.Conclusiones 286 287 VI.EL NUMERAL “SEIS” VI.1.Las formas del numeral “seis” VI.1.1.EI numeral “seis” en las lenguas celtas VI.1.2.El numeral “seis” en las lenguas bálticas VI.1.3.EI numeral “seis” en eslavo VI.1.4.Los numerales seis a “diez” en albanés VI.1.5.EI numeral “seis” en griego VI.1.6.EI numeral “seis” en armenio VI.1.7.EI numeral “seis” en iranio VI.1.8.El numeral “seis” en antiguo indio VI.l.9.EI numeral “seis” en tocario VI.2.Análisis del numeral “seis” en indoeuropeo VI.2.1.Estado de la cuestión VI.2.1.1.Interpretaciones internas al indoeuropeo VI.2.1.2.Interpretaciones en relación con el semít VI.2.2.Discusión e interpretación VI.2.2.1.La alternancia en inicial 5—15w- VI.2.2.2.La supuesta forma TE *weks VI.2.2.3.La supuesta relación con la raíz *Hw—ek- VI.2.2.4.La hipótesis de Erhart VI.2.2.5.Nuestra interpretación VI.3.Conclusiones VII.EL NUMERAL “SIETE” VII.l.Las formas del numeral “siete” VII.1.1.El numeral “siete” en las lenguas celtas VII.1.2.El numeral “siete” en las lenguas germánicas VII.1.3.EI numeral “siete” en las lenguas bálticas VII.1.4.El numeral “siete” en eslavo VLI.1.5.EI numeral “siete” en tocario VII.1.6.El numeral “siete” en las lenguas anatolias VII.2.Análisis del numeral “siete” en indoeuropeo VII.2.1.Estado de la cuestión VII.2. 1.1. Interpretaciones internas al indoeuropeo VII.2.l.2.Interpretaciones en relación con el semít VII.2.2.Discusión e interpretación VII.3.Conclusiones • . 289 291 292 • . 293 293 294 296 297 298 298 • . 299 • . 300 300 300 ico 304 • . 306 • . 306 307 309 • . 310 310 315 317 319 319 • 320 • 321 322 • 323 • 324 325 • 325 325 i co 326 328 332 VIII.EL NUMERAL “OCHO” VIII.1.Las formas del numeral “ocho” VIII.1.1.EI numeral “ocho” en las lenguas celtas VIII.1.2.EI numeral “ocho” en las lenguas bálticas VIII.1.3.El numeral “ocho” en las lenguas eslavas VIII.1.4.El numeral “ocho’ en albanés VIII.1.5.EI numeral “ocho” en griego VIII.l.6.El numeral “ocho” en armenio VIII.1.7.El numeral “ocho” en tocario VIII.1.8.EI numeral “ocho” en las lenguas anatolias VIII.2.Análisis del numeral “ocho” en indoeuropeo . VIII.2.1.Estado de la cuestión VIII.2.2.Discusión e interpretación VIII.3.Conclusiones • . . . 335 • 337 • . . . 337 • 338 • . . • 338 338 • 339 339 • 339 • . . . 341 • 341 341 • . 346 • . . . 352 6 IX.EL NUMERAL “NUEVE” IX.1.Las formas del numeral “nueve” IX.1.1.EI numeral “nueve” en las lenguas germánicas IX.1.2.El numeral “nueve” en las lenguas bálticas IX.l.3.EI numeral “nueve” en eslavo IX. il.4.EI numeral “nueve” en albanés IX.1.5.El numeral “nueve” en griego IX.1.6.EI numeral “nueve” en armenio IX.l.7.EI numeral “nueve” en las lenguas anatolias IX.2.Análisis del numeral “nueve” en indoeuropeo IX.2.1.La vocal protétita de griego y armenio IX.2.2.Etimología de la raíz IX.2.3.La nasal final IX.2.3.1.Planteamientos generales IX,2.3.2.Formas que apuntan a *-n IX.2.3.3.Formas que apuntan a *—m IX.3.Conclusiones X.EL NUMERAL “DIEZ” X.1.Las formas del numeral “diez” X.l.1.El numeral “diez” en las lenguas germánicas X.1.2.El numeral “diez” en las lenguas bálticas X.1.3.EI numeral “diez” en eslavo X.1.4.El numeral “diez” en albanés X.1.5.El numeral “diez” en tocario X.1.6.EI numeral “diez” en las lenguas anatolias X.2.Análisis del numeral “diez” en indoeuropeo X.2.l.Estado de la cuestión X.2.2.Discusión e interpretación X.3.Conclusiones XI .LOS NUMERALES INDOEUROPEOS DEL “UNO” AL “DIEZ” XI.1.Clasificación de los numerales del “uno” al “diez” • . . . 353 355 • . . 356 • . . 356 • • • . 357 • • . 357 • . . 358 • . . 361 • . . 362 • . . . 363 363 • . . . 365 • . . . 368 • . . . 368 369 • ‘ . 374 375 377 379 379 380 381 382 382 383 383 383 387 395 397 399 XI.1.1.Numerales formados sobre raíces de valor deictico o local 399 XI.1.2.Numerales relacionados con el cómputo con las manos 400 XI.1.3,Los préstamos semíticos 402 XI.1.4.La raíz *new “nuevo” 402 XI.2.La constitución de la serie de los numerales del “uno” al “diez” y los restos de sistemas de numerales anteriores al decimal 402 XI.2.1.Los numerales indoeuropeos del “uno” al “tres” . . . 403 XI.2.2.Los numerales indoeuropeos hasta el “cinco” . . . . 408 XI.2.3.Los numerales indoeuropeos hasta el “diez” 412 XI.3.Apéndice 1: La partícula *k’e en los numerales “cuatro” y “cinco 417 XI.4.Apéndice 2: Los numerales del “uno” al “diez” y la flexión • 421 XI.4.l.La visión tradicional 421 XI.4.2.Replanteamiento de la cuestión 422 XI.4.2.1.Los primeros intentos de marcar género y número en la flexión 423 XI.4.2.2.El surgimiento de la flexión en los numerales42s XII.LA FORMACIÓN DE LOS NUMERALES INTERMEDIOS 429 XII.1.Estado de la cuestión y consideraciones generales 431 XII.2.Los numerales intermedios en las lenguas celtas •..... 433 7 XII.2.1.Los numerales intermedios en antiguo irlandés XII.2.2.Los numerales intermedios en galés XII.2.3.Los numerales intermedios en celta común XII.3.Los numerales intermedios en las lenguas germánicas XII.3.1.Los numerales intermedios en gótico XII.3.2.Los numerales intermedios en antiguo alto alemán XII.3.3.Los numerales intermedios en antiguo inglés XII.3.4.Los numerales intermedios en antiguo nórdico XII.3.5.Los numerales intermedios en germánico común XII.4.Los numerales intermedios en las lenguas itálicas XII.5.Los numerales intermedios en las lenguas bálticas y eslavas XII.5.1.Los numerales intermedios en antiguo prusiano XII.5.2.Los numerales intermedios en letón XII.5.3.Los numerales intermedios en lituano XII.5.4.Los numerales intermedios en antiguo eslavo XII.5.5.Los numerales intermedios en báltico y eslavo común XII.6.Los numerales intermedios en albanés XII.7.Los numerales intermedios en griego XII.8.Los numerales intermedios en armenio XII.9.Los numerales intermedios en las lenguas indo—iranias XII,9.1.Los numerales intermedios en las lenguas iranias antiguas XIr.9.2.Los numerales intermedios en antiguo indio XII.9.3.Los numerales intermedios en indo—iranio común XII.l0.Los numerales intermedios en tocario XII.11.Los numerales intermedios en las lenguas anatolias XII.12.La reconstrucción de los numerales intermedios en indoeuropeo y su evolución a las distintas lenguas históricas XII.12.1,Planteamientos generales X11M2•2.Análisis de los compuestos XII.12.3.La prehistoria de los compuestos XII.12.4.La coherencia sintáctica de los numerales “11” a ‘19” XII.12.5.Los numerales del “11” al “19”: la evolución a formaciones del tipo decena+unidad X11Á12.6.La formación de los numerales “11” a “19” en lituano y ‘ll”—”12” en las lenguas germánicas XII.12.7.EI área europea oriental XII.12.8.Procedimientos sustractivos en latín XII.12.9.Las lenguas celtas XIII.LA FORMACIÓN DE LAS DECENAS XIII.l.Estado de la cuestión y crítica XIII.2.Las decenas en las lenguas celtas XIII.2.l.Observaciones generales XIII.2.2.EI numeral “veinte” XIII.2.3.EI numeral “treinta” XIII.2.4.El numeral “cuarenta” XIII.2.5.EI numeral “cincuenta” XIII.2.6.EI numeral “sesenta” XIII.2.7.Los numerales “setenta” y “ochenta” XIII.2.8.El numeral “noventa” XIII.3.Las decenas en latín XIII.3.1.Observaciones generales XIII.3.1.1.La velar sonora de *—gintá 433 435 436 437 437 438 439 440 440 442 444 444 444 445 447 448 449 450 451 452 452. 453 456 458 460 460 460 462 467 469 483 491 499 506 508 511 513 524 525 525 527 528 528 529 530 532 533 533 534 8 XIII.3.1.2.El vocalismo —i— de —gintá XIII.3.l.3.La -A- de -gintá XIII.3.1.4.La —A— de quadrAgintA, quinquAgintA, XIII.3.2.Vlginti etc. 538 539 541 544 XIII.3.3.TrigintA XIII.3.4.QuadrAgintA XII I.3.5.Quinquágintá y sex~gintA XIII.3.6.SeptuAgintA y oct5gintA XIII.3.7.N&iAgíntA XIII.4.Las decenas en las lenguas eslavas XIII.4.1,procedimiento general de formación XIII.4.2.”Cuarenta” y “noventa” en ruso XIII.5.Las decenas en las lenguas bálticas XIII.5.l.La formación de las decenas en lituano XIII.5.2.La formación de las decenas en letón XIII.6.Las decenas en las lenguas germánicas XIII.6.1.La formación de las decenas en gótico XIII .6.1. 1.Segmentación sibun—t~hund XIII.6.1.2.Segmentación sibunt—~—hund XIII .6.1.3.Segmentación sibun—t~—hund XIII.6.1.4.Segmentación síbuntá—hund XIII.6.2.La formación de las decenas en antiguo XIII.6.2.l.Las formas en -aig XIII•6.2.2.Las formas en —zo alto alemán 545 546 546 546 549 550 550 552 559 559 560 561 561 563 564 567 569 573 574 575 XIII.6.2.2.1.Interpretaciones paralelas a las de las formas góticas XIII.6.2.2.2.Interpretaciones que las separan de las formas góticas XIII.6.3.La formación de las decenasen antiguo inglés y antiguo sajón XIII.6.3.1.Las decenas inferiores a sesenta” XIII.6.3.2.Las decenas superiores a sesenta” XIII,6.4.La formación de las decenas en antiguo nórdico XIII.6.5.La interpretación de las decenas en germánico: revisión crítica XIII.6.5.1.Introducción general XIII.6.5,2.Crítica de la teoría de Brugmann XIII.6.5.3.Crítica de la teoría de Ltihr XIII.6.5.4.Crítica de la teoría de Rosenfeld XIII.6.6.Nuestra visión de las decenas en germánico XIII.6.6.1.El término —hund XIII.6.6.2.Los ordinales en las decenas germánicas XILI.6.6.3.Las isoglosas numerales del germánico y e balto—eslavo XIII.6.6.4.Las lenguas fino—ugrias: influencias de sustrato XIII.6.6.5.EI corte entre las decenas inferiores y superiores a “sesenta” XIII.7.Las decenas en albanés XIII.8,Las decenas en griego XIII.8.1.La interpretación de Brugmann XIII.8.2.Las propuestas de Sommer XIII.8.3.La teoría de Szemerényi XIII.8.4.La explicación glotálica de Kortland XIII.8.5.Las aportaciones de Lillo XIII.8.6.Nuestra visión de las decenas griegas • 575 • 577 578 • 578 579 581 582 582 584 584 585 588 588 589 592 1 593 • 595 597 • 598 600 • 602 • 604 606 • 607 611 9 XIII.9.Las decenas en armenio 618 XIII.10.Las decenas en las lenguas indo—iranias 622 XIII•10.1.La formación de las decenasen antiguo indio . • 622 XIII.10.2.La formación de las decenas en las lenguas iranias antiguas 622 XIII.l0.3.Interpretación 623 XIII.l0.3.l.Las decenas “veinte” a “cincuenta” • . . 624 XIII.10.3.2.Las decenas“sesenta” a “noventa” • . . • 627 XIII.ll.Las decenas en tocario 631 XIII.11.l.Cuestiones de detalle 631 XIII.11.2.La marca A —k, B -ka 634 XIII.11.3.El numeral “veinte” 636 XIII.12.Las decenasen las lenguas anatolias 637 X1II.13.La formación de las decenasen indoeuropeo 638 XIII.13.l.Morfología del primer término de compuesto • . . 638 XIII.13.2.Origen de las vocales largas como final del primer término de compuesto 645 XIII.13.3.La naturaleza de las decenasen indoeuropeo . . . 648 XIV.EL NUMERAL “CIEN” Y LA FORMACIÓN DE LAS CENTENAS 653 XIV.l.El numeral “cien” en las lenguas indoeuropeas 655 XIV.1.l.Las formas del numeral “cien” 55 XIV.1.1.1.EI numeral “cien” en eslavo 656 XIV.1.1.2.EI numeral “cien” en griego 657 XIV.l.1.3.EI numeral “cien” en las lenguas anatolias 658 XIV.1.2.La interpretación del numeral “cien”: estadode la cuestión 659 XIV.1.3.”Cien” y los números redondos 663 XIV.l.3.1.Planteamientos generales 663 XIV.l.3.2.La indefinición de “cien” en las lenguas ¡E y la interpretación del numeral “cien” . • 669 XIV•1.4.EI problema del Grosshundertgermánico 671 XIV.l.5.Armenio hariwr 677 XIV.2.La formación de las centenasen las lenguas indoeuropeas . 680 XIV.2.1.La expresión de las centenasmediante sintagmas • . 680 XIV.2.2.La expresión de las centenasmediante compuestos . 683 XIV.2.2.1.Las centenasen latín 683 XIV.2.2.2.Las centenasen griego 686 XIV.2.2.3.Las centenasen antiguo indio (compuestos) 690 XIV.2.3.Las centenasen tocario 692 XIV.2.4.La interpretación de las centenasen indoeuropeo • 695 XV.EL NUMERAL “MIL” 699 XV.1.Las formas del numeral “mil” 701 XV.2.EI área dialectal «meridional» 702 XV.2.1.El numeral “mil” en las lenguas indo—iranias y en griego 702 XV.2.2.EI numeral “mil” en latín 706 XV.2.3.¿EI numeral “mil” en celtibérico9 710 XV.2.4.La interpretación de la raíz *gheslo— 711 XV.3,EI área dialectal germano—balto—eslava ‘715 XV.3.l.EI numeral “mil” en las lenguas germánicas 716 XV.3.2.EI numeral “mil” en las lenguas bálticas y eslavas . 715 XV.3.3.La relación entre las formas balto—eslavas y germánicas y la etimología de *piisund— . . 716 XV.4.EI numeral “mil” en tocario 721 10 XVI .LA FORMACIÓN DE LOS ORDINALES XVI.1.Aspectos generales XVI.2.Estudios sobre los ordinales indoeuropeos XVI•3.Crítica de los estudios sobre los ordinales XVI.4.Las formas de los ordinales indoeuropeos • 723 • 725 • 729 • 734 737 XVI .7. 2.Observaciones XVI.4.1.El ordinal “tercero” XVI.4.2.El ordinal “cuarto” XVI•4.3.El ordinal “quinto” XVI.4.4.El ordinal “sexto” XVI.4•5.EI ordinal “séptimo” XVI.4.6.EI ordinal “octavo” XVI•4.7.El ordinal “noveno” XVI.4.8.EI ordinal “décimo” XVI.4.9.Observaciones generales XVI.5.Nuestra interpretación de los sufijos de ordinal en indoeuropeo XVI.5.1.La interpretación de la tematización como procedimiento de formación de ordinales XVI.5.2.El origen del sufijo *—tos XVI.6.EI ordinal “primero” y las relaciones entre los ordinales y los superlativos XVI.7.El ordinal “segundo” XVI.7,l.Clasificación de los tipos de formación de los t co... tál icas grupos XVT•8.Panorama general de la constitución de la serie ordinales XVJ.9.Los ordinales en las lenguas celtas XVI.9.1.Observaciones generales XVI.9.2.EL ordinal “primero” XVI.9.3•El ordinal “segundo” XVI.9.4.El ordinal “tercero” XVI.9.5.El ordinal “cuarto” en el grupo bri óni XVI.l0.Los ordinales en las lenguas germánicas XVI.10.1.Observaciones generales XVI.10.2.El ordinal “primero” XVI•l0.3.EI ordinal “segundo” XVI.l1.Los ordinales en las lenguas itálicas . XVI.11.1.Formas latinas XVI•l1.2.Formas atestiguadas en otras lenguas i XVI.11.3.Observaciones generales XVI.11.4.EI ordinal “primero” XVI.11.5.EI ordinal “segundo” XVI.1l.6.EI ordinal “cuarto” XVI.11.7.El ordinal “octavo” XVI.12.Los ordinales en las lenguas bálticas y eslavas XVI.12•i1.Los ordinales en las lenguasbálticas XVI.12.1.1.Observaciones generales XVI•12.1.2.EI ordinal “primero” XVI.12.1.3.EI ordinal “segundo” XVI.12.1•4.Otras observaciones XVI.12.2.Los ordinales en las lenguas eslavas XVT.12.2.1.Observacionesgenerales XVI.12,2.2,El ordinal “primero” XVI.12.2.3.El ordinal “segundo” XVI.12.3.Los ordinales en la prehistoria de los báltico y eslavo • • 737 • 738 • . 739 • . 739 • • 740 • . 741 • . 741 • . 742 743 • . 745 • 745 • 749 764 • 774 • 774 777 778 784 786 • . 788 789 • 790 • 791 • • 791 • 792 • . 792 • 793 • 793 • . 793 • 794 • . 794 • . 795 • . 796 • . 797 • . 798 799 • 799 • 800 801 • 801 • . 802 • . 802 • 802 • . 803 803 804 11. XVI.13.Los ordinales en albanés 805 XVI.13.1.Observacionesgenerales 805 XVI.13.2.EI ordinal “primero” 806 XVI.13.3.El ordinal “segundo” 807 XVI. 14•Los ordinales en griego 807 XVI•14.1.Observacionesgenerales 808 XVI.14.2.Los ordinales “séptimo” y “octavo” 809 XVI.14.3.El ordinal “primero” 812 XVI.14.4.El ordinal “segundo” 815 XVl.14.5•Otras observaciones 815 XVI.15.Los ordinales en armenio 816 XVI.15.1.Explicaciones sobre el origen de los sufijos de ordinal en armenio 817 XVI.lS.2.Nuestra interpretación de los ordinales armenios . 818 XVI.16.Los ordinales en las lenguas indo—iranias 821 XVI.16.l.Los ordinales en antiguo indio XVI.16.l•1.Observacionesgeneralessobre la evolución de los ordinales 822 XVI .16. 1.2.Las formas “segundo”, “tercero” y “cuarto” 826 XVI.16.1.3.Otras observaciones 827 XVI.16.2.Los ordinales en las lenguas iranias antiguas . . 828 XVI.16.3•Los ordinales en el grupo indo—iranio 831 XVI.17.Los ordinales en tocario 832 XVI.17.1.Observacionesgenerales 833 XVI.17.2.El ordinal “primero” 834 XVI.17.3.EI ordinal “segundo” 835 XVI.18•Los ordinales en las lenguasanatolias 836 XVI.18.1.EI ordinal “primero” 836 XVI.18.2.El ordinal “segundo” 837 XVI.18.3.EI ordinal “tercero” 838 XV¡.18.4.Los ordinales superiores 838 XVII.LOS ADVERBIOS NUMERALES 839 XVII.l.La definición de los adverbios cardinales 841 XVII.2.Los adverbios cardinales en las lenguas celtas 844 XVII.2.l.Los adverbios cardinales en antiguo irlandés . . . 844 XVII.2.2.Los adverbios cardinales en las lenguasbritónicas 846 XVII.2.34Adverbios cardinales en galo~ 847 XVII.3.Los adverbios cardinales en las lenguas germánicas . . . . 847 XVII.3.l.Los adverbios cardinales en gótico 848 XVII.3.2•Los adverbios cardinales en antiguo nórdico • . . 848 XVII.3.3.Los adverbios cardinales en antiguo alto alemán . 849 XVII.3.4.Los adverbios cardinales en antiguo inglés . . . . 850 XVII.3.5.Interpretación 851 XVII.3.5.1.Las formas *dwis—wos y *tris—wos 851 XVII.3.5.2.Compuestos y sintagmas 854 XVII.3.5.3.Formas casuales de la declinación de los nombres cardinales 855 XVIJ.4.Los adverbios cardinales en las lenguas itálicas 856 XVII.4.l.Los adverbios cardinales en latín 856 XVII.4.1.1.Semel 856 XVII.4.1.2.flis, tris y quater 859 XVII.4.1.3.Los adverbios en —ié(n)s 860 XVII.4•2.Los adverbios cardinales en las otras lenguas itálicas 863 12 XVII.5.Los adverbios cardinales en las lenguas bálticas 864 XVII.5.1.Los adverbios cardinales en lituano 864 XVfI.5.2.Los adverbios cardinales en letón 865 XVII.6.Los adverbios cardinales en las lenguas eslavas 865 XVII.7.Los adverbios cardinales en albanés 867 XVII.8.Los adverbios cardinales en griego 868 XVII.8.1.~Ana~ 868 XVII.8.2.Atc y 869 XVII.8.3.Los adverbios en —ún(gJ 869 XVII•8.4•Las formas en —~al-~Ocx 870 XVII.9•Los adverbios cardinales en armenio 873 XVII.10.Los adverbios cardinales en las lenguas iranias antiguas 874 XVII•11.Los adverbios cardinales en antiguo indio 876 XVII.12.Los adverbios cardinales en tocario 879 XVII.13.Los adverbios cardinales en las lenguas anatolias . . . . 880 XVII.13.l.Los adverbios cardinales en hitita 880 XVII.13.1.l.Las formas con complementos fonéticos . 880 XVII.13.1.2.Las formas en —SU 882 XVII.l3.2.Los adverbios cardinales en las otras lenguas anatolias 883 XVII.14.Los adverbios cardinales en las lenguas indoeuropeas: reconstrucción y aspectos comparativos 886 XVII.14.1.Etimología de las formaciones numerales adverbiales 886 XVII.14.1.l.Los adverbios cardinales en —s 886 XVII.14.1.2.Los adverbios cardinales en —ki 888 XVII.14.l.3.Los adverbios cardinales de la raíz *0er(t) 898 XVII.14.2.Tipología de las formaciones 900 XVII.14.3.Los adverbios cardinales: isoglosas 901 XVII.14.4.Diacronía de los adverbios cardinales en indoeuropeo •.....,........... 905 XVII.15.Los adverbios ordinales en las lenguas indoeuropeas . . . 909 XVII.15.1.Los adverbios ordinales en las lenguas celtas . . 910 XVII•15.2.Los adverbios ordinales en las lenguas germánicas 911 XVII•15.2.l.Los adverbios ordinales en gótico . • . . 911 XVII.15.2.2.Los adverbios ordinales en antiguo nórdico9ll XVII•15.2.3.Los adverbios ordinales en antiguo alto alemán 2 XVIJ.15.2.4.Los adverbios ordinales en antiguo inglés 912 XVII.15.2.5.La interpretación de los adverbios ordinales en germánico 912 XVII.15.3.Los adverbios ordinales en las lenguas itálicas • 914 XVII.15.3.1.Los adverbios ordinales en latín • . • • 914 XVII.15.3.2.Los adverbios ordinales en umbro . . . 914 XVII.15.4.Los adverbios ordinales en las lenguas bálticas y eslavas 915 XVI I.15.5.Los adverbios ordinales en albanés 916 XVII.1S.6.Los adverbios ordinales en griego 916 XVII.15.7.Los adverbios ordinales en armenio 916 XVII.l5.8.Los adverbios ordinales en las lenguas iranias . 917 XVII.15.9.Los adverbios ordinales en antiguo indio • • . . 917 XVII.l5.10.Los adverbios ordinales en tocario 917 XVJI.15.11.Los adverbios ordinales en hitita 918 13 XVII.15.12.Clasificación de las formaciones de adverbios ordinales en las lenguas indoeuropeas 920 XVII,í5.13.Diacronía de los adverbios ordinales en indoeuropeo 920 XVIIIY.LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS 925 XVIII.1.La investigación sobre los numerales distributivos en lE 927 XVIII.2.El concepto de «numeral colectivo» en la lingilística indoeuropea 930 XVIII.3.Nuevos planteamientos para el estudio de los numerales distributivos 935 XVIII.4.Los numerales distributivos en las lenguas celtas . . . . 941 XVIII.5.Los numerales distributivos en las lenguas germánicas • • 941 XVIII.5.l.Los numerales distributivos en gótico 941 XVIII.5.2.Los numerales distributivos en antiguo nórdico . 942 XVIII.5.3.Los numerales distributivos en antiguo alto alemán943 XVIII.5.4.Los numerales distributivos en antiguo inglés . . 944 XVIII.6.Los numerales distributivos en las lenguas itálicas . . . 944 XVIII.6.l.Los numerales distributivos en latín 944 XVIII.6.l.1.Singuli y la serie de los numerales en —ni 944 XVIII.6.l.1.l•Singuli 946 XVIII.6.l.1.2.Los distributivos en —nl . . . . 946 XVIII.6.l.2.Otros procedimientos 950 XVIII.6.2.Los numerales distributivos en las otras lenguas itálicas 951 XVIII.7.Los numerales distributivos en las lenguas eslavas . . . 953 XVIII.7.l.Procedimientos morfológicos 953 XVIII.7.2.Procedimientos sintácticos 954 XVIII.8.Los numerales distributivos en las lenguas bálticas • . . 955 XVIII.9.Los numerales distributivos en albanés 956 XVIII•l0.Los numerales distributivos en griego 957 XVITI.lO.1.Compuestos con G4AP 957 XVIII.10.2.Sintagmas con las preposiciones &vú y icatá . . . 958 XVIII.10.3.Repetición del cardinal correspondiente . . . . 961 XVIII.10.4.”Eicaaroc 962 XVTII.11.Los numerales distributivos en armenio •..•..•.. 962 XVIII.12.Los numerales distributivos en las lenguas iranias • . 962 XVIII.13.Los numerales distributivos en antiguo indio 963 XVIII. 14.Los numerales distributivos en tocario 964 XVIII.15.Tipología de los numerales distributivos en las lenguas indoeuropeas 8 XVIIJ•16.Análisis de algunas formaciones de distributivos . . . . 971 XVIII.16.l.Los distributivos formados por tematizacién de los cardinales 971 XVIII.16.1.1.Derivados temáticos de los cardinales con grado pleno de la raíz 971 XVIII.16.l.1.Los numerales colectivos en lituano 971 XVIII.16.1.2.Los numerales colectivos en letón 972 XVIII.16.1.3.Los numerales colectivos en antiguo prusiano . . . . 973 XVIII.16.1.4.Otras lenguas 973 XVIII. 16. 1.5,Observaciones generales . . 975 XVIII.16.1.2.Los supuestos colectivos en *—r del TE • 977 14 XVIII.16.l.2.1.Planteamiento general . . 977 XVIII.16.1.3.2.Los numerales colectivos irlandeses 979 XVIII.16.1.3.3.Lat. decuria y centí2ria . 981 XVIII. 16.2.Los derivados en —no- y —ko- 983 XVIII.17.Diacronia de los numerales distributivos en indoeuropeo 986 XIX.LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS 997 XIX.1.Introducción 999 XIX.2.Los adjetivos multiplicativos en las lenguas celtas . • . 1000 XIX.2.1.Los adjetivos multiplicativos en antiguo irlandés 1000 XIX.2.l.1.Díabul, trebul 1000 XIX.2.1.2•Las formaciones en —de 1001 XIX.2.2.Los adjetivos multiplicativos en galo 1004 XIX.3.Los adjetivos multiplicativos en las lenguas germánicas • 1005 XIX.3.1.Los adjetivos multiplicativos en gótico 1005 XIX.3.2.Los adjetivos multiplicativos en antiguo nórdico 1006 XIX.3.3.Los adjetivos multiplicativos en antiguo alto alemárlOO6 XIX.3.4.Los adjetivos multiplicativos en antiguo inglés . 1007 XIX.4.Los adjetivos multiplicativos en las lenguas itálicas . . 1008 XIX.4.1.Los adjetivos multiplicativos en latín 1008 XIX.4.2.Los adjetivos multiplicativos en las otras lenguas itálicas 1009 XIX.5.Los adjetivos multiplicativos en las lenguas bálticas . • 1010 XIX.5.1.Los adjetivos multiplicativos en lituano . . . . 1010 XIX.5.2.Los adjetivos multiplicativos en letón 1011 XIX.6.Los adjetivos multiplicativos en las lenguas eslavas . . 1011 XIX.7.Los adjetivos multiplicativos en albanés 1012 XIX.8.Los adjetivos multiplicativos en griego 1013 XIX.8.1.Las formas derivadas de la raíz *pel 1013 XIX.8.1.1.Las formas en —nAó/-nXcrúc 1013 XIX. 8. 1,2.Las formas en —,úáaioc/-iúiiaioc 1016 XIX.8.1.3.Las formas biitXa~ y tpínXcz~ 1017 XIX.8.2.Otras formaciones 1017 XIX.9.Los adjetivos multiplicativos en armenio 1021 XIX. l0.Los adjetivos multiplicativos en las lenguas iranias . 1023 XIX.11.Los adjetivos multiplicativos en antiguo indio 1024 XIX. 12.Los adjetivos multiplicativos en tocario 1029 XIX. 13.Tipología de las formaciones de adjetivos multiplicativos en las lenguas indoeuropeas 1031 XIX. 14.Consideraciones generales sobre las formaciones de adjetivos multiplicativos 1033 XIX. 14.1.Derivación a partir de los nombres cardinales . 1034 XIX. 14.2.Derivación a partir de los adverbios cardinales 1035 XIX. 14.3.Composición con una raíz de significado básico “doblar” 1037 XIX.14,4.Otros procedimientos 1040 XIX. l5.fliacronía de los adjetivos multiplicativos en indoeuropeo 1041 XX.CONCLUSIONES GENERALES 1047 XX.1.EI sistema de los numerales indoeuropeos 1049 XX.2.Las series de numerales en indoeuropeo 1063 XX.3.Recapitulación 1078 BIBLIcX3RAFLA 1081 15 1. EL ESTUDIO DE Los SISTEMAS DE NUMERALES 1.1. De los estudios ploneros a mediados antropología del número £ la matemática del siglo XIX cuí tural El estudio científico XIX en el marco general que estudio sistemático de de los pueblos primiti Alexander von Humboldt. —entendiendo el concepto el desarrollo cultural concepción evolucionista mitad del siglo— supuso prestara atención a los cómputo por algunos de de los supone numerales comienza en el siglo el despertar del interés por el las culturas extraeuropeas y la etnografía vos cuyo nombre señero quizá sea el de El estudio de las culturas “primitivas” de “primitivo” como un estadio primero en progresivo de la humanidad, según la que acabará imponiéndose en la segunda en el terreno de los numerales que se sistemas no decimales utilizados para el los pueblos con los que la expansión colonial europeos. de la cultura occidental había puesto en contacto a los Así, no es de extrañar que el primer trabajo digno de mención, el de Pott (1849), se ocupe precisamente de los sistemas quinarios y vigesimales que se utilizaban en diferentes zonas geográficas. En esta misma línea se encuentran trabajos de gran importancia como el de Conant (1896), cuyo título, The number concept, deja ya percibir, no obstante, cuál será otra de las preocupaciones que manifiesten los estudiosos de los sistemas de numerales: poner de relieve el esfuerzo que supuso para la mentalidad primitiva conseguir adquirir el concepto de número tal y como habían llegado a desarrollarlo los pueblos civilizados. Se prefigura así la idea que años después habría de quedar codificada en la aserción de Russell (1920) en su libro An Introduction to Mathematical Philosophy: “debe haber requerido muchos siglos descubrir que un a la 19 par de faisanes y un par de días eran ejemplos del número 2: el grado de abstracción dista de ser fácil”. Esto abrirá todo un campo a la historia de la matemática en la que hay que mencionar como estudio señero el de Menninger (1969), que se ocupaba tanto la historia de los numerales como de la historia de las cifras. Esta línea de trabajo permanecerá viva hasta nuestros días, con obras tan significativas como la de Ifrah (1981). Pero a acomet ieron numerales, Cent roamér i c California o los sistemas sigue siendo monumental finales del siglo XIX y principios importantes estudios regionales de como el Thomas (1897—98) sobre a, el de Dixon —— Kroeber (1907) 50 el magistral trabajo de Marianne Sc de cómputo en el continente afrie valioso. Esta línea de trabajos obra de Kluge, Zahlenbegri dedicados, Australia y Eurasia, le Central y Polinesia es decir, cli fe re n t e s mundo y constituye, aunque su interés a pensamiento filosófico del XX los 5 los de bre las 1 hmidt (19 ano, que culminar quien bajo el título general 2 c o gruesos y as Sudán (vol. ffe publicó entre 1937 y 194 respectivamente, a las lengu Papúa y de los bantúes (vol. nguas munda y lenguas paleoa Sudoriental, Indonesia, vol. IV). La obra está escr intentando recoger todos sistemas de numeración al por lo tanto, veces se res que subyace uat r del también se istemas de Méjico y enguas de 15> sobre aún hoy á en la de Dic o] úmenes 1), de IT>, América, el fricanas (vol. III) y Micronesia, Melanesia ita con afán enciclopédi los datos posibles de uso en prácticamente todo una valiosa jente por la a la empresa. te de Asia y co, los el fuente de datos, farragosidad del La obra de Kluge supuso un hito en el estudio de los si de numeración de las lenguas del mundo y como tal cerró t una época, aquélla caracterizada por la dicotomía pueblos civilizados y primitivos, que, desde el punto de metodológico, se corresponde con el abandono en las ci sociales de las prácticas habituales hasta bien entrado el st emas ambién ent re vista ene i as siglo 20 según las cuales el científico (siempre occidental) describía e interpretaba según sus propios esquemas ideológicos las prácticas que descubría entre los pueblos “primitivos”. Naturalmente, revolución en la la llegada del estructuralismo supuso antropología y, por lo que al estudio de sistemas de numeración se refiere, abrió el camino hacia una ant ropo 1 ogí ya cuál es sociedad, s desempeñan religiosas detendremo llevado a lengua, q embargo con j unt Thomas lengua social, a de los números en la que la cuestión importante no es el nivel de desarrollo alcanzado por una determinada mo cuál es el papel que los números y el cómputo dentro de esa sociedad en relación con sus prácticas comerciales, artísticas, recreativas, etc. No nos s a analizar en detalle los estudios concretos se han cabo en este campo, puesto que desbordan el campo de la ue es sobre el que vamos a centrar nuestro estudio. Sin sí señalaremos la existencia de un reciente trabajo de o de gran utilidad: La antropología de los números de Crump (1993). En este sentido no podemos olvidar que la es, al menos desde un punto de vista, una institución por lo que algunos de sus aspectos —y, en concreto, referidas clarifi a los carse numerales, con ayuda por de su naturaleza perspectivas También como lógica estudios sobre la numeración al menos parcialmente los encontramos un tipo e factores políticos c toma de concienci colonias. En est Zaslavsky (1973), ______ inglés que una español, resulta continuación de aquellos antiguos en los pueblos primitivos y adoptando postulados de la nueva antropología, d trabajos que no pueden desligarse de omo los procesos de descolonización y de la a de su personalidad propia por las antiguas e sentido, el título del libro de Claudia Africa Counts, con la ambigiledad en el original traducción como “Africa cuenta” mantendría en suficientemente significativo. El trabajo de una los al gu ua s part icu ant ropo cue st lar- lógicas. iones podrán 21 Zaslavsky no descuida en absoluto los aspectos empíricos de descripción de sistemas de cómputo y numerales pero aborda su estudio desde la perspectiva que supone el asumir que el papel de los números no tiene por qué ser el mismo en cada cultura. Así pues, como desarrollo de esta concepción no será de extrañar que en los últimos años esté empezando a aceptarse el concepto de “matemática cultural”, según el cual las matemáticas no constituyen un sistema único (= verdadero) al que han de tender todas las culturas, sino que, como tantas otras cosas, no serían sino una función más del tipo de sociedad en el que se desarrollan. Así, trabajos como el de De Abreu (1995) inciden sobre la existencia de alternativas a los métodos de cálculo tradicionalmente enseñados en la escuela y que en determinados ambientes pueden resultar mucho más útiles. Como se pondrá de manifiesto en ~0.2 al tratar de los aspectos evolutivos de los sistemas de numerales, no tenemos aquí sino la versión diatópica de la variabilidad diacrónica que muestran los sistemas de numerales en función de su relación con el grado de desarrollo tecnológico de la sociedad que los utiliza. 1.2. La aportación del estructuralismo: cómo se organizan los sistemas de numerales Tras estas breves notas sobre la investigación de los numerales en antropología y matemática cultural, pasaremos a centrarnos en las aproximaciones puramente lingúísticas al problema. Y después de las compilaciones y estudios del finales del siglo XIX y principios del XX, en los que no siempre es fácil deslindar lo estrictamente lingUistico del resto de aspectos culturales (es decir, donde no se diferencia claramente entre número y numeral), las aportaciones más importantes vinieron del estructuralismo. 9~ El artículo pionero fue el de precisamente, partió de una crítica de estudiar los sistemas de numerales “ciclos” y se limitaban a clasificar aq de la frecuencia con que determinadas repitiendo. Así, se creía que bastaba numerales como binario, quinario, caracterizarlo por completo. Salzmann criticó con propuestas sentó las bases pa sistemas de numerales, ya diferentes que conjuntamente mismos: I’ran’e pat tern, cycl define de la siguiente manera: — frarne pat tern: es una grupos de morfemas diferentes; los morfemas que expresan los “100”, “1000”, “1000000”, etc. Sa]zmann (1950), quien, aquellos trabajos que al sólo se ocupaban de los uéllos con el único critero pautas formativas se iban con definir un sistema de decimal, etc, para razón esta tradición y con ra todo el análisis posterior de que distinguió tres procedimie caracterizarían la estructura de le pattern y operative pattern, sus los ntos los que sucesión de dos o más morfemas o en el caso del inglés, abarcaría numerales del “1” al “12” y luego — cyclic pat tern: es una sucesión de morfemas en función de los cuales el sistema términos de uno o más conjuntos regulares o o grupos de morfemas recurrentes; es este permite analizar los sitemas como binarios, — operative pat terir: se trata de un en el que la yuxtaposición de morfemas opera operaciones aritméticas básicas, como adición multiplicación. El propio Salzmann reconoce que e no es del mismo orden que los dos anteriores. Un trabajo de primera importancia fue morfemas o grupos de resulta analizable en similares de morfemas procedimiento el que ternarios, etc. procedimiento en términos de sustracción o ste procedimiento el de Stampe (1977), en 23 primer lugar porque contribuyó de forma decisiva a clarificar qué entendemos por “significado” de un numeral. Según Stampe el valor de un numeral, es decir, su significado viene definido por el lugar que ocupa dentro de la serie de palabras habitualmente utilizada para el cómputo. El concepto de serie es, pues, de primera importancia para el análisis de los numerales, como inmediatamente habría de reconocer Greenberg (1978: 251—252) y bajo la denominación de “secuencia” habria de desarrollar Hurford (1987>. El artículo de Stampe también sirvió para recuperar el concepto de “base”, que había quedado un tanto oscurecido por la denominación de cyclic pat tern bajo la que quedaba escondido en el artículo de Salzmann. Stampe (1977: 601> ofrece una definición muy simple de base; según él, se trata del número a partir del cuál el cómputo vuelve a comenzar. En este sentido, Stampe considerará una base prototípica el “10” en expresiones como galés un ¿ir ddeg (lit. “uno sobre diez”) y dado que únicamente está implicada la adición las denominará “combinaciones de primer orden”, reservando la denominación “combinaciones de segundo orden” para aquéllas en que la base aparece multiplicada por otro numeral. Greenberg (1978), en ocuparnos cuando t §O.1•4, contribuyó desarrolló su cons mismo orden que Greenberg se estab y numerales que no que reciben expres formación la única reconocible es la un átomo cuando diferente de rat a tata las 1 ece lo ión fun de i para la un trabajo sobre el que volveremos a emos de la tipología y los universales en simplificar la terminología de Salzmann y ción de que la operative pat tern no es del otras dos. Así la distinción básica en entre atoms (de ahora en adelante, átomos) son. Por átomos entiende aquellos numerales léxica simple, es decir, aquéllos para cuya ción (en el sentido matemático del término) dentidad. Se entiende que un numeral no es su formación ha intervenido otra función de identidad: adición, sustraccion, 24 multiplicación, etc, Dentro de los átomos, que desde el punto de vista lingilístico pueden definirse como aquellos numerales de expresión léxica simple, hay que distinguir las bases, que sólo parcialmente equivaldrían al cyciic pattern de Salzmann y a las bases de Stampe, ya que Greenberg las caracteriza como multiplicandos seriales, es decir, “10” sería una base en un sistema en el que aparecieran expresiones de estructura “2x10”, “3x10”, etc. Greenberg reserva la denominación de base principal, en el caso de que coexistan varias dentro de un sistema, para la menor de ellas. Por su estructuración bases y operac parte Seiler tripartita de iones de cálcu (1990a) opera los sistemas de lo y profundiza también con una numerales en átomos, en su caracterización dentro del “d imens lórí’ entendiendo continuo de t éca í c a s universal común. funcionales predicat ivid rasgos la cías i fi cae i ó en índices, categorías técnica y predominio. 1 ingúi st ica predícat ividad decir, que es marco teórico que supone la aceptación como interfaz entre la cognición y el 1 por “dimensión” una ordenación topológica dent diferentes procedimientos lingilísticos encaminados todos a la representaciónde un Las dimensiones corre 1 ad, más caracter u de los símbolos disjuntas s estructura La indicat ac i onados un tercero ización de modos de r e iconos, 5 mo como 1 ingíiíst ividad se por medios esen se entiende definido. se estructuran denominados denominado icon los mismos epre sen t ación ólo que aqui principios ica con define c cia 1 ment e que se predica La iconicidad, de la enguage, ro de un llamados concepto en dos principios indicatividad y icidad. A grandes coincide con la semiótica de Pierce no se entienden como co-presentes en cada grados variables de orno la representación deicticos y por sobre que el se concepto, manifie es sta entemente en puntos indicatividad ni de las propiedades de de inflexión la predicativ 1 concepto y donde idad, las no imp de hay predominio lica una simili la representac prefer de la cnt re ni tud ión 25 1 ingllistica. Pues bien, la aplicación de este modelo teórico a los sistemas de numerales permite a Seiler caracterizar la técnica de los átomos como predominantemente deictica, la de las operaciones de cálculo como predicativa y la de las bases como icónica y, de acuerdo con ello, poner de relieve una serie interesante (le características relativas a cada una de ellas. Así los átomos presentan generalmente los siguientes parámetros (Seiler 1990a: 190—192, 1995: 144—145): 1. conexión con gestos; 2. asignación directa de su valor numérico; 3. referencialidad; 4. falta de transparencia; 5. falta de operación sistemática. Por lo que a las bases se refiere, Seiler (1990a: 192—196, 1995: 145—147) recupera el concepto anterior a Greenberg (1978), quien, como hemos visto, restringía el mismo para abarcar únicamente a los multiplicandos seriales. Y argumenta que los criterios definitorios son los siguientes: •1 1. formación de lotes; 2. caracterización icónica; 3. fluctuación en la asignación de valor numérico;2 4. obliteración de la iconicidad (en la evolución diacrónica); tTraducimos así el término inglés packing, que, en último término, procede de la gramática generativa de Hurford (1975), por lo que postponemos su tratamiento en mayor profundidad hasta §0.1.3. 2 Sobre las implicaciones diacrónicas de este parámetro vid. §0.2.4 26 5. marcan un punto de inflexión. En cuanto a las operaciones de cálculo, se trata según Seiler (1990a: 147—149) del verdadero dominio de las reglas sintácticas y semánticas en el que los numerales se construyen por medio de operaciones. Y la manifestación prototípica de esto es la serialización, que se organiza tomando como centro a las bases, lo que marca la direccionalidad de la serie, según que se tome como referencia la base inmediatamente superior —y esto conlíeva un procedimiento sustractivo— o la inmediatamente inferior —y esto conlíeva la adición—. Precisamente para operaciones de cálculo de clasifi en cuenta ncia se 1 icación discurso como el respecto icas), la una uni nción). S lo, que e O,A,A/B), empleado M(ultipli formación yuxtapos i t redecim (decen¡ et los rcos numerales en que se implican Ma Marín <1989: 41—43) ha sugerido un sincrónico interesante, en el que se las tres operaciones que con mayor en los sistemas de numerales (adición, y sustracción), como el orden de los constituyentes (anteposición del multiplicando al multiplicador, tipo de combinación lingilística, distinguiéndose a entre la fusión (composición con modificaciones yuxtaposición y la vinculación (que se ón con partícula, pero n i iguiendo esta clasificació 1 latín es donde se indica q una ue 1 lengua de a S(ustrac (1 frente a O en notación cación) el multiplicador preced de los numerales del “11” ción con el número menor delante y octodecim>, mientras que cuand acto) precede el número mayor no ecesar amente n se podría decir, tipo 5(1) MQB) A(B, ción) es un procedimi binaria), que en e (tipo E> y que en al “19” hay fusión (tipos E y E; ejempí o se produce vinculac (tipo A). En cambio, ent iende cac ión tanto documentan una por B,A; ento la la y os: lón en los numerales fusión (de ahí intermedios el 0), en la entre las decenas superiores no yuxtaposición precede el número ma sistema tienen fr ecue muí t i p en el etc. ) este foném como con j u ej emp hay yor 27 (tipo E, p. ej. trigir>ta duo) y en la vinculación puede aparece tanto el mayor como el menor delante (de ahí que se note como A/B; p. ej. qUadFfiqiflta et octo/octo et quadraginta). 1.3. La gramática generativa y los sistemas de numerales El sistema primer gramát i cons tab artículo fundacional del tratamiento generativo de los de numerales fue el de van Katwijk (1965), quien en el volumen de la revista Foundations of Langu~g~ propuso una ca generativa de los numerales en holandés. La gramática a de las siguientes reglas: 1. número -~ 2 Rí -* Donde D’ -~ U. R. -~ U, 3 ‘1’ ~‘ u 23 3. 4. 5. ((1) ‘ cf 4 [t u1) R. 1 i— 1 u R.13 ./ = o, j = —1, U, si j = —1. si si 1 4 C) XI XX 1 C 1 X XI (1 en duizend, si miljoen, Si etc. j = 1. 1 = 2. cOnvi 1rtiendo D en niiljard, bl 1 icen. XX 1 ¿1 6. u 3 4 -3 28 7. C -~ honderd 8. XX -. twintig, dertig, veertig, vijftíg, zestig, zeventig, tachtig, negentig. 9. XI -~ eH, twaif, cierNen, veertien, vijftien, zestien, zeventien, achUlen, negentien. 10. X 4 tien 11. 1 een, twee, di-le, vier, vi.]!, zes, zeven, acht, negen. 12. Bórrese U. Y en ese mismo número de Foundations of Language Brandt Corstius (1965), basándose en la gramática de van Katwijk, proponía un algoritmo para la traducción automática de los números al holandés, desarrollando, pues, para los numerales la línea de trabajo tan frecuente en gramática generativa que pretende ligar procesos mentales y procedimientos informáticos. Un año después Brainerd (1966), partiendo del modelo de van Katwijk, proponía una gramática generativa para los numerales ingleses. Sin embargo, el planteamiento de Brainerá era de más amplio alcance que el de van Katwijk, ya que por “nombre de número” (“Grammars for number names” es el título del artículo) Brainerd entendía tanto síxteen thousand three hundred forty como 16340, por lo que su gramática servía también para general números decimales, racionales y logarítmicos. Versiones revisadas de algunos de estos trabajos y algunas contribuciones nuevas habrían de quedar recogidas en un volumen fundamental para el estudio de los numerales desde el punto de vista generativo: Grammars for number names, editado por Brandt Corstius en 1968, y que comprendía los trabajos de van Katwijk (1968), Brainerd (1968a y 1968b), Brainerd —— Peng (1968), 29 Siromoney (1968>, Merrifield (196S>~ y 1968). el propio Brandt Corstius Sin a los si mano de Numeral s numerales generat iva. del inglés, embaí go, stemas de Hurford, desarro 1 real iza 4 Tras mixte la culminación de las numerales no habría quien en su libro 16 el tratamiento do hasta el momen estudiar en detalle co, francés, danés, aprox imac iones de llegar hasta The Linguustic más sistemáti to desde la los sistemas d galés bíblico, generativas 1975 de la Theo~y of co de los perspectiva e numerales havayano y yoruba, 1-lurford propone la siguiente gramática universal: 1. (a) 1’ ¡Número y Frase s 1 (Número) (b) Frase -~ Número M 2. (a) Para lenguas con multiplicación: 1A~ I2~j 1 (b) Para lenguas con exponenciación: 3sobre la gramática “tagmémica” de Merrifiel puede verse un interesante comentario de Hurford (1975: 262—268). los trabajos de orientación generativa aparecidos entre el editado por Brandt Corstius y el libro de 1-lurford (1975) señalarse los de Sanders (1968), Sampson (1970: 7 ss.) y (1973). Sobre los dos primeros puede verse un interesante s en Hurford (1975: 271—286). 4Entre volumen merecen Bar t s ch aná lis i 30 M [¡1)3] Número Ml A las estructuras generadas por estas reglas sintáct (estructura profunda) se les asignan representaciones semánt según las siguientes reglas generales. asignación de “profundidad”: sin exponenciación: nthneros se les asigna profundidad 1 los constituyentes se les as i cas i cas 3. Algoritmo de , hay que tener en cuenta la siguiente condición: Si y solo si (calcular + a x y) = z, entonces (calcular -d z y) = x. 7. Para algunas lenguas hay quc tener también en cuenta generales como: (a) Ley de la conmutatividad de la multiplicación: (calcular + 2 x •y) = (calcular + 2 y x) (b) Ley de distributividad: (cal cuí ¿ir (calcular + + 2 (calcular 2 x z) (calcular + 1 x y) z) = (calcular +1 + 2 y zl) Restricciones referidas a la corrección de la formación “wellformedness”): 8. Toda estructura que contenga una estructura mal está de por sí mal formada. 9. Todo M generado por las diferente de reglas de estructura todos los tipos de M caracterizados de frase pero en el léxico est6 z como -0 x) leyes formada 32 mal formado. lo. Una frase es del cyclic pat tern hasta la caracterización de las bases por parte de Seiler (1990a y 1994>, pasando por la contribución de Stampe (1977) ha habido una corriente general que acepta la existencia de base en cuanto se produce un ciclo en la 42 secuencia de los numerales. Sin embargo, hemos visto también que Greenberg (1978) restringía la consideración de tal a aquellos casos en que aparecía como un multiplicando serial. Creemos que la distinción entre bases que son multiplicandos seriales y bases que no lo son resulta importante y para distinguirlas proponemos denominar a las primeras bases propias y a las segundas bases 11 impropias. Naturalmente, la existencia de bases propias implica necesariamente la presencia de la multiplicación entre las operaciones de cálculo de una lengua. En cambio, la presencia de una base impropia implica necesariamente la existencia de adición, ya sea implícita o explícitamente. Así, un sistema que presente el 12 modelo siguiente 1 -y 3 auev o nuevo nuevo nuevo nuevo 4 5 1 2 3 4 5 Presenta “5” implícita ya suponer que como: 1 ‘3 como base impropia y supone la presencia de que para que “nuevo 1” se interprete como “6” alude implícitamente al “5”. En cambio, un 5+1 5+2 hecho, Stampe común de base para las operaciones, e orden, como vimos adición hay que si st ema (1977), a pesar de que mantenía la denominación los dos casos, distinguía luego, en el nivel de ntre combinaciones de primer orden y de segundo en §0.1.2. t2lnspirado en el vid. Codrington (1 que se documenta 885: 235). en algunas lenguas melanesias; 43 ..~T 3 4 5 5+3 5+4 5+5 también tendría “5” como base impropia, peto aquí explícita. La distinción entre uno y otro explícito) no es banal ya que teóricamente un segundo que hemos citado podría continuarse más a un mero procedimiento recursívo: 5+5+1, 5+5+2, permite un sistema con base impropia implícita, volviera a utilizar “nuevo 1” para el “11” ambigUedad con el “6”. la adición sería tipo (implícito! sistema como el llá del “10” por etc., lo que no ya que si se se produciría La distinción entre pertinente para el análi aquéllas que constituyen matemática sea 10 tanto japonés, resulta evidente lingíiística, pues no apar superiores, mientras que jú en paralelo: base implícita y expIle sis de las bases propias multiplicandos seriajes). en el caso dcl español que en español “diez” ece en la expresión sí lo es en japonés. ita también es (es decir, de Aunque la base como en el del no es una base de las decenas Veamos las series ESPAÑOL diez ve i Ji te treinta cuarenta cincuenta sesent a setenta ochenta noven t a JAPONES ji’ ni jti sil n iii yonjú/shi’ JiJ go it rokuju nanajó/shichhjiii hachijú kyújú/kujú En español no hay una relación sincrónica explícita entre las 44 decenas “20” a “90” y la forma es transparente en las decenas “1” a “9” correspondiente y importancia para explicar tra cuando la relación sincrónica resistencia a la renovación de del “10”, mientras que la relación japonesas, formadas por la unidad jó “10”. La distinción tendrá nsformaciones diacrónicas, ya que no es explícita suele haber menos las formas. Pasando ya a otra cuestión, hemos de señalar que tanto en el análisis de de Seiler (1 los sistemas Salzmann utí Greenberg la casos, bien (operaciones señalaba que otras dos, teórico con Sal zmann (1950), 990), se distinguen — de numerales: átomos, lizaba la denominación s entendía como una f de identidad (átomos de cálculo>. Sin em la operativo pattern e pero este aspecto no posterioridad, a pesar como en el de Grecnberg (1978) y el como vimos— tres componentes en bases y operaciones de cálculo. de pat tena en los tres casos y unción matemática en los tres y bases), bien de otro tipo bargo, ya el propio Salzmann ra de carácter diferente a las ha sido desarrollado a nivel dc su interés para llegar a un análisis adecuado de los sistemas En efecto, lado, y operaci la on es dif de de numerales. erenciación entre átomos y bases, cálculo, por otro, es fundamental, en el primer caso se trata de elementos pro ce d ini i en t encont ramos linghisticos es t ab le cerse una gramátie la sintaxis operaciones) que las base la operación sistemas os de combinación de elementos, ante unidades del mismo nivel. dentro del subsistema de una diferenciación entre un léxi a (operaciones de cálculo y las interna de los numerales en Y dentro de las unidades del 1 s están marcadas de forma difere de la gramática sobre ellas. La de numerales en estos términos por un ya que y en el ser~undo de es decir, que no nos En términos puramente los numerales puede co (átomos y bases) y reglas que gobiernan que se aplican las éxico hay que enteder nte a los átomos para interpretación de los permite simplificar algunos análisis, entre ellos la tipología evolutiva de los 45 sistemas de numerales.13 Por otra parte, diferenciación entre punto de vista psico parecen afectar bien de Broca se relaciona mientras que la afasia léxico, es decir, con (confusiones de base, intermedios entre “10” también se puede argumentar a favor de la un léxico y un mecanismo sintáctico desde el 14 lógico, ya que distintos tipos de afasias al primero, bien al segundo. Así, la afasia con errores de sintaxis de los numerales, de Wernicke se corresponde con errores de sustituciones dentro de una misma clase entre unidades y entre los numerales y “20”~~ ). 1.6.2. HACIA UN ANALIS JERARQUICO DE LOS SISTEMAS DE NUMERALES Tomando como el apartado ante generalizaciones jerárquico de los punto de partida las precisiones rior y basándonos, además, en al de Greenberg, podemos proponer sistemas de numerales. realizadas en gunas de las un análisis En primer lugar hay que distinguir entre aquéllas lenguas que cuentan con una serie de numerales y aquellas otras que, si bien pueden expresar diferentes numerales, no cuentan con dicha serie. Entre las últimas el ejemplo clásico en la literatura sobre 16 numerales es el de la lengua kaliana, de Sudamérica, donde para cualquier numeral se emplea la palabra ¡neyakan, interpretable como 13Sobre la que vid. §0.2.4. 14 Vid. Miller —— Zhu (1991: 51—52>, con la bibliografía. 16Los ejemplos a los que alude el artículo son de sujetos de habla inglesa, donde los numerales entre “11” y “19” constituyen una clase especial, caracterizada por la presencia del sufijo —leen. 16Vid., p. ej., Greenberg (1978: 257), Majewicz (1981: 197). 46 “dedo”, acompañada del gesto del dedo correspondiente, que es el que sirve para precisar el contenido semántico ambiguo de meyakan. Entre los sistemas de numerales el tipo que sólo cuenta con numerales de expresión otras palabras, se trata de sistemas de nume bases (tanto propias como impropias) y que no de cálculo. Un ejemplo de este tipo lo puede guana, cuyo sistema es: 1, 2, 3, 4, muchos.18 más simple es aquél 17 léxica simple. En rales que carecen de utilizan operaciones constituir la lengua Una complicación del tipo anterior se encuentra en aquellos sistemas que sí hacen utilización de las operaciones de cálculo pero carecen de bases (tanto propias como impropias). Recordemos que para que exista una base, aparte del hecho de que haya una operación de cálculo —implícita o explícita— debe producirse una serialización de la misma. Sin embargo, existen lenguas en las que se dan operaciones de cálculo pero sin serialización. Tal es el caso, por ejemplo, de la lengua mandjak, de la familia níger—congo, donde 7 se expresa como 6+1, pero 8 vuelve a recibir expresión léxica simple. cuentan esporádí impropia, anterior, Un orden inmediatamente superior al de los sistemas que sólo con representación léxica simple o con utilización ca de operaciones lo constituyen los sistemas con base que exigen de por sí, como vimos en el apartado la presencia de adición explícita. ‘7Cf. el universal 4 de Greenberg numerales siempre hay algunos números simple.” 18Vid. Greenberg donde ejemplos. ~~víd. Greenberg (1978: 256>, 1978: 266). 1978): “En que reciben también ema de léxica todo sist expresión se ofrecen otros 47 Por último, explícita, n a t u r a 1 me n én la prese un ya te, nc ia orden superior lo constituyen que suponen la presencia de la existencia de una base de adición, que resulta ne las lenguas con multipí icación. propia implica cesaria para la expresión muí t i pl i ca de base 5, expresiones 3x5 necesi teór i cament intermedios esto, de h Greenber de los numerales ción de la base. E la existencia d para 2x5, 3x5, tan expresarse e cabría la pos se expresaran po echo, no sucede g (1978), “de intermedios s decir, e dicha etc., pe por med ibi 1 idad r medio así, ya las cuat entre los expresados ej emp í i ficando base supone la ro los numerale io de la adie de que todos de la sustracci que según el ro operacion por con un sistema existencia de s entre 2x5 y jón. 20 Aunque los numerales ón, sin embargo universal 9 de es aritméticas fundamentales (adición y su multiplicación y su inversa, la cualquiera de las dos operaciones de ambas operaciones directas”, de secundario de la sustracción. inversa, la sustracción, y división) la existencia de inversas implica la existencia lo que se deduce el carácter Una vez visto esto nos gustaría introducir una distinción en las bases propias entre lo que podemos denominar una base perfecta y una base imperfecta. Consideramos que un sistema cuenta con una base perfecta cuando la base fundamental funciona a la vez como base propia y como base impropia. Veamos un ejemplo: en la lengua 21 sora, de la familia munda, existen numerales de expresión léxica 2<>Cf. el cuasi—universal 10 de Greenberg: La existencia de la multiplicación implica la existencia de la adición. Naturalmente, las excepciones a este principio sólo se encuentran en las lenguas que hacen uso esporádico de la multiplicación, pero no cuentan con una base. 21Vid. Stampe (1977: 601). base Pero, tambi 48 simple hasta el 12. Del 13 al 19 los numerales se forman por adición decir, 12 funciona como una propia del sistema es 20, y seriado: 2x20, 3x20. . . Así, 40 y 60 se utilizan expresi (2x20)+12+1, (2x20)+12+2..., hay coincidencia entre base proponemos denominar un sis imperfecto, diferenciándolo como los que se documentan expresiones léxicas simples 20 se utiliza para los numerales luego ya a partir de 40 (=2x20>, a 12 de la unidad correspondiente: 12+1, 12+2..,, es base impropia. Sin embargo, la base a que se utiliza como multiplicando para los numerales intermedios entre ones (2x20)+1, (2x20)+2... <2x20)+12, (2x20)+12+7. Así pues, como se ve, no propia y base impropia, por lo que tema de este tipo, sistema vigesimal así de aquellos sistemas vigesimales, en las lenguas mayas, en que existen hasta llegar a 20 y donde por tanto, del 21 al 39 como base impropia como base propia. Pero volviendo ahora al análisis jerárquico que veníamos realizando, creemos que podemos proceder a una clasificación de los sistemas de numerales de acuerdo con el esquema siguiente, donde la lectura ha de hacerse en el sentido de que la presencia del elemento o procedimiento más a la derecha supone necesariamente la presencia de todos los elementos o procedimientos situados más a la izquierda. numerales de o~ de los tipos de relación semántica entre el componente verbal y el no verbal de la comunicación. Según dicha clasificación las relaciones pueden ser de cuatro tipos: — identidad; — intersección; — explicitación; — complementariedad; — sustitución. Pues b cuentan con relación de y el gesto significado íen, en la mayoría de los casos, cuando las lenguas sistemas de numerales desarrollados, se produce una identidad entre el numeral expresado lingdisticamente realizado con los dedos o con las manos, pues el de ambos es coincidente. Sin embargo, son fácilmente concebibles situaciones en las que se produce otro tipo de relación. Por ejemplo, hacíamos referencia anteriormente a la lengua kaliana, donde rneyakan sirve para expresar los numerales del 1 al 3 acompañado de un gesto con el dedo correspondiente; pues bien, en este caso la relación que se produce es claramente de explicitación, ya que sin el apoyo del componente no verbal no quedaría despejada la ambigUedad semántica del componente verbal. Por otra parte, también son documentables situaciones en las 50 produce una relación se le pregunta a un de sustitución. Así, niño pequeño cuántos por años ejemplo, tiene y responde en la e produc r a 11 y decir, genera se qui entre contar pero s enseñando afera del i la relació counting” o aquél en el lmente partes de ere contar. Este los veddahs, pue se van tomando in utilizar in cuatro dedos. El tipo de sistema n de sustitución: cómputo por corr que se asocia 1 cuerpo, con cad tipo de cómputo blo aborigen de de uno en uno n guna expresión ejemplo del niño nos de cálculo en que el denominado habi espondencia uno a una serie de e a elemento del con se documenta, por Ceilán, donde los y cada vez se sae linghistica. El sitúa ya se suele tualmente uno, es lementos, junto que ejemplo, objetos a a un dedo, interés de este tipo de relación semántica para la comprensión diacrónica de los sistemas de numerales es grande, ya que el paso del gesto de enseñar una mano, por ejemplo, a decir “mano~~ en el sentido de “5” es fácil. La transición es, pues, hacia una relación semántica redundante y, finalmente, a la desaparición del componente no verbal precisamente por su redundancia. Es decir, se produce una verbalización del componente no verbal y el elemento verbal acaba por sustituir al no verbal.23 (1981: 197), según el análisis de Wijesekera. Según el gesto se acompaña de la palabra ekuwai en todas Si este segundo análisis fuera el correcto un caso similar al comentado de la lengua kaliana. 22Vid. Majewicz otros análisis, las ocasiones. tendríamos aquí 230e entre los sistemas de numerales que derivan de verbalización de actos no verbales el mejor estudiado y documentado es el de la lengua paiela, hablada en Papua-Nueva Guinea. Remitimos al artículo de Biersack (1982) para un detallado análisis del mismo. Ejemplos de otros sistemas similares pueden verse en el trabajo de Majewicz (1981: 195—196). que se cuando 51 2. CAMBIO EN LOS SISTEMAS DE NUMERALES Vimos en §0.1.2 que un numeral se definía específicamente por la posición que ocupaba dentro de una serie. En este sentido convendrá aclarar desde ahora y como definición previa que podemos entender cualquier cambio en los sistemas de numerales como el proceso por el cual una expresión que antes no formaba parte de la serie de numerales pasa a formar parte de ella, ya sea en sustitución de una anterior o bien como expresión de un número que anteriormente quedaba por encima del límite del sistema. Denominaremos a ese proceso, como se hace habitualmente en la bibliografía sobre numerales, proceso de lexicalización. 2.1. Los numerales como reflflo del nivel cultural y el conc&nto de córnpyto abstracto Antes de pasar a analizar los procesos específicamente lingilísticos que afectan diacrónicamente a los sistemas de numerales resulta necesario detenerse a analizar el status de los numerales dentro de la lengua, ya que esto nos permitirá abordar dicho análisis desde una más atinada perspectiva. Existen multitud de fenómenos en la lengua que no pueden ligarse directa ni indirectamente con el desarrollo cultural de sus hablantes. Así, no parece que tenga sentido intentar establecer una relación entre el grado de desarrollo tecnológico alcanzado por los hablantes de una lengua y el hecho de que en la misma el sujeto preceda al verbo en la oración principal o al revés, o el hecho de que la lenga en cuestión sea de carácter activo, ergativo, etc. Sin embargo, esta completa independencia no se da en el caso de los numerales. Resulta evidente que sociedades en un estadio tecnológico incipiente (nivel paleolítico) no tenían las necesidades de cómputo que existen, por ejemplo, en la sociedad española de finales del siglo XX. La existencia de 52 técnicas de cálculo, a las que se de numerales en una lengua, resul Schmandt—Besserat (1992: 184>, socio—económicas específicas y no liga directamente la presencia ta ser, como bien ha señalado el resultado de presiones un universal del comportamiento. En efecto, prácticas que en nuestra sociedad conllevan habitualmente la ella, de numeral pastor, al llegar asegure de que no si hay el mismo inconcebibles, en Zaslavsky (1973), conocer cada uno contexto cultural, de buena calidad concepción varios equivalentes a uno utilización es, como la noche le falta número de algunas ya que se de sus an por ejemp por varios el ementos de técnicas pueden ser, y encerrar ninguna y p ovejas qu sociedades considera imales md lo, ningún de mala de cali de calidad superior. de cómputo y, ligados a por ejemplo, el que un las ovejas en el redil, se ara ello se limite a contar e por la mañana, resultan africanas, según explica que un buen pastor ha de ividualmente. En ese mismo pastor cambiaría un animal calidad, puesto que en esa dad inferior nunca resultan Sin embargo, en nuestra cultura, por suficientemente coche nuevo. ejemplo, elevado de resulta claro que un número coches usados puede ser preferible a En este sentido, puede entenderse que hayan existido culturas que han podido vivir sin desarrolí expresión lingúistica, el numeral. documentan también otras en las q denomina habitualmente “numeral numerales abstractos” a los que Por “numerales concretos” se ent cuantificador va ligado conceptual inseparable. Por ejemplo, el abstracto, porque puede aplicar objetos; sin embargo, numerales “dúo” (que implica que se trata de o del concepto Pero junto a ue únicamente es concretos”, nosotros estamo ienden aquéllos mente a lo cuant numeral “dos” se a cualquier concretos serían, dos personas que de número y de su estas culturas, se existen lo que se frente a los s acostumbrados. en los que el ificado de forma en español es grupo de dos por ejemplo, cantan o tocan lo un 53 un instrumento juntas), “pareado” (conjunto de dos versos), “yunta” (conjunto de dos animales de tiro uncidos juntos), etc. De hecho, existen lenguas en las que éste el único procedimiento de cuantificación posible, llegándose a distinguir en gilyak, una lengua de Mongolia, hasta veinticuatro tipos de numerales 24 distintos según lo cuantificado. Nos encontramos, pues, en el estadio anterior al del cómputo abstracto)5 Recientemente Schmandt—Besserat (1992) ha llevado a cabo un detallado estudio arqueológico del surgimiento de la numeración abstracta entre las sociedades del Próximo Oriente en el periodo que va del 15000 al 3000 a.C. Para ello ha procedido a analizar de forma minuciosa la función de los tokens, pequeños objetos con diferentes formas que aparecían en las excavaciones de las ciudades próximo—orientales y a los que no se lograba dar una interpretación convincente. Schmandt—Bcsserat los ha puesto en relación con las prácticas administrativas de registro de bienes entregados a/por el templo-palacio tan bien documentadas en las sociedades de dicha área geográfica a partir del neolítico. Los tokens, que generalmente aparecen por grupos y a veces incluso contenidos dentro de un sobre de arcilla, habrían servido para llevar la cuenta del número de unidades entregadas de un bien concreto. Así, los tokens en forma de cono se podrían poner en relación con un determinado bien, las esferas con otro, etc. Cada token representaba una unidad del bien en cuestión. Así, utilizando ejemplos arbitrarios, tres tokens cilíndricos 24 Vid. Schmandt—Besserat (1992: 185—187>, con las referencias bibí iográficas. 25Recordemos la cita de Russell a la que aludimos en §0.1.1 referente al tiempo que debía haber costado llegar al descubrimiento de que tanto dos faisanes como dos días eran casos del número 2. 54 representarían tres medidas de trigo y dos tok&ns circulares, dos lotes de pieles. Tenemos aquí, por tanto, un ejemplo de cómputo concreto en el sentido de que cada bien se representa por medio de un token específico y, además, se trata de un cómputo uno a uno ya que se hace corresponder un token a cada unidad del bien en cuestión. La consistió tablillas embargo, impresión se tratar de la de, entre unos El camb corresponde tenemos por efecto, en ovejas en pictograma p i c t ogr ama expresan e que fuer Próximo siguiente fase en la evolución de estos registros en sustituir los tokens por sus impresiones sobre de arcilla, lo que hacía más cómoda la contabilidad. Sin en esencia el sistema seguía siendo el mismo, ya que cada en la arcilla correspondía a una unidad del bien de que a y dado que la impresión de un cono resultaba diferente pongamos por caso, una lentícula, se podía diferenciar bienes y otros. io importante habría de llegar en la época a la que el estrato IVa de Uruk, hacia el 3100 a.C., cuando primera vez documentado el cómputo abstracto. En una tablilla de dicho estrato aparecen un registro de el que se encuentran disociados los signos para “5” y el para “oveja”. Es decir, no aparece cinco veces el para oveja”, sino una sola, precedida de 5 marcas que 1 número 5 y que serían válidas para cualquier otro bien a necesario cuantificar. En ese momento había nacido en el Oriente el cómputo abstracto. Naturalmente, a no análisis antropológico estricta que mantenga que vez en la historia y a ser que como postura teórica en el se defienda una teoría difusionista los descubrimientos sólo se producen una partir del foco originario se expanden 55 26 progresivamente, no es necesario aceptar que el proceso por el que se ha llegado a la numeración abstracta haya sido el mismo en todas las culturas. Hemos visto cómo en otras culturas el cómputo se realiza preferentemente con partes del cuerpo, lo que puede desembocar en la creación de numerales abstractos a partir de otros medios. Así pues, lo más interesante es que cuando tratamos de culturas de nivel tecnológico muy bajo la pregunta de cómo surgió el cómputo abstracto no carece de sentido. En este sentido convendrá detenerse a exponer, al menos brevemente, las reflexiones teóricas de Hurford (1987: 86—121) sobre los posibles origenes de la secuencia de Hurford clasifica las hipótesis en torno al origen de los numerales en tres tipos: la hipótesis pragmático—referencial, la hipótesis verbal—conceptual y la hipótesis ritual. La primera de ellas, relacionable con la tradición del empirismo en filosofía, postula que los numerales tienen su origen en la necesidad comunicativa de expresiones que se puedan aplicar a conjuntos de cosas. Es decir, de la misma manera que un adjetivo como rojo” describiría una propiedad de un objeto rojo, un numeral como “dos” describiría la cardinalidad como propiedad de un conjunto de dos cosas. En este sentido -y del mismo modo que entre los esquimales la necesidad comunicativa obliga a distinguir más tipos de nieve que entre otras poblaciones- seria de acuerdo 26Para un intento de poner a prueba esta teoría sobre la base del estudio de los sistema de numeració binarios, vid. Seidenberg (1960). 27Hurford (1987: 121—131) argumenta explícitamente que el aprendizaje de los números y de los numerales se lleva a cabo simultáneamente, por lo que en la discusión del origen de la secuencia tanto da referirse a unos o a los otros. 56 con las necesi los numerales numerales más más altos se 1 ‘‘ , 2’ y diferenciar prácticos, fácilmente consecuenc pastel peq Desde el p apoyo que numerales altos. dades de los hablantes de cada lengua como surgirían hasta el límite de la lengua en cuestión. Que los bajos aparezcan en mayor número de lenguas que los explicaría porque la necesidad de diferenciar entre 3”, por ejemplo, es mayor de la que se siente para por ejemplo, entre “21” y “22”. En términos parafraseando un ejemplo de Hurford, se puede ver que a la hora de elaborar un pastel tiene más ias no distinguir entre dos huevos o tres huevos para un ueño que entre ocho o nueve para un pastel más grande. unto de vista lingúistico esta hipótesis contaría con el supone que en términos de frecuencia de aparición los más bajos están generalmente por encima de los más La hipótesis verbal-conceptual, que vendría a equivaler en el terreno de los numerales a los axiomas de Peano para la definición matemática de los números naturales, obliga a asumir que el hombre nace con las capacidades innatas para distinguir “uno”, “número” y “siguiente”. De este modo, el “dos” se define primariamente como el número siguiente al “uno” y así sucesivamente. En cuanto a la hipótesis ritual, presupone la existencia de rituales en los que se utilizan secuencias de palabras ordenadas sin que éstas tengan aún un valor numeral, es decir, sin que puedan expresar propiamente la cardinalidad. Hurford alude a secuencias como eeny, meeny, miny, mo utilizadas en los juegos infantiles mientras se van señalando objetos o personas de forma 28 ordenada y nunca repetida. Pues bien, aunque al principio 28Vid. también Eenacerraf (1965), transitivos del verbo “contar”, intransitivos es decir, “contar” quien distingue entre los usos es decir, contar algo, y los como equivalente a recitar la 57 secuencias de este tipo carecen por completo de cualquier valor conceptual o referencial, pueden usarse secundariamente para comparar conjuntos distintos: un conjunto que llegue hasta mo tendrá el mismo número de elementos que otro que también llegue hasta DIO, pero más que otro que sólo llegue hasta miny. De ahí a su utilización como cardinales sólo hay un paso. l-lurford (1987: 110—121), tras evaluar las tres hipótesis, considera —con buen juicio— que, en realidad, hay que contar con una interacción de los factores que cada una de ella pone de relieve. Segú Hurford, la hipótesis ritual y la conceptual—verbal no son sino dos caras de una misma moneda, pues ambas apuntan a la capacidad de los seres humanos para concebir listas de palabras ordenadas y ponerlas en relación con conjuntos de objetos. Por otra parte, la necesidad de computación y el hecho de que el propio cuerpo humano presente conjuntos como los de los dedos de la mano (factores relacionables con la hipótesis referencial) también han debido tener un papel en el desarrollo de la serie de numerales. 2.2. Contacto entre lenggg~ y cambio en los sistemas de numerales En relación con lo que hemos visto en el apartado anterior, y dado que podemos considerar los numerales como artefactos culturales en el sentido de que en una cierta medida están ligados al nivel de desarrollo tecnológico de la cultura en que se utilizan, resulta interesante estudiar cómo afectan a los sistemas de numerales los fenómenos de contacto entre lenguas. secuencia de numerales. Argumenta que resulta imaginable pensar en alguien que sepa contar intransitivamente pero no transitivamente, mientras que al contrario no. 58 En este sentido hemos de comenzar por constatar que durante mucho tiempo se consideró que los numerales (o, al menos, algunos de ellos) se encontraban entre las partes de la lengua más resistentes al cambio. Y así, Swadesh, al formular los principios de la glotocronología, incluyó los numerales “1” y “2” en la lista de las cien palabras que permitían establecer la distancia 29 cronológica que mediaba desde la separación de dos lenguas. En el terreno de la indoeuropeística esta concepción aparece meridianamente expuesta en la afirmación de Buck (1949: 936): “No class of words, not even those denoting relationship, has been so persistent as the numerals in retaining the inherited words.” Sin embargo, la propia existencia de un vocabulario básico más resistente al cambio sería puesta en tela de juicio. Como ejemplo de la postura remitimos al artículo de Haarmann (1990>, que lleva el significativo título de ~~eBasic~ vocabulary and language contact: the disillusion of grottochronology”, en el que, entre otras parcelas del léxico, se atiende específicamente a los numerales. De todas formas, la posibilidad de variación en los sistemas de numerales debida a contacto entre lenguas ya había sido señalada por Greenberg (1978>. Aparte de algunas consideraciones generales, Greenberg estableció un universal, el 54, que mantiene: “Si una lengua toma en préstamo de otra lengua una expresión numeral atómica [e.e. un numeral de expresión léxica simple], todas las expresiones numerales atómicas también se toman en préstamo.” En este caso la generalización de Greenberg era poco acertada, pues hay documentados varios casos de lenguas en las que 29 Vid. flynon (1981: 364—371) y con una aproximación crítica, Haarmann (1987: 289). En el dominio de la indoeuropeística dichos principios fueron adoptados por Tischler (1973). 59 se toma en préstamo un numeral de expresión léxica simple sin que se tomen en préstamo los numerales de expresión léxica simple superiores a él. Así, por ejemplo, en swahili se utilizan para el “7” y para el “8” numerales de origen árabe, sUs y saba, pero 30 para “9” se mantiene la palabra propiamente swahili, 112fle. O, por poner un ejemplo en el que se ve implicado el propio español, el tagalo ha tomado el numeral español una como ordinal “primero”, pero para los ordinales inmediatamente superiores se mantienen las formas tagalas ikalawa “segundo”, ikatl¿ “tercero”, etc. 31 Como trabajos interesantes dedicados a estudiar los numerales en situaciones de contacto entre lenguas debemos citar los de Haarmann (1987), Sala (1988), Marcos Marín (1992) y Banti (1993), en los que se documentan abundantes ejemplos de cambio en los sistemas de numerales por influencia de unas lenguas sobre otras. Haarmann (1987) propuso, además, una tipología de los modos en que se puede ejercer dicha influencia, distinguiendo cinco posibilidades: 1. Interdependencia de dos series de numerales en la misma comunidad lingúistica. Por ejemplo, en tagalo conviven los numerales cardinales autóctonos y los de origen español sin que puedan establecerse diferencias de uso entre los mismos. Así, isa/uno, dalaw¿/dos, tatl¿/tres, apat/kuwatro, etc. 2. Adopción de préstamos de otra lengua en la serie de los numerales. Puede servir como ejemplo el ya citado del swahili, donde se han tomado algunos numerales árabes que se han integrado en la serie en sustitución de los numerales autóctonos. 30Vid. Haarmann (1987: 299). 31Vid. Haarmann (1987: 296) y Marcos Marín (1992: 1174). 60 3. Influencia del sistema numeral de otra lengua en la sintaxis de los numerales. Así, por ejemplo, la existencia de clasificadores numerales en japonés parece atribuible a influjo chino. 4. sistema procesos Influencia de de cómputo. de cambio de otra lengua en los principios que rigen el Aquí entrarían, por ejemplo, todos los base del sistema por influjo de otra lengua. 5. Sustitución del contacto lingúistico. Es el abandono total del sistema otra lengua. Se documenta, antigua URSS en las que se Por 1181—1182) numeral, concre tamo encuadrar produce e numerales “1 sobre §xí 1 . 12.7. sistema numeral autóctono debido caso más extremo, puesto que supone autóctono en favor del que presenta por ejemplo, en algunas lenguas de utilizan los numerales rusos. a el la la otra parte, del artículo de Marcos Marín (1992: nos gustaría destacar la acuñación del concepto de área paralelo al de área lingtiística, pero aplicado nte a los sistemas de numerales y que sirve para en un marco teórico apropiado fenómenos como el que se n el área balcánica en cuanto a la formación de los “11” a “19”, cuya semántica en las lenguas de la zona es 10”, como tendremos ocasión de ver detenidamente en Para finalizar este apartado, nos gustaría señalar que los fenómenos de interferencia lingúistica entre sistemas de numerales se entienden mejor si se analizan teniendo en cuenta la concepción de los numerales como artefactos culturales a la que hacíamos referencia en el apartado anterior. En este sentido, hay que señalar que del mismo modo que cuando dos sociedades de nivel tecnológico diferente entran en contacto es más probable que la que tiene un nivel más alto ejerza su influencia sobre la otra y 61 no al revés, también en el caso de los numerales eso es lo esperable: sí diferente entra puede alcanzar otra y no al re el sistema de sobre el otro, que ya hemos documentados en criollo de base se manifiesta, los numerales del trezi/des ku tris criollo de Surinam dos lenguas con n en contacto es el numeral más al vés. Sin embargo, numerales más des como se evidencia hecho alusión. lenguas criollas portuguesa, la i por ejemplo, en “11” al etc 32 y en el sistemas más proba to ejerza esto no q arrol lado en alguno Añadiremos y pidgin. nf luencia las expre bí su uier simp s de aho Así de las siones “19”: ansi/des ku Ejemplos similares pidgin dc base ing numerales de límite e que la lengua que influencia sobre la e decir tampoco que lemente se imponga los ejemplos a los ra otros ejemplos en zinguinchor, un lenguas indígenas alternativas para un, se 1 esa dozildes ku documentan de Camerún. dus, en el 33 2.3. Factores internos En contraste con la atención dedicada a cambio en los sistemas de numerales debidas lingilística, los estudios encaminados a poner evolución interna de los sistemas de numerales han rent ring idos. las cuestión de a interferencia de relieve la sido muchos más Stampe (1977: 601) se limité a realizar una observación aislada, aunque muy interesante, en relación con la tendencia general de las lenguas a utilizar como base del sistema el numeral más alto de expresión léxica simple. Así, señala el caso de la lengua sora, de la familia munda, en las que las palabras qalrnuy “11” y migg’e) “12” resultan analizabales diacrónicamente como 321/id. Doneux —— Rougé (1988: 23). 33 Vid., respectivamente, Donicie et alil (1959: 21) y Gilman (1976: 850—851). 62 compuestos del tipo lxlO+1 y lxlO+2. Sin fonética ha hecho opacas estas formas y reestructuración del sistema, ya que de un cabe suponer para esta lengua a juzgar por con ella emparentadas, se ha pasado a (impropia) 12 sobre la palabra rniggal. embargo, la evolución esto ha provocado la sistema de base 10 que el que presentan las un sistema de base Pero fuera de esta constatación el único intento de integración general de un marco teórico ha sido el de Winter (1969), en un trabajo dedicado a analizar la relación entre el cambio analógico y la estructura semántica. Winter argumenta en dicho trabajo que los esquemas de cambio morfológico por analogía en realidad no son tan diferentes de los del cambio fonético y que se puede encontrar una regularidad en el cambio morfológico por analogía dado que este fenómeno afecta a elementos relacionados por la estructura semántica. Así, por ejemplo, el hecho de que en a.í. aparezca un ordinal pancamah “quinto” que se explica por analogía con dasamah “décimo” se explica como consecuencia de la una relación Como se pue argumento de del cambio 1 partir de la semántica especial entre los numera de ver, hay mucho de razonamiento Winter: la estructura semántica se 34 inghistico y el cambio lingúistico estructura semántica. les “5” y circular deduce a se justi Con posterioridad, por Gvozdanovic (1985a: lenguas tibeto—burmanas sus numerales y adoptar 34 Para el subjet ivo sobre “5” ordinales el esquema teórico de Winter fue aplicado 129—192; 1985b> a los numerales de varias que se encuentran en el proceso de perder los del nepalí, lengua aria y, por tanto, caso concreto del a.i., además, resulta completamente suponer que ha habido influencia de da.4am~h “décimo” y no, por ejemplo, de navam~h “noveno”. Sobre los en a.í. vid. §XVI.16.1. “10 en el part ir fica a 63 indoeuropea. Gvozdanovic, aunque no ha entrado a discutir de raíz el modelo teórico de Wint aplicación concreta que encontrar una relación se sino interpretar las restr impone sobre la evolución ejemplo, resulta muy inter que en la lengua dumi, t Kubhinde (Khotang), por confusión entre las formas desplazamiento hacia abajo significar “3” y la forma “4”. El desplazamiento “4” hecho de que las lenguas t gramatical de tres números primeros numerales cuando y los de origen Gvozdanovic lo nepalí pone muy er, indudablemente lo ha mejorado en la de él ha hecho, ya que no intenta mántica especial entre dos numerales, icciones que el sistema en su conjunto de los numerales concretos. Así por esante su constatación (1985a: 139) de al y como es hablada en la aldea de evolución fonét ica se produjo una del “2” y el “3”, lo que provocó el de la forma para el “4”, que pasó a para “9” se desplazó a ocupar el valor - “3” puede ponerse en relación con el ibeto—burmanas que presentan un sistema tienden a preservar al menos los tres an perdiendo sus numerales en favor de En cuanto al desplazamiento “9” -* “4”, convincentemente en relación el paso de un sistema de base básica menos uno ahora la unidad caso en cierto lengua bantawa la palabra qu significar “4”, a la unidad básica caso que al igual también “8” se ha “10” a uno de base “5”. “9”, es decir, unidad se mantiene en la estructura como tal, pero como básica es “5” su significado es, de hecho, “4”. Un parecido se documenta en algunos dialectos de la (Gvozdanovic l985a: 188—192; 1985b: 60—62), donde e originariamente significaba “8” ha pasado a 1 tiempo que se ha producido un desplazamiento de del “10” al “5”.La interpretación -s-e-ría en -este que la unidad básica se ha reducido en la mitad, reducido en la mitad. Por último, en una línea completamente diferente, habría que aludir al tratamiento de Hurford (1987: 239—301) sobre el proceso de estandarización de las bases. Hurford explica este proceso desde una perspectiva diacrónico—social, es decir, las bases quedarían fijadas en el tiempo debido a la acción de factores 64 sociales, relacionados, fundamentalmente, con la frecuencia de uso y las ventajas que ofrece el numeral que se utilice como base. Su planteamiento es muy interesante y merece la pena detenerse a ver un ejemplo. Si imaginamos una lengua en la que sólo existen numerales del “1” al “10” de expresión léxica simple, en un momento dado y por necesidades prácticas puede añadirse una regla que permita formar expresiones del tipo “numeral”+”numeral”. Esto posibilitaría el surgimiento de expresiones como: a) uno uno tres uno 4 cinco cinco 10 b) seis cinco 11 siete cuatro 11 ocho tres 11 e) diez uno 11 diez cinco 15 diez nueve 19 De ellas, las del grupo a) no tendrían ningún interés, ya que con anterioridad ya existían expresiones para los numerales entre el “1” y el “10”, por lo que los hablantes las eliminarían del sistema. En cuanto a las del grupo b) y también la primera del grupo e), en principio podrían usarse libremente como sinónimas, ya que en todos los casos el valor es “11”. Sin embargo, parece lógico pensar que en una situación de este tipo al final acabará imponiéndose “10” como base, y ello por dos razones fundamentales: primero, permite expresar el “19”, que, lógicamente, no puede expresarse como combinación de otros dos numerales del “1” al “10”; segundo, por ese mismo motivo el “10” necesariamente tendrá una frecuencia mayor de aparición como base que la del resto de los numerales y a mayor frecuencia, mayor posibilidad de quedar 65 fijado como base. En el ejemplo que hemos expuesto hemos utilizado una base impropia, pero, como puede comprenderse fácilmente, la situación es paralela en el caso de las bases propias. 2.4. Hacia una tipología del cambio en los sistemas de numerales Intentaremos proponer ahora un modelo de análisis para el cambio linguistico en los sistemas de numerales que pueda aplicarse tanto en el caso de que el cambio pueda atribuirse a factores internos como externos. Para ello retomaremos la distinción entre léxico y gramática dentro de los sistemas de numerales que ya expusimos en §0.1.6.1. Pero antes nos gustaría los numerales y cambio en cambio en los numerales ente tipo fonético o morfológico del sistema pero no afecta forma heraclea hoxnS, frente no presenta aspiración, se aceptable— por influencia de a analogía con el numeral pr ha visto afectado. Cm ejempí “9” en las lenguas eslavas, formas con n— inicial que ap Pues bien, la explicación inicial se debe a influencia aclarar la diferencia entre cambio en los sistemas de los numerales. Por ndemos cualquier cambio particular de que afecta a uno o varios elementos al propio sistema. Por ejemplo, la a la forma griega habitual OX’U(il, que explica habitualmente —y nos parece £iVta 7”: así pues, el cambio se debe ecedente, pero el sistema en sí no se o similar lo constituye la forma del que comienza por d-, frente a las arecen en otras lenguas indoeuropeas. generalmente aceptada es que la d— del numeral inmediatamente superior, esí. común *deseti “10”. La acción analógica entre numerales contiguos, es decir, inmedi atamente superiores o inmediatamente 35Vid. Hurford (1987: 285—301) para una simulación informática de este tipo de procesos. 66 inferiores es uno de los tipos de cambio en los numerales más 36 frecuentemente atestiguados y a lo largo de esta disertación tendremos ocasión de ver numerosos ejemplos. A este tipo de cambio nos referiremos habitualmente como acción analógica debida a contigilidad paradigmática. Pero un cambio en los numerales sin que se trate de un cambio de sistema puede darse también en el caso de que se produzca una sustitución léxica completa, que es lo que ocurre, por ejemplo, en el caso de que se tome un numeral de otra lengua. Así ocurre, por ejemplo, en serbio inferior~, donde hunden, un préstamo tomado del alemán, es más frecuente que la palabra heredada sto “100”, sin que esto haya producido una modificación del sistema. También 38 ha ocurrido un cambio de este tipo en algunas lenguas mayas , cuyo sistema numeral es de base 20, en las que se ha producido una sustitución de la vieja palabra para “20” por otra sin que ello conlleve un cambio en el sistema.39 Por cambio en el sistema de numerales entendemos un cambio que afecta al sistema, ya sea en todo o en parte. Retomando ya la distinción entre léxico (numerales de expresión léxica simple, incluyendo las bases> y gramática (operaciones de cálculo y reglas que gobiernan la sintaxis interna de los numerales en que se aplican las operaciones de cálculo), podemos establecer dos tipos generales de procesos: cambio en el léxico y cambio en la gramática. 36t~id. ya Winter (1969). 37Vid. Comrie (1992: 786). ~Vid. Robertson <1986). 39Otros ejemplos del mismo fenómeno pueden encontrarse en Bantí (1993) 67 Por cambí de las reglas las bases, ya el discurso átomo+base, us procedimientos ejemplo, adici puede ser el clásicas ipsi moderno 8rxax o en la gramática ha de entenderse una modificación que se aplican para la combinación de los átomos y sea en el modo en que los elementos se combinan en (por ejemplo, orden base+átomo frente a orden o o no de preposiciones o conjunciones) o en los matemáticos empleados para su formación (por ón frente a sustracción>. Un ejemplo del primer tipo cambio que se observa entre las formas griegas oxaC6Exa “13” y tstTap¿oxaL6EYa “14” frente a griego pECs y &caxTEooEpEs. Un ejemplo del segundo tipo se doc umen t con esp. a al comparar lat. duodeuiginil “18” dieciocho y diecinueve. y undeuiginti “19” Por cambio en el léxico entendemos una modificación del número de (átomos y falta deci menos una que una regí numeral. Así, frente a las sedecim en la la gramática, entre “10” y existía para ampliación de “6” dentro de interesante 1 base 20, en los esquemas ser del tipo Sin embargo, expresión para numerales bases) o r que cua modificaci a deja por e formas línea pues 1 7~ 1 al la 00 las que 1x20 que reciben representación léxica simple bien de los valores de los mismos. No hace lquier modificación en el léxico implica al ón parcial en la gramática en el sentido de de aplicarse o comienza a aplicarse a un jemplo, la existencia de español dieciscis antiguas inanalizables derivadas de latín del fr. seize, no supone una modificación en la regla para derivar numerales intermedios según el esquema “l0”+conjunción “y”+unidad ya “18” y “19”. La única modificación ha sido la cance de la regla, que en principio no admitía el variable “unidad” y luego ya sí. Un ejemplo muy frecen el tzeltal y el toztzil, lenguas mayas de que la expresión para “20”, que, de acuerdo con muestran lenguas emparentadas con ellas, debía (así, por ejemplo, en huastee hun.inic “20”). “20” en tzeltal es t¿b y en toztzil jtob, pero la “40”, “60”, etc, mantiene la antigua palabra 68 emparentada con huastec “40”, yosh,vinik “60”, sentido de que se ha expresión para “20” que “unidad”+vinic dejara de Iflie: así, por etc. El cambio producido una ha conllevado aplicarse al ejemplo, tzeltal cha.vinic puede interpretarse en el sustitución de la vieja que la regla de formación 20” Por supuesto, la frontera entre lo que hemos denominado cambio en los numerales y cambio en los sistemas de numerales en ocasiones no puede ser trazada con total nitidez, pues lo que comienza como cambio en los numerales puede acabar desembocando a la larga en un cambio completo de sistema. Así, por ejemplo, los numerales del “20” al “100” en las lenguas indo—arias modernas41 pueden hacerse remontar sin demasiadas complicaciones a expresiones integradas por una decena y una unidad, pero el resultado final de la evolución fonética ha sido un sistema completamente diferente, pues sincrónicamente hay que decir que todos los numerales indo—arios del “1” al “100” reciben expresión léxica simple ya que no hay ningún modo de prever su formación. Un caso menos extremo lo constituye la evolución lat. duodecinz> esp. doce: la forma latina se puede derivar claramente de duo “2” + decen¡ “10”, lo que ya no es posible en español. He evitado mencionar hasta el momento uno de cambio más importante en los sistema de numerales: base42. El concepto de cambio de base es claro desde vista matemático, por lo que no me detendré sobre él. las cosas no están tan claras desde el punto de vista 40 Un ejemplo muy parecido, solo que descrito por Honti (1990: 104) para fino—ugria). ‘“Vid. Berger (1992>. los tipos de el cambio de el punto de Sin embargo, lingtiístico, con un sistema de base 10, es el dialecto de Udora (familia 42 sea propia o impropia. 69 43 pues se puede hablar de cambio de base en diferentes, si bien ambos quedarían clasificados d hemos denominado cambio en el léxico. En prime ocurrir que cuando se produce un cambio de base la designaba a la anterior base desaparezca, lo que sud la nueva base es menor que la anterior (por ejemplo, e cambio de sistema de base 20 a base 10). En cambio base es mayor que la anterior del siguiente modo: POSIBILIDAD A (cambio de base sin reinterpretación de la base)45 estadio 1: ¡2 3 O E estadio 2: 11121314 I~ Iiolii Iii ¡tí jis I’st E+A EfE E+C EfO ErE BrE+A BrEtE BrEtO ErEfO CrE Is I~ Ii 1819110 Ií~ 112 113 (14 1151 J*A 3*8 3*0 3+0 hE ejemplo Hess (1990) emparent adas parte de las 1 0 similar se documenta en nitinaht, ya que -iq, que en makah con la primera, aparece con el decenas, ha llegado a adquirir según el análisis de y nootka, lenguas valor “20” formando en nitinaht el valor 4Ssobre el ejemplo de uno de base 10. una lengua que pasa de un sistema de base 5 a 71 POSIBILIDAD 13 (cambio de base con reinterpretación de la base)46 estadio 1: 1112 ¡3 14 Is 16 17 Js 19 lío Iii 112 Iii 114 Iísl A 8 0 0 E F 6 II 1 3 K L ~4A L+E L’rC estadio 2: 1112 ¡3 ¡4 ¡5 IGl? Is ¡9(10 lii (¡2 Iii lis liii A II O o E O II I L L+A L+B [*0 [+0 L+E 3. LAS SERIES DE NUMERALES Hasta ahora hemos hablado únicamente de “numerales” en forma genérica sin entrar a establecer distinciones entre las diferentes series. Hemos visto ya (§0.1.4), no obstante, que según la generalización 53 de Greenberg todas las series de numerales de una lengua tienen la misma estructura matemática. Para la diferenciación de las distintas series partiremos de las definiciones que ofrece Marcos Marín (1989: 17; 1990: 113—114> siguiendo las clasificaciones tradicionales. Así, habría: — cardinales: “designan una cantidad exacta, son los nombres de los números naturales 46Sobre el ejemplo de una lengua que pasa de un sistema de base 12 a uno de base 10. 72 — ordinales: “desginan a cada elemento de una sucesión ordenada”. — distributivos: “designan una división en tantas partes iguales como expresa el número de su radical”. — múltiplos: “designan las veces que se repite la misma cantidad”. “designan la cifra por la que se que existe ica y otro — multiplicativos: multiplica un conjunto”. — proporcionales: “expresan la relación numérica entre un referido que se toma como una unidad bás cualquiera con el que se compara esa unidad”. — fraccionarios: “expresan el resultado de una división”. — colectivos: “expresan, en lenguas como el ruso, un grupo de dos o más personas ; — multiplicativos: unidad ; — proporcionales: una do b 1 expresan “al guno 5 numerales que ir, el número de (=pos i c coarto numero junto (p lón> que piSo>; de e ej. el número de partes huesos tienen una expresan el número de expresan unidades ocupa un 1 ementos reparte que las de que consta art iculación veces que una unidad Ita que 73 básica se encuentra en una cantidad , no se trata sino de cardinales en uso adverbial. Tampoco hemos incluido los colectivos, porque, como veremos en 5XVIII.l.3, creemos que tiene razón Gil (1981) al considerarlos una variante de los distributivos. Para finalizar este apartado hay que aludir al problema de si los numerales constituyen una clase de palabras aparte y en caso de que no, a cuál se pueden adscribir, problemas de los que se han ocupado estudios como los de Lipczuk (1980), Franck (1990) o Reinhardt <1991). En realidad, poco es lo que se puede decir a nivel general, ya que la adscripción categorial de cada serie numeral dentro de una lengua responde a criterios propios. Benveniste (1948) ya llamaba la atención sobre el carácter verbal de los ordinales en chukchi y las lenguas melanesias47 ofrecen ejemplos de numerales que se comportan como sustantivos, adjetivos y verbos. Ya vimos en §0.1.4 el universal de Corbett según el cual los numerales , así como los más recientes de Gramkrelidze —— Ivanov <1995: 720~733)52 y Sihíer (1995: 402—439). Por lo que a los estudios específicos se refiere, hay que señalar que la investigación sobre los numerales indoeuropeos ha adolecido en general de una gran dispersión, en el sentido de que si bien la bibliografía sobre los mismos es ingente, la mayor parte de los estudios se han limitado al tratamiento de un solo numeral, como permite comprobar un análisis de las referencias bibliográficas que aparecen al final de esta disertación. Este ‘t9Vid. Bopp (1858). La primera edición de la gramática de Bopp remonta a los años 1833—37. 50Vid. Schleicher <1866>. La primera edición data de 1861. 51Vid. Szemerényi (1980: 285—295). La edición original alemana data de 1970. 52Traducción inglesa de la edición original rusa de 1985. 76 tipo de investigación plantea un problema grave, y es que si, como hemos dicho, lo que caracteriza a un numeral es precisamente su pertenencia a una serie, analizar cada uno de ellos por separado puede conducir a hacer propuestas que parezcan defendibles cuando se considera un solo numeral de forma aislada pero que pueden dejar de serlo en el momento en que se toman en cuenta el resto de numerales de una serie. En cuanto a los estudios de conjunto, el tema estrella en investigación formación de (1890), basánd indoeuropeos, de relación familias li most raban sistema habrían 148—166> cuando 1 decenas trabajo est ud i os el cual S formación tanto que debida a ordinales. sobre las d ose en que ha ent re ngUíst i los numerales indoeuropeos ocenas. A finales del siglo la bibliografía anterior sob bía atendido fundamentalmente los numerales indoeuropeos 53 cas , propuso que las dece un corte entre “60” y “70” que se debía ha sido la pasado Schmidt re los numerales a las cuestiones y los de otras nas indoeuropeas a influencia del e las decenas Pisani <1932: Sommer (1951) sexagesimal babilonio. Sobre la cuestión d de ocuparse también Brugmann (1890: 1—61) y Pero no sería sino basta el trabajo de a idea del influjo mesopotámico en la formación se abandonaría generalmente. No podemos dejar de Szemerényi (1960), de obligada referencia sobre los numerales indoeuropeos desde su zemerényi trata de aclarar aún más los pro de las decenas indoeuropeas y, como tema Szemerényi interpreta la marca de ordí un falso corte en el numeral “10”, 54 de las de aludir al en todos los aparición, en cedimientos de relacionado en nal *—tos como la formación de los las referencias en Eichner (1982: IV). la bibliografía posterior sobre las decenas en §XII.1. En a los ordinales, vid, el capítulo XVI. 77 la 53Víd. Vid. cuanto En otra línea hay que situar el trabajo Echois (1940), una disertación inédita sobre los numerales indoeuropeos del “1” al “10” que no sobrepasa el nivel de una recopilación de las teorías expuestas sin acopio exhaustivo de materiales ni aportación de interpretaciones propias. También inédita está la tesis de habilitación de Eichner <1982), dedicada al estudio de los numerales “2” a “5” en indoeuropeo, pero cuyo nivel científico es incomparablemente más Eichner proporciona d numerales “2” a “5” en concepción tradicional - cada uno de los casos soluciones para probí interpretación de los lengua común. También algunos numerales alto. En las XVII+607 e forma exhaustiva las lenguas indoeuro la evidencia para de dichos numerales emas fonéticos y mismos en las leng ha abordado de forma indoeuropeos Schmidt páginas de dicha tesis las formas peas y -dentr la reconstru aportando morfológicos uas concretas conjunta el es (1989>, con de los o de una cción de valiosas de la y en la tudio de algunas reflexiones interesantes, según veremos en su momento. En una dirección muy distinta a la de estos estudios se si el interesante trabajo de Justus (1988) —complementado ahora lo que a la formación de las decenas en germánico se refiere el de 1996— en el cual se aborda el problema de los numera desde unos planteamientos altamente innovadores, basados algunos de los planteamientos lingilisticos generales a los que hemos aludido en §0.1.2. Por último hay que aludir numerales indoeuropeos editada historia de dicha obra ha sido t partió de A.S. Ross, quien a fi de los 70 se puso en contacto co ramas del indoeuropeo para que sobre los numerales. Éstos lo que la obra viera a la luz y cu a la obra enciclopédica sobre los por J. Gvozdanovíc en 1992. La ortuosa. La concepción de la misma nales de los años 60 y principios n especialistas de cada una de las escribieran trabajos monográficos hicieron pero Ross murió antes de ando todavía faltaba por hacer gran túa por por les en ya 78 del trabajo editorial. La Gvozdanovic, interesada sistemas de numerales, obra permaneció sin publicar hasta en el problema general del cambio se hizo cargo de la edición de la misma. Naturalmente trabajos y constituye numerales en un hubo que pedir algunos obligado indoeuropeos, los materiales constituyen importantes, germánico, ob el dedicado páginas. Por interpretación trabajo de Indo-European consideraciones proceden la como ra de al gr otra gener Winter familia, lo puede Ross —— iego par al te, de (19 nume ra ls” a i sí adas casos punto de a los autores que revisaran encargar los referencia ya que se encuentran tes de aunque ser el Be ms, obra de falta los datos 92a) titu las dife a veces hecho de ocupe 161 Waanders, en el vol de para nuevo el e recogido rentes con que el páginas, tenga umen un que en él lado “Some no pasa de sin intento El volu studio de s en el mi lenguas desequi 1 ibr capí tulo mientras únicamente esfuerzo aparecen, thoughts pues el about ser un conjunto de sistematicidad. 5. PLANTEAMIENTO DE NUESTRO ESTUDIO Así pues, salvo los tratamientos que aparecen en las gramáticas generales, carecemos de un estudio comprensivo que aborde en su conjunto los problemas que plantean los numerales indoeuropeos. Por otra parte, y con la excepción del artículo preparatorio de Justus (1988) y de su reciente tratamiento específico de las decenas superiores en las lenguas germánicas , los trabajos que han abordado el estudio de los numerales indoeuropeos no han tenido en cuenta las perspectivas que podían abrir los planteamientos generales que hemos ido exponiendo a lo largo de esta introducción. Por lo tanto estudio global de proporcionan los nos fijamos como objetivo de los numerales indoeuropeos dent métodos generales de análisis este t ro del y la rabajo el marco que tipología parte que .1’. en los sus men los smo que ‘os del que 20 de de 79 de los sistemas de numerales con el fin último de reconstruir la evolución del sistema de los numerales indoeuropeos, atendiendo tanto a los principios de organización del mismo como a las series que lo constituyen. En este sentido, resulta algunas consideraciones de md citados trabajos de Justus y en obligan a aceptar la concepción no—singular en las formas nomina en muchas ocasiones a la ut reconstrucción interna en el embargo, el método de reconstruc forma fructífera a los mismos, hacerse del mismo modo que morfológicos: los numerales en necesario detenerse a real ole metodológica. Salvo en los de Shields (1984, etc.) de su autor sobre las marcas les indoeuropeas—, se ha renunci ilización del procedimiento estudio de los numerales. ción interna puede ser aplica si bien está claro que no cuando se estudian si cuanto tales no son parte gramática de una lengua, de manera que la metodología no exactamente la misma que se utiliza, por ejemplo, para las alternancias vocálicas de los verbos germánicos. izar los -que de ado de Sin do de puede st emas de la Como parte del léxico que son, la reconstrucción interna de los sistemas de numerales ha de basarse en primer lugar en la etimología. Pero son conocidos los riesgos de la etimología cuando ésta se basa únicamente en la coincidencia fonética y carecemos de medios para calibrar las evoluciones semánticas propuestas. Como ya hemos dicho, ésta es la crítica general que puede hacerse a la mayor parte de los estudios etimológicos de los numerales indoeuropeos, pues al basarse sobre un único numeral no hay modo de someter a prueba la propuesta. Como venimos señalando a lo largo de esta introducción, el concepto de serie resulta fundamental para el estudio de los numerales, de modo que las etimologías propuestas para ellos han de ser coherentes con este hecho. puede ser estudiar 80 Por otra parte, la tipología constituye un instrumento de apoyo fundamentalmental para el t indoeuropea, y los sistemas de numerales una excepción. Aunque todavía queda mucho de los numerales de las lenguas peor c apartados anteriores hoy en día estamos sobre los sistemas de numerales de un lenguas, lo que nos permite confrontar e reconstruimos para el indoeuropeo con históricas. En el caso del indoeuropeo, rabajo en lingUistica no tendrían por qué ser trabajo por hacer acerca onocidas, como vimos en bastante bien informados número considerable de 1 sistema o sistemas que los datos de lenguas dado que se trata de una proto—lengua que conocemos únicamente por reconstrucción, no es de extrañar que tras la aplicación del método de reconstrucción interna sólo aparezcan algunos rasgos aislados y no un sistema completo y coherente. El interés de la tipología para la reconstrucción radica precisamente en que permite encuadrar esos rasgos dentro de un marco coherente. Para alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto procedemos a realizar un análisis detallado de cada uno de los numerales de expresión léxica simple y de los procedimientos de formación del resto de los numerales y de las diferentes series. A ello dedicaremos los capítulos 1 a XIX, 81 1. LAS FORMAS DEL NUMERAL “UNO” Las formas que aparecen atestiguadas en las lenguas son - 2 1. cen— ains Unus (ae. are. víenas jodí n5 a. ir gót. lat. 1 it. a.esl alb. nyé gr. £LS arm. mi ay. aeuua— galés un a. nórd. a 0mb let. vléns el nri córn. un a.a.a. Oil? umbr. ac. UnU a.prus. ains bret. un a.ingl. 21? a.pers. amva 1En las enumeraciones de formas que aparecen al inicio de cada capítulo de los numerales del “1” al “10” nos limitamos a ofrecer el nom. mase. (sg., dual o plu., según el numeral> en cada una de las lenguas. Cuando ello resulta necesario, introducimos otras formas casuales en La discusión posterior. En cuanto al elenco de lenguas elegidas, resulta suficientemente representativo de los desarrollos en cada grupo dialectal. No obstante, en el caso de que una forma de una lengua de la que habitualmente no ofrecemos la forma tenga interés para el tratamiento de un numeral la introduciremos. Para los capítulos I-XI nos ha servido de base un primer acercamiento a la cuestión que presentamos como Memoria de Licenciatura en septiembre de 1993. 2 el significado de “e’ se utiliza si término de compuesto y no como forma libre, oentorbe “un solo beneficio”; vid. Thurneysen LEíA , 405—407). (1934: 410), Adrados Gamkrelidze —- Ivanov (1975: (1995: 876—877>, Szemerényi 721>, Sibler (1995: 8Así Krahe (1964: 138) 9Así Fraenkel (1965: s.u.), 179>, Comrie (1992: 726). contradice en el espacio de afirma que todas las formas b posteriormente afirmar en 1 Iet. presentan vocalismo O, Stang <1966: 276), Endzelin (197 Este último autor, por cierto, diez líneas, ya que en la p. alto—eslavas proceden de *011105 a p. 726 que las formas del lit. al igual que las del eslavo. 1: se 725 para y el 87 postular que estas como la forma del probatorio, ya qu evolución de *81 deseable—, nada i tengamos una forma íit. vi6vo%nelis y raíz con grado e, pronominal es están hayan resistido a concreto, la exist formas proceden de *elno— en vez de de * bino-, a.prus. Sin embargo, el argumento no nos parece e —aparte del hecho de que las condiciones dc en báltico no están todo lo claras que sería mpide pensar que en lit. vieflas y let. viéns derivada de la raíz con grado o mientras que en let. veináds tenemos una forma derivada de la dado que las alternancias vocálicas en raíces bien atestiguadas, aunque en un cierto grado se la sistematización10. Además, para la raíz *1 en encia de alternancia entre grado cero y grados pleno e/o está fuera de toda duda. Por lo que la *w- inicial se refiere, las explicaciones han ido en dos direcciones. Para algunos estudiosos se trataría simplemente de un desarrollo fonético esporádico de w— en inicial para el que se cuenta con paralelos como lit. VOFaS por tiras “tiempo” o lit. vuga por uga “baya”. 12 La otra línea de explicación de la *w-~ ver en ella una partícula *u/*we o *WI, con báltica sería similar en estructura a la que lenguas eslavas y el diptongo inicial habría por influencia del timbre de la vocal final pesar de que ha habido varias propuestas inicial ha intentado ¡o que la formación se documenta en las podido transformarse de la partícula. A de identificación p. ej., Adrados (1975: 849> ‘½. ej., Kurschat (1876: 261). Más s.u.). ‘2Vid. Endzelin (1923: 356) y bibliografía anterior. 13Vid. §1.1.2. bibliografía en Fraenkel (1965: Fraenke 1 <1965: s.u.>, con 88 14 concreta de la misma , por ejemplo con la u- de a.i. ubhau “ambos”, sin embargo la objeción de Stang (1966: 276) nos parece acertada: no hay ni en lituano ni en letón ninguna partícula que pueda ponerse en relación con estas formaciones, con lo que la propuesta carece de apoyos dentro de las mismas y queda reducida a mera especulación. Así pues, habida cuenta de la probable que en la *1v— inicial no fonético para el que si contamos con las lenguas bálticas. Creemos, pues, insolubles que impidan agrupar también lenguas cuyo numeral “uno” continúa lE *0 situación, parece tengamos sino un buenas paralelos que no hay lit. y let. ¡no-. mucho más desarrollo dentro de problemas entre las 1.2. El numeral “uno” en las lenguas eslavas La motivos jed- y, de -1H11. forma del En primer en segundo a.esl. jedin5 se revela problemática por dos lugar, hay que interpretar el elemento inicial lugar, hay que ocuparse del vocalismo radical Si comenzamos por esta segunda cuestión, no hay a.esl. 1 puede representar lE *e1; en cambio, es más pueda proceder de *01 bajo entonación aguda15. Por duda de que dudoso que 1 lo que a la 14Recogiidas por Enzelin (1923: 356). También se une a ellas 1-lamp (1973a: 3—5), quien apoya su propuesta en el paralelo de formación que ofrecen las lenguas eslavas (vid. §1.1.2> y —según su interpretación— también el albanés (vid. §1,1.3). ‘Vid. Comrie (1992: 726). Mikkola (1950: 56), problema, se limita afirmar que jedinO deriva prefijo jod—. En el artículo de van Wijk (1912: posible paralelo de evolución que no resulta de sin discutir el de *011W— con el 382) se ofrece un 1 todo suficiente 89 forma simple *eino-~ u *01Db— se refiere, se conserva ejemplo16, en a.esl. 1116 y sorbo—croata .1 ‘n “otro”17, con indefinido en búlg. med. en expresiones del tipo edo vi mésté “en tal o tal sitio” y también en a.esl. como término de compuesto en formas como inorogú ‘unicornio” “que vive solo”; inomyslinú, traducción de gr. PoL>oTpolIos Junto a jedinb existe también la forma jedinó, que se habitualmente20 por debilitación en sílaba átona. por valor koemi pr imer inokú etc. explica Por lo que a jed— se refiere, se trata de un prefijo *ed o *jed que alterna con *od en otras lenguas, como, p. ej. ruso odín. El origen de dicho sufijo es incierto, aunque, como señala Comrie (1992: 728), su significado era probablemente “solo”, ya que también se encuentra en *(j)edbva “apenas”. Vaillant (1958: 619) la había puesto en relación con la partícula interrogativa *jeda, representada, por ejemplo, por serbo—croata (j)éida (II) o a. checo y a. polaco za, mientras que para Arumaa <1985: 188) y Lehmann (1991: 135>, siguiendo a autores anteriores, *ed no sería para aceptar sin reservas que mb pueda proceder de lE *oiflO—. lb Vid Comrie (1992: 726). una interesante evolución que es justamente la inversa de que lleva a Ovil al sentido de “este, uno” a partir de correlación “uno ... otro” (Adrados —— Bernabé —— Mendoza, prensa). 18Vaillant (1958: 619>. la la en “Vid. Sadnik —— Aitzetmtiller <1955: 36>. Vid. , p. ej., Vai 1 lant (1958: 619). 21Vid. Vondrák (1928: 62) y Comrie <1992: 726—729) para el elenco de las formas en las diferentes lenguas eslavas. 90 en origen sino el pronombre demostrativo neutro. 22 Así pues, no es completamente seguro si en eslavo tenemos una continuación de *oIflO—, como se suele generalmente, aunque sin entrar a discutir los detalles, nos encontramos ante una forma que procede de *eíno—, conocemos por algunas formaciones de las lenguas bálticas. jed-inu aceptar o bien que ya 1.3. El numeral “uno” en albanés 23 La forma del numeral “uno” en albanés estándar es njé , forma de difícil explicación dado su escaso material fonético. Huld <1984: s.u.> y Hamp (1973a: 2—3, 1992: 903> han recogido las propuestas antiguas que, en general, intentaban relacionar la forma albanesa con diferentes formas pronominales indoeuropeos, 22Una interpretación aceptada se encuentra contraria a en el artícul la o de explicación van Wijk (1 generalmente 912: 384—386), para quien expí icaria habría de forma que comienzo al inicio semánt i ca de la tipo la forma originaria es jodh,ii, mi por influencia de iflU<*biflb-. En segmentarse en jed-inú, sino que hallaría su correspondencia en a.i. jed!nú habría significado orignariamen >“primero”>”uno”, con lo que se plante “primero~~ > “uno” poco frecuente desde el logia general de la formación de este tip entras que jedinb se cuanto a jedinb, no se trataría de una ádis “inicio, te “el que está a una evolución punto de vista o de palabras y especia indoeur forman (1913/ 23Las formas (1992). lmente dentro del marco concreto de las lenguas opeas, donde las palabras para “uno” y para “primero” se sistemáticamente sobre raíces diferentes. Vid. Osten—Sacken 14: 270—271) y Vasmer <1974: 484) para otras propuestas. de los diferentes dialectos pueden verse en l-Lamp 91 24 como a.i. anya— o gr. £L>LOL. Sin embargo, estos dos autores han intentado relacionar alb. njé con las formas para el numeral “ que se encuentran en las otras lenguas indoeuropeas. La propuesta de Hamp (1973a: 2—5, 1992: 903—904) pretendido ponerlo en relación con las formas en *oino— tan documentadas en el ámbito indoeuropeo. Las formas de diferentes dialectos albaneses pueden remontar fonéticamente a *fliéH- como a *nian-, según Hamp, pero la segunda posibilid parece conducir a ningún sitio, mientras que en la primera, que é puede proceder tanto de *81 como de *01, se puede lleg una forma *(V>nl—oin—, cuyo segundo término se correspondería el *oliio- de otras lenguas indoeuropeas. Por lo que al primer refiere, Hamp ve en él un paralelo morfo—sintáctico dc las fo de las lenguas bálticas y eslavas, que —como acabamos de ver— sido interpretadas —al menos por algunos investigadores, caso del báltico— como compuestos de un deictico más el “uno”. A ellas habría que añadir también, siguiendo al prop 25 <1977a: 275—276) la forma ita del gótico de Crimea En del albanés se trataría de una forma de deictico reía según Hamp con a.i. aya— y la —il de a.i. 85811 y a.esl. otra parte, dentro del propio albanés, la forma del “uno” con el paralelo morfológico de la palabra para “todo”, téré, según dialectos, que, según Hamp (1973a: 5—6, 1 puede derivar fonéticamente de *tod—oino—, es decir, una deictico seguida del numeral. Fi a bien los tanto ad no dado ar a con o se rmas han en el numeral io Hamp el caso cionab le onu. Por contarí a tán(é) o 992: 903> forma (leí La propuesta de l-lamp es muy atractiva, si bien cuenta con menos apoyos de los que él intenta aducir. En primer lugar, la 24 En este sentido, vid., p. ej., el trabajo de Jokl (1916: 107 y 114). 25Vid. §1.5.3.2 sobre esta forma. 92 presencia de un primer elemento de deictico sólo se puede aceptar con un para las lenguas eslavas. En el caso de —según hemos visto— pensar en un interpretación de la forma del gótico —como en su momento veremos— por otros origen en último término alto grado de probabilidad 1 báltico parece preferible fenómeno fonético y la de Crimea ha de ir más bien derroteros. Por lo que a la interpretación de Huld <1984: s.u.) se refiere, para este investigador hay que partir de una forma *sniieJJ2, es decir, de una forma originariamente de ¡‘orn. tal y como la encontramos en gr. fiLa <.c*smi ya) o —según algunas 26 interpretaciones— en arm. mm. Dicha forma habría evolucionado a *nj—o, con asimilación de *m en fi ante y. Y a partir de esa forma se habría rehecho el numeral en albanés. Hamp (1992: 903) ha ofrecido argumentos para criticar la expí icación de Huld. En primer lugar, Hamp cuestiona que la forma albanesa pr cuenta con armenio ‘ni 27 femenín — géne ros de fem. vista f pelo>” oceda del los tres g —si es o , puesto qu y en la que, se haya gener onético, Hamp cuya forma de fem. cuando el albanés es una lengua éneros, por lo que no sirve el paralelo que en realidad deriva de una forma e el armenio es una lengua que ha perdido por tanto, es más comprensible que una fo alizado. En segundo lugar, desde el punto ofrece el ejemplo de alb. qirne “mechón finida es qimja, con la secuencia para la Huid suponía evolución m>n. Sin embargo, Huld (1995: 12) ha ofrecido argumentos para rechazar la interpretación de Hamp derivaría de *olnos. Según Huld, a partir de también buenos de que alb. nié PIE *Hoincnn se 26Sobre esta forma vid. §1.1.5. 27Vid. la discusión en §1,1.5. que del de los rma de (de que 93 esperaría alb. evolucionado a esperaría una produce en los *c~né y una forma con metátesis *Honiom habría *enjé, con el problema añadido de que aquí no se metátesis, puesto que en albanés ésta sólo se polisílabos cuando contienen consonantes labiales. Así pues, hoy por hoy la cuestión indoeuropea de alb. njé no puede considerarse esperar a que nuevos argumentos nos permitan sólidos para preferir una u otra derivación pueda argumentarse> de la ascendencia cerrada y habrá que encontrar criterios (o una tercera que 1.4. El numeral “uno” en griego Por lo que a gr. EtS, lila. EL> se refiere, la única observación que hay que hacer es que a partir de la evolución de la nasal final *hem>ep se ha producido una refección del paradigma completo con extensión de la’~~— a aquellos casos en que la nasal quedaba intervocálica y, por tanto, desde el punto de vista estrictamente fonético, lo esperable sería *—i~t—. Y, de hecho, la situación anterior a dicha generalización se encuentra documentada 28 en las tablillas micénicas en el dat. e-me, unánimemente interpretado como EflEL. En algunos §1.5.3.2. cuanto a dialectos la forma ‘os que presenta el y en Homero, postponemos su numeral “uno” en tratamiento hasta 1.5. El numeral “uno” en armenio La forma del numeral “uno” en arm. es mi, que, sin lugar a dudas, ha de derivar de la raíz *Sefl7 que se documenta en otras 28Vid. DMic (s.u. e-me). 94 29 lenguas . El Brugmann (191 también parte ha postulado *smyH2. planteamiento antiguo que se encuentra, p. ej., en 1: 7) lo hacía remontar a *sraiio—, forma de la que 30 Schmitt <1981: 128). Sin embargo, recientemente se que arm. mi reflejaría más bien una forma de fem. Sin embargo, Clackson (1995: 175> ha llamado con acierto la atención sobre dos aspectos. El primero es de índole fonética y consiste precisamente en que la evolución *—1H2> M--ya no está Si comprobada para el armenio . El segundo es de índole morfolófica y se refiere a la dificultad de partir de una forma de femenino cuando mi presenta en arm. una declinación de tema en —o--. Parece, pues, preferible retornar a la hipótesis primitiva y partir de una forma masc. *smiyo— en la que —y eso sí es aceptable32— ha influido la forma de fem. *5w! o 29Así ya Meillet (1936: 99), aunque sin la evolución. 30Así Peters (1980: 131—132 y n. 79 y 80 31En cambio, hay abundantes ejemplos (Schmitt 1981: 71). 32Vid. Darms <1976: 13) para una opinión entrar en los detalles de y Winter (1992b: 348). de evolución *—iio—> —1 favorable en este sentido. 33Recientemente Waanders (1992: 386 n. 1) y Meier—Brtigger (1992: 1.60> han argumentado que resulta imposible partir en indo—europeo de una forma de nom. fem. *SmiH 2 sin ninguna vocal y que la forma en *sm— ha de deberse, por tanto, a analogía con otros casos como el gen. *sm. Incluimos s y masc. y fem., puest los casos se derivan 35La forma de nom. sg. (1960: 158> y, a partir es una forma fantasma, (1960: 258), Van Windekens (1969 <1984: 141), Pinault (1989: 60), ólo las formas de nom. y oblicuo sg o que, como es sabido, en tocario el regularmente a partir de la forma de • 167, Winter • y plu. resto de oblicuo. fem. sorno recogida por Krause -— Thomas de ahí, por todos los autores posteriores, según ha demostrado Winter (1994: 98). A: 58- 96 Windekens del año 1969, ya que dichas interpretaciones, si bien son acertadas en cuanto a la necesidad de relacionar las formas tocarias con el numeral gr. CUS, liLa, FU, se basan en muchos casos en interpretaciones fonéticas o morfológicas que a la vista de los datos actuales son insostenibles. Un buen resumen de las mismas se encuentra en Hilmarsson <1984: 135—136>. Van Windekens (1969, 1976: 36 415> explicaba el nom. sg. B Se y la forma en composición A sa— a partir de lE *se, que sería una forma anterior al añadido de —m en la forma del numeral, de la que - 37 quedaría igualmente una traza en gr. EXatot’. En cuanto al resto de las formas, las explicaba a partir de cuatro grados vocálicos diferentes: ~SOffl, *sern, *50171 y *5:?. *sorn sólo se encontraría en el nom. sg. masc. A sas < *sorns, mientras que *sérn (con tematización de la flexión) se vería continuado en las formas de B sern— y en A 50W-, donde, según él, habría que suponer un antiguo tema *s~niu> *sarnu y, con umlaut provocado por la vocal final, sornu> —SOW. En cuanto a *sbrn, se encontraría en n 50w— y *3 ni e aparecería en A sáin, E sana, que remontarían a *5 ¡ná y donde la e nasal n se debería a analogía de una antigua forma de nom. sg. mase. *serns>*sens, es decir, una evolución semejante a la que documenta en gr. con la generalización de la nasal dental.38 se Hamp (1971) criticó acertadamente sentido de que el número de formas que explicar el paradigma tocario resultaba Windekens ya se había ocupado en tocario en 1941/42, pero en el artículo de 1969. 36 Van “uno” ideas 37vid. ideas 38Vid. a Van Windekens en el había que postular para excesivo e inmotivado y monográficamente del numeral posteriormente modificó sus §1.4 para la interpretación general de la raíz de otros autores sobre la segmentación *50—111. *sen? y las 1.4. 97 tuvo el acierto de señalar que la reparti entre formas con inicial palatal 5— para el palatal para el femenino respondía en oposición lE *sern/*SIP- (cf. gr. Eí.s<*sems/ además, que la variante palatal se extendió sobre un tema adjetival *sorno.-, para el que que, puesto que lógicamente el numeral “u plural, cuando empezaron a utilizarse formas 39 con significados no propiamente numerales formación adjetival temática derivada de la que, por otra parte, está bien documentada, PO r en st de lo que a ica del los casos las formas masculino oblicuos del dialecto se habría ex y al plural. ción en el dialecto 13 masculino y con 5— no último término a la iitcx.c*srniya). Sostiene, da no” de se mi POr As t end Así al plural, formado como explicación no puede tener plural del mismo recurrió a una sma raíz, *sorno, ejemplo, en gr. e refiere, la 5— ido a todas las pues, Hamp para expí icar el paradigma del numeral “uno” en tocario ha de recurrir a tres formas: *séin, *5111— y *sow. Más numeral. diferencias dialectos hace a las A 501110 B puesto que y E O; sin de a en o el caso. Hi lmarsson secundario puesto que recientemente Hilmarsson (1984> Hilmarsson parte del análisis de en la consonante se ha ocupado de este las formas que presentan inicial o en la vocal entre los A y E y llega a las siguientes formas de obí. sg. masc. A sorn E serne serni, la diferencia de vocalismo no tanto a partir de lE *0 como de TE *é embargo, hay casos bien documentados en toc. A cuando sigue consonante lab Por lo que al nom. sg. masc. A siguiendo a autores anteriore y rechecho a partir de formas la exacta correspondencia entre conclusiones. Por lo y nom. plu. ma es problemáti se esperaría de labializa ial, como es 525 se refi s, considera que como A sasak “solo A sa— y 13 se invita que sc. ca, Aa ci on aquí ere, es a 39Vid. §1.3 para nuestro estudio de los usos no numerales de las palabras para “uno bflóS. caract formas 98 que cia y estas formas son en la inicial en las nom. plu. A sornan> soluciónmetodológicamente la recurría a formas con satisfactoria y, por tan producido una innovación que no hay ninguna r palatalizadas en femenino otra parte, el dialecto inclinado a pensar que dialecto A, con extensión femenino fuera del nominat las originarias. formas femeninas E sornona, cree propugnada distinto vocalismo de to, parece preferible en alguno de los dos azón para suponer cuyo grupo inicial E es el más con la innovación se de la palataliza ivo singular. Por En cuanto a de obí. sg. A que estructura la sorn ly por Van Windekens, quien la raíz, no es asumir que se ha dialectos. Y, dado que había formas es *srn- y que, por servador, se siente ha producido en el ción del masculino al lo que al vocalismo de esas formas ver que no sino simpí dialecto E es normal, siguite. recons t ruye de femenino se trata de emente de la por la que t evo luc iona Resumiendo, para cii toc. se refiere, Hilmarsson tuvo variantes vocálicas diferen operación de una regla de oc. común a~ en vez de evoluc a o por efecto de una o el paradigma para uno~~ común es el siguiente: el acierto de tes en origen, umlaut en el ionar a ~ como de la sílaba que l-lilmarsson sg. nom. obí. plu. norn. Comparando este observa que el gr. masculino y flexión mientras que en toc. sg. fem. presenta fí los casos presentan entonces como posible tematización de las paradigma con el del griego, Hilmarsson presenta flexión atemática en todo el sobre el sufijo —iya para el femenino, sólo el nom. sg. masc. es atemático y el nom. exión sobre *—iya, mientras que el resto de flexión temática en *—b/*—a. Se plantea explicación que se haya producido una mera formas; sin embargo, esta posibilidad pensar di feren E sorno MASO. *SxflS * 5 zffir * srm) EEM. * sáúa * Srfllá * 5 rIlan ~ 99 presentarla dos inconvenientes: no se explicaría po sg. ha escapado a la tematización y, por otra explicaría el vocalismo tocario común en vez de posibilidad, y es que el contaminado con el del *sornos/*sorna en un moment hubiera introducido ya contaminación sólo se conservaban la —ni—. En d mantenido intactas las atemáticas, mientras que vocal del tema habría sid el emcnt común h os, el abría s r qué el nom. parte, no se r en las formas femeninas temáticas del a. Esto le lleva a aceptar una segunda antiguo paradigma atemático se hubiera adjetivo temático de la misma raíz o en cl que la —n- del nom. sg. masc. se en el nom. sg. fem., de modo que la produjera con aquellas formas que icho proceso de contaminación se habrían silbantes de las antiguas formas el grado vocálico de la raíz y de la o el de las formas temáticas. Eliminando paradigma ido: antiguo del numeral “uno” en sg. noii. ob 1. plu. nom. MASC. *sxfls *srrn( á’n) *srrn( ‘ás) EEM. * sána *sá¡n(y)~ ~ *sá¡n(y>árn *sám propone Hilmarsson nos parece esencialmente aceptable, aunque con reservas para el nom. sg. masc., como luego veremos, pero no así el proceso que él reconstruye para la constitución del mismo. Como vimos, Hilmarsson cree que las formas de obí. sg. y nom. plu. tanto masculinas como femeninas, se deben a contaminación de las formas atemáticas del paradigma de *sérn—/snt-- con las temáticas del paradigmas de *sornos/sOwá, siendo estas últimas las que proporcionaron el vocalismo y las primeras el carácter palatal o no de la silbante inicial. Dicha explicación no nos parece muy convincente por lo anómalo del proceso postulado y creemos que la explicación es mucho más sencilla. Partimos del siguiente paradigma: NASO. FEM. nom. sg. *SrD * sána ob>. *srnq aro> *s&rn(yYá nom. plu. *srfli( ‘¿a) *sAm(y)~i(s) 101 Hilmarsson acepta que posteriormente hubo influencia de las formas de obí. sg. y nom. plu. masc. sobre las fem.; entonces, ¿por qué no hacer remontar la influencia de las mismas a este momento y postular que la influencia ha tenido lugar de dos modos distintos, configurando así lo que son las diferencias dialectales posteriores. En el habla precursora del dialecto E la influencia de las formas masc. sobre las fem. habría sido total, produciendo el cambio tanto de la vocal como de la silbante inicial. En cambio en el habla precursora del dialecto A la acción analógica fue sólo parcial y la silbante, con el apoyo de la forma de nom. sg. fem., resistió al cambio, de modo que lo único que se modificó fue la vocal radical. Resulta, entonces, innecesario suponer una forma *sorn- en la prehistoria del paradigma tocarlo, puesto que formas en *sern- pueden constituir igualmente los prototipos habida cuenta de que los resultados de lE *0 y *~ se confunden en tocarlo. Y, por otra parte, no hacer intervenir formas en *sorn- elimina la dificultad del tratamiento con labialización de toe. común te en el dialecto A criticado por Winter <1992: 100) por falta de paralelos. El paradigma proto—tocario que reconstruimos es, pues, el siguiente: MASC. FE3I. sg. nom. *srrn * sám< y> a obí. *srrnárn * sám( y) ~rn plu. nom. *srm’#s *sám(y>~s Por oposición al paradigma griego lo único que resta por explicar es el grado vocálico largo *sérn— que subyace a las formas del masc. Para ello, podemos avanzar dos explicaciones. La primera, 102 siguiendo a tratamiento calda de paralelo q gr. Z~L>< extendido Sin convíncen tema era Pinault (1989: 60)40, haría proceder la vocal larga del de la forma de ac. *sewrn, que evolucionaría a *Sén? por —rn con alargamiento compensatoriode acuerdo con el ue proporcionan los temas monosilábicos en diptongo como *dyém< *dyernrn< *dyewm. A partir del ac. se habría la vocal larga al resto del paradigma del masculino. embargo, tal vez podamos ofrecer una explicación más te. Por el griego sabemos que el nom. sg. masc. de este originariamente *sems. Esta forma habría evolucionado en prot o—tocar io, al igual en proto—griego, a *50125 por asimilación nasal que és es en lía mo en — ado de storia adecua r de e exión 105, al punto de articulación de la consonante siguien a es una de las posiciones de neutralización de TE y en tocario. Sin embargo, un nom. *sens era rfológica desde el momento en que el nom. sg. de 12 nunca presenta como marca una —s sino el gr 41 la vocal , de modo que nada tiene de extraño que en del tocario *sens hubiera sido sustituido por *5 río a la morfología general de los temas en nasal. Y, se nominativo, la —é— se habría extendido al resto según un proceso bien conocido en casos como los leSrUs o gr. XELIfl5P, XELIIG)U’oS y, que, además, te, las una los ado la él? a de del es precisamente el proceso que de forma general se ha con los temas en nasal42. Con todo, es posible que un resto de *sens en la forma de nom. sg. A SaS Winter (1992: 99) se puede postular un tratamiento *0 en los monosílabos. En cualquier caso, sas dado en tal vez t si, como especial es una tocario engamos quiere de TE forma «~Desarrollamos la explicación de acuerdo con la argumentación ofrecida por el propio Pinault en su conferencia en l’École Pratique des Hautes Études de París el día 12/3/1996. 41Vid. para estas cuestiones Vi llar (1974: 233—236>. p. ej., Pinault (1989: 96—97) y Adams (1988: 119). de la dado nasal an om a temas al arg prehi para partí la fí lat. 103 rehecha, seguramente sobre palatal inicial, como sería de lE e como de é. el de Podemos, pues, reducir griego y tocario a uno solo44: nom. sg. esperar t fem. , pues no presenta anto si la vocal procede en último término, los paradigmas sg. nom. ac FEM. Xsrniya *srniyam 1/7. El numeral “uno” en las lenguas anatolias Como es bien sabido el análisis de los numerales ve dificultado y, para algunos numerales, impedido como consencuencia de los hábitos escriturarios de hititas, que generalmente utilizaban ideogramas para de los mismos. Estos fonéticos concreto, en por los la hitita se comp 1 e t o escr ibas expresión ideogramas numéricos aparecen con complementos que permiten estudiar su declinación. Para el “uno” en las formas pueden verse en la recopilación de Eichner 43 Por otra parte, según Pinault (exposición oral), la oposición palatalizado/no palatalizado oponiendo el nom. sg. masc. al resto de los casos no es exclusiva de este numeral, sino que se encuentra también, p. ej., en los ordinales, como A nom. sg. trit, obí. tric¿irn “tercero”. ‘~‘~Omito 1 a época sentido. nom. sg. griego y a reconstrucción del nom. pín. porque no creo que remonte indoeuropea y, de hecho, el griego nada aporta en ese Recientemente Beekes (1995: 212) ha reconstruido como de este numeral *s5rn, que carece de cualquier apoyo en en tocario. MASC. *501113 *sernrn 104 <1992: 32—46>; sin embargo, por lo que a la raíz se refiere, hemos de contentarnos con las pocas ocasiones en que se ha utilizado escritura fonética para la misma, no exentas por lo general de problemas de interpretación y análisis. Por lo que a las formas del numeral ‘‘ uno~~ en olías se refiere, no tenemos datos acerca de la luvita jeroglífico, que es donde únicamente ros de aparición del numeral ~ se ha utilizado 46 complementos fonéticos otras raíz hay el lenguas ya que ejemplos ideograma 1.7.1. FORMAS DE LA RAÍZ *01- Es posible que tengamos atestiguada la raíz del numeral “uno” en las siguientes formas47: — a-a-an-za (KBo XIII 10.6 y - a--art—kl (KUB IV 2 IV 36> 7), adv. nom. sg. de “una vez”, un tema en que alterna con Eichner procede de documentada y *-IIb- ha indoeuropeas. (1992: 37 y 43) interpreta en ambos casos que a— la contracción de *oyo—, con lo que tendríamos en hitita la forma *01— que, alargada por *-wo-, *-ko— servido para formar el numeral “uno” en otras lenguas La línea de interpretación nos parece adecuada, pero creemos 45shevorosíikín significado pa numeral. 46Vid. Eichner 47vid. Eichner (1979: rece s 178) recogía er “solo”, pero (1992: 42). (1992: 37—38 y 42—43>. anat en s egu con una que forma por 1 icia tant o, uril cuyo no es un 105 que para ártkl hay que partir más bien sugiere Puhvel (1984—: s.u. artki), *oy—anki, si es que la generalización adverbios cardinales en hitita es pos las nasales.48 Por otra la raíz *ol— estudiosos sig significado es única propuesta. parte, en la nifica seguro 49 de la otra posibilidad *oy—nkl, o tal vez mej de —anki como marca de tenor a la vocalización que or, los de es posible que también tengamos atestiguada forma a½ta, que según la mayoría de los “por primera vez”. Sin embargo, ni el ni la interpretación a partir de *01— la Finalmente hemos de hacer referencí Carruba (1979: 197—198), a pesar de que no en la bibliografía posterior. Según Carruba una forma de dat. del numeral “uno” en el de las redacciones de ¡(Do XXII 62+KBo VI 2 otras redacciones aparece sustituido por ANA. Según Carruba dicha sustitución se hab (de un nom. *e-ka—) era una forma arcaica y el momento de producirse la copia. Si la fuera correcta tendríamos atestiguada en hit. encontramos en antiguo indio. a a la propuesta de ha tenido repercusión tendríamos atest iguada e-kl que se lee en una III 17 ss. y que en las la preposición acadia ría debido a que e--kl ya no se entendía en propuesta de Carruba la forma *ol-ko— que 1.7.2. FORMAS DE LA RAíZ *SEM- Goe t ze hitita era saní -/~ana- (1935, 1949> sugirió que la forma del numeral “uno” en *sanna— basándonse en el análisis de ~annapl1l— y que interpretaba, respectivamente, como “solo, único~~ 48Vid. §XVII.3.1.1 sobre los adverbios cardinales en hitita. 49Vid. §XVII.15.11, dentro del numerales, para una discusión más capítulo sobre los adverbios completa de esta forma. 106 y como “solo, mismo primera, ya que su no impregnado” y, primera categoría” aparte” ~ 50 De ellas parece que hay que significado parece ser más bien al igual que, sanezzi-ftartrtizzl- derivaría de la raíz *SOn—I— descartar la “vacío, solo; “grato, de “separado, En en real *5011?, s partir añadido, Obsérvese *sern aquí mismo evolución cuanto a ianal—/4an1— “mismo”, si es que no hay que leerlo 52 - idad como un acadograma , si parece que podría derivar de i bien no en la forma que sugería Kronasser <1956: 152>, a de *sm-ni, sino más bien a partir de *sern, con formante —1-- como acepta Eichner (1992: 46) siguiendo a Neu. no obstante, que a pesar de la derivación a partir de no tenemos un numeral, sino una forma con el significado Esto será interesante a la hora de interpretar la semántica de la raíz *sern, como veremos en §1.4. Según Eichner (1992: 46> la raíz *50w también se documentaría en hitita en el adverbio kl~art “así, del siguiente modo”, que él interpreta como univerbación de una expresión *ki San < xkl 4en < *kl/gl/ghi 50’n “in this ene way, exactly so”. A partir de kÑ4art se habrían formado también 01213581? “así, de dicho modo”, apenlK.4an “así, de esa manera” y ker¡l.~?an “así, de esa manera”. Eichner considera que kl.~?an era originariamente una secuencia de nom.—ac. neutros, mientras que en ku~an “¿cuándo?”, —33817 procedería de un adverbio *sein/*sorn que, a su vez, sería un locativo que habría evolucionado del significado “en uno” al de “juntos”. 50Añadí a pero la existencia de la misma no 1992: 46>. (1992: Eichner (1992: &anl t a, está ni de ¡(fo II 3 III 18, siquiera garantizada 46). 45—46) 107 Creemos que también en este caso la interpretación de Eichner ha partido en la dirección correcta, pero no estamos de acuerdo en el detalle. No creemos que haya que partir del significado “uno” de *sern para la explicación de estas formas, sino que creemos que tenemos un resto del originario valor deictico de la raíz del que luego (§1.4.2) nos ocuparemos por extenso. 2. ESTUDIO DIALECTAL Tras el tratamiento detallado de las formas problemáticas y antes de abordar el análisis de las raíces ‘I’sern y *01— y los problemas de cronología relativa de las mismas para la expresión del numeral “uno” en indoeuropeo convendrá llevar a cabo un análisis dialectológico de las mismas que permita precisar los límites de distribución de cada una de ellas. Como se constata al observar las formas que hemos citado al inicio de este capítulo, aparte del toc. las otras dos lenguas que presentan formas derivadas de la raíz * sen> forman parte de un conjunto dialectal homogéneo. Se trata, en efecto, de gr. y arm., que integran, junto con el tracio y el frigio53, un grupo de 54 SSlenguas con isoglosas comunes . Por lo que se refiere al toc. , se ~‘3Nada podemos decir acerca del numeral “uno” ni en tracio ni en frigio. Vid. Polomé (1992>. 54según puede verse en Adrados (1988a: 35>. También Villar (1991a: 498) llama la atención sobre la proximidad dialectal del griego y el armenio. Una buena visión de conjunto sobre el problema, con bibliografía, puede encontrarse en Alvarez—Pedrosa (1991) y, sobre todo, en la reciente monografía de Clacksori (1994). 55Dejamos fuera de la discusión el albanés, ya que, como vimos en §1.1.3. hay graves problemas para su adscripción a una proto—forma indoeuropea. En el caso de que derivara de *3011? las 108 trata de una lengua que se suele considerar más bien emparentada con el LE occidental; sin embargo, que comparta ciertas isoglosas con el gr. y el arm. no resulta demasiado extraño, dado que 56 también presenta elementos comunes con el grupo indo—griego Se podría pensar, en principio, que la coherencia dialectal de las lenguas cuyo numeral “uno” deriva de la raíz *se¡n— hace verosímil la hipótesis de que ésta sea la que ha sustituido a las formas de la raíz *01— y no al contrario. Sin embargo, no podemos dejar de tener en cuenta que, como se ha puesto repetidamente de manifiesto, restos de formas de la raíz *sem— aparecen en lenguas que han empleado formas derivadas de la otra raíz para su numeral “uno” y viceversa57, lo cual invalida un planteamiento dialectal simple que se base únicamente en las formas del numeral ‘‘uno ‘‘ sin tener en cuenta formas relacionables de esas mismas raíces en otras lenguas. consideraciones que hacemos a propósito del toc. serían válidas mutatls rnutartdls también para ella. 56Según Adrados (1975: 1133) el tocario aparece a veces por sus características como lengua de transición entre el grupo indo—griego y el occidental. Y en su reciente revisión sobre la posición del tocario dentro de las lenguas indoeuropeas Huid <1995) lo emparenta más bien con las lenguas orientales. 57 Así, dentro de lenguas con tenemos, como formaciones a “con” , etc. <1959: 286 y 902—905). numeral “uno” derivado de la raíz *ol— partir de la raíz *sern—, a.i. 58— simllis, somel; a.irl. sawlith “al lenguas con numeral “uno” derivado argada por alguno de los formantes han llegado a lexicalizarse como uno (del dado)”, oCos “solo”; arm. ejemplos pueden verse en Pokorny de (al que el Más 109 Sin embargo reestructuración dialectalmente y protolengua y de en lenguas en 1 otra dirección. empleada en ave (évá, évárn) se gr. o~(F)os con en la forma que os Así st i usa el queda abierta la puerta a procesos de léxica llevados a cabo de una forma coherente basados sobre elementos preexistentes en la os que, por tanto, pueden haber quedado restos que la reestructuración se haya realizado en por ejemplo, que una forma *alwas haya sido co. para el numeral “uno”, mientras en a.i. adverbialmente para el signficado “así” y en significado “solo” únicamente puede entenderse 58 propone Adrados (1988a: 43) para procesos de gramaticalización, ya que aunque aquí nos referimos a estructura del léxico, el procedimiento es básicamente el mismo. Por otro lado, nos parece necesario hacer otra observación por lo que respecta a las formas derivadas de la raíz *oi—, y es que norma¡mente se ha tendido a agrupar bajo la misma rúbrica todas las formas derivadas de dicha raíz, aun cuando los elementos añadidos que presenta son muy distintos. Se nota una coherencia dialectal en el uso de dichos elementos (cuya naturaleza discutiremos más abajo), pues las lenguas occidentales y los 59 grupos báltico y eslavo presentan un elemento *—rj frente al grupo indo—iranio, que, a pesar de la alta coherencia dialectal que suele presentar, ofrece aquí una divergencia clara al emplearse en iranio un elemento *—wa— y en a.i. un elemento *.-ka-. 58”Una comunidad de forma, allí donde hay divergencia de funciones, suele traicionar un carácter reciente de estas funciones, para expresar las cuales se han gramaticalizado formas previas a las mismas. 59 Lenguas que forman un conjunto dialectal que comparte otras isoglosas; vid., p. ej., Adrados (1988a>. 110 Recapitulando, que se ha llegado históricas, nos mues pues, los procesos de lexicalización por los a las palabras para ‘uno” de las lenguas tran una distribución dialectal como sigue: raíz II lenguas en las que aparece ~ 01- a. pers ko— a.i. )&1?0 bált., esí., gernu, celt., lat., umúr. hit.? 3. OBSERVACIONES GENERALES _____ LENGUAS Antes de abordar el análisis de las raíces protolengua convendrá detenerse sobre los usos suelen presentar las palabras para ‘‘uno’’, conclusiones que de dicho estudio se deduzcan abordar desde una perspectiva nueva los problemas la variedad de empleo de las mismas en las lenguas SOBRE LOS USOS DEL “UNO ” EN LAS *501?? y *ol— en la no numerales que puesto que las nos permitirán suscitados por indoeuropeas. 3.1. Análisis sincrónico de los usos no numerales de las nalabras para “uno” general, los clasificarse usos en no numerales de las palabras para ‘‘uno 60 dos grandes grupos : indefinidos y 60 Aunque los ejemplos que ofreceremos proceden en su inmensa En pueden 111 61 correlativos. 3.1.1. USOS INDEFINIDOS (valor indeterminado, cuantificador indefinido, pronombre indefinido, pronombre personal general) Dentro de los usos indefinidos podemos distinguir los siguientes tipos: a) valor indeterminado Ocurre en muchas lenguas que el numeral uno es empleado como artículo indeterminado.62 Así sucede en sánscrito clasico63, cómico 66 66 y bretón medieval 64, a.prus. , español, francés, italiano, alemán hebreo moderno, etc. Con frecuencia en los enunciados concretos resulta imposible distinguir entre el uso de las palabras para mayoría de lenguas indoeuropeas, este tipo de usos se documenta también en lenguas de otras familias; vid., p. ej., el estudio de Dramane (1985) sobre diula kelert “uno”. Para los planteamientos generales vid. Luján (1995: 217—222) y para algunos de los usos no numerales de tas palabras para “uno”, Seppanen (1982>, Thomne (1987>, Bolinger (1991). ellos hay que añadir un uso como pro—torta (anafórico) que sólo hemos podido documentar en inglés moderno; vid. Luján <1995: 222). 62Vid. también Thorne (1987) y Seppanen (1982). 63Vid. Wackernagel (1930: 341). 64Según Pedersen (1913: 126>. 65Vid. Schmalstieg (1974: 106). 66E1 uso de cm como artículo indeterminado ya se documenta esporádicamente en a.a.a. y se hará más frecuente en a.a.m. (Braune —— Eggers 1987: 230>. 112 “uno” con valor numeral y el uso como hay construcciones que evidencian la distinción desde el punto de vista de francés67 nos ofrecen buenos ejemplos negativa: artículo indeterminado, pero necesidad de establecer tal los sistemas. El alemán y el gracias a la transformación —al. (art. indet. Icb babo kein fluch. —fr. (art. indet Jo n’ai pas de livres. ¡ch babo cm Bucb. J’ai un iivre. (numeral) Icb babo nicht cii> Buch. (numeral) Jo ti ‘¿u pas un livre. Pero más interesante aún es que incluso en lenguas en las que no existe gramaticalmente dicha categoría el numeral “uno” presenta usos afines a los que ofrece el articulo indeterminado en el caso de las lenguas que sí cuentan con ella. Veamos algunos ejemplos: (dc. (dat. 67vid. 68Vid. — gr.: lWp8L~ ua~±¿Es x&n~Xos (oL>oIICrCETo %WXóS (Ar.AU.1292); — lat. : qui sicut unus paterfarnilias bis dc rebus loquor de Orat.1.132>. 1 Suffenus ¿mus caprimuigus . . . videtur. 22. 10); 68 — a.¡nl. : fecht n-oen “una vez Grevisse (1988: 911>. Thurneysen (1930). 113 El caso del ingí. resulta especialmente llamativo, ya que, si bien en esta lengua hay una diferencia a nivel morfológico entre el artículo indeterminado y el numeral “uno” (a frente a ono>, el numeral también puede presentar usos indeterminados. Así, por ejemplo: Ono Sunday he appcared unexpectedly. O: Ono Peter Smith phoned ¿md asked for you. 69 b) valor cuantificador indefinido Nos oraciones pagar ci caso la numerales poco, bas ej., en a. ingí E gehwl 1(2 referimos a usos como los que presenta el español en como: No me vendrían mal unas pesotillas para acabar dc coche. Según se observa, resulta evidente que en este oposición paradigmática tampoco se establece con otros sino con cuantificadores indefinidos del tipo mucho, tanto, etc. Ejemplos similares se encuentran también, p. sánscrito a partir del Atharva Veda’0, en toe. 71 y en 2 donde, por ejemplo, es frecuente la expresión áitra “cada uno” (con ánra en gen. plu0. El hecho de que aparezca con ejemplo citado del español, o evidentemente, no admiten la cuant nombres en plural, como en el con nombres de masa, que ificación por numerales también 69Cf. la sencuencia: —Mrs. Thatcher has phoned. —The Mrs. Thatcher? —No, a Mrs. Thatcher. Donde el artículo indeterminado que, como acabamos de ver, puede 7OVIá. Wackernagel (1930: 341). tiene una des empefiar función también paralela a la el numeral. 71Vid. Van Windekens (1969: 167). 72Vid. Fricke (1886: 10) y Mossé (1950: 91) 114 evidencia que el empleo de la palabra ‘‘uno~~ no está en sentido numeral propio . Como ejemplos podemos citar: —fr. : II restera íd pour un tempa-. —esp. : Se quedará aquí por un tiempo. Con palabra numerales este valor de ‘‘uno’’ puede para dar una cuantificador indefinido, y en plural, la aparecer, además, acompañando a otros idea de aproximación. Así: rurí duin sum ego unos scx dies Me quedan por leer unas veinte —a.ingl. : wDgLiti 81211W (ChristB 683) / mid sunire anre leasunge (GD 339.23)~~. d) pronombre personal general Este uso está muy relacionado con el anterior, ya que no sólo las palabras para ‘‘uno’’ sino también otros pronombres indefinidos, precisamente dado su carácter de indefinición, pueden aparecer en usos generalizadores. Sin embargo, en el caso del “uno” conviene distinguirlos ya que a veces que tenga valor meramente indefinido o con valor generalizador implica distinta sintaxis. Tal es el 75 caso de esp. si la guerrilla anda buscando a uno para matarle ...(valor indefinido, pero referido a una persona en concreto) frente a si la guerrilla le anda buscando a uno para matarle.. (valor generalizador). Algunos ejemplos de usos de “uno” con valor generalizador en diferentes lenguas: —ingí. : Ono must know how to tako caro of oneself.76 —it.: Se uno vuolo pué fario. —al.: Was stilte man machen, wenn dic Polizoi einom so etwas 74 Más ejemplos en Mitchell (1987: 1.207). También en a.a.a. cm se utiliza como pronombre indefinido (Braune -- Eggers 1987: 230>. 75Vid. Real Academia Española (1986: 230). 76 En ingí. amer. también es correcta la expresión Ono must know how to take caro of himsclf, del mismo modo que el uso del posesivo bis con referencia a ono suj. de la oración frente al empleo de ono ‘sen ingl.brit. 116 mit tci It Este presenta cont iene mensaje valor generalizador como característica el la palabra para ‘‘ uno~~ Así sucede en esp., ingí., del he se ‘‘uno cho de refiere it. y al en que al muchas ocasiones el enunciado que propio emisor del Además en muchas ocasiones impersonalidad. Un ejemplo strucciones alternativas como non ci si lava puzza. este valor generalizador raya claro lo ofrece el italiano So uno non si lavo puzza fren 3.1.2. USOS CORRELATIVOS Podemos de contraste—oposición y distinguir los siguientes a> contraste u oposición Bajo ‘‘uno’’ se forma exp expresar formado, esta denominación englobamos aquéllos usos en los que opone paradigmáticamente TCt, EL> IICL>. .. EL> SC.. (Arist.EN 1139%) a.2) en correlación con la s palabras para ‘otro” (como en osp. uno quería ir a Roma y otro a Florencia’’> —lit. víení lame jo, kitl bógo “unos asediaban, los otros huían” 78 —gr.: Tr¡5 911E9cX5 iptul> PTIflWL>, £L>05 [dEL>... £TEpOU - SIEpODSE... (X.HG 1.7.23) , Latinan> (Petr.48.4). —al.: Dor cine schwieg, der andero sprach weiter utid weiter. —it.: Se uno dei ragazzi vuolo faro qualcosa, b) expresión de la reciprocidad Las correlaciones del tipo de las señaladas en el apartado anterior son aprovechadas en muchas lenguas para la expresión la reciprocidad. de la repetición Como ejemplo de expresión de la palabra para ,,79uno de la misma por medio podemos referirnos a: 78E1 uso contrast ivo de ‘‘ uno~~ está restringido en lituano al plural según Kurschat 79 (1876: 261>. tipo de construcción entra dentro del tipo que Arbeitman Así se -lat. : duo templa sunt Cereris unum, alterum Liborao dici di no. alteran> 1 ‘altro s empre de 118 —hit. : ny 1—a~ 1—e—da—ni li-e i-da--Ia-a-u-o-o~—zi (KBO y 4r. 3ss.) —let.: VI0~5 170 viena (Ev.Juan 13.22). Como ejemplo de lenguas medio de la correlación entre para “otro”80 podemos citar: que expresan la reciprocidad por la palabra para “uno” y la palabra —ingí. They bate ono anothcr.81 —fr.: lIs s’aident toujours l’un J’autrc. 3.2. Repercusiones fonéticas, morfológicas, sintácticas do los usos no numerales82 y léxicas De lo visto anteriormente se desprende que las palabras para “uno” pueden tener diferentes usos aparte de los propiamente numerales. Tal disparidad de uso tiene implicaciones de índole fonética, morfológica, sintáctica y léxica que a veces se hacen evidentes a nivel sincrónico y en bastantes ocasiones conllevan consecuencias a nivel diacrónico ya que producen evoluciones diferentes que desfiguran la unidad de forma original. expresión i terat ion (1993: 303), en su análisis de las diferentes formas de de la reciprocidad denomina “collocatory homorrhizaic pronouns of reciprocity”. 80E1 tipo “collocatory heterorrhizaic pronouns of reciprocity” en la terminología de Arbeitman (1993). 81 En inglés algunos hablantes distinguen entre , pero 222—224). eacb otber no es una 119 3.2.1. REPERCUSIONES FONETICAS Resulta especialmente importante el hecho de que en determinados usos las palabras para “uno” pueden ser átonas. Tal característica acompaña, por ejemplo, a los usos como artículo 83 indeterminado en algunas lenguas como el francés 3.2.2. REPERCUSIONES MORFOLOGICAS A) Tanto los usos indefinidos como correlativos señalados acercan las palabras para “uno” a los pronombres. En ese sentido no es de extrañar que se vean influidas por las características morfológicas de aquéllos. Así, por ejemplo, se da el hecho de que en lat. el gen. de unus es urtius, con desinencia en —lus al igual que los demostrativos e indefinidos, en vez de contar con una desinencia en —i como seria lógico esperar dado que es un adjetivo 84 temático. B) Igualmente desde el punto de vista morfol6gieo debemos llamar la atención sobre un hecho ya señalado por Greenberg <1978: 286): la existencia de lenguas en las que hay una forma distinta de numeral para el cómputo y en el discurso. IDe ello tenemos un ejemplo en al., donde la forma eins se emplea sistemáticamente para el cómputo, con independencia del género del sustantivo al que se refiere86 frente a la diferenciación de género en las formas 83Vid. Grevisse (1988: 47>. No así en otras como el propio esp. Cf. Navarro Tomás <1985: 193). 84 Una declinación temática debemos suponer para el indoeuropeo según Szemerényi <1978: 286). Pero debemos hacer la salvedad de que a nuestro juicio la forma *oinos sólo es reconstruible para el indoeuropeo occidental Spíeler. 87Excepción hecha de pluralia tan tum del tipo una cas tra en lat. o unas tijeras en esp. También el plu. de lit. vienas se usa con pluralia tantuta (Wiedemann 1897: 98>. 121 3.2.4. REPERCUSIONES LEXICAS La tendencia señalada anteriormente a combinarse con pronombres y adjetivos indefinidos supone el surgimiento de combinaciones cuyo status (sintagma o palabra compuesta) no resulta fácil de dilucidar en muchas ocasiones, como en fr. quolques—una frente a quelqu’un o en it. qualcuno. Volveremos sobre esta cuestión posteriormente. 3.3. Repercusiones diacrónicas Los hechos que acabamos de señalar en los distintos niveles (fonético, morfológico, sintáctico y léxico> tienen gran relevancia a la hora de abordar el estudio diacrónico, ya que se encuentran en la base de las transformaciones que pueden sufrir los diferentes sistemas lingílisticos y que pueden afectar de forma directa a las palabras para ‘‘ uno~~ en varias direcciones: creación de categorías gramaticales específicas a partir de lo que en principio no son sino usos marginales, surgimiento de nuevos términos dentro de alguno de los subsistemas de la lengua, etc. Intentaremos a continuación dar una visión general acerca de las direcciones que suele tomar el cambio lingilí stico por lo que a las palabras para “uno” se refiere. Retomamos para ello la clasificación de los distintos usos que establecíamos en §1.3.1. 87 3.3.1. DE LOS USOS INDEFINIDOS a) surgimiento del artículo indeterminado como categoría gramatical 87 A la bibliografía ya citada, añádase Givón (1981), aunque cl artículo está planteado sobre otra perspectiva y se basa fundamentalmente en el análisis del hebreo moderno coloquial. 122 El latín no conoce en ni, lógicamente, “artículo están presente en esp., fr. para la creación de esta úl palabra lat. para “uno”, por de usos indefinidos como los su gramática la categoría “artículo” indeterminado”, que, en cambio, sí it., etc. Y, como es bien sabido, tima tales lenguas han partido de la un proceso de generalización a partir que ejemplificábamos anteriormente. Pero en las lenguas mencionadas, aunque el artículo indeterminado se ha constituido en categoría gramatical, formalmente no se ha diferenciado del numeral, cosa que sí ha ocurrido en ingí., donde a partir de la forma de a.ingl. ~l? se han desarrollado, por un lado, el artículo, que en su forma actual es a, y, por otro, el numeral 0170. Este diferente desarrollo estuvo 98 condicionado evidentemente por la disparidad de uso Una diferenciación semej dialectos románicos89. Así: ante se ha establecido en algunos ligurino: t icinés: romaño lo: Barese O en los dialectos franco—provenzales de formas más extendidas son: num. masc. ion, on, fem. OnDa. Saboya, en fem. i&n5, Debemos llamar la atención sobre el hecho de que de formas diferenciadas para numeral y artículo no la aparición implica que Strang (1991: 271—272 y 299—300). Rohlfs <1966—69: 111.309) y Price (1992: 448). [yrt 1 [vyn] [.5] [jane] Un [un nu [nu dEntej dcp] dent] dertde]. los art que la masc. 88Vid. 89VId. 123 aquél pierda la posibilidad de ser usado con valor indeterminado, como ponen de manifiesto los ejemplos del ingí. como los citados en §1.3.1.1. b) aparición de indefinidos compuestos Como es bien sabido, la combinación de pronombres es una de las formas más frecuentes de renovación de los elementos pertenecientes a este subsistema lingilístico. Los indefinidos no son en absoluto una excepción a esto y en nuestro caso concreto las combinaciones del numeral “uno” con diferentes pronombres y adjetivos indefinidos, señaladas en §1.3.1.1. son fuente de surgimiento de nuevos pronombres. Veamos algunos ejemplos: ingí. : someone, cveryone fr.: quelqu’un, aucun it.: alcuno, qualcuno, ognuno al.: irgendeinor esp. : alguno 90 a.prus. : erains Semejantes a éstos, aunque resultado de la combinación de una negación y las formas para “uno” en un oso claramente indefinido, son los pronombres siguientes: 91 a.prus. : flil2IflS a.esl.: nijedirtilie “ninguno”92 origen de er— parece ser una forma pronominal, aunque cl detalle no está completamente claro; vid. Schmalstieg (1974: 106). 91sobre la que vid. schmalstieg (1974: 106—107). 92Vid. Vaillant <1958: 620). 124 ingí it.: osp. • . no-one neas uno • ninguno. 3.3.2. DE LOS USOS CORRELATIVOS Señalábamos anteriormente que los usos correlativos se suelen aprovechar en muchas lenguas para la expresión de la reciprocidad. En este scntido dichas correlaciones, bien del “uno” consigo mismo, bien con otros pronombres, pueden desembocar en la fusión en una sola palabra, en la línea de lo que acabamos de señalar para los indefinidos, constituyéndose en este caso nuevos pronombres recíprocos. Ejemplo de pronombre la palabra para ‘uno “uno”). Como ejemplo fusión de las palabra eínander, que a pesar como compuesto de Arbeitman (1993: 303 pronombre ya que, preposición ésta se primer y el segundo e marca de caso general red proco puede ser de pronombre s para uno~~ de su formaci ein y ander, —306 debemos por una Pa sitúa ante lemento y, en alemán constituido por repetición el arm. : mimeank’ ~ al que haremos abundante referencia. Vid. Luján (1995: 226—229). 98 No consideramos necesario reproducir los testimonios de cada uno de los usos en las diferentes lenguas indoeuropeas, pues pueden localizarse fácilmente en el diccionario de Pokorny. 126 (“pronominal stem”) a un caso de *01, y no en indefinido. En efecto, no indefinido puede pasarse “uno’. En cambio el caso numeral sí es defendible. significado numeral para referirse al concreto de una raíz con significado parece nada claro cómo de un significado al significado concreto del numeral del paso de un significado deictico al Creemos que los usos numerales de la raíz *Sem han de ser, por tanto, anteriores a los usos indefinidos de la misma. Anteriormente (§1.3.1.1) hemos visto abundantes ejemplos de la utilización de las palabras para “uno” con valor indefinido, por lo que no resultaría extraño que éste hubiera sido también el caso en la protolengua.99 Lo más interesan que usos indefinidos lenguas en las que el que, como veremos en analizar la cronologí expresión del numeral Limitándonos a las raíz *sem, es decir, sin vocalismo o en la raíz, el numeral uno es eka—, para la que Grassmann (1 einer, irgend jemand” y 99oonda formas mismos teorí a no resu te de esta constatación resulta del hecho de la raíz *SOW se documentan también numeral ‘uno no se forma sobre la misma, §1.6, tiene gran importancia a la hora a relativa de las raíces *sem y *oi— en uno de en lo de la formas que Pokorny (1959) lista bajo la añadir aquéllas que lista bajo *soin, con tenemos el caso del a.i., lengua en la que pero donde se documenta la forma 581118—, 872: 1478> da el valor primario de “irgend también los de “jeder” y en plu. “alíe”. <1953: 71—72) reconoce bien que los usos de la raíz *som no son antiguos, pero su exp a partir de pronombres “complementarios” sobre la mentalidad “unidad—dualidad” de los Ita convincente. indefinidos de licación de los —dentro de su indoeuropeos— 127 Esta palabra presenta además la particularidad de no presentar acento en el texto védico100, en relación con lo dicho en §i.3.í.í. Caso análogo es el de las lenguas germánicas, donde, como vimos, el numeral ~~uno” se expresa por medio de formas continuadoras de *01—no-. Pues bien, en las primeras etapas documentadas de estas lenguas *sem aparece en usos indefinidos: a.ingl., a.a.a. sumn, gót. suRis, a.nórd. sumar, etc. El estudio de la evolución de las formas de estas raíces en inglés se muestra especialmente significativo para comprender lo que puede haber sido el proceso acaecido en diferentes grupos lingUisticos de la proto lengua. Beda inicia el relato relativo al poeta Ca~dmon dentro de su Historia Eclesiástica diciendo: in deosse abbudissan rnyrtstre wxS sum bródor syndriglice muid godcurtdre gife gernkred. Lo que nos interesa es el empleo de siam con la palabra bródor, un nombre contable en sg. En inglés actual tal empleo de sorne sería imposible, ya que su uso queda restringido (salvo ciertos usos expresivos fosilizados) a nombres de masa y nombres contables en plu. Un ejemplo claro de la diferencia de uso entre ingl.a. y mod. lo tenemos en la interpretación de un sintagma como eower suma “uno (concreto) de vosotros, vuestro jefe” frente a soine of you, que de forma inequívoca hay que interpretar en ingl.mod. como “algunos de vosotros”. Otros ejemplos de la utilización indefinida de sum en 101 singular en a..ingl. pueden ser los siguientes sum ¡nora W~S cadungan gehaten “uno de ellos se llamaba Cadungan” (Anglo—Saxon Chronicle 1097); ‘00Cf. Macdonell (1910: 304). 101Tomados de Fricke (1886: 11). 128 — para hsedertra manna suta “un hombre malvado” (lit. “un hombre de esos malvados” (The Blicking Homities 223). La competencia entre siam y an en ingl.a. y med. resulta muy ilustrativa de cómo se puede dar la sustitución gradual de una raíz por otra, pues si bien en a.ingl. ambas pueden ser utilizadas ante nombres en sg. con valor indefinido ya en el ingí. med. temprano se empieza a dejar de usar siam con nombres sg. imponiéndose an en dicha función, con lo cual empieza a configurarse más claramente como el artículo indeterminado.102 4.1.2. USOS CORRELATIVOS Gonda intentóprobar con “unidad=dualidad” era básica su libro de 1953 en la mentalidad que la idea de los puebí indoeuropeos, denominados “pr lado, hoy está ciertos argumentos al igual que imitivos”. Para claro carece de en muchos defender es soporte an de índole lingilística ahora nos interesa analizar. Gonda (1953: scm— 1.. .1 cannot have meant “one” in the first integer or of an absolute oneness, a admitted by the authors of etymological referred to “one in relation to another, even appear to me that * soma— expressed t person or thing, a complement of which is exist, the idea of the single person or obj a whole”. Ya hemos visto (§1.3.1.2) cómo diversas lenguas que las palabras 102Vid. Strang <1991: es para otros pueb ta teoría, q tropológico, y entre elí 33) afirma: emodern~ se 5 is usually lexicons. It to a second” he idea of los ue, se os nse or mu .1 the de por bas uno he of t ac st t los otro a en que root the it ly have wo u 1 d single present or supposed ect which forms part un hecho frecuente “uno se empleen 271—272). de os to of en en 129 correlación creemos que pensamiento oposición—i básica. Se para “uno” función de especialmente consigo de ello de los dentificac trata úni se suele los indef mismas o con las palabras para otro” y no pueda extraerse la conclusión de que en el hablantes de francés, inglés o español la ión de los conceptos unidad y dualidad sea camente de un hecho lingiiístico: la palabra aprovechar para establecer correlaciones en diferentes sentidos que puede adquirir, inidos. En el contexto citado Gonda se está ocupando concretamente de la palabra gr. airpos 1 CTFpos, que, como se suele hacer, et imologi conexión por él un i dad=d interpre 1 ingúl st adecuado creemos nivel f ide pende lE como dado se za como con la p emit ida ual idad t ación icos. pero que rio ormal d ucia de marca de ha añadi 103 *sm-tero- • Según él, el hecho de qu resentación de alternativas refuerza acerca de la importancia de entre los indoeuropeos. ha de buscarse por otros camino Su análisis etimológico de £‘tSpos en cuanto a la interpretación dcl s se trata sino de un proceso trivia e un contenido ya presente. En su origen, el sufijo *—t ero— ha venid oposiciones y constrastes. Como tal do a la raíz *sema en aquellos usos e consigo misma, según los e istos más arriba. Y de ahí *—1 ero— es un añadido secun corre lat ivament los paralelos y stórica gr. Que que ya de por el análisis de sí entraban formas como en correlación lat. alter, e aparezca la hipóte la idea en sis de A nuestro juicio la s, puramente nos parece ufijo *—tero— 1 de marca a efecto, con o a servir en en un momento en los que se jemplos de la ha surgido la dario a formas de oposición lo muestra con marca -ter (< *-t ros) frente a gr. &XXog o el propio lat. alius, ambos con marca Otro ejemplo similar nos lo proporciona la forma armenia miws 103 Para la etimología de ETEpOS cf. Chantraine <1968 etc.: s.v.). emp le misma forma aba y hi * -tos. 130 - ,,194 “otro, uno mas “también, además’. 4.1.3. CONCLUSIONES SOBRE LOS * SRM formada por los elementos ¡ni “uno” y OVS USOS INDEFINIDOS Y CORRELATIVOS DE Creemos que, apoyándonos en los paralelos de uso y evolución expuestos, se puede afirmar con cierta seguridad que los usos indefinidos y correlativos de la raíz *sema no pueden ser utilizados para ver en ella ni confluencia de raíces homófonas diferentes, como a veces se ha ~ ni esquemas ideológicos de dualidad—unidad en lE. Todos esos valores se justifican plenamente a partir de los usos habituales de las palabras para ‘uno” en las lenguas, de modo que podemos pensar que la situación era similar en la protolengua. Otra cosa es si el significado de “uno” es el más podemos reconstruir para la raíz ie. *sema o podemos allá y relacionarla con partículas y deicticos. efectivamente es así, y a ello dedicamos el siguiente ant iguo ir aún Creemos apartado. 4.2. El valor deictico de la raíz *sen¡ Junto a los usos comentados existen algunas formaciones en las que la raíz *sem conserva un valor deictico, a partir del cual se puede explicar su posterior lexicalización como numeral, según veremos en el capítulo XI. ‘04sobre la que vid. Arbeitman (1993: 294, 105Vid. la bibliografía en Hahn (1942: 86, n.21>. n. 17). que más que 131 4.2.1. LOS DEMOSTRATIVOS DE LAS LENGUAS CELTAS En principio los datos más favorables para la identificación del valor deictico de *sem parecen ofrecerlos las lenguas celtas. Existe en galo un pronombre demostrativo’06 sosin que se puede analizar fácilmente como el tema del demostrativo *50- + —SJfl, partícula esta última bien documentada en a.irl., aunque nunca con valor deictico sino anafórico’07, y que también aparece como primer elemento de los demostrativos galos sinde y , —sin derivaría de *sm, con lo que tendríamos atestiguado de forma clara el valor deictico de la raíz *se~~>. Pero hay que tener cierta cautela antes de aceptar dicha derivación. La cuestión de la evolución de las sonantes nasales indoeuropeas al galo no está aún cerrada: está claro que existe la evolución *ín>am y que hay algunos casos de interpretación controvertida109 en que el resultado es orn. A partir de este segundo resultado, y dado que hay 1-lo abundantes paralelos de paso 0>1 _n(C) en galo , si que podría aceptarse la propuesta de Lambert. Algo similar podría decirse en el caso de las formas del a.irl., pues si bien la evolución normal es *m>am también se encuentran casos de vocalización con timbre ‘06Sobre los demostrativos en galo vid. Lejeune (1980). ‘07Vid. Thurneysen (1949: 300). 08Salvo el nom.—ac. sg. neutr.; vid. Thurneyesen (1949: 293—294). de Bernardo (1987: 38—39) el resultado unitario es ama, y cm se explica por apertura o, en los ac. sg. de los atemáticos, por influencia latina; para Lambert <1994: 43) se trataría de divergencias dialectales dentro del galo. “0Vid. Evans (1967: 392—393>. 132 111 1. 4.2.2. EL ALARGAMIENTO -SM- DE LA FLEXION DE LOS DEMOSTRATIVOS En los casos oblicuos del masc. demostrativos (y algunos otros pronombres, relativos) entre el tema pronominal y la de en algunas lenguas indoeuropeas un elemento dat. abí. y loc. de los pronombres y adjetivo tásmai, t¿sma~d, tasmain ¡ ahn,~i, ahm~it, ahmai; pasme y loc. Osme; gót. : dat. de pronombres paRima; a.prus. : dat. stesrnu y kasrnu; arm. 113 pronombres >. y neutr. sg. de los como interrogativos o sinencia se intercala 112 -Sm- (a.i. y ay. s pronominales, tipo umbro: dat. esmael y y adjetivos, tipo dat.—loc. de los Brugmann <1911: 354) —con buen juicio— relacionó este “alar2amiento” —Sm—con la partícula del ¿vi. 51112 que aparece como refuerzo de pronombes y que -dicho sea de paso— constituye un testimonio más del originario valor deictico de la raíz *sem. Sobre ella Grassman (1872: s.u.) afirma que se trata de un antiguo adverbio y —lo que es más interesante— observa que se añade directamente al tema pronominal y, por tanto, ha de ser anterior a la flexión. Por su parte Thumb —— Hauschild (1959: 138—139) señalaron con acierto que formas como los adverbios védicos ti~it/tád “así” frente al abí. tasma~t muestran a las claras que en un principio -Sma— no formaba parte de la flexión y sugieren (pp. Vid. Thurneysen (1949: 129—130). 112 de las formas en Erugmann (1911: 362—363), Lane (1961: 471), Villar (1972: 333—335). armenio clásico la desinencia —own se ha extendido ya a los adjetivos en —0, si bien sólo como locativo. En época postclásica su expansión siguió, utilizándose como locativo también en la flexión nominal. Vid. Clackson (1994: 63). 133 120—121) dos posibilidades de interpretación, bien que originariamente fuera una partícula, bien un pronombre independiente. Lane (1961: 474), en cambio, rechaza la posibilidad de que se tratara de una partícula enfática y defiende que se trata de un caso de composición dedos demostrativos.’ ~ En realidad dicha dicotomía no se plantea si, como bien vio Grassman, debemos remontarnos a una época preflexional para el análisis de estas formaciones. En ella no tenemos sino un caso banal de refuerzo de una raíz con valor deictico por medio de otra también con valor deictico, concretamente *—si11—. No creemos que pueda representar una objeción el alargamiento no aparezca extendido a la paradigma, ya que contamos con buenos ejemplos similares, como la presencia de una partícula deícti demostrativo de cercanía lat. que sólo aparece en ci el hecho de que totalidad del de fenómenos ca —c(e) en el ertas formas. 4.2.3. EL ALARGAMIENTO -SM- DE LOS PRONOMBRES PERSONALES Un alargamiento -sma(e)-- se encuentra atestiguado pronombres de la primera y segunda persona plural dc 115 a lenguas indoeuropeas (gr.: ac. y dat. de la 1 y 2” pers. flIdUL>, U¡ICLS, U¡IUI-’; a.i. : ac., instr., dat., abí., gen. y la 1a y la 2a pers. asm~n, asma~bhis, asmabhyamu, as.’nat, asniasu y yusm~n, yusma~1bhis, yusmaabhyamu, yusmat. yusmu~k¿un, en los algunas TIPE LS, loc. de asmuakamu, yusmasu de la línea de Villar (1972: 360—361), habría añadido -mu—, el formación de casos obí escindido por adición de 115 Para una visión discrepante vid. Szemerényi (1978: 280—281), 51 bien la propuesta que hace este autor es muy poco verosímil. interpretación que hemos expuesto vid. quien parte de un gen. *te/os al que se elemento que alterna con *—bh— en la icuos, y que posteriormente se habría nuevos morfemas a la forma comun. 134 avest. ac., abí., dat. y gen. de ahinaiby~, ahm~kam, y abí,, dat. y x?Fmaiby~/yú.~maoyo, xgnñkam/y&4rnÁ~kai»>. la a gen. Tema debatido ha sido si se debe pers. : áhm~, a de la 2 o no identificar este alargamiento Para Szemer posibilidad al argami ento el plural. Si fuerza alguna personales de por lo qu apliquen con el que ényi (1978 desde el aparece só n embargo, dado que ingular y hay por mismos 5 e no los hemos encontrado en los demostrativos. 265 y 280—281> queda descartada tal momento en que en los demostrativos el lo en el singular y en los personales, en este argumento no nos parece que revista las raíces empleadas para los pronombres plural en indoeuropeo no son las mismas, qué esperar que necesariamente se les alargamientos. En segundo lugar, la diferenciación de formas de plural para dativo, ablativo y locativo es un fenómeno muy tardío dentro del indoeuropeo, que sólo llega a producirse en el grupo indo—iranio, mientras que, como puede deducirse de la extensión dialectal del alargamiento *—5fl7— en el singular de los demostrativos, su utilización ha debido hacerse en una fecha mucho más temprana. Así pues, la 131 y 138—139) alargamiento de adecuada. En real podido combinarse plantea mayores p los deicticos y oposición del tip en la evolución d plural del latín 110.5 tenemos esp. visión de autores como Thumb —— Hauschild (1959: o Adrados <1975: 829>, que relacionan el uno y otro tipo de pronombre, nos parece la idad, la comprensión de cómo una raíz deictica ha con las formas de los pronombres personales no roblemas, habida cuenta de la facilidad con que el numeral uno” entran en correlaciones de o “uno . . otro”. Un buen paralelo lo encontramos e los pronombres de la primera y segunda persona a las lenguas romances, pues frente a lat. nos y nosotros y vosotros, formas desprovistas ya del valor contrastivo que au tres. todavía tienen en fr. rtous autres ahmat yusmat y vous 135 4.2.4. FORMAS PRONOMINALES HITITAS Existe en hitita una forma pronominal enclítica —sitias, a a ac.—dat. de 2 pers. plu. y dat. del reflexivo de 3 pers. plu., que ya Sturtevant (1951: 1.105) relacioné con el alargamiento —Sm-- 116 de personales y demostrativos . Es fácil de entender la evolución desde un significado deictico al anafórico que suele presentar esta forma. 4.2.5. ¿SEOMENTACION *SE-M? Al menos desde Brugmann (1906: 159—161) se segmentar la forma *sem que aparece en el numeral componentes *se--m. Brugmann interpretaba que *se— deictica *5C/*SO, extendida por un alargamiento identificaba con el sufijo de superlativo. que para bien Rahn (1942: 118—119) también consideró el elemento demostrativo *50 hubiera sido la expresión del “uno”, pero *—inO— seria una raíz indefinido—relativo—interrogativa. ha intentado “uno” en los era la raíz *—nIo— que la posibilidad de alargado por *1110- en su opinión mas Por su parte, van Windekens (1969), basándose en el análisis de las formas tocarias E se, A Sa—, creyó encontrar en las mismas y en la E— de gr. £XUTOP una prueba de una utilización de la raíz pronominal *se para la expresión del numeral “uno” previa al alargamiento de la misma por *—m. Sin embargo, como vimos en §1.6, el análisis de las formas tocarias propuesto por van Windekens no Adrados (1975: 807) para la posibilidad de que se relacione a con el pronombre de la 1 pers. plu., nom. SUIDOS, ac. 116 Vid. también sumas. 136 puede ser mantenido y por lo que a la forma griega se refiere, hay otras alternativas de interpretación.’’7 Recientemente, la segmentación en *se—m, entendiendo que se trata de dos temas pronominales o deicticos, ha sido defendida, entre otros autores, por Bader (1979: 144)118 y Shields (1994: 183). La interpretación es muy sugestiva. Sin embargo, carecemos de argumentos que puedan considerarse completamente decisorios para asumirla sin reservas y, por otra parte, no podemos olvidar el hecho de que cabe proponer una interpretación alternativa. En efecto, una explicación comprensiva de la raíz *sem que abarque todos sus usos podría ir también en la línea siguiente. La raíz *sem, que por su estructura es del tipo nominal—verbal, desde fecha temprana habría tenido usos de tipo pronominal—adverbial, al igual que otras como *per¡<. Sin embargo la especialización de la raíz *sem— en ese tipo de usos habría llegado hasta el extremo de ser empleada exclusivamente para ellos, de modo que las lenguas históricas no nos atestiguan ninguna formación en la que tenga un empleo nominal—verba], frente a lo que ocurrió con raíces análogas que, aunque desarrollaron abundantes usos pronominal—adverbiales mantuvieron también los nominal—verbales. Ya hemos visto huella de la utilización de esta raíz con valor puramente 113 deictico, a los que quizá se podrían añadir otros más 117 Vid. §xíV.í.í.2 118 Quien, además, defiende que la expresión de la unidad no es sino una especialización de la expresión de la ipseidad. 1/id. los análisis que para palabras como gr. propone l-lahn (1942). 137 5. LA RAíZ *01- Y SUS ALARGAMIENTOS 5.1. Análisis de la raíz *01— Frente a la multiplicidad y frecuencia de usos no numerales que se atestiguan para *sem fuera de las lenguas en que se utiliza para la formación del numeral “uno’, no sucede lo mismo cori las formas *01>0.5, *oiwos y *oik(W)os. De entrada formación fuera con esta formac embargo, está c formaciones no trata de den sufijo *—no- frecuent í s imo la forma *olk(W)oS no se atestigua de a.i. eka— “uno” 120 Aveces 121 se pone ión lat. urticus, gót. aluaha y a.esl. laro que, aunque el sufijo pueda ser el son directamente comparables, en tanto vaciones secundarias sobre la palabra por medio de un segundo sufijo por en las lenguas indoeuropeas. en ninguna en relación irtokb. Sin mismo, las en que se uno con lo demás La forma *oiwos sí aparece fuera de las lenguas iranias antiguas, concretament en gr. ¿tos (chipr. otros) “solo, único” y en los adverbios del a.i. OVS, evam “así”. Por lo que a las formaciones del a.i. se refiere, se interpretan bien a partir de un valor deictico originario “de esta manera”~”así”122. y tampoco la forma griega apunta en la dirección de tener que presuponer que en la prehistoria del griego olos ha sido utilizado como numeral. Y, 120 A no ser que se acepte la teoría antigua (vid. Brugmann 1916: 159, que sigue bibliografía anterior) que la relaciona con lat. aequus, pero eso implicaría que el dipongo ¡E era *81- e impediría relacionarla con las otras palabras para “uno”. 2Así, en una obra tan reciente como la de Gamkrelidze —- Ivanov <1995: 721). ‘22Víd. en este sentido, p. ej., Pokorny <1959: 286). 138 123 de hecho, la interpretación que apunta precisamente en sentido significado “solo” hubiera llegado En cuanto a pronombre del a.i. vocálicos en dicha hemos encontrado bálticas. ¶25 En cua es que, como ya se conservado el val interpretación de forma sánscrita se numeral en la que habrían llegado a parece total (1942), al indefinidos: es frecuentí usos deicti semántico. se ha propuesto en ocasiones contrario, que a partir del a adquirir el valor numeral. *oirtos, puede que esté atestiguada en el 1 24 0>8-, aunque dada la confusión de timbres lengua, nada impediría partir de *0mb—, que ya en formaciones pronominales de las lenguas Iquier caso, lo que ahora nos interesa resaltar ñaló Lehmann (1991: 134), en a.i. 0178— tenemos or deictico originario de la formación. La Shields <1994: 182, n. 5), según el cual la ría una especialización dialectal a partir del las características pronominales del numeral convertirse en dominantes semánticamente, nos mente inaceptable, e incide en el mismo error que lclahn confundir bajo “pronominal” usos deicticos e la evolución del numeral “uno~~ hacia usos indefinidos sima; en cambio, desconocemos casos de evolución hacia cos, lo cual es lógico desde el punto de vista Cu r iosa Hesiquio, qu dado”. Sin -comp le t ament e la prehistoria Piénsese en pal dados de póker) 123 Vid. resulta la palabra griega OLL>Tl, ien nos da como significado de la m embargo, creemos que tampoco aislado dentro del griego— obliga del griego existiera *oiitos con abras españolas como as (en las o pito (en el dominó), que nada ti transmitida isma “el uno este testimo a pensar que valor numer cartas y en enen que ver §1.6. ya Persson (1893: 242—243). §1 . 1. 1 por del nio en al. los con 124 Vid. 125 Vid. 139 uno, la griega t uno del 1.toI~’áCE LI) forma del numeral en nuestra lengua. enía el sentido de “solitario, solo”, dado, pues también Hesiquio glosa xcvt& yXutia~ y ot¡AOL’ma como ¡JOPllpl. Tal vez la palabra para referirse al como 10 Contrasta, pues, esta escasa utilización de las formaciones para “uno” con valor no numeral con la amplia difusión de formas de la raíz *sem en usos no numerales fuera de las lenguas donde ha servido para la expresión del “uno~~. De esta diferencia intentaremos sacar partido en §1.6 para el establecimiento de la cronología relativa de las dos raíces en función de numerales. Por lo *01—, que, atestiguada 126 al menos unanimidad27 que se refiere a la interpretación de la propia raíz como vimos en §1.1.7.1, posiblemente se encuentra sin ningún alargamiento en hit. con el valor de “uno”, desde Schleicher (1866: 495—496> hay casi total en derivarla de la raíz pronominal—adverbial *1 y, relación entre el numeral “uno” y el pronombre demostrativo ya había sido percibida por Bopp (1858: 55), quien afirma: “In der Bezeichnung der Zahí Eins herrscht grosse Vershiedenheit unter den indo-europáischen Sprachen, was daher kommt, dass diese Zahí durch Pronomina der dritten Person ausgedriickt wird, deren urspriinglicher Reichthum Uber dic Mannigfaltigkeit der Ausdríicke ftir Eins befriedigende Auskunft gibt.” 127Así, entre otros muchos, Brugmann (1911: 6—7), Bagge <1906), Adrados (1975: 876), Schmid (1989: 10), Lehmann <1993: 254), Sihíer (1995: 405>, Adrados —— Bernabé —— Mendoza (en prensa>. En cambio Winter (1992: 17) afirma que los numerales del “uno” al “tres” son formas inmotivadas (vid, la crítica de Hurford 1993). Para una curiosa interpretación alternativa, que ve en *01- una raíz nominal emparentada con las palabras para “huevo” en las lenguas indoeuropeas, vid. Holmer (1990: 10—11). 140 creemos, que, en efecto, esa es la etimología más adecuada de la misma.28 5.2. Los alargamientos de la raíz *01— Como ya hemos visto, la raiz *01— aparece alargada por tres elementos distintos: ~, *—wo— y *~k(w>o~, cuya naturaleza será conveniente examinar. De entrada debemos decir que la mayor parte 129 de los autores no se ocupan de esta cuestión, limitándose simplemente a señalar la existencia de los mismos. Con todo, sí se encuentran en la bibliografía algunas opiniones merecedoras de nuestra atención. Una línea de interpretación ha consistido en relacionarlos con otras formaciones numerales con los mismos sufijos. Así, lloffmann (1965: 251> pone en paralelo la alternancia *tris—wo-/*tris--no con la alternancia *oi—wo---/*oi-no—. Y Emmerick <1992b: 291), refiriéndose específicamente a avest. aéuua—, señala que *—wa— se encuentra también en iranio *par--wa— “anterior” (avést. paouruua—, a.pers. paruva—) y en indo—iranio *wiswa— “todo(s)” (avést. vJispa—, a.pers. viga, a.i. Visva—) y *sarwa— “todo, entero” (avést. hauruua—, a.pers. haruva—, a,x. sarva—). En este mismo contexto hay que situar la opinión de Colemann (1992: 389—390), para quien el sufijo *—no- de *OinO—>lat. ¿ir?us indicaría “cumplimiento de un estado”, como en lat. dígnus, gr. OTUYL)oS y a.i. puma— “lleno”, y sería el mismo que se encuentra 128 segmentación en dos raíces, *0— como en a.i. 8—Sy8 y a—Sitial más la *1 deictica, propuesta por Bagge (1906: 260> y que también l3ader (1979> adopta, nos parece excesiva. 129 La misma constatación en Shields (1994: 181, n. 3). 141 130 en los distributivos latinos , de lo originariamente *01ro— era el primer miembro de que dicha deduce ¶31 serie. Por su parte Schmid (1989: 9—10) se limita a constatar que existen paralelos para la alternancia *oI-no—, *oi-wo-, *oi-ko— en series como: Rhenus< *reirto—, lat. tinas, esí. r6ka “río”; lit. suenas “saliva”, gr. XELOS< *leiwo— “brillante”, lit. sliekas “lombriz”; lat. prónus, esí. prawo “derecho”, lat. reei—procus; lit. Prioral (topónimo>, lat. prinus, a.prus. prijki “contra”. La constatación de Schmid resulta muy interesante, si bien material aportado es muy heterogéneo, pues se aducen paralelos raíces nominal—verbales, como *rew—, sólo usadas como tal junto con raíces de estructura nominal—verbal pero con frecuen usos adverbiales, como *prH~—. Son estos segundos los que más interesan, puesto que, en el caso que nos ocupa, alargamientos aparecen añadidos a una raíz de estruct pronominal-adverbial. el de es, tes nos los ura En este sentido, cabe plantearse cuál es el origen estos sufijos añadidos al “uno”. Así, en una línea de básicamente correcta, Adrados (1975: 876—877) los al argamientos pronominal—adverbiales posteriormente t emat recientemente Shieids (1994) ha dedicado un artículo a a que, de hecho, estos tres alargamientos, de origen responden en realidad a la oposición “one hero”, “one t yonder”. Sin embargo, esta elegante construcción no sino a costa de forzar un análisis de *kweIo~, último de análisis considera izados. Y rgumentar deíct ico, hero”, “ono se consigue cl tema del 30Sobre los que vid. §XVIIIÁ6.1. idea ya es antigua; vid, p. ej., Gonda (1953: quien, además, a.i. eka— pertenecería originariamente clase que dvika—, etc. (sobres éstos vid. §xíx.íí). 73—76) para a la misma que 142 pronombre marcaba 1 evo lucionó entonces”, lenguas general concepción atest iguada indoeuropeas pronominal arbitrario. interrogativo, como pronombre a “jeder—Deixis” y considerando hacia la designación de la deixis para lo cual se carece de cual indoeuropeas. Y, adoptando una volvemos a tener aquí un caso de de “pronombre”: la raíz *0 como interrogativo y relativo pero no como demostrativo y por el atribuirle un origen deictico que originariamente que posteriormente de lejanía “allí y quier apoyo en las perspectiva más mal uso de la e/O— está bien en las lenguas mero hecho de ser no deja de ser Sí que nos resulta aceptable, en cambio, la relación propugnada por Shields de los alargamientos *-wo- y *-no- con las 132 raíces deicticas *11 y fi. Queremos llamar especialmente la atención sobre dos empleos de la raíz *n que nos parecen especialmente significativos en el contexto de lo que venimos diciendo: uno es el caso del demostrativo tesalio, que presenta la forma OVE, donde no tenemos sino un proceso más de aglutinación de demostrativos; el otro es la forma art— empleada como base para el pronombre opositivo “otro” en germánico (p.ej. gót. aupar) y lit. (alitras) con adición del sufijo *-tero, que tal vez no ha hecho sino venir a reforzar una idea de oposición ya presente33, para lo que es interesante tener en cuenta la evolución sufrida en a.esl. por el pronombre 1n5, que, como vimos en §1.1.2, entronca etimológicamente con *olno- y ha pasado a significar “otro” por oposición a OnU, que ha sufrido una evolución de signo contrario, ‘32Sobre las que <1975: 821 y 850 y Adrados (1975: 33Vid. lo dicho contrastivos del vid., para 822 y p. ej., Pokorny (1959: 319—321) y Adrados *n y Liebert (1954>, Pokorny (1959: 73—75) 850). anteriormente uno (§1.3.1.2) a propósito de los usos 143 ya que ha pasado a significar “éste, uno”, todo ello motivado por el empleo en la correlación “uno.., otro”.134 Volviendo ahora al análisis de *~kwo~, y en relación con la crítica que hemos hecho de la hipótesis de Shields (1994), creemos que hay que tomar en cuenta una propuesta de Bopp (1858: 55), aceptada por Schleicher vuelto a ser recogida relación de *~kwo~ interpretación que n primer lugar, desde e visto en §1.3, se da como diacrónica entre parte, entrando ya en lado el hecho de que del pronombre interro tema con vocalismo —o más frecuente un tema restos aislados: cid, *oi — reci con t por sí sola bir alargami inuación que en con os IP con el el en gat fr en ha pod ent os, podemos <1866: 495), pero que bí iogr tema la bi el parece unto dc frecuen numeral detalle a. i. la iv o — iiide f ente a ot —1 (del kimu). Est ido expresar posibilidad contar con afía. del acertada posteriormente Estos autores vieron pronombre interrogat por varias razones. vista general cia una relac “uno” y los morfológico, forma mayor mido lE es ras lenguas que en a.1. a interpretac el numeral ésta para un testimon no ha un a i yo, En porque, como hemos ión tanto sincrónica ndefinidos. Por otra no podemos dejar de it ari amen te presente la que presenta el en las que es mucho sólo quedan algunos ión implicaría que “uno” aun antes de la que veremos a io griego, además del del hitita, según vimos en §1.7. 5.3. Otros numerales posiblemente derivados de la raíz *1 Nos ocupamos en este apartado de algunas formas del numeral “uno” especialmente problemáticas que también pueden derivar de la raíz *1, pero que no responden a ninguno de los modelos *oi-no-—, *oi-wo-, *oi~k(W)O~ que hemos analizado. Vid. Adrados Bernabé —— Mendoza (en prensa). 144 5.3.1. GRIEGO lOE Se encuentra atestiguada en los dialectos eolios y en Homero forma fem. del numeral “1” La, 1 Los testimonios son los ient es36: creo que a3 beocio: - &ub óPaXPáWI) IIEL)TUXLOXELflWOL> SLEZXEXTL6UL> £~ELxoPTa i$s SEG 3.359.10 = Migeotte (1984: n016B.10); — &~ Soui.u ... iat-’ 8”Cai-’ Corinna 654.3.17; b) tesalio: — Ev OIáXXaS nOCas SiSas ... tap PU> L«I~ 10 9(2>.517.22 = Schwvzer 590.22;’~~ c) lesbio: - otó’ V’au BoxCw.iut. ... nápOcvov “no ninguna (doncella)... “ (Sappho 56.1). — itaXáoiap anuxeCitot.”ucx póvcw tap uaxúúv anis luELnhwv “al que le faltaba un solo palmo para los cinco codos” (Alc.350.6). d) Homero: - ot6’ ta u? 0115 A 437; — LI) SE Lij ~~4á 1 319; — 111 S¿ T ‘t~ A 174; -l 35García—Ramón (1975: 65) supone que la forma contaba con aspiración inicial por analogía con las formas de mase. y neutro ELS y LI), respectivamente. Para postularlo se basa en la forma lesb. ¡-ITISELQ atestiguada en 10 XII.2 6.12, que interpreta como procedente de *prI&chLa. Sin embargo, como ha señalado Hodot <1990: 152> la forma no exige en absoluto dicha interpretación. omados de Thumb —— Scherer <1959: 4> y Blúmel (1981: 271) para el conjunto de los dialectos eolios y también Vottéro (1994: 264—266 y 281—284) para el beocio. 37Thumb —-~ Scherer en tesalio tomado posterior de dicha así, Bítimel (1981: (1959: 74> recogían de SEO 13.395.8; inscripción (SEO 26 271) ya no la recoge. otro sin 675. ejemplo de esta forma embargo, la edición 8> la ha eliminado y, una si gu 145 ta liampil N 354; [~SI)tris 011403 II 173; 8> w 2 251; tpuxtj ‘7’ 569; aLofl X 477; EX I)fl8U03 0 496; IJEL> LCXL> ~ 435. Como se observa, es sólo la forma femenina la tiguada con valor numeral; sin embargo en cretense ocasiones en las leyes de Gortina la forma 138 izada como demostrativo que está aparece en masculina — ano8aítOat 88 inI) xpE¡.Ia-LoL> [QL “que comparta los bienes con éste” VIII 8; — E1ILpCXLPL) LO “que — o1IULC-3UL LOt lOt bien como: “que se case “que se case con el que jo segunda interpretación, 139 preferible se reabra el proceso contra éste” IX 29; E]5 10 ITpELytoto, que puede interpretarse con uno el (hijo) del mayor”, o como: es el (hi ) del mayor”, si bien la con como demostrativo parece También masculino y permiten dcc demostrat ivo LVL«UTOI) “en en mesenio se documenta una vez esta el sintagma y el contexto en el que idir con absoluta seguridad si está ut o como numeral (Schwvzer 74.126): un año”/ “en ese ano Y lo mismo ocurre con la Homero: 01 11fxI)TE¶ u~S XCoI) única aparición niiart>’AYóos rtou> formación en aparecen no ilizada como del masculino Z 422, donde en LO) Pile (1988: 288). 139Asi, entre otros, Hile <1988: 288) y Hajrlal <1988: 74). - u? 3 — LII — LEY — LII - LTjS - 11) ates tres ut i 1 146 II[IEYTL puede entenderse como “en un día~~ o “en ese día”. Desde antiguo la interpretación las opiniones han estado divididas en de estas formas. Unos investigadores cuanto a han sido part idarios de ver una evolución fonética a partir de los casos141 oblicuos; así, p. ej., gen. *smiia—s> *sia-—s> tas. En cambio, para otros esta forma no derivaría de la raíz *sern y nada tendría que ver con la forma ELS de uso más general en griego, sino que se trataría de una forma construida directamente por tematización de la bien conocida raíz pronominal *1. Vottéro <1994: 284> ha anotado otra posibilidad consistente en que la forma fem. ta (necesariamente con espíritu áspero en ese caso> se hubiera constituido por analogía con el masc. [LS en una época (a partir del siglo IV a.C.) en que éste era ya pronunciado /hi:s/; sin embargo, como válida para el él mismo señala, dicha beocio. hipótesis sólo podría Recientemente Hajnal (1988: 74> y Meier—Briigger (1992: 1.60) han vuelto sobre la cuestión y, aceptando la explicación fonética, han propuesto que las formas mase. y neutr. tos e tOL> no son sino formas analógicas creadas a partir del fem. La, proceso que Meier—Brtigger inserta dentro del contexto general más amplio de las múltiples refecciones por analogía que ha sufrido el paradigma del numeral “uno” en griego. 140Vid. la bibliografía en Scbmidt (1900) y Schwyzer 141Ruijgh (1971/72: 171—172> prefiere entender que se ha un acercamiento de la forma femenina a la masculina por la eliminación de la p— inicial de 4a. En cambio, la demostrativo masculino y neutro la explica a partir de Lo—, suponiendo que también el griego habría heredado pronominal que se encuentra en lat. ohm, etc. 1953: 588>. producido medio de forma del *eyo>*EO> la forma ser 147 Sin embargo, creemos que la combinación de explicación fonética para el femenino y formación analógica para el masculino no es convincente y que hay que replantear la cuestión en los siguientes términos: 1> Desde el punto de vista fonético grupo *smv— en griego no se resuelve con 142 desaparición de s— inicial la evolución regular pérdida de —UY—, sino 2) Los autores que postulan una creación analógica del masculino descuidan un factor importantísimo para que su explicación resulte convincente: hay que postular entonces una evolución semántica desde el significado como numeral “uno” que presenta sistemáticamente la forma femenina al valor de deictico de proximidad que nos testimonian las formas masculinas. Y esta evolución semántica parece difícil de aceptar. En efecto, hemos visto anteriormente (§1.3) que de las palabras para “uno” derivan frecuentemente usos pronominales, pero como indefinIdos, y un valor así se corresponde mal con una utilización como deictico. Por estos motivos creemos que las formas LOS, LEY, [OP con LIS, aceptar la hipótesis que las den Dicha derivación no ofrece ningún estas formas como demostrativos y, como numerales se refiere, no tend proceso de lexicalización de una originario que ya hemos visto tanto “uno” derivadas de la raíz *50w como *01-. resulta imposible relacionar ¡da, ~‘I) y nos inclinamos a va de la raíz pronominal *1. problema en cuanto al uso de por lo que a su utilización riamos sino una vez más el forma con valor deictico para las formas del numeral para las formas derivadas de ‘42Vid. Lejeune (1972: 119—121). del con 148 5.3.2. GOTICO DE CRIMEA ITA El gótico de Crimea presenta una numeral “uno” que, frente al resto de “10”, carece de correspondencias con lenguas germánicas. Las formas de lo 143 gótico de Crimea son las siguientes 1: ita 2: tua 3: irla 4: fyder 5: fyuf (por *fyrtf) Para Stearns (1978: 104> es posib a con el pronombre de 3 pers. sg. neut. curiosa forma ita para el los numerales inferiores a los numerales de las demás s numerales “1” a “10” en 6: seis 7: senene 8: atlie 9: nyne 10: thiine le que ita esté relacionado de la Biblia gótica 112. Esta es la que nos parece 1 *5&UY como la raí partir del cual habría, pues, testimoniara un línea de interpretación habitual del a más adecuada. Hemos visto ya cómo z *01— tenían originariamente un va evolucionaron hacia su uso como de extraño en que el gótico proceso similar, sólo que en est forma en grado cero de la raíz *1 en gótico ha sido reforzada con 1 que ha dado el 144 a partícula —8. numeral tanto la br deícti numeral de Crimea e caso, con pronombre *Id y Sin 27 5—276> parte de el báltí embargo, hay que que ha buscado la la base de que la co, el eslavo y el reseñar una propuesta de Hamp (1977a: explicación por otros derroteros. Hamp forma del numeral “uno” que presentan albanés resulta de la univerbación de 143Tomada de Stearns (1978: t44Sobre el pronombre vid., p.ej., Krahe (1977: 182—184). y la raíz co a Nada nos una 104): 149 un sintagma originario integrado por un demost “uno”14” Pues bien, cuando los godos entraron eslavos la morfología de dichas formaciones transparente, de modo que en un contexto de 148 esperar calcos al gótico. Habría surgi rativo y el en contacto todavía de bi 1 ingúismo do así una numeral con los bía ser cabrí a forma *ita—aina—/—in—>*ita—(z)ina--. A partir de aquí se podría pensar que el final —mi se eliminó por constituir un sufijo poco claro o bien que *—aina- desapareció en contextos donde era redundante o entraba en conflicto con otros elementos si suponemos que en gótico de Crimea *aina— podía utilizarse también como artículo o en el sentido de “solo, único~~. Sin embargo, Hamp prefiere decantarse por la posibilidad de que en gótico de Crimea hubiera subsistido una regla indo—europea reconstruida anteriormente por él para postular dicha regla es la siguiente: — la aparición “21 vacas”, con bo e — la oposición ej., lat. centum y de — la utilización liekas “decimoprimero en a.irí. 147 de sintagmas del tipo b¿ ar n singular y sin aparición de ¿en “1”; entre formas como gr. E—~~tOI) frente a.i. sa—hasram frente a lat. mille; en a.lit. de liekas con el sentido de Como desigual hecho que, se observa, la evi valor. En primer habida cuenta de los dencia reunida es muy lugar, llamemos la at usos no numerales heterogénea y de ención sobre el que, como hemos visto en §1.3, adquieren con se puede pensar en alternanci en español: ¿tienes ya —expresiones pract icamente en español—. Específicament llamó la atención sobre tausend/ein tausend en alemán también en indoeuropeo se hub entre presencia y ausencia de frecuencia las palabras para uno as del tipo de las que se documentan una tarjeta?/¿tienes ya tarjeta? intercambiables en cualquier contexto e para el “100”, ya Brugmann (1907) las variantes hunden/em hunden, por lo que nada tendría de raro que iera dado una alternancia de ese tipo 1 “uno” junto con el numeral “100” Por otra parte, por lo que al lituano se refiere, la objeción de Hamp (1972: 55), en cuanto a que no se debe postular un cambio semántico si se puede encontrar una explicación que lo haga innecesario, resulta pueril si la contrapartida es tener que suponer una regla sintáctica, más aún teniendo en cuenta que el significado de la raíz de liekas es precisamente “dejar, quedar”; si, como es el caso de liekaS, sobre ella se deriva un adjetivo en singular, ¿qué puede haber de extraño en que tal formación Vid. ¶48 Vid. Robinson (1905) para una recopilación dc ejemplos §xIV.1 para el análisis del numeral “100”. fichi 1 a, p. pirmas 151 si gn i fi que sobra”, en ¶49 más “el que queda, el que sobra”? Y “el que queda, el que singular, puede entenderse perfectamente como “uno de 150 En cuanto al a.irl., aparte de que los ejemplos son tardíos la regla ha de ponerse en relación más bien con el modo de formación de los numerales intermedios en a.irl. 161 y con el hecho de que oen—, como señalamos al inicio del capítulo, se utiliza siempre como primer término de compuesto, por lo que en este tipo de sintagmas (literalmente, “vaca sobre veinte”) sí que puede resultar redundante, pero no creemos que de ahí, sin que la regla sea compartida ni siquiera por el resto de las lenguas celtas, pueda deducirse una regla indoeuropea. 6. *SEM/*Oi-: CRONOLOGíA RELATIVA En §1.2 estudiamos la distribución dialectal con valor numeral en las lenguas indoeuropeas, que tener presente ahora, por lo que reproducimos el que allí ofrecíamos: de *sem y ~oi~ ahora convendrá cuadro—resumen ‘49wd. §XII.5.3 y §XII.12.6 para el análisis de los numerales intermedios en lituano. ‘50Vid. Thurneysen (1946: 245). 151Sobre el que vid. §5(11.2.1. 152 raíz lenguas en las que aparece *sem gr., arm., toc. (y alb.) a. pers a.i. ~—no-- bált., esí., germ., celt., lat., umbr. hit . Indudablemente no presentaba dos raíces formas para designar anomalía tipológica f efectivamente, pueden podemos contentarnos con afirmar que el distintas sobre las cuales se contruian al numeral “uno”, ya que esto supone rente a todas las lenguas conocidas, coexistir formas distintas, según lE las una donde, expone Greenberg contar en medio del de formas claro, por para el lE. (1978: 286—287>: una empleada enumeraciones y otra utilizada discurso. Sin embargo, todos los relacionables morfológícamente lo que no podemos postular una de modo de forma ejemplos q entre sí oposición absoluto para contextual en ue ofrece son de un modo de este tipo p 1 ante a, para el pues, el problema de “uno” en indoeuropeo, cuál ha *Sem sido la u *01— forma más En este sentido, podemos recopilar algunas de las opiniones la bibliografía de los estudios indoeuropeos. expresadas Se ant igua en 153 6.1. Estado de la cuestión Brugmann <1911: 6—7), siguiendo bibliografía an tenor 1S2 que las lenguas comunidad abstracto diferencias indoeuropeas todavía no de ella con pos de base son individuo (“ en cuanto beze i chnend Hírt (1907: (1955: 258>, (1995: 406). en favor de mismo sufij En cambio asociación expresa un uno tenor dist i gerade global “), En 91, 19 en cuanto obedecen existía Las lenguas a partiridad ntos: der” idad t érm 27: Szemerényi a la expresión al hecho de una expresión indoeuropeas s de formaciones *01— designaría ), mien (“das inos 5 308), tras que Zus same imi lares Wackerna <1978: 256), Schmid (1989: 10), que su argumentación el hec o —no-- que se encuentra Waanders <1992: 370>, con la idea de pluralidad, a idea partitiva: “uno del “uno” en las que en época de para el concepto e habrían dotado de cuyos significados a la unidad en cuanto *seni aludiría a la unidad nsein, die Vereinigtheit se expresan, entre otros, gel <1930: 340—341>, l3urrow Carruba (1979: 199), Sihíer esta explicación, añadeacept a ho de en lo que cree de que *0 5 distr acept a que es un con 1->fl0-- pr ibut ivos para * s orn junto esente el latinos. *Sefl7 una la raíz que de cosas contables”. Por su parte, Meillet (1920, 1925b, 1934: 410, DELL: s.u. Unus, etc.) creía que *sein era la antigua palabra para “uno sustituida en las lenguas que no la presentan por formas de *01— cuyo significado originario era “solo”. Apoya esta idea en el hecho de la existencia de gr. OL(F)OS “solo” y en el valor de lat. urius, que con frecuencia, incluso en época clásica, significa “solo, único”. Igual ocurriría con a. esí. jedinú. Esta idea es aceptada en sus términos básicos por Stang (1966: 276) y Arumna 152Parece que la interpretación arranca concretamente de Schmidt <1900). cree 154 (1985: 188). Por otra parte Waanders <1992: 370) ha argumento a favor de la mayor antiguedad de *Sein el *oI— aparezca sufijado por varios elementos dis argumento también es utilizado por Sihíer (1995: añade, además, la constatación de que *s&m distribución geográfica característica de arcaísmos *ofno— se documenta en un área amplia y contigua. añadido hecho de tintos. 405>, q presenta mientras En cambio Tischler <1973: 69> considera para su estudio *oino- como la forma común indeuropea y *SOmn como la innovación, pero sin ofrecer argumentos para ello. Con todo, dado el cuadro general que ofrece su estudio estadístico, se puede pensar que lo ha hecho simplemente por ser *oino— la forma más difundida. Recientemente t favor de la mayor an ya hemos visto, argumentación a favo que puede aparecer valor deictico ella había adquirido su empezado a utilizars demostrativo *se/0- de especificar la de formas del tipo *01 *se/o—, reforzado él ambién Shields (1994: 183) se ha pronunciado a tigúedad de *01— sobre *5cm como numeral. Como Shields desarrolla en su artículo una r del origen deictico de los alargamientos con *01-, que vendrían a reforzar una raíz con misma. 163 Pues bien, según él, una vez que *01— valor numeral y —flO—, —Wc—y ~kwo~ habían e como marcas de diferenciación deictica, el también habría venido a utilizarse como medio ixis de *oi- (es decir, que habría que suponer —Se—>. Y seria a partir de este empleo como mismo por el enclítico *(e/o)m habría acabado adquiriendo el valor “uno 6.2. Nuestra interpretación Comenzaremos por criticar la explicación de Shields por su Vid. §1.5 para el análisis de la raíz *01—. como que Este ui en una que 155 arb tant qué *oI - de ix sign pien uno como darse dei c t trariedad, ya que desde el momento en que se considera que o *sem como *oi- tienen su origen en delcticos no se ve por razón hubo de ser *sem la que se utilizara como refuerzo de y no a la inversa. Y, por otra parte, el concepto mismo de is una vez que la raíz (cualquiera de ellas) ha adquirido el ificado “uno” no tiene ningún sentido. Es más, aunque se se en construcciones del tipo “uno de aquí” “uno de ahí”, de allí”, esto no podría explicar la utilización de *se—rn refuerzo ya que al tratarse de un solo elemento no puede oposición de distancia que es lo característico de los i cos. Por lo que a las hipótesis tradicionales se refiere, hemos de llamar la atención en primer lugar sobre el hecho de que los argumentos para analizar la oposición *sem/*oi- y su antigUedad relativa han sido exclusivamente de índole semántica. Sin embargo, creemos que ha de otorgarse mayor importancia a los argumentos de índole funcional, para la cual nos basamos en las conclusiones obtenidas en §1.3 al estudiar los usos no numerales de las palabras para uno En efecto, desarrol corre 1 at 51.4.1 q lenguas eamb io, construi lenguas además, der ivabí hemos visto lan con frecuencia usos no ivos, principalmente. Por ue la raíz *5Cm presentaba donde el numeral “uno” no como vimos en §1.5, no su das sobre *01—, que sólo en las que no han servido cuando lo hacen, presentan es del significado de en 51.3 que las palabras numerales como otra parte, h dichos tipos de se forma sobr cede lo mismo escasamente se para la expresión significados que uno”, sino que, para uno~~ indefinidos emos visto uso incluso e la misma. con las for documentan del “uno” no pueden s más bien y en en En mas en y, er al contrario, parecen haber precedido a éste. Así pues, parece obvia: la raíz *sern se ha lexicalizado en la numeral “uno” antes que las formas de la raí la conclusión expresión del z *01—, que, 156 posteriormente, han venido a desplazar a aquéllas, de tal modo que en la mayoría de las lenguas históricas ya sólo encontramos *sem en los usos no numerales. Finalmente, no podemos dejar de señalar el apoyo que para esta hipótesis encontramos también en el hecho de que en lenguas que no utilizan la raíz *sem para la expresión del numeral simple dicha raíz se encuentre en formas ya opacas en la sincronía de las lenguas históricas, pero cuya etimología evidencia la presencia de 154 *sem con el valor de “uno”. Nos estamos refiriendo a formas como lat. semper “siempre”; a.i. sakrt— “una vez”, avést. hakwret “una vez”; a.i. sahasrarn “mil”, avést. hazaNra— “mil” y, tal vez, lat. ,,1 66 mille “mil ; etc., donde bien en grado pleno *sem o en grado cero *5w aparece esta raíz con su valor “uno 7. CONCLUSIONES Para la expresión del numeral ~~uno” se lenguas indoeuropeas dos raíces diferentes, última en las formas alargadas *0mb—, *oiwo- vez en hitita y, con grado cero, en gr. LOS. han utilizado en las *50w y *Oi—, esta y *o1kwo~, salvo tal Tan t O partir de principio sufrido obedecer estudio una como otra raíz han llegado a su uso una utilización anterior como deicticos, por el proceso de lexicalización como numer ha de ser en líneas generales el mismo. a presiones de sistema y, por ello, pos hasta el capítulo 11, donde abordamos en su numeral a lo que, en al que han Éste ha de tponemos su conjunto la 154Vid. Pokorny (1959: 902—903). 155Sobre capitulo ‘56Sobre las dos últimas dedicado a los vid. §XVII. 10—uy 5XVII. 14. 1.3, dentro del adverbios numerales. estas tres designaciones del “mil” vid. ~XV.2. 157 constitución de indoeuropeos. la serie de los diez primeros numerales Sin embargo, dichas raíces no indicios de que la en las que históri deriva de *01—, lo el proceso de lexicalización como numeral de ha sido simultáneo, ya que hay abundantes raíz *swn fue utilizada como numeral en lenguas camente la forma que expresa el numeral “uno cual no sucede a la inversa. 158 CAPITULO II: EL NUMERAL “DOS” 1. LAS FORMAS DEL NUMERAL “DOS” Éstas son las lenguas históricas: formas del numeral “dos” que nos atestiguan las gót. twai lat. duo lit. di) a.esl. dúva alb. dy gr. 8i5o/6iS<~> arm. erkow avést. duua a. i. dv~ toc.A WU a.galés dou a.nórd. tveir umbr. dur let. dlvi córn. dow a.a.a. zwene bret. dou a.ingl. tweften a.prus. (ac.) dwai toc. B Wi Convendrá detenerse a estudiar algunas lenguas antes de abordar reconstruibles para el indoeuropeo. más la en detal cuestión le las formas de de las formas 1.1. Formas problemáticas del numeral germánicas 1.1.1. EL NUMERAL “DOS’ EN GERMANICO OCCIDENTAL La forma del a.a.a. zwene, así, así como la del presentan un elemento en —Ji— que las diferencia del ‘La primera es cuantificación independiente, 242—243>. la de se “dos” en las lenguas a. saj resto forma en combinación, usada para expre un sustantivo; la segunda, la usa predicativamente. Vid. Thurneysen • twéne de las sar la forma (1946: 161 2 formas germánicas. Se admite generalmente , incluso desde antes de Erugmann <1907: 34>, que dichas formas proceden de una forma *dwoino— que, en origen, debía ser un distributivo, habida cuenta de su sufijo Por lo que a a.ingl. tw~gen se refiere, la explicación generalmente aceptada la hacía proceder por analogía de begen “ambos”, que, a su vez, se explicaba como un compuesto de *bó “ambos” y una forma del pronombre jener, con diferentes formulaciones: *b¿—jeIn5, *bb-janñ, etc. La aceptación conjunta de estas explicaciones llevaba, pues, consigo aceptar que formas de dialectos tan próximos y ambas con un elemento *—no— tenían etimologías completamente distintas. Recientemente Ross —— Berns <1992: 568) han avanzado una propuesta que tiene la ventaja la de derivar todas las formas del germ. occ. de una misma protoforma: *dwów eniiw, nom.—ac. dual de un sintagma integrado por el numeral “dos” y el pronombre *0110—, conservado dentro de las lenguas germánicas en a.nórd. inn. Sin embargo, ya Seebold <1968: 420-421) había dado buenas razones para rechazar una composición con dicho pronombre: las formas de hecho atestiguadas para la palabra “ambos” en las lenguas germánicas siempre tienen como segundo elemento de compuesto una forma del demostrativo *to— y de ningún otro, incluso en a.nórd., donde, como hemos visto, hay conservadas formas del pronombre *eno—. 2 Así, por ejemplo, Krahe (1977: 211); más bibliografía en Seebold (1968: 417, n. 1>. 3sobre estas formaciones en *—flO— vid, nuestro tratamiento en ~XVIII.16.2, dentro del capitulo dedicado a los distributivos. 4vid. para un resumen de estas propuestas Seebold <1968: 418—420>. 162 Por otra parte, a la hora de entrar en el detalle fonético Ross —— Eerns (1992: 568—569) se ven obligados a suponer cruces poco verosímiles entre proto formas para poder derivar de ellas las formas de las diferentes lenguas germánicas occidentales. Así, para llegar a *twojjino, la que según ellos es la forma que antecede a a.ingl. twegen/tw~gen, se ven obligados a suponer un cruce de *twajinae + *twé in5 para explicar *twójjinó, y, a su vez, han de aceptar un cruce entre *twajinae (.c*twai 11180) + *twó 1110 para explicar *tw?5jinae. En este sentido, la propuesta más plausible nos parece la del propio Seebold (1968>, que preserva la explicación unitaria de las formas del germ. occ. sin tener que recurrir a acciones analógicas continuadas. Tras realizar un exhaustivo análisis de los materiales de los diferentes dialectos del a.ingl. llega a la conclusión de que tanto las formas de esta lengua como la del a.a.a. zwene pueden derivar de *dwojinos (procedente, en último término de *clwoi-nos), que, además, cuenta con el respaldo de a.esl. dávojinú. A partir de dicha forma se esperaría proto—germ. *twajinaz, de donde *twajen- > *twejen— (escrito twegen en a.ingli’)> (desaparición de *—j—) a.a.a. zwene y a.ingl. twen— en twentíg “20”. En cuanto a la utilización de derivados en <-no- y otras formaciones de “colectivos” como meros cardinales, no resulta • 6 problemáticas habida cuenta de lo extendido de la misma. 5Vid. Seebold (1968: 428) sobre las diferentes procedencias del sonido escrito como g/q en a. ingí. 6Vid. Brugmann (1907: 36—55>. 163 1.1.2. EL NUMERAL “DOS” EN ANTIGUO NORDICO En a.nórd. que se trata de 7 en dicha lengua la forma de masc. tveir no es problemática, puesto una forma con desinencia —eir del plural adjetival La forma para la que sí hay explicaciones nom. neutr. tvau, que tradicionalmente8 continuación directa de lE *dwów. Recientemente ha propuesto que la forma *twów es un proto—nórdico, ya que él reconstruye una forma que procedería en último término de TE *dwa. ventaja de aceptar esta propuesta, ya que ni poder establecer una única forma de la que nom.-ac. neutro en todas las lenguas germáni de que la propia reconstrucción de lE *dwa poco verosímil. divergentes es el se consideraba Voyles (1992: 243) a innovación del protogermánica *twó No vemos cuál es la siquiera sirve para derive la forma del cas, aparte del hecho como forma neutra es Así, gót. twa teóricamente puede ser continuación directa de *dwo o —más probable- presentar la —a de nom.—ac. plu. neutr. cono waurdai En cuanto a a.a.a. zwei lo único claro es que no puede 10 proceder ni de proto—germ. *twó ni de *twñw y se ha explicado a partir de *twaou, con —u tomada a la declinación adjetival. p. ej., de Vries (1977: s.u.). 8Así ya Streitberg (1895: 216>. 9La objeción expresada por Eichner <1982: 3), para actuado una anología se esperaría gót. *two con el el pronombre *~o no nos parece definitiva. p. ej., Ross —— Berns (1992: 567>, con bibliográficas. quien de haber mismo final que las referencias 164 Por otra parte, ya que hemos mencionado dos formas para las que ha habido autores que proponían remontarías a LE *dwo, haremos referencia brevemente a otras formas de las lenguas germánicas para las que también se ha propuesto dicha ascendencia. La primera es *twa— en *twa—liba/twa--lifa “12” (gót. twalif, a.a.a. zwelif, etc.) ~ Dicho *twa— pudiera proceder, efectivamente, de lE *dwo; sin embargo, como bien ha señalado Cowgill <1985: 16) lo más probable es que, en realidad, se trate de una forma abstraída a partir del paradigma con declinación pronominal. La segunda forma es a.a.a. nom.—ac. fem. zw~ que Cowgill deriva directamente de lE 12 *duwo; sin embargo, la explicación tradicional , que nos parece más acertada, femenina en —o ve con aquí ac. la plu. influencia de la declinación nominal en —a > —a. Finalmente, los duales de los pronombres personales a germánicos de primera y segunda persona (1 pers.: gót., a.ingl., a a.saj. wit, a.nórd. vii, fris. wat; 2 pcrs.: a.ingl. gil, a.saj. gil, a.nórd. it, fris. jat) se explican generalmente como compuestos con segundo elemento —t procedente de *dwo. La explicación es posible, pero la escasa entidad fonética de dicho elemento no permite la reconstrucción fonética exacta de la forma de la que deriva y deja lugar a la especulación sobre otras posibilidades. 13 1h~id. Ross formas y el p. ej., Voyles (1992: 243—244). Cowgill repasar la bibliografía sobre la cuestión se hace otras propuestas menos verosímiles. 13Remítimos a Cowgill (1985: las propuestas Schmidt (1978: 169—170), 15—16) y Lehmann <1986: s. de interpretación de estas Ei chner u.> para formas. —— Berns (1992: 596—597) para la recopilación de las detalle fonético, y nuestro tratamiento en §5(11.12.6. 1985: 16—17> eco también (1982: una revi al de 74—88), sión de 165 1.2. El numeral “dos” en las lenguas itálicas 14 Comenzando por el latín , la cantidad de la vocal final de duo es problemática. Los gramáticos (p. ej. Charisius 35.25 K) distinguen entre masc. dua y neutr. da¿ y en los poetas cristianos se documentan escansiones como dub. Pero, como es lógico, hay que relativizar mucho el valor de estas fuentes. Los poetas clásicos escanden sin excepción dub y en la poesía más antigua de época republicana lo que sucede es que duo se escande como si fuera un monosílabo que contuviera una sílaba larga, es decir, /dwo:/, aunque no se puede descartar que la escansión fuera en realidad con dos breves equivaliendo a una larga. Sin embargo, en final de yambo se mide dúó: así en Plaut. Ampli. 974, 1108, Mil . 1384 como nom. masc., en Plaut. ~pId. 186, Pseud, 1000 como ac. masc. y en Ter.llaut. 838 como ac. neutr. Si se aceptara que esta última es la forma originaria, la forma clásica du¿ se explicaría muy fácilmente por abreviación yámbica. Sin embargo, no se explicaría así el carácter breve de duo— en dubdecim y otros 15 compuestos en duo— , para los que habría que pensar en una refección analógica según la forma libre de la unidad. En cuanto a umbro dur, no hay problema en remontarla a TE *dw5 o *dwów, con la recaracterización por medio de —5, desinencia de nom, plu. de los nombres. 1.3. El numeral “dos” en las lenguas bálticas Lituano dú no presenta problemas. Procede de un *dvuo más antiguo, cuya reconstrucción apoyan las formas dialectales duo y 14Vid. Lindsay (1897: 472>, Sommer (1948: 464), Kúhner —— Holzsweissig (1966: 634—635), Leumann —— Hoffmann (1977: 485—486). 151/íd, la lista exhaustiva en el OLD . 166 doy. Según Endzelin (1971: 189) di) surgió en posición átona o bien se debe a analogía con formas como gen) vhu “(dos) buenos hombres”. En cuanto a proto—lituano *dvuo, no hay problema para remontarla a *dwó. La forma del letón dlvi ya es más problemática. principio Endze 1 in (1923: 357) la derivaba de *dtjt’i es la terminación general del (Endzelin 1971: 189> postulará q antigua forma de femenino—neutro. 277> lo hacía proceder de *dwai, está rehecha sobre los temas en cuenta, es decir, que a pesar de de la declinanción de los tema supone derivar la forma de un inicial de Endzelin nos parece, y verosímil, aunque nos priva, mascu ue en En 1 pero —o— todo s en ant ig en es claro lino, pero realidad se a misma línea admitiendo qu Teniendo est hay que admiti —0—, no vemos uo fem.—neutr. te sentido, la está, de saber con la —i que posteriormente trata de una Stang (1966: e la flexión o último en r influencia qué ventaja La propuesta más económica de qué forma indoeuropea procede en último término el numeral “dos” del letón. Endzelin <1971: 179) ha resumido bien las de interpretación de la forma a.prus. dwaí: nom.-ac. dual fosilizado o un nuevo nom. masc. con su derivación a partir de *dwai, se mcl posibilidad. En cambio, Comrie (1992: 730—731) de un paso a la flexión de plural y aporta el del paralelo de abbai “ambos”, de la que conservadas que evidencian dicha transferencia. dos16 posibilidades bien es un neutro Stang (1966: 277), ma por la primera cree que se trata argumento decisivo tenemos más formas 17 16Con posterioridad Schmalstieg <1974: posibilidad de que haya que fonologíza pero no da para ello argumentos internos a al báltico, sino sólo la comparación con el ‘7sobre el que vid. Schmalstieg (1974: 108) 107—108> ha r esta forma 1 prusiano, esí ayo. y Comrie sugerido la como /dwá¡, ni siquiera (1992: 736). En un 167 1.4. El numeral “dos” en albanés Meyer <1884: 282—299> sentó las bases para el estudi numeral “dos” en albanés, ocupándose tanto del problema de inicial (y no dh—, como en dlijeté “10”, también procedente *d—) y de la vocal —y, aunque no consiguió aportar soluci 18 Tras algunos estudios posteriores que intentaron derivar la a partir de IB *dwo o *dwi, Huld <1984: s.u.) propuso interp la forma de fem. dji’ como procedente de *dy—é, donde la —é una recaracterización del femenino y *dy— proceden *du—i>*dwai, la forma fem. de dual. El masc. dy sería una rehecha sobre el femenino. o del la d- de lE ones. forma retar sería a de forma Hamp circular, femenina. proceder como en esperan a *—OU, que > dy, <1992: 905> ha criticado el razonamiento de Huid por al querer derivar la forma masculina de una forma TE Por su parte l-Iamp, constata que en dy la —y no puede de TE *—U, ya que en monosílabos ésta evoluciona a -1, mi “ratón”. Tampoco puede proceder de *—ó porque se —e. Así pues, cree que la única posibilidad es partir de 19 habría evolucionado así: *dwów > *d5u > periodo romano del mismo modo que *—b- > -y—. Sin embargo, como se ve, tampoco la propuesta de Hamp resulta satisfactoria, puesto que obliga a suponer una evolución especial de —Ú procedente de TE *—ñu que, si bien no es imposible, no cuenta con paralelos conocidos en albanés. Por otra parte, Hamp 20 acepta que fem. d? procede de *dy—e, y ofrece una explicación 181¡id. Huld (1984: 57) y Hamp (1992: 905). ‘9Aígunos de época romana 20Vid. los paralelos en Hamp (1958>. los tratamientos de *—o y —*11— son posteriores a la . 168 21 similar desde el punto de vista fonético para el ordinal dyté . En este sentido, no vemos la razón para rechazar que si el fem. dy necesitaba una recaracterización por —e, la forma sin dicha recaracterización se reinterpretara como masculino. 1.5. El numeral “dos” en griego La desinencia con la que se presenta el numeral “dos” en griego varia enormemente de unos dialectos a otros. Resulta interesante detenerse a analizar la situación en los diferentes dialectos griegos, 22 ya que de ellos podremos obtener conclusiones interesantes que nos servirán para replantear adecuadamente el análisis de la vocal final —o/—b en indoeuropeo. La forma 4.64.28 79.31> y, de uso más general es éuo, que aparece como en 23 Sicilia VI a.C.) y en beoc. con grafía &oto (Ben 24 con paso de ¡u! a lii , &tov (10 7.3172.164, 3193.5, SEG 3.356.4 (Tebas), etc.). En cambio 8¶5(~) es en tragedia ni en h.Cer.400, f-les.Qp.12, forma ép. comedia. Thgn.955, y poét. Algunos Simon. si bien nunca testimonios: 98.4 aparece ni 11.13.407, Emp. 13 32, 21Sobre el que vid. §xVI.13.3, dentro del ordinales. 22Nos basamos en los datos exhaustivos que el vol. V, en prensa. 23En este caso se trata de un texto distingue grafías para 5 y o. 24 capítulo dedicado a los ofrece el 0GB (s.v.), en euboico arcaico que no Sobre el que vid, p. ej., Buck (1955: 28) y Bítimel (1982: 48—49). 25Fernández Alvarez (1981: 202) numeral argolio, pero nosotros lo recoge como un creemos más bien testimonio de que hay que 5EG 60.1 169 A. R. 1. 163. completo Ath.AI .M (Nicomed (Ami a.C. Sólo excepcionalmente aparece en prosa, pues el elenco 26 es: Isoc.l0.l, Gal.18<2).979, Philostr.VA 107, .26.77B, 356A, Gr.Naz.M.35.1092A, TAM 4(1) .276.7 ia 111/TV d.c.>. En cambio, en laconio tenemos la forma ¿VE SEG cías? V/IV a.C.>, al igual que en eub. [IG 12(9).l 2 y en etol. [&1óFr IG 9 (l>.152d (Calidón VI a.C.). Contextualicemos las formas. presenta una desiencia —E, que po del dual de los atemáticos griegos que en todos los dialectos de atestiguada una desinencia especíl 27 (Dodona) au-uo[LIL’. Por lo que 39.370.8 273.6 «LXELU 8vo IG 92<1)995 (eÍ) oT]aXaus XL6LL’QL5 8vo IG 92(l).179.32, ED(L>} ETEOL5 Su 51W 12.303.14. De la Lócride occidental conocemos el nom.—ac. (neutro> 8óo y el gen. (fem.> óUwL’ y de los locrios epicefirios, el ac. (masc.) 815o. En el Epiro se atestigua una forma neutra 815a sobre la que volveremos un poco más abajo. 29 En cuanto al lac. , la desinencia —E está atestiguada en los temáticos: snaxoc IG 5(1).1232. En cambio, no sucede así en jonio, donde no tenemos atestiguados nominativos duales temáticos en —E. Pero siguiente formando adjetivos de mayor interés para nuestros propósitos es la constatación: la forma ¿Co se atestigua frecuentemente parte de sintagmas en los que se integran sustantivos o marcados como duales por —w. Así, ya en Homero aparecen: — r~ 8~ 815’ E 273; — CUÍ) TE 811’Epxo¡IE$Lw K 224; — . . - ¿do Xsuxw W 329; - tw 8~ Sxi’o¿w Q 473; — t¿i 8~ 815> aL~aÍ)TE x 117; — ou8~ StS’o%w ~ 94. Es cierto que en Homero de óóo/815w con duales en métricas, pero el mismo tipo en las inscripciones áticas, se podría pensar que —w no obedece sino de uso se constata donde la forma 815w la utilización a necesidades sistemát icamente es desconocida, Vid. Méndez Dosuna (1985: 204). Thumb —— Kieckers <1932: 86). 28 29Vi d. 171 30 21 pero no así la marca de dual —w. Veamos algunos ejemplos 2 — 4~wxatxw ¿do xpuo~ oTcx’uiipE IG 2 .1386.14 .638.5.8 (Naupacto II sucede con formas de dat. 8noC(p) tHp.Int.35, A.Fr. Hp.Acutil3m,j 67, Ar Men.Comp.2.119, LXX Ex.4.9, señalar la existencia de ión de plural. El gen. se documenta en jon. [Ildt V a.C.)J y también [CID 62.68 (IV a.CJ, a.C.) y herací. [TEracl.l. como ¿DOLOL [Hippon.95.6, 281c, SIO 344.26 (Teos Thphr lO 22.1028.27 <11/1 .HP a.C. 30 En cambio 8vo sí que está atestiguado, al igual que duales en —OLP de nombres. 31Tomados de Schyzer <1968: 49), quien, no obstante, no los utiliza para argumentar en la línea que vamos a proponer. 32Vid. Moralejo (1972: 162). formas .1.94 en 1 ocr 139]. Hdt. IV del por 130, cret [19 Igual 1.32], a.C. 9.2.6, etc.], 172 8uo?s [Hsch., cret. ICr.4.72.7.46], eleo ¿UoLOLS lO 13 [Eust.802.28]. Pero las formas más interesantes son sin duda las del tesalio, que presenta declinación de plural también en los nom. y ac.: nom. masc. ¿COL ABSA 88.1993.190B.25 (II a.C.), nom.—ac. neutr. ¿da SEG 26.672.10 (Larisa II a.C.), ac. fem. ¿das IG 9<2).517.21 (Larisa III a.C.), SEG 26.672.28 (Larisa II a.C.). La forma neutra ¿da también se encuentra en locr. IEpij~~pjp,68.4 . Sobre el locrio ya hemos dado la información pertinente antes a propósito de ¿DE. En cuanto al tesalio33, no hay en dicho dialecto huellas de dual»4 Así pues, recapitulando nuestro análisis del numeral en el que el numeral “dos” dialecto no cuenta con declinación temática. Pero, desinencia de dual —w cuyo parece obvia: el desarrollo su previa presencia como fi esta idea en §11.2.1, donde de la mofología del numeral dual. lo que a nosotros nos interesa para “dos”: no hay ningún dialecto griego presente marca de dual —~ si aquel —*kr—> *rk— > cree que ha habido influencia del numeral “tres” ereke, lo cual resulta a todas luces innecesario a la vista de los numerosos paralelos de evolución40: *dw~ros > erkar “largo”, *edwón> erkn “dolor (del parto>”, etc. 1.7. El numeral “dos” en tocario Desde que empezó a conocerse el tocario las opiniones de los estudiosos41 han estado divididas en cuanto a la interpretación de W—en las formas toc. A lflJ, B Wi. Para algunos ésta procedería de lE *w—, por lo que las formas tocarias serían comparables a *wi— de “20”: lat. Uiginti, gr. ELROOL, etc. En cambio, otros pensaban que continuaban formas en *dw-. como las que se encuentran para la expresión del numeral “dos” en el resto de las lenguas indoeuropeas. A pesar de que artículos tan recientes como el de 111), quien *erk( u) tasan argumenta que *dwódekmt habría y la —o- se habría introducido a evolucionado a arm. partir de una forma continuadora de ¡E *dwoyo- (de la que de hecho no armenio> para evitar la reducción. Vid, también Eichner (1982: 49—50) para quien la relación Szemerényi entre arm. erkotasan y gr. ¿tS&xa no según él lo único que entre ambas formas habría de frente a la variante larga en la forma libre del combinada que aparece en el “12” es más corta, pero silabación en griego (*8tu— frente a *¿uFU> y re moras en armenio (*dw¿— frente a *dw~ en armenio>. 39Así Meillet 1936: 99>, Schmitt (1981: 128 y 131), p. ej., Schmitt (1981:71—72) y Ritter hay restos en la crítica de que establece es probatoria; común es que, 2’’ , la forma respecto de la specto de las Ritter (1996: (1996: 29). la bibliografía en Schindler (1966). 29). 4owd. 175 l3on lan te proceden en cuant ej emp los 42 w-. <1992> siguen considerando que las formas tocarias de *w- la cuestión puede darse hoy por zanjada, en tanto o que Winter (1962: 29—30) y Sehindler (1966) han aportado convincentes para demostrar la evolución lE *dw—> toe. Así pues, sólo resta explicar las desinencias. Lo primero que debemos decir es que toe. B wI puede ser tanto masculino como femenino, mientras que toe. A ¡VII sólo es masculino, siendo la forma femenina we. Winter (1962: 29. 1962b: 131, 1992: 103) hace derivar *dwaw y rechaza la posibilidad de que proceda de *dwa a la vista de la desinencia origen que IB — como precedente razón que da Hilmarsson <198 para defender ejemplo, TE *kw de perfecto IB desinencia de 0. de Win 6: qu o> la de dual B Schindl wu IB ter no 155—156>, e LE -o(s) toc. AB ka w?is> toc. B pers. sg. —e que, er (1966 *dw~(u) es conv quien > toc perro —u, a toe. según él, no puede tener otro >, sin comprometerse, propone Sin embargo, creemos que la incente y hay que seguir a ha ofrecido buenos argumentos -u, como lo muestran, por o la forma de los participios las que habría que añadir43 la B —11< *—O. Así pues, resulta aceptable derivar 42 toc. A WU de IB *dwó. La propuesta ya se encontraba en Krause —— Thomas (1960: 159), aunque a partir de la forma *duwo, es decir, con otra variante de realización por ley de Sievers. Van Windekens (1944: 209—210) había explicado el numeral “dos” a partir de formas din d- inicial, pero posteriormente (van Windekens 1976: 585—586) aceptó la propuesta de Winter <1962). La evolución también es aceptada por Pinault <1989: 55). ‘131/id. Pinault <1989: 39). wu de 176 Por lo que hace a las formas femeninas A we E ¡Vi, generalmente se han explicado como procedentes de la misma forma del toc. comun. Así Winter (1962b: 131) las explica a partir de 44*dwoyfl1 , forma que, con la silabación *dwoill1 , también acepta llilmarsson <1989: 36). En la explicación de l-lilmarsson se percibe claramente el punto débil de esta propuesta: sí se la acepta se está obligado entonces a suponer dos evoluciones incondicionadas diferentes para una misma secuencia, pues el dual del demostrativo, B tal A ti—m, remonta a *toiH1. tal inconveniente se añade, además, la de *—oi (< )EoiH ) se esperaría toc. AB ndekens <1976: 585), mientras que en A 103—104), consciente de la dificultad stas, señala el inconveniente del final de *dwoy, puesto que se esperaría —al. dificultad atribuyéndo dicho final a la ambos”. cuestión de que a -4, como ya observó tenemos We. Winter de sus anteriores -1 de E WI para E intenta salvar influencia de 13 Como se ve, la solución está traída por los pelos y quizá valdría la pena recuperar una interpretación en la línea de la de Krause -- Thomas <1960: 159), quienes no hacen remontar A ¡Ve y B wi a una forma común, sino que para A we ofrecen como paralelo a.x. dve (es decir, una forma con diptongo originario), mientras que para 13 wi piensan, además de una debilitación debida a su posición átona, en la posibilidad de influencia de formas como ik~m “20” cuya 1- ha de remontar a dv¡7—. Aun más encaminada está una explicación en la línea de van Windekens (1976: 585—586), quien también disocia la interpretación de las dos formas, 44En Winter (1962: 29) aparece *dwoi. 45Sobre el dedicado a “20” en toc. vid. 5XI las decenas. 11.11.3, dentro del capítulo A partir van Wi (1992: propu e part ir di cha ant api 177 postulando TE fem.—neut desinencia de neutro Winter 1962b: 131> para <1989: 61) es la misma, considera forma de neutro. r. *dwai para dual temático, toc. n ¡Vi. 46 La sólo que para toe. A we y según había interpretación 13 ¡Vi parte lE *dwoi (con propuesto de Pinault *dwoi , que Nos parece acertado partir de una forma fem.—neutr 47 para explicar toc. A fem. ¡Ve , mientras que Wi se fácilmente a partir de *dwoi. Sin embargo, disentimos interpretación última de esta forma, pues no creemos que ha remontarla al indoeuropeo. En toe. B (más aún que en toe. frecuentisimos los plurales en —i para los antiguos temA donde <-al >-i, de modo que basta con suponer que en toe. flexión del numeral “2” se ha asimilado a la de una frecuente de nombres. • *d¡Vai explica en la ya que A) son ti cos, 13 la clase 1.8. El numeral “dos” en las lenguas anatolias 1.8.1. EL NUMERAL “DOS” EN HITITA Tropezamos aquí con el estudio de los numerales hit,, afirmar que la lectura del desconocida. Los intentos vista etimológico mismo problema de siempre para lo que lleva a Eichner <1992: 53> ideograma para “dos” en bit. realizados para restablecerla desde el punto han llevado a postular *da-- (que procedería el a es de de 46Igual Pinault (1989: 61), sólo que postula *dwoi co 47 La crítica de Winter (1992: 103—104) a esta propuesta de van Wíndekens carece de sentido, ya que van Windekens (1976: 585—586) en ningún lugar propuso que B ¡VI procediera también de el la. 178 *duwa— o *d/turna— (que, en último término, con distinta evolución fonética, de ar la primera han sido el adverbio t~n/ dán procederían La base para ‘‘por segunda vez” y el adj. t/d~luga—, “de dos años de edad” mientras tercera hall Sin embargo, como formas todas luces aria un apo el análisis derivadas en preferible.49 yo en la f de Puhvel última ms orma tidainal, “otro, segundo”. (1978) y Eichner (1992: 56—58> tancia de ¡E *d(w)oyo— parece a Retirados esos apoyos para el numeral “dos” en hitita, queda, reconstrucción de una forma *duwa--- sólo por la base de la comparación esa propia lengua que hasta ahora los investigadores. En efecto, existe en hit. un traducen como ‘‘ romper’’ o en voz significado es más precisamente establecimiento de la forma pues, como más verosímil “dos” para el hitita, y esto lingilística, sino por datos parecen haber pasado por a del la no de lto verbo du¡Varna— que los léxicos media “romperse”, pero cuyo “desencajar”, según pone de 48 Según Melchert (1980) la palabra para “dos” que se encuentra en la secuencia 2—st 2—at debe empezar con vocal puesto que en una de las apariciones sigue a na—uz—za y no a nu—uz y, según el análisis del mismo, esto supone que la palabra que sigue empieza en vocal. Pero como el mismo Melchert se?~ala —y veremos en seguida en este apartado— a la vista del resto de los datos del hitita, resulta casi seguro que la palabra hitita para “dos” comenzaba por d—, por lo que —de ser nu-uz-za/nu-uz- palabra distinta 49Víd. §XVI.18.2 y los ordinales y a detallado de t/d~n correcta su interpretación habría que pensar que en que significa “par” o algo §XVII.15.11 dentro de los los adverbios numerales y t/daniai—. de 2—st similar. la alternancia 2—st hay otra capítulos dedicados a para un análisis más aunque pos tu 1 que la 179 manifiesto un estudio atento del contexto en que 50 1 Este significado de “desencajar” es un paso el significado original de “hacer dos partes”, que podemos reconstruir para este verbo y el de que ha llegado a adquirir posteriormente.51 Kronasser (1966: 420) un contexto analizado por 3—ah—hi. A nuestro parecer con la forma que tenemos a aparece en KBo V intermedio entre “dividir en dos’ “romper sin más recoge la forma 2—ah—fU, que aparece en Eichner (1992: 51) junto con la forma esta secuencia 2—ah—hl es identificable testiguada en otros textos hititas como da—wa—ar—na—ah—hi, que el propio Kronasser (1 recopilar las formas atestiguadas del verbo empleado el complemento fonético —ah—hi en e precisamente para dejar claro que se trata de Ejemplos de otras derivaciones verbales que numerales se encuentran en Kronasser (1966: discutidas más recientemente por Eichner (1992: de 3—yahh- y 4-yahh—, que ofrecen un buen análisis propuesto. Por otro lado, debemos afiad que unas veces se complemento fonéti no debe extrañarno verse en Eichner algunos casos por 966: 5 du¡Var 1 caso una fo toman 420> 51 y para 1 ir que 65> cita al na—. Se ha de 2-ah--hl rma verbal. como base han sido Se trata para el hecho de y 74> elo el utilicen formas con el ideograma para “dos” más co y otras veces se prefieran los silabogramas s, pues ocurre con otros numerales, según puede <1992: passí¡n). Tal vez deba explicarse en pérdida de la conciencia etimológica de la 50E1 texto es un ritual de purificación prescrito para el caso de que una parturienta rompa la silla de parto en la que está dando a luz. 51La etimología que se acepta normalmente para este verbo (vid. p. ej., Sturtevant <1951: §235>, Benveniste (1962: 85>, Puhvel (1984—: s.u.) lo hace derivar de una raíz *d(h)wer- que se encontraría también, por ejemplo, en lat. frflstum “pedazo” y gr. 6paiSw “romper”. 180 palabra, como ocurriría, por ejemplo, con (palabra relacionada con la raíz del numeral que ahora nos ocupa cuando el verbo ya ha simplemente “romper teriyala— “mediador” “tres”> y con el caso pasado a significar Así pues, según nuestra reconstrucción del hit. nos encontramos con una forma *duwa--62 complementos fonéticos con los que aparece la algunas de sus formas parecen responder a una fI —fU-, lo que ha de considerarse una innovación de las formas (gen. 2—(e)—el, dat. 2—(e—ta)--as, aportan nada respecto del final originario nominativo. numeral A juzgar forma53 a exión como hi ti t ab 1. de “dos” en por los 1 menos tema en a. El resto 2-az) tampoco la forma de 1.8.2. EL NUMERAL “DOS” EN LAS OTRAS LENGUAS ANATOLIAS En apoyo de la existencia de *duwa— en las viene también el testimonio del ac. plu. común SS jeroglífico . Eichner (1992: 54), siguiendo partidario de interpretar la forma como tuwa”za o primera opición nos parece más probable a la vista hititas Está atestiguado en licio el La forma ha de intcrpretarse remitimos a un tratamiento más lenguas anatolias tu—wa—i en luvita a Neumann. es tuwi za. La de los datos ordinal “segundo”: E tbi A como *dwi-o- o amplio en §XVI.18.2, dentro kbi. pero del 52Eichner (1992: 47) afirma que que aparece el numeral apuntan ~3Vid. Eichner (1992: 47>. los complementos a una raíz en -a. fonéticos el tratamiento detallado de Eichner <1992: 47—50). Meriggi (1966: 128), Eichner (1992: 54vmcz. Vid. con los 54). 181 capítulo de los ordinales. También remitimos allí para el tratamiento de hit. t1~duiana1Il- “oficial de segundo rango”, cuya raíz también apunta a *dwi yo—. 2. ESTUDIO DEL NUMERAL “DOS” EN INDOEUROPEO La primera observación que hay que hacer es que, frente a lo que ocurría con el numeral “uno”, las lenguas históricas presentan una correspondencia entre todas ellas para el “dos”, que permite reconstruir sin mayor problema una forma con base *dw—. Lo que ya sí es problemático es la reconstrucción del final de dicha forma. Puesto que no tienen repercusiones para la interpretación morfológica de las formas dejaremos de lado las variantes fonéticas debidas al carácter sonántico de la /u/ en indoeuropeo, que permitían, por ejemplo, la existencia de una forma *dwó junto a la de pronunciación bisilábica *duó que, a su vez, podía producir el desarrollo de un glide, de modo que una tercera posibilidad de realización debía de ser 5?*duwo. Resumimos, pues, las conclusiones alcanzadas a partir del estudio de algunas formas que hemos llevado a cabo en el apartado anterior e incorporamos las formas de aquellas lenguas que no de dichas ti (sobre adverbio B ¡ se puede continuadores de *dw5 incierto. derivados .13.2 en deducir o *d¡Voi, como lic. A cl capítulo la existencia corno quiere caso de la ley de buenos tratamientos, en Szemerényi <1978: -— Bernabé —— Mendoza partir B kbih o a los A iba, <1978: 182 hemos considerado necesario estudiar por presentar una fonética y una morfología sin problemas: • a.irl. dan , gal. don Itt. dú; a.esl. duva; toc. E WU; [umbr.dnr]. gr. 5t%; arm. e¡-ko-; y alb. dy- 58 a.nárd. Kan; a.ingl. (neutr.) arm. erkow; ay. a. i t ut duna dv~n. tú, a.saj. a.i. dv~; dudosas: lat. dnó y germ. *twa. En cuanto al numeral “dos” fiexionado como plural, aparece en gét. twai, nom. y ac. dinas, etc.; erkowk~ (y nom. a.nórd. tveir; lat. en todos los casos distintos del duórnm, d¡flrum, du5bus, dn~bus y tardio también duos, 59 let. dlvi, a.prus. dwai; gr. óCou, 5óa, etc. ; arm. sistemáticamente en todos los casos distintos del 2.1. Las formas *dwó(w) y *dwo y la declinación de dual No es objetivo de esta tesis llevar a cabo el estudio sistemático de las formas casuales del numeral “dos” en las distintas lenguas indoeuropeas y la posibilidad o no de su reconstrucción para el indoeuropeo. Dicho estudio ya ha sido realizado de forma exhaustiva por Eichner (1982: 1—142), al que 58 La propuesta de Cowgill (1985: 20—25) de derivar a.irl. dan de TE *duw~ y a.irl. dÑ galés don de TE *duw5 tiene la desventala de obligar a postular dos proto—formas diferentes para las lenguas celtas, aparte de que existen algunas dificultades fonéticas por lo que al tratamiento de *—uw— en británico se refiere (vid. Cowgil 1985: 22—24). 59Vid. §11.1.5 para el elenco de las formas y los dialectos concretos en que se documentan. *dwów *dwo *dú: 183 nos remitimos. Sin embargo, sí que deberemos hacer algunas observaciones generales sobre el tipo de flexión que presenta el numeral “dos” para basar en ellas nuestra posterior interpretación de la diacronía del mismo. En primer lugar, debemos hacer ha interpretado que el numeral 60 gua común declinación de dual declinación de plural. Est naturalmente, la asunc reconstruible para la mayoría de las lenguas sólo se atestigua histó báltico, eslavo, griego 330—332) y Adrados indoeuropeo (distrib detalle morfológico etc.) postularon con razones Villar (1991a (le orden tipológico language has a trial a dual unless it has histórica, como ha tón de que proto lengua, habrían perdi ricamente en e indo—iran 440—443> dialectal las lengua un origen 146) ha aña en el uni unless it constar que “dos’ debía que luego ser a postura una declina decí mac do, pues, la decli io. Pero por ra falta s que recten dido un versal has a (1975 u c i 6 n cnt re razón 142— basado number a plural.” Si esto puesto de relieve tón de nanc ya z orle de poseen te del impor 34 de dual es asr, Villar, tradicionalmente presentar en la ía suplantada por lleva implícita, ción de dual es que luego la hecho, el dual jón nominal de Villar (1974: s internas al acuerdo en el la categoría, dual. A estas tante argumento Greenberg: “No No language has la implicación es obvia: el surgimiento de la categoría de dual es posterior al surgimiento de la categoría de plural. En cuanto al origen de la desinencia de dual, Villar (1974: 331—332), muy precavidamente, apuntaba a un elemento morfológico *-eH~/-H~ relacionado o por lo menos contaminado con la raíz del numeral “dos”, que, según Adrados (1973: 430> era *deull=-.. Sin embargo, Adrados (1975: 441—442) afirmaba explícitamente que el p. ej. Szemerényi (1978: 287). se len un a 184 punto de partida para la constitución del sistema de dual era el numeral “dos” *dwoHW. No obstante, la existencia de las formas del numeral “dos’ *dwi-- y *dn— sin final en ~ÓLc*~~eHW) de las que luego nos ocuparemos invitan a pensar con Villar (1991a: 149) que el numeral “dos” sólo recibió su marca *~ellW cuando ésta era ya marca de dual. El origen último de dicha marca habría que buscarlo según Villar (1991b: 216) en la palabra para ambos *bha(.c*bhellfl, de donde —siempre según Villar— habría pasado a “dos”, cuya forma previa *dw(o)i se habrí visto modificada en *dw~. Afirma Villar que esa transferencia se operó en la lengua común, de modo que lo heredaron todas las ramas de la familia excepto la anatolia, siendo las demás extensinnes ya de carácter dialectal. Naturalmente no ~O( de la categoría de dual podría ser objeto de u además, tampoco resulta embargo, sí vamos a lían relación entre el dual interesantes tanto para dicha categoría como la lo) La declinaciór griego, donde Sóo, segú 8, en el V, en prensa. 185 testimonios en todas la literatura griega, como gen. en Gr.Naz.M. 35.1092A, un testimonio tan tardío que no puede ser tenido en cuenta, y com dat. una sola vez en 11.13.407, que puede obedecer a razones métricas. 20) A la inversa, son numerosas lenguas que han de remontar a *dwé-5 y, a la inversa, tampoco es necesario que —&ll~ se haya convertido en desinencia dc dual para que aparezca como final del numeral “dos”. En la prehistoria de las lenguas indoeuropeas ha debido producirse, por tanto, un complejo juego de analogías que, tomando seguramente como punto de partida la forma *(m>bh5 “ambos” han llevado de forma dialectal a la recaracterización del numeral “dos” por medio de —ó y/o a la constitución de —5 en desinencia de dual. En cualquier caso, lo que a nosotros nos interesa para proseguir con nuestro estudio del numeral “dos” es la constatación de que la forma *dwó(w) es reciente y, por tanto, no la originaria del numeral. Por lo que a problemático. La posibi de la vocalización de 62griego y verse avalada *dwo se refiere, su lidad de interpretar la *—H~, que podría ser por la forma *diJ— a la análisis es muy *—o como procedente aceptable para el que parece remontar 62V1d. Adrados —— Bernabé —— Mendoza (1995: 376—377). hay dual nórd. formas en su t val] umbr. 186 la del albanés, no lo es para el armenio erko-, como lo tampoco lo es para lat. dub en el caso de que dicha forma pudiera no deberse a abreviacián yámbica. Tampoco sería aceptable para explicar a.esl. d(5)vo—, forma que presenta el numeral “dos” como primer término de compuesto. Pero aunque una continuación directa de TE *dwo es posible63 también se puede ver en dicha forma una creación del a.esl. 64, que habría explicar por analogía a los primeros términos de compuesto de los nombres temáticos. Cabe, pues, la posibilidad de que haya que remontar esta forma tal cual al indoeuropeo. En este sentido, resulta muy interesante la interpretación de Mayrhofer (1986—: s.u.), según el cual la alternancia *dwo/*dwi que presenta el numeral “dos” recuerda a la del tema interrogativo—indefinido *kWo~/~kWi~. La interpretación que habría que proponer entonces de las formas del numeral es que —o/-i son dos formantes que han venido a alargar una forma originaria *du de la que, como veremos en §2.6, aún quedan restos en las lenguas indoeuropeas. 2.2. La forma *dwi- Puesto que hemos mencionado ya *dwi—, convendrá llevar a cabo ya su análisis. Desde los inicios de la indoeuropeística se ha reconstruido sin problemas una forma *dwi— sobre la base de la correspondencia entre: a.a.a. zwi—, a.ingl. twi—, lat. bi— (a.lat. dul—), lit. dvi—, gr. SL—65, arm. erki-., avést. bi—, a.i. dvi—, etc. A ellas habría que añadir ahora el testimonio de las lenguas anatolias, según hemos visto en §11.1.8, y de toc. A rvd—, E 63 Vid, a favor de esta interpretación Arumaa (1985: 189). 64Así Vaillant (1958: 622). 65 La interpretación de gr. Si— es problemática. Vid, el tratamiento detallado en §11. 2. 3. 187 en A wást-, U “dos Junto waste—, wás te, la forma en composición del a *dwi-, también existen *dwei- y *dwoi-.67 Para explicar estas formas creemos apropiada la argumentación ofrecida por Villar (1991a), que resumimos este autor la explicación ofrecida, entre 44) de que esta *—i se debe a un inmediatamente superior, el “tres”, cuya f pues cree que en ninguno de los dos componente originario de la raíz, sino que marca del plural de los pronombres añadida explicaría la existencia de formas sin ocuparemos en §11.2.6.68 Pero la influenci a continuación. Rechaza otros, por Gonda (1953: préstamo del numeral orma básica sería *tri—, casos se trata de un nos encontramos ante la con posterioridad. Esto *—i, de las que nos a de la marca de plural no se limita a la marca *-i, sino que el final pronominal plural en *dwoí a las que aludíamos más arriba. a veces se ha lo que cxplica 69 tomado entero las formas en En cuanto a las formas en *dwei, explicaciones complementarias: influencia del de primera persona plural wei o imitación del alternancia vocálicas grado cero/O/o. ofrece Villar dos final del pronombre sistema regular de £7 *dwoi- de las 66sobre la que vid. Winter (1992: 104). Pokorny (1959: 229—232>. Abundantes ejemplos de *dwei— y aparecerán en nuestro trabajo en §XVIII.16.1.l a propósito formaciones de multiplicativos y distributivos. 68Para las formas sin *—i deI “3”, vid. §111.2.1. 69Villar (1991a: sea la más usua usual del “dos” sintagmas del ti español Trescantos. 218) 1en en PO añade que el hecho de que la compuestos demuestra que era la época en que se soldaron numeral+sustantivo, y da como forma *dw(o)i la forma más los antiguos paralelo el iva - / w&- numeral 188 Evidentemente, para admitir todos estos razonamientos, tenemos que movernos dentro de un marco referencial de modelo diasistémico en la reconstrucción del lE en el que la creación de las categorías morfológicas que conocemos en el TE más reciente ha sido algo gradual y el surgimiento del plural, generalizado de forma clara como categoría morfológica en todas las lenguas indoeuropeas no anatolias, debe ser anterior al del dual, a lo que ya aludíamos en §11.2.1. 2.3. M su~puesta forma *di La evidencia para la ofrecía Brugmann (1911: 10 SGppog o SCuous), lat. di— umbr. difne “difidium”.70 reconstrucción de una era la siguiente: gr. (únicamente en dienniun forma *d¡ que SL— (como en y dif~riarn> y Benveniste (1962: aceptaron la reconstruc de un sistema de cuatro la protolengua: *wi/*wo 86> y, siguiéndole a él, Bader ción de dicha forma y la insertaron formas diferentes para el numeral por una parte y *di/*do, por otra. Sin embargo, la reconstrucción de esos cuatro términos con el valor “dos” en indoeuropeo no es defendible, como iremos viendo en los apartados siguientes. Comencemos ahora por *di. De entrada, los testimonios aducidos son extremadamente escasos y limitados a tres lenguas: latín, umbro y griego. Pero es que, además, el valor que se les puede otorgar es escaso. 70 Renou (1946) tenía también en cuenta a.i. ditya— ‘animal de dos años”, pero ya Debrunner (1949) de podía explicarse fonéticamente a partir de *dvitya— “segundo” y la explicación del ordinal en §XVI.16.1.2 en jó (cf di tya—v~h claro que dvii iya— (1979), dentro dos” en 189 Empezando por el griego, se constata en el texto homérico que los compuestos de primer elemento Si— no hacen posición, es decir, el grupo *SFi— no alarga una vocal breve no trabada de la sílaba precedente. La intepretación que se ha dado a este hecho, aparte de utilizarlo para reconstruir una proto—forma *di—, como los autores citados, ha ido generalmente en las líneas que señala Frisk (1954—70: s.u. S&ppos), para quien el hecho de que S¿wpos nunca haga posición en Homero puede deberse a que la digamma se haya disimilado con la labial que sigue, o bien a que se trate de un elemento de la lengua viva que se ha introducido en la tradición épica. ExpJ icaci ser correctas, creemos, Para ello estudiado preceden con su et dista muc *Sp- hace derivados —F- en *5 ones ad hoc como las inducen más bien al cabe otra interpretación de Frisk, aunque escepticismo, má más razonable tal vez puedan s aún si, como dc estos hechos. partimos del análisis de Perpillou (1976), exhaustivamente la prosodia homérica de las sí a palabras cuyo grupo inicial debía ser *SF- d imología. Constata Perpillou que el tratamiento ho de ser sistemático, es decir, que a veces posición y otras no. Para el caso concreto de “dos” 1 e 1 4 F- no hace a regla gen posición en la existencia de dobletes antigu reformulación menos explícita a proto—forma *dí—. Sin embargo, razonamiento llevaría a reconstr tampoco hace posición en Homero, que a nosotros nos parece más s aparece dos veces en la Lijada dos hace posición. Y que esta aparte de la etimología, lo asegura la quien ha labas que e acuerdo homérico el grupo de los los ral (Perpillou 976: 6—47) es que Homero. Esto le lleva a considerar os *di—, lo que no parece sirio una favor de la reconstrucción de una y dejando aparte que el mismo uir dobletes *5w— dado que S~Srxa Perpillou no ha estudiado el caso ignificativo: 5i~xoaioi ‘200”, que @ 233 y 1 383> y en ninguna de las forma contaba con *5Ev- inicial, forma chipriota SFL.WXÓULOL 190 de IChS 318A.3.1. Así pues, que *SFL— no haga posición en Homero es un hecho de prosodia homérica para el que se pueden proponer las explicaciones que se quieran, pero, en cualquier caso, nunca puede servir para postular la existencia de formas *di-. “dos” en indoeuropeo. Por lo que a lat. dienniurn y dii7iiniam se refieren, se trata 72de palabras únicamente atestiguadas en glosarios y la d— puede explicarse fácilmente por la voluntad del glosador de insistir sobre el étimo “dos” de las palabras que en la forma tú— no es transparente. En cualquier caso, dado lo tardío e inseguro del testimonio el peso que se les puede conceder frente a las usuales bienniura y bif~~r¡am es nulo. Nos queda únicamente umbro difue (Ig. 6134), que, como bien ha señalado Colemann (1992: 422) puede explicarse a partir de *dwi-~bhii--yo— con disimilación de —w—y que, en todo caso, sería una magra evidencia para hacer remontar al Ir una forma *di— “dos”. 2.4. J<~ supuesta forma *wo— Debemos comentar también las formas galas que supuestamente atestiguan el numeral “dos”: Vocoril y vocorítil (Pokorny 1959: 71La única otra palabra para la que tenemos constatación epigráfica del grupo SFL— inicial es 8k, que aparece como ÓFiÁ en una inscripción métrica de Corinto del siglo VI a.C. (CEG 355); sin embargo, 8k en Homero sólo está documentada como variante textual en 6 86 y p 22, pero en los dos casos sería la palabra inicial de verso, por lo que resulta imposible determinar si alargaba o no la vocal anterior. Lo mismo ocurre con 6k en Hesiodo (Qp.491 y 711). 72Vid. OLD . 191 229). De entrada debemos decir que nada claro que en Vii— tengamos que de la preposición *Lf PO, que con la es regular en las lenguas célticas yo—, muy frecuente en la composici propios y étnicos73. en este segundo caso no está ver un numeral y no una forma pérdida de la p, según le que ha desembocado en el prefijo ón nominal celta para nombres Sin embargo, sí es más probable que en Vocoril tengamos un numeral puesto que a su lado tenemos atestiguadas las formas Tnicoril y Petrvcorii. Sin embargo, no creemos que haya impedimiento alguno para ver en galo yo- una evolución de *dwo-con simplificación del grupo inicial *dw— por pérdida de la consonante inicial, tratamiento para el que no podemos ofrecer paralelos 71 dentro del galo porque en las lenguas celtas no hay testimonios cíe la otra raíz que presenta ese grupo en inicial, *dwei— “75 “temer 2.5. La supuesta forma *wi sin que, lat. i k ¿ira, En una reciente nota Bonfante (1992) ha d inicial atestiguadas en las diferentes según él, serían las siguientes: toc.A uiginti; véd. abitan, vimsati; irí. fiche A wiki; gr. FLXaTL “veinte” todas ellas recopilado las formas lenguas indoeuropeas, wi, B ivil, WC “dos”; ay. visaiti; toc. 13 Como se ve, si excluimos las formas toc. A wi, B iva, ls/e, de ‘3Vid. Evans (1967). 74La interpretación de la secuencia uo diui del plomo de Larzac es dudosa (vid. §xVII.2.3), pero si en ella tuviéramos realmente una forma del numeral “dos” sc podría pensar que es anterior al tratamiento que ofrece Vocorii. 75víd. Pokorny (1959: s.uj. 192 las que ya nos hemos ocupado primeros términos del numeral formas han de proceder en últ veremos con más detalle en §X1TI puede aceptar la propuesta de resultado de una disimilación a en §11.1.7, sólo nos quedan los “20”. Habida cuenta de que estas imo término de *widk *POf1~ Sin innovación y significara Brugmann, se la raíz *wÍ 76Vid. ( 1992b: 77señaíado por S p. ej., Meillet (1934: 414), Risch (1962: 134), 315), Gamkrelidze —— Ivanov (1995: 724), etc. ihíer (1995: 409) en la discusión del numeral. Emmeri ck Vid. Prósper bibliográficas. 79Vid. Schwyzer (1992, 1996: 114—116), (1953: 603 y n. 2) y Chantraine con las referencias (1958: 256). 193 del pronombre del primera personal plural y dual (a.i. vayan>, gót. wi—t, etc.). Sin embargo, dado que la raíz aparece usada tanto para el plural como para el dual no parece que se pueda asumir sin más que su significado originario era “dos”, lo que, por otra parte, plantearía la dificultad de la evolución precisamente a pronombre de primera persona y no de segunda o tercera. 2.6. La forma *dn Así pues, recapitulando lo que llevamos visto, de todas las formas que hemos analizado sólo parecen reconstruibles para el indoeuropeo *dwó(w), *dwo y *dwi, y la primera de ellas es secundaria, en tanto que debe su final a la influencia de la palabra para “ambos”. Por lo que a las otras dos se refiere, se observa una alternancia entre finales —o/—i que, como señala Mayrhofer (1986—: s.u. dvñ) se encuentra en algunas raíces pronominales, aunque en el caso del “dos” y por lo que a la *—i se refiere, la explicación más plausible es la que ofrece Villar (1991a>, según el cual se trataría de una marca de plural. En cualquier caso, estos datos inducen a pensar que, en realidad, la raíz del numeral “dos” es *du—, la cual, de hecho, está atestiguada en algunas formaciones, a saber: lat. duplex, ducentura, dubius, etc.; umbr. dupla/tupler “binas/binis”, dupursus “bipedibus”, duti “iterum”80, tnpiak81; let. (dialectal) duceles82; indio medio dupada- (Asoka), dujihva— (pali), etc.; y tal vez 80Sobre la que vid. §xVII«l5.3.2 dentro de nuestro estudio de los adverbios ordinales. 81Vid. la discusión en §xTx.4.2 dentro del capitulo dedicado a los multiplicativos. 82 En contra de la interpretación -generalmente aceptada— como un arcaísmo vid. Vaillant (1958: 622>. 194 también luv. Shevoroshkin tupiáme, atributo de sixka “siclo”, si, como quiere (1979: 182), deriva de *du—pl —mo—. Brugrnann (1911: 11), que estas formas sin *—ó una abstracción a partir habría influido la analogí Gonda (1953: 45) cabía la antiguas y así también lo empleados para probar est los criterios de áreas lat sólo en lenguas itálicas, de que las formas indias s sánscrito, ya Gonda (f.c.) hay una serie de arcaísmos están presentes en sánscrit suponer que éste no pueda pensar que para *du. 83 - en contra de autores anteriores creia no eran antiguas, sino que se debían a del numeral completo *du5 en las que a del “cuatro” ha 1 camino por el que podía ir tal análisis y conexiones que, no obstante, necesitan también es partidario de reconstruir un ade: “Naturalmente un tema di base per un “altro”84 non puó essere che una forma la bibliografía en Wackernagel hablando de las formas de (1930: 343). licio chi y mil. tbi que 195 pronominale o nel 1 ‘enclitico ieo. soltanto rimaste tracce quaradó; así. da deittica, che mi sombra di poter scorgere —din- del luvio “a luí”, anche se é perseguibile in in quel tema di dimostrativo *do, di cui sarebbero in varíe particelle e congiunzioni (lat. d5nec, eec. Otra conexión con elementos de signi sido defendida por Schmid (1989: 12—13) 135—136, 1993: 159 y 254), para quienes raíz *dew—, de la que también derivan bit. SipcSs “duradero”, lat. dú--dum “ya”, esí. da etc., de modo que *du habría sido en origen marcado la jener-Deixis.85 ficado local—deictico ha y Lehmann (1990, 1991: *dU— es una forma de la tu—iva “más allá”, gr. vns “desde hace mucho”, un elemento que habría Antes el numeral nosotros nos a colación estudio de antiguas. evidence approachab abstract scientific (but not 1 de profundizar por “dos” con element esta os de parece sin duda La adecuada, línea de análisis que reí valor deictico y local, resulta apropiado la conclusión a la que llega Gonda los usos del numeral “dos” en las 1 “It would therefore appear to me for assuming that TE du5[u] in le by our linguistic methods did idea of “two” as admitted in the thought of modern man, but liad a funct dentical with) the likewise ancient wo ubhau “both”, or, to its particular way stood Greek a~.iq’u, Anc.Ind. otherwise: that it in significan “otro”, pero que por su empleo en numerales de la serie del “dos” han debido tener esta significación. 85Vid Prósper (1996: 119—120) para un tratamiento bibliografía allí mencionada. (1953: eaguas that t its not mt ion rd aciona que a traer 24) tras su indoeuropeas here is sorne earliest use express the ellectual and comparable to represented by express myself for “the one as la formación de sin duda también reciente, con la 196 well as the other of a set of two, of an ensemble”, that it means of referring to the completeness of the pai group-of--two, of expressing the unity of two.” Con puntualizaciones de orden antropológico ya hechas al ocuparnos “uno”, creemos que también en este caso las conclusiones a las llega Gonda a través del análisis del uso de esta forma en lenguas antiguas son muy válidas y nos permiten una aproximac de tipo, podríamos decir, semántico a unos hechos que tamb requieren un tratamiento formal. was a r or las del que las ión ién Pero dotemos a cita a su const ataci IB *du-. significar tratado ya 1 de dual , por ver lo erróne antes de exponer nuestra propia interpretación debemos discutir la propuesta de Olzscha (1968), quien también favor las conclusiones de Gonda. Olzscha partía de la ón de que en etrusco ~1u significa “uno” y postulaba que significaba originariamente “uno”, y sólo pasó a “dos” cuando se le dotó de la marca de dual. Hemos as relaciones entre el numeral “dos” y la desinencia lo que no necesitamos detemnos de nuevo en ellas para o del razonamiento de Olzscha, quien, por otra parte, niega la posibilidad marca de dual sin ya de por sí dual hubiera ar gumen t ac i ón recaracteriza no por ello creía ver un *de—kmt— “10’ precisamente verosimilitud— que ya que el conjunto de la de que *du haya sido recaracterizado alterar su significado, hubiera significado “dos”, debido significar “cua basta con recordar que en ción con desinencia —s de p significa “varios doses”. resto del antiguo signif que sería un compuesto *d(w)e-, para lo que ha de por sí *kmt— formación signf ya que por la —según él— si *du al añadírsele la marca de trW’. Para rebatir tal español dos presenta una lural frente a lat. dno y Por otra parte, Olzscha icado “uno” de *du— en LE cuyo primer miembro sería de postular —sin ninguna significaba “10”, de modo 26 icaria una decena’ . Por 66Más detalles en §X.2.1. 197 último, no podemos pasar por alto el hecho de que no está plenamente demostrado que el etrusco sea una lengua indoeuropea, por lo que resulta arriesgado postular una evolución semántica cuyo apoyo fundamental se encuentra en dicha lengua. Nuestra hipótesis, pues, es la siguiente. Debemos ver en la forma más antigua del numeral “dos” que nos es dado reconstruir para el indoeuropeo una aglutinación de dos temas demostrativos *d y *u. El análisis de *du como un compuesto se encuentra ya en Bagge (1906: 262-264), para quien -U es la conocida partícula deictica y d— una forma reducida del demostrativo que se encuentra, p. ej., en gr. b—Se, lat. de—nique, etc. Según ella el numeral se explicaría a partir de *d(e>á “ése de allí”, con el acento sobre la partícula deictica de refuerzo. De forma similar Tucker (1931: s.u. dvii) afirma que *du se explica como *d (de *de “aparte, separadamcnte”) + *n “fuera, lejos”, posteriormente alargado como *dwó(w>, *dwéi- y *dwi—. Aunque el análisis como formación sobre dos raíces deicticas nos parece correcto, nosotros creemos, sin embargo, que la combinación de ambas dio lugar a una forma que en principio debió tener el significado de “éste y ése”, o, lo que es casi lo mismo, “uno y otro”, de donde ha derivado hacia el sentido de “dos” por un proceso que haremos más explícito en el capítulo XI de nuestro estudio. Como se desprende del pasaje citado de Gonda esta hipótesis, lejos de contradecir los usos del numeral en las lenguas antiguas, viene precisamente a dar cuenta de dicho usos y desde el punto de vista formal tampoco creemos que pueda ser objet ab le No creemos necesario insistir demasiado sobre los procesos de aglutinación de deicticos después de lo ya visto para el caso del “uno” y desde el punto de vista de la tipología del proto—TE 198 87 hay impedimentos para mantener esta hipótesis. En 109), a propósito de la organización de la deixis lo siguiente: “El primer paso para la creación del o ide. consistió sin duda en la transformación sistema léxico en un sistema morfológico, limitándose consecuencia las términos de este lenguas unas d quedándose las exactamente igual en la creaci constitución concreto hemo significados que proceden de los deíc inte res que la algo re estamos nociones nuevo sis eterminadas demás así por las que se tema. Es decir, oposiciones c reducidas al que ocurrió con la oposición podían oponer los se eligieron en la orno significativas, campo del léxico, animado/inanimado ón de la categoría del género, y en general en la de todos los sitemas morfológicos. En este caso s visto huellas en algunos demostrativos de estos primitivos, y existen otras categorías pronominales de ellos (indefinido, “otro”), ya fuera del sistema ticos.” Esta última observación nos parece muy el caso concreto del que nos ocupamos, pues vemos entre deicticos y otros tipos de pronombres es dentro de la morfología indoeuropea y, como a lo largo de este trabajo, también algunos ante para conexión currente viendo numerales parti pronombres, por veros fmi 1 cipan de lo que esta cercanía a los deicticos su origen deictico nos parece a 2.6.1. EL ELEMENTO *D— Por lo que se refiere a los dos componentes que se han unido para dar lugar a la forma que acabará siendo expresión del numeral “dos”, debemos decir que están abundantemente atestiguados en las diferentes ramas del TE. En cuanto a la raíz *d—, son formas relacionables con ella las que Adrados (1975: 820 y 852> recoge 87 Vid. Mendoza (1975) y Adrados tampoco <1976: leemos deíctic Mendoza en TE, sistema de este en y otros It amente (1988b) 199 bajo la raíz EDE, de entre las que destacamos la partícula Sc del gr., que entra en correlación con otra forma de origen deictico en 98 la secuencia lIE1l~> ... Sc • Igualmente signficativa es la aparición de estas formas con valor puramente demostrativo en hit. en las 89 formas de dat,-loc. edaul y abí. ediz (etez, edaza) . El elenco completo de formas relacionables con esta raíz se puede ver en Pokorny (1959: 181—182). Corno veíamos antes, ya Carruba (1979: 198) ponía esta raíz en relación con el numeral “dos”, si bien —aunque algo intuía en la dirección de explicación correcta— no era consciente de que ella por sí sola no bastaba para dar cuenta del origen y significado primitivo del numeral “dos”, lo que sí queda aclarado si pensarnos que únicamente es uno de los dos elementos que entran en su composición. 2.6.2. EL ELEMENTO *U En cuanto al elemento *n, ya nos lo hemos hablar del “uno” como uno de los alargamientos que la raíz *oi— e igualmente al tratar de la raíz visto como base del pronombre personal de segunda en oposición en este caso a otro tema deictico como pronombre de primera persona plural. No entrar en el análisis pormenorizado de los usos raíz *u, a la que incluso se ha dedicado una encontrado al puede presentar *seui— lo hemos persona plural, *n morfologizado creemos necesario deicticos de esta monografía entera 88Y, morfologizada, con un valor distinto pero también de raigambre deictica aparece en la postposición gr. -Ss, que Chantraine (1968 etc.: 255) pone en relación con el —Sc que encontramos unido a los temas *so y *to para dar lugar al demostrativo de cercanía ¿Sc, etc. 89Víd. Friedrich (1974: 68). 200 so corno la de Liebert (1954). Se trata de la raíz (1975: 822 y 850), con testimonios recogidos exhaustiva en Pokorny (1959: 73—5). Volvemos esta raíz en al hablar del del uso por expresión del EUE de Adrados de forma más a llamar la atención aquí sobre el uso opositivo de el pronombre del a.esl. ovú, al que ya hemos aludido ‘uno”, que viene a reforzar la idea expresada acerca el que en combinación con la raíz *d pasó a ser numeral “dos”. También nos parece destacable empleada en ámbitos distintos al de las partículas en oposición a la formación de numerales ya hemos vis refiriendo ahora al uso de las morfología verbal. Que la raíz *1 tal como aparecece en lat. iro conocido91. Creemos, sin embargo, sobre la significativa oposición q verbo ya— “ir” y el verbo Wc/a— morfologizada a nivel verbal una o a las que venimos observando ent “uno y otro”, “éste y ése”, “movimiento de aquí hacia ahí” va. que la raíz *u haya sido la morfología pronominal y de raíz *1, cuyo papel en la to. Concretamente nos estamos mismas en el ámbito de la dentro de la morfología verbal, es anómala es un hecho bien que no se ha llamado la atención ue se establece en hit. entre el “venir”, donde no tenemos sino posición contrastiva equiparable re las palabras que significan interpretable en términos de ‘‘movimiento de ahí hacia aquí’’. 3. CONCLUSIONES La comparación reconstrucción del entre las lenguas indoeuropeas permite la numeral “dos” como *dwo/*dwi, con una 90También resulta muy interes partícula u en el Rig-Veda. 91Vid., por ejemplo, Adrados ante el libro de Klein (1975: 905—906). <1978) sobre la 201 distribución en las lenguas que responde a la opos forma libre y forma en combinación. La forma libre visto influida en su final por el de *(ni)bh5 “ambos” desinencia de dual, según dialectos, de donde de expli *dw5(w) que testimonian buen número de lenguas. La —I junto con e elemento es desprovista forma a su deicticas, numeral en ición entre *dwo se ha y/o por la ca la forma de *dwi es analizable como una marca de plural. Eso, 1 testimonio directo de formas compuestas cuyo primer du— hace pensar que la forma orignaria del numeral, de marcas morfológicas y alargamientos era *du. Esta vez es explicable como la aglutinación de dos raíces *d y *u, lo que viene avalado por la semántica del los testimonios más antiguos. 202 CAPITULO III: EL NUIVIERAL “TRES” 1. LAS FORMAS DEL NUMERAL “TRES” Las formas que atestiguan las lenguas históricas son las siguientes: celtib. (ac.) ti-ri—s galo tidras a.irl. tri gót. *J~reis’ galés tri a,nórd. prir bret. tri a.a.a. drí a.ingl. pri, prV, ~rie2 lat. tres osco (fem.) tris lit. trys umbr. (ac.) triÉ, jet, tris tref, tre3 a.prus. treon a.esl. trije? alb. ti-e —5 gr. ‘tlpIAS arm. erek’ ay. a.i. trayas te st i moni o del resto de los casos (ac. ~ríns, gen. pi-ile, dat. prira; fem. ac. pi-ma; neutr. nom,-ac. prn ja> permite reconstruir sin problemas Vid. Streitberg la forma del nom. masc. como la de un (1895: 217, 1906: 135—136), terna en —i—. Krause (1968: 189), Ramat (1986: 140), etc. 2Para otra variantes vid. Fricke (1886: 17—19). 3 Para otros casos vid. l3uck (1949: 139) y Colemann (1992: 393>. forma del gen. sólo está atestiguada en prus iano topónimo Endze lin Treonkayn¡ynweysi gis (1971: 180) y Comrie “trium villarum (1992: 738). 5Para las formas dialectales 145), Chantraine vid. Schwyzer <1983) y Waanders (1953), Eichner (1982: (1992: 371). 1 4La en el pratum vid. 205 toc. B ti-al Con las matizaciones que haremos a casos concretos, se puede reconstruir s nom. TE *treyes. continuación para algunos in problemas una forma de 1.1. El numeral “tres” en las lenguas celtas Las formas de una forma de forma de acusat de nom. plu. masc. de las lenguas célticas hab en n rpre t ac i de Hoz señaló la que formas de las do embargo, 9 *ti-ins , al ón de -- Mi que supon como se 1 de la misma como el chelena (1974: 44, si se aceptaba la er una pérdida de aiu, belauokum, el paso a sin terpretacíón de que las formas y a in igual de nom,—ac. insulares no plantearía problemas fonéticos. La -1— se 6Para la raíz, vid, el tratamiento mfra en §111.1.7. 7 No es necesario suponer *ti-zns con -1— como hacía Pedersen 127—128); vid. Watkins (1967: 97) y Greene (1992: 507). (1913: 8t~id. Eska (1989: s.u.> y Meid (1993: s.u.) con las referencias bibí iográficas. 9 Que ya aparece en Oorrochategui (1991: 22). toc. hit. A ti-e 3-e—e~6 206 habría conservado, como es normal en celtibérico, y el grupo ~‘—flS se habría simplificado en —a, para lo que contamos con buenos paralelos en otros acusativos de plural de la flexión nominal.’0 1.2. El numeral “tres” en las lenguas germánicas Gót. *preis, a.nórd. priv, a.a.a. drí proceden regularmente de *tveyes. Resulta innecesario suponer, como hace Voyles (1987: 489), que el gót. ha tomado la desinencia de los adjetivos. En cambio, como han señalado Ross —— Berns (1992: 576), resulta imposible decidir si la forma a.ingl. pMo procede fonéticamente de *~i-i” o debe su final a analogía con la desinencia de los adjetivos, como ha sucedido en la forma del a.a.a. drie que empieza a documentarse desde el siglo XI frente a dpi. 12 1.3. El numeral “tres” en las lenguas bálticas No parece que las formas bálticas (puedan derivar directamente de TE *treyes, ya que a partir de TE *—ey— se esperaría —Oj— (cf. p. ej., los “colectivos” en ti-ej—’3, por lo que hay que pensar que la forma proto—báltica *trijes a la que apuntan ‘0Vid. Gorrochategui (1991: 17—24) con las matizaciones necesarias según las interpretaciones de Villar <1995). 11Vid, el tratamiento de Ross —— Berns (1992: 576), con referencias a la bibliografía anterior. En Montes —— Fernández —— Rodríguez (1995: 321) la forma se explica como debida a metafonía palatal. 12Vid. Braune —— Eggers (1987: 231). 13Sobre los que vid. §XVTTI.16.1.1. 207 las formas de las lenguas se debe a una generalización del grado cero de la raíz *tri— a partir de casos, como el gen, en los que dicho grado es esperable.’4 1.4. El numeral “tres” en esalvo 1$ La forma a.esl. tríje presenta el problema del vocalismo de la sílaba radical. No resulta posible asegurar si la —7-- se debe, al igual que en las lenguas bálticas, a generalización del grado cero de algunos de los casos de la declinación16 o bien puede ser evolución fonética de *—ey- > —Ii—. El problema de esta última explicación es que los ejemplos que pudieran corroborar la misma son muy pocos y para todos ellos caben explicaciones alternativas de índole morfológica.’7 1.5. El numeral “tres” en iranio Frente a a.i. ti-aya!?, etc., ay. 6r~ii5 presenta una vocal larga en la sílaba radical para la que la mejor explicación consiste en ver una formación analógica del numeral inmediatamente superior, ca6f3ár5. La analogía puede haberse producido en la 18ecuación ca6Pai-asca: ca4lf3aro :: Oraiiasca • 9 ‘4 Vid. Endzelin (1923: 390—391, 1971: 180), Comrie (1992: 737—738). 15 La forma trije obedece a la neutralización de Y e i ante j; vid. Schmalstieg (1983: 53 y 175). ‘6Explicación aceptada por Arumaa (1985: 190). 17 Vid. Comrie (1992: 737) con las referencias bibliográficas. 12Vid. Emmerick (1992b: 294) con las referencias bibliográficas. Emmerick ha criticado la idea de Bartholomae de que se podían encontrar apoyos para la antigUedad de la —~— en las lenguas iranias modernas. 208 1.6. El numeral “tres” en tocario Van Windekens (1976: 513) y Winter que las formas toc. A tre B ti-si puedan *treyes, ya que a partir de esa forma *troya (en la notación de Winter; en procede de Hilmarsson, *tr¿iy¿i), a part explicables las formas de los dialectos. de con ei cua (1992b: 105> han rechazado derivar directamente de TE se esperaría toc. común la notación al uso, que ir de la cual no serían Sin embargo Pinault (1989: 46—47) ha estudiado el tratamiento los diptongos con primer elemento e en tocario y ha argumentado toda verosimilitud a favor de que precisamente el resultado de en sílaba acentuada no final es toc. común *ai a partir del 1 se explican directamente toc. A 6? 13 al. Parece, pues, masc. del numeral 19 * t reyes. que debemos aceptar que las formas de nom. “tres” en tocario derivan directamente de ¡E 1.7. El numeral “tres” en las lenguas anatolias Por básicos, numerales interpreta expresión correspond apropiados escrito la lo que se refiere a las lenguas anatolias, frente a lo que sucede en otras ocasiones se trata, no presentan graves dificu ción. Así, en hit. junto a formas en las q del numeral “tres” se ha empleado el iente acompañado de los complementos tenemos atestiguados algunos casos en los forma completa, como sucede en la secuencia 19 Como, por otra parte, vid, p. ej., Pedersen Schindler (1967: 240) ya se había propuesto (1941: 228), Krause —— los datos cuando de ltades de ue para la ideograma fonéticos que se ha te—rl —i a—as con anterioridad; Thomas (1960: 56), 209 UD—as XLIII 60 (Bo 2533) de tres días” •20 De espec como señala Carruba (1979: permite ponerla en exacta otras lenguas indoeuropeas. 1 9, cuyo signficado es “ se retrotrae a *-eyes, lo cual nos correlación con los testimonios de las En el mismo sentido tenemos el ordinal teriya-, según la forma te-ri-a~---rni—i.~ que aparece en KBo XVI 49 TV 2, el adverbio teriyan “por tercera vez”, y el sustantivo t&riyala- “mediador”, cuya evolución semántica es fácilmente comprensible a partir de un sentido primario que hace referencia al que “tercia” en un problema 2! En cuanto forma errónea significado tercer lugar como pos hit. una produc i é vocales, más prob préstamo regular. lo que q ible prot ndose para ab le del Sea ueda al término tarriy¿i por algunos como nalli--, tomado originalmente de el ordinal “tercero” y cuyo real parece ser ‘de tercer rango, que se encuentra en de tercera categoría”, Eichner (1992: 71) plantea para la geminación anómala de la r en que evolucionaría en seguida a *torya-, geminación por encontrarse la r entre ten paralelos en hit. No obstante, cree que en realidad este término sea un lo cual su evolución fonética sería lo que a nosotros ahora nos concierne, la formación del numeral “tres” en las explicación oforma *tryo— entonces la lo cual exis dicho autor luvita, con como sea, en claro es que lenguas anat indoeuropeo. olias es básicamente la misma que en el resto También en licio tenemos atestiguada una forma del numeral 20Vid. Eichner <1992: 64—66> y ideograma, Neu (1983: 286—287>. 21Vid. Eichner (1992: 67—68 y 70). para las formas escritas con del 210 tri ja—, en el“tercero”,“tres”, concretamente el ordinal compuesto trija—trbba— “tercer día”22 Así pues, los datos de la rama anatolia no alteran el panorama que ofrecen las otras lenguas indoeuropeas. Unicamente que nos hacen ver que en esa fase de la lengua tal vez todavía era posible una alternancia de grado vocálico pleno/cero entre las dos primeras consonantes de la raíz del numeral. 2. ANALISIS DEL NUMERAL “TRES” EN INDOEUROPEO 2.1. Los elementos añadidos El final *—es es claramente el plural de los temas en *—I según se ha visto desde los inicios de la indoeuropeística23. El origen de dicha desinencia ha sido explicado por Villar (1974: 305—308), y a él nos remitimos, ya que su dilucidación no entra dentro de los objetivos de nuestro estudio. Por lo que a su empleo para la categoría de los numerales se refiere, volveremos sobre las líneas generales en §XI.4. Así pues, nos encontramos con una forma más antigua del numeral “tres”, *tri, de la que tenemos abundantes testimonios en las lenguas históricas, especialmente en compuestos. Citemos 24 algunos a título de ejemplo — a.irí. iirimse “trimestre”, trilis “trenza”, triphne “de 22 ¡lid. Carruba (1979: 192> y Shevoroshkin (1979: 186). 23Ya Bopp (1858: 311) afirma que el tema del numeral “tres” es ti-] y dice que en la mayor parte de las lenguas la declinación de este tema es perfectamente regular. 24Vid. multitud de otros ejemplos en Pokorny (1959: 1091). 211 “de tres patas”, etc. “tenedor de tres puntas”, tres pechos”, etc.25; — lat. tripes, triplus, triplex, etc.26 íit. trin5ttis “trillizo”, trik¿jis 27 let. trin3itis “trillizo”, trizan a “dc tres patas”, etc. 28 a.esl. trizobicí “de tres puntas”, trisvett “tres veces etc. gr. tp¿-uos, -tpCnous, etc. arm. eream “de tres años”, etc. — avest. -Sripa8em “de tres patas”, ,9rim~ibhia— “que dura tres meses”, etc. — a.i. tnipád— “de tres patas”, tricakra— “de tres ruedas”, trir¿jtra— “de tres noches”, etc. 25 normal “de tr explica o r forma el tni Villar de la 26También es posible y Greene (1992: 508). No obstante, la forma del numeral “tres” es composición es tre— (p. ej., trebend es puntas”, trecbenn “de tres cabezas”, etc.), que se f néticamente a parti de *tni— (Pedersen 1913: 128). Esta se atestigna en las lenguas celtas continentales, así cantata inicial del bronce de Botorrita (sobre el que vid. 1990) y múltiples formas galas en tni— (vid., p. ej., las onomástica en Evans 1967). que esté atesti ertia, tertin> Sin embargo, vocalización de *tr—; vid. guada en tertius, ter, etc. donde ter— podría proceder también cabe la posibilidad de la sonante, de tal modo mfra dentro de este mismo Fraenkel (1962—65: s.u. tr~s), Stang (1966: 278), Endzelin 180). ti-ik~ji santo”, 212 Que la forma tri se atestigile fundamenta es algo que cabía suponer, ya que como afirma es precisamente en los primeros términos podemos esperar que se hayan conservado for elementos flexionales, puesto que tales caracterizan precisamente por su falta de forma que ya Brugmann (1911: 11) reconstruía y de cuya amplia difusión es un reflejo formaciones recogido en Pokorny (1959: 1091). lmente en compuestos Villar (1991a: 140), de compuesto donde mas sin la adición de primeros términos se flexión. *tri es la para la lengua común el contingente de Sin embargo, el proceso evolutivo que podemos rastrear para el numeral “tres” no se detiene en estas formas presentes en las fases más recientes del indoeuropeo. Aún nos es dado remontarnos más atrás por medio de un proceso de reconstrucción interna. En este sentido creemos que es básicamente correcta la propuesta planteada por Villar (1991a), de la que ya nos hemos hecho eco al hablar del numeral “dos”29, ya que el elemento *—i de *dwi— y *tri- es el mismo. Como veíamos, Villar cree que tenemos aquí en la *—i 30 final la marca de plural de la declinación pronominal , adoptada por un proceso de caracterización a nivel formal de la idea de pluralidad implícita en el concepto de “tres”, proceso que ya vimos con anterioridad que no es en absoluto infrecuente.3’ Villar no hace referencia a por qué ese tema en —i ha 29Vid. §11.2.2. 30La idea de que la —i de *tri— es una marca de plural se encuentra ya con anterioridad a Villar; vid., p. ej., Polomé <1968: 99). 3’ Por sufi jo agge t t su parte, Benveniste <1962: 87) radical y Carruba (1979: 199) ivale ad —1— apofonico”. cree que habla de se trata de un “una formazione 213 32 adoptado precisamente la declinación del tipo principal con variación apofónica (tipo gr. nóXus) y no la del tipo secundario sin dicha variación (tipo gr. OC 5). Sin embargo, no parece demasiado difícil encontrar argumentos para justificar la incorporación del “tres” a dicho paradigma. De entrada tenemos una razón de índole fonético, pues como observa Szemerényi (1978: 232) en los nombres del tipo principal a la —1— siempre le preceden dos consonantes, y tal es el caso de *tr—i--. No creemos necesario propósito del numeral dos, exponer los datos concretos la forma * ti-]- no es la or 13 forma sin la *-i final? lenguas históricas en que recopiladas por Meillet 35 trtiya-, a.prus. tirts repetir la expí por lo que nos sobre los que se iginaria, sino, por Se trata de formas no hay huellas de esta (1964: 411) y son las (formadas sobre icación ya dada a vamos a limitar a basa la idea de que el contrario, una concretas de las *—i. Éstas fueron 34 siguientes : a.i lit. treci2ias y 32En terminología de Szemerényi (1978: 227). 33 Esta idea es ya antigua. Vid. Schleicher (1866: 496). 34Resulta extraño que Sihíer (1995: 411) sostenga que forma en que la raíz del “tres” aparece sin la —i to—pe—za, forma que tradicionalmente —y, correctamente, a Sihíer— se pone en relación con el numeral “4”; vid. §IV.3. 35 Hay que reformular la afi cuanto a que a.i. trtiya— indoeuropea; lo que sucede forma muy arcaica de la raíz rmación de Wackcrnagel (1 es continuación directa es que el ordinal indio del numeral “tres”. la única es mic. pesar de 930: 406) en de la forma conserva una 36flenveniste Sin embargo, si bien dicha una evolución (1962: 87) cita como ejemplo de *14— el lat. tertius, esta forma no ofrece un apoyo fonético claro, pues, interpretación es posible, también se puede postular a partir *trit los, con un fenómeno de pérdida de la 214 a.esl. tretil, estas últimas formadas sobre *tre. Dado que el a.prus. continúa *tr— parece que hay pensar, como quiere Vaillant (1958: 654) que la forma del lituano y del antiguo eslavo han sido remodeladas en tre— por influencia de la forma en ti-e— del “colectivo”.37 Por lo que toca a las formas lat. tre—ceriti, ti-e—pindo, etc., éstas no pueden alegarse a favor de la reconstrucción de una forma del numeral “tres” sin *—i originaria, ya que muy verosímilmente han sido remodeladas sobre el cardinal lat. trés.38 A la formas recopiladas por Benveniste habría que añadir ahora lic. A *ti-zzi (reconstruible a partir de formas como trzzuba—, trzznbi, etc.), lic. E *trlli (deducible a partir de 39 tril—uba) y lid, ti-ala— (procedente de *14—li) vocal *1 por constituirse la sonante *r en centro de sílaba y con un desarrollo posterior de una vocal de apoyo de timbre e ante ella, como sucede en los nominativos de la declinación temática del tipo algar o como parece necesario postular para el adverbio ter (procedente de *tris). Szemerényi (1960: 82) no acepta una forma *tr— como base de los ordinales del antiguo indio y del prusiano, pero la argumentación de que a.prus. tirts se debe a analogía de kettwirts “cuarto” no es probatoria. 37Vid. §xVIII.7.1 y §Xvíír.16.1Á sobre esta categoría. 38En cuanto a a.i. tredb~, parece aceptable la explicación Wackernagel (1930: 347), aceptada por Mayrhofer (1986— : s.u. trayah), de partir de un originario *traya—db~. A las formas irlandesas en tre— ya nos hemos referido un poco antes dentro de este mismo apartado. 39Para estas formas vid. Shevoroshkin <1979: 183), quien dice que se trata de ordinales, pero, en realidad, aun estando clara su derivación del numeral “tres”, su valor concreto es incierto. Para 215 Así pues, parece lógico pensar que dichas formas han conservado un arcaísmo mientras que las demás han innovado dotando al numeral de una marca de plural, El proceso contrario, por el que de una forma *tri- se pasa a una forma *14— parece, en cambio, inexplicable, puesto que fonéticamente no se justifica y, además, en todo caso las tendencia analógicas hubieran funcionado en sentido inverso, dado que los cardinales de las lenguas correspondientes, como puede comprobarse en la tabla que ofrecemos 40 al principio de este capitulo, presentan la *—I. 2.2. La raíz *t, “to penetrate”; cf. mirare, “to enter by force”); and correspondingly the French trois, 3, to trés, “very”, the English three to thnough and thus the Indo—Buropean trejes to tre-.. Even though this theory cannot be proved with certainty, it does have in its favor the striking linguistic ressemblence and the possible interpretation of Three as the number trascending the oíd numerical barrier after number 2” 217 Comenzando por la primera cuestión que planteábamos, <1959: 1070—1076) llega a distinguir siete raíces *ter. aparte la posible relación que podría establecerse entre raíces verbales registradas bajo los números 3 y 4, de dicho autor da como traducción, respectivamente, “reiben, reiben, (reibend) durchbohren” bringen; tiberqueren, tiberwinden, retten” ister, exterus/interus, 8E~LTEpOS/ctpLOTSpOS O nhIE’LEpoS/ t~é-uEpos postulaban que el sufijo se empleaba primariamente para contrastar pares que ofrecían una oposición semántica, cree Benveniste que lo original no era la oposición entre dos términos marcados ambos por el sufijo, sino entre una forma con sufijo *—tero— y otra sin ella (p.ej. 8~uSs¡&pto-rep¿s, bp¿sih~tepos> y propone que en el caso de sustantivos como el lat. m~tertera no estaría en oposición a mater sino a amita (“la verdadera tía” frente a “la tía por parte de madre”). De este modo el a.i. a~Yatara <“muía”) no deben entenderse como ~~casi caballo”, sino como ~~animal del género equino” por oposición al asno. 219 Adrados (1975: 491) parte del mismo empleo original que Benveniste, diferentes ambos con nombre se que este derivar de sufijo; se pasa aquí que es el hombre cru convierte introduce a partir del cual hace derivar dos oposiciones una entre adjetivos de raíz diferente pero marcados el sufijo contrastivo y otra por la que un adjetivo o opone a otro de la misma raíz seguido de *—teno—, con lo segundo implica una diferencia con el primero. Hace aquí el valor comparativo que llega a adquirir el gún sus propias palabras: “Tratándose de adjetivos, se con ayuda de los casos Ab. o 1., dcl valor distintivo, original del sufijo, al propiamente comparativo: un el distinto de otro que también lo es (tp¿tepos) se en ‘más cruel’ cuando el término de comparación se con un caso de ta partir de’ o ‘junto a’, según decirnos. No vamos evolución del a entrar sufijo ya aquí que en no la discus es éste el ión detallada de la objeto del presente t r abajo, podido Benveni s afirma caracté nuestro y viene con la más alT momento contenido emplear se admi t iera en mayor adverbio pero sí surgir te <1948 . 45Denniston (1950: 481) afirma: “In view of the intensive use of flEpL in Epic (for which cf. the Latin perquara, permagnus), it seems difficult to question the accepted view that nep is cognate with that word signifying ‘alí round’, and so ~completely’. As Brugmann puts it, ‘Die Vorstellung, daP etwas rings umher geschieht und keine Richtung ausgeschlossen ist, ergab den Begriff der Vollstándigkeit oder des hohen Grades.’” 221 2,3. *t(e)i- como cardinal y ordinal Una vez vista la semántica de la raíz con la que se relaciona el numeral indoeuropeo “tres” pasamos a ocuparnos del segundo punto al que hacíamos referencia con anterioridad: cómo ha llegado a expresar concretamente ese significado de “tres”. Debemos llamar la atención, en primer lugar, sobre el hecho de que en el numeral “tres” nos encontramos por primera vez con la coincidencia del cardinal y el ordinal en cuanto al radical, algo que no sucede para los numerales anteriores, el ~ y el “dos”. Aunque el estudio detallado de los ordinales será el objeto de nuestro capítulo XVI debemos hacer en este momento algunas observaciones generales que nos permitan encuadrar adecuadamente el problema del “tres El sobre la para der por-, el del tipo ofrecen t ordinal “primero raíz *prH~§, que ivar adverbios y gót. faór, etc. nominal—verbal. res posibilidades — emplear ej., con gót. a — emplear “seguir” (lat. — derivar sucede, p. ej., se forma en las lenguas indoeuropeas —de nuevo- es una de las raíces empleadas preposiciones, como el gr. napá, el lat. 47 tratándose en este caso de una de las Para “segundo”48 las lenguas históricas distintas: la palabra que significa “otro”, como upar o lat. alt er; raíces nominal—verbales, p. ej. la secundus) el ordinal del cardinal en an. dvit3iyas. correspondiente, sucede, p. del verbo tal y como 46sobre el que vid. §XVI.6. 47vid. Adrados (1975: 858). 48Vid. §xVI.7. 222 Este último procedimiento, como señalaremos en §XVI.7, no es antiguo. Así pues —retomando lo dicho— vemos que el “tres” supone el pr imer caso de igualdad dentro de problema de expuesto en el hecho de ÉrtYya— y sufijos —ti aparece sin Villar (199 creemos que de raíz entre ordinales la serie de los numerales, cuál de estos usos es el má relación al significado de que existan formas de ord a.prus. tirts) cuya base ya y —is ~, que se deben el añadido de la marca —1, la) a la que hacíamos refe hay que pensar que las primariamente un uso que podríamos denominar y cardinales por lo que se plantea el s antiguo. Por lo que hemos la raíz *ter, así como por males es cardinales (1993: 24— odría hace de que a s los las mate 30 claramente derivado de característico que en si son ágrafas, los oid reducida (Crump 1993: sobre el de puesto que proceso de tropológico el concepto anterior al ). Un buen 32). Por lo r para la partir del cardinales, sociedades s presenten nota 16), expandida con posterioridad a medida que así lo requieren las 50 223 el sentido local de “el que está más allá”, y como tal podía entrar en oposición con las formas de las raíces que luego dieron lugar a los ordinales “primero” y “segundo” de las lenguas históricas Si Pero no hay que pensar que por entrar en tal oposición quedaba excluido de entrar en otras. Precisamente, dado el valor local originario de la raíz *ter y puesto que, como hemos visto en los dos capítulos precedentes, las raíces sobre las que formarán los cardinales ~~uno” y “dos” tienen primariamente un valor mostrativo, se puede suponer que eventualmente también podía oponerse a ellas. Por tanto, esta raíz pudo pasar a formar parte de lo que con el tiempo acabarían morfologizándose como dos series distintas de numerales. Explicitaremos en el capítulo XI de nuestro estudio el proceso por el que la raíz *?er adquirid el valor ya plural y concreto do “tres” y no únicamente el de “el que está más allá” o, pluralizado, “los que están más allá”, con indiferenciación de la cantidad concreta. Nos limitamos a señalar por el momento que un factor importante para ese proceso fue la adición de la marca de plural *—i. necesidades culturales. 5tDebemos hacer la observación de que si el “tres” no ha conservado en las lenguas históricas una forma meramente tematizada de la raíz *t(e)i- para la expresión del ordinal correspondiente se debe a la presión analógica ejercida por parte de otros miembros de la serie de los ordinales. Sobre la constitución de la serie de los ordinales vid. §xvT.8. 224 3. Las formas de femenino del numeral “tres” Finalmente debemos llamar la presentan el i.—ir. y el celta, desinencialmente53 sino por medio de 54 desprende de las siguientes formas atención sobre los fem. que 52 pues no los han creado un sufijo *sr, tal y como se galo tedres córn. ter a.i. tisr¿h a.írl. tetiir galés teir bret. teir ay. tisro Ya en Brugmann (1911: alargamiento en *—sr— con la *swe-sor “hermana” y en reconstrucción de dicho éti creemos, sin embargo, que palabra indoeuropea *(fJ)sor formas de los numerales, en 12) encontramos relacionado este palabra para mujer *sor presente en el gr. oap “esposa”. Aunque la mo indoeuropeo ha sido muy discutida, efectivamente podemos reconstruir una “mujer” basándonos, además de en las 55 la siguiente evidencia 52Similarmente para las formas del ‘<4”; vid. §IV.2. 53Éste el caso de otra lengua para la que existe una forma de fem. diferenciada, el toc., que presenta tarya (toc. B) y tri (toc, A), junto con táry~x— . Las deficiencias que él analizado extensamente la evidencia para la reconstrucción de TE *Hsor “mujer” y discutido formaciones concretas, por lo que nos remitimos al tratamiento allí dado a estas formas. §XI.4 para una visión global de las categorías de género y número en los cardinales. 226 encontraba a esta explicación eran las siguientes: 1. Falta de la —iv— de *kWetiviii-6?S en la forma fem. ca! asras. 2. Cambio de acento entre tisras y cat aspas 3. El vocalismo de la raíz. Como explicación alternativa Snyder (1970) propuso que las formas femeninas del i.—ir. considera que ésta Sin embargo, esta explicación reconstrucción de una marca de ica que la reconstrucción de la el problema evidente de no hay conservado un nom. usaras sin sust ituir producido por en el ac. usras los numerales. el proceso de sustitución sí se haya Para la explicación de las formas femeninas del indo—iranio y del celta, habría que partir, por tanto, de *tis¿res/*tisres y *kW¿trs(cflres —que sería la esperable—, dada la presencia de dos —i-— casi contiguas, habría de verse sometida a todo tipo de disimilaciones. Esta remodelación 57 La idea de que —r— por sí sola es marca de femenino se encuentra ya en Pisani (1951), para quien ésa sería la explicación de formas como uxor sobre la raíz *uks—, frente a formas masculinas en —u—. Vid. Luján (1996) para una crítica de esta teoría. 227 analógica favorecida por factores de índole fonética explica el problema que planteaba Snyder por lo que al grado de la forma *kWetesres se refiere. En cuanto a la falta de *—¡v--, postponemos su tratamiento hasta §IV.2 para tener así la perspectiva de haber analizado otras formas del numeral “cuatro”. Podemos adelantar, sin embargo, que la falta de *—w—no es tan extraña en el conjunto del indoeuropeo y que habida cuenta de la labiovelar presente en la sílaba anterior pueden haber tenido un papel decisivo procesos de disimilación. §8 También se atribuye generalmente a disimilación el que la forma del “tres” comience por *ti— en vez de por * seria esperable. La explicación es ya verosímil de por cuenta, además, con el paralelo del nombre avéstico TIÁt se explica muy bien a partir de un compuesto de *14]- 59 *sur— “estrella”. hecho de tri— como sí, pero i-iia, que “tres” y En cuanto a la diferencia de acento, nada pueden aportar las formas célticas habida cuenta de la fijación del acento en la primera sílaba que testimonian todos los dialectos célticos insulares. Por lo que las formas indias se refiere, aunque resulta difícil avanzar explicaciones sólidas habida cuenta de la imposibilidad de sistematizar los tipos acentuales de los temas en 60 —r en indio , no podemos dejar de pasar por alto el hecho de que, desde el punto de vista sincrónico del indio, tisras presenta como inicial una sílaba con grado cero, mientras que catasras presenta dos grados plenos en las dos primeras sílabas, lo que puede haber 58Así, p. ej., Burrow <1973: 259), Mayrhofer (1986— : s Emmerick (1992a: 166—167). 59Víd. Forssman haya sucedido un 601¡id. Lubotsky <1988: 106—107 y 168). (1968). fenómeno También es posible igual; vid. Panaino que en <1986). u. tr~yah), véd. tisya— 228 influido en la fijación del acento. Si partimos, pues, de *tisres y *kWetesres (salvo para “tres” en antiguo que se pleno Creemos (1957) indo-í forma Hamp que a. celta irlandés, plantea es el del grado *—50F como seria espera que en este sentido la para las formas britónic ranias: no se trataría de los casos oblicuos. 1973c: 177—178), para qu irí. tedir ha de remont común. De esto se deduce tenido lugar de forma independiente en indo—iranio. otro problema cero de *—sr en vez de un grado ble para un nominativo plural.62 explicación avanzada por Cowgill as resulta aplicable también a las sino de una generalización de la Esta idea también es aceptada por ien la innovación, habida cuenta de ar a *tisores, sería posterior al que la innovación del grado cero ha en el grupo galo—britónico y Es t a juegos de Pedersen interpret hipótesis evita, además, tener analogías para la explicación de (1913: 127—128>, que partía de ación de que dicha forma se habí que montar complicados las formas britónicas. *tesores, rechazaba la a rehecho en *tesiirjés por influencia de la forma del ‘‘cuatro en la vocal radical y por asimilación a los temas pero se veía obligado a de TE *—rr—), que con desembocado en un nom, señaló muy acertadamente llegar a las formas del en —j~ o —i en cuanto a la declinación, asumir que la raíz era *tesái-— (con —=1—— la flexión de los temas en —~ habría *te—eir.63 Por su parte, Cowgill (1957) que partiendo de *tisores no se podía grupo britónico, ya que *—ii- no puede 61Siguiendo a Hamp (1972c) y a Greene (1 opinión de Cowgill <1957). 62Vid. Eichner <1982: 158). 992) en contra de la 63 Una versión ligeramente modificada de esta explicación aparece en Thurneysen (1946: 246). - 61 que parece continuar *tisiires 229 evolucionar a galés —e]—, córn. —6?-- y bret. —6?--. Cowgill (1957> retomó una explicación de Thurneysen (1925), quien, a propósito de la forma gala tidres, atestiguada en un 64 grafito de Banassac y que él interpretó —muy verosímilmente— como la forma femenina del numeral “tres” en galo, propugnó la evolución del grupo *—sr— a galo —dr— y sugirió la misma posibilidad para las lenguas britónicas, pero sin argumentarla. Pero el articulo de Cowgill (1957) resulta convincente para aceptar que dicha evolución fonética efectivamente tuvo lugar también en el grupo britónico.66 Volviendo a la forma del a.irl. teUir, recientemente McCone (1993: 60—71) ha argumentado en contra no ya de que pueda proceder de *tisres, en lo que estamos de acuerdo, sino también de *tisores. Sin embargo, la solución a la que le lleva sus razonamientos es totalmente insatisfactoria, pues para poder dar cuenta de las formas célticas ha de partir de un nom. TE *t¿ysár, posteriormente recaracterizado en celta insular como plural por -es después de que se hubiera producido el paso *—ó>—u en sílaba final. Como se ve la explicación es muy forzada, habida cuenta, además, de que el paso *—5>-u ha de ser celta común desde el momento en que ahora parece atestiguado de forma general también en celtibérico.66 Para finalizar debemos señalar que en irlandés antiguo junto 6411id. ahora Lambert (1994: 143—144), con la bibliografía allí citada. 65 La evolución *tisres> tedres es aceptada como una posibilidad por Greene (1992: 539> quien sugiere como alternativa una extensión al nom. del del ac. *tisrns. 66Vid. Villar (1995). 230 a teúir existe también la explicación más convincente es quien no es sino una reducción del mismo modo que ya en a.irl. al más arcaico .soér. forma monosilábica la de Greene (1992: temprana de la forma existe soer “hombre 1 - . 67 teouir. La 507), para disi lábica, ibre” frente 4. CONCLUSIONES La forma base del numeral “tres” es *tri, que asimilada al paradigma de los temas en *—i— con apofónica, de donde se explica la forma de nom. *treyes reconstruirse en primera instancia para el indoeuropeo a los testimonios de las lenguas históricas. Sin embargo, la existencia de formas de *—i induce a pensar que ésa tampoco era la numeral, sino que dicha *—i es susceptible como marca de plural añadida a la raíz *t(e>i-. ha sido variación que puede partir de 1 numeral “tres” sin forma originaria del de ser interpretada El significado básico de la raíz *t(e)r es “ir más allá, sobrepasar”, por lo que la intepretación más lógica es que el numeral “tres” ha llegado a adquirir su valor numérico a partir de usos relacionados con el valor semántico originario de dicha raíz, lo cual, además, es perfectamente coherente con el valor deictico—local que también hemos encontrado en las raíces sobre las que se han formado los numerales “uno~~ y “dos”. 67Vid, Thurneysen <1946: 242). 291 CAPITULO IV: EL NUMERAL “CUATRO” 1, LAS FORMAS DEL NUMERAL “CUATRO ” a.irl. cethair gót. fidwor a.ingl. f~ower’ lat. quatiuor lit. keturi a.esl. 6euyre alb. kat~i- gr. TSTT~PES arm. c ork avést. ca6~ro a.i. catv~ras toc. A stv¿ar galés pedivar a.nórd. fi¿rer osco let pet ira ¿e t r i bret. petguar a.a.a. feor, córn. pesivar fior 2 E ativer Así pues, para 4 siguientes formas a) *kwetwores: el nominativo .3 comun a.irl. cethair, ~‘ gal se pueden reconstruir las és pedivar, bret. petguar, otras formas vid. Fricke (1886: 19—20). 2Según la restitución habitual en Festo 251, que en realidad transmite pitora, generalmente interpretada como forma neutra (vid., p. ej, Buck 19: 138 y Colemann 1992: 394). También conocemos la forma en composición petiru—/petiro— en petiropert/petirupert “cuatro veces”, sobre las que vid. §XVTI.4.2 dentro del capitulo dedicado a los adverbios cardinales. la excepción de las formas femeninas que analizamos en §IV.2. 4Con las aclaraciones que a propósito de ofreceremos en §TV.1.1—6. la conveniencia de derivar a.irl. cethair *kWetwares, vid, ahora McCone <1993: 56). 5 Para no de algunas lenguas de TE *kWetwores y 235 córn. pesivar; gr. (dór.) tEtiopEs; toc. ca&~~r5 y a.i. catv~ras pueden proceder *kWetwores como de *kWetw5r~es.b A stwar, B stwer. Av. fonéticamente tanto de b) *kwetwór: gót. a.ingl. f~ower; lat. *kwetwoi-(-.>]. fidivor, a.nórd. fiogor, quattuor [que también a.a,a. feor, fiar, puede proceder de c) *kWetur~/*kwetwr~: lit. keuurl, let. gr.: át. t¿utapcs, tes. y beoc. TrFttapEs, n(u *wlkWos o gót. ivairpan> w 12*werg —. El problema es que hay casos similares en que no hay otra labial en la palabra *ghWedh~) y casos de presencia de labial sin que ello conlleve un tratamiento especial de la labiovelar (como gót. qirnan> *gWen~~). 2. Influencia del numeral inmediatamente superior, *penkWe. 3. Préstamo o contaminación de otro grupo indoeuropeo. 1 ingúí st ico Esta última solución, como bien señala Stiles (1985: 85) parece la menos probable. En cuanto a la segunda, la influencia de un numeral sobre el contiguo es banal y a lo largo de nuestro aparecerán varios casos en los que hay que postular un fenómeno de este tipo; sin embargo, el hecho de que existan otros ejemplos paralelos de desarrollo fonético hace más dudoso que la presencia de f— sea únicamente atribuible a analogía. Quizá una tendencia fonética secundaria a la disimilación del apéndice labial en el contexto citado actúo juntamente con la analogía de “cinco” para desembocar en la f— inicial del “4”. Otro la dental problema de las lenguas germánicas lo supone la en las formas nórdicas y occidentales . La explicación más antigua asumía rma proto—germánica *fegwñr que remontaría a *kwekw~, es una forma con asimilación del grupo —tit’— de *kWetwor~ a la lar inicial. Sin embargo, como ha señalado Stiles <1982: 89) dicha forma acabamos de con labiovel presencia de dar cuenta aceptada por nosotros la evolucionado f se cuenta con ] 2w] 5, *iwwi es muy poco probable, habida cuenta de que ver— la forma pro ar inicial y, por una *-.d- <> TE * de gót. fidivor. Eichner (1982: más convincen uera del gótie el paralelo procente de donde de *idwis, que, a.ingl. 10W, a,a. -como togermánica no parece haber contado otra parte, es necesario suponer la —t—) en la forma protogermánica para En este sentido la interpretación 313—314, n. 13) nos parece también a te: *—dw- en sílaba átona habría o a -WW- con asimilación, para lo que de los pronombres personales: gót. en cambio, habría evolucionado a. uiu, etc. a Por lo que se refiere a la vocal final de la raíz, gót. fidwor y a.nórd. fioqor han de remontar a una forma en *-ór. Las formas del germánico occidental podrían remontar a ~or, como se acepta generalmente, pero como ha recordado Stiles (1985: 88), no es imposible que remonten también a formas en —or habida cuenta de los fenómenos de abreviación de las secuencias proto—germánicas en *-.Vr# en dicho conjunto de lenguas. El nórdico numeral es indeclinable en gótico, declinable en antiguo 14 y declinable secundariamente en antiguo inglés 13Vid. Eichner (1982: 313—314, n. 13) y las referencias bibliográficas. 14 Vid. Montes -- Fernández -- Rodríguez Stiles (1985: 89 ssú, con (1995: 321). 239 1.2. El numeral “cuatro” en latín El numeral “cuatro” en latín, qu5tHibr/qu5tuu5r *swesor, con —o-- de la primera sílaba radical en todo el paradigma y en ningún caso con **suror— como habría que suponer siguiendo la reconstrucción propuesta para ~‘Así, entre otros, Sommer (1948: 466), Mayrhofer (1986: 176), etc. forma similar Hamp (1977b: 149—150), quien parte de una forma con *0%— inicial sólo en los casos distintos del nominativo, pero explica la —a— como una inserción para resolver el grupo inicial. Por su parte, en Adrados (1975: 254) sólo se ofrece como paralelo de una vocalización con timbre a del apoyo vocálico de una labiovelar la forma beoc. I3áva, que no aporta ninguna luz sobre el problema, pues, a nuestro juicio, en la primera a de 136va no se debe ver una vocal de apoyo de la labiovelar sino un tratamiento fonético regular de la sonante nasal u generando un apoyo vocálico de timbre a en una secuencia *gWQneH 2. 240 el paradigma del “cuatro”. Creemos que la aproximación al numeral “cuatro” en latín ha de hacerse más bien en la ji lat. quattuor procedería de ante iv y evolución de —otv— explicación fonética es ad Sin embargo, no creemos qu desligarse de la existencia sílaba radical donde otras el ejemplo citado de lat. fente a formas griegas en ‘e gr. I.IELCUL), etc. Reci nea de Lindsay <1897: 414>, para *quotvor(e)s con geminación de 1 a —att’-- como en cavus, Naturalmen hoc y no pasa de ser una suposi e el problema de lat. quattuor de formas latinas con a en la pr lenguas presentan otro vocalismo17 c~uus frente a gr. xo(F)E%; lat. Ao*kWowortos y, con una evolución como la de lavare o cauus, *quawortos, posteriormente contraído en qu~rtus. En cualquier caso, resulta preferible considerar que la forma latina presenta una evolución oscura a partir de *kWetwor~ antes que 19 recurrir al dudoso expediente de postular un schwa secundum y a 17Monteil (1970: 243) explica la a como un vocalismo “popular” y remite a la p. 87 de su libro, donde habla del carácter familiar y con frecuencia despectivo de las formaciones en 5 sobre las que llamó la atención Meillet. Nada que ver, en nuestra opinión, con el problema que aquí nos ocupa. ‘8Sobre estos problemas vid. Leumann (1977: 49-50). 19 Muy sensatamente Sihíer <1995: 414) afirma, a propósito de gr. ntoupes y lat. quattuor: “Such vowels are the traditional redoubts of schwa secundum or reduced grade vowels; but an unexpected vowel in PIE is a poor way to explain an unexpected vowel in G[reek] or 241 partir de ahí reconstruir un tipo flexivo sin paralelos. 20 Por último, por lo que hace a la geminada —tu— si se acepta la existencia de una forma latina explicación es sencilla, ya que —tu-- evoluciona ejemplos como m]ttere, l.fttera, etc.tl Lo que hay entonces es el porqué de la —a—. Como hemos y explicación de Bammesberger (1995> también la procedería de la contracción habida en el ordinal qu~ruus un ápex).22 1.3. El numeral “cuatro” en las lenguas bálticas El numeral “cuatro” en las lenguas bálticas procede, hemos visto, de una forma con grado cero de la segunda s la raíz, es decir, *kWetur~. En lituano se declina adjetivo en —jo/-j~ aunque hay un resto de la antigua como tema en —i-— en el ac. masc. k~turis. Esta flexión de L[at ini.” 20Harnp <1980) ha reconstruido indoeuropeo como un paradigma a dicha reconstrucción es muy dudosa integrar a cualquier precio las *pisú> frente al paradigma regular tradicionalmente. 21Explicación aceptada por Bammesberger (1995: 217>. la palabra para Iternante *Cekrjor¡ y únicamente está formas eslavas *kuon-/kuri- que “perro” en —/Cekan— pero en función de (derivadas de se reconstruye 22 La idea de que la cantidad larga procede del ordinal es, no obstante, anterior a este autor. Así Colemann (1992: 394) postulaba una contracción *qwowortos>*qwórtos, pero atribuía el timbre —a— a influencia del cardinal sobre el ordinal. Sobre el ordinal vid. §xvI.11.6. como í laba como f 1 ex 1 ~ ya de un ión se 242 ha extendido a los cardinales “5” a Por lo que al letón se refiere, vez de la c— que sería esperable, lo a influencia eslava. Por lo demá producido una síncopa de la vocal El numeral se declina como un adj también presentan el resto de incluido. 26 la forma ¿el rl presenta c— en que normalmente24 se atribuye s, señalar únicamente que se ha de la segunda sílaba radical.25 etivo indeterminado, flexión que los cardinales hasta el “9” 1.4, El numeral “cuatro” en eslavo A,esl. proceder de de lado las ¿el yre presenta el problema de su —y— que ha de 27 *—u—. Se han avanzado varias explicaciones . Dejando más inverosímiles son las siguientes: 1. Existencia en el paradigma indoeuropeo de formas con —17— a 28 partir de las cuales se habría generalizado. Esta explicación es poco aceptable porque no existen formas continuadoras de —O- fuera del eslavo. p. ej., Kurschat (1876: 262> o Senn (1966: 214—215>. 241/id. Endzelin (1923: 361) con 278), Comrie <1992: 742). 25Aunque en algunos dialectos (1923: 361, 1971: 181). 26Vid. Endzelin <1923: 361). bibliografía anterior, Stang (1966: la —u— se conserva. Vid. Endzelin 27Recopi ladas bibí iografía. 281 icación similares vid. por Schnialstieg (1962>, a quien de Meillet (1934: la bibliografía en 198). Arumaa Para (1985: remitimos para la otras propuestas 190—191). 243 2. Contaminación entre las formas con grado alargado y con grado cero, esto es *kweuwór~~/*kwetur~, o, ya con la evolución del proto—eslavo, *¿etv~ir-/*¿etur—. La contaminación se habría producido por una sustitución de dicha alternancia por *¿etúr— para la que existen paralelos del tipo kvasó/kys— , que es la más generalmente aceptada 29 3. La explicación de Schmalstieg (1962: 60—61) es que se ha producido una analogía con el numeral “tres” cuyo nominativo urmje podía interpretarse como una raíz en —1- en contraste con una —i— breve en el resto de los casos. Sin embargo, el problema es que hay que suponer una generalización de la *—u— a todos los casos del numeral “cuatro” mientras que en “tres” dicha generalización no se ha producido. Así pues, la explicación de Schmidt sigue siendo la más aceptable. 1.5. El numeral “cuatro” en albanés 20 Hay acuerdo general~ en considerar que alb. katér no puede proceder de TE *kWetwor~ ya que, por un lado, se esperaría palatalización de la labiovelar y, por otro, la vocal TE e no podría estar representada por alb. a. Las explicaciones han ido en dos direcciones: la de aquéllos 29 Así, p. ej., Vaillant <1958: 628). Meyer (1884: 301—303) y, recientemente, HuId (1984: su.> y ¡lamp <1992: 907—910). 244 31 que, como Meyer (1884: 301—303> , postulan que el numeral albanés es un préstamo de una forma latina (no del clásico quattuor, sino de una forma vulgar, tal vez guau uor) o la de aquéllos que, como lvluld (1984: s.u.) o Hamp (1992: 907—910), sostienen que no hay razones para pensar que si el resto de los numerales albaneses del “1” al “10” son continuación de formas indoeuropeas el cuatro no lo sea y haya sido tomado en préstamo al latín. Para ello han de partir de una forma con inicial *kWÓtW~ que —ya sea postulando un schwa secundura, ya una vocal de apoyo— evolucionaría a alb. kat-, para lo que se apoyan en la existencia de lat. quattuor que procedería de una forma similar. Sin embargo, hemos para explicar lat. bilidad intermedia visto lo dudoso de postular una forma como guau tuor y queremos explorar aquí una entre los dos tipos de explicación propuestos has t a el momento. Sugerimos que para explicar la forma albanesa haya que habría perdido su sílaba siguiente. 32*kjetré. Y en influencia de la vocalismo históri la gran cantidad influencia que el partir de *ke apéndice por Esto nos lleva este estadio e forma latina co albanés de de préstamos latín ha ejer uwor-, donde la labiovelar inicial disimilación con la labial de la ría hasta una forma proto—albanesa s donde se habría producido una vulgar quattor que explicaría el la primera sílaba. Habida cuenta de latinos al albanés y de la fuerte cido sobre esta lengua, el proceso que propugnamos no vendría sino a ser un ejemplo Un fenómeno similar también en el numeral “4” letón, donde, como acabamos de comentar (§IV.1.3 31 más se de la misma. encuentra en la consonante Aceptado por Brugmann (1912: 13). Más bibliografía a favor de esta interpretación en Huld (1984: s.u.). 32 La caso, ‘ 7fl —é final que supone el proto—albanés se a analogía con los numerales superiores: etc.; vid. Huld (1984: s,u.>. debe, en cualquier gjashté”6”, shtaté ésa pos i 245 inicial se correspondiente. explica por influencia del numeral eslavo 1.6. El numeral “cuatro” en griego Las formas atestiguadas del numeral “4” en 33 siguientes mic. qe—uo--ro—we, át. ‘lié-rapEs, T(EVUcXpES, jón. tEQOEpES! tEOO«pES, lesb. UEOON)pES dor. y dialectos It—O. TctOpES. griego tes. hon. son las y beoc. u Co U~E5 Para la explicación de las formas dialectales griegas se acepta generalmente34 —y creemos que la explicación es adecuada— que se han producido generalizaciones secundarias de los grados vocálicos presentes en la declinación, Así, las formas micénica, áticas, tesalias, beocias y jón. TEOOU~ES procederían del grado cero *kweuw,i-~. En cambio, la forma doria TETTOpES se hace proceder habitualmente de *kWetwor~, lo que obliga a postular una pérdida temprana de la —iv— *kWetur~) y la forma del nom. *TEOOopES (~.*kWetwores)• Por lo que a en dos glosas de trOcJapES. A~,oXeYg a.C., SODI 323). forma lesbia se refiere, únicamente se Resiquio (n(uaupcv nCoupa, n%oapa y y iuhmupa en una inscripción tardía En una inscripción de Mitilene (LO XII atest igua U E00 U~ E (siglo TI 2.82.3—4) 33Vid., p. ej., Schwyzer <1953: 589—590), Chantraine Lillo <1990: 12), 34schwyzer (1953: 589—590), Chantraine <1983: 99), etc. 1983: 99), 246 sólo se lee TPEIKAIAEKO, aunque por el contexto se deduce que ]upEs ha de ser el numeral “cuatro”; sin embargo, la reconstrucción como MEOOIUpES, ¶IE0lUpES o, incluso, IdOUIUPES es controvertida y —claro está— completamente arbitraria.~ García Ramón (1984> ha rechazado la posibilidad de que las dos formas nEoVpEs* y 1IEOOVPES tengan la misma antigUedad y ha apuntado a que la segunda forma procede de *kWetwú reS, mientras que flEOl)PES* sólo podría proceder de *kweuures, forma con extensión del grado cero al nominativo a partir de otros casos. Sin embargo, como ha señalado Lillo (1990: 13, n. 16) no se trata sino de dos variantes alofónicas de *kWetur~, por lo que hay que asumir la extensión al nominativo a partir de otros casos con grado cero de la predesinencial a las dos. La forma más problemática es hom. nCoup~s con su -U-, generalmente interpretada como procedente de schwa secundum o, en otros términos, de una vocal de apoyo a partir de una forma con grado cero de la primera sílaba del tema, *kWotur~. 36 Sin embargo, esta forma, como ya expusimos al tratar de lat. quattuor37, no está justificada morfológicamente y, por otra parte, la vocalización —i— es anómala en griego, pues los otros casos que se suelen aducir38, como 1TL~L>apaL, 7ILTL>TflIL, xCp’-’Tjpt, etc. son formas verbales en las que la analogía con formaciones atemáticas con reduplicación como o ‘c¿O~pt ha podido tener un papel decisivo. Fuera de esta categoría quedan formas como i8piSw, io-rCa 35Vid. la bibliografía en Lillo <1990: 13, nn. 12—14). 36Así, Schwyzer (1953: 589—590), Lejeune <1972: 52), Adrados <1975: 873), Chantraine (1983: 99>, Waanders (1992: 372), etc. 37Vid. §1.2. 38Vid. Schwyzer (1953: 589) con los comentarios de Thesleff (1983: 134). 247 o LlIrIOS, donde lo esperable sería también e. Precisamente Thesl <1983) analizando las apariciones de ULGUPES en Homero, llamó atención sobre las conexiones culturales del numeral, entre el con rituales relacionados donde se dice que cuatro Patroclo. Sin embargo, directo a dicha relación, las tres apariciones de 24.233), en dos (15.680, 2 un sintagma cuyo núcleo decir, aparece estrechamen esperable sería e. Si no reforzar la intepretación con el caballo, eff la las como en 11. 23.171, caballos fueron arrojados a la pira de Thesleff no sacó partido lingtiístico pero el hecho es que, en realidad, de nCoupEs en la Iliada (15.680, 23.171, 4.233) 1ILOVpES aparece formando parte de es una forma de la palabra LIIITOS, es te ligada a otra palabra con ¡ donde lo es casualidad, tal conexión vendría a como un cierto rasgo dialectal por el 39 que e pasaba a it 2. LAS FORMAS FEMENINAS DEL NUMERAL “CUATRO ” Al igual que vimos para el numeral “tres” (§111.3>, existen formas especiales de femenino formadas por composición con *Hsor 40 “mujer”. Las formas atestiguadas son las siguientes awtrl. ceihoir! ceth¿oir córn. peder/pedar/pedyr a.i. ¿atasras galés pedair avést. cauaNró 39Biíligmeier (1981: 1542 ss.) ha propuesto que el paso de 6? a se veía favorecido por el entorno con labiovelar o labial. Más discutible es su atribución a un rasgo de “lengua de la corte” micénico. Vid, también la discusión en Eichner (1982: 371—373>. «lOfrecemos únicamente las formas de nominativo, puesto que las del resto de los casos no suponen ninguna diferencia en cuanto a la formación del tema. 248 Los problemas planteados por estas formas son básicamente los mismos que encontramos al analizar las formas femeninas del numeral “tres”, por lo que remitimos a §111.3 para las consideraciones generales, limitándonos aquí a desarrollar algunos problemas específicos que afectan al “cuatro” y que allí no abordamos. Por lo que a las lenguas celtas se refiere —ya que las formas indo—iranias derivan sin problemas de *kWetesres~, Pedersen <1913: 128) afirma que la forma fuerte cuya soldadura no sería originaria, A continuación pasamos a señalar las propuestas más signficativas hechas tanto en uno como en otro sentido. 3.1.1. EXPLICACIONES CON SEGMENTACION *kWe~twor Ya en Cuny <1924: 9) se encuentra la idea de que en *qWetuor~ se distinguen un elemento *qWe y un elemento *-tuor. Este segundo sería, a su vez, analizable en una base *tor y un infijo *we, que (Cuny 1924: 17 y 21 y, más desarrollado, 1946: 258> aparecería 41 Vid. Greene <1992: 508). La propuesta de McCone (1993) de derivar la forma fem. cethoir a partir de LE *kWetwiJr está basada únicamente en la necesidad de propugnar una evolución paralela a la de la forma fem. del numeral “tres”, de la que ya dijimos en §íií.j que no ofrece más que dificultades morfológicas. 25’) también en *sweks y en *duwo, mientras que la raíz de *tor sería la misma que la de *ter que aparece en el numeral “tres” (Cuny 1924: 9). Esta interpretación resulta a todas luces inaceptable hoy en día dado que parte de una concepción del indoeuropeo en la que el papel de la infijación era muy importante, algo que, en el estado actual de nuestros conocimientos, no parece sostenible. En cuanto al elemento *qWe, lo intepreta como un generalizador (Cuny 1924: 11—12). 42 Carnoy , por su parte, segmenta de pero según él el elemento *—twor-- se re 43 *t~w—, etc. , se rapportant á ce qui trataría, siguiendo su explicación, del “celui des cinq doigts qui permet de d torce”. A este respecto nos parece adecu Van Windekens (1982: 9>, quien pone encontramos ante un caso de “Wurzeletymo semántico que resulta enormemente dudoso. *kwe, lo explica como la partícula de ninguna aclaración suplementaria. la misma manera que Cuny, lacionaría con la raíz TE est fort et solide”. Se nombre del dedo índice, évelopper le maximum de ada la crítica que hace de manifiesto que nos logie” con un contenido Por lo que se refiere a unión, pero no ofrece Por su segmentación, *twei-—44, prese agarrar”, let. apofonía, lit. (procedentes (procedente parte pero nte en t veru tunO, de ie. de *two Van Windekens (1982: 9) propone la misma relaciona el segundo elemento con el lE formas como el lit. tirarlO, tverti “tomar, tve7t “agarrar, tomar, sujetar”, y, con turóN, let. turu, turat “sujetar, tener” *tur—), lit. ~‘p—tvaras “cerca, cercado” r—). Dado el significado de esta raíz 42En Mélangas Vm. Lefort (=Le Muséon 59, 564ss.>, cit. por Van Windekens (1982: 9). 43sobre la que vid. Pokorny (1959: 1083). 44Sobre esta raíz vid. Pokorny (1959: 1101). Lovaina 1946, p. 251 (“agarrar, sujetar, encerrar’), explica este autor, “on se trouve donc confronté avec, pour chaque main, l’image du groupe de quatre doigts sans le pouce qui, en effet, tous ensemble esaisissent~, ‘tiennent’ , ‘contiennent’ tel ou tel object ou qui méme l’entourent si ces doigts touchent l’interieur de la main”.En cuanto a *kWe, lo entiende como la conocida conjunción45 y desarrolla una explicación sobre la cual véase §XI.3. Finalmente, hemos de aludir a una propuesta de interpretación completamente divergente: la de Knobloch (1995>, quien —en el marco de la teoría glotálica— y partiendo de que en las formas griegas ¿crpl3os, 6pCa~~3os, 6tftipappos habrían de encontrarse los numerales “1”, “3” y “4”, explica el numeral “4” en indoeuropeo como un compuesto dvandva por reduplicación de la raíz del “2”, es decir, *t’we—t’we-r, que se habría disimilado en *q’we—t’we--r. Knobloch no explica el papel de -i- en la formación y tampoco justifica con paralelos la disimilacion. 3.1.2 EXPLICACIONES QUE NO SEGMENTAN *kWe~ propuso explicar este numeral como formado a partir de la raíz *kWet~, que originariamente habría significado “ángulo”, según deja ver el lat. triquetus “triangular”, de ahí habría pasado a significar “cuadrado” y a partir de ahí “cuatro” con el sufijo —ivor— en diferentes grados vocálicos. Por su parte Erhart (1970: ~5> cree que lo originario es un elemento *kwet con el significado de “un par” (según dejaría ver el ruso ceta “un par”>, al que se habría añadido un formante *Hw~~ que tendría el valor “dos” y al que se habría añadido la -r que 45También Bammesberger (1995) cree que *kwe está en el numeral con su valor de conjunción copulativa. 252 presentan los heteróclitos en nom. y ac. El significado del numeral seria, por tanto, “doble paridad”. Cohen (1984> supone que “4” en indoeuropeo deriva de una reduplicación de la palabra fino—ugria para “2” *kwet, es decir, *kweu-kwet, con disimilación posterior. Por último Shields (1991) propone una segmentaci6n *kWe~t~w~.or~, donde los tres últimos elementos serían afijos de no—singular. Por lo que a *kWe se refiere, Shields sugiere la hipótesis de que se trate de la raíz del interrogativo—indefinido, que según él sería un antiguo demostrativo que habría perdido su fuerza deíctica.46 Explicaciones completamente inverosímiles se encuentran, por ejemplo, en l3remer (1924>, para quien el numeral “4” procede de *oketo—, con la misma raíz que “ojo”, luego alargada por un sufijo —wores, que, a su vez sería interpretable como integrado por *dwo y un alargamiento —res, o en Muller (1927), quien interpreta el 47 numeral “cuatro” a partir de la raíz *ok— “agudo”. 3.2. Discusión e interpretación Si comenzamos por analizar las propuestas de interpretación etimológica del numeral “cuatro” que hemos expuesto, observaremos, en primer lugar, que las basadas en planteamientos sintéticos carecen de cualquier tipo de verosimilitud. La idea de Eurrow (1973> es a todas luces indefendible desde el punto de vista 46 posibilidad de relación con el interrogativo ya había sido sugerida por Bagge (1906: 266—267), pero ella misma reconoció que no era una solución muy convincente. 47 referencias en Van Windekens (1982: 8). 253 semántico. Para pasar de la noción de ángulo a la del número cuatro se necesita un paso intermedio a través del cuadrado, pero es que la propia noción de cuadrado, si la figura se define por su número de ángulos, como implica la teoría de este autor, conlíeva de forma preexistente la noción de cuatro, como muestra claramente el ejemplo lat. que el propio autor ofrece, Triquetus sólo puede ser un triángulo si a la designación de “ángulo” se le añade el elemento tri— que expresa la noción de “tres”. Es decir, *kWeV~ sólo podría pasar a designar e! cuadrado en composición con una forma del numeral “cuatro”, con lo que nos quedamos sin explicar éste. Por lo que se refiere a la hipótesis de Erhart (1970), aunque semánticamente podría ser defendible nos parece inverosímil desde el punto de vista morfológico. Aun si admitiéramos la posibilidad de que *i~f~ se añadiera a la raíz como desinencia de dual para dar lugar a una forma que significara “dos pares” no se ve de ninguna manera por qué se ha añadido posteriormente una —r y menos aún cuál es la relación dc ésta con la que aparece en los 48 heteróclitos, como postula este autor. En cuanto a Cohen (1984>, aparte del mismo reconoce, la —r— queda sin explicar, de la tipología dcl préstamo lingtiístico inverosímil por los siguientes motivos: 1. “dos” en préstamo se espera que se adop “dos”49 y al menos que la forma no varíe. los indoeuropeos procedieran a reduplicar grupo de lenguas cuando el procedimiento problema de que, como él desde el punto de vista resulta completamente Si se toma el numeral te con el significado 2. No es esperable que el numeral “dos” de otro podía haberse llevado a 48Más críticas a la hipótesis de Erhart en Schmid (1989: 24—25). 49 Los cambios de significado cuando se toma en préstamo un numeral son característicos de las bases, no de los otros numerales. 254 cabo igual de bien con su propio de “2” con el significado “4” lenguas fino—ugrias. numeral. 3. La forma reduplicada no se encuntra en las propias Tampoco la explicación de Shields (1991> satisfactoria. Aunque no es éste el lugar apropiado para en detalle el conjunto de su teoría sobre las marcas de dual en indoeuropeo, ya el mero hecho de postu recaracterización por tres marcas diferentes El testimonio de formas en las que el no aparece. Cuny (1924: 11) llamaba ya la ordinal turzya- y turya— del antiguo indio, a los añadir el avést. tUirila—. No deja de ser signifi que se refiere al antiguo indio, que a partir del atestigile una forma caturiha— con el significado vaya reemplazando a las formas citadas anteriormente. También Cuny (1924: 12) incluí elemento *kWe el gr. rparncCa “mesa”, las formas del ordinal en antiguo primer elemento *0 e atención sobre el que lo se y que habría cativo, por Atharvaveda de “cuarto” 50 a como ejemplo de forma sin ahora también atestiguado en indio vid. §XVI.í6.1• 255 mic. to-pe--za, con vocalización o de la ~ Según el consenso general, a ese significado habría llegado esta palabra a partir del originario de “la de cuatro pies . Normalmente se ha explicado como haplología a partir de un originario *tETp«IIEC« O como una forma con grado cero del primer elemento del numeral 52 “cuatro”, lo cual es altamente improbable. Recientemente Sihíer <1995: 411) ha negado la relación de tpaiiECcx con el numeral “cuatro” y argumentos existencia convincent rapnnxop LO según su numeral fo rrna sílaba, tal vez remode la inicial. ha postulado su relación con —de índole material, principal de mesas con cuatro patas es. Por otra parte Sihíer sile 1>, con vocalización alternati semántica contiene sin lugar “cuatro”. Tampoco aquí resulta *tEtaptT¡pópLoP con posterior dis sino de una forma del numeral “ca sea la forma TETÉXpTT1JJOpLOI) la ción por influjo de la forma Sería un caso similar al que “tres”; sin embargo, los mente, ya que según él la es muy tardía— no son ncia la existencia de gr. va de la *—r—, la cual a dudas una forma del necesario partir de una imilación de la primera atro” sin *kWe~ inicial y que haya explicar de o nos rdinal encont ya con ramos en como a. í. turíya— “cuarto”, luego reemplazado por ca tu, u h ~—. A estas forma hay que añadir el nombre propio gr. Tupcxtos, cuyo significado originario de “cuarto” se admite generalmente. 53 Chantraine <1968-: s.u.) dice que se debe partir del cardinal no atestiguado *tvpros, “une forme réduite du radical de ~4’”. A nuestro juicio no se trata de una forma reducida, sino de una forma en la que el elemento *kwe nunca ha estado presente. 51Sobre to—pe—za vid. 0Mhz (s.u.) con las referencias. 52Sobre el problema de las apofonías en el numeral “cuatro” volvemos mfra; vid. §Iv.3. 53Donde se recoge sentido originario bibliografía y la discusión acerca de si el es “nacido en el cuarto día” o “cuarto hijo”. 256 Lo mismo ocurre con el compuesto hom. TpU9ÓXELa “casco”, interpretable como “que tiene cuatro puntas” y que cuenta con un paralelo más moderno en la propia forma gr. tE’rp&paXos. En este caso, tpU(paXELa, se ha producido, además, una metátesis, pues esperaríamos una forma con primer elemento *mup— dada la raíz de la que parte el numeral “cuatro”. Caben dos explicaciones para este fenómeno. Bien nos encontramos con una analogía a partir del numeral “tres”, cuya forma en composición es *tri-, y que contaría con un paralelo en el osco truturn54; bien se trata de un fenómeno merámente fonético~ de metátesis para el que también tenemos buenos paralelos en otras lenguas indoeuropeas: galo Petru-corius, lat. guadrup~s, avést. ¿a4lru-gao~a “de cuatro oídos”, etc. A lo dicho debemos añadir un argumento de índole puramente fonética por el que es obligado rechazar reconstrucciones de formas de este numeral que comienzan por un grupo *kwt~. Dicho 57 grupo puede evolucionar en indoeuropeo de dos maneras: — por simplificación de la labiovelar ante consonante, originándose un grupo *kI— cuyo primer elemento no debería haberse perdido en gr., según ocurre con el sustantivo YTELS, que 54 Para cuyo primer elemento valdría, obviamente, la misma explicación que estamos dando para la forma griega. El significado de esta palabra, parece ser “cuarto”, aunque no es completamente seguro. Vid. §XVI.1l.6 dentro del capítulo de los ordinales. de sobra conocido que las vibrantes, junto con las liquidas, son unos de los sonidos que más metátesis provocan a nivel general. 56Para la posibilidad de que también arm. k’atasun “40” conserve una forma sin *Oe- inicial vid. §XTII.9. Vid. Adrados <1975: 252—254), 257 originariamente contaba con una labiovelar como primer fonema según revela el verbo n~x’ú, etimológicamente emparentado con él. — con surgimiento de una vocal de apoyo, generalmente de timbre U por influencia del apéndice labial de la consonante, que provoca consecuentemente la disimilación de dicho apéndice y, por tanto, la reducción de la consonante a velar. Vemos que tampoco es este el caso de los ejemplos mencionados, Así pues, fonéticamente está totalmente injustificado postular formas originarias “reducidas” para explicar la evolución de estas palabras. Y, como ya vimos al tratar de lat. gusituor en §IV.l.2, tampco hay justificación morfológica para postular estas formas con grado cero de la sílaba anterior a la pre—desinencial. B> Pero junto a las formas sin *kWe inicial conservadas en diferentes lenguas hay otro argumento a favor de que dicho elemento no es original en el numeral del que nos ocupamos, la estructura de la raíz. En efecto, si observamos las formas reconstruibles para el indoeuropeo que citábamos en al comienzo de este capítulo, nos daremos cuenta de que la mayor parte de ellas son anómalas en tanto en cuanto presentan dos grados plenos seguidos (las recogidas en el apartado a> o, incluso, un grado pleno y otro alargado , Holmer <1990: 15, n. 33), Villar (1991b: 135—136), Bammesberger (1995), etc. 259 tenía en la secuencia *tr. Por su parte el luvita cuneiforme nos ha conservado el instr. 52 pl. ma—a—u--wa--a—ti. Tal vez, como sugiere Shevoroshkin (1979: 61Vid. Eichner <1992: 76). Por lo que se refiere a la palabra kutruwan “testigo”, que a veces se explica como una forma de la misma raíz que *kWetwores, vid. Eichner (1992: 80—82), quien defiende la relación, pero, con todo, las objeciones de Tischler (1983: s.u.) siguen siendo válidas. 62Vid. Eichner <1992: 78). 260 188), haya que añadir lidio miva-d, atestiguado en un grafito cerámico, si es capacidad o contenido del mismo. un nominativo neutro que hace referencia a la A partir del hitita se puede reconstruir, pues, una raiz mi(e>u—, mientras que el luvita habría empleado una base mauwa-. 4.2. Interpretación Las formas del reí acionab les hit ita63 y el luvita parecen entre sí. lleubeck <1963: 201—2) las directamente explicó por derivación pequeño”, que ofre habría 1 proceso pequeña”, sea, sin mano “grande a part como una ce el par legado a según el es decir el pulgar> ir de formac alelo expre cual la est i con los la ión for sar de mano r ado5 cinco raíz IB *mey— “disminuir, adjetival en *—u64. La forma mal de mic. me-wi-jo “más el numeral “cuatro” a tra signan a originariamente6 con los cuatro dedos más por oposición a lo que pod dedos estirados. De ahí hacerse para la pequeño”, vés de un “la mano largos ~mew— > ~nww~. Eichner considera también la posibilidad *rneyaw~>.*maaw~>*m~w~. 65 Como adjetivo sustantivado, aclara Eichner <1992: 77). derivación evolución “más allá 962: 83—84) Neu (1987: según (1992: este 78) 261 había traído a colación en su discusión del numeral “cuatro” en anatolio, aunque no como paralelo semántico. Según Neuxnann, del mismo modo que farast en oseta indica “el que está más allá Las lenguas anatolias presentan formaciones completamente diferente a la del resto de indoeuropeas, ya que en ellas el numeral “cuatro” no sobre la raíz *(kWe>tw(o)r~, sino sobre la raíz *mey— según muestran hit. ¡ni—e—wa--as, etc. y luv. mauwa—. las formaciones anatolias tienen en común con las indoeuropeo el proceso por el que se ha acuñado la cuya base es las lenguas se ha formado “disminuir” Sin embargo, del resto del designación del cuatro”, numerales lo que, a su vez, anteriores: representa la segunda ruptura 2) La evolución semántica de las raíces del numeral “cuatro” en anatolio y en indoeuropeo no anatolio presupone el cómputo con 68 Por un Vid, el proceso de falso corte a partir del capítulo XI para el encuadre general. final del “tres”. numeral con los 20 los dedos, ya que ambas han llegado al uso numeral a través de pasos intermedios en los que han designado el conjunto de los cuatro dedos de la mano con excepción del pulgar. Y esto frente al valor cleictico o local dc las raíces sobre las que se formaron los numerales ‘‘ uno~~ a “tres’’. 2 64k- CAPITULO V: EL NUMERAL “CINCO” 1. LAS FORMAS DEL NUMERAL “CINCO ” a.irl. coic gót. finir lat. quinque lit. penkí a.esl. peti alb. pesé gr. ¶IFL)TE, eol arm. hinq avést. panca a.i. paYíca toe. A páñ A podemos Pasamos problemas. galés pimp a.nórd. fu let. pieci 11E~I1IE toc. B pi. partir de los reconstruir pa a continuación tes ra a córn. pymp a.a.a. finif timonios de las 1 el indoeuropeo es ocuparnos de las bret. pemp a.ingl, fif enguas la forma que claramente *penkWe. formas que ofrecen 1.1. El numeral “cincq” en las lenguas celtas Las formas de las lenguas britónicas —además del ordinal galo p¡npetos1— permiten reconstruir una forma protocéltica *kWenkWe, que deriva directamente de lE *peflkWe. Sin embargo, el vocalismo de a.irl. COic es Junto a la forma en coic—, que se encuentra también y en los sustantivos derivados, existe cozca/c¿ega 3 verdadero diptongo. Thurneysen <1946: 246—247> 1 Para problemát Leo. en el ordinal con un resumió las los ordinales vid. ~XVI.9. la interpretación general de las es la distribución del periodo decenas vid. ~XllI.2. tardío. Greene (1992: 509) 2Para 3 Es t a 267 interpretaciones propuestas hasta la fecha, que son las siguentes: 1. Asumir que proto—celt. *kWenkWe evolucionó a irí. *cowenkWe, que, a su vez, dio *co lic, posteriormente contraído en COJO. En “50” *cowe— habría evolucionado regularmente a coi— por síncopa. El problema para aceptar esta explicación es que desde los más antiguos documentos irlandeses coic es monosilábico y no hay ninguna evidencia que permita postular su anterior bisi labicidad. 2. Asumir que proto—celt. *kWenkWe evolucionó a a.irl. *kWonkWe. A partir de ahí se esperaría —5g postuló que en palabras que se habían convertido en monosílabos tras la pérdida de la sílaba final la evolución era a —og(g). Sin embargo, el único paralelo aducido, con—accae “vio”, que, según él, procedería de ~ *~ad~kWe~kWo(i)~se, es dudoso. 3. El propio Thurneysen (1932, 1946: 246—247) sugiere partir de *kWenkWe> *kWé(g)gwe, donde e habría evolucionado a o por influencia de las dos labiovelares que lo rodeaban. Esta evolución no se habría producido en “50”, cuyo primer término habría evolucionado *k’~’é— o *k~—, que, finalmente, habría rehecho su vocalismo tornando la o de coic. Esta última explicación parece la más convicente. El inconveniente que alega Greene <1992: 509> en cuanto a la distribución funcional de las variantes no creemos que constituya recuerda acertadamente que en la escritura más antiguo el signo de cantidad larga no aparece consistentemente sobre —01— y, además, puede indicar bien una vocal larga seguida de consonante palatalizada, bien un diptongo seguido de consonante neutra. 26S un problema irresoluble habida cuenta de Thurneysen, de dos evoluciones fonéticas —y en esto no hay nada de raro— una término de la decena para aproximaría correspondiente. que depende, como señaló regulares a las que sigue remodelación del primer a la forma de la unidad 1.2. El numeral “cinco” en las lenguas germánicas La única observación que hay que hacer respecto lenguas germánicas es que proceden de *pempe> *fimfe, que a lE *penkWe por asimilación de la labiovelar a la inicial de las remonta labial 1.3. El numeral “cinco” en las lenguas itálicas Lat. quinque procede regularmente de *penkWe, con la asimilación *kWenkWe que también muestran las otras lenguas itálicas, como osco—umbro *pompe, reconstruible por el testimonio del ordinal osco pompties y umbro puntes “grupos de cinco” La -ii~- *penkWt os, de quinquo se explica a partir del ordinal quínctus< con el mismo alargamiento que aparece en s~nctus, etc. 6 1.5. Los numerales _____ a “diez” en eslavo explicación del cardinal “cinco” en eslavo sólo puede en el contexto de la remodelación que han sufrido los La hacerse 4tJid., p. ej., Lehmann Berns <1992: 584—585). <1986: s.u.>, Ramat (1986: 140>, Ross —— 5Vid. Buck (1904: 138>. Vid., p. ej., Leumann <1992b: 70—72), Sihíer (1977: (1995: 487>, Colemann (1992: 395), Eichner 413>. 269 numerales “5” desarrollamos debemos tener los ordinales: a “10” en dicho grupo ahora la explicación en presentes tanto las formas lingUistico, por lo que su conjunto. Para ello de los cardinales como de CARDINALES pO t 1 se s t Y se dm1 osmj deve tI desetí ORDINALES pet ¿1 sesÑ sedmú osmu devetú deset¡3 La explicación formas abstractas en en a.i. pankti-. tradi *—ti ciona 1 como las ve í a que en los cardinales se encuentran, por eslavos ejemplo, Sin embargo, Szemerényi <1960: 109—112), en su anál las formaciones eslavas, llamó la atención sobre el hecho la argumentación sobre la que se basaba esa interpretaci era posible si se daba por supuesta a priori la existe dichas formas en *—ti, formas que, por otra parte, escasamente atestiguadas en el conjunto del indoeuropeo realidad, limitadas al numeral “5”i Existía, además inconveniente de que resultaba un tanto arbitrario postular formaciones como base de los numerales “5”, “6”, “9” y mientras que en “7” y “8” no habría ninguna traza de ellas. isis de de que ón sólo neja ue están y, en el es tas ‘~ 1 0 Como señala Szemerényi (1960: 110>, en realidad, lo único que podemos dar por seguro a partir del análisis de las formas eslavas .7 P.ej., Brugmann (1911: 22>, Meillet (1925a>. 8Vid. Szemerényi (1960: 112—114>. 5 6 7 8 9 10 270 es que el numerales Es decir, “8” ha sufrido la influencia el ordinal y el cardinal se a partir de las formas esperab del “7” y que en los dos han influido mutuamente. les: 7 *septm>*seti 8 *okt~>*osta Se habría producido una remodelación en: ‘7 *sedm7 8 *osml Donde —mu se habría extendido a “7” se habría rehecho en *sedmi la presión de “octavo” y de “7” *05w) Se configuraba así cardinales consistente en cardinal y —ú para el sustantivo de tema en temático). Este tipo se “10”, configurándose así atestiguados históricamente “octavo” a partir de “séptimo” y por influencia del ordinal. Bajo “8” habría adquirido su forma un modelo de formación de ordinales y añadir a una misma forma base -Y para el ordinal . Ya Vaillant (1958: 632> había señalado que en eslavo los cardinales parecían derivados secundarios en —i de los ordinales. Un proceso similar ha tenido lugar en albanés, como veremos en §VI.1.4. *septmos>sedmi ~oktowos>*ostovú *sedmó *0511w 272 1.6. El numeral “cinco en albanés lo Las explicaciones antiguas asumían que alb. pesé debía derivar de *penkti, asumiendo que —ti producía la silbante —S—. Sin embargo, hoy sabemos que lE *kw ante vocal palatal también podía evolucionar a alb. —S—, por lo que se puede partir de una forma LE *penkWe para dar cuenta del numeral albanés. Huid (1984: s.u.) ve una dificultad en la —e— ya que según él *en se trasforma en i ante silbantes. Sin embargo, como ha recordado Hamp <1992: 911>, dicha evolución se produce ante silbanes originarias y no necesariamente ante silbantes procedentes de antiguas velares. Por otra parte, la vocal final —é no es esperable a partir de lE *penkWe, pues lE —e hubiera debido desaparecer. l-Iamp (1992: 911) recurre al expediente de postular un antiguo neutro colectivo *penkWe~om, que, aparte de lo extraño de la formación, no cuenta con ningún paralelo. Recurrir a una contaminación entre formas continuadoras de *penkwe y *pnkti, como hace HuId (1984: s.u.) tampoco parece una buena solución. No parece haber ninguna razón para no considerar que aquí la —é final, como la que es necesario suponer para proto—alb. *katr<é) ~ se debe a analogía con los numerales inmediatamente superiores: gjashté “6”, shtaté “7”, etc. 1.7. El numeral “cinco” en tocario Las formas toe, A pali B plá derivan regularmente de IB lo Vid. Mey (1884: 303). 272 .12 *penkwe a través de toc. común *pánca , con la única salvedad de que en toc. A lo esperable sería *p&ñs. Winter <1992b: 107—108) explica la pérdida de —s por disimilación en la secuencia *—5 5— que se habría producido en el cómputo rápido entre el final de “5” *pAñs y el inicio de “6” sUk. Sin embargo, la explicación de van Windekens (1976: 108), para quien se trata de una influencia del ordinal (con oblicuo en páncám) no debe descartarse por completo, a pesar de la objeción de Winter (1992b: 108), quien afirma que en tal caso se esperaría influencia de la forma de nominativo pMnt. 2. ANALISIS DEL NUMERAL “CINCO” EN INDOEUROPEO 2.1. Estado de la cuestión Para la interpretación etimológica del numeral “cinco” (en indoeuropeo no anatolio> ha habido, al igual que para el numeral “cuatro”13, dos líneas bien diferentes. Por un lado tenemos aquéllas que han pretendido explicar la forma en su conjunto; por otro, aquéllas que parten de una segmentación en dos elementos, *pen y *kwe, originariamente bien diferenciables y sólo fundidos en una forma única en una fase posterior. Pasamos a analizar las propuestas más relevantes hechas tanto en una como en otra dirección. 2.1.1. EXPLICACIONES SINTÉTICAS Dentro de este grupo la explicación tradicional del numeral ‘2t¡id. Krause —— Thomas (1960: 99>, van Windelcens (1976: 361>, Pinault (1988: 61>, Winter (1992b: 107—108>, etc. 13 Como vimos en §ív.3.1. 273 “cinco”14 lo pone en relación con las palabras que en las germánicas y en eslavo designan al puño y al dedo (gót. figgrs, a.a.a. IB a.ingl. finger> . La evolución semántica seguida para llegar significado numeral sería clara: de “puño” <= “mano”), si es primaba la relación con el primer grupo de palabras, o “conju de dedos”, si es que hay que partir de una mayor proximidad segundo, a “cinco” el desplazamiento de significado es obvio como es habitual, se emplean los dedos de la mano para contar. En un reciente trabajo Winter (1992: 15—16), quien admite análisis expuesto en el párrafo anterior17 ha intentado reali algunas precisiones sobre la forma de este numeral. Según él forma subyacente era *penkW, que, debido a la inadmisibilidad grupo *~nkW# como final de palabra tomaría una *—e en realización superficial normal. Sin embargo, huella de que *—e podía no aparecer quedarían, a su juicio, en dos lugares: lenguas a. ingí. fingar, a su que nto al si, el zar su del su esta 1) el ordinal correspondiente, para conclusiones de Szemerényi <1960: 85—6), ordinal debió de ser originariamente *pnkW¿~. lo que se basa en las que postula que dicho *penkW¿~ o, más bien, bibliografía en también parece 141/id. la 114—115> reservas. 15 Para estas recoge 16Víd. Pokorny <1959: 808). 17,, Five ~fist’ as Boisacq (1938: aceptar esta s.u.). Szemerényi (1960: etimología, aunque con una explicación y discusión de los detalles fonéticos formas remitimos a Szernerényi <1960: 113—114), donde además, bibliografía anterior. de se is, if correctly analyzed, a motivated formation, with the primary meaning of *penkW.~ (Winter 1992: 17> 274 2) las formas del cardinal “seis y balto—eslavas, pues una secuencia proporcionaría el entorno ruki que palatalización presente en a.x. sat, explicaría, también, por falso corte, dialectos iranios medios y modernos como El carácter reciente de la *—& se hecho de que la forma reconstruible en presente dos grados plenos e, lo cual apofonía vocálica del indoeuropeo.’8 en las lenguas indo-iranias en ajiegro *penkW~s(w)eks explicaría, según él, la lit. ges.!, a.esl. sesÑ y avést. xsvas y formas de la del kotanés ksai. detectaría igualmente en el primera instancia, *penkWe, no encaja con las leyes de Una explicación moderna, de tipo unitario pero radicalmente distinta a la tradicional, es la ofrecida por Polonié (1968). Para este autor, que no consigue explicar la *—e final del numeral20, *penkW seria un morfema “applying the whole hand when alí five fingers are being counted”. Y propone, entonces, la comparación con el hit. panku— “todo, completo”, argumentando para ello que es opinión comúnmente admitida que esta palabra era originariamente un adjetivo que se empleaba con frecuencia para expresar el 18Esto ya había señalado desde antiguo; vid., p. ej., Hírt (1932: 107>. ‘9Aceptada, entre otros, por Lehmann (1970, 1991: 136—137, 1995: 253). Gamkrelidze —— Ivanov (1995: 726) también la aceptan pero sin renunciar por ello a la relación con las palabras para “dedo”. 20”Therefore, it is hardly possible to provide any valid explanation for the final -e of penkWe within the regular patterns of the TE inflectional and derivational system.” (Polomé 1968: 100) 275 concepto de “totalidad”21. Sería de ese significado de “todo” del que derivaría el numeral “cinco” indoeuropeo, que marcaría originariamente el hecho de “completar” los dedos de una mano al ir contando. Para defender esta interpretación Polomé ha de rechazar la interpretación tradicional del hit. panku que lo aproximaba al a.i. bahu- y al gr. naxós “grueso”22 y dice que una evolución desde ese significado (o el de “masivo, compacto” al que permiten llegar las formaciones de esa raíz presentes en tas 23 lenguas germánicas> al de “todo” es imposible En 1972 N. van flrock, aceptando en parte los planteamientos 24 de Polomé proponía encuadrar el numeral “cinco” dentro de un conjunto de formas más aplias, que abarcaría desde gr. iii5~ . 23 Aunque para un posible paralelo puede verse Harnp (1973f>. 24, ‘Formellement, je ne discuterais que l’interpretation de —ku— dans la forme hittite; E. Polomé y voit la labio—vélaire radicale et le transfert direct d’un /pankws/ á la flexion des adjectifs en —u—. On peut douter ji...] que ~kw~ puisse se pr6ter A une flexion en —kaw—. II faut plutót voir lA un adjectif en —Ii— A la formation réguliére avec dissimilation de l’appendice labio—vélaire devant u: *pflk(W)~U~. 25Para la relación entre “5” y palabras relacionadas con la “mano” vid, también Horowitz (1992: 411—415). 276 2.1.2. EXPLICACIONES ANALíTICAS También 28 analítico segmentar segundo es de cuyo va autores y el primer “uno” habría simpí i fi para lo desde antiguo se han propuesto explicaciones de tipo • Todas ellas coinciden en postular que hay que la forma *penkWe en dos elementos, *pen y *kWe. Este interpretado unánimemente como la partícula lE *kWe2.7, br nos ocuparemos en §18.3. Las divergencias entre unos otros se presentan, por tanto, a la hora de interpretar elemento. Para Pedersen (1893> se trata de un elemento que significaría o bien una designación del dedo pulgar y la forma *penkWe llegado a expresar el numeral “cinco” por una cación de una secuencia originaria *kWetwores peri kWe, que ofrece el paralelo de los numerales “once” y “doce”. Cuny (1925: 1 ss., 1946: 257>, por señalar que *pen procedería de *pem y comparable con el semítico *ham, nostrático, como formado por *fá su parte, se limita a que seria directamente que, a su vez analiza, dentro del “pie” y *m¿1 “mano”. Pisani (1929, 1932: 164), siguiendo una idea de Pott, en cambio, que *pen significó desde el principio “cinco” y relacionable con el bat. penus “parte interior de la provisiones, despensa”. Así *pen habría hecho referencia al en cuanto “dedo gordo”. 26 Para Carnoy , en cambio, la relación hay la bibliografía en van Windekens 229>. Que ya hemos encontrado en *kWe~tw(o)r; que establecerla con <1982: 11); afiádase Stewart vid. §IV.3.2. 29 Op. cM. en n. 6 del capítulo IV. cree, que es casa, pulgar 26Vid. <1906: 27 277 el gr. n&’o~xccL “pasar fatigas” o con el alemán spannen “tensar, estirar”, pues, en su opinión, cualquiera de las dos interpretaciones encaja bien. Por lo que se refiere a la segunda posibilidad, cree que la noción de “estirar” es relacionable con la del numeral porque el pulgar se separa lejos de los otros dedos cuando las dos manos están extendidas.29 Finalmente, Van Windekens (1982: 11—2), siguiendo ideas anteriores30 cree que la raíz con la que hay que relacionar el “cinco” es *pen— “tensar, estirar”, como ya había propuesto Carnoy. Sin embargo, este autor cree que la noción de “estirar” hay que aplicarla al conjunto de la mano y no al pulgar solo y llama la atención sobre el hecho de que de esta raíz haya derivados en las lenguas germánicas que indican un “palmo” como medida de longitud que abarca el espacio comprendido por la mano estirada desde designac cojunto de los factible. Sin un punto flojo punto de vista semántico las explicaciones ofrecen nada que objetar. Tanto la hipótesis de como las visiones tradicionales suponen el paso iones que se refieren a la mano (como totalidad o dedos) al numeral “cinco”, lo cual es perfectamente embargo, tanto una como otra explicación presentan en los aspectos formales. En efecto, ya hemos visto como Winter (1992: 15) llamaba la 291’id. también Holmer <1990: 16, n. 38, y 17). 30Vid. la bibliografía en el propio van Windekens <1982: 11—12>. Vid, también Tucker <1931: s.u. quinque). 278 atención sobre el carácter reciente de *penkWe debido 31 presencia de dos grados plenos e . Indudablemente está cierto, pero su solución de postular una forma subyacente sin *—e nos parece poco afortunada. De entrada el razonamiento ofrece para explicar “seis” en secuencias la palataliz “cinco — seis defectos metodológicos. Sabido es allegro lo que se puede producir presentes en las formas subyacentes, él da del inglés slx seven, donde la final y el principio de cada palabra Pero lo que no parece tener mucho s subyacente que sólo se revela en las en cambio, se altera en las pronun explicación para la palatalización 32 fuera aceptable la forma subyacente que ocasionalmente neu al dos tralización de la revés. Pero, como grados e. ación de la *5— inicial del en allegro adolece de graves que en las pronunciaciones en son desapariciones de fonemas como en el propio ejemplo que secuencia de las dos ¡5/ del quedan reducidas a una sola. entido es postular una forma pronunciaciones en allegro y, ciaciones normales. Aunque su de la *s— incial del “seis” sería en todo caso *penkWe, como *penk (conpodrí a mani festarse labiovel vemos, ar) esto en secuencias en allegro; nunca no resuelve el problema de los Por lo que se refiere al otro argumento que ofrece, el w. ordinal *pOnkW¿~ o *pnk o--, no debemos olvidar que esta forma no está atestiguada absolutamente en ninguna lengua y se trata de una reconstrucción de Szemerényi (1960: 85) en aras de la coherencia con los ordinales “tercero1’—~~cuarto” y “sexto”—”noveno”. La forma que nos transmiten las lenguas lo que permiten reconstruir directamente es *penkWt¿~~, como dice el propio Szemerényi, donde a 31 Y, en el mismo sentido, the stem-syllable and the recent formation”. 32 Que, de hecho, no nos Polomé final (1968: 99): le! seem to lo parece; vid. “the e— imply t vocalism in hat it is a §ví .2.2. 1.. a en * pe la lo nkw que 279 33*penkW, quien la raíz— explica la *—e en su variante en sandhi él, en la forma que *penkWé~~ ~ *—e final del numeral es, como acertadamente <1982: 10> el problema frontal con el que es unitarias, pues no pueden dar cuenta de (1968), según veíamos en el apartado ncente resulta la argumentación de Shíelds —sin entrar en el problema etimológico de a partir de la marca de no—singular *—en *—e. Esta *—é se habría conservado, según entra a formar parte de las decenas, Pero antes de intentar ver por qué falta entonces ordinal *penkWt¿S~ debemos traer a colación una reflexión Windekens <1 siguiente: mani festement que les sens l’origine ces *penqW e, donc de la main é problema desde Contamos, coloquial cinque”, para refe extendida 982: 1 “Comme des de not sur tant el además, es de inglés rirse de 0) que nos parece 1.—e. *penqUro..~ dérivés do i gt” ions r ‘c ínq assez punto adecuada. u *penq e, on e “poing” Dice este autor u et 1.—e. *pnq sU— de peut également et d sont secondaires eposaient tout simplement sur une association avec ‘cinq’ naturelle.” En efecto, no de vista semántico para tal con un paralelo muy próximo en es lenguas , como el italian a five”, español “choca esos de golpear la mano extendida di ferent “give me al gesto otra persona. igualmente está claro, lo sont adme t t re et qu’á celle de des doigts hay ningún derivación. expresiones o “dammi un cinco”, etc. sobre la mano Desde el punto de vista formal, como señala Van Windekens, que, si acaso, 33t/id. ~XVI.4.3. y§XVI.5.2. 34No creemos que éste sea el origen de la —~—; vid. §XIII.13.2. en el de Van 280 35 *penkWr¿.~ y *pnkWstz.~ son derivados de *penkWe y no al revés. Si es así, nos encontramos ante el mismo problema que con *penkWtó.~., donde la *—e no aparece. Creemos que de ahí no se puede deducir que la *—e no estuviera en algún momento, dado que, como el propio Winter <1992: 15> reconocía, una secuencia *~nkW# en final de palabra no es admisible según las leyes de la fonética indoeuropea. En cambio, que esta *—e, presente en la forma, podía desaparecer al añadirse otros elementos a la formación sí es admisible. El gr. nos ofrece ejemplos en formas como ¿SC, donde la —E final desaparece al añadírsele la partícula deictica y en español tampoco faltan ejemplos, como entrambos o (en español vulgar) antier por ser un planteamiento ad bac, ya que una raíz *pen con el significado de “uno” o como nombre del pulgar no aparece en ningún otro sitio. Por lo que se refiere a la propuesta de Cuny <1925), tal vez sea acertada su aproximación a las formas semíticas y nos permita avanzar en el conocimiento del nostrático, pero, como señala certeramente Van Windekens <1982: 11), en este caso no aportan nada para el conocimiento de las formas indoeuropeas, ya que —añadimos nosotros— la forma encuentra su explicación dentro del propio dominio de las lenguas. La propuesta de Pisani no necesita comentarios. La hipótesis de Carnoy en la versión mejorada de Van Windekens <1982> ofrece más visos de realidad. El testimonio de las lenguas germánicas, expuesto más arriba, en el que esta raíz se ha empleado para dar lugar a formaciones que designan al “palmo” podría ser un apoyo importante. Hemos visto que tanto las explicaciones analíticas como las unitarias se mueven dentro del terreno del cómputo con los dedos, lo cual es acertado, ya que, como vimos al hablar del “cuatro”, comienza con dicho numeral una pequeña subserie de los numerales lE basada precisamente en esa forma de cómputo. Y, en la propuesta de Van Windekens, el paso de un nombre que designa al conjunto de la mano, y, concretamente, en posición estirada, al signficado de “cinco” no plantea problemas. Sin embargo, desde el punto de vista formal, sí que ofrece algunas dificultades, dado que, aunque la raíz *(s)pen— tiene atestiguadas formas tanto con *s— inicial como sin ella precisamente las formas que han llegado a designar al palmo en las lenguas germánicas la 282 presentan, mientras que la forma generalizada para el “cinco” en las lenguas indoeuropeas no anatolias no la presenta. Por otra parte, dado que es únicamente en las lenguas germánicas donde esta raíz ha llegado a expresar dicha noción de palmo tal vez sea demasiado arriesgado pensar que eso se ha producido alguna vez en el conjunto del indoeuropeo no anatolio en vez de considerar que se trata de un desarrollo dialectal. Por ello la propuesta de van Brock <1972> nos parece más defendible, aunque hay que hacer bastantes matizaciones, pues en el artículo de esta autora se mezclan observaciones certeras y propuestas más discutibles. De entrada se olvida de que el numeral “cinco en indoeuropeo acaba en *—e y desarrolla toda su argumentación como si el numeral fuera *penkW. Por otra parte, su planteamiento acerca del tratamiento u de *e, *rn y *fl en contacto con labiovelar ofrece algunas inseguridades, y más para el caso concreto de nó~ (según ella procedente de *p(e)nkW~~S), en el que la supuesta labiovelar se encontraría después de la nasal, con lo que las posibilidades de ejercer una influencia sobre el timbre de la sílaba son considerablemente inferiores. Así pues, a pesar de lo atractivo de la relación entre *penkwe y nxS~ no podemos darla 37 como algo seguro. En cambio, de su artículo planteamiento que hace acerca del el “cinco” ya había sido señalada no se había conseguido solucionar el punto de vista morfológico, 37Otra posible relación de “mano”, ha sido descartada 38Vid. Polomé (1968: 101>. nos parece muy aprovechable el gr. n~s. Aunque su relación con con anterioridad36, sin embargo, adecuadamente la cuestión desde pues se postulaba que nairu- esta raíz, concretamente con a.í. por Mayrhofer <1968: 512—513). Nni - 283 reflejaba *pn—nt--, lo que ofrecía la dificultad del doble grado cero, como señala Polomé <1968: 101>. Van Brock <1972: 276>, siguientes términos: “Quant alternant, *pont—s / pflt—¿s, narog, Mnaya, *1ra. Ce théme, suivi l’évolution des partici *-s-ont-- ¡ -a--nt— a subi 1’ thématiques en —onu— sans al —L-— aux cas faibles, donnant ce vocalisme aux cas forts du en cambio, plantea la cuestión en los á IGS, il faut y voir un ancien théme fém. *pnt-ya, neutre *piit > *‘t¿~g ¡ isolé dans la flexion nominale, a pes aoristes oÚ un systéme identique influence analogique des participes ternance. D’oú la réintroduction de —at-’t— et, finalmente, l’extension de mascul in.” Nada que objetar a esta argumentación. Donde sí nos separamos de los planteamientos de esta autora, en cambio, es en considerar el elemento *~~kw como un formante para crear sustantivos a partir de la raíz *pon, pues carecemos de paralelos dentro de la morfología indoeuropea, además, de que, como ya decíamos más arriba, la *—e final de *peflkWe queda sin explicar. A nuestro juicio, siguiendo los planteamientos hechos por los que defienden hipótesis de tipo analítico, en el *kWe final del “cinco” no tenemos sino la partícula *kWe tan bien conocida en las lenguas indoeuropeas. Del valor concreto que tiene aquí y en el numeral “tres” nos ocuparemos en §XI.3. Por otra parte, tenemos que añadir que la relación numeral “cinco”, en las lenguas indoeuropeas no anatolias, con raíz que significa “todo” está en exacto paralelismo con lo sucede en las lenguas del grupo anatolio, aunque en ellas se empleado una raíz distinta, como en seguida veremos. Pero antes de abordar su análisis nos gustaría añadir argumentación de carácter puramente lingflistico consideraciones de carácter cultural que Lehrnann (1970: 4—8) del una que ha a la unas alegó 284 en defensa de la tesis de refieren a la concepción venir a apoyar el análisis llamó la atención sobre designación ‘‘ cinco pueblo krstayas) hace referencia como VIII 9.2: Polomé (1968) pero que, puesto que sc del ~~cinco~~ como “totalidad”, pueden que hemos propuesto. En efecto, Lehmann el hecho de que en el Rig-Veda la s” (paños jan~s, paifra carsanís, panca al conjunto de la humanidad, en pasajes y4d ant ánikse y~d di4 yh pói5ca m~nus~n ant’ nrmnarn tad dhattam a.~iv1n~ (“disponed la fuerza que hay en el aíre, en el cielo, entre los cinco pueblos, oh Asvins”) Lehmann (19>70: 7—8) señala posibles paralelos en las leyes hititas, donde los artesanos se dividen en cinco clases, y también entre los licios, pues según Heródoto (1 93) la tumba de Aflates tenía sobre ella cinco pilares con inscripciones que explicaban lo aportado por cada grupo productivo. Sin embargo, el paralelo más próximo Irlanda, con su división en cinco coiced se trataría de una forma procedente de *kñYpna, que seria comparable con el lit. kllmste “puño”. Sin embargo, el propio autor da esta interpretación sólo como una posibilidad debido a que encaja en el sistema, pero no ofrece argumentos positivos para justificarla. Por su parte Carruba (1979) puso en relación el numeral emna con la palabra chfnia , que en un texto bilingúe aparece en correspondencia con el gr. Scoí~’ . 41Para una discusión detallada del problema con referencia a la bibliografía anterior véase Carruba (1979: 192—195). Para una refutación de la interpretación de Shevoroshkin (1979: 188>, quien ve en lic. pYínuta.- una continuación de ¡E *pnkW~~to~, vid. Carruba (1979: 202, n. 13>, quien —siguiendo a Neumann— argumenta a favor de interpretar dicha palabra simplemente como el gr. flvutós. 42Una relación con el bit. hunzant-, como había sido propuesta con anterioridad, no es posible por razones fonéticas. Vid. Carruba <1979: 193—194). 286 licio43 procedería de una forma *ka(m)ma— “che doveva significare ttutto quanto, totale, insieme’, o sim.” (Carruba 1979: 194). De esta raíz no hay trazas claras en las otras lenguas anatolias, aunque tal vez se podrían rastrear en nombre propios como Kammawija (con el sufijo de fem. —wija y que tal vez signifique “Quinta”), Kamana o Karnmalija (que, además de antropónimo es topónimo). Por otra parte, Carruba señala entre esta palabra y la bien conoci dentro de las lenguas anatolias, en lidio kan-. Formalmente, *kanima- ser dicha raíz, o tal vez una formación geminación de la nasal. la da el la en clara relación raíz ¡E *kom44, hit. katta y en una tematización —jo, lo que expí ex i st ent e presente, preverbio en —O de icaria la 4. CONCLUSIONES La forma reconstruible para el numeral “cinco” por la comparación entre las lenguas de la familia quizá en general en todo el anatolio, si bien el en indoeuropeo (salvo la rama razonamiento que ofrece Carruba (1979: 195) para hacer verosímil su presencia en hitita no nos parece convincente, pues se basa en la aceptación de la relación etimológica entre hit. panku— y *penkWe, que, como ya hemos visto, es dudosa y, además, según él, que la raíz de *penkWe esté presente en hitita en una forma más antigua, como lo sería panku—, deja cerrada la puerta a la posibilidad de que se emplee en esa lengua otra formación más reciente de la misma, lo cual, a nuestro entender, no tiene ningún apoyo desde el punto de vista lingilístico general, pues es de sobra conocido que dentro de una misma lengua conviven habitualmente formaciones más antiguas junto con otras recientes. “véase Pokorny (1949: 612—3). 287 anatolia> es *penkWe. El hecho de que dicha forma presente dos grados plenos induce ya a pensar en que esta formación presenta un carácter especial. Los intentos de explicación global de la misma chocan con el problema de la —e final que, partiendo de una forma base *penkW, queda sin aclarar. Sin embargo, esta —e se entiende perfectamente si se admite que el numeral está formado por por una raíz *pen a la que se ha unido la partículo *kwe en su posición normal de enclítico, El significado primario de la raíz *peii hace referencia a la “totalidad”. Al igual que sucedía con el “cuatro”, el numeral “cinco se ha formado en las lenguas anatolias sobre una raíz completamente diferente a la del resto de las lenguas indoeuropeas, *koni, según nos permiten deducir los datos del licio. El significado básico de esta raíz parece aludir también al concepto de “totalidad”. Así pues, aunque se han utilizado dos raíces distintas para la derivación del numeral “cinco” en las lenguas anatolias y en las no anatolias el significado básico de las mismas es similar y podemos suponer, por tanto, que el proceso de lexicalización por el que llegaron a constituirse en miembros de la serie de numerales fue el mismo. Vimos ya que la forma del numeral “cuatro” se relacionaba con el cómputo con dedos y manos y parece que esto también es así en el caso del “cinco”, donde la idea de “totalidad” apuntaría al conjunto de los dedos de la mano, a los cinco dedos. 288 CAPITULO VI: EL NUMERAL “SEIS” 1. LAS FORMAS DEL NUMERAL “SEIS” celtib. sues a.xrl. se bret. htíe gót. saíhs a.nórd. sex a.a.a. lat. sex1 lit. Sesj let. sesi alb. gjashté gr. ~k, dor. y panf. )4~~ arm. VeCt al?. xsunas a.1. sat toe. A sákvéks se esperaría britónico *hue, es decir, sin espirante final. Pero, de hecho, en las lenguas británicas aparece la espirante final: galés chwech, córn. whegh. La interpretación de iackson (1953: 637—638) era que la forma con espirante se debía a generalización de la forma en sandhí. Por su parte, Greene (1992: 539—540) sugiere que tal vez en algún momento existió *swekse, remodelada sobre *pempe “5”, habida cuenta de que el ordinal *sweksetos7 se ha forjado sobre el modelo de *kWeflkW&tOs. Si la hipótesis de Greene es correcta la remodelación ha debido de tener lugar en proto—britónico, ya que ni la forma irlandesa ni la 5 Cf. también el ordinal galo suexos, sobre el que vid. §XVI.4.4. 6Sobre el que vid. §xVL4.4. 7No en todas las lenguas celtas, como afirma Greene (1992: 540), ya que en galo tenemos suexos, en el que, aunque tal vez cabría ver el sufijo *—tos, es imposible ver la —e—de *—et os. 292 celtibérica y la gala pueden explicarse a partir dc *swekse. 1.2. El numeral “seis” en las lenguas bálticas Frente a let. scsi, inicial que normalmente s silbante a la segunda.8 sesuras “suegra” (cf. esí ya que en este ejemplo 1 palatalizada es esperable lit. ~e~í presenta una silbante e explica por asimilación de la Para ello se aducen9 paralel svekró>, que no son totalmente it. 5- procede de ¡E *5w- y la debido al bien conocido fenómeno palat al primera os como exactos, variante ruki. Por otra parte, hay que señalar que en let. se~i puede proceder directamente de ¡E *—ks—, ya que lo esper simplemente —s—, sino que ha de proceder de *—sj-- lo casuales como gen. Sesil, equivalente a lit. sesíq. la ab 1 en -5— no e seria formas Finalmente, aunque el cardinal no se conserva en antiguo prusiano, sí tenemos atestiguado el ordinal en las formas masc. nom. uschts, wuschts, usts y fem. nom. uschtai, ac. uschtarn. La ausencia de s- inicial es llamativa y ha recibido diversas explicaciones. Pero preferimos postponer su tratamiento hasta §VI.2.2.2 para abordarlo conjuntamente a formas de otras lenguas que supuestamente también carecen de S— inicial. 1.3. El numeral “seis” en eslavo Aparte de la refección como formación en —Li que ya 8 - Asi Stang (1966: 268), Endzeliin (1971: 181), Comrie etc. 91¡id. Stang (1966: 278). (1992: 754>, 10Víd. Stang (1966: 278), Endzeli7n (1971: 181), Comrie (1992: 754), etc. 293 comentamos en §V.1.4, la forma a.esl. ffesti presenta una silbante palatal inicial que no puede explicarse a partir de ¡E *s(w)eks. Para la interpretación de esta forma en el contexto de una explicación global de las formas con silbante inicial irregular, vid. §ví.2.1.í y§ví.2.2.5. 1.4. Los numerales “seis” a “diez” en albanés La forma del numeral “seis” en albanés es qjash— continúa directamente TE *seksj’1 gjash té, de la que Sin embargo, la explicación cardinales albaneses del “6” al extensamente ya que ha hab interpretación. Veamos en primer 6 gjashté 7 sbtaté 8 teté de —té, que aparece en todos ‘10” necesita ser discutido ido diferentes propuestas lugar las formas: los más de 9 nénté 10 dhjeté 12 Se ha supuesto generalmente que procedían de abstractos en *—ti, tipo 13 casos se ha asumido que esta formación numeral “10” (*dekni—ti> y a partir de él 11 Ya Mey punto de estos numerales albaneses *seks—ti, etc. En algunos en *—ti era originaria del se habría extendido a los (1884: 312—314). Vid, también Hamp (1992: 901), aunque su partida ¡E *ksweks>Xkseks>*sekS resulta innecesario, como veremos en §2.2.5. 12Así, Pedersen (1900: 284), HuId (1984: s.u. giashié), Hamp (1992: 911—913). ‘3como Pedersen (1900: 284>. 294 14 numerales en estos muestran “70”, etc. inferiores, mientras que otras veces se ha querido ver numerales albaneses una formaci6n idéntica a la que las decenas del antiguo indio (sastí— “60”, saptat.z— 15 Szemerényi (1960: 105) ya arguyó reparos de índole general para la reconstrucción de numerales abstractos en *—ti para el indoeuropeo sobre la base del albanés, pero hoy disponemos de un cuidadoso estudio de detalle de estas formas albanesas obra de 16 Demiraj (1986) y que en nuestra opinión deja zanjada la cuestión. Demiraj (1986) lleva a cabo morfosintáctico de estos numerales y conclusiones: 1. Ni variantes cardinal e seguidos fueran siempre un minucioso estudio llega a las siguientes en los testimonios más antiguos del albanés ni en dialectales queda huella alguna de usos de los s “6—10” como sustantivos (es decir, nunca aparecen de genitivo o con otro régimen), como sería de esperar si originalmente formaciones abstractas en *-ti, sino que se comportan como adjetivos. 2. A nivel general la única func es la derivación de adjetivos. Y en proceder de LE *—to--. 3. Por los datos de la fonética lo más probable que el elemento —t— ión del sufijo —té en albanés tal función únicamente puede histórica del albanés parece que muestran estos numerales 14Así l-lamp (1992: 911—913>. 15Para la interpretación de las decenas en antiguo indio vid. §xI¡li. 10. 16 l-lamp (1992) parece desconocer este trabajo. haya sido sufijado tardíamente, y la hipótesis de que proceda de lE *dekm—t no resiste a la crítica que se puede hacer desde los datos del albanés. 4. La tesis de l3opp, según la cual —té no es sino el sufijo de ordinal, parece la más probable. Como explicaremos en su momento (§Xvi.í3) los ordinales albaneses superiores a “2” se forman por mera anteposición del artículo determinado a la forma del cardinal, al igual que una clase de adjetivos. No sería, pues, extraño, que en un momento dado se hubiera producido una analogía que hubiera eliminado las formas de los cardinales antiguas y hubiera dejado únicamente la oposición ausencia/presencia del “art 1 culo prepositivo” como marca de la diferencia de función. A favor de esta interpretación se puede aducir, además, lo siguiente: a> El riesgo de confusión entre ordinales y cardinales es inexistente, ya que los cardinales siempe se anteponen al sustantivo y los ordinales van detrás de él. b) Por evolución fonética los cardinales hubieran quedado reducidos a monosílabos, mientras que con la adjunción de —té se convierten en troqueos, cono la inmensa mayoría de las palabras en albanés (salvo los verbos). Así pues, parece que hay que asumir que la aparición de cardinales en —té es un desarrollo propio del albanés y que, por tanto, dichas formas no remontan a tipos proto—indoenropeos. 1.5. El numeral “seist~ en griego La forma que más generalmente presentan los dialectos griegos es iSa. Sin embargo en dorio (concretamente en cret., délf. y 296 herací.) y en panfilio se documenta también hay que asumir para el micénico 17 utiliza we—. epigráficamente Ñ~, que dado que en composición se La interpretación que se dé a las formas griegas depende de la posición general que se asuma para la prehistoria del griego. Si se supone la existencia de un proto—griego habría que reconstruir una forma *sweks que daría cuenta de todas las formas atestiguadas. Si la unidad originaria de los dialectos griegos no se supone necesariamente se podría ver una alternancia entre formas en *seks> £~ y formas en *sweks>JYE que remontaría al indoeuropeo. 1.6. El numeral “seis” en armenio no la La forma arm- vec ofrece el problema de la y— inicial, que puede proceder de TE *5— (se esperaría it.- o nada) y tampoco es evolución regular de TE *SW-, que normalmente evoluciona a arm. Con frecuencia esta forma ha indoeuropea *weks sin *5— inicial esperable a partir de lE *w—, que g—. servido para postular una forma pero es que y— tampoco es lo generalmente evoluciona a arm. Post ponemos conjuntamente con reconstrucción de JIS la discusión otras formas *weks. hasta que §2. 2. 2 se han para aducido abordarla para la ~Vid. DMic. (s.u. we—pe--za). 297 1.7. El numeral “seis en iranio Av. xstj~jas se hace remontar frecuentemente a una forma 18 *ksweks con *k— inicial . De esta forma podrían proceder también las formas de otras lenguas iranias como parto thvh, sogdiano budista Wywsw, etc., mientras que otras lenguas iranias apuntas a una forma sin -w—: pahlevi zoroástrico sas, persa moderno ses, 19 etc. Sin embargo, Emmerick (1992b: 299) ha señalado que en términos iranios estrictos las formas podrían ser explicadas partir de un or embargo, Emmerick poder dar cuenta todo, la forma explicaciones, como interesa retener necesariamente la olvidar tampoco iginal prefie a part del ver es pres que *swaxs < re mantener ir de esa ant iguo cmos en §ví que la encia de avést. 5 * k- xs— Mwaxs por asim la reconstrucción forma también de a. indio puede rec .2.2.5. Dc momento, formas iranias inicial. Además, puede proceder20 reconstruido tradicionalmente como P , aparte puede no ser sino un desarrollo posterior señala el propio Emmerick (1992b: 299) y 21 alternancias del tipo xt%av—/snut—. a ilación. Sin *ksweks para i. sai. Con ibir otras lo que nos no exigen no debemos del fonema del hecho de a partir 5— como parecen que Xs— según mostrar 1.8. El numeral “seis en antiguo indio La forma a.i. sat presenta el problema de la cerebral 18Así, por ejemplo, Pokorny (1959: 1044). 19t¡id. l-lamp (1983) y Emmerick (1992b: 298). 2%Jid. Reichelt (1909: 53). 211/id. Bartholomae (1904: s.u. X5flaV—). 298 inicial. Como es bien sabi indio —préstamos aparte— se fonético que la condiciona. hecho, en védico todas derivados o compuestos con do, una silbante cerebral en antiguo explica generalmente por un contexto Sin embargo, éste no es el caso y, dc las palabras con 5— inicial son 22 el numeral “seis Puesto que ¡E *sw— evolucionaría a a.i. sv-, se ha intentado explicar este numeral partiendo de una forma *ks(w>eks. Sin embargo, como acabamos de ver en el apartado anterior, las formas iranias no presuponen necesariamente dicha forma y la necesidad de condicionar fonéticamente la 5— del antiguo indio no parece un apoyo suficiente para reconstruirla. Por su parte, Wackernagel (1930: 355)23 sugirió interpretar las— como debida a asimilación a la cerebral final, pero esto no pasa de ser una explicación ad hoc. Veremos en 52.2.5 cómo son posibles otras interpretaciones. Por lo que a hacerla remontar a (de la raíz *wik— “vigilar”) 24 la —t final se refiere, no hay problema para TE —ka a la vista de paralelos como VM -< *wiks “habitar”) y sph < *speks (de la raíz *spek— 1.9. El numeral “seis” en tocario En contra de la opinión de van Windekens (1974: (1992: 108), quienes derivan las formas A sÉík, E skas ambas parecen continuar regularmente TE *sweks, Pinault (1989: 61). La evolución ¡E *Sw—> toc garantizada por otros casos como TE *swepno-.> toc. A 22 Vid. Grassmann (1872: 1436). 23 iendo 5 ígu Wackernage 1 bibliografía anterior, sobre (1930: 355>. 450) y de TE como 5— sp ám, Winter *seks, quiere parece E spane la que vid, el propio 24 Vid. Ernmerick (1992: 169) y, sobre todo, Kuipers (1967: 103—121). 299 “sueno o TE *swesor—> toc. A sar, E ser “hermana”. Por lo indoeuropea, del ordinal, embargo, el regularmente de ordinal cardinal 26 demás, la forma A sák cont pero en E skas ha debido ya que la forma esperable ordinal correspondiente a B skaste, de donde por e podía extraerse fácilmente inúa dircctamente25 la forma producirse una influencia también sería B *sak~ Sin *swesktos evolucionaría liminación del sufijo —te la forma skas para el 2. ANALISIS DEL NUMERAL “SEIS” EN INDOEUROPEO 2.1. Estado de la cuestión La interpretación etimológica del numeral “seis” ha en dos direcciones bien distintas: la dc aquéllos que han una explicación dentro de las propias lenguas indoe intentando encontrar una relación con algunas de las conocidas, y, por otra parte, la de quienes han creído parentesco entre este numeral y el que se encuentra en las semíticas. corrido buscado uropeas, raí ces ver un lenguas 2. lA. INTERPRETACIONES INTERNAS AL INDOEUROPEO Dentro de la originario de base reconstruyó un ét derivaría, según él, de compuesto de un término línea cinco imo * de los que querían ver un sistema en indoeuropeo, Merlingen (1958: 67) xsweks para el numeral “seis”, que *xs—weks. Es decir, se trataría de un para “mano” (en grado cero) y un segundo 25Sin necesidad de una metátesis *sáks>.*skas como suponía van Windekens (1974: 450). 26Vid. Winter (1992: 108>. 300 elemento de la raíz que significa “aumentar, añadir”. Hace la observación, no obstante, de que el segundo término por sí solo, *weks podía tener el valor de “seis”, para lo que cita formas como gr. FUE o arm. vee?. Sin embargo, la supuesta palabra para “mano”, como él mismo reconoce, no cuenta con paralelos, salvo tal vez hit. kessar “mano”, aunque esta palabra presenta k- y no h-. Sin embargo, no ha sido ésta la línea generalmente seguida para el análisis de este numeral y la discusión en torno a él se ha centrado fundamentalmente sobre el problema de las diversas formas que se pueden reconstruir para él y que únicamente se diferencian entre sí por la consonante, sonante o grupo de ambas 27 con el que empieza la palabra Szemerényi (1960: 78—79), basándose en los testimonios de arm. VOCt, a.prus. usts y lit. uses y usios, propone reconstruir 28 *weks como forma originaria indoeuropea, explicando la forma con 29 *s— inicial por la influencia del numeral siguiente y (p. 79, n. 27Así Adrados (1975: 873) se limita a señalar tal alternancia sw—/s--/w- y afirma que ésta es comparable a la de dw-/d-/w-- en cl “dos” y que ambas son difíciles de explicar. Creemos que tal aproximación, entre lo que sucede para el numeral “dos” y el “seis” es errónea. Véase lo dicho anteriormente en §11.2 a propósito del “dos” y, más abajo, nuestra discusión de §VI.2.2 por lo que al “seis” se refiere. 28 La idea ya es antigua; vid, la bibliografía en Wackernagel (1930: 353—354). para tal tipo de analogía da como paralelo los ejemplos del gót. fidwor, con influencia de fimf; esí. devetY, de desetY; gr. (herací.) hozT¿, de £írtá. La idea de que la *s— de “6” está tomdada del “7” también es defendida por Eeekes (1995: 213). 30± 55) apoya la idea de una conexión con la raíz *(fJ)weks- “crecer”30 De forma parecida se pronuncia Nehring (1962), que rechazaba explícitamente la propuesta de Merlingen <1958), y también proponía reconstruir dos formas para el numeral seArs, de las que la primera se relacionaría alemán wachsen “crecer, aumentar” e iría en interpretación conceptual del numeral como “el paralelo con lenguas como el esquimal, en las define como “paso, el que va al otro lado”. Szemerényi, explica la forma alternativa sustitución de la consonante inicial debida a la del numeral que sigue a ‘‘ seis en la serie, *sweks, por su parte, se entiende que surge por de esa misma *s— a la forma originaria, mientras que permitirían reconstruir debería al influjo del grupo lo que sucede en latín con el Polomé (1968) se refiere a la re wachsen, *11 2w-; sin ponerse en relación “seis”. *weks y con la raíz del la línea de una que aumenta”, en que el “seis” se Y, al igual que *seks como una acción analógica *septm. La forma la “prefijación” que *kseks, forma algunas lenguas indoeuropeas 31, se final, hecho comparable, según él. a numeral quinque, de *penk””e.. 32 acepta la interpretación de Nehring por lo que lación con la raíz de la que deriva el alemán embargo, matiza diciendo que en concreto ha de con el tema alargado con *—ek--s--- presente en 30 Hace notar, no obstante, que tal relación ya fue sugerida por A. Nehring en un curso impartido en 1928/29. 31Vid. la discusión de §2.2. Son varios los autores que creen que hay que reconstruir efectivamente una variante *kseks; vid, la bibliografía antigua en Wackernagel (1930: 355), a lo que ahora hay que añadir, entre otros, Vaillant (1958: 633> y Comrie (1992: 754>. 32Recientemente también han sostenido esta idea Colemann (1992: 395) y Sihíer (1995: 415). 302 el gr. a(F»~Ew y el sánscr. vaksati , frente al tema con alargamiento *—g— que muestran el gót. aukan y el lat. aug~re. Propone, por tanto, reconstruir el numeral como *H2w¿ks, con lo que la forma *sw¿ks se podría explicar como conteniendo una *s-. móvil, en la línea de lo expuesto por Hoenigswald (1952). Polomé también llama la atención sobre el hecho de que aceptar dicha etimología supone poder encontrar buenos paralelos tipológicos para el numeral “seis” indoeuropeo, dado que, por ejemplo, en bantú el “seis es descrito como “el que pasa a la otra mano Winter (1992a: 14—17) también acepta la interpretación que relaciona el numeral “seis” con la raíz *H2weks-(*Aweks, en su notación), pero afirma que antes de hacerlo es necesario encontrar una explicación satisfactoria para las formas de aquéllas lenguas que obligan a reconstruir un entorno ruki debido a que ofrecen palatalización de la silbante inicial, que, recordémoslo, son a.i. sat, avést. xsuu¿niY y las formas del eslavo y el báltico. Argumenta Winter diciendo que, dado que por razones de índole fonética es imposible postular una forma originaria con *ksw— inicial, el entorno ruArí ha de buscarse fuera de la propia forma del ~~seis~’y cree hallarla en el final de “cinco”, cuya forma subyacente sería 33 *penkw, que sólo reaparecería en pronunciaciones en allegro. Precisamente una forma originaria *ksweks común a todo el 34 indoeuropeo es la que propone reconstruir Hamp (1978). El apoyo principal, claro está, lo encuentra en iranio 35, pues la forma del nuristaní (prasun> wus(u) por si sola lo único que aporta es la presencia de *—w— frente a a.i. sal que no parece haberla tenido, a pesar de lo cual Hamp (1978: 83> reconstruye una forma común 33Vid. lo dicho en §V.2 y nuestra discusión posterior en §VI.2.2.5. 34Ya Hirt (1927: 308) había supuesto que ésa era la forma común. 3~Pero vid, lo dicho en §VI.1,7. 303 aria *ksuacs. Y como apoyo de su reconstrucción alega Hamp las otras formas con variante alta de la silbante sin entorno ruki que la condicione que ya conocemos. Por lo demás, en los grupos donde no aparecen huellas de un grupo inicial *ksw- postula Hamp una simplificación del mismo. Erhart (1970: 98—99), en cambio, desviándose de la línea general de explicación del “seis”, propone también ver una *S-.- móvil en el inicio de esta palabra (que, según él, con los distintos tratamientos de la laringal, explicaría las diferentes formas presentes en las lenguas>, pero luego descompone el resto de la forma en dos elementos, uno inicial [tWA, que significaría “ambos”36, seguido de otro k’s, que, según él, sería otra forma del numeral “tres”. 2.1.2. INTERPRETACIONES EN RELACION CON EL SEMíTICO Dentro de la corriente defensora de las teorías de una comunidad indo—semítica el numeral “seis” y, —según veremos en §v1L2— aún en mayor medida, el “siete” fueron señalados como elementos en los que la propugnada identidad de origen encontraba ciertos apoyos dada la similitud de las formas. Así, Máller (1911: 217) pretendía reconstruir una raíz indo—semítica común para este numeral, que seria s—k. Por su parte, Cuny (1924: 3—4 y 18-9) hace algunas observaciones de tipo fonético y morfológico sobre la correspondencia establecida por Nióller, pero considera adecuada dicha identificación. 35 Vid, su explicación para el “cuatro” (de la que nos hemos hecho eco en §IV.3.1.2), en la que también cree encontrar dicho elemento, solo que en un orden de morfemas distinto al que aquí aparece. 304 Pero comunidad dejando aparte ya es indo—semita, estudios tas teorí recientes as antiguas sobre siguen insistiendo los parecidos que se encuentran entre el numeral “seis” de las lenguas indoeuropeas y el de las lengua a este respecto es el tratamiento que 37 problema. De entrada no dogmatiza ace relación y de forma reveladora pospone final titulado “Problems for future st leemos lo siguiente: “‘six’ and seven’ items common to the Semitic and the lE been discovered for tracing the spread o we can certainly infer that the Semitic up in total isolation from the TE. idea de un préstamo.39 5 semíticas. Significativo da Levin (1971: 736) al rca de las causas de esta su estudio a un apéndice udy”. En la página citada are, obviously, vocabulary languages. No method has f these number terms, but number system was not set (1993: 254) acepta la 37V1C1. también Holmer (1990: 17—18). Lehmann 39Sorprendentemente, frente a lo hora de analizar la relación cnt de ambas familias lingilísticas, sobre el tema ha puesto tradicion afirmación citada una serie correspondencias entre numerales lingilístico difíciles de aceptar. idea de que el numeral “6” es un préstamo es antigua y encuentra, por ejemplo, en Meringer (1904: 167—168), si bien interpreta que se trata de un préstamo del acadio, dentro de concepción general de que el sistema indoeuropeo se había vi influido por el sistema sexagesimal babilonio, concepción que fue refutada por Sommer (1951). cauto que se muestra el autor a la re los numerales “seis” y “siete” que son los que la bibliografía almente en relación, siguen a la de especulaciones acerca de distintintos de uno y otro grupo se él la sto ya la en 305 2.2. Discusión e interpretación 2.2.1. LA ALTERNANCIA EN INICIAL s-/sw- En primer lugar conviene llamar la aspectos desde el punto de vista fonético. distribución de las formas atestiguadas un planteamiento de tipo dialectal variantes *sweks/*seks de este numeral no lenguas tan próximas como el antiguo indio y en este punto, e, incluso, no hay coincidenc grupo iranio, como señalábamos en ese mismo embargo, podrían deberse meramente a una evolución fonética, pues, como ya quedó dicho obstáculos para proponer una forma originaria común para todo cl grupo iranio. atención sobre algunos Como se observa en la que hemos ofrecido en para el estudio de las es posible, dado que el avéstico divergen ia dentro del propio apartado. Éstas, sin diferencia en la en §Ví.L7, no hay *sweks como base Se podría pensar, en principio, generalizando lo que sucede en este grupo al conjunto del indoeuropeo, que la alternancia -*s—/*sw— se debe a mera evolución fonética por simplificación del grupo, y las formas de grupos como el báltico o el eslavo no supondrían objeciones fonéticas insalvables para ello, pero lenguas como el latín no parecen dejar lugar a un *sweks originario, que habría conducido en esta lengua a **sOX, del mismo modo que tenemos *swesor>soror. Así pues, la alternancia *s-/*sw~- (lebe remontarse ya a la protolengua. Winter (1992a: 16) asume, no obstante, una simplificación y propone que ésta se debe a una disimilación con el elemento labiovelar de la labiovelar de “cinco”, bien a distancia, bien (y esto lo considera más probable) en contacto en pronunciaciones en allegro. La disimilación a distancia, como a él mismo, nos parece a nosotros altamente improbable. Y en cuanto a una disimilación en pronunciaciones en allegro, en la línea de lo que ya expusimos en 30ff §V.2.2 y como veremos más abajo, no la creemos posible, dado que una labiovelar en posición final es inadmisible, y se neutralizaría con la velar simple, con lo que la disimilación propueta por Winter sería imposible. 2.22. LA SUPUESTA FORMA TE *weks Debemos analizar ahora con mayor detenimiento la otra forma que supuestamente se puede reconstruir, *weks- Lo primero que hay que decir acerca de ella es que se asienta sobre testimonios de gran inseguridad. De entrada la forma que debería permitirnos reconstruirla con mayor certidumbre, la del armenio, presenta —como señalamos en §Vl.l.6- un obstáculo fonético de envergadura.40 En efecto, la evolución normal de Ir *W— es arm. g—, y para una evolución ¡E *w—> arm. y- sólo puede ofrecer un paralelo en el verbo VaFIJU “quemar”, que, por otra parte, no resulta del todo segura, ya que cabe la posibilidad de que también en este caso haya que partir de una forma con *sw— inicial, pues la raíz presenta 5- móvil en algunas formaciones.4’ Pero es que si pasamos a analizar los otros dos supuestos testimonios de la forma sin *S—, veremos que tampoco presentan mucha fiabilidad. Primeramente hay que hacer constar que, en 42 realidad, pueden reducírse a uno solo, si, como se ha sugerido 40Winter (1992b: 349—350), en relación con las interpretaciones que hemos visto en SVI.2A.1, que relacionan el numeral “seis” con la raíz Uwek— “crecer”, señala que tampoco lE *11w-> arm. w— es una evolución regular. 41Vid. Szemerényi (1957: 121—122) y también Pokorny (1959: 1052 y 1166) 42 Vid. Fraenkel (1962—65: s.u. 1JS’éS y Ilsios) y Comrie (1992: 755) y también Stang (1966: 279) y Schmalstieg (1974: 111), aunque estos 30;’ la palabra u~és del lituano no es sino un préstamo del antiguo prusiano. Y, por lo que se refiere a esta última, no podemos descartar que se trate de una forma producida por mcm disimilación fonética a partir de un originario *sustas, tal y 43 como lo propone Winter (1992a: 16) . Vemos, por tanto, que el presupuesto inicial sobre el que se asientan las teorías expuestas en §Ví,2.1.i, si no se puede afirmar rotundamente que sea equivocado, sí al menos se puede decir que carece por completo de al menos un apoyo sólido. admi t como, forma de un pos tu 1 dudoso teoría Así pues, volviendo a la forma del armenio Vect, puestos a ir evoluciones fonéticas irregulares dentro del armenio, en cualquier caso, es necesario, parece mejor partir de una indoeuropea con *5w- que, por lo menos, cuentan con el apoyo amplio grupo de lenguas indoeuropeas y no, al revés, nr una forma indoeuropea que se basa en este único y más que testimonio y sobre la que, además, se construye toda la para explicar las formas bien atestiguadas.44 Si admitimos, por tanto, que la *5- numeral “seis” no necesitamos, pues, buscar introducción y, por tanto, las hipótesis de interpretarla como un añadido (o sustitución autores expí icación. evitan tomar part ido contra la cual Comrie (1992: calificarla de “derrotista”, fonético que la haga inviable. 1978: 85) ha intentado *sw- evolucionaría a posición medial y en es originaria en el explicaciones para su aquéllos que proponen por influencia de la abiertamente por- esta 755) no ofrece mejor argumento pero sin dar ninguna razón de formular arm. sandhi 1 una regla fonética sólo en posición a evolución sería según la inicial, * s w> * liw> 43Idea que el índole 44 Hamp cual TE pero en MW,, y. 308 palabra para “siete” están de más. 2.2.3. LA SUPUESTA RELACION CON LA RAíZ *Hw-ek- Con en la u verosímil de vista hay nada todo, debemos analizar la posible relac ya que, como veíamos, hipótesis como la nea del artículo de Hoenigswald (1952), tal relación, a la que, indudablemente, semántico y de los paralelos con lenguas que objetar. ión con la raíz de la s- móvil, podrían hacer desde el punto conocidas, no Sin embargo, desde el punto de vista fonético, no nos parece aceptable una relación con dicha raíz desde el momento en que el numeral “seis” sería precisamente el único ejemplo de *s— móvil en dicha raíz45. Además, para el caso concreto del “seis , aceptar dicha relación nos obligaría a postular una forma originaria *sllewks o tal vez *sllweks46, en la que el grupo inicial habría 47 evolucionado por pérdida de la laringal entre consonantes locual, independientemente de la teoría laringal que se adopte, no es lo normal ~ Por otro lado, según lo que se desprende del articulo de l-loenigswald (1952) nos encontramos con que las formas 45Vid. Pokorny (1959: 84—85). 46Una reconstrucción *SHWekS no es factible, ya que, como veíamos más arriba, *—ok es un alargamiento de la raíz (frente al alargamiento en *—g que testimonian el lat. augere y el gót. aukan) y, por tanto, estaríamos postulando una raíz *(s)HW que atenta contra todas las leyes de la estructura de la raíz indoeuropea. 47 La sonante II actúa aquí inequívocamente como 48Vid., p. ej., Adrados (1975: 225 y consonante. 55.). 309 que presentan 5— móvil cero, como aquí sería indoeuropea es de la aparece la supuesta 5— se combinan con grados e y no con un grado el caso, pues la e que ofrece la forma segunda sílaba y no dc aquélla en la que móvil. 2,2.4. LA HIPOTESIS DE ERI-IART Por lo que se refiere a la hipótesis de Erhart nos parece sencillamente insostenible, porque, ignorando las reglas de orden morfemas, no tiene reparo en aislar un palabras distintas en el orden invers aparece con el valor de “ambos” des significa “dos” (“par”, concretamente) mismo valor delante de la sencuencia qn “tres” y sin que haya razón para ello. una secuencia “tres” del tipo *k’s no fuera de esta forma, siendo evidente explicación ad bac para la palabra. por de mis o, pué en e (1970: 98—9), dos razones. Primero, palabras y, más aún de mo morfema dentro de dos pues si en “cuatro” II”” s de la secuencia que ‘‘seis ‘‘ aparece con el supuestamente significa Segundo, porque postular cuenta con ningún apoyo que se trata de una poder aislar el elemento 11”’ al inicio de t2.5. NUESTRA INTERPRETACION El problema central del numeral “seis” en indoeuropeo no es otro sino la existencia de formas en *s— frente a otras en *5w—, irreductibles las unas a las otras. Sin embargo, creemos que el estudio de esta alternancia no se puede desligar del análisis del 49”oníy in some instances is the presence or absence of 5— the sole difference between the longer alternant and the shorter. Often the vowel is different as well. Where that is true —and this is the important point— it is the form with s— whieh has fulí grade e, whereas the one without 5— shows a or o.” (Hoenigswald 1952: 183) 310 grupo final sobre el que nadie parece haber llamado la atención. En efecto, un grupo *ks, aunque frecuente en indoeuropeo en interior de palabra, no lo es en absoluto en final, donde sólo aparece en partículas y nunca en palabras de significado léxico 50 pleno, como lo es la que aquí nos ocupa. Tenemos, por tanto, dos irregularidades de índole fonológico que afectan a la forma del numeral “seis”, por un lado un grupo final no frecuente en esa 51 posición y, por otro, una alternancia según dialectos entre una secuencia inicial *5w— y, simplemente, ~ A nuestro juicio estos elementos apoyan la hipótesis de que se trata de un 53 pr é s t amo. so Shielcls (1985: 196> marca de plural (zno la adición de este numeral es superiores ha sugerido la interpretación de —s como la singular en su terminología>, pero dado que tipo de marcas carece de paralelos en los a “tres”, no parece una explicación adecuada. 51Un caso paralel la palabra club, introduce una originariamente 52flockett (1958 que aquí nos realizada por mayoría la real o lo tenemos en el español, en realizado frecuentemente a la secuencia final —bs que en español. 1/id. también Dubois 410) da un ejemplo del inglés ocupa. La consonante inicial algunos individuos como /ts/ izan como /27/. el que iiig lesa no se (1979: el plural de como clubs, encuentra 496—497). muy cercano de tsetse mientras al caso 1Cly es que la elmslev (1968: 79) afirma lo siguiente: “Abstracción hecha de casos, encontrados sobre todo en los tiempos modernos, en que condiciones históricas exteriores se encuentran tan aclaradas odos sus detalles que se llega a controlar y a fechar incluso introducción misma del préstamo, no existen otros criterios rales que los intrísecamente lingtiísticos para la comprobación os préstamos.” Y también: “En la práctica la forma exterior de palabras será en realidad el único criterio decisivo para el j los las en t la gene de 1 las 311 Szemerényi (1960: 79, n. 55) sostiene que la hipótesis de la relación con formas semíticas carece de base sólida dado que la primitiva forma semítica tenía una dental, según muestra, por ejemplo, el asirio ~ No creemos que éste pueda considerarse un argumento definitivo y pueden proponerse dos explicaciones para el mismo: 1. No se trata de un préstamo del semítico común, sino de 55 alguna lengua semítica concreta en la que ya se hubiera producido una evolución en la línea que muestran el etíope sessu, hebr. ses 56 o árabe sU tú’. 2. Se trata de un préstamo del proto—semítico (o, incluso, de época proto—afro--asiática), ya que el grupo *—d~- (dental más silbante palatal) que presenta la forma proto—semítica *!$id~—’7, al no contar con un correspondiente exacto en indoeuropeo fue 58 reinterpretado como *-ks, un grupo que, aunque no demasiado reconocimiento de los préstamos. 54Idea sobre la que vuelve en Szemerényi (1991b: 511>, su reseña al libro de Levin (1971). 55Nos estamos refiriendo, claro está, a dialectos de fecha muy antigua y no a las lenguas semíticas históricas que conocemos. 56Además, el status de la consonante dental que ocupaba el segundo lugar de la raíz semítica no aparece completamente claro, pues hay formas emparentadas, como la del egipcio, que presentan en este lugar r/?i, lo que no parece que pueda ser una evolución de una originaria. Vid. Schenkel (1990: 56). 57 Vid., p. ej., Ela~ek <1990: 30). ~8Nótese la similitud acústica entre una secuencia /d~/ y /ks/. Para las cuestiones generales de adaptación fonética de préstamos, 312 frecuente, como ya señalamos, sí se encuentra esporádicamente en posición final. Por razones de cronología relativa relativas al desarrollo la polaridad en las lenguas semíticas59 creemos que interpretación ha de hacerse más bien en este segundo sentido.60 de la En otro orden de cosas, hay que especificar que tenemos que dar por seguro que la dirección del préstamo es, en cualquier caso, del semítico al indoeuropeo y n estructura de la raíz es regular en hemos visto que la forma indoeuropea pr mismo modo que el grupo final puede exp de sonidos extraños al indoeuropeo, posición inicial de formas con *sw-~ explicar pefectamente a partir de consideramos que las formas con *5w— adaptación a la fonética indoeurope inexistente en indoeuropeo, dado que o al revés, puesto que semítico, mientras que esenta irregularidades. licarse como una adaptac también la alternancia y formas con *5— se pu un préstamo semítico representan un intento a de un sonido semít la ya Del íón en edo si de ico la silbante semítica que aparece en el numeral “sois” es de carácter palatal 61 y este tipo vid. Bloomfield (1935: 445—450> y llock (1986: 390—397). 59E1 fenómeno de la polaridad en las lenguas semíticas consiste en que en los numerales las formas con marca morfológica de femenino se utilizan con sustantivos masculinos y las formas sin marca, con femeninos. De todos modos, desarrollamos más ampliamente la cuestión en §VII.2.2. 60 Las formas del siguientes: acad. 61La evolución de silbantes es un numeral “ 6’~ en las ~i/e4~um, ugar. tÉ, sudaráb. epigr. sdt/st. las dentales fricativas del rasgo compartido por las lenguas semíticas son las fon. ~s, hebr. ~eg; aram. semí ti enguas co común a del grupo 313 de silbantes no aparecían dentro del sistema fonológico indoeuropeo. Las formas con *s- inicial, por su parte, serían meras adaptaciones de un sonido extraño al sonido más próximo existente en la lengua. También de esta forma se explican perfectamente del “seis” del antiguo indio y de las lenguas bálticas que presentan variantes altas de la silbante y para las (1992a: 16), según veíamos, intentaba reconstruir un e las formas y esivas, que Winter ntorno ruki a partir del final del numeral “cinco”. Su explicación (incorrecta ya de entrada, como veíamos en §V.2.2, pues, que invertir su planteamiento y pensar que podría realizar superficialmente como *penk62 allegro, produciendo la palatalización de numeral “seis” que reflejan las lenguas innecesaria. En efecto, parece lógico dialectales mantuvieron —en la lí frecuentemente con los préstamos— una la de la forma en la lengua semít señalábamos, era con silbante palatal. dichas lenguas los alófonos de silbante en todo caso, habría la forma *penkWe se en pronunciaciones en la silbante inicial del citadas) se hace ahora pensar que estos grupos nea de lo que ocurre pronunciación aproximada a ica originaria que, como Posteriormente, cuando en alta generados en entornos ruki se fonologizaron, el cananeo, por el acadio y, en 1989: 39—40) Aunque una ad antiguas fricativas podría verosímil, no obstante, partir hubiera producido la evolución sonido inicial de la parte, por el etiópico. aptación al indoeuropeo ser defendible nos de algún dialecto en e aludida. palabra para el (Vid. Meyer desde las parece más 1 que ya se 82Nunca *penkW, ya que en esa posición es inadmisible una labiovelar en indoeuropeo. Sobre las cuestiones de neutralización entre las series de guturales indoeuropeo puede verse el artículo de Eernabé (1971>, donde se recoge buena parte de la bibliografía anterior. 314 “seis se identificó con ellos dada su proximidad fonética. Así se entiende también que a.i. sal sea prácticamente la única palabra de esta lengua con s— inicial; de lo contrario, si dicha 5— se debiera a un entorno ruki, no se entiende por qué se ha llegado a fijar en esta palabra y no en otras que aparecieran también con frecuencia en dicho entorno. Y desde esta perspectiva la forma avéstica x~uua4 tampoco es problemática. Ya dejamos dicho en §VI.17 que un grupo inicial 63 avést. xs— puede proceder del llamado fonema ~ indoeuropeo o, incluso, proceder de S—. Pero independientemente de cuál sea la 64 interpretación del mismo, el grupo inicial del avéstico no supone sino una adaptación idiosincrática de esta lengua del mismo sonido extraño a oídos indoeuropeos. Por último, sería interesante considerar si hay motivaciones para que los indoeuropeos tomaran este numeral en préstamo del semítico. Creemos que, efectivamente, eso es así, pero preferimos desarrollar la cuestión en §XI.2.3, conjuntamente con el problema del “7” y dentro del marco general de la constitución de la serie dc los numerales del “uno” al “diez”. 3. CoNCLUSIONES Las correspondencias llevan a postular dos fonéticas entre las proto-formas para lenguas indoeuropeas el numeral “seis” 63Vid. el reciente artículo de exposición que aparece en Adrados 208—211), con la bibliografía citada. 61Dejando aparte la posibilidad, ya no sea sino una grafía por s-, lo forma avéstica de forma idéntica a el antiguo indio y las lenguas bált Alvarez—Pedrosa (1992) -- Bernabé -- Mendoza y la ( 1995: señalada en SVI.l.7, de que xs— cual permitiría interpretar la la que acabamos de exponer para icas y eslavas. 315 indoeuropeo: *Seks y *sweks. La existencia de esta entre formas con *s- y con *5w—, el grupo final *—ks estructura de la palabra apuntan a una irregularid pensar en un préstamo. Esta idea se ve confirmada por que resulta imposible relacionar el numeral con indoeuropea que pueda explicar satisfactoriamente su y, a la vez, dar cuenta de su fonética y su morfología alt ernanc i a y la propia ad que hace el hecho de alguna raíz significado La existencia de formas semíticas en *S¡d~— para la expresión del numeral “6”, lo suficientemente próximas fonéticamente a las formas indoeuropeas, induce a pensar en una relación entre el numeral “6” de ambos grupos lingúisticos- La irregularidad de la formación indoeuropea en contraste con el carácter de formación correctamente constituida de la forma semítica inducen a pensar en una dirección del préstamo desde el semítico al indoeuropeo. Asumir este préstamo permite explicar, además, la extraña fonética de la forma indoeuropea como debida al intento de adaptación de sonidos extraños al sistema fonético indoeuropeo. 316 CAPITULO VII: EL NUMERAL “SIETE” 1. LAS FORMAS DEL NUMERAL “SIETE ” a.irl. secht bret. se) gót. sibun lat. septem lit. septyni a.esl. sedmi alb. shtaté gr. ET!tá arm. ewtn ay. hapta a.í. sapta toe. A sp&t hit. *siptan* La reconstrucción forma indoeuropea a la las distintas lenguas continuación las formas galés ssith th/seit/seidth a.nórd. sio córn. seyth/syth a.a.a. sihun a.ingl. seofon’ let. septini toe. E sukt en que es que este caso no ofrece duda alguna. La se pueden remontar las que presentan *septm. No obstante, estudiamos a presentan algún problema. Li. El numeral “siete” en las lenguas celtas .irl. secht (seguido de *septrn, y lo mismo cabe ir del ordinal sext anict os. nasalización) procede regularmente suponer de galo *sextarn, deducible 2 Sin embargo, irregularidad fonética, las ya lenguas brit que normalment ónicas e ¡E *s— presentan hubiera 1 Para otras formas vid. 587>. Frick (1886: 21—22) y Ross —— Berns 2Sobre el que vid, §XVL9.1. A de ¡E a part un a debido (1992: 319 evolucionar a h—, mientras que, de hecho, aparecen formas con 5—. Se ha sugerido3 que la forma derive en realidad de lat. septem y no remonte directamente al indoeuropeo. Sin embargo, habida cuenta de la semejanza existente entre las formas, creemos preferible pensar tan sólo en una influencia de la misma que haya hecho 4 retener la 5— inicial, no en un préstamo de la forma entera. 1.2. El numeral “siete” en las lenguas germánicas Las formas de las lenguas germánicas pueden derivarse todas5 de proto—germ. *sebun, es decir, de una forma sin —t— como presentan el resto de las lenguas indoeuropeas. Las interpretaciones están divididas en cuanto a si hay que reconstruir junto a ¡E *septm una forma *seprn, o bien se trata de una innovación germánica por mera simplificación de un grupo 6 7 difícil *—ptm . A veces se piensa que la simplificación se debe a una disimilación en la forma del ordinal *septmt ~ 8 Esta última 3Así Greene (1992: 540). 4 Con todo, hay también otros casos de conservación de 5— en britónico, aunque todos ellos problemáticos; vid. Pedersen (1909: 72). 5Vid. Ross —— Eerns (1992: 586—588>. 6Así Voyles (1987: 489, 1992: 244), Ross —— Berns (1992: 586). 7tlíd. Streitberg (1895: 217), Ramat (1986: 140). 8 Hirt (1932), seguido por Krause (1968: 187), propone una disimilación a partir de una forma *sepunt que se habría rehecho según el modelo de *dekmt “10”, pero —aparte de los discutible de partir de una forma ¡E *dekmt con *—t (vid. §x.2.2 sobre esta cuestión)— no se ve a qué podría deberse la refección del numeral sin que afectara también a “9” *newm. 320 interpretac cual fuere una forma familia. ión es muy sugestiva, pero, la explicación, parece que no ¡E *sepni con el único apoyo en cualquier caso, fuere es procedente reconstruir de las lenguas de esta Por otra parte, la forma septun que se documenta en la Ley Sálica9 -y que la mayor parte de las gramáticas comparadas de las lenguas germánicas e indoeuropeas no recogen- viene en apoyo de la interpretación de que la pérdida de -4-- se ha producido dentro del lo grupo germánico. Finalmente, hay que señalar que la retención de —n las lenguas germánicas no es esperable y seguramente también a influencia del ordinali’1 fina] en se debe 1.3. El numeral “siete” en las lenguas bálticas Lit. septyni deriva regularmente de ¡E *septem —con la adición de desinencias adjetivales— salvo por la vocal larga —y— 9 Vid. Streitberg (1895: 218), Brugmann <1911: 18), Krahe <1964: 138). no ser que la forma sea una latinización, como se algún momento; vid. Brugmann <1911: 18). DUna elaborada interpretación de los problemas del numeral “7” en las lenguas germánicas se encuentra en Hamp <1962), quien postula una sustitución de la forma heredada *sef tu por *sibun extraído del ordinal en función de la analogía con los otros numerales del “4” al “10”. La explicación de la conservación de la —n- porque la forma habría sido rehecha como un tema en -i *sitllfli, como sostiene Brugmann (1911: 18) o por adición de una —t, como propugna Hirt (1932: 110>, ha sido rechazada con razón por Hamp. ha pensado en 321 12 que generalmente se explica por analogía con la vocal larga de astuoni “8” (con -uO—< En cuanto a palatal —fi—, que, en formas como nom. let. septiiji, hay que comentar únicamente la según se admite generalmente14, deriva de *—nj— fem. s&pti{ias (< *—njas), de donde se habría generalizado a todo el paradigma. 1.4. El numeral “siete” en eslavo La interpretación general’5 trata de una forma creada a part vez, derivaría de TE *septmos, consonántico y sonorización de la de a.esl. cedmi supone que se ir del ordinal sedmá, que, a su con simplificación del grupo dental ante la sonante. Sin embargo, Comrie (1975, 1992: 756—757> ha señalado aceptar dicha explicación supone reconstruir una forma *sedmú el eslavo común que no apoyan las lenguas eslavas orientales, cuales apuntan a una forma *semú sin dental. Comrie argumenta la retención completamente del grupo irregular, en y que 1 *setmu a expí sin pérdida de icación de que la *—t-- es la *-p- del grupo *—pÉni— protegía a la *—t— de contradice las reglas generales de la pérdida, aparte de ad hoc, evolución del indoeuropeo al ‘2Vid. Stang (1966: 279), Enzdelin (1971: 181), Comrie <1992: 756). 13 La vocal larga también aparece Enzdelin (1923: 362>. en dialectos letones; vid. ‘4Vid. Stang (1966: 279), Endzelin (1971: 181>, Comrie <1992: 756). ‘5Vid. Mikkola (1950: 5’?), 109—110>, Arumaa (1985: Vai 1 lant 193 y (1960: 201), 633), con Szemerényi U960: las referencias bibí iográf quien, no icas de ob stant e Szemerényi y Arumaa y las de Comrie (1975), no acepta esta explicación. que para las que 322. proto—eslavo. Por esto, él prefiere partir *semu en eslavo común, que sólo en eslavo fue rehecha en *sedm¿i por influencia de *seÉí/sedi, que, a su vez, fue rehecho en * del grupo *-dm- en estas lenguas se debe de los yeres en posición débil fue tempr surgieron nuevos grupos —dm— (a partir harían aceptable un grupo consonántico q cuanto a la sonorización de la dental, postular una evolución fonética irregular es necesario, ésta debió producirse en el de una forma de ordinal meridional y occidental la forma de cardinal sedmi. La aceptabilidad a que en ellas la pérdida ana y a raíz de la misma de -din»-- y -din»—), que ue antes no lo era. En él cree que, puestos a como, en cualquier caso, cardinal *septrn>*sedi.’6 1.5. El numeral “siete” en tocario La forma toe. A spát continúa regularmente lE *septm. Sin embargo, la forma toe. ¡3 suki presenta problemas. El del grupo 1? final —U no es complicado de explicar : se debe a influencia de okt “8”. En cuanto a la vocal -u-, van Windekens (1949: 211) y Winter (1992b: 111) la explican por vocalización de la —p— en relación con el fenómeno de lenición de la misma que refleja su notación como el signo que se transcribe por —w—. Pero tal vez, como quiere Pinault (1989: 61) la —u—no se deba sino a labialización de —M-- a partir de *sAktu, con *—ktu tomado del “8”. 16 Propuesta que ya había sido (1985: 193)- 17Vid. <1944: Winter van Windekens (1992b: 109>. formulada por Trubetzkoy; vid. Arumaa 211>, Krause —— Thomas (1960: 99>, 323 1.6. El numeral “siete” en las lenguas anatolias La forma de la raíz del “siete” en hi partir del sustantivo flptamlya, nombre de con 7—miya. Sin embargo, como ha señalado forma del cardinal no puede acabar en ~ 1 hitita acaba en dicha consonante, y dado el ideograma con el complemento fonétie ‘9varias veces , nada más natural que *siptan. No obstante, el final —an no que en sílaba final se esperaría —un igual que en germánico20, ha habido correspondiente o bien de un cardinal tita se puede inferir a una bebida, que alterna Eichner <1992: 84), la 8 ya que ninguna palabra que tenemos atestiguado o —a» (es decir, 7—sn) inferir que el cardinal era deja de ser problemático, ya y habría que pensar que, al una influencia del ordinal superior. Tamb capadocio compuesto hermana’’ adicional vocal de ién se ha llamado la atenci =aptamaniga, que puede de ~aptama—, forma del 22 Eichner (1992: 85) ve para la forma del numeral la primera sílaba es diflci ón21 sobre el nombre propio ser interpretado como un numeral “siete” y —niga en ~aptama- una evidencia hitita, a pesar de que la 1 de explicar: se debería a una evolución dialectal a>e o a una asimilación a siguientes. Sin embargo, en nuestra opinión no hay qu posibilidad de que, en realidad, no sea sino la forma las e ol del vocales vidar la ordinal 18Como querían, p. ej., Kronasser (1965: 365) o Friedrich (1940: 303), este último con interrogación. Por otra parte, esto plantea problemas para la derivación de ~~iptamiya—; vid, la discusión en Eichner <1992: 84—85). 19Vid. Eichner (1992: 83—84). 20V1d. §vnl.2. 21Vid., entre otros, Shevoroshkin (1978: 190) y Eichner (1992: 85). 22Vid. Neumann (1974: 279). 324 ario, es decir, influjo mitannio a.i. saptama—, pues hay que tener presente el en toda la zona. Por último, también Shevoroshkin (1978: 190>, signifique “séptuple”. hay que traer a colación, como la forma milia sejtamiu, que tal hace vez 2. LA INTERPRETACION DEL NUMERAL “SIETE ” 2.1. Estado de la cuestión Del mismo modo que para el “seis”, numeral “siete” nos encontramos con dos c interpretación del mismo: análisis dentro relación con el numeral de otras concretamente la semítica. también orrientes del propio familias en el caso del principales de indoeuropeo y 1 ingiiíst icas, 2.1.1. INTERPRETACIONES INTERNAS AL INDOEUROPEO En líneas generales podemos decir que han sido pocos los intentos de explicación etimológica o análisis de significado del numeral “siete” dentro del propio indoeuropeo. La mayor parte de 23 los estudiosos se han limitado a reconstruir la forma, que, como hemos visto, no presenta mayores problemas, o a hacer observaciones como la de Szemerényi (1978: 288>: “una de las más hermosas correspondencias i—e.” Otros han intentado (1975: 875) afirma que se que se ha añadido un doble sentido no han ido más al 23 - Así Brugmann <1911: 18), un análisis trata de una a 1 ar gami en t o lá, salvo la Krahe <1964: de la raíz Pero misma. Así, Adrados de tres fonemas a la los intentos en este de Schmid (1989:propuesta 138), etc. 32S 13—14), quien relaciona este numeral con la raíz *s’ep, que, entre 24 otros usos , sirve para aludir al hecho de sujetar al caballo con la mano y con riendas. Pues bien, según Schmid habría que suponer que el numeral “siete” remonta a una expresión nominal “numero de los caballos que el conductor del carro sujeta en la mano con las riendas”. Winter (1992a: 12) ha resumido muy bien las posiciones a este respecto en los siguientes términos: “Thus, it seems impossible to find a connection of *septnt with any other element of the Proto—Indo—Furopean lexicon; Cseven~ just means seven’ and nothing else. ‘Phis does not alter the fact that *septm is a strange form; it remains tempting to identify final *m with the accusative ending of consonant stems. Even if one were to take as a consonant stem variant of *—ti— found elsewhere in cardinals, the remaining *sep, while now acceptable in terms of Proto—Indo—European root structure, would remain an isolate: if indeed *sept- originally should have denoted a heptad rather than mere seven’, the underlying *sep— would still require a rendering as seven’ and only as that.” 2.1.2. INTERPRETACIONES EN RELACION CON EL SEMíTICO Desde muy pronto se vio la semejanza existente entre el numeral “siete” en las lenguas indoeuropeas y semíticas 2% Y, así, Móller <1911: 227) reconstruye una raíz *s-p común a ambos grupos 1 ingilí st i cos. 24 Vid. Pokorny (1959). 25Por ejemplo, acadio sobe, ugarit. ~bt, fenie. h,’, árabe sab<Úfl, hebr. ~qba< , etc. Para un inventario de las formas semíticas vid. Erockelmann (1908: 486) y Erugnatelli (1982). 326 Sin embargo, f línea de postular seguido poniendo d numeral “siete” de necesario repetir 1 recogido en §V¡.2.1. vamos a detenernos Ivanov <1985: 18) indoeuropeas es un forma femenina26 en ormulaciones más recientes que ya no van en la una comunidad indo-semita originaria, han e manifiesto el llamativo parecido entre el ambas familias lingilísticas. No consideramos a opinión de Levin (1971: 736), que ya hemos 2 al tratar acerca del numeral “seis . Pero sí a anlizar los planteamientos de Gamkrelidze —— para quienes el “siete” de las lenguas préstamo tomado de las lenguas semíticas en su función de nombre abstracto. La —mfinal sería signo de una formación secundaria por medio indoeuropeo. Llaman la atención también sobre e numeral semítico “siete” fue tomado en préstamo proto—cartvelio en la forma *swidj7 de un sufijo 1 hecho de que igualmente por La creencia de que el “siete” es un préstamo semítico admitida implícita o explícitamente hoy en día por buen número investigadores. Así, entre otros, Winter (1992a: 17), en conclusiones, después de haber hecho la exposición a la aludíamos más arriba, afirma: ~ítSeven~ is unanalyzable: possibility of its being a very oíd loanword from a Semi language cannot be ruled out entirely.” Y Lehmann (1993: 2 cree: “The most convincing explanation for the words for 6 to 9 ,,28 by means of borrowing, or calques.. ya el el es de sus que the tic 54) is 26Una —t es marca de femenino en las lenguas semíticas. 27fliakonov (1985: 124>, en —— Ivanov, matiza diciendo hacen derivar el “siete” correcto partir de una for faringal cuya pérdida, según 28 Estamos de acuerdo, como ya hemos para el “siete” (vid, la discusión su artículo de réplica que frente a la forma indoeuropeo dichos ma sib —con fem. él, es difícil de visto, para que sigue), al de Oamkrelidze sem. sb de la que autores es más sib—at—, con una expí icar. el ‘‘ seis y también pero la afirmación 321 2.2. Discusión e interpretación Un factor nos parece fundamental a la hora de plantear el estudio del “siete” en indoeuropeo: el carácter de forma aislada 29que tiene dentro de la protolengua . La única posibilidad de relación que, desde el punto de vista formal, tendría este numeral es la raíz que Pokorny (1959: 909) reconstruye como M50p~~ Pero, ,,30 dado el valor semántico de la misma. “tener trato con, respetar es imposible aproximaría al numeral. Completamente inverosímil nos parece la propuesta de Schmid (1989: 14), quien, como hemos visto, pretendía interpretarla a partir de esa raíz como el número de caballos cuyas riendas sostiene en la mano el conductor del carro. Dado, pues, su aislamiento dentro de la protolengua y, puesto que, además, una raíz cuatrilítera va en contra de la estructura 31general de la palabra indoeuropea pensamos que es razonable pensar que se trata de un préstamo, máxime cuando podemos especificar a partir de qué familia lingilística se ha tomado, si de Lehmann no puede mantenerse por lo que al “ocho” y al “nueve” respecta, como veremos en los respectivos capítulos. 29 Pues las palabras que se pueden relacionar con él, como el ordinal y otros numerales, por ejemplo, son claramente derivaciones a partir de la forma del cardinal, una vez que éste se ha integrado en el sistema. 30A.i. s~pati “cariño”, lat. sepeliñ, gr. appt~iuñ “cuidar, ocuparse de”, etc. 31No nos parece aceptable una interpretación de la *-i—, como sufijo, ni siquiera en conexión con el sufijo dental de que el préstamo se tomó en función de numeral abstracto32, nos parece innecesaria, pues no hay que olvidar, como afirma Hockett (1958: 404), que un préstamo siempre se toma por algún motivo y no acabamos de ver qué necesidad tendrían los indoeuropeos de un numeral abstracto más que de uno concreto que facilitara su actividades de cómputo. Por otra parte, es un hecho conocido que las lenguas semíticas (salvo el ugarítico>33, pero no el resto de la familia afro—asiática, presentan la anomalía de emplear los numerales que morfológicamente son femeninos34 con sustantivos masculinos y viceversa, por lo que que el préstamo al indoeuropeo haya partido de una forma con marca de femenino tampoco habría de extrañar demasiado, salvo por el hecho de que el numeral “seis”, también un préstamo al semítico, como vimos en §vI.2, no presenta la —t marca de femenino. Así pues, dadas las tendencias habituales en los préstamos lingtlísticos, es de suponer que fuera la forma no marcada la que los indoeuropeos tomaran en préstamo. Esto nos obliga a pensar que la adopción del “seis” y el “siete” se llevó a cabo en dos momentos distintos: la del “6” antes del desarrollo de la polaridad de los numerales en las lenguas semíticas y la del “7” con posterioridad. Este hecho resulta de interés para el seven, a number seven”, dicen exactamente estos autores. 33Vid., p. ej., Gesenius (1908: 286—288) y Meyer (1989: 203) y, sobre todo, la exhaustiva recopilación de interpretaciones llevada a cabo por Brugnatelli (1982: 83—112). 34Es decir, aquéllos, en —t (terminación sólo conservada en hebr. en los estados constructos y que ha evolucionado a -11 en los absolutos). 32’ 36estudio de los contactos entre semitas e indoeuropeos ya que nos testimonia una de estas dos situaciones: 1. Se produjo un contacto entre los indoeuropeos y los antecesores de los hablantes de lenguas afroasiáticas antes de tuviera lugar la diferenciación entre las diferentes ramas de esta última familia (momento en que se toma el “6”> y con posteriridad hubo un contacto con poblaciones ya propiamente semíticas (momento de adopción del “7”>; 2. o bien, se atestigua de modo indirecto a través de los numerales indoeuropeos un momento en que el fenómeno de la polaridad aún no se había desarrollado en semítico (momento en que se toma el numeral “6”), mientras que el numeral “7” se toma cuando ya se había producido dicho desarrollo. En cuanto al reparo de Diakonov (1985: 124) acerca de la pérdida de la faringal, no nos parece tan determinante, puesto que, al no existir ese tipo de fonemas dentro del indoeuropeo y dado su carácter débil, que los llevó a perderse muy pronto dentro de algunas lenguas semíticas, la adaptación del préstamo a la fonética indoeuropea pudo realizarse muy bien con esa pérdida. Por tanto, sólo nos resta explicar la *—fli final de la forma ¡E *septm, en la que estamos de acuerdo con Gamkrelidze —— Ivanov (1985: 18) en reconocer un sufijo indoeuropeo. La conexión que otros autores han pretendido establecer con la *—m del acusativo nos parece completamente inverosímil, dado que, precisamente, se postula para unos numerales que nunca han llegado a tener 36 declinación en las lenguas históricas . Poco afortunada nos parece 35Vid. Luján (1994: 227). 36Salvo formas muy tardías, como ocurre en a.x., donde, no 330 la alusión de Winter (1992a: 12) al caso del antiguo francés como paralelo de generalización de las formas de acusativo, ya que ahí se trata de un fenómeno que afecta a todo el sistema morfológico y aquí nos referimos a unos casos concretos y sin conexión con lo que sucede en la declinación.37 Como decíamos, creemos que la *—m es un formante y para ello no nos basamos únicamente en el análisis del numeral “siete”, sino que creemos que el mismo formante se puede identificar en el final de otros dos numerales, el “nueve”, *fle’Wffl, y el “diez”, *dekm, como veremos más detenidamente en capítulos posteriores cuando nos ocupemos de ellos38. obstante, nunca toman desinencias para marcar el ac. Vid.Macdonell (1910). 37Por otro lado, la posible justificación que ofrece este autor (pp. 12-13) para que aparezca una marca de ac. sg. y no plu., como en principio sería esperable, no nos parece adecuada. Se trata de volver a la hipótesis de que la *—t— sea marca de abstracto y, por tanto, la forma sea en origen singular, contra lo que más arriba ya hemos presentado las objeciones pertinentes. nuestro juicio la razón por la que no se ha extendido al “ocho”, como en principio, cabría esperar, es de índole puramente fonética. Si se observa bien, *sept, *now y *dek presentan como característica común el acabar en consonante (sonante en función consonántica en el caso del “nueve”), algo que no ocurre con el “ocho”. De todas formas debemos llamar la atención sobre el hecho de que, si bien en le. común la nasal no se ha extendido al “ocho”, el fenómeno, esperable en virtud de la presión analógica de los numerales anterior y posterior a él, sí se ha producido de forma dialectal. Así, la forma del a.irl. ocM n- atestigua dicha nasal. Vid. Greene <1992: 510>. 33’ cuanto al acceder a históricas valor 39 él como concreto que tenía este formante, ya que las formas se nos presentan completamente inmotivadas y dentro protolengua no es posible establecer significativa con elementos homófonos. No par interpretación de Shields (1985: 196; 1995), también la -4— de *septrn), dentro de su teoría no singular en indoeuropeo, no seria sino sería una de esas marcas que, por otra parte, Shield un poco por todas partes: numerales, sufijo de su parte, Greenberg (en prensa, b> ha sugerido dentro del marco de una macro—familia integrada y otros grupos lingilísticos, de modo que di relacionarse con un sufijo —mt que las lenguas urálicas y altaicas. ninguna conexión ece convincente la para quien —m (y sobre la marcas de sino precisamente s parece encontrar comparativo... Por interpretar la —m por el indoeuropeo cha —m vendría a sirve para formar ordinales en En cualquier caso, generalizac sufijal—desinencial dentro de los dentro de las lenguas históricas, para los numerales del “cuatro” al para los del “cinco” al “diez”, o “seis” al “diez”. iones de numerales como suce u nueve —té en elementos de carácter no son desconocidas de con —i en lituano —i en antiguo eslavo albanés para los del 3. CONCLUSIONES La *septm, lenguas forma reconstruible del numeral “7” en que carece de conexiones etimológicas indoeuropeas. La similitud existente entre esta forma y mismo numeral en las lenguas semíticas nos indoeuropeo es dentro de las la que presenta el induce a pensar, 39De la misma opinión, Hamp <1962: n.l). En es dado lenguas no en de nos las la 332 también en este caso, en un Este préstamo, en términos reciente que el del “seis”, —t que atestigua la forma fenómeno de la polaridad ya semíticos cuando el “7” indoeuropeos. préstamo a partir de dicha familia. de cronología relativa, sería más según lo pone de manifiesto la marca indoeuropea y que apunta a que el se había desarrollado en los numerales fue tomado en préstamo por los En cuanto a *—m, se trata de un sufijo que sirve para marcar numerales, pero cuyo contenido semántico o valor morfológico ya no nos resulta posible deducir. 333 CAPITULO VIII: EL NUMERAL “OCHO” 1. FORMAS DEL NUMERAL “OCHO” a.irl. acht gót. ahtau lat. oct5 lit. ahuoni .4 a.esl. 05111.1 alb. teté gr. ox-u> arm. owtt avést. asta a.i. ast~ toe. A okát licio alta— ? galés wyth a.nórd. atta let. astdpi toe. E okt córn. eath a.a.a. ahio bret. eith/eit a.ingl. eahta’ A partir de los testimonios de las reconstruye una forma ¡E *októ(w>J seguidamente las formas problemáticas. lenguas Pasamos históricas se a analizar 1.1. El numeral “ocho” en las lenguas celtas La f extensión embargo, extensión, orma del las ya a. irí final formas que su 0cM, seguida de nasalización, supone en nasal de los numerales “7” y “9” del grupo britónico no muestran vocalismo implica3 umlaut de ~‘—i, que, una Sin dicha a su 1Para otras formas (1992: 588). 2Sobre la vacilación post er xor. vid. Fricke <1886: 22—23> y Ross en el final de la forma véase -- Eerns la discusión Pedersen (1909: 123>, Greene <1992: 540).3Vi4. 337 vez, ha de proceder de *—ñ< 1.2. El numeral “ocho” en las lenguas bálticas Al igual que hemos nasal final de “7” y báltico. Por regularmente de flexión como el visto en “9” se 1 it. como lo demás, lE *októ. Y, numeral “4”. el caso de las lenguas ce ha extendido también al astuo— y let. astá— ya dijimos en §ív.1.3, ltas, la “8” en derivan presentan 1.3. El numeral “Ocho” en las lenguas eslavas La forma OSmz se ha formado a partir del ordinal osmó, donde el final —mu es analógico al de *sernñ “séptimo”. E 1.4. El numeral “ocho” en albanés A pesar de la aparente distancia entre lE *oktá(w> y alb. teté la forma albanesa -dejando fuera el final -té que ya discutimos en §V.1.4— puede continuar directamente la indoeuropea. La pérdida de la o-. se debe a su carácter átono, según ya señalara Meyer <1883: 322). La t— es el resultado de la simplificación del grupo *-kt- y una *—6- acentuada puede desembocar en alb. -e- 4Por lo que se refiere al garantiza que la extensión el cardinal. 5Vid. Brugmann Vaillant (1958: galo, de-IP el ordinal galo oxtumeto[s] se hubiera producido también (1911: 18), Endzelin (1923: 362, 1971: 633>, Stang (1966: 279>. no en 181>, 6Vid. Vaillant (1958: 633 y 656>, Arumaa (1985: 193—194), Comrie (1992: 759>. 7vid. Hamp (1992: 914—915>. 338 1.5. El numeral “ocho” en griego Aparte de la forma más difundida, griego las siguientes formas dialectales: herací. hoxt5, eleo bntá. ox”), lesb. se documentan en OXTO, beoc. oxto, La aspiración de la forma heraclense se explica fácilmente por presión de , ser problemát aASyB de la i ca, ey Tradicionalmente se partía de una forma *okt5w para explicar E Vid., p. ej., Buck (1955: 95), Chantraine (DELe: s.u. OXtW), etc. la que vid. §it.í.5. Meillet (1936: 32>, Schmitt (1981: 130), Winter (1992c: 9Sobre ‘0Vid. 350>. 339 las formas tocarias’’. Sin embargo, l-lilmarsson <1986: 154> argumentó que el A oktats “óctuple” sólo podía proceder de ¡E *okt6— y, dado que la evolución ¡E *—O> toe. A cero, ¡3 —o que 12 propugnaban autores anteriores se revelaba falsa parecía mejor asumir que las formas del cardinal derivaban también de *októ en vez de postular una alternancia *okté/*oktow en la prehistoria del tocario. Naturalmente, esto suponía aceptar que ¡E —Ó en posición final evolucionaba a toe. común *-u, que producía umlaut y, según la posición respecto del acento, desparecía en determinadas condiciones, para lo que Hilmarsson adujo algunos paralelos, como A Wt¡ “dos” (de ¡E *dWó> y AB ku “perro” (de *kwñ>. Sin embargo, en los dos ejemplos una —w—precede a la —Ó, lo que podría inducir a pensar que era ese contexto fonético el que condicionaba la laevolución , a pesar de que existen contraejemplos como E SUWO “cerdo”, de proto—toc. *SLTIVÓIT.14 Recientemente inseguridad de independiente de sigue siendo ho formas tocarias. *ogdH 3wos en cuy similar a los qu asumir para el cardinal *okt~ Winter (1992b: 111—112> ha insistido sobre postular una evolución ¡E *—~> toe. 1 contexto, lo cual es cierto, pero, con todo, y por hoy la explicación más convincente de Winter propone partir de una forma de ordinal a primera *0— se habría producido un alargamie e se deben a ley de Lachman, con lo que habría toe. común una forma *bkwv—, mientras que habría evolucionado a E *ekhl A *akt—, con “Vid, una revisión crítica de Hilmarsson <1986). t2Vid. Hilmarsson (1986: 151—154). 13 Como (1986: t4Vid. Hilmarsson (1986: 155). la —u ésa las ¡E nto que el un la bibliografía anterior en de hecho, se había pensado anteriormente; vid. Hilmarsson 155). :340 nivelamiento posterior entre formas de explicaría las formas atestiguadas de explicación nada convincente que obliga, evolución fonética *0—> *b- sin paralelos e mucho peor fundada que suponer que LE —5 tocar io. ordinal y cardinal que hecho. Como se ve, una además, a suponer una n tocario y, por tanto, evolucionaba a —Li en 1.8. El numeral “ocho” en las lenguas anatolias Desconocemospor completo cuál era la raíz del numeral “8” en hitita y luvita, puesto que en todas las ocasiones en que en los textos aparece ese numeral ha sido escrito por medio del ideograma ‘5 seguido de complementos fonético. Los intentos de reconstrucción de una forma *haktaua~zl para el luv. jeroglífico a partir de los complementos fonéticos que acompañan al ideograma correspondiente carecen de apoyos fuera de la base comparativa, por lo que utilizarlos para la misma supone caer en un razonamiento circular. En cambio, en licio es posible que tengamos atestiguado’6 numeral “8” alta— en diferentes casos: aitaha, aitehi, etc. y colectivo ait~. 17 - Así Hirt (1904: 78), para 191) y también las observaciones quien el “ocho” es un dual a partir de de 341. originario dual, debido a que la terminación que ofrece este numeral es idéntica a la desinencia empleada en algunas lenguas indoeuropeas para la expresión morfológica de dicha categoría. La mayoría de los investigadores han admitido esta explicación, sí bien se han emitido diferentes hipótesis acerca de la raíz con la que la supuesta forma de dual sería relacionable. Según algunos en la palabra indoeuropea para “ocho” no tendríamos sino un dual de la que designa al “cuatro”, cuya forma reconstruible en primera instancia, recordemos, era *kwetw(o>r (con diferentes grados de alternancia vocálica). Esta era ya la opinión de Pedersen <1893), quien para explicar la relación entre ambas formas postula un cambio o bien q>k, lo que, según él, e permitiría establecer la ecuación okt-: q t = noqt- : nqt y la e que aparece en el “cuatro” podría entenderse como un grado pleno. Pedersen también se hace eco de una hipótesis de Fick, por la que el sg. de “ocho” significaría “punta” y designaría en origen a los dedos de la mano, excepción hecha del pulgar, explicación que aceptan, entre otros, Lindsay (1897: 477), Krause (1968: 187) y Knobloch (1995>. Muí ler del numeral re lacionaba presente en (1927), que toma como punto el rechazo de la hipótesis el “ocho” y el “cuatro” lat. oculus, gr. (olp, a.í. de partida de su análisis de Bremer (1924) —quien con la raíz indoeuropea aksi, etc.— también ha una forma que cuatro partes observación de flexión ésta ha todas formas, la anterior a estos 18 significa “cuatro” o hace referencia a un objeto con y Brugmann (1911: 19>, quien, no obstante, hace la que en las lenguas en que el numeral ha recibido sido con desinencias de plural y no de dual. De teoría que ve en el “ocho” un dual es, incluso, autores, según veremos. Mantenemos su propia notación fonética. 342 buscado una explicación en la línea de Pedersen, puesto que, según él, habría que partir tanto para el “cuatro” como para el “ocho” de una raíz *a~-, ~ “agudo, puntiagudo”19. “Ocho” sería un dual *ortau a partir de *5k~-tom “hilera de puntas”, es decir, “los (cuatro) dedos” y *qwetwor, entonces, no sería sino un antiguo compuesto *o~et(o) + ~woro- “punta + hilera” que habría sufrido una evolución fonética *o~etwor- > ~‘iJ?etwor. Igualmente Gúntert20 cree que hay que partir de pero en su opinión el plu. *gWetwores habría designado de una cruz (de donde “cuatro”>, mientras que “ocho”, habría tenido el significado de “doble cruz”. Y Loewe su parte, cree que *ol=tos era la forma originaria de posteriormente reemplazada por una formación adjetival raíz *kwetuores. Más modernamente se han autores como Meisinger <1950 pone reparos para aceptar la que atestigua el “ocho” y la en cambio, que la *0- inicial *ak—, *o1~, las puntas como dual, (1936), por 1 “cuatro”, de la misma hecho eco de este tipo de hipótesis o Polomé (1968), el cual, aunque correspondencia entre la labiovelar velar presente en el “cuatro”, cree, de “ocho”, que explícitamente niega sea apofónica, puede laringal de timbre o. “ocho” es un dual de etrusco huO “cuatro” declinación de dual. También Erhart “ocho” y el “cuatro”, la labiovelar y la ve ser explicada Por su parte “cuatro” y un resto (1970: 96—7) pero para él 1 lar se explica si Olze cree del se asume como inicial una ha (1968> cree también que encontrar en el numeral “ocho” indoeuropeo sin admite la relación entre el a ya aludida divergencia entre si se admite una disimilación 19Vid. Pokorny (1959: 18—20>. 20En un trabajo del año 1929 cit. en Van Windekens (1982: 8). 343 los apéndices labiales de la laringal que abre la y de la labiovelar que atestigua el “cuatro”, según él, en el “ocho” no tenemos sino los mismos el “cuatro” solo que dispuestos a la inversa: forma del Admitido elementos kWete~llWo > k»’étw(o) HW0~kWete > Ifl’ok’te > okt ,,21 Y, dado que él ya interpreta “cuatro” como “doble par significaría originariamente sino dos dobles pares “ocho” no Igualmente Arumaa (1985: 194) cree que existe una relación entre “8” y “4”. Según él la forma base sería *ekWetu-. “4”, que con grado o de la primera sílaba y cero de la segunda explicaría *okWtau, mientras que “4” se explicaría a partir de un nom. *kWatw¿s-. seguido del determinativo —r. Paralelamente a esta línea de interpretación “ocho” una relación con el “cuatro”, a partir del Henning (1948), se ha desarrollado otra22 que, si b que el “ocho” es, efectivamente, una forma de dua relación ha de buscarse con el avést. asti-, cuyo “anchura de cuatro dedos, palmo”. Según explica He por la que los etimologistas no se habían fijado con anterioridad se debe a que Bartholomae en su d dio un significado preciso, limitándose a afirmar de una medida de valor desconocido. Un estudio realizado por Henning determinó que a~tl- se que ve en el artículo de ien considera 1, cree que la significado es nning, la razón en esta palabra iccionario no le que se trataba de la misma correspondía, semánti camente, con gr. iiaXcxtatq. De este modo, para este autor, 21Vid. §¡v.3.1.2. 22VId. Burrow (1973: 260>, Winter (1992a: 13 y 17), Emmerick (1992b: 300>, Colemann (1992: 396), Beekes (1995: 212>, etc. ent re “ocho” esto, que en 344 quedan probadas dos hipótesis que habían sido defendidas desde antiguo: que la palabra para “ocho” era un dual y que tenía su origen en el cómputo con los dedos. La palabra 5sQi- se habría derivado del sg. *asta- , quien cree que el “ocho” en indoeuropeo es un préstamo a partir de la raíz caucásica *otx— “cuatro” 25 icas —a nuestro juicio no definitivas— que ta teoría puede verse en Schmid (1989: 254>, a la que ya aludimos más convincente para los préstamos. Sin embargo, para parece que, en realidad la dirección, como veremos con 23 Un resumen de las cnt se han realizado a es 14—15>. 24Por su parte Adrados (1975: 875) se limita a decir que “ocho” procede de *ok alargado por —¾al igual que el “7”, más —o14 pero con un grado vocálico que no es justificable. También afirma que la forma es claramente un dual y ha de tratarse de una palabra equivalente a ‘‘ cuatro’’ y que su final se debe al “dos’’ 2% cf. la afirmación de Lehmann <1993: anteriormente, de que la explicación numerales del 6 al 9 es el caso concreto al que dirección del préstamo más detalle un poco más por medio de alude Pisaní, va en la otra abajo. 345 2.2. Discusión e interpretación Nos centraremos en primer lugar en aquellas hipótesis que parten de primera ofrecen solucionar. una relación observación importantes que p De entrada, entre el numeral podemos rob lemas hacer es que fonéticos con lala relación “ocho” y el “cuatro”. todos que raíz es se * ak— tos de inten jan *ok— admiten la mayoría de explicar la lab es admisible. labiovelar y la en todo caso ant econsonánt ica neutralizarse26, se caso habría que par los defensores iovelar que Para postu velar que de una la la real iz tir de aparece lar una aparece en b i ove lar, oposición aria como una raíz con grado pleno de la raíz y cero de ‘ . > M 0kt.~ y de ar a la 1 ‘ocho” 1 sufijo *HWekWt~ daría lug Sin embargo, problemas, pues no afirmación de Szeme often asserted that would like this to wish with the actual aun así, se explica el rényi (1960: *okt5 is the be the case, form remain de esta hipótesis en el corr el que, “cuatro”, espondenc ja “ocho” habr dado que deja sin por lo entre la que en po e lar que en por *—t—, a explicar con grado cero de la ral 1 ab velar. * HWkw- del su iove 1 ar/v Es decir alargada fijo podrí base del “cuatro”: no quedarían que no dicha part ir sic ión puede todo que la zy *HWkWet~ solucionados los final *—wor— del “cuatro” 27. La 141) sigue siendo válida: “It is dual of ~ but, however much one the attempts to reconcile this unconvincing.” el caso concreto al que alude Pisani, dirección del préstamo va en la otra más detalle un poco más abajo. Eernabé (1971). 27Ya que si, forma *woro- aparece y no “doble hilera parece que, en realidad, la dirección, como veremos con como proponía Muller (1927), hay que ver en él la “hilera” no se entiende por qué en “cuatro” si que en “ocho”, que, consecuentemente habría debido ser de puntas La tos sin que forma pleno *kWet 346 De todas formas, todas estas especulaciones son vanas desde el momento en que hemos visto28 que la forma originaria del “cuatro” no contaba con *kWe inicial y que cuando éste se soldó a la raíz originaria no se vio sometido a apofonías. Así pues, si partimos de la forma antigua *tur (y variaciones apofónicas) la relación con el “ocho” es inviable, y también si partimos de la forma reciente *kWetur~ (y variaciones apofónicas), pues la *0— del “ocho” no se explica, ya que la partícula *kWe no cuenta con una laringal inicial, su vocal no está sometida a apofonía y, además, no se entiende por qué se habría perdido el final *—ur— ¡ ~-wor-. En definitiva, creemos que, a pesar de algunas (escasas) coincidencias fonéticas, es imposible mantener que *(kwe)tw ha llamado la atención sobre la existencia en indoeuropeo de varias palabras para el “cuatro”: *kwetur, me(y>u— y la que subyace al “ocho”. 31 Debido al enfoque de su artículo no ha sacado de dicha constatación algunas consecuencias que, en nuestra opinión, pueden resultar del mayor interés para el análisis del numeral que ahora nos ocupa. En efecto, podemos reconstruir tres palabras con el significado de “cuatro” para el indoeuropeo, todas ellas con la característica común de estar referidas al cómputo con los dedos. Podemos ver en ello una huella de un momento en el que el “cuatro” 32 no estaba lexicalizado como tal , sino que había varias formas que (propia> de un sistema de numeración esto, en su capacidad de aparecer acompañada de los elementos necesarios correspondientes del valor de la base. 31 Centrado significan numerales. 32 Los visto en analizar los procesos por los “mucho”, “unidad”, “montón”, etc. numerales de en los capít 1 “uno” al “tres” en ulos correspondientes, consiste precisamente en de forma cíclica para, expresar los múltiplos que palabras que llegan a expresar indoeuropeo, como hemos están basados en raíces 349 competían entre sí, de las cuales una, *me(y)u—, fue lexicalizada en las lenguas anatolias, mientras que *(kWe>tur lo fue en el resto del indoeuropeo. Por lo que se refiere a *okto (sin marca de dual> no sería descabellado pensar que fue especializado para designar al dedo número “cuatro” de la segunda mano. Son bien 33conocidos ejemplos de lenguas en las que se emplea la misma palabra para referirse numeralmente a dedos de una y otra mano, con lo cual la misma palabra tiene dos significados numerales distintos. Podemos pensar que tal vez esto fue lo que sucedió en indoeuropeo.24 Comprendido marca de “dual” “ocho”, entraba con “cuatro”, pa era sentida por estaba empezando ese proceso la razón de la introducción de la se entiende fácilmente. *okto, con su valor de en contradicción con el significado relacionado tente en otras palabras con las que la relación los hablantes, como aquélla de la que procede el o se solucionó, en una época en la que el —ó(w> a desarrollarse como desinencia de dual y/o quizá deicticas o de significado local y han de ser los más antiguos del sistema. Como veremos en §XI.2, podemos pensar que el indoeuropeo más antiguo poseía un sistema que s6lo contaba con numerales de expresión léxica simple hasta el “tres”, de modo que para el “cuatro” había que recurrir, en todo caso, a expresiones del tipo “3+1” o similares. 33V1d. Seiler (1989: 191), con bibliografía. También Ganidrelidze Ivanov <1995: 727, n. 17) citan ejemplos de lenguas en que numeral “4” y el “8” están relacionados, como japonés antiguo “8” frente a y~ “4”, burushaski w—~1ti “4”, ñAt—amhi “8”, etc. el 3’S 34La adopción de puede no ser sino los numerales semíticos para ‘‘ seis y ‘‘siete’’ un intento de desambiguar dicha situación. 350 estaba ya presente en el final del “dos”35, para el “ocho”, de modo que la anomalía a la de sentirse como tal.36 tomando dicho final que aludíamos dejara También hay que interno al indoeuropeo familia lingilística. En la forma y mingr. otx—, laze o(n)txo— 39*oxto— ) era muy parecida a Aunque ha habido intentos d etimologías kartvelias, a 39 convincentes , como tampoco forma indoeuropea a partir d graves dificultades de orden como recientemente ha vuelto que el numeral “4” es un señalar que viene a reforzar que acabamos de desarrollar un efecto, se ha señalado desde del numeral “cuatro” en las lenguas kartvélias el análisis dato de otra 37 antiguo que (georgiano /ontxu—, svane wi5~txw—; proto—kart. la del numeral “ocho” indoeuropeo. e explicar ese numeral a partir de 1 parecer los mismos no son lo son los que intentan derivar la e la forma kartvelia, pues implican semántico y fonético. 40 Así pues, sí, a defender Klimov (1995), se acepta préstamo indoeuropeo tendríamos un importante testimonio de que la forma TE *okto significaba 35 Pues, como hemos visto en el que podemos reconstruir para el 36Vid. lo dicho en §r¡. y la categoría de dual 26—27) a propósito del que el mantenimiento del i fuera del antiguo indio, como un dual y no se analógica. 37 Para capí tulo “dos” es II, la forma *du. más antigua 2.1 a propósito de la relación entre el “2” y también las reflexiones de Cowgill (1985: 8” donde se contempla la posibilidad de f nal *—ñw del “8”, que aparece incluso se deba a que la palabra ya no se sentía vio sometido, por tanto, a nivelación la bibliografía vid. Klimov (1995: 475). las reconstrucciones más antiguas vid. Klimov (1995: 473). <1984: 207, 1995>. Klimov (1995: 475>. 8Para 391/id. Klimov 40Vid. 351 originariamente “cuatro 3. CONCLUSIONES La forma del numeral “ocho” que se puede reconstruir a partir de los testimonios de las lenguas históricas es *okt5(w>, cuyo final *—5(w) implica que se trata de una originaria forma de dual. Los intentos de relacionar ¡E *oktÓ(w> y *(kwe>tw(o)r “4” no parecen aceptables por razones fonéticas y morfológicas. En cambio sí resulta aceptable entender que *okto era otra antigua palabra alternativa para “4” (probablemente especializada en el “cuatro” de la segunda mano) relacionable con avést. agt¡— “anchura de cuatro dedos”, lo que nos hace pensar en que también tenemos aquí un testimonio del cómputo con dedos y manos que ya nos hemos encontrado al analizar la etimología de los numerales “4” y “5”. Por otra parte, huellas del significado originario “4” de ¡E *okto parecen quedar también en la familia kartvelia, cuyo numeral “4” es *oxto, interpretado generalmente como un préstamo indoeuropeo. 352 CAPITULO IX: EL NUMERAL “NUEVE” 1. LAS FORMAS DEL NUMERAL “NUEVE ” a.irl. fol gót. DI un 2lat. nouem ¡it. devyni a.esl. deveni alb. nénté gr. arm. 1»» avést. nauua a.í. nava toc. A ñu licio pu»— galés naw a.nórd. ni~o córn. ¡iau a.a.a. fizun bret. nau a.ingl. Digo» let. deviní toe. E ñu Se reconstruye por lo general una —como veremos (~IX.2.3) — hay quienes ha nuestra opinión, es la forma correcta. inicial que presentan el griego y problemática y ha llevado a algunos *ff~ new» • forma *newn/neun, aunque n propuesto *fléwlfl, que, en Por otra parte, la vocal el armenio también es a reconstruir una forma A continuación —y indoeuropea- pasamos a antes de abordar ocuparnos de las los problemas de la forma cuestiones problemáticas que plantea el numeral “9” en las distintas lenguas indoeuropeas. 1Para otras formas vid. Fricke (1886: 23). 2En umbro está 5XVI. 11.2—3. atestiguado el ordinal nuvlme, sobre el que vid. 3Vid. §íx.2.í. 355 1.1. El numeral “nueve” en las lenguas germánicas Se esperaría que la nasal final perdido en las formas germánicas. Vid. propósito del “7”, donde sería esperable del numeral se hubiera lo dicho en §VI¡.l.2 a la misma evolución.4 1.2. El numeral “nueve” en las lenguas bálticas Con la excepción del antiguo prusiano, cuyo ordinal “noveno” es newints, las lenguas bálticas comparten con las lenguas eslavas una isoglosa según la cual la *n— inicial del “9” ha sido reemplazada por una d—. Las explicaciones propuestas para esta evolución han sido postular una disimilación entre las dos nasales de la palabra o bien -más verosímil- pensar en una acción analógica a partir del cardinal inmediatamente superior que comenzaba por d- En cuanto a la lituana6, se debe expí (§VII.1.3> que sucedía vocal icar por también larga —y— que presenta la analogía con a~tuoni, como ya en el numeral “7”. intento de Hamp (1976a) por contextualizar que atestiguan las lenguas germánicas como *H 1neuno- resulta innecesario. la silabación *fleur? debida al ordinal 5Vid Endzelin (1923: 363, 1971: 181>, Stang (1966: 279—280), Comrie (1992: 760>. Friedrich (1963) aporta un paralelo del sirio moderno. Los intentos de explicación laringalista por parte de Hamp (1980) han sido tachados - y con razón- de completamente arbitrarios por parte de Peters (1991: 301, n. 1). 6Y también algunos dialectos letones; vid. Endzelin (1923: 363>. forma y i mo s 356 1.3. El numeral “nueve” en eslavo El numeral a.esl. deven7 (y del las lenguas eslavas> muestra el mismo hemos encontrado en lituano y letón.7 mismo modo el del resto cambio de d- por *n— que 1.4. El numeral “nueve” en albanés La irregularidad que presenta alb. nénté consiste únicamente en el carácter sordo de la dental, ya que a partir de un grupo ¡E se esperarla sonorización de la oclusiva que sigue. Sin embargo, creemos que no resulta satisfactorio postular dos formas *neun—t-> *nént— y newn-ti— (fem.) > *niewat~ y una posterior mezcla de ambas, como hace Hamp (1992: 915>2 En nuestra opinión, una interpretación mucho consiste en partir simplemente de *neunt os, evolucionado regularmente a alb. común *iiáfldé’0 y dental sorda meramente por la presión analógica de formaciones en —té que aparecen en los numerales “6”—”8” más razonable que habría explicar la todas las y 7Vid. Mikkola (1950: 57>, Vaillant (1958: 633—634>, Arumaa <1985: 194). 61’id. Hamp (1992: 915>. 9Dejando aparte el problema del supuesto sufijo *-ti-, que ya hemos discutido en 5V1.1.4. ‘0Vid. Hamp (1976: 44, 1992: 915). ~Dicha presión analógi que han conservado una ca no -JI-; habría tenido efecto en los dialectos vid. Hamp (1976: 44, 1992: 915): de ya 357 1.5. El numeral “nueve” en griego Como formas dialectales encontramos berací. hEPPEa, con aspiración extendida a partir del “6” y el 9~7~t también al ~ 12 y al “9”, y también la forma contracta LLUAj en Dolos y en la Fócide.’3 El numeral griego (y de forma simi graves problemas: la vocal inicial E— y hipótesis tradicionales para explicar armenia) son de dos tipos: morfológicas lar arm. mm) plantea la nasal reduplicada. la forma griega (y y fonéticas. Las hipótesis de tipo morfológico arrancan ya de Wackernagel (1887: 132—137>, para quien el numeral gr. EL’L>EFÚ es un compuesto de la preposición £5 y el numeral *L>¿JRX y ofrece como paralelos construcciones del tipo ~OtPCS (Pi.O.2.68, P.4.61, etc.> y ES lIEPTE vcxiis (Th.7.33>. Esta explicación fue criticada por Szemerényi (1964: 111> quien señala que el razonamiento queda invalidado al no haber formaciones paralelas para los cardinales del tipo *EUTpEIS o su ión, la x at di-’ 1 “u Por segmentac forma de ELXOOL y E del numera aspiración se hace extensiva Wackernagel de parte Van Windekens (1945> aceptaba la misma pero consideraba que E—, lo originario, era una raíz del demostrativo *se/s0, también presente en Ésta fue sustituida posteriormente por el neutro no”, EL>, que contaba con el paralelo de £VSEXa y la perdió por influencia de ELXOOU. Lillo (1990: 17) a esta propuesta la crítica de Szemerényi a la de carencia de paralelos dentro de los cardinales. 12Vid. §VIII.l.5. 13Vid., p. ej., Chantraine (1983: 100), Lillo (1990: 19>. dos Las la 35e En cambio para Winter <1992a: 13>, si la raíz de “nueve” se 14 relaciona con la de “nuevo”, lo que aquí tenemos es una alternancia nominal *—r/—n entre la forma que atestiguan, por ejemplo, gr. L)Capó5 joven” y arm. flor “nuevo” y la en *—fl que se encontraría en el numeral. Así, de una raíz nominal *riewr seria aceptable pensar que en *newn tenemos un locativo adesinencialt5 que significaría “en el nuevo”, significado que habría sido reforzado en algunos casos por la preposición *en, según reflejan las formas griega y armenia. En cuanto a tratamiento de 1 explicación tiene del numeral. Nos propuestas para la Sommer (1950: producía en el cort ordinal *eriwn- en cardinal *enewn, £UE las explicaciones a vocal protética repercursiones para limitamos ahora a 16 geminada —Pv-. 27> sostuvo que e silábico entre 17 *EL>EtXtOS y la Ftx; es decir, fonéticas, postponemos el hasta §IX.2.1 ya que su la interpretación general revisar las soluciones se debía a la duda que la forma con grado cero forma con grado pleno se del del E 1)— Etctos frente a ‘4llid. §íx.2.2. 190e1 tipo del a.i. udan “en vocálico. ‘6Referencias bibliográficas a propuestas que aquí no reseñamos por inverosímiles o básicamente iguales a las que exponemos pueden encontrarse en Schwyzer (1953) y Chantraine (DELO: s.u.). 17 Que, según Szemerényi (1960: 91> habría reemplazado a un *~iurauos; vid, nuestra interpretación en §XVI.14. el agua”, aunque con diferente grado antiguo £ —L)E Ett. 359 A partir de ahí se habría producido la remodelación de *~—0&Etx con el inicio LV—, tautosilábico en la otra forma.18 a Lillo (1990: 17—18) cuestiona esta línea de razonamiento basándose, aparte de en la falta de paralelos para una remodelación así, en que una silabación *eri—watos es altamente improbable, pues si nos atenemos ya al testimonio de las tablillas micénicas se observa que en secuencias de ese tipo la nasal y la 19semivocal quedan dentro de la misma sílaba . Sin embargo, su propia interpretación tampoco es satisfactoria, pues para explicar la forma CL>UEa asume una contaminación de *&newn y *enn—. Esta segunda sería un grado cero secundario a partir de *enen—, forma que, a su vez, habría surgido en *enenkoni5 “90”, que, a su vez, procedería de *enewnkont5, que, a su vez, seria una forma producida por mezcla entre la originaria *newn-kont~ y la forma remodelada *enewnékonta. Insostenible resulta también la asunción de Peters 305—307), según el cual la secuencia —t>L>— se generó secuencia *enun— seguida de vocal, ya que hay que asumir —non— tenemos una secuencia de tres sonantes seguidas de o ninguna se realiza como vocal. A partir de *enw me-, por se podría aceptar *en(F>ane—, pero luego no hay modo de convincentemente la pérdida de —a—. Szemerényi (1960: 116, 1964:114—11 este tipo. Una reformulación se 415—416). Por su parte Wyatt (1972: entero se haya tomado de £L>EL)TIXOL>ta, vez como un prefijo. 19As í (1991: en la que en las que ejemplo, expl icar 7> acepta una explicación de encuentra en Sihler (1995: 35—36) cree que tal vez EL’— donde se habría sentido tal en ke—se~-nu-wo (E¿vos) frente a lo que ocurre con el grupo según atestigua ko—wo (zopfós). 360 20 También se ha sugerido que la geminación un intento de adaptar fonéticamente *Et)Ect a £ltta una sílaba inicial cerrada. expí sat i Como se ve, hay un amplio abanico de icación de la forma griega (y armenia), pero sfactor ia. no se deba sino a y oxtw, ambos con posibilidades de ninguna realmente 1.6. El numeral “nueve” en armenio También en este caso postponemos el tratamiento de la vocal inicial hasta §IX.2.1 y nos centramos en la explicación de las nasales. Frente a las explicaciones anteriores, que asumían que la explicación que se diera para gr. —L.>v— podía trasponerse a la forma armenia, Szemerényi (1964: 113—114) tuvo el buen acierto de intentar deshacer la correspondencia que tradicionalmente se establecía entre la forma griega y la armenia. 21 Para explicar la forma armenia Szemerényi partía de *enewn, que habría evolucionado a *inewan y de ahí, por asimilación vocálica, a *inawan, luego contraída en *inan y, finalmente, en inn. Y de forma similar procedía Winter (1965: 101) al postular una evolución *inowan> *inown> *inun> inri. Sin embargo, esta evolución parece insostenible dado que en realidad parece que en armenio *—ewa— 22evoluciona a *—owa- y, de ahí, a -oqa— 20Vid. Wyatt <1973: 21Ya Meillet (1927) podía ser sino la 10” 2211id. Peters (1991 36, n. 31). había nasal señalado que la segunda n de arm. mm no final, al igual que en ewt’n “7” y taso 302, n. 7). 361 Ese es el motivo por el que Peters (1991: 304—305) se ve obligado a postular una pérdida irregular de *-w- en la secuencia *-.owa— de * anewan <.c*ll1néwn> y una posterior contracción de *—oa-. en *—o— (sin paralelos pero tampoco contraejemplos en armenio) para poder explicar inri. Pero como se ve, la solución no parece muy satisfactoria dado que hay que asumir un tratamiento irregular y una evolución ad ¡mc. Eichner (1978: 152, n. 35), en cambio, partía de *enuri, forma con grado cero de la segunda sílaba que se debería, según él, a influencia de una forma de ordinal *&flurto—. Olmsen (1985: 15> también partía de *enufl, pero explicaba a su vez esta forma por metátesis de *neun. Sin embargo, creemos que puede hacerse una propuesta con mayor verosimilitud. Dejando ahora aparte el problema de la vocal protética, sobre el que volvemos en §IX.2.1, podemos partir para el proto—armenio de una forma *eneum, es decir, una forma con silabación distinta a la que normalmente se considera como punto de partida de la forma, *enewn. A partir de *eneum, con evolución a —Ii de la nasal final como es esperable en armenio, obtendríamos *inoyn, forma a partir de la cual se habría producido arm. hin por pérdida de la vocal (en este caso un diptongo) de la sílaba posterior al acento —fijado en armenio en la penúltima— y mantenimiento de la nasal, del mismo modo que tenemos, por ejemplo, 23 hayr “padre” a partir de *patér. 24 1.7. El numeral “nueve” en las lenguas anatolias La utilización de ideogramas en hitita y luvita encubre la 23Para esta evolución vid., p. ej., Schmitt <1981: 38>. 24La evolución de t intervocálica a y es regular. 362 25forma de la raíz en dichas lenguas. Sin embargo, sí conocemos una forma licia nu~íÑta, donde nuiY- ha de significar “9”, aunque no tenemos elementos para decidir con seguridad si la forma en su conjunto significa “19”, “90”, “900”... 26 En cuanto a la derivación fonética de la forma, es problemática, aunque resulta posible pensar en una derivación directa a partir de *newn> *newan> 27 *newun> *naun> *mun. 2. ANALISIS DEL NUMERAL “NUEVE” EN INDOEUROPEO 2.1. La vocal Drotética de griego y armenio Hemos contar con interpreta señalado ya que para gr. £L>PLÚ y la presencia como inicial de una como vocal protética.2 Naturalmente, problema general señalar que las 29 interpretación no podemos entrar a discut de la prótesis, por lo que posturas están divididas ir en detalle nos limitamos en cuanto a — la teoría tradicional supone que se trata de una vocal de Eichner (1992: 86—81>. 2%¡id. Eichner (1992: como un colectivo con 27Vid. Eichner (1992: 87). 87>. Shevoroshkin (1976: 191) lo interpreta el significado de “9”. 2% tal vez también el grupo traco—frigio si en la primera parte del topónimo Anádraimos hay que ver el numeral “nueve”. Véase un estado de la cuestión en Polomé (1992: 361). 29Seguimos el resumen que aparece en Adrados —— Bernabé —— Mendoza (1995: 292—297) y allí remitimos para la bibliografía. aun. voca mm 1 e- hay que que se el a su 363 apoyo surgida en sandhi; — otros autores han intentado ver un elemento con valor morfológico, es decir, un prefijo; — para otros la presencia de prótesis implica la reconstrucción de una laringal. Por lo que al “9” se refiere, ésta interpretación es la que en los últimos años se encuentra más frecuentemente. Normalmente los autores se limitan a anteponer una *H1— a la forma tradicionalmente reconstruida, es decir, *H1newn. Sin embargo, Colemann (1992: 396) reconstruye una raíz alternante *H1n—ew—n/H~en---w--n para dar cuenta de la diferencia entre las formas griega y armenia y el resto. Y, por su parte, Eeekes (1995: 213) prefiere pensar que se ha producido una transferencia al “9” de la preglotalizada *‘d—, inicial del “10”, cuyo resultado habría confluido con el del *1i~ —‘ es decir, *‘dn>enn-. Con todo, el numeral “9” constituye uno de los casos en más claro resulta que nos encontramos ante una de las situaciones a las que se refiere ~ “Ahora bien, no puede demostrarse que toda prótesis proceda de laringal. O, por decirlo de otro modo, la presencia de prótesis no puede, sin más, considerarse como testimonio de una laringal perdida. Atribuir la prótesis a la presencia de una laringal y reconstruir luego la laringal porque hay prótesis es una flagrante petiLlo principil.” En este sentido, creemos que, al menos para el caso del “9”, resulta mucho más plausible operar con una interpretación de la 30En Adrados —-- Bernabé —— Mendoza (1995: 292>. 364 31 misma en la línea de Adrados (1973: 7Oss.) , para quien, siguiendo en lo fundamental la interpretación tradicional, no tendríamos sino el desarrollo de una vocal de apoyo surgida en sandhi tras palabras acabadas por consonante. En cuanto al timbre vocálico de la misma, a partir de un timbre vocálico originariamente impreciso se produce su definición por influencia de la sonante que la sigue o bien de la vocal de la sílaba siguiente, que es lo que parece haber sucedido en el caso concreto de gr. LVVEa (y arm. inri si la 1— procede también de 2.2. Etimología de la raíz Todos la relación lat. nouus, los de a. 1 intentos de explicación etimol este numeral con la raíz *170W- navas, alemán neu, etc.>.34 ógica han ,,33nuevo partido de (gr. USOS, 35 Desde antiguo se ha pretendido ver en esto un argumento a favor de un originario sistema indoeuropeo de numeración de base cuatro, al ser e] “ocho” una forma de dual y el “nueve” una palabra de la raíz de “nuevo”, lo que se supone que indicaría que es el primer número de una serie diferente de numerales. En esta 311¡id. también Adrados —— Bernabé —— Mendoza (1995: 321¡id. Adrados —— Bernabé —— Mendoza (1995: 296). 33Vid. Pokorny (1959: 769). 295—296). 34Así Curtius (1879: 310), 243, n. 3), Erdñdi (1930: (1959), Burrow (1973: 261) 35Vid. la Recientemen (1993: 254) bibliografía en te han aceptado y Oamkrelidze —— Pedersen (1893: 225), Wackernagel etc. 272) (1930 Szemerényi (1960: esta interpretación Ivanov (1995: 727). Stewart <1906: 360), Pokorny 173, también n. 60). Lehmann 365 36 línea Szemerényi incluso llega a sugerir la posibilidad de que la forma más primitiva del numeral fuera *newom, que bien por debilitamiento de la vocal o por influencia de *dekm habría pasado posteriormente a *riewm. Naturalmente, como sefialan Polomé (1968: 98) y Van Windekens <1992a: 13), la aceptación de la forma con laringal para el nueve supondría que no sería posible establecer una correspondencia con la raíz de “nuevo”, pero ya hemos visto en el apartado anterior que la reconstrucción de una laringal no resulta necesaria. Una vez superado el obstáculo que supone la vocal incial de griego y armenio, nos parece que la conexión del numeral “nueve”, *newm, con la raíz lE *new-37 es clara. Desde luego, fonéticamente no puede alegarse objeción alguna. Y la coincidencia parece demasiado llamativa como para deberse a una mera casualidad. Hacíamos alusión anteriormente al hecho de que esta semejanza ha sido utilizada con frecuencia como argumento para sostener que el indoeuropeo contaba, con anterioridad al sistema decimal, con un sistema de base cuatro, que explicaría el hecho de que el “ocho” fuera un dual. Ya hemos hecho nuestras matizaciones a ese 36 respecto , y creemos que la conexión del numeral “nueve” con la raíz de “nuevo” no es tampoco un argumento para defender esa hipótesis tal cual, pues esto muestra un acusado desconocimiento de cómo funcionan y se organizan los sistemas de numerales en las 36En relación con el problema de la definición de la nasal final, del que nos ocupamos en ÑX.2.3. 37Presente en las formas *mewos y *newyos, según Pokorny (1959: 769). 361Jid. nuestra discusión en §vIíI.2.2. 366 lenguas del mundo. En efecto, tras un numeral tochoft analizable 3$ como “dos veces « lo esperable en un sistema de numeración de base “cuatro~ es un numeral “dos veces cuatro y uno”, no un numeral que signifique ~~nuevo~~,pues eso, lejos de reforzar la estructura del sistema, lo que hace es introducir en él un componente léxico de carácter completamente extraño. Sin embargo, creemos que el análisis etimólogico del numeral “9” en relación con la raíz *new— “nuevo” es posible si adoptamos una perspectiva tipológíca para su análisis. En efecto, hemos visto en el capitulo y cómo las raíces utilizadas para el numeral “5” en las lenguas indoeuropeas tienen como significado originario la idea de totalidad, lo que parece apuntar a que el “cinco” fue en algún momento del desarrollo del sistema numeral indoeuropeo el numeral más alto con expresión léxica simple, idea que se ve reforzada por la utilización de un *~kWe sobre cuyo análisis volveremos en §XI.3. Pues bien, si consideramos ahora cómo se organizan los sistemas de numerales de base (impropia) cinco veremos que un modelo que aparece con frecuencia es aquél según el cual para los numerales del “6” al “10” se utilizan las mismas formas que para los numerales “1” a “5” solo que modificadas por la palabra para “nuevo”. Así, por ejemplo, en api (lengua de las islas Nuevas Hébridas), “1” es tal y “6” oLaf; “2” Izia, “7” olua; etc. Habría que pensar, entonces, que el indoeuropeo conoció un sistema parecido, del que nos ha quedado una preciosa huella en el numeral “9”. Naturalmente habría que contar con que la segunda parte de la expresión compleja nuevo + numeral se habría perdido en el momento “dos conjuntos de cuatro”, “dos cuatros”, etc. 4%itado por Seiler (1990: 193). Sistemas similares de otras lenguas melanesias pueden verse en Codrington (1885: 235). 367 en que ya sólo para el “9” se mantenía una forma de este tipo. 41 2.3. La nasal final 2.3.1. PLANTEAMIENTOS GENERALES Hemos dejado para el final este la interpretación etimológica de la reconstrucción fonética concreta y a o -m tiene algún valor. problema ya que no afecta a raíz, sino únicamente a su la cuestión de si el final —rl Tradicionalmente42 se reconstruía una forma ¡E *newn, con nasal dental. Sin embargo Szemerényi (1960: 171—3> defendió que se debía reconstruir más bien *newm, con nasal labial. El argumento esgrimido tradicionalmente para reconstruir la dental en indoeuropeo eran las formas lat. namus y riñn~gint~. La primera procedería de *newflos, con la evolución normal en lat. de *—ew— > y posteriormente a 5 y no a U, como sería de esperar, por la influencia del timbre de la vocal del cardinal correspondiente novem. Esa misma nasal estaría presente en el citado riñflÁgiflt~. De hecho, lo que sucede que es que se que la forma del numeral “9” en todas las ambigua en cuanto a la interpretación de argumentos a favor de la reconstrucción buscarse en formaciones derivadas. ha asumido unánimemente lenguas indoeuropeas es la nasal final y los de *-m o *—ri han de 41nesarroííamos más detenidamente la cuestión en §XI.2 al abordar en su conjunto la evolución de los numerales del “1” al “10”. Brugmann en general, la 43Aunque veremos en §Ix.2.3 que puede que no sea del todo así. (1911: 20), Hirt (1927: 308), Krahe (1964: 138) y, inmensa mayoría de los autores. 368 Recientemente Sihíer (1995: 416) ha recopilado la evidencia en favor de la reconstrucción de *—n y de *—m. 2.3.2. FORMAS QUE APUNTAN A *-» Si comenzamos por el análisis de las formas que parecen apuntar a una *—n, a las formas citadas del latín norius y nomaginta habría que añadir, según Sihler (1995: 416), a.esl. devetY y ¡it. devyni. Por lo que a las formas latinas se refiere, ya Szemerényi (1960: 173) creía que se podía defender que lat. nanus era una innovación de esta lengua frente a un antiguo *riowamo- sin cuya presencia no se entendería bien cómo el latín ha innovado de *dekentos a *dekamo-44. La forma *rioweno- se debería, según Szemerényi, a una disimilación de la secuencia w—ni en w-n frente a formas como la del a.i. navama- o las del celta (galo nametos, a.irl. n3rnad, etc.) que continuarían la forma indoeuropea originaria. Estamos de acuerdo con Szemerényi en pensar que las formas latinas se pueden explicar como una innovación de dicha lengua. Sin embargo, creemos que la explicación que da este autor dc las mismas no es adecuada por varias razones. En primer lugar, no está justificado postular una disimilación a distancia w—m en w-ri cuando no tenemos otros ejemplos de una evolución análoga en latín. Se trata, pues, de un mero planteamiento ad hoc. Por otro lado, pretender que ésa es la única forma de explicar el lat. declinas supone aceptar la hipótesis de Szemerényi de que el ordinal indoeuropeo “décimo~~ era originariamente *dekentos, lo que lo referente al numeral “diez” vid, el capítulo siguiente. 369 46no creemos que sea así sin más. No obstante, como ya decíamos, creemos que las formas lat. nanus y n5ri~gint~ son innovadas, aunque la explicación, a nuestro juicio, discurre por otros caminos. Lo primero que vamos a hacer es recopilar las formas latinas en que tenemos conservadas formas del numeral “nueve”. Éstas son las siguientes: nouem “nueve” nonus “noveno” non~ginta “noventa” niingenti “novecientos” nouérii “de nueve en nueve” nouiés, notileris “nueve veces”46 47 nUmdiriae “mercado” No incluimos el compuesto NOuOFflber porque por su tortuosa evolución48 nada aporta para la discusión que vamos a ofrecer, ni nouendflhis por su carácter reciente, formado ya dentro del sistema lingflistico latino tal y como lo conocemos históricamente. Hay que partir de la constatación de que en una forma como 45Vid. el capítulo XVI para nuestro tratamiento de los ordinales. 46 Se trata de una formación reciente según demuestran los radicales presentes en septlens, octieris o decieris (Colemann 1992: 417>.Por lo tanto no nos resulta aprovechable en nuestra discusión. 47 Que tenía lugar en Roma cada nueve días. Evidentemente esta palabra (y toda la familia relacionada con ella) ha llegado a adquirir su significado por elipsis de un sustantivo a partir de un originario *numdinus “que tiene lugar cada nueve días”, adj. compuesto de *nowri (la notación de la nasal es provisional) y la raíz de “día”, *di, con una formación adjetival en *-riO. 48Vid., p. ej., Coleman <1992: 427). 37ú n~ngeriui o *nUndirius por lo que a partir nasal originaria de independientemente de se puede suponer que dicha neutralización labial, sino como una la oclusiva que sigue. So *riewri —srio--. í a nasal fonológicamente está neutralizada, de ellas no nos es posible saber cuál era la la que proceden las formas latinas, ya que, que hubiera que partir de *-fn o de *—n, no en estos casos el archifonema resultante de no se realizaba fonéticamente como nasal nasal asimilada en punto de articulación a Igualmente quedaba neutralizada la nasal en En segundo lugar, por lo que se partimos de una forma indoeuropea sin 51 este numeral, como parece verosímil refiere a vocal larga tendríamos n~n~glnta, si originaria en una evolución *newri-kont - > *rióriglnt- con posterior modificación del compuesto por introducción decir, que encontraba es imposibí una labial. la nasal h pero, dado su relación lengua que latín histórico nasal, máxime composición como de una -a-- nos encontramos en una de las pos e saber a partir La introducción acia una posici que el “nueve~~ originaria con evolucionaría man tuy 1 e ron por analogía una 1 e lone de ah de la ón en era ya la raíz hasta 1 de otras decenas. Es vez más con que la nasal se s de neutralización, con lo cual í si originariamente había o no —a- motivó un desplazamiento de que ya no estaba neutralizada, una forma aislada, perdida toda de “nuevo”, los hablantes de la legar a dar como resultado el una realización cuando tenían el los antecesores de para le lo *núndi rius no labial de dicha de las formas y n5ngerit!. en Por otra grafía, podía parte, tampoco el cardinal nouera, a ser un apoyo para el mantenimiento 49Cuando todavía se percibía el sentido 60La notación de la nasal, lógicamente, pesar de la etimológico de ésta. es provisional. si Vid. §xííí.3.7. de la nasal 371 labial, ya que verosímilmente52 en latín la nasal final —m no representaba sino una nasalización de la vocal que la precedía, por lo que no es esperable su influencia analógica para la preservación de nasales labiales en posición medial de palabra si alguna vez las hubo. Vista esta situación no resulta difícil entender cómo un nal que verosímilmente era en origen *flewmos pudo desembocar n5nus, evolución que ya postuló Saussure ~. La forma ticamente esperable, *n~mnus54, sometida a la presión analógica las formas antecesoras de nanqenti, *niindinus, nbrftgInt~, cilmente pudo mantenerse, ya que la relación sentida entre s (todas relacionadas con el “nueve”> era demasiado grande ordi en toné de difí el la como para que se pudiera permitir t descartar que a dicha evolución contr fonética, pero frente a Szemerényi disimilación entre w y in pudo tene asimilación a la primera consonante de que, como la segunda, abre sílaba. al divergencia. No podemos ibuyeran factores de índole creemos que más que una r un papel importante una la palabra, también nasal y Por ha sido lo que se refiere a la forma aducida como soporte de un gr. EPEL>TlXOL>ta, que 55 lE *newn, creemos 52Los argumentos pueden verse, p. 101—104>. ej., en Niedermann (1953: 53En su larigues italiana Mémoire Sur ¡e systéme primiti indo-européennes del año 1879 de 1978), recogiendo una idea de f des voyelles daris les (p. 32 de la edición Curtius (1879: 311). el timbre de la primera vocal evolucionado de forma irregular por influencia del cardinal, como veíamos más arriba. 55 Szemerényi <1960: 46, n. 12) que acabamos de estudiar. la cita junto Sin embargo, a las formas luego se también que la latinas olvida 372 explicación, mutatis inutandis, ha de realizarse en los 58 términos. Tampoco aquí parece que la —Tj— sea originaria que habría que partir de una forma *(e)riewm-korit-, donde la habría vocalizado simplemente en *-cc—, o, en todo *(e)neun—korit-, donde también es esperable una neutralización. mismos por lo nasal caso, Como decíamos, Sihíer (1995: *—n las formas a.esl. devetí y 1 frente a a.esl. sWto, de *kmt¿m, apuntaría a un grupo *-nt- razonamiento habría que asumir ya que la forma del a.esl. es paralelo al de devetT “9”. En demuestra es el carácter tardí tardío como para ser posterior nasales finales y su convergencia también habría que pensar que lit. forma indoeuropea con *—n en vez cualquier apoyo. 416) aducía también en apoyo de it. devyni. Sihier argumenta que con *—m—>—5—,el tratamiento —e— Sin embargo, por ese mismo que tampoco en “10” había una *—ffi— desetí, con un final completamente cuanto a lit. devyn¡, lo único que o del paso a la flexión en —.1, tan al momento de neutralización de las en —17, pues, de lo contrario, septyni obliga a postular una de con *—fll, lo cual carece de Por último, hay que mencionar el intento de Hamp (1975: 222) de ver en ruso devJarfl2sto un apoyo para la *—n final del “9” en indoeuropeo, ya que -según él— la forma rusa supone *11 meurio- como e ordinal antiguo. Aunque, como veremos en §XIII.4.2 y XIII.6.6.3, estamos de acuerdo en cierta medida en su interpretación de la forma rusa, t reconstrucción neutralización -fi. Y dado que ampoco creemos de lE *newri. de las nasales la formación de que pueda ser un También en eslavo en posición final este numeral es t apoyo para se produjo confluyendo ardía en térmi completamente de e discusión en torno lía en las páginas (171—173) a si la forma indoeuropea era que dedica a *newn o *riewm. 58 Vid. ~xiíi.8 para el tratamiento de las decenas en griego. la una en nos la 373 de cronología relativa y sustrato57, la derivación de un adjetivo temático a resulta imposible. seguramente at de un ordinal partir de la ribuible o, mejor forma ya a influencias de aún, simplemente con —n final, no 2.3.3. FORMAS QUE APUNTAN A *-fli Parecen apuntar a una *—ni los ordinales del antiguo indio . muchos autores véase nuestra de las formas del antiguo inglés vid. Ross 379 suponer una flexión como forma en -1, analogía con el ordinal, etc.). En cambio, la forma del a.a.a. zéhan, así como la del antiguo frisón tián, con su vocalismo —a— no pueden proceder directamente de lE *dekrn y han de debieron existir las decenas5. De frecuentemente se numerales “13” al que se declina, según la declina al caso concreto los numerales “1 y haberse tomado de formas en *d(e)korit que en indoeuropeo, por ejemplo para la formación de hecho estas formas germánicas en —an donde más E documentan es como segundo miembro de los “19” en las que es sólo el segundo miembro el por lo que hay que pensar en regularizaciones ción a la que se adaptaron las formas. Volviendo del antiguo alto alemán y el antiguo frisón, para 3”—”19” el alemán presenta sistemáticamente formas en —zéhan, de donde puede haberse extraído la forma libre del numeral zéhan. Y algo similar debe haber sucedido en frisón, para cuyos numerales “13”—”19” parece que hay que suponer originarios sintagmas del tipo *~ri teXSIliA 1.2. El numeral “diez” en las lenguas bálticas En lituano forma de~iintís dialectos y en originaria como continuar direct existe una declinada el gen. tema en amente TE forma indeclinable d&4irnt junto a una como un tema en —1, aunque en los de¿hmtd hay huellas de una declinación consonante. La forma d~4iflit no puede *deknut ya que la *—t se habría perdido, 6Vid. Ross —— Berns (1992: 590—593). 7Vid. Braune —— Eggers (1987: 232). 21¡id. van Helten (1906: 110> y Ross —— Berns (1992: 591). 9L/id. Endzel{n (1971: 182). 380 por lo que parece mejor interpretarla com una forma truncada a partir de la forma declinada.10 La algunos desmi ts algunos géneros. forma letona desmit procede de desimt (conservada en dialectos) por metátesis11. Existe también una forma con declinación en 1 en usos estrictamente nominales y dialectos presentan una declinación en *—os/—a según 12 En cuanto al prusiano, dessempts, lo que apunta a una dessimtons que concuerda con el junto a dessin7pts se atestigua 1 abierta’3, y también un acusativo sustantivo al que acompaña.14 1.3. El numeral “diez” en eslavo Frente a los numerales “5” a “9”, que presentan una flexión como femeninos en —1, el cardinal “10” en antiguo eslavo tiene una flexión bastante coherente como tema en consonante y solamente la existencia de un instrumental singular en —iJQ muestra la tendencia a la nivelación con esos otros numerales que se irá produciendo posteriormente en las lenguas eslavas.15 10 Vid. Comrie (1992: 761). 1¾tid. Comrie <1992: 761). 12Vid. Endzelin (1923: 363—364), Comrie (1992: 761). 1317id. Comrie (1992: 761). 14Si es que, en realidad, no se trata de sugiere Schmalstieg (1974: 107). 15t’id. Vaillant (1958: 637—638). una forma de ordinal, como 381 1.4. El numeral “diez” en albanés Hamp t r a t ami en t forma es evo 1 uc iona cual se evolución (1992: 9901—90 os anteriores el siguiente: ría a *djetOat( explica dhjeté de *—t8— a 2 y 916—917) ha criticado con razón de alb. dhjeté. 16 Su tratamiento de habría que partir de TE *d¿kint ti, de donde *dj¿tOét(é), a partir de por disimilación de dentales o El planteamiento nos parece correcto en su conjunto, si bien matizaremos que creemos que, al igual que para los numerales “6” a 17 “9”, hay que partir de TE *dekmtos, es decir, una forma de ordinal, a partir de la cual *djeb3at(V) puede explicarse directamente. Y, por otra parte, quizá mejor que pensar en una disimilación de dentales o en una evolución *—t6.- > *—6—, habría que suponer meramente una haplología de la sílaba medial de *dj¿t6eté debida a su semejanza fonética con la sílaba siguiente y que se puede enmarcar en la tendencia general de las palabras albanesas (menos el verbo) a constituirse en bisílabos. 1.5. El numeral “diez” en tocario El único problema que remontan directamente a toc. la *d— inicial de *dékjn• E evolucionó generalmente a palatalización, donde LE *d— que no hay más ejemplos presentan las formas común *t~ák(án), es el arece que hay que asum toc. Ls— excepto en > toe. 5—. Sin embargo, seguros que ‘10” que tocarias, que tratamiento de ir que LE *d-- contextos de el problema es garanticen la IB Para una crítica de las explicaciones anteriores puede verse también Huld (1984: s.u.). 17 Vid, el tratamiento general en §VI.1.4. los la que la por 382 evolución, del mismo modo que tampoco hay contraelemplos. 18 1.6. El numeral ‘diez” en las lenRuas anatolias Desconocemos cuál era la forma de la hitita y en luvita, ya que en los textos numeral siempre se escribe con el complementos fonéticos. En cuanto a Lic. CP1IIR, que el numeral “10”, resulta más (1978: 192—194>, que lo interpre raíz del numeral “10” en de que disponemos este ideograma seguido de según Shevoroshkin (1978: adecuado el análisis de ta como el tt5~19 12) es Carruba 2. ANALISIS DEL NUMERAL “DIEZ” EN INDOEUROPEO 2.1. Estado de la cuestión La discusión sobre el numeral “diez” en indoeuropeo ha girado en torno a dos ejes: la cuestión de la existencia o no de una dental final por La que la raíz de este numeral se relaciona con la del verbo 8¿xopcxu. Recientemente esta interpretación ha sido retomada por Bengtson (1987>, 23 el cual ofrece paralelos tipolégicos de lenguas de los grupos Hirt (1898) o Schulze (1912). Más bibliografía en Szenierényi (1960: 68, n. 2). la que segmenta *de—kom “ad finem”; *de—km(t), de *de “aquí” y *km. 384 níger—cordofanio y amerindio en las que las palabras para “diez” se relacionan con raíces que significan “mano”, “dedo” o “brazo”. Por lo que se refiere al indoeuropeo, para este autor la relación de la palabra para “diez” con la raíz verbal *dek—24 “coger, tomar” es evidente y, así, en *dek tendríamos un nombre antiguo para la mano sólo conservado en el numeral. La crítica realizada por Szemerényi (1960: 69, n. 5) a esta hipótesis (en su versión antigua, claro está) es que no puede dar cuenta del significado de la palabra “diez” en indoeuropeo, pues esa evolución semántica sólo permitiría llegar al significado de “una mano”, no al de dos. Por su parte, 26 más antigua que relacionada con el hant, gót. handus, sentido sería posib Szemerényi (1960: 69) reformuló una hipótesis veía en el “diez” indoeuropeo una palabra germ. *~andus “mano” (cf. a.ingl. hand, a.a.a. 25 etc.), que procedería de lE *kont— . En este 27 le analizar *dekrnt como *de—kmt “dos manos Por su partiendo de parte, Justus (1986> reelaboró que *kom— era originariamente el est a interpretación nombre de una unidad 24sobre la que vid. Pokorny (1959: 189—191). 25 La bibliografía, entre la que destacamos Sturtevant (1925), se encuentra en el propio n. 5>. También Polomé (1968: 98) acepta esta 26 vez analizable como un nombre de la de agente *—t. A su sufí jo 27 De un supuesto *de propuesta de etimología como *de—k—n---t, donde no-singular y el sign “pares”, *dekn ‘varios hipercaracter 1 zación. Elankestein (1907 Szemerényi (1960: idea. raíz *kem/kom con el 2” también parte Shields (1984) para de “10”. Según él *deknt seria segmenta *k, ~m y *t no serían sino marcas ificado habría sido sucesivamente pares”> “mucho” y la *—t sería su ble de * dek una 69, 385 indefinida, diferentes. significado posteriormen “diez que En or te luego se lexicalizaría con varios significados el caso de *de—kmt habría que partir de un iginario ‘dos unidades” o bien “media unidad”, reanalizado dentro del nuevo sistema decimal como Pero, según se ve, estas hipótesis implican reconstruir una forma originaria LE *dekmt, con —t final. Expondremos a continuaci6n los argumentos en que se basa Szemerényi para tal planteamiento. En primer lugar señala este autor que aceptar una forma así supone eliminar la dicotomía existente entre una forma *dekm para el “diez” y otra *dekrnt para la formación de las decenas. La primera se explicaría como la variante en sandhi ante consonantes, de donde se habría generalizado después a otras posiciones. Añade, en segundo lugar, que esta hipótesis tiene la vent aj *de knr- el emen permi t en su co lect comes a de hacer t, misterio to similar irles apare opinión, ivos. Pero from the o larga explicación ordinal “décimo” antiguas, frente en oposición a lo innecesarias las explicaciones de una formación sa en su opinión, ya que únicamente aparece un con raíces en —i, ---u, —y, -n y —nl para cer como segundo miembro de compuestos, lo cual, dista mucho de la formación de abstractos o no queda ahí su razonamiento, “decisive proof rdinal ‘lOth’”. Resumiendo en pocas palabras su 28 Szemerényi viene a decir que las formas del que presentan un final en *—t os29 son las a las formas en *—moS que serían las innovadas, que venía siendo la opinión tradicional, que postulaba que las formas en *—mos, derivadas de *dekm por mera 28Sobre la visión que de los ordinales tiene Szemerényi (1960) vid. el tratamiento más extenso que le damos en el capitulo dedicado a los ordinales, §XVI.2. 29Vid. §xvI.4.8 para una recopilación de las formas del ordinal “décimo”. 386 temat ización eran las originales, mientras que en las formas en *—tos habría que ver una sust itución por medio de dicho sufijo, presente, como es bien sabido, en derivación secundaria a partir de la t colectivo en *—t. Szemerényi (1960: suggestion that —to-- is the wide—spr explain anything we are driven to the the only other number in the series found, i.e. *dkmt os.” Y más adelante (p form of t1Oth~ was *dekmtos, then, in ordínais are formed with —o--, we postulates a cardinal *dekmt.” ‘os ematiz 8 5—6> ead su conclus where 87): vi ew can superlativos, ación de la afirma: “5 ffix —to— ion that it the same e “But if the of the fact state that o una forma de mce the does not is from ndíng is original that the *dekrnt os 2.2. Discusión e interpretación La forma dificultades. En efecto, la acept ab le reconstruida por Szeme La primera de ellas es secuencia *—mt que se dentro de las leyes fonológicas rényi (1960> plantea no pocas de índole puramente fonética. postula es discutible que sea del indoeuropeo. El propio Szemerényi que no hay ningún rechaza el paralel acción analógica permitir que se cierto momento siguiendo una secuencia —mt-- misma sílaba, de sílabas incipiente *de-km-tni <1960: 138> no otro ejemplo de o con *gWmtos (1 de otras formas mantuviera la La única expli idea de l3randste evolucionara a manteniéndose, en distintas. Habría flexión que supone con conservación de es di it. ajeno a cha sec girnt 1) 1 problema y uencia, pues ya que en es del paradigma m o que fuera cación admisible in para el grupo —nt--- cuando forma cambio, como tal que pensar, en *deikm-tom es mucho más probable.3’ Por como ya ex i st enc i —y, -n y compuesto; decenas en último, por lo que se refiere al análisis de las decenas, hemos dicho, el propio Szemerényi (1960: 69) admite la a de un elemento —t— que se añade a las raíces en —1, —u, —m para permitirles aparecer como segundo término de pues bien, ¿qué otra cosa son históricamente las un buen número de lenguas indoeuropeas?32 Pero, para la re del “diez” ofrecen ant i guo dese ti, más aún nume r a 1 es sesil. En consonancia d&.4imt como regular de de otros re mt roduj volviendo ahora al construcción de una atest iguadas análisis —t a part en las lenguas, de la evidencia directa ir de las propias formas veremos que ésta sólo la el grupo báltico y el eslavo. Por lo que se refiere al eslavo, el cardinal desetí se corresponde con un ordinal por lo que no son descartables modificaciones analógicas,33 si tenemos en cuenta que dentro de la serie de los de ese grupo lingilístico existen formas corno p~ti o cuanto al báltico Szemerényi (1960), partiendo, en con su teoría, de lE *dekmnt y *dekrntos, explica lit. sigue. La forma esperable como resultado fonético *dekmtos fue sustituida por *de4(i>mas por influencia ordinales (septnias, asmas y ~fleiv. La relación entre *de y cualquiera de esas formas no puede justificarse fonéticamente y *de, en todo caso, lo que podría haber llegado a significar a partir de su valor demostrativo es ‘‘uno’~ , nunca “dos”34. Vemos, por tanto, que tampoco a partir de aquí podemos justificar la reconstrucción fonética que hace Szemerényi. A nuestro juicio, resulta mucho más probable que tengamos que partir de una forma indoeuropea originaria *d&km, al modo tradicional. La aparición de la —t en formas relacionadas con esta es lo que entiende Olzcha (1968), quien explica *de—km(t> como “una decena”, pero así también nos quedamos sin explicar *—km( t ) 391 palabra (si es que efectivamente lo están) se fácilmente que su pérdida y. desde luego, en el debemos segmentar un sufijo *—t—os añadido cardinal 35 explica mucho más ordinal parece que a la forma del A ello se añade el hecho de que, partiendo de esa forma, el análisis etimológico de “diez” se hace también mucho más fácil. Los argumentos ofrecidos por Bengtson (1987) nos parecen adecuados, excepto en lo que atañe a la raíz indoeuropea con la que ha de identificarse la forma *dek que designaba la mano. El la pone en relación con la raíz *dek “coger, tomar”36 mientras que para nosotros ha de ponerse en relación con la raíz *dek, *dok presente en el lat. decet, doced, gr. 8ó~cx, etc.37 Esta relación, de hecho, ya ha sido propuesta por l-lorowitz (1992) en un artículo dedicado al estudio de las palabras para “mano” en indoeuropeo. Según él, *dekmt puede descomponerse en *dek (la raíz a la que acabamos de aludir> y *kmt “mano”. Pero aunque florowitz ha apuntado creemos que hay que matizar su propuesta visto que poco, por no decir nada, ayala forma del “10” con —t final, lo que ya su relacionarlo con la palabra para mano propuesta de Szemerényi. Pero, además, convincentes para admitir una simplificación dicha etimología supone y que podría en la dirección justa En primer lugar, hemos la reconstrucción de la pone un impedimento para según ya vimos para la tampoco hay razones del grupo *-kk- que haberse conservado 35t¡íd. ~XVI.5.2. 361/id. Pokorny (1959: 189—191). 37na habido propuestas de relacionar ciertamente discutibles. Un resumen bibliografía pueden verse en Tucker (1 (1959: 189—190) también presenta unidas de 931: las ambas raíces, aunque la cuestión y la s.v. dccet). Pokorny dos raíces. 392 pefectamente al menos en algunos grupos de lenguas indoeuropeas. Pero es que no es necesario buscar la palabra para “mano” fuera de la propia raíz *dek, ya que, como ya señalaran, por ejemplo, Persson (1892) y Pedersen (1895)38, la palabra para designar a la mano derecha que subyace al gr. 6E.~L65, 8rv~LTEpós, lat. dexter, a.i. daksinah, etc, es relacionable con dicha raíz.39 El tabú lingúistico para designar a las manos es algo conocido y nada tiene de particular que se haya empleado una forma derivada de la raíz que significa “convenir, ser apropiado” para designar a la mano derecha, la hábil, la “buena” por oposición a la menor utilidad de la mano izquierda.40 Así pues, a una raíz *dek- le fue añadido para formar el “10” a pesar de la afirmación de Buck (1949) de que encontrado una etimología satisfactoria para este palabras que designan a la mano. 39 No deja de indoeuropeo, *ks-yden-deksam ser llamativo *deksam, que que la suponen e *yyden--deksam f orma las no se grupo ha de del numeral “diez” formas fino—ugrias presente el mismo grupo consonántico que nos atestiguan derecha en un buen número de len lenguas fino—ugrias. en las que préstamo del indoeuropeo, han cons la que luego ha sobrevivido indoeuropeas históricas. De todas posibilidad, pues el grupo puede d fonética, según explica Jacobsohn puede verse también Sehindier (1963: las guas dicho ervado di rect formas eberse (1922 203>. designaciones indoeuropeas. numeral es cl una forma más amente en esto no d también a 172). A de la mano Tal vez las aramente un antigua que las lenguas eja de ser una mera evolución este respecto «lUn paralelo opone tanto equivocado”. semántico muy cercano a left “izquierdo” en el como a inglés wrong right, que se “incorrecto, 393 un elemento -m de que, en cualquier muestra el hecho numerales “nueve” cuyo valor exacto no es dado reconstruir, pero caso, sirve para caracterizar numerales, como lo de que ya nos lo hayamos encontrado en los y “siete”. Por lo que respecta a la objeción que Szemerényi (1960) oponía a la idea de que *dek— “tomar, coger”, a través de un paso intermedio como “mano”, hubiera llegado a designar el numeral “diez”, referida a que una evolución así sólo habría llegado a significar “una mano” y, por tanto, “cinco , pero nunca “diez”, se podría pensar que quizá es extensible al análisis que hemos propuesto nosotros, así que vamos a ofrecer argumentos para rebatirla. Para comenzar, debemos llamar la importante: el proceso de creación del atención s is tema sobre dc los un hecho numerales indoeuropeos, tal y como nos es dado conocerlo, no es lineal, en tanto en cuanto el orden no arranca del “uno” y Veíamos cómo el “nueve” e serie básica que ha r conservada posteriormente “diez”, de entrada, es a esbozábamos en §Ix.2.2 y presupone su existencia *riewrn para dicho numeral. de creación de los diferentes numerales sigue ordenadamente hasta el “diez”. s problablemente el último numeral dc la ecibido una designación en la forma por las lenguas históricas. Así pues, el nterior a él, ya que, según la idea que que explicitaremos en el capítulo XI, se para el surgimiento de la designación Por otra parte, el “diez” no se integra ni en el conjunto de numerales tomados en pré en los creados a partir de raíces pronominal que más relación tiene, por tanto, es con el desde el momento en que todos ellos designaciones relacionadas con el cómputo mano. stamo del semítico —adverbiales. Con “cuatro” y el “cm están derivados con los dedos de ni los co” de la Hechas estas aclaraciones podemos discutir ya directamente la 394 objeción de Szemerényi. Aunque *dek—m fuera originariamente la designación de una sola mano (la derecha> puede referirse al “diez”, pues a nuestro juicio resulta verosímil pensar que en un determinado momento se ha usado la mano izquierda para contar hasta “cinco” y la derecha para seguir hasta “diez”, de donde ésta ha llegado a designar4’ dicho número. 3. CONCLUSIONES La forma que más probablemente debemos reconstruir para el numeral “10” en indoeuropeo es *dekrn, sin —t final en contra de lo que ha sido la opinión de muchos autores. En realidad, carecemos de motivos para reconstruir dicha —t habida cuenta de la falta de testimonio directo en las formas del “10” y de que la —t que aparece en el ordinal “décimo”, las decenas y el “cien” se explica bien sin que para ello haya que pensar que era parte integrante de Jaraíz del numeral. Si no se puede reconstruir una —t final para el “10”, todas las etimologías del mismo que lo relacionan con la palabra *kmt a la que apunta germ. 4handus pierden su principal apoyo, lo que, sumado a las dificultades fonéticas y morfológicas que suponen, las convierte en poco verosímiles. La raíz Xdok “ser designaciones indoeuropeas: etc. A dicha encontrado en podemos decir del numeral *dekní “10” no debe ser sino la raíz *d&k/ conveniente, ser apropiado” que encontramos en de la mano derecha en varias lenguas gr. 8r~umEpós y 5t~tós, lat. dexter, a.i. daksínah, raíz se ha unido un elemento *-m que ya hemos el “siete” y en el “nueve” y del que todo lo que es que sirve para caracterizar numerales. 41Tal vez gracias al formante numeral (?) *—m, 395 CAPITULO XI: LOS NUMERALES INDOEUROPEOS DEL “UNO” AL “DIEZ” 1. CLASIFICACION DE LOS NUMERALES “UNO” AL “DIEZ” De acuerdo con el análisis etimológico de los numerales al “10” que hemos desarrollado en los capítulos precedentes ~1 puede proponer la siguente clasificación de los mismos numer a1 es formados sobre raíces de valor deictico o local; — numerales — préstamos — derivados relacionados con el semíticos; a partir de la raíz cómputo con las manos; *new— “nuevo” A continuación pasamos a anali los grupos. zar por separado cada uno de 1.1. Numerales formados sobre raíces de valor deictico o local Como vimos en los capítulos 1, II caso de los numerales indoeuropeos “1”, y III éste parece ‘‘2’’ y ‘‘3’’. vimos en el capítulo 1 cómo los alargamientos *—flO-—, *01—, forma *—wo— y *~kwo~ a la que para dar lugar al “1” interpretarse en bien atestiguada pronominales. en re en un grupo lación con las lenguas de lenguas indoeuropeas, puede la raíz pronominal-adverbial *1, indoeuropeas en usos deicticos y También del numeral la otra raíz que se “1”, *sem, a pesar ha utilizado para la de que en principio der ivación parece de 1 La diferenciación entre numerales formados sobre raíces deictico—local (“1” a “3”) y numerales relacionados con e con dedos y manos (“4” y “5”) se encuentra ya en Carruba Lehmann (1991). de valor 1 cómputo (1976) y 1 se En se han efecto, añadido ser el 399 2 estructura nominal—verbal , ha debido tener desde muy pronto us pronominal-adverbiales, ya que, de hecho, es sólo en esos usos los que la tenemos atestiguada, además, claro está, de en numeral “1”. Concretamente, sería también a partir de utilización como demostrativo, reconstruible según los datos estudiamos en §1.4.2, como habría llegado a utilizarse para expresión del numeral “1”. os en el su que la Por lo que al “2” se refiere, la forma más ant reconstruir es, como vimos en el capítulo II, admite una interpretación como compuesto icas bien atestiguadas, *d(e) y *11. Por último, “3”, *ter, tiene es decir, que su igua que nos es *du, que, a su de dos raíces la raíz sobre la que se ha formado el numeral como significado léxico primario “(ir) más allá”, valor originario es local. 1.2. Numerales relacionados con el cómputo con las manos Dentro de este grupo hay que clasi “5”, “8” y “10”, pues el significado de se han formado parece apuntar a que numerales ha debido producirse en relaci manos. Así, 1 el numeral referencia a a pulgar o, lo que excepción hecha del ficar los numerales las raíces sobre las su lexicalización ón con el cómputo con a raíz *mey— “disminuir” sobre la que se ha formado “4” en las lenguas anatolias puede interpretarse en “mano pequeña”, esto es, la mano sin el dedo es lo mismo, los cuatro dedos de la mano pulgar. 2Si es que no es segmentable en última instancia en *se—m, como vimos en §1.4.2.5 que habían sugerido algunos autores. dado vez, dei ct 4 ,, que como las 400 Lamentablemente la interpretación no aparece tan clara por lo que se refiere a la raíz *tur, que es la que ha proporcionado el numeral “4” en las lenguas indoeuropeas no anatolias. La interpretación etimológica más verosímil —aunque no completamente satisfactoria— la identifica con la raíz *tw(e)r “agarrar”, lo también podría apuntar a que se trata de una alusión a los cuatro dedos de la mano sin el pulgar, que son los que sirven para agarrar. Pero, como decíamos, la interpretación no es completamente satisfactoria, aunque hoy por hoy no existe una mejor alternat iva. Más cl numeral “5” y las no derivación este conte a la idea mano, esto anatol ias encuentra, anatol ias *kom, cuyo aras están las cosas por lo que a la interpretación del se refiere. También en este caso las lenguas anatolias anatolias han utilizado raíces distintas para la del mismo. Sin embargo, se trata de dos raíces que en xto vienen a ser sinónimas, pues ambas hacen referencia de totalidad, en clara alusión a la totalidad de la es, a los cinco dedos. En las lenguas indoeuropeas no se trata de la raíz *p&fl, que es también la que se por ejemplo, en gr. i¡ag, Y en el caso de las lenguas —según el testimonio del licio— se trata de la raíz significado básico también es “todo, en conjunto”. Por lo que al “8” se refiere, vimos ya que debe tratarse de una antigua palabra alternativa para el “4”, tal vez especializada en el “4” de la segunda mano. Su relación con el cómputo con las manos parece quedar clara a la luz de su interpretación etimológica en relación con avést. ahí— “anchura/longitud de cuatro dedos Finalmente interpretación “convenir, ser eufemismo, ha hemos visto en el del numeral “10” es re adecuado” que, de proporcionado también capitulo X cómo la mejor lacionarlo con la raíz *dek hecho, seguramente por un la palabra para la “mano 401 derecha” en lenguas como el griego (6cU6s), antiguo indio (dóksina—), etc. 1.3. Los préstamos semíticos El análisis que de los numerales “6” y “7” llevamos a cabo en los capítulos VI y VII puso de manifiesto cómo resulta imposible interpretar de una manera satisfactoria estos numerales por medio de etimologías internas a la familia indoeuropea. Sin embargo, ambos numerales, cuya llamativa semejanza con los que encontramos en la familia semítica requeriría, en cualquier caso, una explicación, pueden ser interpretados precisamente como préstamos a partir de aquella familia lingUistica. Esto, además, permite solucionar de forma razonable los problemas de índole fonética y morfológica que plantean. 1.4. La raíz *new “nuevo ” La llamativa semejanza entre *newm “9” y la raíz *new- que ha proporcionado el adjetivo “nuevo” en las lenguas indoeuropeas no puede pasarse por alto ni atribuirse a la casualidad, máxime cuando la tipología de los sistemas de numerales nos permite proponer una interpretación verosímil de dicha relación, como vimos en el capítulo IX y explicitaremos también en el apartado siguiente. 2. LA CONSTITUCION DE LA SERIE DE LOS NUMERALES DEL “1” AL “10” Y LOS RESTOS DE SISTEMAS DE NUMERALES ANTERIORES AL DECIMAL La clasificación que hemos expuesto en el apartado anterior muestra cómo los numerales indoeuropeos del “1” al “10” tienen un origen muy heterogéneo: deícticos, raíces nominal—verbales, préstamos de otros grupos lingílísticos... Sin embargo, los numerales, como señalamos en el apartado §0.1.6.1 de la 402 introducción se caracterizan precisamente por formar una serie dentro de la cual su valor viene definido precisamente por la posición que ocupan. En este sentido, hay que plantearse cómo las formaciones que la comparación entre las lenguas indoeuropeas permite reconstruir como numerales y cuya etimología hemos ido analizando en los capítulos 1 a X llegaron a lexicalizarse como numerales, es decir, hay que intentar clarificar los procesos por los cuales se constituyeron en miembros de la serie de numerales.3 2.1. Los numerales indoeuropeos del “1” al “3” Como hemos visto, como característica también, el no pr anatolio/no anatolio posteriores. Esto ha una fase antigua del 1 de carácter todavía esencialmente correcta, los numerales del común su valor esentar una divis como sucede con los llevado a algunos E había un sistema premanual. Tal si bien necesita “uno” al “tres” presentan originario mostrativo y ión dialectal del tipo numeral es inmediatamente 4 autores a pensar que en de numeración ternario y aserción nos parece de precisiones. En primer lugar debemos llamar la atención sobre el que el “uno” no presente una raíz común para todo las indoeuropeas, sino que para la derivación del mismo ha empleadas dos raíces distintas y, además, una de ellas alargamientos diferentes. A nuestro juicio esto nos está el carácter reciente de la lexicalización del “uno” hecho de lenguas yan sido con tres del atando como tal. 3v1d. a este respecto unas interesantes reflexiones de Schmidt (1988: 16—18), aunque no podemos compartir muchos de los detalles, ya que, como hemos ido exponiendo en los lugares apropiados a lo largo de los capítulos 1 a X, diferimos de él en buena parte de las interpretaciones etimológicas. 4Como Carruba (1979: 199). 403 Efectivamente, significado de que se pueda incondicionada, conjunto del si lexicalizó como el paso de un deictico que signfique “éste” al “uno” nos parece aceptable; sin embargo, no creemos admitir tal paso sin más, de forma espontánea e sino que éste ha de responder a una presión del stema. En este sentido creemos que el “uno” se tal bajo la presión de *du y *t(e)r. efecto, la forma *du, aunque analizable como ces pronominal—adverbiales *d y *u, como muy pronto debió dejar de ser sentida como ta ya que el primero de índole f modo, la las que fáci Imen “éste y en la fo del “dos estudio semántico ono lógi ca, conexión ent raba te. De to ése” o, lo rma, pues en las de Gonda sus componentes, no podía emplearse de for del elemento inicial de *du a formar parte la raíz das formas, el contenido que es lo mismo, “uno y o dicho contenido es todavía lenguas históricas, según al que hacíamos alusión que supone pasar de un signficado ma y semán tro” ras t puso en compuesto veí amos 1 compuest de en o, por razones obvias de aislada. otras pa se podí tico or dejó su cable en de rnani 1.2.6. De este labras en a perder iginario, impront a los usos fiesto el El cambio uno y otro” a “dos” es asumible sin dificultad, máxime cuando la relación formal los elementos integrantes del compuesto y otros de su misma ya se ha perdido. ent re raíz Por lo que al “tres” se refiere, llamábamos la atención en §111.2.3 sobre el hecho de que éste numeral constituye en indoeuropeo el primer caso de empleo de la misma raíz para el ordinal y para el cardinal. También señalábamos cómo, por el contenido semántico de la raíz, parece que hay que dar prioridad a un uso que podríamos calificar de “pre—ordinal”. *t(é)r, empleado básicamente en el sentido de “el que está más allá”, quedó lexicalizado como ordinal en la serie que lo oponía a una forma de la raíz *prH~— y a la forma correspondiente de la raíz sobre la que se formaría (según las diferentes variaciones dialectales) lo En las raí §i 1 .2.6, 404 que luego sería la *t, sino que se ha oposición a las formas que darán lugar a “segundo” de las lenguas históricas. marcado en los distintos dialectos con su §XVJ.4.l, ninguna de las tematización del cardinal Este no se ha derivado de dialectamente puede haber lexicalizado como tal por las palabras “primero” y Secundariamente ha sido fijos de ordinal. 405 7 segunda no. De este modo, con un *du con significado “dos” y un “tres” la forma correspondiente de la raíz *sem o de la raíz (+ el alargamiento correspondiente) que entraba en oposición ellas según dialectos pudo pasar fácilmente de su valor deíct originario al valor de “uno”, lexicalizándose como tal integrándose en una serie, pues no debemos perder de vista que contenido de los numerales únicamente se puede definir por posición que ocupan dentro de una serie. * t rl *01— con i co e el la En este sent —— Ivanov (1995: numeral “one” in understandable i perspective. Coun two or more, whi object by means names become spe series as the fi ido, resulta aceptable la postura de Gamkrelidze 722) a este respecto: “The lack of a special the counting system of these languages becomes f we consider counting from a typological ting or enumeration of objects per se begins with le “one” is not counting but simply naming the of its special designation. Subsequently, such cialized words meaning “one” and enter the numeral rst numeral.” Antes de seguir adelante analizando cómo los otros numerales hasta el “10” llegaron a integrarse en dicha serie, convendrá detenerse a considerar en su conjunto el sistema que forman los este sentido tal vez es posible reformular la afirmación de Gonda (1953: 44) de que la —i de *dwi está tomada analógicamente de *tri. Se podría pensar que lo que ocurrió fue que la marca de plural *—i de que se dotó originariamente al “tres” se extendió luego al “dos”. 8También resulta significativo recordar, como 17), que en la tradición matemática griega y era considerado un número. hace Schmid (1989: medieval el uno no 406 tres primeros numerales de los pueblos llamados “uno”, “dos de analizar de cerca a significado numeral “tr no difiere con que el del tipo ‘‘muchos’’ indefinido prec i sament para el que sería En efecto, se conocen sistemas de lenguas “primitivos” organizados en tres términos: y “muchos”. El sistema de tres términos9 que acabamos en el indoeuropeo más antiguo recuerda, de hecho, muy esos sistemas, en tanto que, como hemos visto, el primario de la raíz sobre la que se ha formado el es” es “más allá”, lo que, con una idea de pluralidad, nada de “el resto, los demás”. Se puede especular así sistema numeral más antiguo de los indoeuropeos fuera señalado: “uno” (=“éste”). “dos” (&‘éste y ése”), “los demás, el resto”>. Por otra parte, el carácter originario del numeral “tres” habría dejado una huella e en el *kWe que aparece al comienzo de *kWetw(o)r “4”, como veremos en §XI.3, la interpretación más adecuada como generalizador, *penkWe “5”. En este sent hecho de que los restos encuentran precisamente en y no en los cardinales, ya propia semántica no pueden objeto (o grupo de objetos) precisar el lugar que ocupan trata de cuantificadores. 9 al igual que el que aparece al final de ido hay que llamar la atención sobre de formas del “4” sin *kWcz= inicial los ordinales, según vimos en 5111.3. que en principio los ordinales por ser indefinidos, puesto que aluden a concreto en tanto que lo que hacen dentro de una serie, es decir, no En cambio, la existencia el se 2, su un es se de Que tal vez dejó su impronta en la mentalidad indoeuropea si es que puede ponerse en relación con la trifuncionalidad que parece gobernar el pensamiento de los pueblos indoeuropeos, tal como han puesto de relieve los estudios de 6. Dumézil y sus continuadores; vid. Gamkrelidze —— Ivanov <1995: 728—729> para el simbolismo del “tres” en indoeuropeo. Se han realizado con éxito estudios de esta índole desde el punto de vista antropológico (vid. Crump 1993: 18) y sería interesante realizarlos también para los pueblos indoeuropeos. 407 cuantificadores indefinidos es algo completamente banal. 2.2. Los numerales indoeurop~ps hasta el ‘cinco ” Sobre esa serie originaria de tres términos básicamente común lo a todo el indoeuropeo se procedió con posterioridad a una ampliación, realizada ya de forma dialectal según una división que separa los hablantes de lo que luego serán las lenguas anatolias de época histórica, por un lado, y los del resto de las lenguas indoeuropeas, por otro. Esta ampliación se llevé a cabo tomando ya como referencia el cómputo con los dedos, según pone de manifiesto el análisis de las raíces subyacentes a los numerales “cuatro” y cinco . Es decir, en un determinado momento y por motivos que no podemos llegar a dilucidar, a la serie básica de los numerales indoeuropeos se le añadieron otros dos. El proceso debió tener lugar simultáneamente en los dialectos anatolios y no anatolios, a pesar de haberse empleado raíces distintas. Lamentablemente, como ya hemos visto, el numeral hoy por hoy peor analizado es el “cuatro”. Sin embargo, el “cinco”, también formado sobre raíces distintas en las lenguas anatolias y en el resto de las lenguas indoeuropeas pero cuyo significado básico viene a ser el mismo y hace referencia sin duda a la idea de totalidad, nos permite llegar a conocer algo más de cómo fue ese proceso. Pero antes de ocuparnos de él debemos recordar que, según expusimos en §0.2, cuando explicamos qué entendíamos por lexicalización de numerales, no se debe pensar que partimos de la idea de que necesariamente la expresión del numeral en cuestión lo Aunque con diferentes lexicalizaciones para el “uno”, como ya hemos visto. 408 era imposible en indoeuropeo con anterioridad a la fijación de la palabra de que se trate con su valor numeral concreto, sino que nos estamos refiriendo precisamente al proceso por el cual una determinada expresión, ya sea compleja o simple, pasa a formar parte de la serie de palabras empleadas para contar, cuyo contenido —recordémoslo- únicamente puede definirse por su posición dentro de dicha serie. Hechas estas aclaraciones, podemos tratar ya del proceso por el cual las palabras para “cinco” se lexicalizaron como tales. Evidentemente, durante algún tiempo, las nuevas expresiones léxicas simples pudieron convivir con las expresiones antiguas (si las había) para dicho número, del mismo modo que, por ejemplo, debió haber un período de convivencia entre la forma francesa derivada del lat. octñgint~ (que ha desembocado en el huitante del francés de Suiza) y la nueva expresión que en francés de Francia y Bélgica acabaría desbancando a la anterior, quatre vingis. Para el caso del “cinco” indoeuropeo un testimonio de primer orden de tal época de convivencia lo tenemos en la diferencia entre las dos raíces empleadas para dicho numeral. En un momento en el que las nuevas expresiones para el “cinco” todavía no estaban lexicalizadas como tal numeral no había inconveniente en utilizar expresiones alternativas bien con la raíz *p(e)n bien con la raíz *kom, de valor semántico similar, pues ninguna de ellas formaba parte de la serie de los numerales. II Evidentemente no podemos hablar de sinonimia total. Aunque carecemos de estudios que delimiten opositivamente el valor de estas dos raíces en indoeuropeo, en una primera aproximación a las mismas podemos asumir que la primera tenía un valor asimilable al del lat. omnes, mientras que la segunda sería aproximadamente equivalente al lat. cuncti. 409 Pero gradualmente el uso debió ir imponiéndolas en dicha serie. Dialectalmente se procedió a una elección entre formas de una u otra raíz: los dialectos anatolios 12 lexicalizaron la forma derivada de la raíz *kom y los no anatolios la derivada de *pu y luv. niauwa. A nuestro juicio la presuposición de que *okto es la forma antigua carece de apoyos sólidos y creemos que es más verosímil proponer un proceso como el siguiente. En un momento en el que el “cuatro” no contaba con expresión léxica simple (o no contaba en absoluto con expresión, si es que el indoeuropeo en esa fase era 12Evidentemente, cuando decimos “dialectos anatolios” nos estamos refiriendo a las hablas antecesoras de lo que luego serán las lenguas anatolias históricas, en un momento de fragmentación lingilística del indoeuropeo similar a la que puede ser la del español actual (aunque con un área mucho más reducida, claro está) en el que hay multitud de dialectos mutuamente inteligibles entre sí, aunque con importantes diferencias, y se pueden producir todavía innovaciones comunes a todos ellos (pues, como veremos, los numerales procedentes del semítico fueron adoptados por el conjunto del indoeuropeo). 410 una lengua con límite en “tres”) convivieron tres formas alternativas de expresión, las ya citadas *1 ur, Xoklo y *mey—. De ellas una se lexicalizó en las lenguas anatolias, otra en el resto del indoeuropeo y, por último, otra, *okto se debió ver desplazada hacia una especialización para referirse al “cuatro” de la segunda mano, de donde con el tiempo, y con la modificación de carácter morfológico consistente en añadir el final *—?i(u), adquirió el significado “ocho” que nos testimonian las lenguas históricas. Así pues, en un determinado momento el contar con una serie de cinco numerales de 1-4 simple . Sin embargo, que fueran cinco los nume léxica simple no implica necesariamente que 5 f cómputo. Conocemos varios sistemas por los numeral “5” es el más alto con expresión léxica serie más allá del mismo. Así, combinación “5+1”, “5+2”, etc., combinaciones de tipo “3+ bien la repetición de los mismos numerales significar “6” a “10” acompañados de un gesto o sirva para desambiguar. Pues §0. 1 .6. 1, numerales indoeuropeo debió expresión léxica rales de expresión uera el límite del que lenguas cuyo simple expanden su del numerales tipo 3’’, ‘‘4+4’’, ‘‘5+5’’ o “1” a “5” para una palabra que bien, entre estos últimos, como ya señalamos un sistema bien documentado es aquél según el cual “6” a “10” no son sino los numerales “1” a en los ‘3proceso del que ya nos hemos ocupado en §11111.2.2. 1De la que, a nivel ideológico y en la línea de lo expuesto para el “tres”, podrían ser detectables ciertas huellas. Como vimos en §11.2.2, existe una división en cinco c¿iced de Irlanda, que cuenta con el paralelo de la India antigua, donde las “cinco tribus” (páñca krst .~yah o carsan áyah) expresan de manera típica el ~rya o, incluso, la totalidad humana (y en ese sentido puede aparecer páfica como equivalente de visve “todos”). 411 combinados con una palabra que significa “nuevo Creemos que dado el sistema quedado una huelí en §lX.2.2, es la resulta posible pensar que tal fue en un numeral de los indoeuropeos, del que a en el numeral “nueve”, cuya raíz, como misma que la raíz del adjetivo “nuevo” momento habrí a ya vimos También comentamos en §IX.2.2 relación entre “nueve” y “nuevo” una de este numeral y un apoyo para la re sistema de base “cuatro” nos parecía los sistemas de numerales conocid perspectiva de análisis que para dicha cae ya dentro de lo que Sihíer e , enine = new number’ bus iness, which is de el em del habí ya, En una ento uso an por que la idea que veía en la huella del carácter reciente construcción de un originario infundada y sin paralelos en os, pero creemos que la relación hemos propuesto no (1995: 404) denomina “the fantast ical” el “nueve” no tendríamos sino el resto del primer expresión compleja “nuevo + numeral”, cuyo por un proceso lingilístico banal, se habría cuando ya todos los numerales del “6” al “10” sal contaban con expresión léxica simple y no se reí tanto, con los numerales “1” al “5”. miembro segundo eliminado yo el “9” ac ionaban 2.3. Los numerales indoeuropeos hasta el “10” La serie de cinco numerales de expresión léxica simple fue aumentada hasta siete por la incorporación de las designaciones para el “seis” y el “siete” procedentes de la familia semítica. Naturalmente hay que pensar que debió haber algún llevara a los indoeuropeos a adoptar dos palabras foráneo para el “seis” y el “siete”. Y, de hecho, podemos encontrar dos. Desde el punto de vista lingilístico, nos parece aceptable suponer que la motivo que de origen creemos que es t r i ct ament e razón de su 412 adopción era que de este modo se podía contar en indoeuropeo con una expresión léxica simple para designar unos números que por los procedimientos del propio indoeuropeo (hasta ese momento con expresión léxica simple sólo para los numerales del ‘‘uno’’ al “cinco”) únicamente podían ser expresados de forma compleja, al tratarse de numerales superiores a este último. Por otra parte, la importancia cultural del “7” en cuanto número de días de la semana pudo tener un papel importante en el desarrollo de designaciones simples para referirse a los numerales hasta “7” que carecían de ella. En este sentido, tradiciones semíticas tan antiguas como las que nos transmite el relato de la creación del Génesis, muestran la importancia que la semana de siete días tenía entre esas poblaciones. Dado que por motivos lingilísticos hemos de suponer que hubo contactos entre semitas e indoeuropeos no creemos descabellado pensar también en intercambios culturales y suponer que en el contacto de los indoeuropeos con culturas más desarrolladas del Próximo Oriente se tomaron nociones como la de la semana de siete días que inducirían a ampliar también su sistema numeral con el fin del poder computar más fácilmente el número de los días. En qué circunstancias concretas y en qué cronología se produjeron los préstamos es algo muy difícil de determinar, de hecho imposible por medios estrictamente lingtiísticos, que sólo proporcionan cronologías relativas y no absolutas, y se trata de interrogantes que se relacionan con la vieja y espinosa cuestión 16 de la patria originaria de los indoeuropeos . En cualquier caso, a Vid. Gamkrelidze —— Ivanov (1995: 729) para el simbolismo del “7” entre los indoeuropeos. buen resumen de la misma muy actualizado puede verse en Villar (1991b: 27—55). 413 la luz del análisis de los numerales podemos afirmar que todavía en época de comunidad los indoeuropeos tuvieron contacto con poblaciones de lengua semítica o, en cualquier caso afroasiática. Que fue en época de comunidad indoeuropea lo evidencia el hecho de que todas las ramas de la familia, incluida la anatolia17, participan de la innovación que supone la adopción de estos préstamos. Por otra parte, podemos afirmar también que dichos contactos se llevaron a cabo al menos en dos momentos distintos, pues así se explica el hecho de la diferente adopción de los numerales semíticos, uno, el “6”, sin marca de femenino, es decir, anterior al desarrollo del fenómeno de la polaridad en las lenguas semíticas y otro, el “7”, con marca de femenino, es decir, posterior al desarrollo de la polaridad en las lenguas semíticas.18 Volviendo al sistema de los numerales indoeuropeos, la adopción de los préstamos semíticos para la expresión del “seis” y el “siete” conílevó un desequilibrio del sistema. En efecto, hemos visto que ya para el “cuatro” y el “cinco” hay que suponer el cómputo con los dedos. De esta forma, al incorporarse las denominaciones para el “seis” y el “siete” resultaba que había una expresión léxica simple para designar a todas las cantidades 17 Ya hemos hecho la salvedad <§ví.í) de que carecemos completamente de datos de las lenguas anatolias por lo que al “seis” respecta. En cambio para el “siete” sí disponemos de ellos y concuerdan con los del resto de las lenguas indoeuropeas. Por tanto, hasta que no podamos disponer de datos concretos sobre el “seis” en estas lenguas creemos que podemos asumir en principio, por mera coherencia del sistema, que no hay divergencia para este numeral entre ellas y el resto del indoeuropeo. 181/id. lo dicho en §1111.2.2. 414 relacionables con los dedos cantidades relacionables con había expresión simple para do no de extrañar que se produjer solucionarlo, innovaciones que las expresiones para ‘‘ ocho’’, gracias a las lenguas histéricas. de una mano, mientras que de las los dedos de la segunda mano sólo s. El desequilibrio era claro y asi an las innovaciones necesarias para condujeron a la lexicalización de “nueve” y “diez” que conocemos señalábamos más arriba, para el “ocho” fue palabra para el “cuatro”, que posiblemente Como una vieja especial izada “cuatro”, es decir, contar. De ahí el pa como señalábamos en con otras palabras significado originar corregida al dotar *(m>bh5 “ambos” y que como marca de dual. tanto, la relación reutilizarse en el independencia de sí ya con anterioridad reut i 1 izada había sido para designar al segundo al “cuatro” de la segunda mano empleada para so a designar el “ocho” era sencillo, aunque, §11111.2.2, producía una anomalía en relación de la misma raíz que seguían teniendo el io de “cuatro”. Esta anomalía se vería al numeral del final *—b(u), existente en acabaría morfologizándose en algunas lenguas Adquirido el valor de “ocho” y perdida, por con las demás palabras de su familia podía nuevo sistema ya para designar al “ocho” era o no el cuarto dedo de la segunda mano. con 19 Por lo que al “diez” respecta, señalamos en §X.2.2 que el análisis de la raíz sobre la que se ha formado nos hace relacionarlo con la palabra que designa a la mano derecha en bastantes lenguas indoeuropeas. De este modo podemos pensar que en este caso lo que se produjo fue el aprovechamiento para la nueva serie de diez numerales que se estaba creando de un antiguo 19 Pues, lógicamente, el “ocho” en un sistema de numeración de diez términos que se relacionan con el cómputo con los dedos no es el cuarto dedo de la segunda mano, sino el tercero. 415 término relacionado con la denominación de la segunda mano empleada en el cómputo. Como ya señalamos en SX.2.2, el “nueve” es, el último numeral de la serie básica que contó léxica simple. La forma *newrn, como hemos seña resto del antiguo modo de expandir la serie de allá del “cinco”, la cual habría perdido por e término de la expresión compleja, que era, en comportaba el valor numeral. Dicha elipsis, como justificada en un momento en el que el “nueve~~ número inferior a once que no contaba con expres lo que hacía que su segundo término resultara a nuestro juicio, con una expresión lado, debe ser un los numerales más lipsis el segundo principio, el que decíamos, estaría era ya el único ión léxica simple, redundante puesto que no había que tuvieran ya como posibilidad de confundir la expresión primer término el mismo que “nueve”. con otras Quedaba así que fueron los s imple. Con este de lo posible constituida la serie de los numerales “1” a “10”, que en indoeuropeo recibieron expresión léxica análisis creemos haber llevado a cabo, una parte importante de lo que ya en la Sus tus medida (1988: 533) señalaba como un objetivo de t ry in un a <, 1 0 esto mient í tulo como los nurnera to underst part icular serie de empezara sen a o de fo XIII. base de les: “Ihe and how evo 1 ved numerales a utiliz lo que rmación de Pero con bió existir deseable goal of numeral into d del ‘‘1” arse como ocurriría, las decenas anterioridad un procedimí de la investigación nume r a 1 systems e cima] al ‘‘10” base de segun a la a la ento de en el etymology might and the lE nume Sin embargo, no implica de 1 sistema. Con nos muestra s que dedicar utilización “over—count í now ral que por el el emo s del ng para ir más allá del mismo sin por ello utilizarlo como base. Huellas de dicho sistema quedan en los numerales lituanos del “11” terreno be to sys t cm hubiera si que tiempo proced i el cap “ d i e z 416 al “19” y en los numerales germánicos “11” y “12”. De ellos trataremos en el próximo capítulo. 3. APENDICE 1: LA PARTíCULA *kWe EN LOS NUMERALES “4” Y “5” Hemos visto en §rV.3.2 y §V.2.2 cómo, según la interpretación más probable, los numerales *kWetw sigue la otra línea dc explicación. “E...] en el ecuatro~ *kWe tuor pudiera haber unido la serie de uno, dos y tres, que en consecuencia parece culminar ahí. Luego, por falso corte, se atribuiría al numeral siguiente (el ~cuatro’) cuando se amplié el sistema. Por su parte, en el cinco’ *penkWe, parece estar culminando y cerrando la serie de los cinco primeros números, como si el cómputo se terminara con ellos.” Vemos, pues, que para este autor *kWe sólo ha existido en los numerales indoeuropeos allí donde la comparación nos permite reconstruirlo. Cuny (1924), en cambio, se desvía de la opinión general al pensar que tanto en el caso del “cuatro” como en el del “cinco” tenemos un *kWe con valor generalizador. Van Windekens (1982: 13) rechaza esta idea de Cuny, pero no ofrece para ello ningún 22 Así Pedersen (1893: 272), Pisani (1929), Van Windekens (1982: 12—13), Villar (1991a: 135—6), Bammesberger (1995), etc. 418 argumento. Sin embargo, la idea de Cuny quizá no vaya tan descaminada. En efecto, resulta llamativo que debemos reconstruir un *kwe siguiendo encontremos con raíces cuyo significad con *ter, la raíz que ha servido para significado originario, como ya hemos contextos numerales equivales a “los cabe decir de *penkWe, donde *pen es la formación de cuantificadores inde significado originario debía ser resu 1 tan a perfectamente aceptable generalizador indefinido, uno de 23 admitidos para esta partícula. en las dos ocasi a la raíz de un o es indefinido. formar el numera visto, es “más al demás, el resto”. un raíz que ha s finidos como gr todo(s)”. En e la presencia los valores ones en que numeral nos Así sucede 1 “3”, cuyo lá”, que en Y lo mismo ervido para itas y cuyo ste sentido, de un *kwe generalmente Sin embargo, quizá no debamos limitarnos a esta constatación y precisamente podamos ver aquí un dato para la discusión de la cuestión tan debatida24 de la relación entre el *kwe coordinante y el *kWe indefinido. Y en relación con ello, para una mejor comprensión del *kWe en los numerales creemos que conviene reproducir las interesantes reflexiones de Gonda (1954: 187—189): “Turning now to the actual use of kWe in the ancient lE languages it may first of alí be observed that this particle, whether it be put once (type: servi liberique> or twice 420 cómputo con las manos hasta el “5”, según el proceso que analizábamos en el apartado anterior. En cambio, hemos de suponer que cuando se produjeron los procesos que desembocaron en la creación de la serie de “10” numerales y éste se constituyó en el numeral más alto con expresión léxica simple dicha función del *kWe ya no era productiva, pues en ningún sitio hay huellas de una forma *dekrn~kWe como —en paralelo con el “3” y con el “5”— hubiera sido esperable. 4. APENDICE 2: LOS NUMERALES DEL “1” A “10” Y LA FLEXION 4.1. La visión tradicional La reconstrucción tradicional de los numerales indoeuropeos26 hacía remontar a la lengua común una flexión de los numerales del “uno” al “cuatro”. Podemos analizar como ejemplo de este tipo de reconstrucción la propuesta de Szemerényi (1978: =86—287). Según este autor *oinos recibía una declinación de tipo temático, *duwó/dwb (fem. y neut. *duwoi¡dwoi) se declinaba como los duales27 y para “tres” y “cuatro” presenta los siguientes paradigmas: 2BAsí Brugmann (1911), Hirt (1927), etc. detallada de los casos de los numerales “2” a con recopilación exhaustiva de los materiales tesis de habilitación de Eichner (1982>. 27Szemerényi hace remontar al dual Una reconstrucción “4” en indoeuropeo se encuentra en la indoeuropeo común una declinación de 421 II tres ji cuatro nom. *treyes XkWetwores ac. ~res y *kWetwar (*kWetworfl2) 4.2. Repj4pteamiento de la cuestión Evidentemente, numerales grupos dial Szemerényi, locativo es la forma en el detalle flexional i ndoeurop empleado en una fase reciente del del “uno” al “tres”, y el “cuatro” ectales, cont no obstante, difícil que se que él lo hace de lo que podr de los numeral eo. El paradigma para sustantivos aron con parece puedan De to ía ser es más como tal y adjeti declinación excesiva, retrotraer das formas, la reconst bajos en no debía vos y. po indoeuropeo los al menos en algunos La reconstrucción de ya que casos como el a la lengua común en no vamos a entrar en rucción del paradigma fases recientes del de ser diferente del r tanto, no se puede hablar de una flexión numeral de la misma establecer manera que se puede una diferencia entre flexión nominal y pronominal. Su 422 estudio, por tanto, ha de plantearse en el marco más amplio del surgimiento de la flexión nominal.29 Así pues, únicamente acerca de cómo los numeral flexionales, pues parece indoeuropea no se originó incorporaron (cuando lo hici realizaremos algunas observaciones es se incorporaron a los paradigmas evidente que la flexión nominal en los numerales, sino que éstos se eron) a tipos ya preexistentes. Podemos reconstruir para los numerales indoeuropeos una fase en la que carecían de marcas de flexión, 29 según puede verse en los capítulos II, III y IV. Por lo que al “uno” se refiere, que, efectivamente, como dice Szemerényi, presenta declinación temática, podemos hacerle extensivas las conclusiones de Villar (1974) acerca de dicho tipo de flexión, cuyo surgimiento en el indoeuropeo es relativamente reciente en términos de cronología relativa. De ello, por el razonamiento inverso, podría deducirse también que en principio carecía de flexión y posteriormente se incorporó a los tipos temáticos. 4.2.1. LOS PRIMEROS INTENTOS DE MARCAR NUMERALES GENERO Y NUMERO EN LOS Par t ~endo, debemos llamar pues, de una fase aflex la atención antes que ional nada para los numerales, sobre los primeros 28Para los aspectos generales del surgimiento de la flexión nominal indoeuropea puede verse el libro de Villar (1974> cuyas conclusiones, en sus aspectos generales, pueden aplicarse también a la flexión de los numerales. 29 Esta idea ya fue formulada por Adrados <1975: 885). 30Nos referimos, evidentemente, a las formas construidas sobre la raíz *oi— con sus diferentes alargamientos. 423 intentos para dotar a algunos de estos numerales de marcas de género y número. Por lo que se refiere al género, y en consonancia con la estructura del indoeuropeo preflexionalj’ los primeros intentos supusieron añadir de forma aglutinante a algunos numerales una palabra que significaba “mujer”, *Hsor32. Naturalmente nos referimos a las formas que están en la base de los femeninos del a.i. tisr~h, ay. t15r5, a.irl. teúir, galés teir, etc, para el “tres~~33 y a.i. catasras, ay. catanró, a.irl. cethoir, etc. para el “cuatro”34 Puesto que esta solución para dotar a los numerales de una distinción de género se localiza en áreas dialectales tan separadas como las lenguas indo—iranias, por un lado, y las celtas, por otro, debemos pensar que estuvo presente en algún momento en la lengua común como alternativa a la indiferenciación de género en dichos numerales. Sin embargo, supuso, un intento fallido en la mayor parte del dominio indoeuropeo, que nunca llegó a morfologizar una diferencia entre un género masculino y otro femenino en los numerales “tres” y “cuatro” por una diferencia de 35 rai z. En lo que atañe al número, ya hemos aludido repetidas veces a la *—i que se añadió a la raíz *t(e)r para marcar formalmente como 31Vid. Mendoza (1975) y Adrados (1988b). 32Según vimos en §111.3 y §íV.2. 33Vid. 5111.3. 34Vid. 5111.2. 355í que llegó a haber una diferenciación secundaria de género por medio de desinencias en lenguas como el tocario, el lituano o el es lavo. 424 plural al “tres”, la cual luego se expandió al “dos”26. Sin embargo, posteriormente se perdería la conciencia del valor de esta *—i y en el caso del “tres” fue tomada como final del tema, lo que, según el proceso que vimos en el capítulo III, llevó a que este numeral adoptara la flexión de los temas en *—i en el conjunto del indoeuropeo. En cuanto al “das”, se produjo una mera sustitución por analogía con el final de una palabra próxima en signfieado, la que subyace a lat. ambó, gr. ap. 40 No tenemos en cuenta ahora en nuestra exposición el caso de centenas, cuya declinación no tiene que ver con el proceso del ahora nos ocupamos. 4tVid. Ross—Berns (1992: 579). las que se en 426 un dat. en lijo, iste, —1, lo que le pone en relación con los demostrativos llie, el indefinido totus, etc. Para finalizar debemos decir que también es este el caso del hitita. En esta lengua, el rasgo más característico de la declinación pronominal, la desinencia de gen. en —el, aparece en el “uno” en la forma l—(e)—ei. En esta lengua, no obstante, parece que tal rasgo se ha extendido también al numeral inmediatamente superior, el “dos”42, en formas como 2—(e)—el empleadas como genitivos adverbiales43, función que también tienen las formas correspondientes del “uno” en hitita44. Para los numerales superiores a “dos” el hitita habría de emplear ya el gen. en —as, el generalizado en sustantivos y adjetivos, según muestra la forma 42Lo que podría venir la etimología de “dos adverbiales. a reforzar la tesis expuesta en §11.2.6 sobre como formación basada en raíces pronominal— 43Vid. Eichner (1992: 52—53>. 4%ara una posible interpretación en §XVII.4.l.l dentro del capítulo numerales. ‘~5wci. Eichner (1992: 64—65>. No tenemos genitivo de los numerales superiores al esta línea de dedicado a lat. los atestiguadas “tres”. seniel, vid. adverbios las formas de 427 CAPITULO XII: LA FORMACION DE LOS NUMERALES INTERMEDIOS 1. ESTADO DE LA CUESTION Y CONSIDERACIONES GENERALES La cuestión de los numerales intemedios entre las decenas ha sido en general poco tratada en la bibliografía. Y cuando algunos investigadores se han ocupado de ella, las afirmaciones no han pasado en la mayoría de los casos de vaguedades e imprecisiones basadas sobre consideraciones muy generales pero carentes de bases de comprobación seguras y faltas de investigación sistemática. Brugmann (1911: 24) afirmó que desde época indoeuropea la unidad se anteponía a la decena en los numerales “11—19”, al igual que en “21” y siguientes, “31” y siguientes, etc., si bien constataba que en estos últimos casos la unidad permanecía separada, mientras que en “11—19” desde muy pronto hubo tendencia a formar compuestos, lo que conlíevó para los cardinales “11—14” la pronta pérdida de la declinabilidad de la unidad. Por su parte Meillet (1937: 413) se limita a decir que en la mayor parte de las lenguas hay yuxtaposición de la unidad y “diez”, para lo cual ofrece ejemplos griegos. Llamativamente nada dice respecto de este tema Szemerényi (1960 y 1978) a pesar de la dedicación que ha mostrado este investigador al estudio de los numerales indoeuropeos. Adrados (1975: 877—878>, en cambio, constata que en indo-iranio y en parte en griego, latín, celta, germánico y armenio para los numerales “11—19” hay compuestos copulativos de la unidad más la decena, si bien hay que tener en cuenta que ha habido procesos análogicos y hechos de fonética sintáctica que han condicionado la forma real de estos numerales en las diversas lenguas. Por lo demás, considera que otros tipos de formación para esos numerales presentes en otros grupos lingúísticos de la familia son de carácter más reciente. 431 Uno de los últimos tratamientos de la cuestión, el llevado a cabo por Winter (1992a: 17 ss.), plantea la cuestión si gu card ientes i na les based on lower of compo el 1 ipt ic punto de acerca de mult ipí icaci sistemas de ejemplos del (antiguas y desde la fusión admi ten si t ion reduct vista las ón, n términos. superiores Comi a numeral s or phr ion of 1 ingílí pos ibi 1 adición umera les. numeral modernas), yuxtaposición plena. un ci Constata erto grado enza 1 1 afirmando este son sintagmas, either derivationally ase formation, complex forms” stico general, idades de empí y sustracción Pos t e r i o r me n t e “12” en divers mostrando cómo con o sin part posteriormente de variación e numerales, para lo que ofrece entre &uCo xat ¿SEXcX, ~3u58Exa inglés entre three thousand hundred doilars. Concluye, pue como ejemp y &5ócxa five hundr 5, (p. 24) wi th (p. con eo de en la autor que todos los “that is, they are or through processes the posssibility of 17). Continúa, en un unas consideraciones procedimientos como configuración de los (p. 22) Winter ofrece lenguas indoeuropeas posibilidades varían a conectiva hasta la 23) que las lenguas la construcción dc los la aternancia en griego la que encontramos en dol¡ars y thirty—five que dado que las lenguas as las í cu 1 (p n lo o históricamente atestiguadas admiten tales posibilidades alternativas procedimiento diversidad de sería un error a la proto-lengua procedimientos. intentar a partir de re con s 1 cual truir un único explicar toda la Algunos de las observaciones de Winter interesantes, como admitir la posibilidad de variantes. Sin embargo, también es verdad que tampoco podemos admitir que en la protole combinación era posible, dado que la existencia está en relación con el marco sintático general reconstruir para la misma, puesto que, como e (1992: 17) señala estamos tratando con sintagmas, léxicas independientes. son francamente coexistencia de por principio ngua cualquier de unas u otras que nos es dado 1 propio Winter no con unidades en los 432 Precisamente en esa dirección y, matizando, además con argumentos Reproducimos numerals [se r format ion are additive proce the standard languages the Turkish en yed follows, as i compound, the subsequent de tipología sintáct ica apunta Lehmann (1993: 254). textualmente sus observaciones: “For additional efiere a los superiores a “10”] the possibilities of limited, as well as fairly obvious. In the teens an dure is very common, with the word for 10 treated as as in comparative constructions. That is, in 011 word for 10 precedes the lovíer numeral, as in i “ten seven = seventeen”, víhile in 110 languages it n English seventeen; and as in any such lexical pattern is frequently preserved regardless of syntactic shifts.” Este tipo de aproximación podría ser, en principio. interesante, pero hay que hacer importantes observaciones a este respecto. Desarrollaremos más ampliamente esta cuestión 1 posteriormente , pues antes conviene analizar los procedimientos empleados para la formación de estos numerales en los distintos grupos de la familia indoeuropea, para tener así los datos sobre los que basar el posterior tratamiento del tema. 2. LOS NUMERALES INTERMEDIOS EN LAS LENGUAS CELTAS 2.1. Los numerales intermedios en antiguo irlandés La obedece el caso frase) y formación de los a las siguientes gramatical que a ella le sigue numerales intermedios en antiguo irlandés pautas2: primero se enuncía la unidad (en le corresponda según su función en la la decena en genitivo. Si se expresa el Vid. §xíí.12.4. V~á. Vendryes (1908: 132), Pedersen <1913: 133 ss.), Tburneysen (1946: 255 ss.), Greene (1992: 499). 433 sustantivo de lo que se cuenta éste se inserta entre la unidad y 3 la decena. Veamos algunos ejemplos a ocM deac “18” ocho diez(gen.) a ocht fichet 112811 ocho vointe(qen.) cli litir fichet “22 letras” dos letras veinte(qenÑ 1 ndib núarib deac “en doce horas” en dos en realidad se trata de la construcción empleada cuando la unidad que forma parte del numeral es uno de los numerales sustantivos4. Por otra parte hay que llamar la atención sobre el hecho de que ésta es la construcción empleada sistemáticamente para “21”, “31”, “41”, etc. y en el caso de los cardinales superiores a “100”. Un ejemplo de esta construcción5 puede ser: 3 Tomados de Thurneysen (1946: 245). 4Sobre los numerales sustantivos en se encuentra un tratamiento reciente en Greene (1992: 516—519); vId, también §XVIIJ.16.l..3.2. 5Tomado de Thurneysen <1946: 245>. 434 drcias dos(personas> sobro fichit “22 personas”. veinte(dat . ) 2.2. Los numerales intermedios en galés Los numerales en galés presen procedimientos de formación. Citemos 5 y ‘‘19’’ 11 un nr ddeg 12 deuddeg/deuddeng 13 tri nr ddeg 14 pedwar nr ddeg 15 pynitheg tan una mezcla de diversos la serie completa entre “11” 16 un nr bymtheg 17 dau nr bymtheg 18 deunau7 19 pedwar ar bymtheg Como se puede observar fácilmente (y dejando de lado cl compuesto secundario deunaw “dos ocho” para indicar “16”> conviven dos procedimientos de formación: por un lado la composición por yuxtaposición de los dos elementos (precediendo la unidad a la decena) en el caso de “12” y “15”; por otro, un procedimiento similar al que ya hemos visto para el antiguo irlandés, si bien la etimología de galés medieval nr no es seguro que sea la misma que 8 la de a.irl. nr, aunque es posible . Para el caso de los numerales intermedios superiores a “veinte” esta segunda opción es la única 9 existente 6lomada de Morris Sones <1913: 258). 7 Esa es la forma más frecuentemente empleada. Sin embargo, “contar”, es decir, al repetir la serie de los cardinales orden, emplea trí nr bymtheg. e al en Vid. Greene (1992: 545). 9 Aunque no conviene olvidar que los cardinales “21—39” se forman 435 2.3. Los numerales intermedios en celta común La idea de que la forma originaria britónico común era la de compuestos con la término y la decena como segundo se halla de ya en Pedersen (1913: 133) y fue des lo explícita por autores posteriores. Restos encontrarían, aparte de en galés deuddeq “12 y también galés antiguo nsunec— “19”), en bretón “11”, doudec “12”, tel rdec fem. “13”, eithnec “18” de los numerales en unidad como primer una manera implícita arrollada de forma de este sistema se pymtheg “15” (y 11 antiguo undec y naudee “19”. Nosotros creemos que la reconstrucción de tal procedimiento no ha de quedarse meramente en el britónico común, sino que ha de remontarse al celta común. En efecto, henos visto que en irlandés antiguo existen dos procedimientos de formación de numerales. El que utiliza nr constituye a todas luces una innovación, aunque estructuralniente (y, tal vez, etimológicamente; cf. supra> cuente con paralelos en las lenguas del grupo britónico. Greene (1992: 510) seflala la existencia en antiguo irlandés de la palabra coícthiges “quincena” en la se documenta un resto de una construcción coícthíg— “quince” que seria paralela a la de las lenguas britónicas. Pero no sólo esto. Entre numerales tenemos para el celta gal. petrudecnrnetos, la única atestiguada. Aunque se trata de un los escasos testimon continental hay que forma de numeral ordinal, obviamente jos que de contar con intermedio está basado por composición de los cardinales “1—19” seguidos de la expresión nr bugen. Vid. Greene (1992: 545). 101¡id. Greene (1992: 540) con la bibliografía. ‘‘Vid. Fleuriot (1964: 255). 436 sobre una forma *petrudekam “catorce”, que no viene sino a confirmar que la construcción originaria en las lenguas celtas la de composición unidad+decena. 3. LOS NUMERALES INTERMEDIOS EN LAS LENGUAS CERMANICAS 3.1. Los numerales intermedios en gótico Están atestiguados 11 *aInlib dat. 12 twa lib gen. los siguientes numerales’2 a i u Ii ti i twa II bk dat. twalibim 14 fidw¿’rtaíhun 15 *fimftaíbun dat. 320 .1. mb nnknr 84 ahtautéhund 14 jab fIul¡vbr 99 nluntéhund jañ niur) gen. niunÑhundis Podemos mt erpretar los numerales atestiguados St re it berg (1906: 124>. No incluimos la forma para “39” fidwor tiguns ainamma wanans (2Cor.1l.24), puesto que no se trata de un numeral traducción propiamente dicho directa de la expresión (cf. §0.1.6.1) y es, además, una griega ‘tEÁYoapáxoL>Ta napa ‘duEle. 13 El dat. ai)ibim ahora de la Biblia también se encuentra atestiguado en aparecida en Speyer y editada por Stutz (1971). ‘4Naturaímente igualmente se trata de el procedimiento un ordinal, de formación pero muestra de los numerales intermedios. 15 Dej ando aparte formas expresivas que se salen fuera era finir t zíhuná un ‘5 siguiente manera jah cl. ni uné de la la hoja de lo que 437 — formas respectivamente, germánicas. especiales al igual ainlib y que en twalib para el resto de para 1 9 — composición con la unidad como primer término y la forma “diez” como segundo en el caso de los numerales entre “13” y (sólo el segundo término del compuesto recibe declinación). — sintagmas integrados por decena + jah “y” + unidad en el caso de los numerales intermedios entre “21” y “99”. Los dos componentes del sintagma reciben declinación. 3.2. Los numerales intermedios en antiguo alto alemán Del “11” al “19” ‘7 como sigue los numerales en antiguo alto alemán’ 11 einIif 12 zwelif 13 drízéhan 14 fiorzéhan 15 fin Izéhan 16 séhszéhan 17 18 ahtozéban 19 niunzéhan Por lo que se formas poéticas o refiere a los expresivas numerales superiores, aparte de con recurso a procedimientos podemos considerar las pautas normales, como el caso citado del 3916 No hacemos constar las variaciones dialectos ya que son irrelevantes para 17 fonéticas de los diferentes la cuestión que nos ocupa. Vid. Braune —— Eggers (1987: 232>, Sonderreger (1987: 191) y Ross —— Berns (1992: 593—602). 1 1 las y “12” lenguas son 438 multiplicativos como zwriro sehs jaro “2 veces seis años” (Otfrid>, la expresión normal se forma por la unión de la decena y la unidad correspondiente por medio de la conjunción inti “y”. Las gramáticas recogen como posibilidad tanto que la decena vaya en primera posición como que vaya en ella la unidad. Sin embargo, hay que considerar que este último caso es el no marcado, ya que los ejemplos contrarios están todos en textos en verso. Veamos algunos ejemplos: — drízog mt] a/Ho jár “treinta — járo . . . fiarzug inti sébsu (Otfrid) y ocho “años años” (Taciano cuarenta 3.3. Los numerales intermedios en antiguo inglés Del “11” al “19” 20 siguientes 11 en(d)lefan 12 tweif 13 J5r~otYene 14 féowertiene 15 flftiene las formas del antiguo inglés’9 16 sixtiene 17 seofontíene 18 eahtatiene 19 nigonti eno En cuanto a los numerales superiores, se forman por medio de la unidad y la decena correspondientes unidas por la conjunción Sonderreger “Multiplikation” y (1987: 198, “Kombinat ion”. §6) bajo las denominaciones No recogemos las variaciones dialectales. Campbell (1959: 282 y 284), Ross—Bern —— Fernández —— Rodríguez (1995: 322—323). (1992: 593—602), y seis” son las ‘9 20Vid. Mont es 439 ariel “y”. Generalmente la unidad precede a la decena21. Así, POr ejemplo, seofan ariel twentig keara “7 y 20 anos = “27 anos 3.4. Los numerales intermedios en antiguo nórdico Del “11” al “19” los numerales 22 siguientes e¡lifu tólf Pro t tán fjggurtán/fjór tán finitán en antiguo nórdico son los sextán sjautján át tián ni tján En cuanto a los numerales superiores, se forman con la unidad y la decena correspondientes unidas por medio y”, pudiendo preceder tanto la una einn o elnn ok tuttugu de la coniunción como la una. Así, tuttugu ok “21”, etc. 3.5. Los numerales intermedios en germánico común A la vista de los datos relativos parece claro que podemos reconstruir a las lenguas particulares tres tipos de formación para el germánico común: formaciones especiales para los numerales “11” y “12”, que Campbe 11 (1959: 285). —— Strñmberg (1982: 78) y Ross —— Berns (1992: 593—602). ok 21 Vid. 22Vid. Zá luska 440 debían ser, respectivamente, *amnauifa~2S y *twalifa-24 — compuestos tipo dvandva para los numerales del “13” al “19”, con la unidad (tema sin desinencias) como primer elemento de compuesto y la forma para ~~diez~t2S — sintagmas formados por unidad + conjunción “y” + decena para los numerales intermedios entre las decenas superiores a “20”. La conjunción ha sido sustituida en cada una de las lenguas por la copulativa correspondiente, lo que nos impide saber cuál era la originalmente utilizada en el periodo proto—germánico. En cuanto al orden de los elementos unidad y decena, parece que lo originario, a juzgar por el testimonio del gótico, es decena + unidad, orden que todavía es posible en antiguo alto alemán y antiguo nórdico, y también en antiguo inglés aunque aquí es mucho menos frecuente. Sin embargo, el orden inverso parece que es el que domina en antiguo alto alemán y antiguo inglés. 23 Aunque algunas formas parecen apuntar hacia un proto-germánico *aini—. Vid, la discusión en Ross —— l3erns (1992: 593—594 y 560—561). Vid, también pp. 594—596 para los detalles concretos de evolución en cada una de las lenguas. 24Vid. los detalles de evolución a cada una de las lenguas en Ross —— Berns (1992: 596—597). 25 Que presenta algunas variaciones dialectales debidas al diferente vocalismo que puede aparecer en el final, *-tehun/*—tehan, según que la forma originaria indoeuropea tuviera grado cero o pleno o. A lo largo de la historia de las lenguas germánicas ha habido constantes acciones analógicas entre este final de los numerales “13” a “19” y el numeral “10”, por lo que se documentan aparentes irregularidades. Los detalles concretos de evolución a las distintas lenguas germánicas se encuentran en Ross —— Berns (1992: 590—593) 441 4. LOS NUMERALES INTERMEDIOS EN LAS LENGUAS ITALICAS Las formas de los numerales “19” son las siguientes: II Undecim 12 duodecim 13 tredeciun 14 quattuordecim 15 quindecim latinos clásicos entre “11” y 16 <édecijn 17 septemdecirn 18 du~deuigint7 19 undeuiginti Se observa claramente que hay una diferenciación entre dos grupos: del “11” al “17” los numerales son formaciones dvandva con la unidad como primer término de compuesto y “diez” como segundo. Sincrónicamente hay diferencias entre las formas de las unidades utilizadas aquí, así como en la forma para “diez” (decin¡ en vez de decenO, pero tanto unas como otras responden a tratamientos fonéticos claros que han sido dilucidados con claridad en la 26 bibliografía anterior El segundo grupo lo forman los cardinales “18” y “19” que presentan un procedimiento sustractivo a partir de la decena siguiente. Las hipótesis generalmente propuestas apuntan en dos direcciones: se considera que se trata de una posibilidad heredada del indoeuropeo y Coleman (1992: 403). 30Vid. Váánánen (1968: 193) y lordan —— Manoliu (1972: 269). 31Vid. Colemann (1992: 397). 443 at estigua un procedimiento de formación contrario al del latín, en cuanto que aquí la forma correspondiente antepuesta. 5. LOS NUMERALES INTERMEDIOS EN LAS LENGUAS BALTICAS Y ESLAVAS 5.1. Los numerales intermedios en antiguo prusiano En los textos conservados de esta lengua no tenemos atestiguado ningún numeral intermedio entre las decenas.32 5.2. Los numerales intermedios en letón Las formas de los numerales 11 viénpadsrnit 12 divpadsmit 13 tríspadsmit 14 ¿etrpadsmit3’ 15 1 1 a “19” son las siguientes33 16 sespadsmit 17 septippadsmnit 18 astuoppads¡nit 19 devippadsmit piccpadsmi t Junto a estas formas también se atestiguan en dialectos formas más ant iguas con la —e—de —desmit conservada. Los numerales consonancia con lo que Stang (1966: 280) Bielenstein 32Ví d. 33vícl. del “11” al “19” sucede no se suelen declinar, con el numeral “10”, y Schmalstieg (1864: 68—69), Endzelin en aunque, como (1974: 106—108). (1923: 364, 1971: 182), Stang <1966: 280) y Comrie (1992: 764). dialectos también ¿etrupaelsía] t y 8etrapadsrnit. a “10” aparece las 34En 444 éste, esporádicamente pueden presentar declinación. 36 Como se observa estos numerales están integrados por la unidad (que aparece en su forma más reducida, de caso, salvo en es decir, tri—s) en primer lugar, a la que sin marca sigue la prepos ición pa “tras, después de” y la forma d(e)simt que no es sino el cardinal Por lo otras decenas que se refiere 36 se forman a los numerales as~ la decena intermedios entre las correspondiente + la conjunción un “y” (que puede omitirse) + la unidad correspondiente. Por ejemplo: div( i)desirnt( s) (un) div]” 22”. 5.3. Los numerales intermedios en lituano Las formas de los cardinales ‘‘11’’ al 1 9 en lituano son las 11 vienúolika 12 dvylika 13 trylika 16 sesicjlika 17 septyniólíka 18 astuoniólika 14 keturiólika 15 penkidlika Es decir, sincrónicamente 19 devyniólika se trata de un procedimiento cual a una forma relacionada con la unidad correspondiente no identificable di rectamente con ninguna de sus formas en el caso 13 i e 1 en s t e i n l3ielenstein <1864: 68). (1864: 69—70) y también Endzelin 364—365) Wiedemann 212), Endzelin (1897: 97—8), Stang (1964: 280—281), (1971: 182) y Comrie Senn (1966: (1992: 763—764). 1 0 37 siguientes 35 Vid. Vid. por el (aunque (1923: 445 de los numerales “11” a “13”; para los otros en un análisis estrictamente sincrónico se podría partir del nominativo) se le añade el sufijo —(o,Jlika. El conjunto se declina como un tema en —a. Históricamente ha hab paradigmática, como en el 38 influida por trylika a antes de desaparecer habrí víenúol ika. De se han 280—281 ninguna esperaba 1 Basándose interpret expí icarí partir de uno demás” qué e.J num los demás plu., como ido acciones análogicas por contigilidad caso de dvylika que ha debido de verse partir de un originario *dvblika, que a influido sobre “11” para dar lugar a todas formas las cuestiones de detalle son conflictivas y 39 propuesto diferentes interpretaciones . Así Stang <1966: rechaza la idea señalada por considerar que no hay base para reconstruir una forma *dvblika, puesto que lo e hubiera sido un primer término de compuesto *dvíe—. parcialmente en propuestas anteriores propone ar la forma de “11” como un originario ablativo (lo que a la —o final sin necesidad de recurrir a analogías) a construcciones como *deisi,ntís viendo lickúo “diez con Sin embargo, esta propuesta plantea el Problema de por eral “11” derivaría de construcciones en ablativo cuando numerales parecen derivar directamente de nom.—ac. de el propio Stang (1966: 280) propone. Por lo que se refiere a los numerales intermedios entre otras decenas, el procedimiento de formación consiste yuxtaponer la decena y la unidad correspondiente , Comrie (1992: Comrie (1992: 764—770). Vaillant (1964: 159), Comrie (1992: 800>. Comrie (1992: 799—802). 447 cl inverso al del antiguo eslavo, es luego la decena. Sin embargo, esta deberse a influjo directo del alemán, las lenguas contiguas a zonas de habla decir, primero la unidad y última posibilidad parece pues aparece únicamente en 44 alemana 5.5. Los numerales intermedios en báltico y eslavo común El procedimiento que hemos seguido en otras ocasiones para la reconstrucción de la prehistoria de las lenguas bálticas y eslavas, ha consistido en tratar en primer lugar los fenómenos de un grupo para intentar dilucidar cuál era el procedimiento dc formación originario y luego compararlo con el resultado obtenido en el otro grupo. Sin embargo, éste no parece ser el procedimiento adecuado en el caso de los numerales intermedios, dado que aquí las ramificaciones entre las lenguas del grupo balto—eslavo no parece que dejen diferenciar nítidamente un grupo báltico opuesto a un grupo eslavo, sino que las isoglosas relativas a la formación de los cardinales “11” a “19”se extienden de otra manera. El grupo eslavo forma, según parece, un conjunto coherente: todas las cediendo a letón pres ayas. En st r u cci ó a significad se trata teriorment evolución lenguas se documenta la construcción 1 sintagma preposicional na enta una construcción muy pr efecto, como veíamos en con —padsrnit, es decir, tamb o análogo seguida del numeral de un procedimiento de forma e se han producido pequeños propia seguida por cada uno de las diferencias ación de una preposici conllevado, aparte “10”, la estandariz con la unidad desete o su equivalente. óxima a la de las lenguas §XIJ.5.2 presenta una jén con una preposición “10”. Así pues, parece cién heredado en el que ajustes en relación con de los grupos, lo que ha fonéticas en el numeral ón diferente en un caso y ‘‘tVid. Comrie (1992: 799—800). en pre El es 1 con de que pos la 448 en otro. Pero frente a este procedimiento el lituano nos documenta otro completamente diferente. En §XIl.5.3 veíamos cómo sincrónicamente podemos definir un morfema —lyka, que se añade a una forma relacionable (aunque no idéntica en algunos casos) a la 45 unidad correspondiente. Desde muy pronto se relacionó con la raíz indoeuropea *11kW, de modo que el procedimiento de formación sería análogo al presente en los cardinales “11” y “12” de las lenguas germánicas. Creemos que puede tratarse de un procedimiento de formación antiguo, pero sobre esto volveremos en §XII.12.6. 6. LOS NUMERALES INTERMEDIOS EN ALBANES Del “11” al “19” los cardinales en albanés’6 se unidad correspondiente seguida de rnbé (originalmente numeral diez elbieté. Así: 11 njérnbédbjeté 12 dymbédhjeté 13 trembeáhiete 14 katérrnbédhjeté 15 pesé¡nbédhje té. forman con la “sobre”) y el Por lo que se refiere a los numerales intermedios entre las otras decenas, se trata de sintagmas formados por la decena y la unidad correspondiente (en ese orden) unidas por la conjunción e “y”; p. ej., tridhjetd e njÉ? “.31”, dyzet e dy “42”. 45Vid. Brugmann anterior. 46Vid. Ressuli (1985: (1911: 26—28), quien recoge 229), Newmark -- Hubbard la bibliografía —— Prifti (1982: 250). 16 gjasbtémbédhjeté 17 sbtatérnbédbjeté 18 teté¡nbédhjeté 19 ntntémbbdhjcté 449 7. LOS NUMERALES INTERMEDIOS EN GRIEGO47 Para “11” y “12” existen en griego compuestos elvanclita con la unidad como primer elemento y el numeral “10” como segundo elemento: ‘&8cxa y &S6EXU48. Los numerales intermedios en adelante se forman con la unidad posible TE xaé) + decena. Así, por TPELS zal ÓEXa. tre + ej las decenas de “1 xau (no te, aunque emplo, hom. Lilia xat Conforme a numerales “11” y parte, ese mismo este modelo “12”; así, p. procedimiento se ej., dio rehicieron en 8uoxaLSsxuu en A lugar a también ocas i ones lceo. Por a formac indeclinables, como LTCEl iEOOEp~oxaL8ÉRa (Str. Por otra parte, hay helenística se generaliza intermedios un orden invers precediendo a la unidad y, conjunción que las una. El aislados en época anterior. del siglo V o [IL4XS 8(xa xau (Hdt.) o que señalar que a partir de época para la expresión de los numerales o al que hemos expuesto. con la decena en la inmensa mayoría de los casos, sin procedimiento cuenta con antecedentes como ÓEXETpELS en inscripciones áticas TETOpES en Delfos en el siglo y. Schwyzer (1953: 594), siguiendo a Wackernagel, plantea la posibilidad de que la unión de unidad y decena por medio de preposiciones tal vez sea un procedimiento más antiguo que la utilización de conjunciones. Dicho procedimiento se emplea, 47VId. Schwyzer (1953: 594). 48Esa forma se documenta en 61J(o6Exa en hom., jón. y dor; jón.-át. y bu¿6exo en dor. Junto a ella existen arcad. 3’ en sí es los otra iones 450 fundamentalmente, para las fechas. LTITfl ~WTELXEX5ElS. Sin embargo, procedimientos empleados para la principio no deben ser tenidos en estudiar el proceso histórico de c numerales. Si así se hiciera metodológico que resultaría de para las horas como diez ¡nonos meno dieci, etc. para el estudio del latín a las lenguas romances. Las gramáticas también recogen sustractívos como ti~¿s 5got> LLXoOTOL) nap¿* pCcx~ (NT). Al igual que ya hemos trata de procedimientos expresivos propiamente dichos, puesto que no serie habitualmente empleada para e 8. LOS NUMERALES INTERMEDIOS EN ARMENIO Así, p.ej., L1It~ LIII. &Sxa o en nuestra opinión los expresión de las fechas en cuenta a la hora de intentar onfiguración de los sistemas de se cometería el mismo error tener en cuenta las expresiones cinco, huit moins le quart. nove de la evolución de los numerales ejemplos de procedimientos ctog (Th.8.6) o ~coaapáxoPTa dicho para otras lenguas, se que no constituyen numerales son los que se integran en la 1 cómputo. 49 De 1 compues t “l~1” al os copulat “16” los numerales en armenio son en origen ivos: 11 metasan (*mi—a—tasan) 12 erkota.san 13 ere?? tasan 14 core?? tasan 15 tingetasan 16 vestasan. 49Víd. Meillet 130—131) (1913: 68), Jensen (1959: 70—71) y Schmitt (1981: 451 En cambio del “17” al “19” los numerales son sintagmas integrados por la la conjunción unidad y tasn “diez” (en ese orden) unidos Los numerales intermedios entre las otras decenas son también sintagmas integrados por unidad y decena coordinadas por medio la conjunción ew, pero es la decena la que precede. innsown ew inri “99” 9. LOS NUMERALES INTERMEDIOS EN LAS LENGUAS INDO-IRANIAS 9,1. Los numerales intermedios en las lenguas iranias ant iguas Ninguna documentación tenemos acerca de estos numerales 50 antiguo persa dado que en la escritura cuneiforme en empleada para esta lengua se emplean sistemáticamente ideogramas, por lo que el contenido fonét ico nos resulta inaccesible.”’ que al avéstico se refiere, 52 las formas de los cardinales del ~11. al “19” son las siguientes: 11 aeuuandasa* 12 duuadasa 16 xsuuas.dasa* 17 haptadasa* 000frecemos únicamente los datos de las lenguas antiguas; modernas puede consultarse Emmerick vid. (1992b) y Schmitt Meillet (1931:41 y 183—184>. Re i che It (1909: 214—5), Emmerick <1992b: 301—5), Schmitt ew “y”. Así: 17 ewt’n ew tasn 18 owt’n 0W tasn 19 inri ew tasn. por de Así p. ej., Por lo £2 (1994). para las (1994) 452 18 afftMasa* 19 nauuadasa* Como se observa, se trata de compuestos elemento lo constituye la unidad y el segundo lo que a la unidad se refiere, en “15” a “19” común que aparece tanto como numeral aislado (en el caso de “16” se ha preferido utilizar vez de la que presenta tratamientos fonét - 53 composicion ). En “11” tenemos una forma que ac. sg. masc. o nom.—ac. sg. neutr. y en mientras que en “13”—”14” se trata de la composición. Por lo decenas se atest iguados unidad y la conjunción cm “25”, pancaca en los que el primer es —dasa “diez”. Por se trata de la forma como en composición la forma aislada en icos propios de la aparentemente es el “12” el nom. masc., forma habitual en que a los numerales intermedios entre las refiere, a partir de los pocos los ej se puede observar que se forman por medio decena correspondiente frente a las formas con dÑ— y trayah— como primer miembro. Por lo que al numeral “11” £k~idatki se refiere, desde antiguo 55 se ha reconocido que debe el final en —~ de su primer miembro a influencia del numeral inmediatamente posterior, dv~dasa, un ejemplo más de los tantos que llevamos visto de cambio por acción £0t/id. Wackernagel <1930: 380). 454 de analogía entre formas paradigmáticamente contiguas. En cuanto a los numerales intermedios entre las demás decenas, desde los Vedas alternan dos formas para su expresión. La primera de ellas corre paralela al procedimiento de formación visto para los numerales entre “11” y “19”, es decir, compuestos de la unidad (portadora del acento de la palabra) y la decena correspondiente. Así, por ejemplo, éka—trim¿at “31”, trAyas-~-trim.iat “33”, nava—catvarirasat “49”, nava-~sasti— “69”, 56 etc., entre otras formas atestiguadas en los Vedas . Desde muy pronto hubo tendencia a utilizar las formas en composición para la expresión del primer término de estos compuestos, según ya dijimos antes. El segundo Wackernagcl (1930: integrados por un conjunción (ca navmtiín nava ca •1 t99!~ proc e 380) dad y ca. 57 dimiento, consiste decena Así, p. en (en ej. considerado heredado por la utilización de sintagmas ese orden) unidas por la irlíasataun trírns ca “33” o Por 1 Wackernage el RV sólo aparecen s ellos. En dos numera (aunque no a pa r e ce z ca o que a la posibilidad de unión asindética se refiere, 1 <1930: 384) llama la atención sobre el hecho de que en se da cuando los dos numerales que integran el sintagma eparados por la interposición de algún elemento entre el AV, en cambio, sí aparecen secuencias en las que los les aparecen uno a continuación del otro. Es de notar ocurre sistemáticamente) la tendencia a que la decena delante de la unidad. Existe aún otro procedimiento de formación atestiguado SGVid Macdonell (1910). 57Ejemplos del RV tomados de Wackernagel (1930: 984). a 455 partir de los Br~hmanas: la posibilidad de uti expresiones sustractivas en las que aparece en instrumental la unidad que expresa el número que alcanzar la decena en cuestión; a éste le siguen la “no” y la decena en cuestión. Así, p. ej., d’rábhyñm (lit. “por dos no cien”). Sin embargo en la lengua sobrevivió como modo de expresión para “19”, “29”, et como ek~n-nm-vimsmti. Otro tipo de expresión desarrollado en la lengua clásica (aunque no des anterioridad) consiste en la utilización de compues “que carece de”, como dvyún~ vim¿mtih “18”. En paralelo con este último la fundamentalmente la épica, conoce un procedimien numerales con el uso de adhika— o uttara- procedimiento fue fundamentalmente empleado superiores a “100”, como en satam ekottararn “101”. uso la lengua preclásica presenta ejemplos de uti adposición p~rah “más allá de”, como en /W VIII trayah para,?. lización de ablativo o falta para partícula na ría sal mm “98” clásica sólo e. en formas sustractiva conocido con tos con unm- lengua clásica, to de formación de “que excede”; el para numerales Cercano a este lización de la 28.1 trimsatí 9.3. Los numerales intermedios en indo—iranio común Comenzando reconstrucción dificultad: se primer término Lo que reconstruir las formas ningún prob por los cardinales del “11” al “19”, la de la estructura de los mismos no presenta trata de compuestos integrados por la unidad como de los mismos y *—dasa “10” como segundo término. sí resulta problemático en algunos casos es la forma del primer elemento; no para “15”—”19”, donde comunes que se pueden postular parece que son sin lema: 15 *pan¿ada~a 456 16 *(x4(w)a4da.~m (variación según dialectos> 17 *smptmdasm 18 *ast~da7a58 19 *navmdagm Para “11” resulta imposible reconstruir una forma común dado que el numeral “1”, como vimos en su momento (§1.1) presenta formas diferentes en antiguo indio y en las lengua.s iranias. Y por lo que a “12” se refiere tal vez haya que reconstruir *dv~dmt½ y atribuir la —a— breve en la segunda silába del avéstico a la 69 influencia del nom. masc. ambos habi tu Las formas “13” y “14” resultan más grupos lingúisticos ofrecen como al del “4” en composición, por problemáticas. primer término o que tal vez Para “14” la forma haya que pensar que el procedimiento remonta a época d indo—irania, si bien fonéticamente hay una pequeña entre cm4lru— y catun—. En contra de la opinión de Emme 167—8 y 1992b: 297—8), quien siguiendo a Brugmann postula la existencia de una forma *kWolrU~ como prime composición en indoeuropeo, creemos que no se trata simple metátesis que ha tenido lugar en difere lingúisticos. Las metátesis en las que interviene banales que resulta arriesgado proponer una reconstruc protolengua por su presencia en tres grupos distintos e iranio). Por tanto, nos sentimos más inclinados a como forma común i.—ir. *cmturdasa, que luego habría e comunidad divergencia rick (1992a: y Delbrúck r término de sino de una ntes grupos ¡rl son tan ción para la (latín, galo reconstruir evolucionado 58La -a— breve del avés que ha influido sobre Emmerick (1992b: 304). 59Vid. Emmerick (1992b: tico se debe al tratamiento la forma presente en el del numeral “8” compuesto; vid. 302). 457 con metátesis en avéstico y otros dialectos iranios60. Finalmente, y para “13”, creemos que la forma del antiguo indio deriva directamente de la originaria y, por tanto, debemos reconstruir i.—ir. *traymsdmsm. Hemos señalado antes <§XlI.9.2> que la tendencia evolutiva en antiguo indio era a la sustitución de las formas originarias por las formas habitualmente empleadas en composición. La tendencia ya está presente en indo-iranio, como muestra el numeral “14”, de modo que nada tiene de extraño que el avéstico haya extendido el tipo formativo por debajo al “13”. más aún si tenemos en cuenta que los numerales superiores en avéstico podían reinterpretarse como integrados en su primer elemento por la forma de la unidad en composición habida cuenta de que no existen diferencias con la forma libre. Por lo que a los numerales intermedios entre las otras decenas se refiere, parece que hay que seguir la idea de Wackernagel (1930: 380) de que el procedimiento antiguo consiste en la utilización de sintagmas integrados por la unidad y la decena correspondiente unidas por la conjunción *cm. El otro procedimiento atestiguado frecuentemente, la composición, sería, pues, una innovación a partir del modelo presente en los cardinales “11—19”. 61 10. Los numerales intermedios en tocario La formación de los numerales “11—19” difiere en los dialectos tocarios A y B. En este último dialecto dichos numerales se forman simplemente por la yuxtaposición de sak “diez” y la 60 Los datos de estos dilectos, en Emmerick (1992b: 297). 61Vid. Van Windekens (1944: 212), Krause—Tbomas (1960: 159—160>, Winter (1992b: 114—116). 458 unidad correspondiente; así: 11 sak 12 sak 13 smk 14 s’mk 15 smk se wi Inal st wer pi s~ 16 áak 17 sak 18 ¿mk 19 smk La formación es ligeramente distinta en toc. A: :11 12 13 14 15 s ¿1k s¿1k s api wepi sák ¿twarpi sák pimpi Como se observa, se 16 s¿1k sákpi 17 62 *sák sp/jIpi 18 ¿¿1k okátpi 19 *sák ~upi 63 trata del cardinal “10” ¿ák seguido de unidad correspondiente a la que se añade la conjunción pi “y”. De acuerdo con reí ac i onar í a habría manten Por su par relacionaría pi- en pi-do gr. y a.i. ob, etc. Pero, intra—tocaria, con toc. 13 pe que quizá sea Van con ido te. con a d i api¡ si la Windekens (1944: gót. bi, a.a.a. bi, su sentido originario según Bonfante (19 .1. pi—, arm. Ji— en Ji y gr. ITt— en iILCCEU; y. con apofonía, con en buena metodología conexión de —pi ha de “además”, lo que apunta más adecuada una expí 212) esta etc., solo de conjunc 88) dicha —aganlía me forma que *opi en gr se prima conjunción que en toc jón copulat partí cula visto”, me alternaría ‘¿IIUUO EL-’, la explic hacerse en primer64 a una forma *poi , para la icación en la línea de van 625ó1o el ordinal, ¿ák-spátpint, está atestiguado. 63Sólo el ordinal, Sák-ñL’piflt, está atestiguado. Winter (1992b: 115). sk&s sukt Ok 1 nu la se ario iva. se sap. con lat ación lugar 459 Windekens. En cuanto a la formación de los numerales intermedios entre las demás decenas, sigue en cada dialecto las mismas pautas que los numerales “ll”—”19”. Así, p. ej., B ik=m se, A wiki sapí “21”. Sin embargo, en tocario A el orden de los elementos puede aparecer invertido ocasionalmente, con la unidad precediendo, y en ese caso no aparece la conjunción pi; p. ej. pán stwmr~k “45”. 11. LOS NUMERALES INTERMEDIOS EN LAS LENGUAS ANATOLIAS En los textos hititas se utilizan a veces numerales intermedios; sin embargo, nada podemos saber acerca de su formación ya que siempre aparecen escritos con el ideograma correspondiente.65 12. LA RECONSTRUCCION DE LOS NUMERALES INTERMEDIOS EN INI)OEUROPEO Y SU EVOLUCION A LAS DISTINTAS LENGUAS HISTORICAS 12.1. Planteamientos generales 66 Como señalamos anteriormente, desde antiguo se ha postulado que el procedimiento básico de formación de los numerales del “11” al “19” en indoeuropeo era la composición con la unidad como primer término y “diez’ como segundo término. Esto parece incuestionable a la vista de los datos de las diferentes ramas de la familia. Recapitulamos a continuación la evidencia para dicha reconstrucción: 65Vid. Neu (1983: 290—291) y Eichner <1992: 89). 66Vid. §xíí.1. 460 GRUPO CELTA: —galés: deuddeg/deuddeng “12” pyrntheg “15” —a.irl.: coicbtiges “quincena” —a. bretón: undeo “11” doudee “12” teirdec “13” (fem.> eithnec “18” nmuciec “19” —galo: petrudecainetos “140~~ GRUPO GERMANICO: —gót. : fidwbrtaíhun “14” firnftaíhun “15” —a.a.a. drizéhan “13” fiorzéhan “14” finfzéhan “15” sehzéhan “16” ahtozéhan “18” niunzéhan “19” —a.ingl. y a.nórd. del “13” al ~19~67 LATíN: undecini “11” duodecin> “12” tredecim “13” quattuordecirn “44” quindecim “15” seclecim “16” septenzdecim “17” GRIEGO: ei’6exa “11” las formas en §XII.3.3—4.Vi ci. 461 óS6ex« “12” ARMENIO: metasan “11” erko tasan “1 ere?? tasan core?? tasan hngetasan “1 vestasan “16 GRUPO INDO-IRANIO: ek~idm¿m dv ~das a trayodasm (No en RV) csturdasm plúlcadasa -avést. 11 aénumndasa* 12 duvadasa 13 6ridmsm* 14 cm-Srudasa* 15 pancadasa 16 s¿da¿a (No en 17 smpt~daSm (No 18 mst~da.4a (No 19 navmdmsm (No 16 x~uum.Qdmsm* 17 haptadasa* 18 así Tádmsm* 19 nmuumdmsa* Como se observa, la evidencia es amplia, por lo que parece que el procedimiento se puede reconstruir sin problemas, ya que, además, según veremos, los cambios acaecidos en otras ramas de la familia parecen hallar su explicación dentro de la historia de esos grupos. 12.2. Análisis de los compuestos Sin embargo, una vez admitido el procedimiento se plantean 2” 13” 14 5” —a 11 12 13 14 15 RV) en RV) en RV) en RV) 462 dos problemas fundamentales y estrechamente relacionados entre sí: la cronología de estas formaciones dentro del indoeuropeo y la morfología de los términos que integran el compuesto. Comenzaremos por analizar este último aspecto y, concretamente, la morfología de las unidades que entran a formar parte de estos compuestos. Obviamente, la necesidad de análisis se refiere únicamente a los numerales “11” a “14” pues “l”—4” son los únicos numerales de la serie básica que pudieron presentar £8 declinación en alguna etapa —tardía— del indoeuropeo . El resto de los numerales, “5”—9”, son formas invariables y, salvo evoluciones aún más tardías, no presentan formas diferentes en composición, por lo que la única forma existente ha de ser la que entre en composición en el caso de los numerales “l5”—”19”. Así pues, para estos numerales, podemos proponer una reconstrucción como la £9 siguiente * pe nkWe de kw *s ( w ) eksdekm *septrndekm * o k t 5 de kw *newmo>ekm Los datos para el análisis de los numerales “l1”—”14” son los siguientes: NUMERAL “ONCE”: —a.bretón: undeo —lat. ij,ndecirn —gr. e~8sxa 68Vid. las reflexiones que hemos hecho en §XI.4. 69Sobre la cuestión del acento vid. §XII.12.3. 463 —arm. metasan —avést. a~uuandasa* —a.i. ekadasa NUMERAL “DOCE”: —galés deuddeg; a.bret. doudec —lat. du¿decim —gr. 666cxa —arm. erkotasan —avést. duuadasa —a.i. elvadasa NUMERAL “TRECE”: —a.bretón teirdel —a.a.a. drízéhan —lat. tredecim —arm. ere?? tasan —avést. 4lridasa* —a.1. tráyodasa e (fem.) NUMERAL “CATORCE”: —gót. fidwortaíhun —lat. quattuordecirn —arm. core?? tasan —avést. ca6 rudasa —a.í. cáturdasa. A la vista de estos los siguientes aspectos: 1) Resulta del “11” en indoeuropeo datos podemos llamar la atención sobre todo imposible proponer una forma común para ya que nos encontramos con el problema de la 464 existencia de dos raíces para “uno”70. Su distribución en el numeral “11” coincide con la que presenta la unidad aislada, de modo que si alguna vez hubo discrepancia en algún grupo dialectal entre “1” y “11” en lo que a la forma de “1” se refiere ésta ha quedado completamente borrada por la evolución de las diferentes ramas del indoeuropeo. 2) El numeral “2” como primer término de compuesto de presenta característicamente el final *—5, que, como velamos §11.2, no es originario del numeral y que acabó constituyéndose algunos grupos en la marca de dual. 12” en en 3) La formación por composición de los numerales “11” y “12” presenta rasgos dialectales marcados. En efecto, sólo se documenta en el grupo ítalo—celta (que, con independencia de si hubo unidad originaria o no, ciertamente comparte un número importante de isoglosas) y en el grupo greco—armenio—indo—iranio (que también presenta congruencia dialectal marcada71). Resulta llamativo que no participen de ese procedimiento de formación para esos numerales las lenguas germánicas, que lo presentan sistemáticamente para los numerales inmediatamente superiores, ‘13”—”19”. 4) Para el numeral “13” se puede reconstruir una *treyes—dekm, de la que derivan directamente todas citadas arriba salvo la del avéstico. Sin embargo, p esta lengua se trata de una innovación72, en la que e una sustitución de la forma originaria por 1 composición, según las tendencias habituales en proto-forma las formas arece que en s ha producido a habitual en dicha lengua. 70Vid. capítulo 1. 71Vid. el trabajo Clakson (1994). 72t/id. lo dicho en de Alvarez—Pedrosa <1991) y las conclusiones de §xí i .9. 1 465 Además del testimonio del persas medios y modernos *trayas—dasa. Hay que part plural *-es para el primer antiguo indio hay formas de dialectos que continúan LE *treyes—dekm, i.—ir. ir, por tanto, de una forma con marca de miembro. 5) En el caso del “14” ninguna de las lenguas con procedimiento de formación por composición presenta una forma declinada como primer término73. Se trata de la forma invariable de “4” en las lenguas germánicas y en latín y de la forma en composición en el grupo indo—iranio. Frente a “13”, parece que 74 esto viene a redundar en la idea ya expuesta de que la declinación para el numeral “4” no puede reconstruirse de forma general para el indoeuropeo, sino que ha de considerarse un desarrollo propio de diversos grupos dialectales. Como se sigue fácilmente, todas acabamos de realizar apuntan en una reciente dentro del indoeuropeo de las analizando. Su carácter de compuestos sol para una fase reciente de la protolengua, haber dotado al numeral “3” de una marca 75 respeta las leyes de equilibrio silábico las observaciones que dirección: el carácter formaciones que estamos amente puede postularse tan reciente como para de plural *-es que no Por último, hemos de dedicar acento en estos compuestos, inevitablemente con el recurso a el sánscrito, pues el lituano no unas palabras a la la cual ha de la comparación entre participa de este pr cuestión del re so Iverse el griego y ocedimiento. 73 El arm. ~orekt~ no puede ser tenido en cuenta pues ha sufrido la influencia en su final de <1992b: 349). 741/id. §xí.4. en la argumentación, erek’—; vid. Winter 75Víd. Villar (1991b). 466 Tampoco el testimonio de germánico resulta de utilidad, a pesar de la utilización de este procedimiento, pues la posición del acento no condiciona el desarrollo de las oclusivas sonoras. Wackernagel <1930: 379) señala que tanto las formas griegas como las indias indican que el acento recaía sobre el primer miembro del compuesto. La afirmación es correcta y, a pesar de todos los problemas que plantea la reconstrucción del acento 76 indoeuropeo, puede ser asumible. Con todo corremos el riesgo de estar generalizando para el indoeuropeo lo que puede no ser sino una isoglosa greco—indo—irania. 12.3. La prehistoria de los compuestos De acuerdo con lo que hemos expuesto en §XII.12.2, los compuestos que constituyen los numerales “11—19” son de carácter reciente. Esto nos lleva a plantearnos su constitución de acuerdo con los rasgos generales de la evolución del indoeuropeo.77 Winter (1992a: 21) ha hecho hincapié acertadamente en el carácter derivativo que tienen en indoeuropeo todos los numerales superiores a “10” en el sentido de que en último término se construyen por procedimientos morfológicos o sintáticos a partir de los numerales “1”—l0”. Para el caso de los numerales “1l”—”19” creemos que podemos hablar sin ambages de sintagmas fosilizados, en la línea ya mostrada por Brugmann (1911: 24), aunque no podemos estar de acuerdo con él en cuanto a la declinabilidad originaria de los numerales “l”—”4”, según ya discutimos en §XI.4. 76 Para un tratamiento reciente con referencias a la biliografía anterior puede verse Lubotsky (1988). 77Vid. Mendoza (1975) y Adrados (1988b). 467 Con todo, hemos visto que en la reconstrucción del “13” resulta indiscutible que tiene que estar presente el morfema de p/u. *.-es. Sin embargo, frente a una visión brugmanniana en la que en el final de *—es de “13” es marca de nom. plu. podemos plantear como interpretación alternativa que se trata meramente de la marca de plural, morfologizada sólo posteriormente como nominativo por polarización frente a otros casos, en la línea de la teoría propuesta por Villar (1974) para el origen de la flexión nominal en indoeuropeo. En cualquier caso, lo que ahora nos interesa señalar es que originariamente los numerales del “11” al “19” eran verdaderos sintagmas. Las razones que podemos aducir para ello son varias: —Lehmann (1969: 5) señala la práctica inexistencia de compuestos ditanelva en indoeuropeo, prácticamente limitados a este grupo de numerales. Concluye su estudio afirmando que este tipo de compuesto no puede ser remontado al indoeuropeo y que el desarrollo de que gozaron en védico y, sobre todo, en sánscrito clásico ha de considerarse una innovación propia de esa lengua. —la propia morfología de las unidades que entran en composición. Argumentaremos este punto de forma negativa. Se podría pensar, en principio, que los numerales “11”—”19” fueron desde fases tempranas del indoeuropeo compuestos elvanelva integrados por las formas más antiguas de las unidades (*du, *tri, etc.) más *dekrn y que posteriormente su primer término fue rehecho de acuerdo con la nueva forma de la unidad. Sin embargo, creemos que esto no fue así y la razón para ello es que entonces no se encuentra explicación para que en unos compuestos las lenguas históricas presenten lo que sincrónicamente son formas especiales en composición *tres—decim). Resulta, pues, más verosímil que haya que partir de verdaderos sintagmas aglutinados diacrónicamente lo que sincrónicamente puede interpretarse como proceso es banal y las lenguas románicas ofrecen de procesos de este tipo en formas como español diciotto, etc. para dar lugar a compuestos. El buenos ejemplos dieciocho, ital. Esto nos permitirí anterior a la que hemos de los numerales “11—19” a acceder a una etapa reconstruido en §XlI.2 en sería la siguiente: cronológicamente la que la forma XoikWos/oinos/oiwos *dwó deJan *treyes dekm *kWetwor dekni *penkWe deJan *s(w)eks dekm *septm dekm *októ deJan *neww deJan deJan / *sems dekm Sin embargo, a pesar de que estamos en un estadio cronólogico anterior al directamente reconstruido por la comparación entre las lenguas históricas, todavía estamos en un estadio relativamente reciente del indoeuropeo, pues las marcas *-ó y *-cs a las que antes aludíamos están presentes en los numerales “2” y “3”. 12.4. La coherencia sintáctica de los numerales “ll”—”19” Hemos argumentado reconstrucción de los veraderos sintagmas. Es en el apartado anterior a favor de la numerales “11—19” en indoeuropeo como to nos obliga a plantearnos su coherencia 469 con las estructuras sintácticas generales de la proto—lengua. acerca de la críticas tan marco de una que se pueda Sin duda es éste un terreno controvertido. Las discusiones validez de este tipo de reconstrucciones llegan a radicales como la de Lightfoot (1980), quien —en el rígida concepción generativa- niega la posibilidad de 78 reconstruir una proto—sintaxis. Sin embargo, aun entre los que admiten la reconstrucción de una protosintaxis con criterios discusiones acerca de cual sería el tipo indoeuropeo. Así, Friedrich (1975) argumentó en indoeuropeo debió ser una lengua de tipo VSO, mi autores han propuesto reconstruirla como OSV. posibilidad tipo lógicos sintáctico favor de que entras que ot de hay del el ros La argumentación más coherente realizada hasta el momento se encuentra en diferentes trabajos de W.P. Lehmann, fundamentalmente en su Proto—Indoeurqpg~n Sy~ax de ~ Sería largo entrar a tratar todos los detalles que permiten proponer que el indoeuropeo era una lengua de tipo básicamente 0V y nos alejaría por completo del tema de nuestro estudio y, además, como veremos no resulta ni 80 siquiera necesario. En efecto, por lo que atañe directamente cosas no parecen nada claras. Lehmann (1975a: ha postulado en distintos trabajos que para lo una crítica radical de sus posturaes 202, n.1). Una versión resumida, pero completa de sus más recientemente en Lehmann (1993: 187—207>. 80En Lehmann (1975a y 1993) pueden encontrarse bibí iografía. a los numerales las 39, 1993: 254, etc.) s numerales “ll”—19” puede verse Justus ideas, se encuentra los argumentos y la 78 (1980: 79 470 las lenguas 0V presentan como construcción básica la del tipo decena+unidad, cons t rucc plant e ami numerales partir d proc cd imi numerales que choca indoeurop propuesta mientras que las lenguas VO presentarian ión básica la contraria, unidad+decena. Evidentemente ento supone un problema para la reconstrucción de indoeuropeos, pues, por una parte, parece claro que e la evidencia expuesta en apartados anteriores, ento de formación que se se puede reconstruir para 1 “11—19” resulta claramente del tipo unidad+decena, con el tipo sintáctico que Lehmann reconstruye para co, 0V, como ya hemos señalado. Por otra parte, de Lehmann (1993: 254) de que los numerales superiores como tal los a el os lo el la a “10” fueron correspondenc i ya creaciones as existentes, dialectales, no nos parece habida cuenta aceptable. La anomalía señalada, junto con el hecho, sobre el que volveremos, dc que buena parte de las lenguas románicas (español, catalán, francés, italiano, p.ej.), cuando han creado nuevos numerales en sustitución de viejas formas latinas, lo han hecho por medio de construcciones decena+unidad mientras que al mismo tiempo estaban constituyéndose sintácticamente como lenguas yO (cf., por ejemplo, el reciente y exhaustivo estudio de l3auer 1992 sobre el francés) nos llevó a cuestionar las bases tipológicas sobre las que se asienta la relación propuesta entre: lenguas lenguas 0V VO decena+unidad unidad+decena. Procedimos, pues, a desarrollar un análisis relacional de un grupo significativo de lenguas de las diferentes familias existentes en todo el mundo. Para realizar dicho análisis nos basamos como fuente primaria en los datos recogidos por Campbell <1991), que hemos completado cuando las gramáticas de las lenguas para las que Campbell no daba todos los datos nos han resultado accesibles. Cuando éste ha sido el caso remitimos en la nota de las 471 correspondiente a nuestra fuente de información complementaria para la lengua en cuestión. El listado completo de lenguas 82 analizadas81 y su clasificación es el siguiente 81Para la denominación de las lenguas seguimos sistemáticamente a Moreno Cabrera (1990), excepto en aquellos casos en los que un asterisco sigue al nombre de la lengua; también seguimos su denominación de las familias . los elementos en algunos pocos casos en posible localizar bibliografía que los de manera fiable. yo ~yo prep VSO Vfin s yo 5VO 5 VO/V 5 1 ibr 5VO SOV/Sy Soy Syo SyO 5 VO soy SO V sx¡o soy/sv SVO yso 1 ibr 5VO SVo/ que nos 474 estonio evén evenquí faroés finés francés fulaní ¡fu la galés georgiano goront alo gótico gr iego griego guaraní gurenne* guyarat í haida ha it i ano* h au sa havayano hebreo99 hindi húngaro ibo i locano indonesio inglés(mod. muí cl ás. mod. urál ico-yucaguiro altaica altaica IB urál ico—yucaguiro lE ni ger—cordofana IB cartvé 1 ica austronésica ‘E lE TE tupí —guaraní niger-cordofana IB (desconocida] (criolla] afroasiática malayo—polinesia semí t ica TE fino—úgrica niger—cordofana malayo-polinesia austronésica lE esquimal-aleutiana ) 1 de la segunda 10+1 10+1 suf. ( irreg. 1 dc la segunda 10+7 10 y 1 10 1/1 sobre 1 10+lmás 4+10 1+10/3y10 1+10/10+3 desde el 10 la 1 impredee 10 + 1 francés (10> sha 1 10 kuumaa—1 1 10 impredec 10+1 10 ná 1 10 ket 1 sufi jo sufijo 10+2(hastal5) 2x 10 2x10 2x10 suf. 2x10 sufijo 10 x3 O 2x20/4x 10 2x20 2x 10 2x 10’ sufijos sufijos 5 español 10x2 ib les (viges. )20 francés árabe su fi jo ibles sufijo 20 x2 2x10 2x 10 sufijo vigesimal ( irreg. SyO SOV SOV 5Vo,/ y~o 5VO 5VO SVO yso libre syo prep. syO 5VO 5yo¡yos 5VO Soy xl XV 5 VO syo ySO VSO Soy Soy VSO/SVO 99 5VO ~yo libre 885e trata d elipsis de familia. e un originario sintagma “1 “decena”. Lo mismo ocurre de la segunda decena” en otras lenguas de 89Vid. Gesenius (1910: 289—90). con la 475 irlandés islandés i tal i ano japonés javanés(ant. j emer jant í jasí kachin * ladakhi* 1 anda 1 ao lapón latín letón 1 ezguio lituano lota masái macas arés macedonio madurés90 malgache malabar maltés mamé manchú 92 mansí manx TE IB IB altaica? malayo—polinesia Mon—Jemer urálico-yucaguira mon— j emer chino—t ibetana sino-tibetana LE sino—t ibetana urálico—yucaguira TE TE caucásica IB sino—t ibetana ni lo—sahariana malayo-polinesia IB malayo-polinesia aus troné si ca dravídica afroas iát ica penut í altai ca urál ico—yucaguira TE 1 10 sufijos 10+7 10+1 2 wélas 10+1 1+10 10+1 10+1 impredee ib 10+1 1+10 isobre 10 10+1 sufijo 10 2 10 y 1 10 1 sufi jo ibélás 1 aumento 10 10+1 sufi jo 1+10 10 1 1 sobrelfl 1...10 sufijo 3x 10 sufijo 2x 10 3x 10 i rreg. 3x 10 2x10 3x 10 3x 10 les 3x 10 2x 10 sufijo 2x10 3x20 2x 10 irregular algunas 10 x3 2 xi O su f i jo 2x 10 2x 10 3x 10 sufijo español irregular sufijos (base 20)suf. x’so 5VO 5VO Soy s yo,’ y 5 ¡ (sufijo) 5W) 30V 5yO Soy soy soy Syo syo 50V 5 yO sox~ 5 VO 50V VSo ~yo prep syo Vos soy ~yo VSO soV Soy VSo 9t1Vid. Elzevier y Marinissen (1912>. 911/id. Schabert (1976: 202). 92Vid. Rombandeeva <1973: 92). 476 93 maori mapudungu* margul mar 1 94 mendé minancabáu mon (mod.) mongol (mod mordovo mundarí neerlandés nénc i co antiguo nórd nubio (mod.) o romo oseta pal aungo pal i* pasto penyabí persa 95 polaco portugués quechua quepe 1 és romaní rumano ruso malayo-polinesia penut í niger—codorf iana urál ico—yucaguira niger—codorfiana malayo—polinesia mon— j emer altaica urál ico—yucaguira munda TE urál ico—yucaguira ico IB ni lo—sahariana afroasiática IB mon— j emer TE LE TE TE TE IB andina ni ger-cordofana lE TE TE 10 con 1 10 gá () 10+1 10 sobre 10 1 10 1 10+1 irregular 10 1 1 quedando sufijo 10 1 10 1 1+10 10 na 1 1+10 1+10 2x 10 2x 10 12x10 sufijos 1cómpUto corporal 2x 10 2x 10 sufi jo yso prep. syo Soy soy depende prep. soy VS y SOV/SVC 50V 5VO Soy prep. soy SOV Soy 5VO Soy soxi SOV 50V 5VO s yo SVO/SOV syo 5VO syo libre 40z2x 20 sufijo fuera 2x 10 2x 10’ árabe 3x 10 suf. irreg./2x20 2x 10 sufi jo sufijo irreg. impredecibles irreg. sufijo sufijo 2x 10 10 x2 4var 10 sufi jo sufijo 1+10 sufijo 10+6 10 Iteniendo 10 kau 1 lOul 1 sobre 10 sufi jo Harawisa (1954: glosario). Migeod (1908: glosario>. Brooks (1975). 93viel. Vid. 9511id. 477 96 samoano sánscrito santal í serie ca serbo—croata s mdi siriaco soma sundanés sueco swahi Ii tagalo tahitiano90 taí tami 1 tel ugú tibetano t igriña t oba tocar io tongan turco vasco vietnamita vot iaco 99 yo 1 of o ca inesia mes ia mes ia malayo—polinesia IB munda iroquesa LE IB semí t ica af roas iát i mal ayo-po 1 LE bantú mal ayo—po 1 mal ayo—po 1 da i ca dravídica dravídica sino—tibetana etiópica malayo—polinesia IB malayo—polinesia . 99Vid. Amar (1983: 69 y 123). 478 -~ 100 yacuto yidis 101 yo r ub a yuango zapoteco túrcica IE+semí t ica niger-codorfiana mon—jemer otomangueana 10 1 3+10 10+1. pero 20—4 10 1 simples(viges. 40=30 10 sufi jo 20 x2 3x 10 Soy ~yo ~yo s yo 21=1 40 VSO Dado el número de lenguas y la diversidad de familias y tipos sintácticos representados creemos que nuestro estudio puede resultar representativo y servir para establecer las bases de una tipología de la formación de los numerales “11”—”19” y el estudio de su relación con los tipos sintácticos.’02 Como tenido en se observa en cuenta los tres el listado, en nuestro análisis hemos factores siguientes: 1) Tipo sintáctico básico. 2) Procedimiento de formación 3) Procedimiento de formación De momento sólo nos poniendo en relación los muestran dichos resultados conseguido obtener datos de los numerales de las decenas. 1 1 “ — 1 9 interesan los resultados puntos 1 y 2. Las tablas (el total de lenguas de las significativos para las obtenidos siguientes que hemos mismas es ‘00Vid. Krueger (1962: 110). Vid. Ward (1952: 157) y Delano (1965: 129—141). 102Sobre los problemas representativas para los Belí (1978>. en torno a la selección de muestras estudios de tipología y universales véase 479 5 yO SOy VSO vos ANTEPOSICION DE UNIDADES 9 12 61 POSTROSICION DE UNIDADES .31 36 5 0 Como se puede observar a partir de los datos que aparecen en esta tabla y en la tabla de la página siguiente, donde desglosamos los datos por familias lingilísticas, la anteposición o postposición de las unidades para la formación de los numerales no puede correlacionarse con el hecho de que el tipo sintáctico de una lengua sea SOy o 8VO. En ambos casos predominan las lenguas con formaciones (del tipo que sean) que hacen preceder las unidades a las decenas. A las 100 lenguas tenidas en cuenta para las tablas de arriba, podemos añadir el dato de que de otras lenguas que, bien por falta de datos, bien por presentar varios tipos sintácticos sin que se pueda asegurar cuál es el esencial, no hemos tenido en cuenta en las cifras anteriores, 13 anteponen las unidades y tan solo 4 las postponen. Así pues, podemos establecer como tendencia universal de las lenguas del mundo la de anteponer “10” a las unidades para la formación de los numerales “11”—”19”. No obstante, debemos llamar la atención sobre el hecho de que una anomalía tipológica interesante se produce en las lenguas de tipo VSO, donde, como se observa en las tablas, parecen las formaciones en las que se anteponen representan un porcentaje algo mayor que el de lenguas en las que se postponen. 100). 480 s yo so y 1 y so y OS FAMILIA DUjUD = - 2 3 DO] UD DU1{JD~ DU IUD afro—asiática 3 1 2 algonquina 1 altaica 7 andina 1 austronés ica1 bantú 1 caucásica 3 1 chibcha-páez 1 daica 1 dravídica 4 fino—ugria 2 indoeuropea 6 6 1 7 4 malayo—polín. 3 4 mon—jemer 5 munda 1 nilo—sahariana 1 Níger—Congo 1 1 nfger—cordof. 7 1 sino—tibetana 2 4 5 iu 1 túrcica 3 urálico-yucag. 1 1 2 fam. desconoc. 3 3lJ9 2 1 = = = TOTALES 36 J 12 5 =— = 01 =¡ En este sentido resultan de gran interés las observaciones de Greenberg (1978: 274; en prensa) referentes a que parece subyacer un principio cognitivo en el hecho de que las construcciones cuyo valor se obtiene por suma de los miembros favorezcan que el numeral más bajo preceda al más alto. Según él esto se debería a que de ese modo ya al escuchar el primer elemento se obtiene una aproximación al número final, mientras que con el procedimiento inverso hay un momento de incertidumbre absoluta en la comunicación hasta que el numeral mayor es expresado. Es decir, desde el punto de vista comunicativo, cuando, por poner un ejemplo, se va a dar el número de medallas olímpicas obtenido por un país, resulta mucho más informativo escuchar primero “treinta—” y luego “y dos” ofreció una explicación de otra índole. Aceptando que en el discurso la información vieja suele preceder a la nueva, considera que la tendencia de los numerales más altos a preceder a los más bajos no es sino un caso particular de dicho principio. Al contar, los numerales más bajos lógicamente cambian más deprisa que los más altos (desde “veintiuno” a “veintinueve” “veinti—” se mantiene, mientras que la unidad va cambiando), de modo que los numerales más bajos constituyen la parte nueva de la información y, en consonancia con el principio enunciado, tienden a aparecer después en el discurso. Aunque el principio cognitivo señalado por Greenberg y el principio de organización de la información recordado por Stampe han de tener un papel en la configuración de los sistemas de numerales, nos gustaría añadir otra perspectiva para la explicación de la tendencia a que los numerales más altos precedan a los más bajos. Es un hecho conocido que ciertos hechos 481 103 sintáct icos paratáct icas, ejemplo’04> es cierta manera De la misma extraño que exprese antes . 104Para otros casos vid, las actas del congreso publicado por Haiman (1985) y el volumen editado por Simone (1995). 1103 482 5 VO 5 0V V SO y os FAMILIA DU IUD DU UD DU (ID DU UD indoeuropea 6 6 1 7 0 4 0 0 afro—asiática 2 3 3 1 0 2 0 0 resto 23 0 32 4= = = ~íIs 36112 5 0 0= = = 5 16 0 = == = = TOTALES ¡ •1 1 1 1 Así pues, volviendo al análisis de las lenguas indoeuropeas, dado que la formación unidad+”lO” es tipológicamente mucho más rara y, con mucha probabilidad, arealmente condicionada, parece imposible mantener la afirmación de Lehmann <1993: 254> de que los numerales “11”—”19” fueron construidos independientemente en las diferentes ramas del indoeuropeo. Parece demasiada casualidad que si lenguas de la familia indoeuropea tan separadas como las germánicas y las indo—iranias, por poner un ejemplo, han formado sus numerales “11”—”l9” de forma independiente lo hayan hecho precisamente por el procedimiento más raro tipolégicamente y escasamente documentado fuera de la familia. Parece, pues, a todas luces, que se trata de un procedimiento heredado y progresivamente deshecho en prácticamente todas las ramas de la familia, aunque con mayor grado de conservación en unas que en otras, puesto que el tipo, aunque con las variaciones correspondientes, se mantiene hasta hoy en día en las lenguas germánicas (alemán moderno, por ejemplo), mientras que, como veremos en los apartados siguientes, muchas ramas de la familia indoeuropea perdieron este procedimiento desde antiguo. 12. .5. Los numerales del “11” al “19”: la evolución a formaciones del tipo decena+unidad Una tendencia evolutiva que se percibe dentro de varios grupos de la familia indoeuropea ha sido la de abandonar los numerales heredados formados por composición de la unidad y “diez” y a sustituirlos por sintagmas Dentro del grupo germánico, en el gótico de Crimea, donde 106 los numerales intermedios atestiguados son: 11: thiinita 12: thunetua (por *thiinetua) 13: thunetria (por *thiinetria> [Cf. thiine “10”; ita “1”; tua “dos”; tria “tres”] 107 2> Las lenguas romances, que, con la excepción del rumano han mantenido la formación latina para “11”—”15” (en iberorromance) o para “ll”—”16” (resto de la Romania), si bien hay que hacer constar el carácter no productivo de la misma y la imposibilidad de segmentación sincrónica de los mismos. Pero, y esto es lo que ahora nos interesa, han desarrollado formaciones del tipo “10 + unidad” sistemáticamente para “17” (esp. diecisiete, fr. dix—sept, it. diciasette) en sustitución del tipo latino septendecim, y también para “18”—”19”, en sustitución del procedimiento sustractivo latino. A estos numerales hay que añadir Vid. XII.1O. 106Vid. Stearns (1978: 104—105>. ‘07sobre el que vid. §XII.12.7. 484 el “16” en iberorromance: port. dezasseis, esp. dieciséis, etc. 3) El griego moderno, cuyos numerales 11 £L>8exa 12 &a¿Exa 13 6CXaTPELS 14 SEXUTEOOCPES 15 8cx«nc~is “1119” son 16 8Exa~u 17 ¿iexa¿nma 18 8exaox-ru 19 8txaEí>LEa Donde, como se observa, “l1”—”12”, mientras que se ha se ha mant rehecho la enido el orden formación para clásico en “ 1 3 ~ — ~1 9~ 4> Algunos dialectos indios, que se encuentran los numerales: 11 ekolaba 12 dolaba 13 daba-tune 14 daba-hatera 15 paba-loha como el sinhalés moderno, 16 daba-saya 17 daba—bate 18 daba—ate 19 daba —navaya Las razones que 110 dos motivos, uno explican de natura este leza tipo de mtema evolución obedecen a y otro externa, que ‘08Vid. Korinthios <1990: 83—84>. 109Vid. Hundirapola (1976), aunque no podemos admitir su explicación en términos generales, dado que, como acabamos de ver en §XII.12.4, no podemos establecer una relación entre el orden decena/unidad o unidad/decena y la tipología 0V o yo de una lengua. los que quizá quiere Wackernagel habría <1969: que 37—4 añadir 1>, se un tercero puede ver en si es que, como dicha evolución 108 109 en el 485 presionan a favor de dicha evolución: 1> La evolución desde un tipo “1+10” a un tipo “10+1” puede considerarse como un cambio natural, entendiendo “cambio natural” en el sentido en que lo definen Tbomason —— Kaufmann (1988: 26), para quienes la evidencia de que un rasgo (fonético, morfológico o sintáctico) es o no marcado procede de la tipología (más difundido — menos marcado) y de la adquisición de la primera lengua (aprendido antes = menos marcado). Dado el material con el que trabajamos en lingtiística indoeuropea, obviamente sólo la primera ecuación servirá a nuestro propósito. Y, desde ese punto de vista, la evolución señalada de un tipo “1+10” a uno “10+1” no viene a ser, en definitiva, sino el paso de una estructura más marcada a otra menos marcada.111 2) Estadísticamente, dado que el porcentaje de lenguas que presentan construcciones “10+1” es altísimo (72%, según los datos de nuestro muestreo de 100 lenguas), la probabilidad de que las lenguas indoeuropeas se impusieran sobre poblaciones de sustrato cuya lengua originaria presentaba construcciones del tipo “10+1” es muy alta. Los hablantes de estas lenguas, al aprender las lenguas indoeuropeas, habrían mantenido sus construcciones, si bien con el léxico de la nueva lengua, lo cual es un fenómeno corriente cuando se producen este tipo de situaciones 112 lingilísticas Con carácter ilustrativo a este respecto podemos incluir los la influencia de las cifras, donde la decena precede a la unidad. “‘Sobre las implicaciones del concepto “marcado” y su importancia para el análisis del cambio lingúístco puede verse un excelente tratamiento en Stein (1989). Vid. Thomason —— Kaufmann (1988: 121—146). 486 datos que hemos obtenido del estudio de lenguas criollas actuales. Hemos podido obtener datos fiables respecto de ocho lenguas criollas (una de ellas en cuatro variedades ligeramente distintas> de diferente base (portuguesa, francesa y holandesa>. Dadas las lenguas de base, donde los numerales “11”—”15”, “11”—”16”, y “11”—”12” (y “13”—”19”, aunque en otro sentido) no son formaciones transparentes, resulta interesante constatar que en tres de ellas’’3 se ha producido una reelaboración de los numerales “11”—”19”, siempre con formaciones de tipo “10+unidad”. El caso más portuguesa, iente forma’’4 claro donde 11 díesun 12 diesdos 13 diestres 14 dieskuater 15 diesinku lo constituye el papiamento, criollo los numerales “11”—”19” presentan 16 dieseis 17 dieshete 18 diesacha 19 diesnuebe Algo parecido ha sucedido en Bissau), donde los numerales “11”—” ziguinchor (criollo 115 19” son como sigue de Guinea 11 ansi/des ku un 12 dozi/des ku dus 13 trezi/des ku tris 16 desiseis/des 17 desisetí/des 18 desioytu/des las otras (criollo de Haití, criollo de Guadalupe, michif, portugiles de Cabo Verde, portugués de la Isla del Príncipe) se encuentran los numerales de la lengua de base respectiva con las modificaciones fonéticas propias de la lengua criolla. 114 Vid. Goilo (1978: 40> y Dijkhoff (1980: 44). Doneu et aJil (1988: 23>. base 5 igu de la ku seis ku seti ku oytu ‘‘5t’id. 487 14 katorzi/des ka kwatru 19 desinobi/des ku nobi 15 kinzi/des ku sinku Como se observa claramente, junto a las formas directamente tomadas del portugués, conviven creaciones propias del criollo del tipo “diez y uno”. Que las formas propias de la nueva lengua son éstas (a pesar de que las otras todavía se mantengan) lo prueba el hecho de que en “13”, “14” y “15” aparece el fonema /z/ que es extraño a la fonética del ziguinchor. Por último nos referiremos al caso de los criollos de Surinam, de base holandesa pero que han tomado los numerales del inglés. El interés que presentan estos dialectos es que las formas 116 completamente opacas de los numerales “11” y “12’ en inglés, eleven y twelf, respectivamente, se han mantenido en buena parte de las variedades’ ‘7 mientras que la formación de los numerales “13”—”19”, parcialmente transparente en inglés, ha sido rehecha 119 sistemáticamente. Por ejemplo, en auka , los numerales “l1”—”13” son como sigue: 11 éiufu 12 tuálufu 13 tin—a di 1 (10 + 3>. Sin embargo, en otras variedades119 presentan formas ~lBEs decir, que se han entendido como átomos. Esto será de importancia para nuestro análisis de los long bundreds de las lenguas germánicas. Vid. §XIV.1.4. de Groot (1984). “8Vid. de Groot <1984). ‘‘9Vid. Donicie ci alil (1959: 21>. 488 alternativas para “11”—”12” (no regularizada/regularizada): 11 erfu/tin mi wan 12 twarfu/tin na tu 13 tin mi dri 14 tín mi fo 15 tin mi feo fi 16 tin mi síksi 17 tUi mi seebi 18 tic ca ajti 19 tUi mi neegi. Tras esta disgresión, y volviendo al indoeuropeas que citábamos antes, hay influencia del sustrato: análisis de tres casos las lenguas claros de 1) E] primero de ellos es el del sinhalés moderno, que ha adoptado el orden “10” + unidad120 de las lenguas dravídicas con las 121 que ha estado en contacto, como ya señalara Hundirapola (1976> aunque, dado que como hemos demostrado, la relación entre el orden unidad/”diez” y el tipo 0V/yo de una lengua no puede mantenerse, sus explicaciones en este sentido no resultan aceptables. 2> El gó común haber concretamente caso del gótí sustrato en e tico de Crimea estado en hablas tártaras co de Crimea y 1 caso del toca y el tocario presentan como rasgo contacto con lenguas túrquicas, como adstrato y superestrato en el hablas mongólicas posiblemente como rio. Las lenguas túrquicas, como el ~20Salvo en “11”—” 12” y en “1 originario, posiblemente por explica Hundirapola (1976). ‘21Vid. también Lehmann (1978b: 5’, donde ha retenido el motivos de índole fonét 404—405) orden i ca, ario según 489 ejemplo conocido del turco sistemáticamente un orden de los explicaría el orden adoptado 122 correspondientes pone de manifiesto, presentan elementos “10” + unidad, lo que por las lenguas indoeuropeas En el caso del osco, desconocemos por completo las características del sustrato sobre el que se asenté, aunque por problabilidad tipológica no sería de extrañar que fuera una lengua con numerales tipo “10” + unidad. Sin embargo, para el griego moderno no resulta sustrato. En el caso de principal (piénsese en el cas y el único numeral intermedi el galo petrudecametos, que no hay que olvidar que como osco presenta formación “10” constituido un sustrato para lugar a ciertas hablas románicas. caso de las lenguas románicas y del adecuado recurrir a influencias de las lenguas románicas el sustrato o del francés) es de carácter céltico o que conocemos del celta antiguo es presenta orden unidad+”diez”. Aunque señalábamos un poco más arriba, el + unidad y, de forma indiscutible, ha el desarrollo del latín que ha dado Tampoco resulta apropiado postular para el caso del griego, dado que se t hablantes ocupan prácticamente el mismo mil quinientos años y puesto que, además lenguas que conforman el Spracbbund peculiaridad de disentir en la formación influencias de sustrato rata de una lengua cuyos territorio que hace dos aun siendo una de las balcánico, presenta la de estos numerales frente 122 Para el gótico de Crimea la idea ya se encuentra 15). Stearns (1978: 105, n.2> hace la salvedad de deba a distorsión causada por el propio informante. tendríamos realmente atestiguada la formación de intermedios en gótico de Crimea. en Loewe (1903: que tal vez se En ese caso no los numerales 490 a todas las lenguas del área (salvo el turco). En estos casos, pues, hay que postular que la evolución se ha producido espontáneamente por motivos de evolución natural en el sentido definido más arriba. Aparte del hecho de que siempre cabe la posibilidad de que en la conformación de estas lenguas hayan intervenido sustratos (ibero, lenguas itálicas y preitálicas, etc.) de cuyos numerales no tenemos documentación pero que, por probabilidad tipológica, es muy posible que fueran de tipo “10” + unidad. 12.6. La formación de los numerales “1l”—”19” en las lenguas germánicas en lituano 123 Desde los inicios de la indoeuropeística relación el procedimiento de formación de los en lituano y “ll”—”12” en las lenguas germánicas 27) llama la atención sobre el hecho de que documentan liekas y antras líekas como ord significado de ~1lot y “ 12o~t respectivamente. 125 señala que tales formaciones no dejan lugar a relación entre —lika y liékas “inexacto, impar” y se ha puesto numerales “11”—” 124 Brugmann (19 en lituano males con Corre c t ame dudas sobre con lékt=, II 123 Vid. Brugmann (191.1: 27) para la bibliografía anterior al Grundiss. 124Los datos en §XII.3 y XII.5.3, respectivamente. 125 Como han aceptado posteriormente otros investigadores. Vid. p. ej. Stang (1966: 280) y Comrie (1992: 763>. intentó demostrar que era innecesario suponer una evolución de liekas desde un significado “que sobra, que queda” al singificado “undécimo” y que había que ver considerar más bien que en lituano se conservaba una regla sintáctica indoeuropea según la cual el numeral “uno” desaparecía en superficie en expresiones complejas. Sin embargo, ya vimos en §1.5.3.2 lo infundado de dicha regla. En cuanto a las formas germánicas, Brugmann (1911: 27) cree que el segundo término de esos compuestos pertenece a la misma raíz *leikW _ 129 que las formas lituanas, haciendo remontar la —f final de las formas góticas a una originaria *~kw. Con posterioridad, Senn (1935/36) dedicaría un artículo monográfico a la cuestión de estos numerales, disipando las últimas dudas que podían quedar en cuanto a la interpretación de los numerales lituanos y su relación con las formas germánicas. Este estudio sigue siendo hoy en día el estudio clásico sobre el problema. Con todo, la observación que hace Brugmano (1911: 27>, antes 126 Vid. Stang (1966: 280). 127 Vid. Stang (1966: 280>. 128 Vid. Stang <1966: 280). 129Sobre los significados adquiridos por la raíz * 11k— en las diferentes lenguas ie. véase Pokorny <1959: s.u.). El significado básico parece claro que es “dejar, abandonar 492 de pasar a tratar las cuestiones de detalle fonético referente al lituano, sigue siendo válida: “Schwierig bleibt aber die genauere Bestimmung des Ausgangspunkts und Entwicklungswegs dieser Ausdruckweise in den beiden europáischen Sprachzweigen.” Los estudios posteriores a Brugmann en muchos casos se han limitado a señalar la semejanza entre los procedimientos de formación lituano y germánico sin intentar ofrecer una explicación de cómo se 130 originó este sistema y cuál es su antigUedad. Tampoco hay estudios particulares sobre la cuestión. En los párrafos siguientes intentaremos abordar estos problemas. Para empezar debemos hacer una observación general sobre estas formaciones que nos ayudará a centrar el problema. Como se observa en lituano el procedimiento no se emplea para contar más allá de “19”, lo que implica que nos encontramos ante un procedimiento de overcountirtg y no ante un hecho de cambio de bases o de utilización de procedimientos sustractivos. Por otro lado, el tipo de formación parece implicar las siguientes premisas: 1> El sistema ele de los numerales de referencia “sobra uno, “10” (en la propia expr referencia; una vez más en una serie como requ expresión o no como significado se muestra 2) El sistema de 130 numerales ha alcanzado el “10” como límite expresión léxica simple, puesto que la hay uno demás” se hace implícitamente a esión no hay nada que indique de por sí esa el concepto de Stampe <1977) de inclusión isito básico para la consideración de una numeral y para la aprehensión de su fundamental>. numerales todavía no está utilizando “10” Aunque cuando hay observaciones a (1964> y Adrados (1975: 877—878> se formaciones un desarrollo reciente. este respecto, como en Krahe tiende a ver en este tipo de 495 como base propia, puesto que, en un tipo de cómputo como el que presuponen la expresiones de semántica “hay uno demás”, “10” no puede asociarse a procedimientos multiplicativos que resulten en una iteración en los procedimientos de formación detectables en la serie de numerales. 131 Efectivamente, utilizando un procedimiento formativo con expresiones como las que analizamos el cómputo no puede prolongarse más allá de “20”. Esto supone que “10” no aparece como multiplicando y, por tanto, todavía no es propiamente una base. Así pues, teniendo presentes estas ideas creemos que no resulta difícil situar dentro de una cronología relativa del desarrollo de los numerales indoeuropeos este procedimiento de formación, En el capítulo XI hemos analizado cómo el indoeuropeo llegó a dotarse de una serie básica de diez numerales. Pues bien, el paso siguiente que permitió la ampliación del límite del cómputo antes de la constitución del sistema decimal que nos es 132 dado reconstruir para el indoeuropeo más reciente resulta ser éste: un procedimiento de Overcounting en el que se utilizaron los numerales ya existentes combinados con la raíz *1eikW.~, en i¼~rmo n anac niin cn un nr i ,nnr momento- de-b-i-e-rnn--de-- ser stntagmáticas ti’-.., ML4”fl y cuyo significado literal era “uno (etc.> demás”. Tendríamos, pues, un arcaísmo conservado en lituano y parcialmente en germánico. Retomando la explicación de la evolución general de los 131 Recuérdese lo dicho en la introducción, §0.1.6.2, a propósito del concepto de base. 132 La idea de que el procedimiento es anterior al procedimiento que atestiguan formaciones como gr. 8w52xa se encuentra ya en Schmidt (1890: 49—53), aunque, naturalmente, formulada en otros términos y sin incluirla en el mismo esquema de evolución del sistema de los numerales indoeuropeos que venimos trazando en nuestro trabajo. 494 procedimientos de formación de numerales en indoeuropeo, en un momento propia, necesari las otras en susti germánicas posterior con lo o para “10” habría que el nuevo la construcción decenas133 tución del se adoptó t anterior empezado a ser utilizado procedimiento de los numera amb i én En para este pueden aportar un testimonio, sustitución ha sido solamen “11” y “12”. La razón para sustituidos se debe a que en de las lenguas germánicas, hecho irreconocibles estos reinterpretaron como nume readaptación parcial de las conllevé la ambigiledad en problema de los llamados te parcial, ya que estos numer un determinado cuando la evolu numerales como rales simples bases del sis la utilización como base de adición que era les intermedios entre los numerales “ll”—”19” sentido las lenguas ya que en ellas la que no ha afectado a ales no se hayan visto momento de la historia chin fonética ya había compuestos, éstos se y se produjo una tema de numerales que que se refleja en el de esto nos“long hundreds”. Pero ocuparemos con más detalle en §XIV.1.4. Para completar este las implicaciones areal (parcialmente> germánica paralelos de formación (1935/36: 83> aporté dat winnebagos (una rama Wisconsin>, que forman s unidad correspondiente (“tiberzáhlig”); así 11 nóba~~na . 495 nootka, otra lengua de América del Norte, del grupo Wakasha del sur. En ella, como es frecuente en las lenguas de sistema vigesimal, “5” constituye no una base propia, pero sí impropia. Pues bien, en nootka13~ encontramos para 6 y 7 }lupu y ?axpu, respectivamente, donde —pu significa “que sobra, extra, de más” y flU— y ?aX— son formas de “1” y “2”, respectivamente. Que el procedimiento es distinto del sustractivo queda muy claro en esta lengua, puesto que 8 y 9 son precisamente ?aXakWal y ~úswa.kWa,i, con ~kWal, cuyo significado es “que necesita, al que le faltan”, ?aX— la raíz del “dos” que ya hemos encontrado en “7” y cawa- una forma alternativa del “1”. Pero más interesante aún resulta constatar que lengua geográficamente próxima al lituano y que numerales “11”—”19” por medio de un procedimiento trata, pues, de una lengua ha podido estar en cont lituano, por lo que creemos que resulta interesante analizar en detalle la cuestión y plantear también el en qué dirección ha podido ir el préstamo. ex i ste forma similar. acto con detenerse problema una sus Se cl a de La lengua en cuestión es el néncico, también conocida como yurak. Se trata de una lengua perteneciente al grupo septentrional de la familia de las lenguas samoyédicas, que junto con la lenguas fino—ugrias integran la familia altaica. 136 En su distribución actual los hablantes de néncico habitan la parte norte de Rusia y la parte occidental de Siberia. 13? Históricamente las lenguas samoyédicas debieron separarse de las fino—ugrias hacia el 3.000 1 35 En toda la exposición utilizamos los datos del dialecto hablado en las islas Flores, siguiendo a Hess (1990>. 136 ahousaht, Las cuestiones generales acerca de las lenguas samoyédicas pueden encontrarse en Hajdú (1988>. 137Más detalles en Hajdú (1963: 1 ss.). 496 139 a.C. , situándose en la taiga de Siberia occidental. Parece ser que tuvieron pocos contactos con otros pueblos hasta los primeros siglos de la era, cuando empezaron a tener relación con pueblos de estirpe túrquica y también con otros pueblos altaicos, aunque dada la escasez de datos resulta imposible precisar la antigUedad e intensidad de estos contactos. Los nenets en concreto parecen haber alcanzado las fronteras Europa y Siberia con anterioridad al siglo XI de la era, pando, incluso, parcialmente, suelo europeo. En el siglo XIII pueblos samoyédicos en suelo europeo quedaron balo dominio y de un modo u otro ése ha sido el destino general de estos los durante las edades moderna y contemporánea. Conocidos estos datos básicos volvamos ahora a la cuestión lingúistica. La formación de los numerales “tl”—”19” en néncico es 139 como sigue : a la unidad en cuestión se le añade /dankn~/, una 140 forma participial de la raíz que Janhunen <1977: 40—1) lista como *j,qnk y para la que ofrece como significados “nicht, fehíenel, Feh len”. de ecu los ruso pueb Lo que resulta especialmente llamativo construcción sólo aparece en néncico y no otras lenguas de la familia. En efecto, es se la que este tipo de documenta en las formación de los 138En toda esta exposición seguimos a Hajdú <1963: 42 y ssj. 139 Vid. Castrén (1854: 192ss,>, Sammallahti <1974: 66) y Honti <1993: 204—205). Este último autor alude de pasada a la llamativa semejanza del procedimiento que encuentra en nenets y las formas lituanas y germánicas, pero no se preocupa de entrar en la cuestión de a qué se debe tal semejanza. Vid. Hajdú néncico. <1988: 15> sobre las formaciones participiales en 497 numerales “ll”—”19” en esas lenguas es como sigue141 ENCICO éker sede n águ tét somb mukt siel sede éker kuel kót kuel kót r kuel kót kuel kót lan kuel kót et kuel k6t de kuel kót can sede sárm can sede sárm TAUGU 1 bi’ o’ bi’ siti bi’ nagur bi’ tata bi’ sanlalanka bi’ matu’ bi’ saibua bi’ sitidata bi’ ameaituma DIAL. DEL biu’ 5’ biu’ biu’ biu’ biu’ biu’ biu’ biu biu’ YENISEI si re nehu’ teto sobor 1 eggo mo t u’ se o sin ‘oto ésá Así pues, no parece que el tipo de formación con la ra significa “faltar” pueda considerarse característico de familia lingúistica, más aún cuando algunos de sus mie concretamente el éncico, presentan formaciones del tipo “1 10” que es el que parece originario de la familia fino—ugria ¶42, la que estas lenguas están emparentadas. Por lo que al tauguí y dialecto del Yenisei se refiere no tenemos sino el tipo formación banal con la forma para ‘10” precediendo a correspondiente a la unidad en todos los numerales del “11” 1 9 iz que esta mbros, sobre con al de la al Se plantea, pues, el problema de cuál es la lengua a partir de la cuál se difundieron estas formaciones, de origen que, por 141Vid. Castrén (1854: 192—193). 142 Vid. §XII.12.7. también al “Kamassinscher Dialekt” cuyas formas cita igualmente Castrén (1854: 193), pero que no hemos considerado necesario ofrecer pues son en todo análogas a las del tauguí y el dialecto del Yenisei. 498 otro lado, son extremadamente infrecuentes. Aunque los argumentos no son definitivos nos sentimos inclinados a pensar que el préstamo fue del lituano al néncico y no al revés, y esto en una época no demasiado alejada en el tiempo, ya que la separación de 144 las lenguas samoyédicas ha de datarse hacia el cambio de era La hipótesis contraria, que el lituano hubiera tomado estas formaciones del néncico, presenta el problema de que entonces quedan sin explicar los siguientes aspectos: 10> El origen de comparte con el resto de con las lenguas más septentrional del samoyéd estas formaciones en néncico, las lenguas de su familia, ni directamente emparentadas del 1 CO. que no siquiera grupo 20) El origen de las formaciones en germánico. Habría que pensar que el lituano ha actuado como medio transmisor entre el néncico y las lenguas germánicas, pero todo esto en fechas posteriores al cambio de era, lo que presenta la dificultad de que el germánico para entonces ya debía estar lo suficientemente fragmentado como para que un préstamo así no hubiera llegado a afectar a todos los dialectos. Y, en cambio, ya desde los textos más antiguos todas las lenguas germánicas presentan fosilizado este procedimiento en sus numerales “11” y “12”. 12.7. El área europea oriental Analizamos en este apartado un grupo de lenguas de las pautas generales de evolución expuestas en que en ellas la formación de los numerales caracteriza por responder semánticamente al signi que se aparta §XII.12.5, ya “1 ~ ~9t~ se ficado literal 144 Vid. Hajdú (1963: 44>. 499 “uno sobre diez”, Dado que los datos para cada uno de los ya han sido expuestos de forma completa con limitamos a ejemplicar aquí con el numeral lingilísticos que presentan esta formación son orden geográfico de norte a sur): grupos lingUisticos 145 anterioridad nos “11”. Los grupos los siguientes letón: 2> lenguas 3) albanés viénpadsmi t. eslavas: a.esl.ecl. jedi njémbédbje té. nu na desete. En este punto debemos introducir indoeuropea no antigua, el rumano, y de el húngaro. Por lo que aJ rumano se refiere, la lenguas para los numerales “l1”—”19” es 11 12 13 14 15 unsprezece doisprezece tre isprezece paisprezece cincisprezece los datos de una lengua una lengua no indoeuropea, formación que ofrece 146 la siguiente esta 16 sai sprezece 17 saptesprezece 18 optsprezece 19 nou5sprezece Fácilmente se observa cuál ha sido el proceso por el que se han formado estos numerales (sin entrar en detalles fonéticos que no hacen al caso>: unidad + preposición super “sobre” + “10”. Vid. ~XII.5—6. 146 Vid. Price (1992: 459>. Para la para los numerales “21”—”29” en Reichenkron (1958: 153). existencia de formas semejantes algunos dialectos rumanos vid. 500 147 Véamos ahora qué sucede en húngaro . La formación de “1l”—”19” consta de: tizen (caso elasivo de tíz “10”) + unidad. P. ej., tizenegy “11”, tizenkettá “12”, tizenbárom “13”, tizennégy “14”, tizenbt “15”, etc. Nos encontramos, pues, de nuevo, ante un procedimiento de formación cuyo significado básico es “uno (etc.) sobre diez~.í4R liJe lo expuesto se desprende que nos hallamos ante un hecho de lingilística areal, es decir, se trata de una isoglosa que afecta a lenguas que se han influido mutuamente por proximidad geográfica. El hecho ya fue observado por Sandfeld <1930: 13 y 248> en su clásico estudio sobre el área lingUistica balcánica149. Sin embargo, debemos añadir que el fenómeno como tal no responde exactamente a 150 lo que normalmente se conoce por el Sprachbund balcánico , puesto que, por un lado, ni el griego moderno , el húngaro y el letón. La cuestión que se plantea es, pues, de dónde ha partido la isoglosa. Llamativamente es ésta una cuestión por la que los ‘47Vid. Simonyi <1907: 246>, Tompa <1972: 129) y l-lonti (1993: 193). ¶48 húngaro la construcción se utiliza también para los numerales 2 1 “—“ ‘49mndicacíones más recientes y referencias bibliográficas pueden encontrarse en Bynon (1981: 337—40> y Comrie (1981: 290—6>, aunque el libro de Sandfeld (1930) sigue sin ser superado en muchos aspectos. 150 Vid. Bynon (1981: 337) para la definición del mismo. 501 151 152estudios comparativos de las lenguas eslavas y bálticas no suelen mostrar interés alguno. La cuestión ha preocupado más a los romanistas, que han debatido acerca del origen de estas 153 construcciones en rumano . La postura más frecuentemente defendida ha sido ver una influencia en rumano por parte de las lenguas 154 155 eslavas , aunque no faltan rebuscadas teorías como las de lordan quien propone que en la construcción rumana hay que rastrear un origen tracio, si bien posteriormente se vio reforzada por influencia eslava. Obviamente, la teoría carece de cualquier tipo de apoyo dado nuestro casi absoluto desconocimiento de los numerales tracios en general y nuestro total desconocimiento de 156 los numerales intermedios en particular ; resulta mucho más económica la teoría de un calco a partir de las lenguas eslavas. Por su parte Hamp <1992: 918> argumenta a favor del origen albanés de la formación rumana, dado que el albanés y no otra es la lengua de sustrato sobre la que se ha desarrollado la variedad de latín que ha dado lugar a la lengua rumana. En cualquier caso, para nuestros planteamientos lo que realmente nos interesa es que el rumano no ha podido ser la lengua original de la que ha partido la isoglosa. En los numerales latinos nada hay que permita postular ese origen, aunque hay 151 Así, p. ej., Vondrak (1928>, Mikkola <1950>, Vaillant (1958), Comrie <1992). 152Así Stang (1966), Endzelin (1971). Vid. un resumen de las controversias en Price (1992: 460). 154 También así Sandfeld (1930: 145—149>. una obra litografiada de 1957. La postura se retoma en lordan —— Manoliu <1972: 269, n. 3>. 166Vid. lo poco que sabemos de los numerales tracios en Polomé (1992>. 502 quienes han pretendido ver vulgar/tardío novein et/ac decem, conjunción por la preposición por Una vez que se ha descar la formación quedan varios citados (letón, albanés y Razonaremos en primer lugar lenguas indoeuropeas sea la un apoyo en el tipo con posterior sustitución influenci a eslava. lat mo de la tado el rumano como posible fuente de candidatos: los grupos indoeuropeos lenguas eslavas> y el húngaro.’57 por qué no creemos que ninguna de las fuente. En cuanto al letón, resulta construcción no es sino una innovación, ser compartida por el lituano. En el tratado de la construcción lituana y hemo con formaciones similares en las lenguas llevado a postular una gran antigUedad pa si el lituano no ha innovado, el letón ha La cuestión es algo más lenguas eslavas y el albanés. difícil pensar en que la constru Hemos visto en §5(11.12.5 que la lenguas indoeuropeas ha sido unidad+decena sustituyéndolo bastante claro que la tan reciente como para no apartado anterior hemos s señalado sus conexiones germánicas, que nos han ra las mismas. Por tanto, tenido que hacerlo. complicada para el caso Sin embargo, creemos que cción proceda de ninguna de tendencia general evolutiva a deshacer el tipo por el tipo menos de las resulta ellas. de las marcado marcado hemos expuesto que, dado que carecemos de datos sobre e] tracio y las lenguas indoeuropeas próximas a él, nos parece arbitrario atribuir a las mismas el origen de estas formaciones, como se ha hecho frecuentemente; vid, la bibliografía en Demiraj (1993: 63). Reichenkron (1958) defiende el origen traco—ilirio de la formación para explicar las formaciones en albanés, rumano y la expresión de las fechas en griego antiguo, al respecto de la cual ya nos hemos pronunciado en §5(11.7. 503 decena+unidad. Es cierto que también a lo largo de su unidad+decena con semántica vimos en su momento (§XII.2>, embargo, como quedará claro celtas no son un buen ejempí las lenguas celtas han desarrollado historia construcciones de tipo uno sobre diez”, que, como no son las originarias en ellas. Sin en el apartado siguiente, las lenguas o para establecer paralelos. En este sentido, convendrá que nos detengamos a analizar un 159 momento la posibilidad, sugeridad a veces por algunos estudiosos de que se trate de una construcción heredada del indoeuropeo. Si tomamos como punto de partida la reciente recopilación de lenguas indoeuropeas en las que se elcomentan construcciones de este tipo que ha realizado Demiraj (1993: 64>, observamos: 1> Las formas griegas con 211$. y PElla se utilizan sistemát icamen 159 las fechas como ya hemos utilizarlas junto modo que no se five past ten fuera de la esporádicos y español se uti rnzl. Por otra como nexo de u supone una arb la conjunción cualquiera de te en algunos dialectos sólo para la expresión dc por lo que no se trata propiamente de numerales y, señalado en §5(11.7, supondría un error metodológico a los numerales propiamente dichos, del mismo pueden estudiar al mismo nivel, por ejemplo, inglés “las 10 y 5” y alemán fúnfzehn “15”. Los ejemplos s fechas, fundamentalmente con ilpos, son muy no creemos que deba dárseles más valor que cuando en liza una expresión como ¿Cuántos van ya? Tres filás de parte, utilizar los ejemplos en que se utiliza XaL nión entre la unidad y la decena (tipo ¿SiSo xai. 5¿xa> itrariedad, ya que sincrónicamente en griego xcr~ es copulativa y como tal puede haberse extendido en los usos habituales de este tipo de conjunciones, notablemente Reichenkron (1958>. 159Vid. Schwyzer (1953: 594). 504 con independencia de que, como quieren algunos’60 originaria preposición *XcitL. 2) Lo mismo puede decirse “17”, owtt ew lasa “18”, etc. conjunción copulativa. 3) En cuanto a las una innovación frente a proceda de una de las formas arm. ewt’ ew tasn Sincrónicamente arm. ew es una lenguas celtas, la construcción con ar los compuestos heredados unidad+decena. 4) Formas como a.i. trilusail trayah numerales en sentido estricto, como lo esporádico y su aire de forma artificial.’6’ que son posibles dentro de la lengua lexicalizadas como numerales. 5> La interpretación de toc. A —pl numerales “11” a “19” de dicha lengua es señalamos en §5(11.10, su relación primaria toc. B pe “además”, la semántica no sería construcciones del eslavo, letón y albanés. es par6.h “33” tampoco son evidencia su carácter Se trata de formaciones pero que no están que aparece en dudosa, pues si, ha de establecere la misma que en los como con las Así pues, no creemos que este tipo de formación pueda remontarse al indoeuropeo. Por otra parte, analizando la historia de la lengua húngara, parece que se puede proponer con cierta seguridad que este procedimiento formativo es antiguo dentro del grupo fino—ugrio, según se ha puesto de manifiesto gracias a investigación reciente. En la idea tradicional reflejada, por ejemplo, por Reichenkron el tratamiento en Chantraine Wackernagel <1930: 385>. (DELG: s.u.). 160 Vid. 161 Vid. 505 162 (1958>, se consideraba que en húngaro, al igual que en rumano, el procedimiento se debía a influencia eslava. Sin embargo. Fodor <1986> puso de manifiesto que no había argumentos sólidos para defender esta postura, dado que el tipo formativo se encuentra atestiguado en otras lenguas indoeuropeas (grupo celta), así como en lenguas africanas y amerindias. Sin embargo, la argumentación fundamental procede de los trabajos de l-lonti (1986), quien apoya la idea de Fodor <1986> de que la influencia eslava en las formaciones húngaras ha de rechazarse, pero critica a éste por no haber expuesto adecuadamente los datos sobre las lenguas ugrías. Honti aporta los datos de que la formación está atestiguada en ob—ugrio, en lapón de Suecia y en documentos de finlandés y estonio. Y, por otro lado, pone de manifiesto también que la construcción estaba en uso en antiguo hdngaro antes de que los húngaros emigraran a la zona de su actual asentamiento en Europa, por lo que resulta imposible plantear ni siquiera la posibilidad de una influencia eslava. Hont i construcción Sin embargo, en la zona d y convincent su origen en influencias la difusión (1993: 193—200), paradójicamente, defiende que la ha surgido espontáneamente en cada grupo lingúistico. a la vista de las influencias areales tan frecuentes e los Balkanes, creemos que la hipótesis más económica e resulta pensar que el procedimiento formativo tuvo las lenguas fino—ugrias y que a partir de ellas, por de adstrato y de sustrato se expandió hasta alcanzar que señalábamos al comienzo de este apartado. 12.8. Procedimientos sustractivos en latín Como ha procedimientos quedado ya sustract ivos señalado para los (§xíí .4> numerales el 1 8 latín ofrece y “19” y, en 162Más bibliografía en Honti (1993 193—200). 506 general, para “28” y “29”, etc. Ha habido defensores de que éste procedimiento existía en indoeuropeo. Sin embargo, procedimientos sustract ivo forma sistemática en latín y esporádicamente también esta última por imitación los materiales por los q puede considerarse una procedimiento en la proto posibilidad de que en formaciones por medio de en español podemos uti.l menos uno” en un intent Antología Palatina grieg concepto de serie, sin establecer cuáles son y creemos que del hecho de que aparezcan 163 s en varias lenguas indoeuropeas (de con cierta frecuencia en antiguo indio en otras como el griego y el gótico —en del original griego—>, sin que coincidan ue se lleva a cabo el procedimiento, no prueba de la existencia de este lengua. Con todo, no estamos negando la indoeuropeo esporádicamente se dieran procedimientos sustractivos, al igual que izar llegado el caso formas como “cien o de redondear o del mismo modo que la a está llena de juegos de ese tipo. El embargo, ha de primar a la hora de cuáles no los numerales de una lengua y, por tanto, también de una protolengua. Por otra parte, y por la influencia a la que demasiado evidente como heredado. Nos estamos refi cuyos numerales “17—19”, 164 formas 17: ejem ¿st hrum 18: eslemzathrum lo que atañe más directamente al latín, se deben estas formaciones resulta para pensar que el procedimiento es riendo, claro está, a la lengua etrusca, “27”—29”, etc., ofrecen las siguientes 27: ciemcealch 28: eslemcealch 163 Vid. Wackernagel <1930: 386>. 164Vid. Pfiffig flonfante (1983: (1969: 124—125), Cristofani 79>, L. Bonfante <1990: 22>. (1973: 92—93), G. y L. 507 19: thur¡em zathrum 29: tbunerncealch Donde ci=3, eslz=2, thu=1, zathrurn=20, cialch (cealch)=30. La cuestión ha sido analizada por Lejeune (1981>, quien ya propuso que el procedimiento latino dependía directamente del etrusco y adujo como causa de la influencia en esta parcela del léxico el hecho de que en los primeros siglos de desarrollo de Roma la enseñanza (entre otras cosas, escribir, leer y contar> estuvo en manos de etruscos, por lo que no resulta nada extraño que tuviera lugar dicha influencia. Observó también que en latín el proceso había quedado restringido a los numerales que se aproximan por defecto en una o dos unidades a la decena, mientras que el procedimiento en etrusco se extendía también a los que se aproximaban por defecto en tres unidades. Lo que ya no aparece tan claro es la relación entre la expresión lingúistica y la notación de los numerales. No cabe duda de que alguna relación hay entre el hecho de escribir XIX y de decir undeulginil, pero dado que en la notación clásica no se utiliza **XIIX y sí se dice duodeuiginti no se puede establecer una correlación directa entre ambas. 12.9. Las .=flÉllW~ cettas El grupo celta es el más problemático por lo que a su desarrollo sintáctico general se refiere y también lo es en cuanto a la formación de los numerales intermedios. Efectivamente, se aleja de las pautas de evolución normales que hemos señalado más arriba y ofrece procedimientos tipológicamente menos frecuentes que los que podemos reconstruir para la protolengua y que tenemos documentados, incluso, en las lenguas atestiguadas más 165 antiguamente de este grupo. lBSLos datos en §5(11.2. 508 Debemos constatar que prácticamente nada conocemos acerca de los sustratos sobre los que se asentaron las lenguas celtas insulares, de modo que sería posible pensar que esta peculiar 166 evolución se ha debido a la acción de los mismos. Recordemos que la innovación en galés no se ha limitado a la utilización de sintagmas integrados por unidad, prep. ar y decena, sino que los numerales “16”—”19” se forman por referencia al “15”: un ¿ir bymtheg “1 sobre 15”&’16”, dau ar bymtbeg “2 sobre 15”=”17”, etc. Y, para el “18”, existe, además, la forma alternativa deunaw, lit. “dos nueve”=”18”. El sistema cuenta, además, con paralelos en el 167 llamado score de las tierras del Norte Con todo, a falta de conocer los sustratos sobre los que se han asentado las lenguas celtas, apelar a ellos sólo puede presentarse como una hipótesis, sin posibilidad de comprobación. Sin embargo, lo que sí debemos cualquier caso, las formaciones con ¿ir como vimos en §5(11.2, quedan restos en compuestos originales unidad+decena. de j son las ar claro es que, en innovaciones, ya que, lenguas celtas de los 166 Vid. §5(11.2.2. ‘67Sobre el que vid. Greene <1992: 551). 509 CAPITULO XIII: LA FORMACION DE LAS DECENAS 1. ESTADO DE LA CUESTION Y CRíTICA La tema cado 5 formación de las decenas ha sido, dent más estudiado. En el panorama de a los numerales indoeuropeos al que ro de los escasez a 1 ud í amos numerales, de libros en §0.4 se puede constatar, sin embargo, que irá quedando especificada de momento, que, además de parte de Brugmann (1890) e Morphologjsche Untersuchung~n, de formación de las decenas y libro de Sommer (1950> hay un relacionados con las mismas, del griego. Y el libro qu tratamiento de los numerales (1960) se centra las decenas en recientemente, el los capítulos a consecuentemente, práct icamente indoeuropeo libro de Li problemas también en i una especial en la exposi un estudio atención a ción que si monográfico las gue. ext decenas, Digamos, enso por n uno de los volúmenes de las dedicado a los problemas generales las centenas en indoeuropeo, en el a atención considerable a problemas en especial a algunas formas raras e se considera estándar para el en indoeuropeo, el de Szemerényi todo él en torno a la formación de y en las distintas lenguas. Y lío (1990> dedica la mayor parte de de algunas decenas en griego y, ndoeuropeo. No nos remontaremos en la exposición que sigue más Brugmann, aunque sí nos gustaría señalar que algunas de fundamentales se encuentran ya en Eopp <1858: 239 y Ss.), que las decenas son compuestos cuyo segundo elemento es derivada del numeral “10” y que formas como TpLaxo¡.’ra, originariamente neutros plurales. atrás de las ideas a saber, una forma etc. son Brugmann (1890>, como hemos dicho, realizó un tratamiento monográfico y por extenso del problema, que, posteriormente, retomaría en 1911 en el Grundiss. Aunque a propósito de la evolución concreta de cada grupo concreto retomaremos y discutiremos algunas de los puntos que trata, conviene ofrecer ahora las ideas generales por él propuestas. En el resumen que el dedi 513 sigue no haremos distinción entre su trabajo de 1890 y la doctrina que aparece en el Grundiss puesto que es la misma, solo que en unos casos unos puntos concretos aparecen más desarrollados o expuestos de una manera más explícita en una u otra publicación. Para Brugmann las formaciones indoeuropeas que han dado lugar a las decenas dc las lenguas históricas tuvieron originariamente el significado de “dos decenas”, “tres decenas”, etc., con un segundo elemento *kornt—/*kmt-/*kmto- que en último término ha de relacionarse con el numeral “10”, *dek¡n. Estos elementos, concretamente los dos primeros, *komt y *kmt, entraron a formar parte de la expresión de las decenas. Para las decenas Brugmann reconstruye dos sen una que da lugar a compuestos femeninos singulares *—komnt-/*--kmt.- como segundo miembro y como primero forma radical (esto para el caso de los declinables variaciones de forma entre la raíz y las formas otra con una expresión de género neutro para nom.—ac. pl. *komto’ y dual *kmti. En cuanto al (“die attnibutiv es en paralelo, integrados por la unidad en su que presentan flexionadas> y “decena”, con elemento que les precedía en este último caso vorausgehenden ciner”, dice expresivamente Brugmann 1890: 17), se trata de la unidad correspondiente y, en el caso de que fuera una de las unidades que admitía declinación (del “1” al “4” en su reconstrucción> concordaba en género, número y caso con el elemento que expresaba la decena. Sin embargo, Brugmann constata, claro está, que tal fenómeno no se registra en ninguna lengua, sino que en ellas aparece lo que él considera la 1 Brugmann <1911: 30) escribe realmente *kmte, pero, como ya notó Szemerényi (1960: 115, n. 2>, debe de tratarse de una errata por *kornt e. 514 forma fosilizada del nom.—ac. Propone, además, que el proceso de indeclinabilidad se originó en el primer elemento, la unidad. En cuanto a las vocales largas presentes en los primeros términos de compuesto de las lenguas históricas (lat. trigint~, 2 quadr~gintL~, gr. ¶pL&xov-tcx, rcooap&xo~ma, etc. ), Brugmann no les presta mayor atención en la idea de que se deben a la declinación de lo que eran originariamente unidades concordando en género, número y caso con el elemento que expresaba la idea de “decena”. Naturalmente, esto sólo es aplicable a aquellos casos en que se postulaba declinabilidad originaria de la unidad, es decir, de “1” a “4”, pero aquí Brugmann hace intervenir a la analogía como causante de la extensión de las vocales largas fuera de lo que debía ser su entorno originario. Por otra parte, no hay que olvidar que, como señalábamos un poco más arriba, Brugmann reconstruía dos series para las decenas, una de ellas, la de género femenino, con la forma radical pura de la unidad como primer elemento de compuesto, lo que le permite hablar de analogías no sólo en vertical, es decir, entre numerales de una misma serie, sino también en horizontal, es decir, entre numerales de dos series distintas. La influencia analógica de la serie de género femenino sería la que explicara la presencia de elementos sin morfología flexiva en algunas de las lenguas de la familia. En la Jndogermanische Grammatik de Hirt (1927: 311—312> se encuentran algunas ideas que resulta interesante analizar. En primer lugar, la vocal larga que aparece al final del primer término de “50”, *p~~~Wg~ se explica, bien como debida a la ley de Wackernagel, bien por tratarse de un grado largo del *kwe presente en la formación morfológica de dicho término. Por otra parte, Hirt llama la atención sobre el hecho de que las decenas aparecen como 2Vid. mfra, §5(111.13.1—2. 515 neutros plurales en griego y latín pero no en antiguo indio y, su opinión, es la situación del antiguo indio la que refleja estadio más antiguo. Por lo que a las decenas superiores refiere (a partir de “60” o de “70” según lenguas), siguiendo postura general de su época, cree que se han formado con ordinales como primer término de compuesto. en el se la los El libro de Sommer no supuso una aportación demasiado grande de ideas explicativas de la formación general de las decenas en indoeuropeo, pero sí tuvo gran importancia precisamente para que se impusiera el concepto de “modo de formación gen decenas en indoeuropeo” pues fue decisivo para erradicar3 una idea que se había introducido en el sig la investigación sobre los numerales indoeuropeos4 mucho desterrar, a saber, que entre las decenas “60 produce un corte en la formación morfológica que sen del hecho de que en indoeuropeo, al igual que ocurre tal vez por influjo de éste, según algunos autores), fase antigua un sistema de base sexagesimal. La críti a esta idea por parte de Sommer (Pp. 57 ss.> es cert los puntos de diferencia entre el indoeuropeo y sumerio y acadio, que permiten hablar en esas lengua eral de las acabar de lo pasado en y que costé y “70” se a un reflejo en acadio (y hubo en una ca explícita era y señala los sistemas s de sistema sexasegimal, pero no así en indoeuropeo. En efecto, sc había aducido como prueba la importancia del “doce” en indoeuropeo, especialmente la formación germáncia tipo gót. tw¿iuif, pero Sommer razona impecablemente que una formación que significa “dos demás” hace referencia indudablemente (aunque de forma indirecta) a 3 Ya antes autores como Pisani (1932> habían ofrecido argumentos para rebatir la concepción que veía en los numerales indoeuropeos huellas de un sistema sexagesimal. 41/id. notablemente Schmidt (1890), Hirt (1892), Nleringer (1904: 166—169>. 516 “diez” ~‘. Sommer también trata el problema del Crossbundert germánico6, pero lo más interesante de su crítica está en relación con el análisis detallado de la formación de “60” y la decenas superiores en los diferentes grupos indoeuropeos, que ocupa la primera parte de su trabajo (PP. 1—57) y que luego (pp. 85 ss.) retoma como argumento para rebatir la hipótesis sexagesimal. No es ahora el momento de entrar a discutir en detalle sus propuestas de explicación de formas como gr. ~uI38oHiixovTa, by8o¡jxo~ia, FiL’flL)T1XOP-La, por ejemplo, ya que las retomaremos en apartados posteriores dedicados específicamente a esa lengua, pero sí de señalar su acierto al argumentar que, frente a lo que creía Brugmann (1917: 34—35), las formas griegas no pueden interpretarse como “séptima decena”, “octava decena”, etc. y entenderse, por tanto, como derivadas de los ordinales, procedimiento que Brugmann también encontraba en lat. septuaginta y nonaginta y en las decenas “60—90” de las lenguas celtas, sino que, en el caso del griego (el principal apoyo para dicha hipótesis) hemos de contar con una explicación fonética y no morfológica. Con esto, además de con sus análisis de las decenas de las lenguas germánicas y del antiguo indio privaba de fuertes apoyos a los partidarios de la hipótesis sexagesimal, que veían en los supuestos cambios de procedimiento de formación un argumento para 7 defender dicha hipótesis. Por otro lado, en perspectiva 5Vid. nuestra discusión de estas formaciones en §5(11.12.6. 6Sobre el que vid. §XIV.l.4. 7 Manczak (1985> añadió un interesante argumento para restar importancia a las diferencias de formación que se observan en las decenas superiores de algunos grupos indoeuropeos. Según él, en todas las series los numerales más bajos, debido a su mayor frecuencia de uso, son más conservadores que los superiores, de 517 histórica, Sommer abría así también el camino para la explicación unitaria que avanzaría posteriormente Szemerényi. Sin duda, el tratamiento que la explicación de las decenas en el de Szemerényi (1960>. Tras testimonios de las decenas en las indoeuropeas (PP. 5—66), sobre el por separado de la evolución en aborda el problema general de decenas en indoeuropeo y (p. 11 primer término de compuesto respectivamente, *wI—, *tri—, *októ— y *newñ-. más las un di fe que cada la for 5) llega en las *kWetwT~~, influencia ha ejercido para lenguas indoeuropeas ha sido detallado análisis de los rentes familias lingúisticas volveremos cuando tratemos una de ellas, Szemerényi mación originaria de las a la conclusión de que el decenas indoeuropeas es, *penkWé, *swc=ks, *septiñ-, Adrados (1961), en su reseña del libro de Szemerényi, ya criticó la reconstrucción de sonantes largas, para las que, segón él, no se puede postular ningún contenido fonético, sino que son meras notaciones de sonante seguida de laringal. Hoy en día la existencia de sonantes largas en indoeuropeo parece mayoritariamente rechazada, lo que, ya incluso desde el punto de vista fonético, nos obligará a replanteamos las propuestas de Szeme rényi• Otro aspecto del que hay que ocuparse, por lo que a la reconstrucción de los primeros términos de las decenas se refiere, lo constituye el hecho de que Szemerényi (p. 132> se esfuerce por afirmar que no hay variación entre unas lenguas y otras, es decir, que en los primeros términos de las decenas no se registra una variación entre elementos con flexión y radicales, cuestión sobre menor frecuencia de uso y más susceptibles, por tanto, de refecc ión analógica. 518 la que vid. §XIII.13.t—2. Por o cons iderac view of wel l—estab no variati were left norm. On var ious tra parte, no ión de índole the fact lished set, i on whatsoever in a fluid the contrary, formations of podemos general that t n which it is state, it is the in resistir la tentación de citar la que sigue a dicha afirmación: “In he lE numerical system is a the forms of “2—10” and “100” show unreasonable to assume that “20—90” without a conventionally accepted imperative to try to understand the dividual languages as deriving form orie common pattern which, however, lent itself to the varioys transformat ions observa, la neogramát i co parte del axi en la que no muchos puntos Szemerényi se los datos de re que oma pue el res i nt ro realized in the in flexión de Szemer el de los propios de reconstruir una den encontrarse yac estudio de los n ente precisamente de una forma dividual languages.” Como ényi es de un corte neogramáticos, en tanto lengua completamente unit ilaciones ni alternativas. umerales llevado a cabo de esto, de intentar enc preconcebida de entender se más que aria En por ajar la reconstrucción del indoeurope se produzca muchas veces una con un correcto análisis de 1 a su explicación, pero en los inverosímiles para no ir indoeuropeo. o, lo que hace que, al leer su libro, extraña sensación, ya que el autor, os datos, va directamente encaminado últimos momentos recurre a hipótesis en contra de su concepción del Por lo que más directamente afecta a los numerales en el pasaje citado, hemos de hacer, en primer lugar, una observación de carácter general: hoy en día, salvo excepciones, parece admitirse comúnmente la idea de realizar una reconstrucción de un indoeuropeo por una parte, dialectalizado y, por otra, con diferencias cronológicas, lo cual, como veremos, permitirá arrojar mayor claridad sobre las divergencias que se observan en cuanto a la formación de las decenas. 519 El segundo punto afecta ya únicamente a Szemerényi puede hacer que nos gustaría discutir del los sistemas de numerales. La pensar en un primer momento en número ex pr e s otras puede 2 sed pal a ser de Gree as par bras, expres nberg t of todo ado e (1978: 254): the numerical “Every syst em number r (0 in any language. numeral por debajo del límite d n dicha lengua. Como el propio glosa, se trata del principio de continuidad, es no puede haber huecos, números ión numeral en una lengua. Por ra les expres 255> sistema de nume que queden sin Greenberg (1978: critica habido propuestas en las que existieran los numerales “1 Obviamente Greenberg está interpretaciones diacronícas sincrónicos no son cxactas. E se refiere corremos el riesgo sentido de que hay que postu deriven todas las formaciones al estilo de Szemerényi universal de Greenberg>. Una románicas nos servirá para aclarar existencia ochenta fr tuviéramos t obstante, ejemplos principio Greenberg o existe, ex en inferiores a él, de una forma de decir ente a fr quatre—v más da os, podría tanto el sistema del del universal de Ore de continuidad. En sól establece que en ist todos los numeral pero no establece diacrónicamente inferiores a él. expí í citamente se postulaba 0—60” en que se or lo q de que lar un pre sen quien, y lo ha ue la un tes ob can O be en e una lengua Greenberg lo decir, en un intermedios otra parte, el hecho de que haya que en indoeuropeo no “70—SO”. ro ciertas universales i u docu r op cas n vaya en el “100” pero cierto, pe hecho de sus a las decenas ínterpretació ico procedimien en las lengua viamente, no vez más, el ejemplo de to his con las del que tór i cas, ocía el lenguas ideas: lat. centum presupone 80’ ingts hacer es paño enberg, otras cortes es que en latín, mientras que e en principio, y si pensar lo contrario. 1 como el del francés pues en ellos actúa palabras, el universal sincrónicos si un nume expresan valores numéri que si un numeral se manti la sp. no No son el de ral cos ene tengan necesariamente que hacerlo los numerales pasaje afirma el un citado ción de versal 520 Pero, volviendo a la discusión nos gustaría decir que, con todo, entre sus explicaciones acerca de integran las decenas (Pp. 135—136 presentan está de alguna manera reía *d— de *dekm en la expresión de las Naturalmente, tendremos que hacer respecto. de las ideas de Szemerényi, hay una muy buena propuesta los primeros términos que ): que la vocal larga que cionada con la pérdida de la decenas, *(d)kont—/*(d)kmt—. bastantes matizaciones al Por lo que a este segundo elemento que entra a formar parte de las decenas se refiere, siguiendo toda la tradición anterior, admite (p. 115) que está basado en el cardinal “10”, sólo que, acuerdo con su reconstrucción’3, postula que era *deknit, procedente de un anterior *dekemt/*dekomt. Llama la atención a detectan continuación sobre el hecho entre los grupos de lenguas indoeuropeas parecen irreconcili refiere. De un lado ejemplos más claros formaciones en —gintá respectivamente, que desinencias de neutros duales. De otro lado hacen necesario postu ables por lo que a ese tendríamos las formacio son el griego y el y en —xotrta (—ginil y se interpretaban nom.—ac. plu. y. par estarían el resto de lar dicha formación, y, el antiguo indio, lengua que, decenas con el elemento —Sa de que se formaciones que segundo elemento se nes “neutras”, cuyos latín, que ofrecen —XooU para el “20”>, generalmente como a el caso del “20”, las lenguas, que no de forma destacada, al menos parcialmente t, que —y en esto lo forma las lleva razón A Que ya hemos discutido en el capítulo X. 9Szemerényi <1960> está siguiendo aquí la terminología ya expuesta de Brugmann. Poco después de esta exposición pasa precisamente a referirse a sus teorías y a criticarlas. 10Los detalles en §5(111.10. 521 Szemerényi- no puede proceder ni de X~~komte ni de *—kmta, ya que se esperaría **—santi o **—sati. Sin embargo, tras esta constatación y la correcta crítica de planteamientos sencillamente i es reconstruir indoeuropeo, ha y, puesto que e el griego será desarrollo prop proto—latin y suponía la pé acuerdo con Szemerériyi (p. no se perdiera desarrolló una entrar a rebati anteriores, viene un cúmulo de propuestas ad bac nsostenibles. Dado que, como veíamos, su intención un procedimiento de formación único para el de intentar reducir uno de los dos tipos al otro 1 tipo “neutro” sólo viene exigido por el latín y éste el que intente eliminar, explicándolo como jo de dichas lenguas. Según él los hablantes de proto—griego se encontraron con el problema que rdida de la *—t final de las formas en *-kont de las tendencias generales de esas lenguas. Para 133) hubo una resistencia a dicha pérdida para que el vínculo con “100” y con “20” para lo que se vocal de apoyo 0>2. No creemos que sea r la explicación. nc cesar i o Por lo que a la *—i de “20” sc refiere la explicación también es rocambolesca: a partir de un originario *wikont se habría llegado a *wikmt por influencia de la década inmediatamente anterior, *dekrnt en su reconstrucción, y de ahí se habría producido un reanálisis de *wiknij como “dos dieces”, por lo que se le dotó de una terminación de dual en —1. Sin embargo, acto seguido, Szemerényi afirma que el resto de las décadas no se vio afectado por dicho cambio y mantuvo la forma sin flexionar *-kont. ideas ideas asume dos ti En los últimos años se ha asistido a una recuperación de las tradicionales, aunque modificadas en consonancia con las actuales sobre el indoeuropeo. Así Eichner (1985: 165—167> que, a partir de una forma masc. o fem. *d¿ikont, debió haber pos de formaciones para las decenas: 522 ,3risas)1) compuestos 2> sintagmas: determinativos tipo *trii~onts . 13En contra de lo que hemos hecho en otras ocasiones no ofrecemos los datos del galés medieval, dado que se ha producido una total remodelación del sistema. Los numerales “40”, “60” y “80” se forman mediante compuestos multiplicativos cuyo segundo término es “20’ y el primero, “2”, “4” y “6”, respectivamente y “50”, “70” y “90” por adición de “10” a la decena inmediatamente anterior, según el procedimiento general de formación de los numerales intermedios ya descrito anteriormente (§5(11.2.2>. Para la comparación con otras lenguas indoeuropeas y con el antiguo irlandés sólo resultan útiles, pon tanto, “20” ugein(t> y “30” trimucein(t). Vid. Strachan (1909: 310—311), Pedensen (1913: 129—130) y Greene (1992: 540—541>. 524 2.1. Observaciones generales Como se observa14, no se puede establecer ninguna regla sincrónica que permita explicar la formación de las decenas en antiguo irlandés a partir de las unidades correspondientes. La relación entre da “2” y fiche “20” es únicamente semántica, sin ninguna coincidencia morfológica. Es cierto que ése es el caso extremo, pero si tomamos, por ejemplo, cOle “5” frente a Coica “50”, estaríamos tentados de establecer un sufijo —a, hipótesis que no se sostiene en cuanto contrastamos el par se/Sesca. Ni siquiera entre los numerales “7”—”9”, que presentan gran afinidad, y sus decenas correspondientes se puede establecer una regla de derivación. Así pues, parece claro que el sistema de formación de decenas del antiguo irlandés no es productivo sincrónicamente, por lo que la explicación de sus formas ha de hallarse en su prehistoria. Veámos las distintas interpretaciones que se han propuesto. 2.2 El numeral “veinte ” El numeral “20” plantea algunos problemas, fundamentalmente por lo que a la cantidad de la —1— se refiere, dado que la fonética del antiguo irlandés exige que proceda de *4—, como ya señaló Brugmann (1890: 24). Szemerényi (1960: 24) plantea, en consecuencia, la doble posibilidad de explicar *w?í— dentro de las lenguas celtas bien por analogía de la forma en composición *dwi— o bien entendiendo que en las lenguas indoeuropeas que presentan *wT- la vocal larga se debe a analogía de *tri- en la decena siguiente. Dado que el problema es general y ha de resolverse por comparación y valoración del sistema en su conjunto postponemos la 141Jid. los numerales “1”—”9” en los capítulos I—IX. 525 15 discusión para más adelante Por derivar lo produce a final o lo que a -che se de lE *-knjt-. divergencias a no. Brugmann (19 refiere parece haber acuerdo general ¶6 en Ahora bien, hay que hacer notar que se la hora de restablecer si había vocal 17: 31) se limita a clasificar la forma entre las que originariamente debían de tener singular y Pedersen la hace partir de *wí—kmis. conviene introducir las formas del galés antiguo, cómico, ucent. que hacen postular’7 un segundo el Greene (1992: 511> señala que *wikenti, la fo evolucionaría regularmente *wiknñY, podría reinterpretada como un dativo de un tema en —nl-; llama la atención sobre lo irregular de la forma de que sugiere que *wikentl fue tratado como el nom. masculino temático. Y afirma a continuación que e conversión de las décadas en nombres con declinació de haber comenzado precisamente en “20”, ya que *—konta del resto no se prestaba a reanálisis como la declinación de los temas en —nl— del ant forma casual de En este punto uceint, y del emento *—kmti. rma a la que haber sido pero también dual fiche plu. de un 1 proceso de ri completa debe la terminación ningún caso de iguo irlandés. rdemos que en antiguo temas masculinos en - irlandés ~ todas las decenas se declinan A su vez las cómico vienen a formas citadas un poco más arriba del galés y el complicar el panorama, puesto que su elemento 15Vid. 55(111.13.1—2. ‘6Vid. Brugmana (1917: 31>, Pedersen (1913: 129), Szemerényi <1960: 23), Greene (1992: 511). ~17 Vid. Pedersen (1913: 129>, Szemerényi (1960: 24>, Greene (1992: 540). 1’3ViId. p. ej., Thurneysen (1946: 244). Reco como 526 inicial u— no puede hacerse derivar directamente de *wi-. Se ha postulado que *u— por sí solo podía expresar el numeral “dos”, pero parece mucho más probable una explicación como la ofrecida por Greene (1992: 540), para quien se trata de una abstracción a partir de formas como cómico douceint “40” (de *dou uiceint>, reanalizada como do-uceint, dado que, además, la evolución fonética de “60” (*triuiceint > triceint) no ayudaría a mantener la conciencia de la forma originaria de “20”. 2.3. El numeral “treinta” Por lo que a “30” se refiere, las posiciones de Szemerényi (1960: 22) son completamente asumibles Frente a la postura dc l3rugmann (1890: 28—29>, para quien la —1— de tricho debió de ser originariamente breve según el testimonio del bretón tregont y haber sido remodelada después por influencia de fiche y de trí— 20 21 funcionando como forma ante sustantivos, Szemerényi defiende que la —1— de tnicho es larga, pues si no el resultado fonético esperable habría sido **trecho, lo que concuerda, además, con el testimonio del galo OHNIEVS TRIcoNTIS “en todos los meses de treinta días”, con 1 longa. Por su parte, la forma trogont del bretón se explica bien como una refección dentro de esta lengua por influencia de la forma composicional del “tres”, tU—22. 191/id. Greene (1992: 511). 20Una postura similar en Thurneysen <1946: 247>. 21Poniendo en relación y complementando ideas anteriores; vid, la bibliografía que el propio Szemerényi cita. 22Vid. en este mismo sentido, Greene <1992: 541>. 527 2.4. El numeral “cuarenta ” Para “40” Brugmann (1890: 29), Pedersen <1913: 130> y Thurneysen (1946: 247> partían de *kWetru~~kont~, para lo que ofrecían el paralelo del galo petrudecametos “14”, en el que *kWetru~ > petru— también se encontraba como primer término de compuesto en un numeral. Szemerényi (1960: 18), en cambio, dentro del marco general de su teoría, la hace derivar de *kWetwÉkoft~> *kWetr~kont~, con posterior síncopa de la —~- y vocalización de la —r— en —ar--. Greene (1992: 511) acertadamente señala que cualquiera de las dos formas propuestas podría explicar cethorco, pues lo único que permite reconstruir directamente esta forma es *cethrco en el periodo posterior a la síncopa en antiguo irlandés. Así pues, la reconstrucción de una proto—forma más allá de ésa sólo puede reposar en la comparación con otras lenguas indoeuropeas, o lo que es lo mismo, la forma del antiguo irlandés nada aporta para la reconstrucción de la vocal final del primer elemento. De momento 23 sólo nos interesa retener esta idea 2.5. El numeral “cincuenta ” En cuanto a “50”, se ha asumido con frecuencia24 que se trata de una forma que ha sufrido síncopa: *kWenkWékont~ > ackWenkont.~; pero, de todas formas, el vocalismo no responde a la evolución fonética y se debería a analogía del de “5”, COle. Szemerényi (1960: 22—23, n. 106) no aceptaba la posibilidad de tal síncopa, basándose sobre todo en la forma bretona pymwnt, para la que monta una complicada explicación con tal de hacerla derivar directamente de SE *penkWékont~. Según él, éste habría dado *pimpigont > *pimpgwnt con pérdida de la —1- tratada como vocal composicional, que, posteriormente (y del mismo modo que Anticristus evoluciona a 23Vid. 5XIII.ís.í. 24Así Thurneysen (1946: 246—7), Greene (1992: 511). 528 Angbrist> habría pasado de *pira(p)kunt a *plnhunt a final siglo VIII, lo que, además, obliga a pensar que se trata forma introducida tardíamente en el texto en que aparece. más sencillo parece asumir, como hace Greene (1992: 541 tanto galés pyn¡hwnt como bretón pimnrnont apuntan a una *piinpont procedente de *pempont, que sería el equivalente de la forma con síncopa del a.irl. *kwenkwont. 2.6. El numeral “sesenta ” Por lo que a “60” se refiere, se ha admitido generalmente que sesca procedía de IB *sweks-kont--”5. Sin embargo, Sommer (1950: 23—24, n. 3) sugirió como alternativa que procediera de *sweksu-kont-, con la misma vocal de unión que, según él, era reconstruible en “70” y “80”, propuesta aceptada por Szemerényi (1960: 5) y Greene (1992: 511), quien, no obstante, hace la observación de que habría las mismas posibilidades de hacer derivar la forma de *sweks~—kont-. Razona Greene que de un originario *sweks—kont- lo esperable sería **secco del mismo modo que de *eks—karants “enemigo” tenemos ecrae; sin embargo, creemos que sigue siendo pertinente la observación de Thurneysen (1946: 509), para quien la diferencia de tratamiento se debe a que el desarrollo habría que frontera de - . 26analogí cas incluso del presente añadir que el morfema y, po que esto es periodo del tratami r tanto, así lo p antiguo ont- > Xsesca es anterior. A esto ento de *eks— se produce en está sujeto a remodelaciones rueba el hecho de que, dentro irlandés, frente a la forma 25Así Brugmann (1890: 35), Pedersen 509). ejemplo de resultados de las (1946: 509) con e remodelación del otras consonantes 1 > t ( t > ecli (1913: 130>, Thurneysen (1946: sufi jo lo ofre por ce el analogía con los propio Thurneysen es del de una Mucho ), que forma exacto en *sweks—k 529 27ecr(a)e que, efectivamente, parece la más antigua también atestiguada escar(a>e, de igual significado prefijo rehecho. 2.7. Los numerales “setenta” y “ochenta” En cuanto a “70”, la f bien de *sextamo-kont- forma <*sechtom—u—cont- alternativas de Thurney (1890: 38), quien hace forma que, según él, U36oinixo¡rca, explícitamente de dónde señalar su presencia en galés trimu—ceint— “30” que tanto en sechtínogo una vocal de unión. Sommer *sextamukont - o el griego, como final del pT 1< 0 PI a presente en CO tenemos y con el orma se hacía proceder tradicionalmente bien de *sextamu-kont—. 29 Esta última o *sechtnnn—u-cont- son las propuestas 30 sen) es también la que asumió Drugmann derivar la primera parte de IB *septo¡n, se habría conservado también en gr. y el35ouaxus; Brugmann no señala procede esa —U—, sino que se limita a otros numerales como cethorca !?40fl31 o Greene (1992: 511> se limita a afirmar como en la forma para “SO” se ha perdido (1950: 44—45> acepta como forma proto—cél y explica que, frente a otras lenguas como el 1 que presentan un vocalismo largo con timbre a primer término del compuesto (lat. sept¡flginLa, la —u— del celta se debería a influencia de la Morco, siguiendo la idea de Pedersen (1913: 130>. Por lo que a “80” se refiere, ti ca at in o e gr. —u— se hacía remontar 27 Vid. Thurneysen <1946: 507> para los apoyos de esta explicación. 28 Vid. Pedersen (1913: 130), que también acepta la otra posibilidad 29 Vid. Thurneysen (1946: 247). 30Vid. también Brugmann (1914: 35). 31Vid. §5(111.2.4. 530 22 tradicionalmente a *ocbtrnnu—kont— (Pedersen 1913: 130$ Thurneysen 1946: 247), cuyo primer elemento se explicaba por analogía con *sechtamu—kont— “70” (Brugmann 1890: 36, Sommer 1950: 44, etc.) e, incluso, a *oktowékont--, formación a partir del ordinal, propuesta esta última rechazada con razón por Sommer (1950: 44) y Szemerényi <1960: 13). Sommer (1950: 45>, sin embargo, pone en tela de juicio la posibilidad de reconstruir un a forma celta común *oxtm “8” que permitiría explicar cómodamente las refecciones sufridas por el ordinal33 OChtmad y por la decena ochtrnoga, pues aporta el dato del galés wyth, que no tiene huellas de nasalización y que por el carácter de la vocal hace pensar en una forma anterior con vocal larga pero posterior. La explicación más convincente tanto para “70” como para “80” es, no obstante, la de Szemerényi (1960: 9—11), aunque prescindiendo de una de las formas indoeuropeas que él reconstruye. Él parte, en efecto, de IB *septíñkont— y *októkont-, que habrían evolucionado en celta a, respectivamente, *sext(a)ní~kont-- y *oxtUkont-, En ese estadio se habría producido una acción analógica por parte de esta segunda forma sobre la primera, con lo que “70” habría quedado como *sextamúkont—, que, a su vez, habría influido posteriormente a “80”, de modo que habría pasado a *oxtamiikont-. Tendríamos así ya las formas de las que derivan las atestiguadas históricamente en antiguo irlandés. Como se ve, el juego de analogías entre “70” y “80” parece aceptable, lo que ya no lo es tanto es que la única posibilidad para explicar “70” sea partir de TE *septfñ—kont—.34 32Quien también admite la posibilidad de que proceda de *oktmrno—komt---, en cualquier caso por analogía del “70”. 33sobre el que vid. §XVI.9.1. 34Vid. §xííí.í3.í. 531 2.8. El numeral “noventa ” Finalmente, por lo que hace a “90”, Pedersen (1913: 130> la derivaba de *r>ewoko¡nt— y Thurneysen (1946: 247) la hacía remontar 25 a *nawu— ~ *nowo—konj— . Sommer (1950: 44) señaló adecuadamente que, en cualquier caso, lo que estaba claro es que la forma del antiguo irlandés no podía derivar del ordinal *neweno—, mientras que Szemerényi (1960: 15) partía de un IB *newñkont— >. *neurñkont— >. *nounákont- > *n~n~cho y, por haplología, cocha. Sin embargo, a nuestro juicio, no resulta necesario contar con ninguna haplología. Si partimos de una forma IB *ieun—kont--, es decir, con el cardinal correspondiente como primer elemento sólo que con una distribución silábica distinta a la que es normal cuando aparece de forma independiente (*JleWfl) pero que cuenta con paralelos en otras lenguas, como lat. flcn¡agirit¿i (con non- procedente de *neun-), la evolución esperable habría sido *nñga, con —en-> —ou-- > -ó-- y con —g-. (oclusiva sonora> como tratamiento normal de la velar sorda al perderse la nasal37. Sin embargo, un final en —ga (con oclusiva sonora) tenía pocas posibilidades de mantenerse como tal en las decenas, ya que la mayor parte de 38 ellas tenían como final (es decir, como parte interpretable como “sufijo” de decena) —cha (fricativa sorda resultante de 39 lenición) , por lo que no sería extraño que en nbcha tuviéramos un 35Greene (1992: 511) mantiene la doble posibilidad, que formula corno *nowu/nawa-kont-. 36Vid. Thurneysen (1946: 39—40). 37Vid. Thurneysen (1946: 126—127). 3’3Salvo “60” y posiblemente “50”, con final —ca (oclusiva sorda>. 39E1 final —ga de setúhtmoga y octhrrzoga procede de —cha por sonorización y es reciente; vid. Thurneysen (1949: 82). 532 resultado no fonético debido a analogía40 3. LAS DECENAS EN LATíN4 ’ 20: uigintl 30: trTgint~ 40: quadr~gintfl 50: quinquaginLa 60: sex~igint~ 70: septu~ginLa 80: octóginti~ 90: non~ginta 3.1. Observaciones generales Como se observa, parece que en latín hay un sufijo (desde el punto de vista sincrónico> de decenas bien establecido, -gintá; sin embargo, la productividad del mismo en el latín histórico es al menos discutible, dado que no se puede formular una regla que permita derivar las decenas a partir de las unidades correspondientes: en efecto, no se puede encontrar una regla sincrónica que explique cómo a partir de las unidades se derivan los morfemas a los que hay que añadir —gintÁi. Al igual que hemos visto para el celta y como veremos igualmente para las otras lenguas, también en este caso la conformación del sistema hay que 40 Que la forma de “90” con final en —cha no podía ser antigua ya fue advertido por I3rugmann (1890: 39), quien afirma que frente a nól n— lo esperable para “90” sería *n5ica y quien correctamente, lo atribuye a analogía con formas como tricha, etc. 4~1 No tenemos atestiguada ninguna decena en las otras lenguas itálicas, pues, aunque a veces aparecen estos numerales en las inscripciones conservadas, se notan con los signos numéricos correspondientes, lo que nos impide conocer su forma lingiuística. 533 buscarla en épocas prehistóricas de la lengua. Antes de pasar al estudio detallado de cada una de las decenas latinas abordaremos los problemas generales que el análisis de las mismas plantea: la presencia de una velar sonora —g— como inicial del segundo término de compuesto, el vocalismo —— de ese segundo término, el origen de la vocal larga —W- que aparece extendida a buena parte de los primeros términos de las decenas y la —~ final de “30” hacia arriba. 3.1.1. LA VELAR SONORA DE —gínMi Por lo que a este primer problema se refiere expuestas han sido varias, aunque casi todas con el común de considerar que se trata de una evolución dentro de la configuración de la propia lengua latina tanto, no afecta a la reconstrucción de las indoeuropeo. Se parte de un LE *(d)kínt- (el grado de interesa ahora) y la sonorización se produce en al entre la proto-lengua y el latín histórico. las ideas denomi nador explicable y que, por decenas en la raíz no gún momento Antes de abordar los detalles fonéticos y morfológicos de este tipo de propuestas nos gustaría exponer, para dejarla ya descartada, una explicación recientemente avanzada por Shields (1992>. Según él, dado que —girO- deriva en último término de *(de>knt “10” y ésta es, a su vez, una forma compuesta que en un momento dado aparecía simplemente como *de-k, 42 resulta razonable pensar que hubo una variante en sandhi *de-g. A ambas se les añadió con posterioridad la marca de no singular *-n, con lo que surgieron las formas *dekn y *degn, a su vez recaracterizadas por la marca de no singular *—t. El latín habría generalizado la forma 42Vid §X.2.l para su explicación etimológica del “10”. 534 con sonora para los cardinales, mientras que en ordinales, multiplicativos y distributivos todavía se encuentran formas que derivan de la variante sorda, como uicésimiis, tniCesimus, etc. Según él, el proto—latín heredó *kn(t) y *gn(t), especializando el primero en los ordinales. Intenta, además, apoyar el hecho de la diferenciación morfológica a partir de un doblete con oposición sorda/sonora, en hechos como la presencia de —d como desinencia de 3a pers. sg. en lat. arcaico frente a -4 en otra lenguas o de la preposición sub frente a gót. uf. Como se ve sin más, la propuesta de Shields plantea más problemas de los que resuelve. De entrada uno parece obligado a asumir su idea de la existencia de dos sufijos de no singular -n y —t que parecen poder combinarse en orden aleatoria y recaracterizarse uno a otro continuamente 43. Por otro, aunque se admita la posibilidad de que en algún momento hubiera existido una variante *deg frente a *dek en sandhi creemos, con Szemerényi (1960: 166), que la propia existencia en latín de los ordinales de las decenas con sorda es argumento suficiente para rechazar la explicación. Los ordinales son una creación reciente en indoeuropeo basada en los cardinales (o numerales indiferentes a la oposición ordinal/cardinal) por lo que resulta inadmisible pensar que la —g- de —gint~ se haya conservado desde el indoeuropeo. 44 Entre las explicaciones de carácter fonético , dentro de la propia historia del latín, para la —g— de —gínM las más interesantes han sido las siguientes: 43Vid. Shields <1985: 196 y 1992: 219—221). 44 Las explicaciones más antiguas fueron recopiladas por Szemerényi (1960: 165—167), al que remitimos. 535 Szemerényi (1960), desarrollando una idea anterior Thurneysen, señaló que en las centenas la sonorización sólo produce cuando la velar se encuentra entre nasales, *—nkn-, lo le indice a pensar que en las decenas ha sucedido algo similar: sonorización de *-k— se debería a que se encontraba (según teoría) entre una sonante larga y la sonante de *-knt-~ Szemeré atribuye, además, una mayor capacidad de sonorización a sonantes largas dada la mayor duración de la vibración de cuerdas vocales que conllevarían. A partir de “40”, “70” y “90” formación con sonora se extendería analógicamente al resto de decenas. Pisani (1962: 205) ante *.q~ secundaria, en propuso que un proceso la sonorización se como ujcent- (con producí a evolución normal de IB —fi- La sonorización consonántica. a lat ~0W) > (por síncopa) sería similar a la que se uYcnt —> sufre g Montei 1 a -genLa por <1970: 245) asimilación se limita a decir que de sonoridad. *—kent?á evoluciona Para Leumann (1977: a distancia de xt~k~~t 489) la sonora se debe > t—g--t. a una dimisilación En cambio Perotti (1985) cree que la sonorización de la velar sorda se debe a que absorbe *—dkm—t~i al desaparecer ésta. la sonoridad de la *—d- inicial de Creemos convincente. que, aunque fenónemos de probado dentro que ninguna de ellas La de Leumann nos choca como el autor intenta ofrecer disimilación a distancia de la historia del latín. resulta altamente otros no son por completo improbable, ya paralelos, los algo realmente de se que la su nyi las las la las u i g 1 n 1 ante it 536 En cuanto a la de cuanto no se admite la indoeuropeas. Por otra resulta innecesario, sencillas. Szemerényi, el argumento pierde fuerza en existencia de sonantes largas en las formas parte, como veremos un poco más abajo, esto puesto que existen alternativas más Las propuestas de Nionteil y, sobre todo, la de Pisani nos parece que van más en la línea adecuada, aunque no resultan completamente satisfactorias; la de Monteil, por demasiado imprecisa y la de Pisani porque introduce una evolución intermedia con síncopa innecesaria a nuestro juicio. Antes de desarrollar nuestra propia idea digamos que la sugerencia de Perotti puede que tenga una cierta validez, pero como factor coadyuvante, no creemos que principal. A nuestro juicio, siguiendo a justifica por sí sola en un estadio ab ido, t icra de la icis de e para dent Sin e 5 en mi Sa sta la ro Pisani, la sonorización se 45 *(d>knt- , donde tenemos un carácter muy similar al grupo *-kn— que, como es e ha asimilado en *—gn-- antes de que la *—g- se 46 una nasal velar ; los ejemplos son abundantes: sma raíz que decet; ilignus de la misma raíz que lignus frente a sauix, —ICIS; etc. Creemos que la explicación es que no hay que postular un fenómeno evolución prehistórica de —gint~ sino que ésta se de fenómenos afines en la historia de la lengua embargo, en contra de Pisani, no creemos que el *—knt- se deba a síncopa a partir de *-(d)kont--, sino el vocalismo del que hay que partir para explicar latinas, según veremos en los dos apartados siguientes. que las mfra 46Sobre este para el grado vocálico de la fenómeno vid. Leumann (1977: *-kn- dgrupo bien s convi r dignus 11 ex, ventaja ad hoc integra latina. estadio ése es decenas raíz. 199). 537 3.1.2. EL VOCALISMO -1- DE -giniVá Las vocalismo de otras cero, *—( grados o, decenas latinas presentan la peculiaridad de ofrecer un —1— en su segundo miembro que no tiene paralelos dentro lenguas indoeuropeas, en las que aparecen, bien grados d>knt- (que en latín habría evolucionado a *gent-), bien *-(d)kont- (que en latín habría evolucionado a *kont—>. Brugmann aduciendo que de casos dist Aunque creemos hay que partir dificultad de improbable que las decenas. <1911: 32> se inclina por la primera opción, el grado cero podría haberse debido a la influencia intos del nom.-ac. *—komla, como el gen. —krntórn. que tiene razón en cuanto al grado vocálico del que para explicar el vocalismo que ofrece el latín, la su razonamiento estriba en que resulta altamente podamos remontar al indocurpeo una decJinación de La propuesta de Szemerényi (1960: 34 y n. complicada y supone reconstruir multitud de estadios no atestiguados. El, basándose en que el griego y t 1 presentan *—kont—, reconstruye esa xurma jiaia el posterior síncopa en *—knt- y evolución fonética a * analogía con *dekern, *wikenti y *kentom. La posterior *—kent— a —Ciflt-/-giflt— se explicaría, en su opinión, ulgintí, donde la *—e-- se habría asimilado a las sílaba anterior y posterior. Por otro lado, opina la posibilidad de que *—kent- se sincopara en evolucionara con vocalización en 1 es menos probabí 33) es muy intermedios el armenio europeo, con kent- o bien evolución de a partir de dos 1 de la Szemerényi que *—knt--- y ésta e. Perotti (1985: 603) se limita a decir que la *—n— vocaliza en 47 Esta idea es aceptada por Leumann (1977: 484) y Coleman (1992: 398). 538 —In-, lo cual no es más que constatar el hecho pero sin explicar la irregularidad. Como ya señalamos en el apartado anterior, creemos que, efectivamente, hay que partir de *—(d)knt-48 con grado cero para explicar la formación de las decenas latinas. La evolución esperable49 habría sido *—kei>t-—, pero la presencia de una —1—no es tan extraña como se ha querido ver. Tenemos bastantes casos en latín en que *e>i ante nasal. Leumann (1977: 45) los sistematiza en tres: ante nasal gutural, ante nasal seguida de oclusiva labial y en la preposición in y palabras relacionadas con ella: inter, Interior, Intra, etc. Estas últimas proporcionan un buen paralelo para la secuencia —mt- que encontramos en las decenas, aunque no cabe duda de que en ella ha tenido un importante papel la existencia de in. Sin embargo, la propia existencia de in, que, en principio, se puede haber generado en sandhi frente a *en, en el segundo de los contextos definidos por Leumann (es decir, en este caso, ante palabra que empezaba por oclusiva labial> nos parece significativa para no ver la evolución en las decenas como una rareza. Las palabras que en latín empiezan por oclusiva labial frente al total de palabras con las que se combina in son un grupo reducidísimo como para suponer que la generalización de esta variante se puede haber producido si se sentía como algo raro. 3.1.3. LA —a DE —ginLa Frente al griego, que presenta —6, es decir, vocal breve, el latín tiene como final una —~ que es de difícil explicación. 4’3véase también el apartado siguiente. 49Para la sonorización vid, el apartado anterior. 539 so Ya hemos aludido a la insostenible teoría de Szemerényi (1960: 133—4), para quien los hablantes de proto—latín heredaron formas en *—koni que, fonéticamente, habrían resultado en *—kon. Los hablantes, para evitar la pérdida de la relación con las formas de “20” y “100”, introdujeron una vocal de apoyo de timbre a (una —1 o una —o hubieran vuelto a perderse> que, a su vez, ante el riesgo de que se perdiera fue alargada en -~, para lo que se vio favorecida por la existencia de una —a- ante *—kontái en ‘‘40’’ — ‘‘ 90 51 Sin embargo, la mayoría de los autores opta por —a como resto en latín de la forma originaria del nom.—ac. neutro plu. de los temáticos y que en latí aparece como —a. Sin embargo, Szemerényi (1960: 127) correctamente que dicho razonamiento es de carácter c existencia de neutros en —a en la prehistoria del latín únicamente a partir de las decenas y después se expí como conservación de la antigua forma de plu. neutro. De todas formas, habría aún un pr en su momento señaló Lejeune (1949), regularmente en —a excepto cuando se sistema, como en am~, integrado en el amas, ainarnus, etc. Por lo que a la propuesta parece razonable: el final formado una especie de “rima” con la —a- permitido su mantenimiento ahí y en toda explicar morfema n histór ha señal i rcu lar: se post ican és oblema fonético, pues como en lat. se abrevió mantenía por razones de paradigma verbal junto con s decenas se refiere, su -a de quadr~ginLa habría intermedia, lo que habría la serie. De todas las propuestas la explicación más satisfactoria, a 50Víd. §xíx.í. 51Pisani (1962: 205), Leumaun (1977: 110), Perotti (1985: 603), etc. la de i co ado la ti]. a tas 540 nuestro juicio, es la de Monteil (1970: 245>, quien parte de una doble posibilidad en indoeuropeo de combinación del numeral “diez” en la formación de decenas con la marca de neutro plural: *dk—e/o-rn-tH2 o *dk—nv-teH2. Creemos que dicha propuesta permite explicar muy bien, además, el grado cero que presenta *—knt- de las decenas latín frente a *—kont— en gr. La diferencia no se debería sino al ajuste de las formaciones a la ley de equilibrio silábico, con grado cero del radical y pleno de sufijo en el caso del latín y pleno del radical y cero del sufijo en el del griego. 3.1.4. LA —~— DE quadriqginta, quinquaginLa, ETC. La gran mayoría de los autores que se han ocupado de este tema están de acuerdo en que la —W- que precede a —ginta sólo puede proceder de “40”. Con mínimas variantes, la teoría más aceptada es que el primer término de quadr~ginLa procede de *kWetwrH~ 52 Sin embargo, la propuesta de Szemerényi (1960) también ha 53 tenido cierta aceptación . Como señalamos al hacer la exposición general de su teoría~, Szemerényi postula la existencia de sonantes largas en indoeuropeo, presentes en los primeros elementos de las decenas por alargamiento compensatorio al caer la consonante inicial de *—dkont—. Una vez aceptados estos presupuestos, la —~ del latín habría podido generarse tanto en “40” (*kWetwT~> como en “70” (*septtñ—> y “90” (*newñ—), de donde se habría extendido al resto de las decenas. En nuestra opinión hay parte de razón tanto en las 52Vid. Pisani (1962: 26), Monteil (1970: 246), etc. p. ej., Coleman <1992: 399 ss.>. S4Vid §5(111.1. 541 explicaciones tradicionales como en la ofrecida por Szemerényi. de éste como tal no es mantenible en tanto implica reconstrucción de sonantes largas para las formas indoeuropeas, que no parece apropiado. Sin embargo, sí lo es su idea 55 al argami ento compensatorio. En juicio lar i nga lar inga present sistema di ferent postular por lo dccl inaci cuanto a las explicaciones tradicionales chocan a nuestro con un problema, el de postular una forma *kWetwrH~ con 1. Parece que no hay otra manera de interpretar esa posible 1 más que como marca de plural, neutro. Sin embargo, esto a la dificultad de que, según nuestra reconstrucción del de los numerales indoeuropeo y su evolución a las es lenguas, en la prehistoria del latín no hay que que el numeral “cuatro” fue declinable en ningún momento; tanto, no parece que proceda aceptar ese brote de ón en “40. Creemos fonético. En sabido, 1 y embargo parece se da (*por ti que la explicación ha de ser más bien de corte nuestra opinión hay que partir de *kWetwr~. Como es a ocalización más normal de *—r— en latín es —or—. Sin se pueden encontrar casos de vocalización en —ar--• Esta ser la evolución normal ante vocal56. Sin embargo, también 57 ante consonante , como lo muestra el par paUlo/parís —/*prt 1—) Así pues, *kWedar~ y, por carece de parale aún, en formas parece defendible una metátesis, a *kWedra~~. los dentro del propio del propio numeral evolución de *kWetwr~ > Este tipo de metátesis no latín y, más concretamente 4”: existe en composición 55t¡id ~XIII.13.2 para las consideraciones generales. 56Vid. Sommer —— Pfister (1977>. 57Vid. Sommer —— Pfister <1977: 186>. La la lo del 542 quadru—, que ha de proceder de *kWetur~O’3 Alternativamente, se puede pensar que la evolución fue directamente a X...dpa, sin necesidad de la metátesi del hecho de que el llamado grado reducido presenta en mucha frecuencia vocal de timbre a en la cercanía de la r, como en fragilis (cf. gót. brikan), gradior (cf. gót. etc. ~ resulta que la vocalización de *r en ar paree favorecida en los grupos en que ésta aparece precedida semivocal *w: así tenemos grauis de *gWru~ (tal vez con intermedio *qWriI—) o fraus de *dhwru— (cf. a.i. dln4rati). En cualquier caso, antecedente directo a par influencia entre la forma “50” y *kWadragmnLa. En un alargado por analogía posteriormente, esa —3— se también a “60”, “70” y “90”. además, el problema del grup —O--- pertenece a la forma del creemos que se trata también de *—twr— s. Aparte latín con vibran t e grips) e verse por la un paso con la forma *kWedra~ ya tenemos el tir del que derivar quadrá— por mutua *kWinkWéginLa que hay que suponer para primer momento la —a— de “40” se habría con la vocal larga de “50” y, habría extendido no sólo a “50”, sino En el caso del “60” esto solucionaba, o de tres consonantes. En octoginta la numeral “8”; en cuanto a sept¡ThgInLa, 60 de una analogía con quinqui~gInta A continuación pasamos a ocuparnos de algunos aspectos específicos de las decenas latinas que no han quedado recogidos en las observaciones generales que hemos hecho en el apartado an te r i o r. 58Que no es sino otra posibilidad de silabación de la misma forma que hemos propuesto como base del primer elemento de quadr~gintá. 59Vid p. ej., Leumann (1977: 52). 60Para vid, la en §5(11 los detalles 1.3.6. (1977: 31, 38 y 50) y Sommer —— Pfister explicación específica de este numeral 543 3.2. Viginti Por lo que al primer término se 24) *111— puede ser el nom.—ac. dual *wei—. Szemerényi (1960: 24), dado *wiTknti, hace remontar la forma la Pisani (1962: 205) cree que ul— es un “dos”. En cambio Monteil cree que se partir de *dwi-, tal vez con un pa *dwi-->*wwi--; el carácter largo de analogía de tU- de trítgínt~, Para hubo simplicación de *dwi— ante el <1985: 603) en u?!- hay una antigua también que hubo paso *dw—>w- sin duenos/duonos>bonus, duel)urn>bellum, transformación tuvo lugar antes de cantidad de la vocal, que en el caso refiere, para Brugmann (1890: de *wI—61 o bien proceder de que reconstruye para el IB tina directamente de ésta. antiguo dual con significado trata de una simplificación a so intermedio de asimilación la vocal —IT- lo atribuye a Leumann (1977: 490> tal vez grupo *-dk’--. Para Perotti desinencia de dual —1; cree asimilación en **b- como en duis>bis, bien porque la 1 siglo III, bien por la de u?!— es larga, bien por la posición diferente del acento respecto de esas palabras. En cuanto a la —i final, Szemerényi <1960: 24), aunque no lo da con seguridad, se plantea la posibilidad de que se deba a analogía con la vocal larga —~ que caracteriza al resto de las decenas. Pisaní <1962: 205> plantea la alternativa de que sea una *—1 originaria alargada por analogía con la —1— del primer miembro o bien que se trate de una antigua desinencia de dual. Para Leumann <1977: 490) el problema no se plantea dado que reconstruye una forma TE *wik’mtT. Para Coleman (1992: 398> la forma latina procede de una 61 Vid. 55(111.13.1 para la discusión general de su reconstrucción en indoeuropeo. 544 confluencia de los dos tipos de formación indoeuropea que hubo, según él: *wikmt— y *dkmti para dar *wikmtl (forma de la que derivarían “20” en gr., a.x. y ay.). La —r final de la forma latina la hace derivar por analogía de la vocal larga de las otras decenas o plantea que se trate de una innovación dialectal *wikmti dentro del proto—indoeuropeo, posibilidad para que cree encontrar un apoyo en el hecho de que la vocal larga también parece exigida por la forma de las lenguas britónicas. Postponemos la discusión de estas propuestas nos ocupamos de la forma en indoeuropeo, puesto ican aspectos comparativos y generales. al apartado en que en ella se *tri— es para Erugmann (1890: 28) una forma de neutro, idea que también parece aceptar Pisani (1962: afirmar que tri— es un alotropo de *tnia, ambos proced *trie. Perotti (1985: 604) también señala esa posibilidad, inclina más por una explicación en la línea de Szemerényi con alargamiento compensatorio por simplificación de En cambio Monteil (1970: 246) cree que en tipos, que reflejan, respectivamente, el gr. 1 lat. tU— < *tri—112---, mientras que Leumann *tri— con vocal larga se debe a analogía con nom.—ac. 205> al entes de pero se (1960), grupo indoeuropeo había TpLa— < *tryeH,— 1977: 490) piensa Dado que en este caso también las para la reconstrucción de la forma §5(111 . 13. 1 implicaciones indoeuropea, son generales remitimos a que impí 3.3. TrigInta dos ye que 545 3.4. Quadr~ginLa La forma ha sido discutida por extenso en las implicaciones que tiene para la explicación las decenas en latín en general, por lo que nos algunos aspectos fonéticos allí no tratados. En primer lugar está la vocal —a- de evolución desde el indoeuropeo se esperaría general en que el timbre se debe a influencia remitimos al tratamiento de dicho numeral en §1 El otro aspecto a tratar dental (cf. quattuor frente general en atribuir la misma aunque los detalles fonéticos sentido, la explicación más (1985: 604>, quien argumen justificado aquí pero no en fraticidium, etc. puesto que sigue a la vibrante no procede la vocal inicial de la desinencia §XIIl.3.1.4, dadas de la formación de limitamos a añadir qua—-, * *—e— de t!4~, ~‘. 1.2. cuando por Hay acuerdo por lo que es la sonorización de la oclusiva a quadr~—). Parece haber acuerdo a un tratamiento en grupo *—twr-, no se suelen especificar. En este interesante parece la de Perotti ta que el paso *—tr—>*--dr— está casos como patrirnoniura, n,atriínoniun¡, en casos como éstos la vocal que de vocalización de *—r-- sino que es 3.5. Quinqu~ginLa y sex~ginta Nada general es hay que afecte a estas formas más que las observaciiones tratadas en §2.2.2. 3.6. Septu~gint~ y octóginta Frente a septem, la forma de la decena correspondiente, septu~g1nta, resulta de difícil explicación y eso ha hecho que se hayan avanzado hipótesis muy diferentes para intentar aclarar cómo llegó a constituirse esta última. 546 Una de remontar a octuaginLa, analogía con posterioridad influencia en las un a en propuestas época ant realidad ésta se octu~iginM el primer el que mayor aceptación ha tenido62 hace igua de la lengua latina la forma sólo atestiguada tardíamente63. Por habría generado septu~ginM y con se habría rehecho en octñginM por emento del cardinal “8”, oU5. Como han octuaginLa es expí icación, antigua del arbitrario y forma la que 64 señalado varios autores el carácter tardío de un serio impedimento para la aceptación de esta pues, efectivamente, hacer remontar a una época latín la forma octuágint~ parece completamente es más lógico pensar que precisamente ha sido esta ha sufrido analogía de septu~gifltá y no al revés. 65 La otra explicación que ha gozado de amplia difusión es de carácter fonético. Se parte de una forma *septmá—, con la —a— ya introducida por analogía a partir de “40”, que habría desarrollado una vocal de anaptixis, con lo que tendríamos la forma *septuníá—, en la que se habría producido una disimilación de las nasales rn—iJ de *septum~ginLa en w—n, de donde *SeptuW~gInM>s&ptu~ginLa66. El 62Así Brugmann (1890: 37), Pisaní (1961: 205), Monteil (1970: 246), etc. 63C1L 3.810, 7.39 algunos autores Coleman 1992: 402). 64 P. ej., Coleman (1992: 402). Sommer (1951: Coleman (1992: 50, etc., Greg.Tur.H.F. 5.15 y clásicos, como Colum.3.3.9 y Gel 37), Szemerényi <1960: 7—8), 402>, etc. manuscritos de 1.3.10.8 *septw~ginLa>septuáginUi (vid. 547 propio Coleman la dificultad fuera anterior más si, como largas en las (1992: 401> reconoce que esta explicación presenta que supone el tener que admitir que el paso t>r~ al desarrollo m>em. La explicación se complica aún creemos nosotros, no hay que reconstruir sonantes 67 formas de la protolengua La explicación más atractiva es la de Perotti (1985: 605), para quien septu~- se debe a analogía con quinqu~ginM. Creemos que, efectivamente, este autor está en lo cierto. Sin embargo, no ofrece apoyo ni argumentación para su afirmación. La argumentación, a nuestro juicio, debería discurrir de la manera siguiente. Existe una serie de compuestos en latín con el numeral “7” como primer elemento con vocalismo —U-- en el final de éste: septuennis, septuplur», etc. Generalmente se ha sostenido que el —68 mismo procedía por falso corte de septu~ginta ; sin embargo, nosotros no creemos que esto sea así. Resulta llamativo que sólo 7” y ~‘5” aparezcan compuesto. Para con final —u— como “5” la explicación es formas como quiriquennis, con elisión de la posterior extensión a formas anteconsonánt primer compuesto citado, dado que frente puede ser un buen punto de partida, ya qu de *septm— seguido de vocal debía generar que favoreció la introducción por analogí luego se extendió en algunos casos ante alternando con la forma fonética septin—. con septu— la acción analógica claramente icas c a él e la secue a de coriso Pero, primer término fonét ica ante voca z ncuplex. sept uenn ión fonét extrañas, cal —u—, (se pi up) istir fo se vio final omo qu ex i ste evol uc nc ias la yo n a ti te al ex de en ly El 15, i ca lo que hm> , rmas muy favorecida, máxime si tenemos en cuenta que en realidad las formas Coleman 1992: 436, n. 43>. 67v1d. 55(111.13.1. 68 Vid., por ejemplo, Bader <1962: 31—37>, quien sigue en esto a Wackernagel de quiriquñgirt~ 548 quadr-, quinqu-, sex-, septu—, que resultan de restar el correspondientes, se documentan 70 compuesto oct6— y, final en latín — 89 tal vez, también non- —~gint~ a las decenas como primeros términos de Por lo que a octéginta se en hacerla derivar de *octókmM refiere, no hay ninguna dificultad 3.7. Niinaglnta Con anterioridad práct icamente general71 *noun—> *nlln— y, por J?oflagiPta, para lo evolutivo (sin 1 lingúística de explicaba como a Szemerényi <1960) habla en admitir que n3fl— procedía analogía con el timbre vocálico que, además, se contaba con el e último paso por pérdida de la la relación etimológica) de r,tindinae. introducida por analogía. acuerdo de *newn—> de noueni, para 1 e lo conciencia La --a-- se Sin embargo, Szemerényi (1960: 14>, en el marco general de su teoría sobre las decenas, postuló que nór¡~gint~ había de proceder 72 de *newñ--kont-, idea que ha sido aceptada por algunos autores 69Aquí no está tan claro, pues la igualdad hay que reconstruirla al presentar r,Undinae vocalismo distinto, que debe ser el originario en “90”. 70 Lo que puede comprobarse (1992: 424—427). 71Así, por ejemplo, Sommer también por autores poster (1977: 490), siguiendo a intermedio *nowen~gintt 72Asi, por ejemplo, Coleman en los datos recopilados por Co]eman (1951: 36). La iores como Pisan Brugmann (1914: idea ha sido i (1961: 205>. 35), plantea defendia Leumann un paso (1992: 402). 549 Dado que no creemos necesario postular sonantes largas para las formas indoeuropeas, la explicación de Szemerényi no nos resulta aceptable. No encontramos, en cambio, incovenientes para aceptar la hipótesis tradicional. 4. LAS DECENAS EN LAS LENGUAS ESLAVAS 4.1. Procedimiento general de formación La formación de las decenas en las lenguas eslavas73, al igual 74 que en las bálticas y, parcialmente, en las germánicas , se aparta de los procedimientos seguidos en otras lenguas indoeuropeas, 75 hecho sobre el que ya se ha llamado la atención desde antiguo . En estas lenguas para la expresión de las decenas se utilizan sintagmas que normalmente se han “traducido” a las lenguas modernas como “dos decenas”, “tres decenas”, etc., pero que, dado que la palabra “decena” no es en ninguna de ellas (alemán, inglés, francés, italiano, español) un numeral en sentido estricto~7~ resulta más clarificador “traducir~~ como “dos diecest~ , “tres dieces”, etc. 73sobre la que vid. flrugmann (1914: 37), Vondrák (1928: 67), Vaillant (1964: 158), Szemerényi (1960: 63—66), Arumaa (1985: 196—197), Comrie (1992: 773—782>. 74wd. §5(111.5—6. 75 Ya Bopp (1885: 239>. Vid, también Brugmann (1911: 37). 76Vid. §0.1.6.1. 550 Por lo que a las lenguas eslavas en concreto se refiere, el antiguo eslavo mantiene todavía viva la formación, es decir, las decenas son claramente sintagmas integrados por dos palabras que mantienen entre ellas una relación bien de concordancia, bien de rección. La aparición de una relación o la otra depende del carácter de la unidad: del mismo modo que las unidades del “1” al “4” (del “2” al “4” son concretamente las que ahora nos interesan) cuando acompañan a sustantivos no numerales concuerdan con ellos, se produce también concordancia con “10”, el sustantivo deseil, bien en dual para el caso del “20”, dÓVc? deset j77 bien en plural para “30” y “40”. La forma para “30” no está atestiguada en nom. en antiguo eslavo; por lo que a “40” se refiere, alternan ¿etyre desote y 6etyri desetí, es decir, la forma más antigua masculina y con declinación como tema en consonante y la más reciente como femenino en —1 Por lo que a “50”—”90” se unidades “5”—9” rigen gen. plu. rigen el gen. plu. de “10” para lo que tenemos formaciones del ti refiere, del mi del sustantivo la formación de PO peti deseló, smo modo que las que cuantifican, las decenas, con etc. Sin embargo, en las lenguas modernas78 las generalmente como compuestos en los que el quedado fijo e indeclinable, mientras que el reducción por evolución fonética quedando como decenas aparecen primer elemento segundo ha sufr un mero sufijo .77 También está atestiguada en una ocasión la forma duva desgt4, que parece ser la terminación de un tema en —jo; vid. Comrie (1992: 774>. 72Vid. Comrie <1992: 774—775). El sistema ha eslovaco por uno vigesimal sobre ~ un partir del alemán Steige; vid. Comrie (1992: exposición detallada de los hechos, sido sust préstamo 780—782) ituido en léxico a para una ya ha ido que 551 ha perdido sincrónicamente su conexión con el numeral “10”. Esta evolución se documenta ya de forma incipiente en algunos ejemplos incluso del antiguo eslavo, donde tenemos formas como PO devetí 79sutó 1 trideseti “tras novecientos treinta , Sin embargo, se ha 81 criticado la posibilidad de dicho préstamo por dificultades cronológicas, puesto que la pérdida de —Yo— en la forma griega parece ser anterior al establecimiento de relaciones comerciales entre los principados rusos y Bizancio, La única palabra a la que podría apelarse para justificar el préstamo es gr. oapaxoo¡Áj “cuaresma”, pero éste parece un apoyo demasiado débil. Por otra parte, se ha señalado que para la explicación del significado de sorok hay que tener en cuenta que en época antigua en ruso del norte esta palabra también significaba “un saco de cuarenta pieles de cebellina”, lo que parece apuntar hacia una relación con ruso sor¿¿ka “camisa, blusa” y con lit. ~atkas 79’romado de Vaillant (1964: 160). ‘30Asi Vondrák (1928), Jensen (1951/52), etc. 81 Seguimos la argumentación de Comrie (1992: 776), que a su vez desarrolla la de Vasmer (1950—58: 11.698—699). 552 “abrigo de pescador” y &va7kas, otro tipo de vestido, así 82 a.nórd. serkr. Sin embargo, esta posibilidad tampoco est de críticas, pues Jensen (1951/52) argumentó que tanto sekr “camisa” como ruso sor¿6ka “camisa” y a.búlg. sraks proceden de lat. serica, por lo que la relación entre antiguo nórdico sería debida a que proceden de la misma latina y no a préstamo de una a otra. como con á exenta a. nórd vestido” ruso y pal abra En cualquier caso, lo que ahora nos interesa resaltar es que esta palabra, a pesar de que se documenta desde antiguo en parte del eslavo, no puede relacionarse con las formaciones que presentan otras lenguas indoeuropeas, sino que se trata de una innovación dentro de la propia historia de un grupo de las lenguas eslavas. Mayor complicación ofrece el ruso devjan¿sto (y formas correspondientes en otras lenguas eslavas orientales>. Szemerényi 83 (1960: 63—66), desarrollando ideas anteriores , defendió la posibilidad de que se tratara de un resto en eslavo de la formación indoeuropea que atestiguan otros grupos como el griego, 84 latín, etc. Según su hipótesis, y en el marco general de su teoría sobre la formación de las decenas en indoeuropeo, habría que partir de lE *newñ—kont, que habría evolucionado a *newinsó(n) 82Vestigios de un antiguo valor indefinido pueden encontrarse también en la expresión las “cuarenta veces cuarenta iglesias de Moscú”, aunque la interpretación de esa expresión es dudosa. Vid. la discusión en Schutz <1986). 83E1 primero en formularla fue Prusík <1899: 599). la bibliografía posterior en el propio Szemerényi (1960: 63— en Vasmer (1950—58: s.u.). 84 La propuesta de Szemerényi es se aporten argumentos realmente defendida por Uonti nuevos. Vid. 64) y <1987>, sin que 553 y, por influencia de “80”, *ost~sú(n), a *dewYn~su y, por influencia por influenci con disimilac en el siglo señalado Comr forms makes argument”. Y podríamos hac otro lado, insos 1 ayab les de “100”, *sinto”, a *dev7n~s(ú)to que, posteriormente, a de “10”, devetl, se convirtió en *devenas(ó>to y, ión, en devenosto, la primera forma rusa atestiguada XIII y antecesora de devjanosto. Como muy bien ha ie (1992: 777>, “the number of necessary non attested it difficult to asses the validity of this line of es que, por el procedimiento seguido por Szemerényi, er remontar devjanosto a cualquier proto—forma. Por su propuesta presenta problemas fonéticos pues, como ha señalado Arumaa (1985: 197>, el resultado esperab le de *-kont en eslavo habría sido *—So, de la argumentación en contra de Szemerényi, y posibilidad de la analogía con ‘‘ cien’’ que hay juego es poco defendible. por otro lado, que hacer entrar Ya el expí icación menos atract propio alt e rnat iva- que Szemerényi (1960: iva —y, a su juicio, en ruso tuviéramos una 65—66) propuso más verosímil formación simil como aunque ar a la del resto de *deve ti desetú habría sufrido en *devedesto a la última> Honti (1987> r el testimonio manuscrito del Szemerényi no las lenguas esí que habría evo la influencia de > *devedosto (con > *devenosto deset, que “100”, súto, y habría desembocado asimilación de la penúltima vocal n disimilación de las dentales>. de razonamiento y añadió, además, wietnosto “90”, documentado en un icado en 1966 y que, por tanto, La evolución propuesta es *deveti desetti > ‘acdevetdesetú > *devetneset¿i (dismilación de dentales) > *devetnesto *devetnosto (asimilación de vocales), de donde directamente la forma que atestigna el polaco. Como se ve, se pueden hacer extensivas a esta línea de explicación las críticas expuestas a propósito de la hipótesis anterior. a pesar la eu 554 Ot r~ expí Una bski i car constataba explicación en la misma <1964: 128—130), pero en vez la evolución fonética lo que en las lenguas eslavas, línea de pa hizo fue rtir del frent e desarrollada por del cardinal para ordinal. Otr9bski a la mera presencia de —u como final también —ink Así, encuentran en adjet ivalmente) diferentes lengu continúan tanto también Otr@bski formas como a.es cardinal sedmo—deset in¡, ordinal. Otr~bsk a.esl. devetY—de miembro, debían habida cuenta de el numeral como existencia de de los ordinales ant iguo como de as esla ayo tant -deset mb atest iguan de las decenas, corno ordinal de deveti-deseti esí o deveti—desetú v~ti y, de forma si vas ordinales para sutz¡ como en *sutznu. ordinales de las decena II “septuagésimo”, con la fo n los —deset miembro formas e * que en 1. sedmi como primer , se do con sedmo—, que él interpreta como i asume también que frente a las forma setii “90” con forma en —ti como final existir formas con *deve— como prime que ésa es la forma que con frecuenci primer término de compuesto. De ello una forma *dev~—des~t5 para “90”. cument an se encuentra “90” se (declinado milar, las “100” que Constataba s junto a forma del rmas como forma del s dcl tipo del primer r miembro, a presenta deduce la Se plantea cuest ión de cómo esta forma. Apoyándose en la posibilidad de apar del ordinal de la unidad como primer término ordinal de la decena, imagina tal posibilidad pa con el sufijo —mb, que es el más habitual, sino —nu del mismo. Llega así a reconstruir devjano-desjatinb como ordinal de “90”, a partir habría producido una simplificación fonética q *devjanost y devjanostyj. Y, posteriormente, primera se habría formado el cardinal devjanosto sería el ordinal correspondiente a ición de la forma de la forma del ra “90”, pero no con una variante *devjano—desjat u,’ de las cuales se ue conduciría a a partir de la en cuya formación —siempre influencia devianosta siglo XIV, según de st “dos junto Otr@bski- también habría o~csúto “cien” habida cuenta veces noventa” están atest a trista “300”. Como se ve tenido un papel la de que formas como dva iguadas en textos del también la hipótesis entonces la 555 de Otr~bski se basa sobre un número excesivo de hipótesis, aparte de la cuestión capital de que un ordinal *deveno- de hecho no está atestiguado en ninguna lengua eslava.85 Otra línea de mt principio por Endzelin sintagma *dese(t) do sbt disimilación de *d—d *desjarrosta, habría dese “9”, deveil, Szemerényi dificultad fonética que así como el hecho de que modo de formación de indoeuropeas. 86 erpretación de la forma , sugerida en <1949: 3—4), parte de un originario a, literalmente “diez para cien”, que con que haría evolucionar *desjadosta a mbocado en devjanosta por influencia de (1960: 63) ya señaló en su momento la representaba la disimilación propuesta, el tipo undeulgintí no se atestigua como as decenas en ninguna de las lenguas Creemos que Comrie <1992: 777) tiene razón al señalar que la línea de aproximación más apropiada parece la de Stang (1964), para quien la forma rusa procede de *devjano súto, sintagma en el que la primera palabra es un adjetivo, *devenú, formado a partir de *deve (en vez de sobre el más tardío devQti), forma del “10” atestiguada en nombres de plantas como devjasll, la “muja heleníurn”. La interpretación propuesta del citado sintagma es que significaría algo así como el “cien nonal” y sería el resultado de la interferencia entre un sistema de cómputo de base nueve y otro de base diez, lo que vendría apoyado por el hecho de que la distribución de devjanosto es similar a las de formas como trldevjat ‘ en el folclore87 y por el paralelo que en las lenguas germánicas supone el Grosshundert. 85 Vid, el elenco de formas de Comrie <1992: 761>. RBEstamos siguiendo la clasificación llevada a cabo por Comrie (1992: 776—777). 87Sobre estas formas, vid. =erech (1952>. 556 Por su parte Haebler (1966) siguió una línea de razonami ento similar. Hizo interesantes observaciones acerca testimonios tempranos de las crónicas y la épica p parece que devianosto pueda ser considerado un nu estricto, sino un sustantivo con valor numeral determinado por cardinales y que no es de uso restringido a la cuantificación de algunos objetos. interpretación concreta de la formación, él partía originario *devet?íno sólo —menos probable que el Stang—, que él consideraba un calco del gó “Neuner—Hundert”, donde lo que —según su del uso en opular, donde moral en sent que admite general En cuanto de un sint propuesto t. ni uní ~h interpretación— los no ido ser sino a la agma por u nd es un gen. plu. en esa lengua germánica habría sido traducido al eslavo por medio de un adjetivo de pertenencia con sufijo —n—. A partir de *dev9t mo sóto la evolución a devjanosto se habría producido por paso de ¡~>a con palatalización de la -y— que la precede en —vj—, lo que, como se ve, representa un problema añadido de esta propuesta ya que se trata de un postulado ad ¡mc. 1 y ¿1 habrían desaparecido en posición débil, lo que si es admisible, y la —i- de TMdevetino habría desaparecido al convertirse en compuesto, lo que tampoco es una explicación demasiado satsifactoría. A nuestro juicio la forma propuesta por Stang como punto de partida de devjanosto tiene muchos visos de verosimilitud, si bien la interpretación que ha de dársele creemos que es distinta. Por lo pronto, no creemos que el problema del Grosshundert germánico sea relacionable directamente con éste a pesar del hecho constatado de la posibilidad de reinterpretación a que están 88 sometidas las bases superiores de los sistemas de numerales aunque creemos que sí hay relación entre los modos de formación de las decenas en germánico y eslavo, como señalaremos en su momento (§Xi 11.6.6.3—4). 88Sobre nuestra explicación del Orosshundert véase §XIV.1.4. 557 Por otra parte, hay que señalar que Hamp <1975) propugnó que en esta formación devjano- significaba “noveno”. Según él devianosto en su conjunto habría significado originariamente el 1’ noveno cien”, expresión que no sería sino un calco semántico a 89 partir de lenguas túrquicas. En turco antiguo los numerales intermedios entre las decenas se forman por medio de sintagmas en los que a la unidad sigue la decena superior al número que se quiere expresar; p. ej. toquz yiguirmi “19”, donde toquz = “9” y yiguirmi — “iO”. Según Hamp, al contar las unidades entre “90” y “100” los eslavos lo harían a partir de “90”, los turcos a partir de “100” y para distinguir las dos formas de cómputo se habría a especificado “90” como la novena decena de cien, o sea 9 sto”, con lo que se habría acuñado la forma rusa devjanosto. Faccan i pues lares se (1983) aportó apoyos para la llamó la atención sobre el encuentran en dialectos urál expí icaci hecho de i cos. ón of que recida por fenómenos El camino de explicación abierto por Hamp, aportados por Faccani, y la interpretación de Stang so término del mismo, es decisivo para la interpretaci rusa devjanosto. Sin embargo, en cuanto al segundo sintagma, el error de interpretación, tanto de Stang lo ha inducido el hecho de considerar que el singifi es “cien’ también en este contexto. A este respecto recordar una afortunada y desatendida observación (1890: 15—16) a propósito del —hiind presente en la las decenas superiores del gótico. Según él aquí con los datos para el primer ón de la forma elemento del como de Hamp, cado de *sbto nos gustaría de Brugmann formación de tenemos que 891/id. von Gabain <1974: 104>. 90 No creemos que se trate de un ordinal originario ya que a partir de *nowm se esperaría una forma eslava con —ID—; vid. §IX.2.3. Hamp simi 558 contar con el significado originario “diez” de *knitom y que luego, por el proceso que fuera91, adquirió el signficado “cien”. Pues bien, nosotros creemos que algo similar tenemos conservado en la forma rusa devjanosto < i’devenó sóto y que originariamente debemos interpretar como “noveno diez” (=“novena decena”). Esto casa, como veremos (§XIII.6.6.3—4>, con hechos del germánico y de las lenguas bálticas, que, efectivamente, parecen responder a influencias de sustrato de las lenguas fino—ugrias. 5. LAS DECENAS EN LAS LENGUAS BALTICAS Las lenguas bálticas92 ofrecen un procedimiento de formación de las decenas análogo al utilizado de forma general por las 93 94 lenguas eslavas y parcialmente por las germánicas y consistente en la utilización de sintagmas con el significado literal de “dos dieces”, “tres dieces”, etc. En antiguo prusiano no tenemos atestiguada ninguna decena, pero el testimonio conjunto del lituano y el letón no deja lugar a dudas sobre el procedimiento de formación. 5.1. La formación de las decenas en lituano En lituano las decenas presentan dos formas alternativas que 91Sobre las explicaciones propuestas para el “100” véase el capitulo XIV. 92Vid. Bielenstein (1864: vol. 2, p. 69>, Wiedemann (1897: 97 y 100), Stang (1966: 281>, Senn (1966: 212 y 215), Endzelin (1971: 182—183>, Schmalstieg (1974: 106 ss.), Comrie (1992: 772—773). 93Vid. §5(111.4.1. 94Vid. §5(111.6. 559 listamos a continuación: 20 dvi da~imti 30 tr3~s d¿&imtys 40 katurlos da~imtys 50 peiikios d~Jimtys 60 seslos da?imtys 70 septynios d~2Urntys 80 afftuonios daAUmtys 90 dev.~nios da4imtys dvide~imt trisdegjmt kat un asde~imt peíki asde4imt sasí asdeiimt sept.fni asdegimt a~t uondi asdefflmt dev.íni asdegin,t Es decir, se trata, como se observa, cardinal correspondiente y la forma dual bien de compuestos fosilizados integrados plural) de la forma correspondiente y “10” de4Unít. bien de sintagmas con el (para el ‘20”) o plural, por el acusativo (dual o a forma indeclinable de 5.2. La formación de las decenas en letón en cambio, sólo guientes: existen las formaciones compuestas, 20 divdesmit 30 tnísdesrnit 40 6etrdesmit 50 piecdesmit 60 se~desmit 70 septindesmit 80 astóndesmit 90 devindesmit El procedimiento, en principio, parecería el mismo que uno de las dos formaciones presentes en lituano. Sin embargo, hay diferencias de detalle, pues mientras en esa lengua está claro que En que son letón, las si 560 se trata de antiguos sintagmas fosilizados con el acusativo como primer término, esto no ocurre en letón, salvo en el caso del “30”, donde tris— se presta a interpretación como nom. y ac. (masc.). Resulta interesante la observación de Bielenstein (1864: 69> de que el primer término de las decenas letonas es el mismo que aparece en los numerales “11”—”19”. Parece, pues, que en letón, ha acabado imponiéndose como primer término de las decenas una forma “corta” especializada en la formación de compuestos. Se podría pensar que tenemos conservado en las decenas un arcaísmo con el mantenimiento de la forma anterior a la generalización de la flexión en —i a los numerales “5”—”9”, luego reinterpretada como forma en composición y que por presión analógica hizo que se introdujera también una forma corta en los numerales inferiores, salvo el “3”, que no tiene forma reducida. 6. LAS DECENAS EN LAS LENGUAS GERMANICAS El interpre grandes y otras, de relac grupo germánico es uno de tación presenta en cuanto a diferencias en la formación y, por otra parte, está el ión con las otras ramas del los que mayores problemas las decenas. De entrada, entre unas lenguas germáni problema de la existencia o indoeuropeo. Comenzamos por exponer los datos sobre discusión posterior. los que basar la 6.1. La formación de las decenas en gótico Las formas atestiguadas de las 95 decenas son las siguientes 20 twal tigius 95Vid. Streitberg <1906: 135>. de hay cas no 561 30 prijé tigiwe 40 fidw5r tigius 50 firnf tigjus 60 saíhs tigjus 70 sibunt~hund 80 ahtautéhund 90 niurrtéhund 100 talhuntéhund Corno se decenas “20”— problemas de integrados por palabra tigus, etimológicamente grupo germánico, 96 —u observa, hay una “60” y las super interpretación, el cardinal co un plural que de LE *dekm, ha pasado la diferencia de formación entre las iores. Las inferiores no presentan ya que se trata de sintagmas rrespondiente del “1” al “6” y la significa “decenas” y que procede aunque, por desarrollos propios del flexión de los temas masculinos en El problema, pues, en gótico se plantea en cuanto a las explicación de las decenas superiores a “60”~~. Krahe (1977: 214) señalaba que la formación de estas decenas era discutida y que se habían sugerido tres posibilidades de desmembración: sibunté—hund, sibun—téhund y sibunt-é-hund, a las que hoy podemos añadir sihun—té-hund. Para una mayor claridad expositiva en lo que sigue tomamos como punto de partida cada una de las segmentaciones propuestas y, dentro de ellas, las diferentes interpretaciones . 9611id. los detalles de evolución en Ross —— Berns (1992: 603 ss.>. 97En el tratamiento del gótico entraremos en este capítulo Grosshundert, que postponcmos las lenguas indoeuropeas. y de las demás lenguas en la discusión del para cuando tratemos germánicas no problema del del “100” en 562 6.1.1. SEGMENTACION sibun—tehuna Ross —— l3erns (1992: 609) hacen *d~kmt-, limitándose a llamar la atenc dos ocasiones apareza en el texto de 1 y en otra twíhundtaíhundfalt cuando como segundo elemento, dado que es el en las otras decenas. remontar -téhund a un PIE ión sobre el hecho de que en a Biblia gót. tai’hundtaThund —tehund sería lo esperable que aparece sistemáticamente Aunque Ross —— Berns nada aclaran al respecto, su propuesta ha de situarse dentro de la línea abierta por Bopp (1858: 240), para quien —tehund se explicaba a partir de *-tehunda como una variante del ordinal taihundan. Otros autores del siglo XIX~~ modificaron en algo la propuesta de Bopp y quisieron ver en —tehund una formación colectiva neutra *d~kmtom “decena”, con lo que se tendría un compuesto del tipo del a.i. dviÉat~m “200”. La propuesta, en cualquiera de sus dos variantes, como señalara Brugmann (1890: 12—13) resulta totalmente rechazable. realidad no explica nada, pues una forma *d~kmi— carece justificación en indoeuropeo. ya En de La misma segmentación aunque siguiendo decenas superi originario LE germánicas, se aproximarlo al originaria que debió de haber propugna Schmidt otra línea de razonamiento. ores del *—knht a, le hab numeral entre el originar gótico tenemos conserva al que, ya únicamente ría antepuesto una sil lO”, *deknit, recuperándose formante de las decenas y iamente en indoeuropeo pe (1970: 105—132), Según él en las do en aba as el ro cl componente las lenguas *-de— para 1 la conexión numeral “10” que ya había 98Vid. el tratamiento explicación. de Brugmann <1890: 12), que rechaza la 563 quedado oscurecida. Tendríamos, pues, una protoforma *—dekn,ta, que con posterioridad habrí a reducirse la cantidad de la “70” y “90”, de acuerdo con 1 decir, ejemplificando con transformación de *sep compensatorios habidos en indoeuropeas como el griego o caso sea comparable: allí se en una sílaba anterior por sufrido un alargamiento sonante a propue dekmt a hace re las el antí trata de síncopa compensatorio al larga que existía en LE en sta de Szemerényi (1960>. Es se habría producido una en *sepm-dékmta. Aunque ferencia a los alargamientos decenas de otras lenguas guo indio99, no creemos que el al argamientos compensatorios de la vocal de la sílaba siguiente, mientras que aquí más que de un alargamiento compensatorio habría que hablar de una metátesis de cantidad, metátesis para la que no conocemos paralelos en las lenguas indoeuropeas, pues este tipo de metátesis sólo parecen producirse entre vocales contiguas. Por otra parte, dado que, como ya hemos repetido en varias ocasiones, es más que dudoso que se puedan reconstruir nasales largas para las formas indoeuropeas, el argumento pierde aún más su fuerza. 6.1.2. SEGMENTACION sibunt-~-hund Hi e lement —ql nt/A abs t rac t vocal de en gr. varias del gr loo rt <1932: 113—114) avanzó la explicación de que el o —hund puede corresponder a a.i. -~at, gr. -xovta, lat. mientras que el primer término seria el tema de un numeral o (*septmd— > gót. sibunt—; cf. gr. E111U8—) y con una unión —e-- semejante a la que aparece en a.i. gane-a-sai o ncL’r—rj—xov-ca. La explicación resulta insostenible por razones: 10) se basa en una interpretación de las decenas iego y del antiguo indio que no parecer ser la más 99Sobre los que vid, nuestra interpretación en §5(111.13.2. 100seguido por Agud —— Fernández <1988: 118). 564 adecuada101; 20) aun suponiendo que fuera posible la reconstrucción de los llamados numerales abstractos en indoeuropeo, posibilidad más que discutible, habría que postular que la marca de “abstracción” era en LE una *—t y no una *—d, que sólo presenta el 102 griego y que resulta de difícil explicación ; 30) con las salvedades que acabamos de hacer, no hay paralelos en otras lenguas indoeuropeas para la utilización de numerales abstractos como primer elemento en la formación de las decenas. También Pisani <1932: segmentación igual, aunque debió heredar formacione *seksé/~k—, etc., que, hablantes, debían segme indujo a los germanos a y superiores *sI bun-éhund para evitar cuando la acercamien *tehun. A en primer la hipóte analogía 153—155, con otras con ini la con como ir las 5 en ntarse introduc en las decenas. Surgirían *ahtau el hiato nasal s to entre todas luce lugar por sis de Hirt de formas bases. Según él cial del tipo ciencia lingflí *penkW~~/~k~, formas de sus propugné una el germánico *penkWé/~k~~, stica de los etc., lo que numerales “7” así formaciones del tipo -~hund, etc. en las que se introdujo una (que también se producía en *sibun/Ahund e redujo>, *—t— que, además, producía la forma de la decena y el numeral “1 s resulta poco convincente esta explicaci la primera de las críticas que hemos hech y, en segundo lugar, porque la creación problemáticas que luego hay que soluci etc. un ~~‘, ón, por onar resulta poco probable, además de que no se ve bien por qué se Vid. §XIII.8.6 y §XIII.10.3. 102Aunque, rechazando otra teoría para del gótico y no la que aquí ahora argumento en Voyles (1987: 494). reconstruir los numerales colectivos la crítica de Schmidt (1970: 101—102). ‘03Krahe (1948:111—112> ofrece un razonamiento semejante. la explicación de las decenas criticamos, vid, este mismo Sobre la imposibilidad de con *—d en indoeuropeo vid. 565 habría introducido precisamente una —t— y no cualquier consonante, pues la aproximación a “10”, aparte de que la *tehun es discutible que se mantuviera en germ. común, únicamente secundaria. La propuesta de Szemerényi <1960: 27-44) comparte con la de otra forma sen a Pisani el del indoeu éstas (inc *pri~anp-, *axtñxanP- *texun da heredadas Según Szemerényi rían: *tt’~uri(p), *wixunPYi, *sexskanp-, *seftunxanp-, la presión combinada habría generalizado decenas, de modo que und, *prihund, *fedurhu *aht óhund, *ne < w) unhu un punto débil ya que lo que indujo a adop introducir una vocal or: *sehs—é---hund. y *oktbhund, es dec ido al hecho de que veía amenazada por la *—é- se extendi la forma *seftunéhund. numeral “7”, *sebun, con aquélla. Sin embargo, no produjo, sino una metáte nd se pasó a *sefuntéhun podía ser entendida con que *aht5hund por anal surgieron *ni untéhuad cipio. Para completar la razón por la que procedimiento se extendió a las decenas superiores y no cuajó tar de 70” 1 ~r la la era La lo fue sis dy una ogí a y su el en de la se nd, nd, 566 las inferiores: según él la extensión del elemento *—téhund a las decenas inferiores hubiera conllevado la creación de formas como *sehst~hund, *fimftéhund que tenían el incoveniente que presentar *sehst- y *fimft—, formalmente idénticos a los ordinales correspondientes, desembocando en un significado indeseable “sexta decena”, “quinta decena”, etc. En fin, la teoría de Szemerényi se critica por sí Schdmidt (1970: 104) y Lñhr (1977: 62) ya han puesto de mani el hecho de que aunque cada uno de los pasos es por sí posible, el encadenamiento de todos parece demasiado compí al tiempo que la metátesis de *seftun~hund a d*sefuntéhund, angular de la teoría de Szemerényi, es completamente inmoti arbitraria. Unicamente añadiremos que más que un signi indeseable “quinta decena”, etc, lo que sí parece indeseable explicación de Szemerényi es la confusión que la segunda series propuestas por él habría producido entre las decenas centenas. ¶04 Habida cuenta de que el numeral “100” es hund como *aht5hund hubieran sido ambiguas, pudiendo haber interpretadas como “800”. sola. fiesto mismo i cado, piedra vada y ficado en la de las y las formas sido 6.1.3. SEGMENTACION sibun—te--hund Otra 1 cula o ficaba séptimo inea de explicación, en cambio, preposición. Scherer’05 ya propuso originariamente “diez sobre siete”, lugar. Y con posterioridad ve en -te- una que sIbun—té-hund es decir, “el diez a él ofrecieron La referencia al papel de la distinción entre decenas en la evolución de los numerales germánicos aparece ya (1962: 22). 105 2 En Zur geschichte der deutschen Sprache , p. 589; Brugmann (1890: 13> y Ltihr (1977: 64>. y centenas en Frings cit. por partí signi en 104 567 explicaciones semejantes Schade’06 y KUck’07, sólo que el que —hund no conservaba un valor originario “diez”, 102 trataba del Crof3hundert. Rosenfeld (1956/57: 176> crítica certera de esta hipótesis, puesto que, aun hund pudiera tener el valor de “120”, lo que, demostró (pp. 203), no es aceptable, quedarían expresiones como la del a.ingl. hundtwelftig = “12 es que hund ya de por sí significa “120”. los entendían sino que se realizó una admitiendo que como él mismo sin explicar hacia hund” si Por su sibun—t ~-hund, parte Ltihr ofrece los <1977: paralelos 63—67) de —te- segmentando <> lE *deH 1) lenguas germánicas con un significado similar al que presenta, según ella, alude como duodeulgin que hund estudiosos expí icació (salvo el se dé sist que consti habría que en estas paralelo d ti. Propone debía de t del tema no n para el hec antiguo nórd emát icamente tuye la mit buscarla en formaciones numerales (“por relación a”> y e estructura a las formas latinas del tipo además, partir del valor originario “100” ener en indoeuropeo y —algo que otros se habían preocupado por hacer— ofrece una ho de que en todas las lenguas germánicas’ 09 ico> el corte entre dos tipos de formación entre “60” y “70”, es decir, justo en lo ad del Grosshundert. Según ella la razón el hecho de que en las lenguas germánicas existí a a. saj. una skok designación para esa mitad, que es la que atestigua “60”. Si ésta constituía una unidad del sistema se Altdeutsches Wórterbuch. vol. 2, 1872—82, p. 1292; cit. en Lilhr <1977: 65>. “Em gotisch—westgermanisches Zahlhenproblem”, Progr. Friedenau 1912 n0 87, p. 5 y Ss.; cit. en Liihr <1977: 65>. ‘08Seguido por LUhr (1977: 65>. Vid. los parágrafos siguientes para la formación de las decenas en las otras lenguas germánicas. también en las 568 porpodría asumir que las decenas superiores a ella se expresaran referencia a la siguiente unidad del mismo, hund (=100). Con la misma segmentación encontramos una línea de explicación totalmente diferente en Lehmann U986: 339> y Justus (1996>. En la línea de la propuesta de Ross —— Berns (1992: 610) para el a.a.a. —zo, 110 se sugiere la posibilidad de que gót. —te— no sea sino el reflejo del numeral “10”, de modo que tendríamos una construcción similar a la del a.ingl. ~ sólo que con *tigu y *hund acumulados al final en vez de uno al principio y otro al final como ocurre en esa lengua. 6.1.4. SEGMENTACION sihunt~-hund a> Interpretación del primer término como genitivo Brugmann <1890: 13—17) expresaba su sorpresa por el hecho de que nadie taj hurte — gen. plu SExá5w, colect iv Brugmann habría sent ido el i Psis así como la ., que, según é tratándose, os. En cuanto a ident ificarla conservado así originario como pasara a singifi antes que él hubiera propuesto que la forma del gót. del a.a.a. zehanzo eran originariamente 1, se corresponderían exactamente con gr. por tanto, de originarios numerales la segunda parte, —hund, fue un acierto de con *kmt¿rn, sugiriendo que esta palabra únicamente en germánico, según él, su forma derivada de “diez” antes de que por car “cien Sommer (1951: 50 ss.> acepta la idea de que el Vid, 55(111.6.2.2. ‘“Vid. 5xIrí.6.s. “2Sobre los problemas del “100” en indoeuropeo vid, el capítulo XIV. primer 569 elemento de estas decenas era originariamente un gen embargo, rechaza la idea de Brugmann de que *kint¿n¡ ha aquí su valor originario. Para Sommer, que desarrolla y 113 idea ya expuesta por van Helten (1905/6: 119> , la cons explica perfectamente dentro del propio germánico y plu. Sin conservado matiza una trucción se no como la conservación de un arcaísmo. Según él, el sintagma se originó en el ger un cua gen. ex ten forma *niun intento por mánico, podía sintagma *te~ 1 se explica plu. propx sión de la heredada t5n ~uncfan, por presión cons ti tui rse resulta muy aparentemente nórdico, donde desambiguar el valor de *kmtom > hund, que, significar tanto “100” como “120”~~. Se acuñó untan xundan (en su reconstrucción> a partir directamente la forma gót. taíhuntéhund . 493—494) 571 b) Interpretación del primer término como ordinal 118 Holtzmann fue el primero en proponer que en sibunté— etc. teníamos un ordinal que habría sufrido algún tipo de transformación, mientras que la segunda parte del compuesto podía ponerse en relación con lat. —ginta, gr. —xoLrua, etc. Brugmann (1890: 13> rechazó la explicación con el único argumento de que, dado que ni Holtzmann ni ninguno de los que se habían adherido a la hipótesis había sido capaz de proponer el tipo de transformación que habría sufrido el ordinal, la hipótesis carecía de fundamento. La propuesta fue retomada y desarrollada por Rosenfeld (l956/57)”~. Para él la —é- del tipo sibuntéhund procede de una antigua *—é(n> de la declinación débil del masculino y que sólo se ha mantenido como —e--- en composición, en formas como hjamni~-h “todo el que” (dat.) o ni ainummn~-hun “nadie” . Fuera de la composición esta —e--- ha evolucionado a —a; así luamma “a quien”, blinda, guma, etc. Por lo que a hund se refiere, se trataría de una forma originariamente fem. de colectivo *krnt—s’, que, al igual que sucedió en eslavo con deseil, cambió de género para pasar a ser masculino. c) Otras interpjetaciones Shields (1992> ha defendido recientemente que —te— es una marca de instrumental formada a su vez por dos marcas de instrumental, *—t y *—é y sería lo que Brugmann (1911: 522) 116Cit. por Brugmann (1890: 13>. “ka idea general es aceptada por Frings (1962), quien, no obstante, introduce algunas matizaciones por lo que a la evolución en las hablas bajo alemanas se refiere. 572 denomi na “Instrumental der Erscheinungsform”, p. ej. lit. jé~ miré szimta2’s “sie starben zu significaba originariamente cuanto a la fonética, dado una *—t en hitita, considera de la variante en sandhi lE Justus (1988> aceptando que significado, en principio, no propuesta de Shields plantea, decenas latinas ¶20, el probí supuesta variante en sandhi conservado en germánico y que antes de la fusión con Además, habría que aceptar que instrumental *—t de la que en Hundert en”. “by seven( que la *—t-. que la forma Según 5)” 0 germ. germá *-d. En cuanto marca un límite está precisado. al igual que su ema de que hay Shields, *sibunté algo similar. En se corresponde con nica ha de proceder a *kmt¿m, sigue a del cómputo y su Como se observa, la explicación de las que partir de una en indoeuropeo que se habría se habría generalizado en ese grupo lo que no resulta muy verosímil. aquí tenemos resto de una marca de ningún otro sitio quedarían huellas en germánico. 6.2. La formación de las decenas en antiguo alto alemán Las formas atestiguadas de Ial son las siguientes las decenas en antiguo alto alemán 20 zweinzug 30 drizzug 40 fiorzug 50 finfzug 60 séihszug 70 sIbunzug, sibunzo 80 ahtozug, ahiozo 90 niunzug 120 Vid. §5(111.3.1.1. 121 Vid., p. ej., braune —— Eggers (1987: 232—233). 573 100 zehanzug, zehanzo 6.2.1. LAS FORMAS EN -zug Las formas en —zug se encuentran preferentemente en fuentes alemánicas y franconias. 122 —zog predomina en bávaro de siglos XI y XII y -zig aparece en la Regla de San Benito y bávaro a partir del siglo Xl; -zeq se documenta en Notker. Parece que no hay dificultad en derivar —zog de —zug e incluso también —zig/-zeg’23 Lo que resulta ha resultado problemático es la intepretación misma de —zug general en que se trata de una forma relacionada gótico y derivada, por tanto, en última instancia Braune —— Eggers (1987: 233) hacen la observación un sustantivo dado que los numerales compuestos como sustantivos y rigen genitivo, siendo usados sólo muy raramente. Esta idea es correcta y, junto en ZiVeiiiZllg el primer término, ZWlJiii—, sea por su resuelve el problema de que nos encontramos sintagmas del tipo de los que documenta el gótico s 1-lay acuerdo con tigus del de lE *dekm.’24 de que —zug es con él se usan como adjetivos al hecho de que forma un dativo, ante antiguos ólo que aquí ya fosilizados. Lo problemático es, pues, únicamente la vocal —II— de —zug. Una idea antigua, sostenida por Sievers y Streitberg (1896: 219), entre otros, ve en la alternancia 1:11 entre tiqust y -zug una Seguimos en la exposición a Braune —— Eggers <1987: 233). 123Vid. Wright (1907: 204> y, para el tratamiento fonético, Braune —— Eggers <1987: 62). 124 La práctica totalidad de los autores, al igual que en el tigus, la hacen derivar de *dekmt—, pero también en este puede partir de *dekm. 122 caso de caso se las los en 574 originaria alternancia IB e:e. Sin embargo, no parece que la reconstrucción de dicha alternancia con este único testimonio como base esté justificada. Creemos que la línea defendida por Wright (1907: 204) es mucho más simple y admisible: la —u- de —zug se debería a una asimilación de la vocal de la sílaba precedente a la —u—de la siguiente antes de que ésta desapareciera. El fenómeno no es de extrañar en el marco general de las lenguas germánicas en las que los fenómenos de Unilaut debidos a influencia de la vocal de la sílaba siguiente en la del anterior son tan frecuentes. 6.2.2. LAS FORMAS EN -ZO Las formas en —zo125 son poco frecuentes y se documentan sólo en fuentes de los siglos VII y IX, en textos alamánicos y también en algunos téxtos bávaros y en el Isidor. Múller (1962: 43) ha llamado la atención sobre el hecho de que en las fuentes en que aparece esta formación no se documentan simultáneamente formas alternativas en -ziig, -zog, -zig. 6.2.2.1. Interpretaciones paralelas a las de las formas góticas La interpretación de estas formas ha sido muy debatida y ha corrido, por lo general, pareja a la de las formas góticas en —tehund126. Así, para Brugmann (1890), Sommer <1951> y Volyes (1987) —con las matizaciones hechas por estos dos últimos autores frente a la idea inicial de Brugmann— no se trataría sino del gen. plu. en —o del numeral abstracto correspondiente, *septxut—, etc. con ‘26seguimos a Mtiller (1962: 43). 126Por ello no repetiremos en la exposición que sigue los argumentos generales de aquellos autores cuya opinión acerca de las formas góticas ya hemos ofrecido en §XIII.6.1, limitándonos a añadir ahora los detalles que conciernen al antiguo alto alemán. 575 elipsis de la palabra “decena”, en cambio sí conservada en las formas góticas correspondientes. Para Rosenfeld (1956/57>, que también acepta que se ha producido la elisión de *hund, se trata igualmente en este caso de ordinales originarios.127 Para Szemerényi (1960: 35—36) explicación de los datos del germánico heredadas del indoeuropeo, aunque con a ya hemos señalado al hablar del gótico. sería la siguiente: *sehs~hund, *ne(w)unhund. La influencia de “80” se decenas circundantes de modo que se hay que partir para la occidental de unas decenas lgunas transformaciones que La forma que presentarían *seftunhund, *aht6hund, habría ejercido sobre las habría generado la serie: *sebuntóhund, *aht3hund, *ni , dado que parte de que las formas germánicas eran en origen similares a las de griego, latín y antiguo indio, piensa que —hund se encontraba originariamente como final de las decenas en todas las lenguas germánicas. Posteriormente, y tras ‘27Frings (1962: 29—30>, que aceptaba la idea de Rosenfeld, adujo un interesante paralelo de elisión en los numerales de una lengua germánica, concretamente el danés, donde alternan formas como: “40” fyrre/fyrretyve, “50” ha)vtreds/halvtredsindtyve, etc. 576 una evolución similar a la del gótico, se produjo en germánico occidental un desplazamiento de —hund desde el final de la formación al principio de la misma (y una pérdida total posterior en antiguo alto alemán>, con lo que se generaron finales en *—za en antiguo alto alemán (correspondientes fonéticamente a —t~ en gótico>, que posteriormente evolucionaron a —ZO por influencia de la desinencia de gen. —9 que ofrecían los nombres que reglan estos numerales. Liihr <1977: 64) ve en esta forma el grado o de la partícula lE *doH1 frente al grado e, *deH1 , presente en gótico. 6.2.2.2. Interpretaciones que las separan de las formas góticas Si pasamos ahora a las teorías que separan la formación de las decenas del antiguo alto alemán de las del gótico, para Schmidt (1890: 32) —Zo estaría en relación con la palabra gót. tewai, un dat. sg. que traduce el gr. táypatL y que se documentaría también en los numerales góticos en la forma taíhuntewjan “de las decenas”, glosa que aclara el sentido de hund en un pasaje de la Biblia gótica. La teoría de Schmidt fue rebatida por van Helten <1905/06: 118> por razones fonéticas, que para Ross —— Berns (1992: 610), en cambio, no son completamente decisivas. 128 Por su parte, Ross —— Berns <1992: 610—611> , aunque reconocen que no hay argumentos fonéticos para rechazar las propuestas de Brugmann, Schmidt o Rosenfeld, prefieren separar la explicación del antiguo alto alemán de la del gótico y postulan que -zo no es sino la forma con acento grave *-tox paralela a la forma con acento agudo *-toq y que, aunque -x final normalmente se ‘ 28Aceptado por Justus (1996>. 577 conserva en antiguo alto alemán, como en hóh, aquí se habría perdido de forma excepcional al encontrarse en posición átona o semiátona. Así pues, el punto flaco de la explicación radica en que hay que postular un tratamiento fonético especial. 6.3. La formación de las decenas en antiguo inglés y antiguo ~j6n Tratamos conjuntamente las decenas antiguo sajón por presentar formaciones se han ofrecido explicaciones iguales. del antiguo paralelas y inglés y para las Las formas son las siguientes: A. INOL. 20 30 40 50 60 70 80 90 100 110 120 twént ig pritig féower t ig fift ig sixtig hundseofont ig huneshtatig hundnigont ig hunt~ont ig hundendleofantig hunddtwelftig 6.3.1. LAS DECENAS INFERIORES A twent ig thritig fiortig fiftig seca tic antaibunta antahtoda, ahioda nigonda “SESENTA” Tanto sajón las sintagmas en el caso del antiguo decenas inferiores a “60” originarios formados por inglés como proceden de la unidad en el del antiguo la fosilización de correspondiente y del que A. SAJ. 578 *t igus 129 6.3.2. LAS DECENAS SUPERIORES A “SESENTA” Hay acuerdo prácticamente general en admitir que las formas del a.ingl. presentan —t¡g por refección a partir de un —La original que todavía conservan las formas del a.saj., explicación muy convincente en tanto cuenta, además, con el paralelo de 130 evolución del a.a.a. Por otro lado, la interpretación de estas formas ha corrido paralela a la de las formas gót. y a.a.a. Los autores que parten 131 de sintagmas originarios coinciden en postular que en estas formaciones lo que tenemos es, simplemente, un orden inverso al que presentan en gót., orden que es posible ya que, aunque hay tendencias de ordenación de estos sintagmas, éstos no estaban completamente fijados. Una posibilidad alternativa digna de tener en cuenta ha sido sugerida por Pijnenburg <1992: 32) para quien la diferencia entre la anteposición y postposición de elementos puede deberse simplemente a una diferente segmentación en la sencuencia de recitado de las decenas. Según su propio esquema: germ. sibun te hund axtan te huid niun te hund gót. sibun te bund/axtau te hund/niun te hund germ. occ. sibun te/hund axtau te/huná niund te 129Sobre los detalles de evolución vid. Ross —— Berns (1992: 607—609). 130Esto es lo que en la interesante sistematización de Pijnenburg (1992) sobre la evolución de las decenas en germánico occidental —especialmente en neerlandés— se denomina “primera analogía”. 131 Brugmann <1890), Sommer (1951>, Rosenfeld <1956/57), Ltihr (1977), etc. 579 En cambio, en un caso similar al procedente de *hund. las formas ahioda y nigonda no tendríamos sino del a.a.a., con eliminación total de la forma Por su parte Szemerényi <1960: 35 ss.), partiendo formas que él postula como comunes para todo el germ. plantea que formas como *sefontahund corrían el riesgo interpretadas no como “70” sino como “7000” (“70 cientos”> cuenta de la conservación de hund como “100” en a.ingl. En prescindirse del elemento huad, como sucedió en a.a.a., lo hizo fue situarlo en cabeza de la formación. El razonamie inconsistente y alejado de la realidad lingllistica en cuan plantea la evolución lingilística como una teleología con conciencia de los hablantes de los cambios que se producen lengua. de occ. de ser habida vez de que se nto es to que plena en la Por lo icre, la en este a -ZO. que a la interpretación de Schmidt <1970: 113—114> se explicación dada para el a.a.a. es válida aquí, sólo caso no se produjo pérdida de *hund-— ni evolución de En cuanto a Lúhr (1977: 64), frente a postula para el caso del gót. y el a.a.a., *de o *do de la misma palabra. los instrumentales que aquí parte de un loc. Finalmente, hemos de referirnos a la interpretación discordante de la mayoría ofrecida por Justus (1996), para quien en las formaciones del a.ingl. y el a.saj. no tenemos sino el reflejo de la utilización de dos bases *TIGU y *IIUND, entre las cuales se situan las decenas que aquí consideramos. 132 Que ya hemos ofrecido en §5(111.6.2.2.1 al tratar del antiguo alto alemán. las 132 ref que -za 580 6.4. La formación de las decenas en antiguo nórdico La formación de las decenas procedimiento muy sencillo. Con la presenta las formas tottogo, tuttugu y entre “30” y “120” se forman mediante s unidad correspondiente seguida de tiger en a.nórd. 133 sigue un excepción del “20”, que tuitian, las demás decenas intagmas integrados por la “decena La interpretación de problemas, en cuanto se trat encontrado en las decenas fosilizada, también en a.a.a. las decenas a del mismo inferiores a.saj. y “30” a “120” no ofrece procedimiento que ya hemos del gótico y, de forma a. ingí. Por lo que a tottoqo, tuttugu se refiere, hay que partir de *twans tigus> *twann—tugunn (Noreen 1923: 193, Ross —— Berns 1992: 134 605) , es decir, que nos encontramos ante un proceso dc formación similar al del resto de las decenas del a.nórd., sólo que aquí ya fosilizado. La forma tuh jan resulta de más difíl interpretación. Ross —— Berns (1992: 612>, siguiendo una explicación anterior del propio Ross, proponen que se trata en origen de la continuación de una forma lE *wi—dkmtí (cf. lat. ulgintí), que en germ. habría desembocado en *wT—hund, donde *wT— habría sido rehecho en *twí— por etimología popular y el segundo elemento habría sido sustituido entonces por una palabra que significara “10”, para lo que se utilizó —tiar’, que entraba en la formación de los numerales “1l—19”~~~. A tenor de la propia exposici6n se ve que postular que 133Vid. Noreen (1923: 305—306>. ‘34krahe <1977: 213>, dual *dw5 tugil. Vid. §5(11.3.4. no obstante, prefiere partir de un antiguo 581 la forma continúa lE *wi-dkmti pero miembros resulta totalmente arbitrario aun aprovechando las ideas de Ross, se propios del germ. y, concretamente de en cuenta que en a.nórd. “10” es O, *tiu <*.ctehun>, podemos pensar “diecidiez”), que no resulta ex a.nórd. los numerales “10”—”12” por ejemplo, en la formación de se deduce de lo expuesto en el *tiutian sería la que, posteri juRian por etimología popular al “20” con tui— “dos”. 6.5. La interpretación de las crí t ica ha sido rehecha en sus dos A nuestro juicio la forma, explica mejor con elementos 1 germ. nórdico. Si tenemos ti que prodece de un antiguo en una forma *tíu—tfln <íit. traña habida cuenta de que en se comportan igual que “l”—”9”, los numerales “l00”—”120”, según parágrafo anterior. Esta forma orniente, habría evolucionado a ponerse en relación el inicio de decenas en germánico: revisión 6.5.1. INTRODUCCION GENERAL No hay problemas graves de interpretación por formación de las decenas en a.nórd. y las decenas “60” en el resto de las lenguas germ. se refiere. a.nórd. matienen vivo un procedimiento de formación partir de la unidad correspondiente y el plural de decena lo que a la inferiores a El gót. y el de sintagmas a ictígus “diez, El problema grave lo plantea la interpretación de las decenas superiores a “60” en gót., a.a.a., a.ingl. y a.saj. Dejando de lado de entre las teorías ya expuestas aquéllas que por contener planteamientos lingilísticos hoy ya superados o encadenar cúmulos de hipótesis que las hacen poco verosímiles, el número de explicaciones con las que realmente hay que contar se reduce a tres, que, además, presentan el apoyo a su favor de partir de una segmentación de las formas gót. como sibunte-hund (o sibun—te--hund 582 en uno de los casos), lo cual parece un requisito imprescindible que ha de cumplir cualquier hipótesis habida cuenta de que la propia existencia de las formaciones a.a.a. sibunzo, etc. y de las formas a,ingl. y a.saj. tipo hunds~ofonto así parece requerirlo. Éstas son: A> La teoría de Brugmann (1890>, con algunas de las modificaciones sugeridas por Sommer (1951) y, en menor medida, por \Toyles (1987>. El postulado básico de esta teoría es que en las formaciones de todas estas lenguas nos encontramos ante sintagmas originarios integrados por el gen. pín. del numeral abstracto correspondiente a la unidad correspondiente más lE *(d)kntom “diez”. 8> La teoría de Rosenfeld (1956/57) para quien los sintagmas originarios estarían integrados por el ordinal de la unidad correspondiente seguido de la palabra para “diez, decena”. C) La teoría de Ltihr (1977) que propugna que nos encontramos ante sintagmas integrados por la unidad correspondiente, una forma de la partícula *doH1 en diferentes grados vocálicos y en diferentes casos gramaticales y la palabra para “diez, decena 136 No encontramos impedimentos fonéticos o morfológicos graves que obliguen a rechazar de entrada cualquiera de ellas, aunque, como veremos, hay detalles que pueden ser mejorados. Así pues, además de la estricta fonética y morfología, los argumentos que habrá que manejar para decantarse en favor de una u otra teoría serán más bien de índole semántica y de integración de 136 Tampoco Ross —— Berns (1992: 610) encuentran impedimentos fonéticos para aceptar las teorías A y B. 583 los con de datos germánicos dentro del panorama que ofrece la comparación los sistemas de otras lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas su entorno. 6.5.2. CRITICA DE LA TEORíA DE BRUGMAN La crítica a la teoría de Brugmann (1890) desde el punto de vista semántico parece fácil. Efectivamente, una expresión como “diez de los siete” o “decena de sietes” no parece apropiada en tanto en cuanto sugiere una agrupación en el cómputo por grupos de siete que se contradiría con la agrupación por grupos de ocho que implicaría “decena de ochos”, “decena de nueves”, etc. Indudablemente la propuesta de Somrner (1951) problema en tanto que la introducción del gen. motivada semánticamente en “100”, *taibunt5n hur¡da( las decenas” con el fin de desambiguar semánticainente el momento en que había ambigUedad por su p alternativo “120”. Sin embargo, dado que, como demos <1956/57) los derivados de *hunda TE *neweno—kmt, que no sólo presenta un ordinal como primer miembro, sino que, además, demuestra con su —o— que *-kmt se había convertido en masculino. La clave para la comprensión de las decenas en germánico estaría, según él, en las formas del a.saj. que presenta el Essener Heberolle, las cuales probarían que las formas antahtoda de la versión M del Heliand, ahtoda de la versión C y antahioda del Freckenhorster Heberolle no son meras aproximaciones de grafía a los ordinales. En las formas del Heberolle se demuestra que -do estaba tan consolidado que incluso cuando el final normal de las decenas, —tich, —te?li, se extendió a las decenas superiores, —d se libró de la transformación. Se plantea, pues, la hipótesis de pensar que también en las otras formas del germ. tenemos como elemento integrante un ordinal. 138 Los ordinales germ. no presentan huellas de la formación por mera tematización, sino que ofrecen *—to— en toda la serie de í130 586 a uíl2ot. Como consecuencia de la primera mutación consonántica este sistema regular se vio escindido, en tanto que cuando iba precedida de espirante la —t— se mantuvo y si no evolucionó a No obstante, diferentes dialectos mostrarían que la distribución no fue tan nítida, sino que se produjeron nivelaciones analógicas a partir de uno de los resultados. Esto fue lo que sucedió con el primer elemento de las decenas góticas, donde sibunte—, ahisute—, niunte- y taThunte- no son sino ordinales con la —t- de finirta, sehsta, etc. generalizada. Así pues, esas formas no serian sino el nom. sg. masc. de la forma débil del ordinal, con un gótico sibunt~—, que procedería de *sibuntén. Szemerényi <1960: 151—164) realizó una detenida crítica de los planteamientos de Rosenfeld que, por su alto interés, resumimos a continuación. Szemerényi critica en primer lugar y con razón el hecho de que Ronsenfeld parte de la aceptación de la teoría de Schmidt (1890) de un corte en la formación dc las decenas lE entre “60” y “70”, pues, como demostró Sommer (1951), dicho corte no existe y el griego, latín y antiguo indio no pueden aducirse en su apoyo. Critica a continuación Szemerényi la deducción de que -hund muestra que *-kmt- se había extendido a toda la serie de las decenas, pues según él, en consonancia con su 139 propia teoria , la presión de “10”, “20” y “100” bastaba para introducir *xunk. Critica también la posibilidad de que *tegtis se constituyera en germánico en una forma con declinación por influencia del grupo balto—eslavo; en primer lugar, según Szemerényi, *teq&s nunca tuvo declinación completa, pues sólo se encuentra en plu.; en segundo lugar, Szemerényi encuentra extraflo que un hecho así no se deba a desarrollos propios sino a influencia externa. Por otra parte, 139 Vid. §XI 11.6.2.2.1. 587 considera un apoyo para esta evolución el hecho de al igual que esí. *deset— se haya convertido en mase. teamiento lE *dekmt- era originariamente fem.>, pues, es 1 que en eslavo —pero no debido al eslavo- obedece al he ni en germánico ni en eslavo hay temas fem. en —ni—, por asimilación habría sido automática. La crítica menos convincente constituye negar la posibilidad de sufijos de ordinal tras la primera de la gran cantidad de materiales demostrar que los ordinales están analogías dentro de la serie. Finalmente, detallado análisis que en ninguna de temas en —n con Rosenfeld para cl de Szemerényi (p. 156) la que haya generalizaciones de mutación consonántica a pesar recopilados por Rosenfeld para sujetos a cambios internos por Szemerényi (Pp. 157—164> lleva a cabo de los datos de las lenguas germ. para conc ellas está atestiguado un nom. sg. mase. de —en, por lo que la evolución propugnada gót. *—én > *—é resulta indefendible. un luir los por Así pues, la crítica de Szemerényi nos parece aceptable casi todos los puntos concretos; sin embargo, creemos que la i principal de la hipótesis de Rosenfeld, que el primer término las decenas en germ. contiene un ordinal, sigue siendo mantenib y es la mejor explicación para la formación de las decenas germánico. La crítica certera de Szemerényi nos obliga, eso si, replantear los postulados de esta teoría sobre nuevas posiciones. en dea de le en a 6.6. Nuestra visión de las decenas en germánico 6.6.1. EL TERMINO -HUND Tanto una forma Szemerényi como Rosenfeld *kmi-, originaria en las explican -hund a partir decenas superiores para tampoco * t egus, su plan al igua de que que la que (en to, cho lo de el 588 segundo o introducida por analogía según el primero. Sin embargo, creemos que resulta mucho más apropiada la observación de Brugmann <1890: 15—16), para quien no se trata sino de TE *kmt¿ni, que habría conservado su valor originario “10”. Szemerényi <1960: 29—30) criticó esta idea de Brugmann principalmente basándose en el hecho de que el significado de TE *kmt¿m en todas las lenguas es exclusivamente “100”. Sin embargo, el razonamiento no parece decisivo habida cuenta de que hay acuerdo casi general en que de alguna manera “100” parte de un significado originario “10” y, si esto es así, no se ve ningún motivo por el que no se pueda pensar que en germánico todavía quedaba un resto (fosilizado) del significado primitivo. Se podría pensar que el germ. (y también el 140 esí., como veremos) heredé una situación fluida en la que *(d)krnt¿m oscilaba entre su significado primitivo “10” y el especializado “100” que estaba adquiriendo y que aparece claramente en otras lenguas indoeuropeas. 6.6.2. LOS ORDINALES EN LAS DECENAS GERMANICAS Una ventaja no señalada hasta el momento que hace preferible la hipótesis de que en la formación de las decenas germ. superiores a “60” tenemos ordinales la constituye el hecho de que la utilización de ordinales con decenas para formar cardinales está realmente atestiguada en las lenguas germánicas, mientras que tanto la hipótesis de los genitivos propugnada por Brugmann como la de los giros preposicionales defendida por Lllhr, carecen de dicho apoyo. 140 La idea aparece de alguna manera en Prokosch <1947: 289), aunque formulada en términos muy vagos como un ordinal -y que nunca ha sido manejado como un argumento a favor por los defensores de esta hipótesis— podría venir del gótico de Crimea, según han puesto dc manifiesto Ross —— flerns <1992: 610>, que, correctamente, han señalado (Pp. 612—613) que no puede tratarse de un calco a partir de lenguas túrquicas o iranias. En dicha lengua tenemos atestiguados los numerales “30” y fi4oIiíAs, treithyen y furdelthien, respectivamente, cuya mejor 144 interpretación, según Stearns (1978: 105) , es como combinaciones de los ordinales u3Oit y fl4Ot’ y la palabra para diez (ibline en gót. de Crimea). ‘41Tal vez porque no se recoge en la (1923). 142Cit. por Schmidt (1970: 125) y respectivamente. Se pueden ver más trabajo de Reuter <1933). 143 Vid. Stearns <1978: 104—105). gramática estándar de Noreen (Ulff—Meller <1991: 328), ejemplos diseminados por el idea es antigua: Grienberger al libro Schwarzen Meere (cit. aparece de R. por Ross en la reseña del año 1897 de T. von Loewe Die Reste der Germanen am —— Berns 1992: 612). 590 Así pues, contamos la interpretación como con puntos de partida que hacen verosímil ordinales. Debemos pasar, pues, a] detalle fonético y morfológico. Si comenzamos por el gót., Szemerényi (1960 postu en con t resu 1 t impos i de que adj., ordina la pista dej como 1 amos rarí amos a inadecu ble pensar en gót., la forma 1 + decen de que en algún del a.nórd. p reemplazadas la frecuencia hubiera solda gen. gót. en nom. Que se tratamiento *—en>*—in en no era orig vocal de la ó claro que no podemos contar con un nom. sg. masc. en punto de partida de las formas gót. Dado que nosotros como segundo miembro de estas formaciones * se fue reinterpretando poco a poco como una concordancia (adj. + sust.), de modo que no sería extraño que esto se reflejara a nivel formal con una nivelación de 145terminaciones 6.6.3. LAS ISOGLOSAS NUMERALES DEL GERMANICO Y EL BALTO-ESLAVO Al tratar en §XIII.4.2 de la forma rusa devianosto “90” hemos señalado que la interpretación más probable era como un originario *neweno-s¿ho, formación que responde claramente a las que acabamos de analizar en las lenguas germánicas.146 No es ésta la primera ocasión en que señalamos isoglosas llamativas y sólo compartidas por el grupo balto—esí. y el germ. Recuérdese lo dicho en §XII.12.6 a propósito de los numerales en germánico y “11”—”19” en lituano. Allí veíamos que la formación no se documentaba en ninguna otra lengua indoeuropea y que sólo encontraba paralelos en nenets, una lengua del grupo 146 Argumento empleado por Schmidt (1970) para defender otra teoría. Vid. supra§xJII.6.2.2.1. 146Aunque en el caso del eslavo no se trate de un verdadero ordinal sino de un adjetivo derivado. 592 uralo—altaico. Creemos que resulta interesante, por paralelos formativos para las decenas germánicas las lenguas del entorno. tanto, rastrear y “90” en ruso en 6.6.4. LAS LENGUAS FINO-UGRIAS: INFLUENCIAS DE SUSTRATO En sintagma el tipo cómputo hace re en un de ca la j del uno segunda los ejemplos del a.nórd. en los que veíamos usados s integrados por ordinal + decena se observaba también que de cómputo empleado era el llamado “overcounting” o por exceso, que normalmente es caracterizado porque se ferencia al número redondo inmediatamente superior, aunque análisis más afinado se ve que en realidad no hay tal e, puesto que, propiamente hablando, la primera decena va al diez inclusive y el once ya se encuentra dentro de la decena. El “overcounting” se documenta abundantemente en nórdico, donde expresiones como halffertogr “35” (¡it. “medio 40”) o ha)fnírepr “85”, con los adjetivos en —tegr/-rapr que expresan la edad, son frecuentes147. Este tipo de cómputo también se documenta en a.ingl., en expresiones como feorúfe healfund o pridde hes)! 1 ‘18 hund , y de hecho se ha mantenido en alemán hasta nuestros días en la expresión de la hora, pues, como es sabido halb vier son “las tres y media”. Ulff—Meller (1991: 328), que hecho respecto de los modos de señala que el “overcounting” 147 Vid. 148Cit tan importantes observaciones ha cálculo en las sagas nórdicas, se documenta poco fuera del Noreen (1923: 308). por Ullf—Meller <1991: 328). 593 territorio germánico y afirma arbitrariamente que el finlandés y el estonio lo han tomado en préstamo de las lenguas germánicas para señalar seguidamente que también se documenta en antiguo turco. Y llega a la conclusión de que el origen del “overcounting” en las lenguas germánicas es incierto. Como finlandés germánicos y ello por hemos señalado, y el estonio han es arbitraria. las siguientes creemos que su afirmación de que el tomado el “overcounting” de los pueblos Creemos que, más bien, ha sido al revés razones: 10) La fino—ugrias, o una carac procedimiento documenta en influencia de coincidencia del antiguo turco con las lenguas que hace pensar en que se trata de una isoglosa común terística areal, mientras que está claro que el no puede ser originario en indoeuropeo, pues sólo se germánico . Como queda claro, en torno a “60” en germ. atestiguada la situación 1 y también la 3, de modo que razonable pensar que “60” constituía una antigua base lenguas de adstrato o sustrato, de manera que al produc absorción de estos hablantes dentro de las lenguas germ mantuvieron sus hábitos anteriores, que quedaron reflejados la estructura de los sistemas de numerales de las mismas. De hecho, éste es un aspecto interesante y sobre el nosotros sepamos— no se ha llamado la atención hasta hecho de que en las lenguas fino—ugrias también se tenemos resulta de las irse la éstos así en que —que ahora: el encuent ren con independencia de la palabra concreta empleada dentro de cada lengua. bases 3y 10 en de 596 cortes entre “60” y los trabajos sobre más repercusión ha de la diferencia de numerales a “6” “70” en la formac los numerales en tenido, Bergsland contrucción que se ión de las decenas. En uno de las lenguas fino—ugrias que (1953: 46 Ss.), a propósito observa en lapón entre los por un lado, y “7”—”9”, por otro, llamó la atenc corte vogu 1 pero pero Bergs hecho corres en “7” formac pe n s a. r germánicas lón sobre en la f konda soat -bu Si zím—da land sugi de que, pondenc i —“9” no iones di que las de que en yoguI y en pérmico se produce un de las decenas entre “60” y “70”. Así, en tenemos: n&l—men “40” ... q7St—pen “60”, n zyrian, ko—mm “30” . . . kvaitr—min “60”, kekjá mis—das “80”, ekmis-das “90”. Y puede haber una relación entre esto y el bien sabido los numerales “2” a “6” tienen todas las lenguas fino—ugrias, mientras que s correspondencias, sino que se encuentran en las distintas lenguas. Así pues, más que fino-ugrias se han visto influidas por las en esc aspecto de la formación de las decenas parece el hecho ormac i ón Ahlquist) “70”; y e S t’ 70’’, ere que como es as entre hay tale ferent es lenguas que habría que hacía ya pensar pensar el anál que isis ha sucedido lo contrario, según de los propios datos germánicos. En definitiva, el corte entre las decenas inferiores y las superiores que se observa en algunas lenguas germánicas también parece responder a influencias de otras lenguas, concretamente de las fino—ugrias. 7. LAS DECENAS EN ALBANÉS Las formas del albanés estándar 151 son las siguientes las formas de los diferentes dialectos vid. Hamp (1992). Newmark -— Hubbard —— Prifti (1982: 249—50), Ressuli (1985: nos ‘51Para Vid. 230). 152 597 20 njézet 30 tridhjet¿~ 40 dyzet 50 pesédhjeté 60 gjashtédheté 70 shtatédhjeté 80 tetédhet¿~ 90 néntédhjeté Como se observa la interpretación de las decenas en albanés no reviste problemas graves. Con la excepción de “20” y “40”, el resto de las decenas son compuestos formados por la unidad correspondiente y dhjeté “10”. La única observación que hay que hacer es que dhjeté ha sido tratado como un nombre femenino, como lo demuestra la presencia en “30” dc tU y no de tre.’53 En cuanto pero formados de “20” como Pié— es “1” significado TE *wikmtij~5 154 a “20” y “40”, se de forma vigesimal, base. Por el análisis y dy— es “2”, ha 20”. Esta forma —zet trata igualmente de compuestos es decir, tomando una forma interno de “20” y “40”, donde de ser —zet el que porte el puede derivarse regularmente de 8. LAS DECENAS EN GRIEGO Las dialectos formas griegos que para tenemos atestiguadas en los diferentes 156 las decenas son las siguientes 153 Vid. Hamp <1992: 917>. también “60” Hamp (1992). 155 Vid. Huld (1984 y “80” en algunos dialectos. Vid, los datos en 133—134) y Hamp (1992: 919). 156La bibliografía empleada para la recopilación de estas formas ha sido la siguiente: Schwyzer (1953: 591—592), Buck <1955: 96), Moralejo (1973: 173—177), Brixhe (1976: 74 y 141), Garbrah (1978: 111), Fernández Alvarez (1981: 202), Bhtimel <1982: 275>, Méndez 598 lesb. FCXWLL; txabt; £LXa8L; arcad. ELXOUI; hom. £EIXOOL; tesal., délf. tXU’LL; panfil. Egína LXoOL; Lipara, dor. de locr. epiz. IXOOL; herací. 20: át., etol., délf., epir. Ta; cret. FE~T)xo~ta. 70: át., jon. £P6owixoL’Ta; beoc. ~~6ope(xovía; tesal. E-L&EI[w(xoL)Ta; herací., delf. hEP8E¡dlixoL’Ta; 80: át., IOfl., lesb. bytorjxoi-’ra; herací. oy5wxoI)Ta; beoc. oy8océxovta; herací. , délf. 90: át., jón., hom. kEL-’ljxouTa; tesal. délf., herací. hEL’EPltcou’¶a; hom. £L>L>flXOL>Ta; jon., hom., hoyboiixo¡rra; EPEL)ELXOL)ta- foc. o etol. jón. argo 1 rodio occ. , Dubois <1988: 40), Bile Thévenot—Warelle <1988), Hodot (1990: 151>, Lonati (1 t57Sobre el problema de la aspiración inicial en las vid. Bermejo —— López —— Velasco (1991). T[EPTpaxOPtaETTa; vid. Bítimel <1982: 273). 408), <1988: 990: 1 Martín 218), 68). formas dorias 599 formas de “50 del jonio se dialectos y las decenas superiores y en “30”, donde corresponde regularmente con la —&-- de Así pues, donde únicamente se producen divergencias reales es en las formas de “40”, con tres variantes básicas sobre las que se han emitido diferentes teorías , y de “20”, donde la multitud de formas diferentes en en fondo se dejan reducir a dos: el tipo dor. FIDta documentada en la Elide. 160Una propuesta alternativa, según la cual estas formas su explicación dentro de los propios dialectos dorios a la alternacia FLXaTL/*EFLXa’LL > FtXO7LL/ELXatL y, de creación de Ertxa-ut, se encuentra en Lillo <1987). 161flasamos nuestro resumen las exposiciones de l3rugmann <1 1911: 29—35). Brugmann (1890: 24) todavía no rCxatt, pero posteriormente (1911 de que esa —1— es, efectivamente, hall par t ahí arlan ir de la 890: 17—46 conocía la cantidad de la —1- de 29) ya toma en cuenta el dato larga. la -fl- otros y 162 600 explica, siguiendo ideas anteriores a él, por influencia del de las decenas superiores. Esta idea ha sido aceptada unánimemente y parece correcta, por lo que no volveremos a discutiría. En cuanto a “30”, la forma originaria indoeuropea era, en opinión de Brugmann, *tri-komte. Por lo que al segundo miembro del compuesto se refiere, aquí y en las decenas superiores, representa el nom.-ac. plu. de la forma que ya hemos encontrado en “2O~’ y su derivación al griego no ofrece problemas. Por lo que a la primera parte se refiere, se habría rehecho en *tria— al igual que todos los nom.—ac. plu. de las raíces en consonante. Posteriormente se habría alargado en tpt&— por influencia de las decenas siguientes, con inicial en T~TpG)— y flEL’Tfl—, respectivamente. En “ 40’~ las formas át. -t~wr¶apa—, jón. y arcad. -cEuoapa— y beoc. neooapa— no serían sino el nom.—ac. plu. neutro de “4”, mientras que la forma dor. TEtp&>— procedería de *kWetwif~~, forma construida por analogía con *trí-- de la decena precedente. A esa misma analogía obedecería *penk e- > iwirrn~~. En cuanto a las decenas superiores a “50”, muestran todas ellas la extensión de la —Y}— de ncLrcyjxoL’ta, que no ofrece problemas en “60”, pero si en las decenas superiores. Partiendo de la base de que Brugmann considera que las decenas “7O”—”9O” proceden en griego de formaciones con ordinales como primer término de compuesto, se plantea (1890: 37—38) las siguientes posibilidades explicativas: 1. Que ~p8opjxovtcr y ~P5opás se hayan formado sobre Ypsopos por analogía de ~Sy8oos: byaorixotrucx: byoóoós. 2. Que antes de la vocalización de las nasales se introdujera tras *septm— una vocal, de modo que tendríamos una formación que habría desembocado en * ia parte de en ablaut de flxoPia) nos relacionar í a Según se puede ver, salvo la explicación de *--krnti > —xatu y *—komte > —xoirca, no es mucho lo que se puede retener como argumentación sólida de la propuestas de Brugmann. Sin embargo, si nos gustaría liamar la atención sobre el interés que presenta su idea de que la —u— que aparece en las decena superiores a “50” se puede explicar dentro de la propia prehistoria de la lengua griega y no ha de considerarse necesariamente una herencia del TE. 8.2. Las propuestas de Sommer 163 La principal aportación de Sommer varias ocasiones, fue acabar con la momento según la cual en la formación TE intervenían los ordinales como respectivos compuestos. Por lo que como ya hemos señalado en visión dominante hasta ese de las decenas ‘70”—”90” en primeros términos de los al gr. se refiere, Sommer 163Resumimos ideas disperas a lo largo de todo el libro de Sommer (1951>, si bien las observaciones más relevantes para la interpretación de las decenas en griego se encuentran en las PP. 23—36. 602 argumentó concluyentemente que el grupo —Sé— que se encuentra en Ó3éoínixovta y también en iS5éopog debe explicarse como una evolución fonética común en ambos casos y no como presencia de esta segunda forma en la primera: la variante ~‘P8ow- se encuentra en gr. cuando el numeral “7” es parte de formaciones en las que va seguido de vocal. Sin embargo, la explicación propesta por Sommer para “80” no es satisfactoria, pues, aunque la idea es la misma que para “70”, parte de una variante *oktw- del numeral “8” que se encontraría en el ordinal “octavo”, *oktw—os en su propuesta, y también en “80”, *oyéF—n.xoL”La, que difícilmente es sostenible, puesto que la I’—o— de *oktow no es resultado de ab¡aut, sino que su —si’ (que puede o no aparecer) se debe a presencia de una laringal. Por último, en Sommer que EL>TlXOPTcX partir de St->EL.’Tt—. reciente, acuñada d primer término de directamente por in según él, a partir primer término> en asimilado en timbre cuanto a las formas de “90” se refiere, cree es una forma reciente debida a síncopa a También propugna que cut->~xovta es forma e algún modo por analogía, bien de LVI.>— como composición en formas como k>i-diiiap, bien fluencia de ~vL’rEa. Y et’rv~xot>-ca se explicaría, de un *eL>Mxpijxopta (es decir, con *enwn- como el que la —a— de la segunda sílaba se habría a las vocales de las silabas que la rodeaban.164 164Todo ello en cosonancia con su explicación de la forma del “9” en griego, sobre la que vid. ÑX.i.5. 603 8.3. La teoría de Szemerénvi’65 Dentro de su concepción general de las decenas TE, Szemerényi postula que la —ii— originaria de TE *penkWékont se extendió en gr. a la decena inmediatamente superior, que en un principio debió ser *EUXOPtcX, para dar lugar a la forma histórica kiixo’—’ia. Por lo que a “70” se refiere, dado que Szemerényi parte de la idea de que esta decena y las superiores a ellas tenían sonantes largas como primer término de compuesto, postula una forma original *~438~&xovia Ta se y “60”. En cuanto a la —o— de la segunda sílaba de aquí Szemerényi se enzarza en una de sus inverosímiles series de analogías— se debería a ordinal. Este habría sido originariamente *EfltUpOS a úP8a¡ios por influencia de “80”. Posteriormente transformada en —o— por influencia de *OXTOFOs y tante habría influido en “80”, de modo que éste se do finalmente en ~p8oprjxoí->ta. Por lo que a refiere, se trataría de una asimilación a las vocales de las sílabas circundantes. En cuanto a *OXTOÓXOL->t«), que “SO”, cree que sucumbió a la la forma antigua era *OYTG>XOL>Ta , a partir del cual se habría producido la refección en *‘uwrJi~p&xoPra por influencia del paradigma de “4”. Sin embargo, Szemerényi no propone en firme ninguna explicación para iistpwxoi>itX. Para “30”, como acabamos de decir, parte de una forma *trikont que se habría rehecho en TptaXOi>ia por influencia del supuesto *tETFp&XOL>tEX. Y “20” seria mera evolución de la forma LE 166Sobre este problema vid, las precavidas reflexiones de Sommer (1950: 25, n. 2). 167Vid. §xvI.5. 168Szemerényi <1960: 15) no toma en cuenta eub. TEtp«XOL>tQ pues en ese momento todavía no estaba atestiguada. 605 *wiknti. 8.4. La expiicación gjotálica de Kortland Aunque la el ámbito de 1 interpretación algunas de sus Para ~~8op1jxoL-’t la *-d- se h convergido con £l3Soinixoí-rra. Y producirse en * nasal silábica operativa. En ordinal, que, consonántico a explicación glotálica de as decenas en griego para general Kortland (1983) desborda afectar en conjunto a la 169 de las mismas en lE , señalaremos aquí observaciones concretas a propósito de esta lengua. « parte de *septmdkont, donde los rasgos bucales de abrían perdido y sus rasgos glotálicos habrían *fI~, de tal modo que se desarrollé una —~— en piensa que la sonorización del grupo *—pt- debió de es decir, después del desarrollo de la en un estadio en que la ley de Sievers ya no era cuanto a la -o— de ~I38owd—,habría sido tomada del a su vez, debería la sonorización de su grupo analogía con la decena. Para “90” parte de *li1newradkornt, de donde *cvclVflxovra, forma en la que la *w se debió perder en un estadio temprano debido a lo aberrante de la estructura silábica. Plantea, además, que la derivación usual a partir de *enwen— no puede ser correcta, pues se esperaría *StVSL)flXOL)TU en jonio. En cuanto a “20’, parte de *dwidkmti: parcial en *H1widknti explicaría las formas con mientras que una disimilación total explican ella. 170 una disimilación prótesis inicial, a las formas sin Para “30” propone *triaHkonta, que sería un desarrollo de 169 Vid. §xííí.13.2. ‘ 70Explicación aceptada también por Beekes <1995: 213). 606 *trlh’2dkomt influido por tpCa. Si para otras decenas Kortland propone que los reflejos glotálicos de —d—se confundieron con los resultados de *111 , menos en el caso de ‘LEtp(tXoL>t«, donde habrían confluido con los de *113. La forma tetpta• La razón es sencilla y ha de relacionarse con el grado o de la raíz que presenta —xOPt« frente al grado cero de lat. —ginLa. En gr. el final en —nt— de las decenas se habría comportado como los verdaderos temas en —nf—, de modo que al ser entendido como un neutro plu. habría adoptado grado o en la raíz y desinencia —a. Para explicar “40” Lillo parte de una forma TE con primer elemento *kWetwr112~, que, por un lado, pudo desembocar en gr. en 608 173 una forma *tripa— no atestiguada a partir *kWetwr,H2~, mientras que una variante desembocar en ‘usoaapa—, de modo que las for griegos no occidentales no tendrían por qué mero hecho de que coincidan de una pronunciación *kWetworH2~~ podría mas de los dialectos ser recientes por el con la forma del numeral “4”. Naturalmente señaló Bader problema de habría que a vocálica es no parece q parte, Lilí propugnando medio de intento va los que lo hacer forma aquí se (1991)174 postular presenta aunque un no problema exactament crono 1 e como ógi co, ella a que *tEtpcX— procede de *kwetwr, ceptar que la vocalización de las liqu anterior a la vocalización de las lar ue deba postularse para la prehistoria o finaliza su explicación de las forma que el vocalismo —w— de ¶E¶pCxoL’ta una analogía ¶pCa:TpuaxoLrua=’¡Ytopss: bien encaminado, como veremos, pero en plantea Lillo resulta inaceptable, pu entrar en masc . —fem. la ecuación ta. El los términos en es no se puede (TpLa) con una que la analogía se establece ent predesinencial —o—. Frente *penkWékont~ re la desinencia —a y a explicaciones la fuente de la vocal de la sílaba anteriores que la vocal larga de veían las 64, VII a.C.) jón., por lo según nota el ~ 3La forma atestiguada en Sicilia TETpaqoLrua (SEG 4. es de una colonia de Calcis y, por tanto, dialecto que de haber sido larga la -a- habría pasado a -n-, propio Lillo <1990: 44, n. 7). 174 Aunque la propuesta que ofrece ella como alternativa tampoco resulta completamente convincente. Según su explicación *kWet~wr~II¿o~komt~ > ttooapa— y también *kWet~wr~H 2~komt~ > Isiptil—. Esta última se explicaría por adjunción de -H~ a una forma con *r > ro y no en *ra, que habría dado tvup&-. en TE decenas 609 inferiores, Lillo cree que ha sucedido al contrario, es decir, que la vocal larga de “50”, que no puede responder a una *~~112, se debe a analogía de las decenas inferiores, donde ésta sí se justificaría. Para las decenas superiores a “50”, retomando y desarrollando correctamente una idea ya presente en Brugmann, propugna que la extensión de —TIXOL>tcX como marca de las decenas se ha producido dentro del propio griego. En el caso de “60”, servía para solucionar el problema de la multitud de consonantes que una forma *sweks-kont-- planteaba. En cuanto a “70”, *septm-kont- fue rehecho en *septmékont- y es en ese estadio en el que hay que postular la sonorización del grupo *—pt- en —bd—. Con posterioridad aparecería una vocal epentética entre la d y la ni, que en unas áreas fue e por influencia del timbre de la vocal de la sílaba precedente (y de la siguiente, añadimos nosotros), mientras que en otras fue o, vocal con timbre más próximo a la bilabial ni. Para “80” Lillo parte de *okta—kont--, remodelado posteriormente en *oktW-ékont5, con sonorización por analogía con el “70”. La secuencia de dos vocales largas en hiato se resolvió de dos maneras, con abreviación de la primera (así la forma más corriente ¿q8oijxo~ta> o con contracción (hom. ¿y&áxouia), quedando esta última como forma marginal por romper la analogía con el resto de las decenas <“50” y superiores) que presentaban final en —Tixoura. En cuanto a “90”, Lillo no ofrece una explicación satisfactoria. Parte de *newp—kont—175, remodelada en *enewn—ékonta posteriormente por adición de —é- y de la vocal protética. En forma *newñ—kont- que aparece en la tercera línea de la p. 61 debe ser una errata a tenor de las explicaciones y del esquema de la p. 62. 610 época de coexistencia tercera, *enenkonta con del sufijo —~konta den que a las otras formas que la alternancia EL> formas con grado pleno ELflvovTa debe ser una a partir de *enewn- o de ambas formas se habría producido una pérdida de la —ir—, de la que, con adici6n varía en último término svs’njxo~ma. Por lo de “90” se refiere, Lillo se limita a decir SL)TIXOL)Ta/EL>L)TIXoL)Ta en Hom. sugiere que las y cero eran intercambiables y a afirmar que forma secundaria, pues es difícil explicarla de *enwn-. 8.6. Nuestra visión de las decenas griegas Si partimos de la base de aceptar que 1IEPTT¡XOL’t« es una forma heredada del TE, creemos que la comprensión de las decenas superiores a “50” en gr. no presenta demasiados problemas. La explicación presente ya en Brugmann y desarrollada recientemente por Lillo, según la cual la formación es un desarrollo propio de la prehistoria del griego con extensión de —ipcovta a partir de flSP’tflxOL>t«, resulta perfectamente aceptable. 176 La expansión a “60” no presenta problemas de detalle, pues está claro que, al igual que sucedió en latín con -~-, vino a solucionar el problema que planteaba el grupo final de “6” seguido de -xo¡-’ta. Por lo que a “70” se refiere, la explicación de Lillo según la cual la vocal —0—1—s— presente en tI38o¡nixouma/~t8EwixouTa es una vocal epentética om de la sonante generalizada en todos los dialectos griegos a pesar de que en la mayoría de ellos la 177 vocalización dominante es de tipo *m>am. En cuanto al grupo consonántico, sí creemos que debió de ser en la fase *septrn~konta cuando se produjo la sonorización del mismo. Por lo que a se refiere, creemos que, efectivamente, sonorización analogía a *H3ekt 113-, sonorizació oc 1 us i vas tenemos at vocál ico. * oy8 (dli YO 1-’ ia refiere, si del grupo partir de es decir, n en condic seguidas de est iguadas La forma 178 y, por bien la consonánt i 70”. Postul con grado iones paralela sonante) no formas del by8oxjxoL’ta se lo que a hom. y posibilidad de co sólo ar una cero, s a las s parece numeral explica jon. (no puede explicarse formación original y que produciría de “70” 5y8&Sxo~-u una contracción, tal y defiende Lillo, no es descartable, también podemos pensar que se trata de una conservación de la forma originaria *OXTWXOL)Ta en la que se habría producido la sonorización del grupo consonántico por analogía con la decena anterior. Por lo que a “90” se refiere, creemos que interpretativa adecuada fue la propuesta por aceptable partir de *e—nwn---, pues la existencia numeral “9” con grado cero de la primera sílaba testimonio del ordinal ELPaTOS (c *enwntos). 177Sobre el problema de la vocalización de las véase, además del cit. artículo de Bader (1969), 39—45) y Bernabé <1977). 178Sobre la abreviación de vocales en hiato véase aquí la dirección Sommer. Resulta de formas del cuenta con el A partir de sonantes en gr. Adrados (1973: Schwyzer (1953: 244> la por con la dos no ado de a se como 612 *enw0nékonta> *eutnínjxoirta > *EPaL>flxovt«, la forma histórica se explica bien por asimilación de la vocal de la segunda sílaba al timbre de las vocales de las sílabas que la rodean179. Y a partir de esta última se explican la forma k>L’ljxoL>lza y hom. £L>flXOL-’1XX, la primera por síncopa y la segunda por haplología, que no son difíciles de entender habida cuenta de la secuencia de sílabas con la misma estructura y conteniendo idéntica consonante inicial y vocales del mismo timbre. Mucha mayor complicación ofrecen las decenas inferiores a il 5fjit Para “40”, una vez que no se admite la existencia de sonantes largas en las formas indoeuropeas y no podemos explicar a la manera de Brugmann, parecería, en principio, que el único recurso posible es la admisión de la existencia de una laringal, como propone, por ejemplo, Adrados <1961). También Bader <1991: 150) acepta dicha posibilidad y explica ~i~tpU-.a partir de *kWetwr112~kont~, con vocalización de *rsro. Sin embargo, esto plantea un problema grave: si se admite que la desaparición de las laringales en griego es posterior a la vocalización de las 180 sonantes no se ve por que un tratamiento de *—r112--->*-roH2 desemboca en —ro— y no en *—r~—, puesto que, de acuerdo con los tratamientos normales de las laringales, habría que suponer que el timbre de ésta afecta al de la vocal precedente. Y no cabe el recurso de postular que se trata de una laringal *—H3--- puesto que si no no hay justificación posible de su presencia, mientras que para *.-H2— cabe la posibilidad de entenderla como marca de plural, que es lo que siempre se ha hecho. A nuestro juicio, la explicación de TETpUXOL>tQ requiere un ‘ 79Sobre casos de asimilación E:Q:E>E:E:E véase Schwyzer (1953: 255). 180Así también Bernabé (1977: 298). 613 razonamiento en dos partes: por qué un timbre o y por qué una vocal larga. Por lo que al timbre o se refiere, Bader tiene razón al afirmar que se trata de una vocalización *r>oP; sin embargo, no creemos que se puede ir más allá que la justificación por razonamientos de índole general acerca de la posibilidad de ese tipo de vocalización en todos los dialectos griegos para analizar el detalle de cada uno de los dialectos as. «uriitypúquúq. Los dos primeros ejemplos no son relevantes para lo que ahora nos interesa, pero sí los dos segundos, donde, en realidad lo que tenemos es la vocalización con timbre o de una sonante, *m en el primer caso (pues la palabra se relaciona con tipos .c *dhrnbhos, cf. OdiuI3os) y de una *r en el segundo. Tenemos, pues, otro ejemplo del mismo tratamiento que postulamos para el primer término del compuesto h4ott. b) En Delfos, donde también se atestigua tctp6xovta tenemos también £L~LO(p1W)t> y 0U77p090t->, con la misma explicación que en el caso anterior (vid. Moralejo 1973: 48—9). e) En 10 5(2).357.16 (Estínfalo III a.C.) se lee TELpWXOL->TcX. Dos líneas más abajo se lee 1101> ypopn. En los otros dos casos en que se atestigua epigráficamente TEtp(oXo1)Tcx no se puede hacer directamente el mismo razonamiento, en el caso de IMvlasa 2.1 porque en el exiguo material epigráfico antiguo de esta ciudad .ro, antes de la generalización del timbre a TTI—:: *tEtpo—: x, donde x = Por lo que a la forma ¶stpaxov-ta se refiere no hay entonces por qué considerarla una innovación, sino que halla su explicación también a partir de *kWeLrkonL~~, sólo que aquí con la vocalización de *r>ra. Y por lo que a las formas tEOUCpáXOL’Tcx, tSQcJ«páXOL’tfx, 615 rtttap~xoeia, etc. se refiere, la explicación tradicional, que veía en ellas innovaciones a partir de la forma del “4” en los distintos dialectos, nos parece correcta. La forma *TEvrpa— O *tstpo— fue sustituida por la del cardinal. En estos dialectos, pues, frente a lo visto para el caso de TStptflXOt) satisfactorias analogía no se explicación. Y señalado varios sostiene. ‘tpLaYOL~La es de más difícil explicación. Como hemos propuestas que establecen una proporción ta:vrpCa:x, donde x = TpL«XOL->T« no son en cuanto obvian el hecho de que en “40” dicha ha producido, lo cual resta verosimilitud a la la analogía propuesta por Lillo, como ya han de los recensantes del opúsculo, tampoco se Generalmente no se ha prestado atención a la forma jón. tpwijxo~ia dicho dial dialectos, revelador, dialecto se 1.1); “40” *rrtp¡}xoirta creemos que formas hay en la creencia de que no era sino el equivalente en ecto de la forma TpL«XOL-’T« que presentan los demás pero ¿y si esto no fuera así? Veamos, como caso los hechos que presenta el dialecto de Milasa’ ~ En este atestiguan: “30”: *tptTjXOUTtZ* (a partir de ¶ptrixootw en *TETp<~xoLrLa Ta, ‘82flasamos nuestra exposición en el análisis de las inscripciones editadas por Bítimel (1987). 616 Como se observa, una generalización de decenas superiores a —~xovta en “40”, necesariamente ha de contemplamos esta perspectiva producido está claro un sufijo “20” Sól donde se ser más ant que en este caso se ha producido -qxouta como marca de todas las o hay huellas de una forma sin atestigua un *TStpCOXOPtQ que iguo que la forma con -T)XoL>t«. Si los datos del resto de los dialectos podemos variantes con no consiguieron *kWetwr~, logro primer elemento dialectos, este pero, dado que T~=uT¡xovTa quedó vio sujeta a la al timbre de la la misma. En “40”, distancia en imponerse que igual sufi jo en “40 aislada acción vocal, pensar —TpCoL>Ta que para si, en “40 ‘j algún aunque griegos desde momento, en este se nume han ral a las antiguas formas procedentes de estaba reservado a las nuevas formas con a la forma neutra del numeral “4” según —flxOLrUEr se extendió a “30”, donde sí cuajó, no logró imponerse y la forma de “30” del resto de las decenas, esta última se analógica del cardinal “3” rpCa en cuanto a, si bien se mantuvo la cantidad larga de en cambio, no hay cantidad larga porque la y las nuevas formas, át. teooapdxorra, p. ej., era demasiado grande como para permit analógica. ir una retención Por último, nos quedaría abordar el problema de *(e)wiknt 1, forma de la que parecer derivar en última instancia todas las formas griegas, con los cambios propios de esta lengua ya señalados en al comienzo de este apartado sobre las decenas en griego, pero puesto que los problemas afectan al conjunto del TE preferimos postponerlos a §xIII.13.1—2. Y en cuanto a la E— inicial que presentan algunos dialectos, nos limitaremos a señalar que se trata de la tradicionalmente llamada vocal protética, al igual que la que aparece en “9”. No discutiremos el problema, pues el estudio de las condiciones y las causas del desarrollo de las vocales protéticas en inicial ante sonante en griego desbordaría tre *tEtpflXOL>Ta 617 con mucho el objeto de nuestro estudio. 183 9. LAS DECENAS EN ARMENIO Las formas de las decenas en armenio clásico son las siguientes: 20 k’san 60 vattSuii 30 eresun 70 ewt’anasun 40 k~atasun 80 owtAsun 50 yisun 90 iiinsUii Parece claro que en arm. —sun es la marca característica de las decenas. Por lo tanto, utsun e lnnsun son sincrónicamente analizables como compuesto de la unidad correspondiente más —sun Es decir, que —ya desde el punto de vista diacrónico— no aportan nada a la interpretación de la formación de las decenas, puesto que pueden estar rehechas, Naturalmente ha habido diferentes aproximaciones a las mismas164, pero todas ellas dependen de la forma IB que previamente se haya reconstruido, por lo que metodológicamente han de tratarse a posteriori, no a priori. El resto de las decenas no presentan formas fáciles de interpretar. Si comenzamos por las superiores, “70”, ewt, Pisani (1932: 156), Szemerényi <1960: 13 y 15), Winter <1992b: 353>, etc. 185Así Brugmann (1911: 33), Meillet <1936: 100—101), etc. 618 explicación de Winter (1992b: 352—3> parece más convincente. Un TE *septm—konL-- evolucionaría en arm. a *ewt *finxisun > *fixisun >*fiyisun > *yiyisun > *yeyaSuhi > yisun. A pesar de que la evolución es posible, el propio Winter deja en evidencia que la forma arm. es t86Pisani (1932: 156) es una excepción, pues pretende que ha habido vocal de unión *—W- > *—i— que posteriormente ha desaparecido al encontrarse en sílaba átona. ‘87Meillet (1936: 101>, Schmitt (1981: 131), Winter <1992b: 352>, etc. 619 opaca y primero hay que reconstruir la correspondiente forma TE a partir de otras lenguas para poder interpretarla. De momento nos limitamos a apuntar que la forma arm. también podría proceder de TE *penkWekont~, es decir, sin —e-, pues una evolución *penkWekont~~ > *yin(x)-sun (calda de la vocal pretónica, como es frecuente en arm. y simplificación del grupo consonántico) > *ylsun también es posible fonéticamente. “40” k’atasun ha recibido dos tipos de interpretaciones según la segmentación que se haya hecho, k’at-a--sun o k ata-sun. La primera fue propuesta por Brugmann (1911: 33> quien, claro está, creía que —a—era la vocal de unión. 188 Szemerényi (1960: 19>, como no podía ser menos, parte de una forma con sonante larga como primer término del compuesto: *(kW)twT~konL~, que, Winter (1992b: 350>, dentro de una teoría laringalista, interpreta como *kWet interpreta como la forma en composición del numeral “4” y que nosotros, de acuerdo con nuestra interpretación de dicho numeral, preferiríamos ver como un resto del numeral anterior a la anteposición de *kWe~., según lo expuesto en §IV.3.2. Sin embargo, Winter (1992b: 352> para poder partir de *kWeL(w)r~ ha de hacer mangas y capirotes, postulando que la no palatización de *kw~~ en “40” frente a c ork “4” se debe a una asimilación de *—e—ar-- en —a—sr—previa al cambio del reflejo de *—t— intervocálica en *—y—. í8Rhit (1981: 131>, aunque segmenta *kat—a—sun, no se decanta explícitamente a favor de ninguna de las dos interpretaciones. 189flrugmann (1911: 33), Meillet (1936: 100>, Szemerényi (1960: 19), Schmitt (1982: 1981), etc. 620 En cuanto a “30”, eresun, la interpretración más admitida190 es que procede de *eriasun, forma que, al ha recibido dos interpretraciones, en las que —a— 191 192unión o bien marca de neutro plu. Sin embargo, la más reciente parece haber olvidado que fonéticament posibilidad recogida por Brugmann <1911: 33) explicaciones anteriores de Meillet, y es que en eresu el paso de *—i— > —e— ante -41—• Fonéticamente, además, podría ser tanto breve como larga, pues el resultado habría sido el mismo. Curiosamente Szemerényi <1960: parte de TE *tri-kont-, llega hasta arm. *eri-sun, pe luego en su explicación admitiendo una refección de la introdujo en la misma la vocal de unión -a--. Para “20” k san se parte olvidándose aquí también la (1911: 31) acerca de que la tanto *gJ—san como *gi-SaJ2, lo posibilidad de *wikmtr como la que *—1 no es necesario para el generalmente gual que “40” es vocal de bibí iografía e cabe otra siguiendo Ji tengamos dicha *—i— en armenio 23>, que ro procede forma que 193 de forma general de TE *wlkmtr, correcta observación de Brugmann forma subyacente a k san puede ser que en términos lE supone tanto la de *wXkmtT, a lo que hay que añadir final del arm. Para concluir nos gustaría llamar la atención sobre el hecho Szemerényi (1960: 23), Schmitt una de las dos posibilidades ‘90Meillet <1936: 100), Winter <1992b: 351) y <1911: 33). 191 Así Meillet (1936: 100), Szemerényi (1960: 23) y una de las dos posibilidades en Brugmann (1911: 33>. 192Así Winter (1992b: 351>. La postura de Schmitt (1981: 131>, al igual que en el caso de “40”, es ambigua. 193Meillet (1936: 100), 126), Schmitt (1981: 131), Winter (1992b: 351>. Szemerényi (1960: <1981: 131), en Brugmann 621 de que, como hemos venido viendo a lo largo de la diferentes decenas en arm., no hay datos en las arm. que obliguen a postular ni vocal o sonante del primer elemento de los compuestos ni vocal de de ellos. discusión de las propias decenas larga como final unión en ninguno 10. LAS DECENAS EN LAS LENGUAS INDO-IRANIAS Frente a lo que hemos hecho en otras ocasiones, en las que hemos preferido ofrecer por separado la interpretación de los datos del antiguo indio y de las lenguas iranias, optamos en este caso por tratarlos de manera conjunta, ya que hay problemas generales que afectan por igual a ambos grupos y esto nos evitará repet iciones innecesarias. 10. 1. La formación de las decenas en antiguo indio Las decenas en antiguo indio son éstas: 20: vimsat.z- 30 trlmsat- 40 catvaritnsaL— 50 parrc~sat— 60: sasti— 70 saptatí— 80 asití— 90 navatz— Se trata en todos los casos declinación de sg., como tema en —i en y como tema en —t en el de “30”—”50”. de sustantivos el caso de “20” y fem. con 60 ‘‘ — ‘‘ 90’’ 10.2. La formación de las decenas en las lenguas iranias antiguas Dado que, al igual que sucede en otras ocasiones, no tenemos atestiguada la forma de las decenas en a.pers., únicamente podemos tomar en cuenta las decenas del avéstico, que son las siguientes: 622 visai Li Orisatam, Orisas caO f3arasat am panc~sa L am xguuagtim hapt~i tu a.~t~i Lira nauuai Lii 10.3. Interpretación Como se puede primera vez, a se produce un de las mismas caracterí st ica “60”, a.i. —Li observar nada más aproximarse, aunque fuera por las decenas del a.i. y del avést., en ambas lenguas corte entre “50” y “60” por lo que a la morfología se refiere: entre “30” y “50” tenemos como marca de la decena a.i. —saL, avést. —sater» y a partir de avést. —Lii. La interpretación tradicional 194 consideraba ese corte como una diferencia de formación prístina: “30”—”50” se habrían formado mediante *—knit, mientras que en “60—90” encontraríamos abstractos o colectivos en —ti, cuyo significado originario habría sido el de “conjunto de seis, conjunto de siete...”. Mediante el sobreentendido de que se trataba de un conjunto de seis decenas, siete decenas, etc. habrían llegado a ser la expresión regular para “60”, “70”, etc. Szemerényi (1960: 49—62) criticó de forma radical estos planteamientos, postulando básicamente dos principios: 10) al igual que en otras lenguas TE las decenas “30—50” en a.i. y avést. tienen como segundo término de compuesto *—komt; 20) no había una diferencia originaria de formación entre las decenas inferiores y superiores a “50” en a.i. y avést., sino que dicha diferencia, observable sincrónicamente, halla su explicación diacrónica a 194 Brugmann (1890: Sommer (1950: 80-8 33—34, 191 1), Burrow 4: 37) (1973: Wackernagel <1930: 261—262), etc. 369—370), 20: 30: 40: 50: 60: 70: 80: 90: 623 partir de una igualdad de formación. 10.3.1. LAS DECENAS “20”—”5O” Para que se re format ivo antes al Como ya 32—35> p en TE, “rp tctxás y avést. vocálico valorar adecuadamente la propuesta de Szemerényi por lo fiere a la supuesta presencia de *—konit como elemento de las decenas en el grupo i.—ir. debemos remontarnos tratamiento que con anterioridad a él se había hecho. señalamos al inicio de este capítulo, Brugmann <1914: ostulaba la existencia de dos series distintas de decenas que, significativamente, denominaba “tptáxoLrua—Reihe” y —Reihe”. Pues bien, las decenas 50” e inferiores en a.i. pertenecerían a la “‘upuaxcrs—Reihe”, por lo que su grado cero no presentaría ningún problema.’9~ Aparte de esto, las decenas “20”—”40” presentaban en a.i. otro punto problemático: la —ni- que aparece antes de —sal. Ya Brugmann (1890: 26> consideró que en catvarinisat- esta —III- era reciente, visión que ha sido admitida de forma general hasta - 156 nuestros dias . Por lo que hace a “20” (y con dudas, también para “30”, en su visión), Brugmann <1890: 24—26) consideró, frente a opiniones anteriores197 que tal —ni— era un arcaísmo mantenido por el a.i., puesto que no podía explicarse como un desarrollo propio de esta lengua. Suponía que se trataba de una marca casual de la que se habría dotado a *wi por analogía con *dwoin y que en un primer momento debió de emplearse con el gen. plu. de las decenas para idea general es aceptada por Wackernagel <1930: 368). 196Para una opinión reciente vid. Emmerick (1992a: 173—174). 197Vfd. Brugmann (1890: 25) para la exposición y crítica de las ideas de Benfey y Thurneysen. 624 pasar luego a ser empleado de forma atributiva. lBS Naturalmente, no es de extrañar dicho elemento no dicha explicación no que Burrow (1973: 261 está aclarado. Tampoco es satisfactoria y, asi, afirme que el origen de es de extrañar, pues, que 5 zemer ény i (1960: 53—56> acometiera su interpretación, proponiendo una hipótesis no él, las formas *wiknti, *trikon evolucionara a Szemerényi que dificultades. La “4” no aparecía haberla reducid composición, se de *trisamt fue La lo *vi segunda difi que hubiera sati y satara. *trlsamt exenta de ingenio indias “20”—”40” t y *kWetwfkonL, *vTsati las formas de “30” primera era que *cat, aunque su matices. Según él, y basándose en decenas “20—40” es visam, tirnsam, igua en “30” y, aun ahí, seria una la forma heredada, *tríkmt—, aún ormó según *trTn, forma antecesora la reducción a trirasat es obvia, y la reforma en sánscrito y sus vinisatí y eaLv~rimsat. Para apoyar en “30” se apoyaba en a la conclusión de que oset a * L rin— esita de de las o es ant la que o, se ref *LrinAaL— produjo y “40” en i nno que yac ión ext raí también había existido alguna vez en iranio. Así pues, ¿qué es lo aprovechable de esta hipótesis? Ciertamente no el hecho de remontar a fecha i.—ir. la innovación, pues, como correctamente señaló Szemerényi <1960: 54) la forma oseta halla bien su explicación en el desarrollo propio de dicha lengua. Pero sí nos parece muy verosímil el hecho de que se haya producido una reforma de un *trisaL— heredado en *Lrinsat- por influencia del numeral “3”. Sin embargo, hay que postular que antes de que se produjera tal innovación, es decir, antes de la creación del nuevo plural neutro, el antiguo tU, frente a *tri.4at—, hizo que, por analogía, se reformara la forma heredada de “40”, seguramente *catursat— por vid. Emmerick efectivamente como quiere <1932: 157—158) etc. que habrían “un bisogno di llevado a la 203 y 627 significado de “conjunto de seis”, “conjunto de siete”, etc. Para “60” Szemerényi parte de TE *s ir. *a.~t~Áat y luego, efectivamente, disimilación de *—t—, haplología de *—sa— y restauración de —t— por influencia de “8”, que provocaría la refección de “60”, “70” y “90”, a partir de formas que, puesto que no están atestiguadas ni son necesarias para la argumentación, preferimos no reconstruir, aunque de hacerlo lo haríamos directamente con grado cero, como las decenas inferiores de esa lengua, y no con grado pleno como quiere Szemerényi. Emmerick (1992a: 174) ha de Szemerényi por lo que hace la comprensión de asiti expíl criticado —con razón— la al a.i. Según él nada se cándolo a partir de una propuesta avanza en forma tan improbable nos hemos Emmerick se relacio el grupo participio drsLa— (< hay dos vocalismo —n— que, propuesta se conside como *caLv~ri~ant, forma contra cuya verosimilitud ya pronunciado más arriba. Sin embargo, la propuesta de Pp. 174—175) no es más satisfactoria. Según él, *Okto *azitj— ión de la si • En efecto, tampoco la propuesta de la evolución sería *11 ektll —Li- > *ogdH tio o , quien juega con la de formaciones del tipo “6”—SSti--- junto a formaciones como “6”—ti— (los 208 Como posibilidad alternativa Emmerick recoge la propuesta de Schrnidt (1970: 134), según la cual *ksweks—kmLa habría evolucionado directamente a *sat—saLi, con posterior contracción. La propuesta podría ser atractiva en principio, pero lo que no se entiende en absoluto es por qué en a.í. se ha reinterpretado como sust. fem. una formación con marca de plural en *-e>-i cuando en a.i. hay plurales neutros en —1. remains (1982), *azdi ti nivel ac 630 abstractos), de donde se habría producido la confusión que llevó a la sustitución de las primeras por las segundas como decenas. Aunque la evolución fonética planteada por Emmerick nos parece más convincente, quizá haya que contar con esta coexistencia para explicar por qué se dotó de una —i a las decenas “60” y superiores, hecho que sigue siendo enigmático, pues no hay datos que hagan ver con claridad por qué se produjo un corte en el tipo de formación de las decenas de las lenguas i.—ir. entre “50” y “ 60i’ 11. LA FORMACION DE LAS DECENAS EN TOCARlO TOCARlO A TOCARlO E (¿ti v~rka) p¿~ka skaska wikí ikárn 210, Tkárn t áry~ka ¿tw~rka pi saka, skaska, sukt ahka oktanka, oktamka, oktarnka ?íuhka, Yíurnka 11.1. Cuestiones de detalle Si comenzamospor las decenas superiores, “70”—”90”, se puede ver fácilmente que en ambos dialectos ha habido refecciones analógicas, si bien en distinta dirección. En el caso del dialecto A, en contra de la opinión de van Windekens (1944: 214, etc.), para quien el final —uk halla su explicación en “90”, con una 209viki sólo 210ikarn sólo una vez; una vez; vid. Winter (1992b: vid. Winter (1992b: 20 30 40 50 60 70 80 90 209 wiki t ary~k stwar~k pií~ k s áks .~k s~qpLuk oktuk urnu k 116>. 116). 631 evolución *newn + marca de decena > *nun *nurn(á)k (por disimilación) > rimuk (por umlaut de —u— y caída de —U- en la 211 primera sílaba) , parece más apropiado partir, como han hecho, entre otros, Pisani <1932: 157), Sommer (1951: 47), l-iilmarsson (1986) y Winter (1992b: 121), de *oktñk—,.oktuk y, a partir de ahí, transferencia de —uk a “70” y “90”. En cuanto al dialecto E, resulta evidente que oktanka debe su final a “70” (recordemos que “7” y “8”, en sus formas más corrientes, son S’lIkt y okt en ese dialecto) y que la eventual presencia de —ni- obedece a influencia de “90”, que procede de *newn-/newm-.212 Por lo que a “60” toc. común Cásásk213, una forma TE *seksk—21’1 se refiere, las formas son reductibles a un que no presenta dificultades de derivación de En cuanto a “50”, la forma del dialecto A sobre la forma anteconsonántica de “5” pff—215, por de “50” en A no puede ser antigua, aunque, en la está remodelada lo que la forma misma, 44k, se 211Explicación aceptada por Szemerényi que no pudiera aceptarse la evolución 212Habida cuenta *newm resulta más forma en “90” en la citada más arri la de Szemerényi asimilaciónd de la la -W-. 213 *sakoska, según Winter (1992b: 120), pero vid. ¡nfra. <1960: 46—47) para el *—o->---u— en tocario. caso de de que parece que “9” en TE es originariamente verosímil pensar en que hay una retención de esa toc. que ofrecer complicadas explicaciones como ba de van Windekens a propósito del dialecto A o (1960: 46), que postula que ha habido una segunda nasal, —ti— según él, a la labialidad de 214 Vid. Pisani (1932: 157), Szemerényi <1960: 47), etc. 215 Vid. Winter <1992b: 119). 632 considera habitualmente2’ forma de E se refiere, *penkWékontH 2 para expí *p’ansékonta, de donde, presentan todas las de *p’ená~ka (com umlaut de forma histórica por trat Aunque la explicación es acertado el tratamiento igual que ocurre con la 6 heredera de lE *penkWék~. Por lo que a la Winter (1992b: 119—120), parte de un IB icarla, que habría dado en toc. común con la forma en allegro que, según él, cenas en toc., tendríamos *p ens~ka > a), a partir de la cual se explicaría la amiento de la —e— y pérdida de la nasal. posible, resulta, a nuestro juicio, más de Szemerényi <1960: 47), para quien, al forma del dialecto A, también tendríamos aquí una forma innovada a partir del cardinal “5”, rns. Por lo que a “40” en el dialecto E se refiere, se suele partir de *¿twaflka, Winter (1992b: 118—11 Szemerényi (1960: 47) influencia del final parece mucho más vero que incluso el propio de que 44k se haya re a la forma de B, para pasado a stw~rka por como bien ha señalado forma que para van Windekens <1979: 489) y 9) es la heredada del TE, mientras que para ésta sería una remodelación de *stwarka por —aka de “50”, propuesta esta segunda que símil a la vista de la forma de E, para la Winter (1992b: 119) considera la posibilidad introducido a partir de “50”. Pero volviendo van Windekens (1979: 489), *stwar~ka habría influencia del monosilábico stwer “4”, pero, Winter (1992b: 119), el impacto de dicha forma sobre bien atesti compuestos, definitiva, dialecto E sat isfactor “40” es guado en especial al igual es una iamente. difícil de los texto mente en que ver forma 5 la emo5 que ver, puesto que el fem. y la forma stwar~- se expresión de numerales que sucede con “30”, todavía no ha sido stw~ra está utiliza en altos. En “40” en el explicada Szemerényi (1960: 47) y, aunque no explícitamente, Winter 119). 216 Vid. (1992b: 633 En cuanto a “40” en sencilla es la de Szemerényi extensión de 44k de “50” a A es stwar), frente a a d como alternativa parti d *sLwarñka, en la que sílaba después de que primera sílaba de “40” el dialecto A, la explicación más (1960: 47), para quien se trata de la 40” (recordemos que “4” en el dialecto e Winter (1992b: 119), quien sugiere r e una forma *¿twfr~ka, equivalente a 13 la 44- se habría mantenido en la segunda “4” se hubiera convertido en stwar y la se hubiera remodelado de acuerdo con ella. “30” en A, de acuerdo con Szemerényi (1960 forma remodelada con 44k de “50” y “40” frente a *trik sería la original. La propuesta es buena necesario pensar que la forma heredada era *trik forma *Lrik habría podido sufrir la misma evoluc vocalismo —a— de tary—, Winter (1992b: 118>, que que la forma no puede ser antigua, pues de lo habría reducido a —a—, asume que *táry~k sufrió stwar~k “cuarenta”, estructurando su vocalismo ésta. Por su parte, van Windekens (1976: 494) exp —a—por influencia del dialecto E tarya “3”. 47), sería una la que, según él, sólo que no es con —1--, pues una ión. En cuanto a] también reconoce contrario —a-- se la influencia de de acuerdo con lica el vocalismo Por lo que a “30” en E se refiere, Szemerényi (1960: 47) ofrece una explicación similar, en la que por influencia de “40” se habría generado una forma *tri--~-ka que habría desembocado en tñry~ka o, alternativamente, que en ella tengamos la forma en composición de “3” Láryfl—, cualquiera que sea el origen de ésta. 11.2. La marca A -k, B -ka Antes de pasar al numeral “20” conviene detenerse a analizar la marca de decena de los numerales tocarios. Si se observa la tabla del comienzo de este apartado general, se comprueba que en A todas las decenas aparecen caracterizadas por —k, mientras que en 13 la marca es -ka. 634 Los intentos de explicación de las mismas han sido múltiples. Winter (1992b: 118) ha señalado correctamente que ninguna de las dos es un tratamiento regular ni de lE *—komtH2 ni de *—kmtH2 y ha propuesto que se trata de formas en allegro. Y a lo largo de su exposición sobre las decenas en toc. (pp. 118—22>, parece implicar que en toc. común la forma era *—ka, que en el dialecto A habría evolucionado a *—ke y de ahí —k. La explicación fonética es posible, aunque, como veremos, no es la única y en cuanto a la consideración de formas en allegro no vemos por qué en las decenas habría de producirse una realización en la cadena hablada especialmente rápida - Van Windekens <1944) propuso que E -k remonta directamente a TE *kniL o *kornt, mientras que la —a de A -ka no es sino la desinencia de plural, explicación aceptada por Pinault <1989: 62—63). Esta explicación nos parece muy interesante, habida cuenta de que, como señala el propio van Windekens, la introducción de la —a de plural está atestiguada dentro del propio sistema de los numerales, pues así se explica bien la —a de E stw~ra. Por otra parte, hemos de señalar que van Windekens está acertado al partir de formas sin final en ~~2’ pues las formas tocarias no exigen la presencia de laringal y que éstas se reconstruyan en las proto—formas postuladas para el toc. sólo obedece a la reconstrucción que se haga a partir de la formación de las decenas en otras lenguas. Por otra parte, no podemos dejar de mencionar en relación con esta constatación, el hecho de que en toc., salvo en “50”, donde sí parece que hay que partir de una forma con vocal larga, no es necesario postular como primer término de compuesto de las decenas ninguna forma con vocal larga ni con *—5 como marca de plural. 635 1123. El numeral “veinte ” Según van Windekens <1944: 212—213) la forma 13 ikám no presentaría dificultades, pues podría derivar de TE *wikrnti, con palatalización de wi- > yi-, mientras que —niti > -eYíc > —armn > —an > —áifl. En cambio, según él, la forma A wiki no podría derivar de la misma: wik— derivaría de Iwikrnt, formación comparable a a.1. tnimsat— “30”, a la que se le habría añadido secundariamente una desinencia de dual —1, tal vez tomada directamente de ~mpi “ambos” 217 Szemerényi (1960: 47) está de acuerdo en derivar B ikára de *wikrnti, sólo que plantea la siguiente evolución para el grupo final: —nil > —tUi > -fmi. También cree (PP. 47—49), frente a propuestas anteriores, que A wiki puede derivar de la misma y para ello argumenta que en la evolución de la desinencia -‘iti en tocario A presenta dos desarrollos: un tipo normal -nc y unas cuantas formas en —e/—i. Por su parte, ¡lilmarsson <1989: 121—122) y Winter <1992b: 116) precisan que la forma TE ha de tener *Wi— con —1- sin que quepa la posibilidad de que se trate de una —1—. Esto, según Winter, apuntaría a que tenemos la desinencia de dual, pero Hilmarsson, con muy buen juicio, ya asumió la doble posibilidad de que hubiera que partir bien de la forma con desinencia de dual, 217Van Windekens <1976: 277), tal vez teniendo en cuenta la crítica de Szemerényi <1960: 47—48) sobre la imposibilidad de que —i fuera sentido en toc. como marca de dual, había admitido la posibilidad de que esta —i fuera la marca de plural; sin embargo, ha vuelto (van Windekens 1979: 277) posteriormente a la idea de que se trata de una desinencia de dual, al igual que la que aparece en el citado ~irnpi o en A prail, de pracar “hermano 636 *wiH1-. bien compensatorio 218 compuesto. de una forma al perderse la *wY- con larga por alargamiento *d— inicial del segundo término de Por otra parte, Hilmarsson (1989: 116) han señalado acertadamente que 122—123) y Winter (1992b: la propuesta de Pedersen (1941: 252, n. 1) en cuanto a que 13 ikám procede de una forma *—knit no es objetable desde el punto de vista fonético. Sin embargo, tanto Hilmarsson como Winter la rechazan. El primero asume una influencia en proto—tocario de la palabra para “10” sobre la palabra para “20”, asumiendo que en algún momento “10” 219 fuera *dekrnt. Para Winter la propuesta de Pedersen no es aceptable porque supondría que “20” quedara aislado en relación con el resto de las decenas en cuanto éstas presentan la marca de un antiguo neutro plural. Como ya hemos visto, la —a de la otras decenas en el dialecto B puede recibir una explicación dentro del propio toc. y no ha de remontarse necesariamente al TE, por lo que una forma *wikrnt como antecedente tanto de A ikárn como de E wiki es perfectamente aceptable. Resulta más verosímil esto que aceptar la explicación de Winter (1992b: 116—117), para quien hay que partir de una forma 13 *ikáíC frente a la cual el ordinal sería *ik¿ijícLe, del cual marca de que una vez se crearía el ordinal. simplificado quedaría en ik&iYte, a partir cardinal ik&m por segmentación de —Le como 12. LAS DECENAS EN LAS LENGUAS ANATOLIAS Desconocemos cómo se formaban las decenas en anatolias. Los ideogramas correspondientes enmascaran las lenguas la forma de .13.1—2 para la interpretación general en indoeuropeo. 219Pero vid. capítulo X. los razonamientos en contra que hemos ofrecido 2181/id. §xííí en el 637 las mismas en hitita. 13. LA FORMACION DE LAS DECENAS EN INDOEUROPEO Vimos en ~XIII.1 las principales teorías expuestas a lo largo de la historia de los estudios indoeuropeos relativas a la comprensión global de las decenas en indoeuropeo. Seguidamente -y esto ha constituido la parte más larga de este capítulo— hemos procedido a analizar y valorar los datos de cada una de los grupos de esta familia lingúistica, labor que era necesaria antes de presentar nuestra propia visión de las decenas en indoeuropeo, pues, lógicamente, será basándonos en los datos que a partir de dichos análisis hemos extraído como podremos proceder ahora a examinar el origen y evolución de las decenas en PIE y en las lenguas históricas de forma global. Dos son los aspectos fundamentamentales, que, la investigación previa, habrá que tratar ahora: ellos es dónde hemos de reconstruir una vocal larga primer término de estos compuestos y cuál es segundo, a qué obedece el hecho de que en algu decenas aparezcan con marcas de plural y en otras con que se trata de nombres con declinación de veremos, plantearse esta segunda cuestión equivale sobre la historia de la formación de las decenas en de acuerdo con el primero de como final del su origen; el nas lenguas las nos encontremos singular. Como a interrogarse indoeuropeo. 13.1. Morfolo~ia del primer término de compuesto En la hipótesis formulada de forma más tradicional, clara en el tal y como se encuentra Grundiss de Brugmann (1914: 638 30), se entendía que había en lE dos tipos de formaciones para las decenas: uno en el que las decenas eran compuestos femeninos en los que el segundo término era *—kornt/*krnt y el primero la forma radical en su reseña del libro de Szemerényi criticó esta idea, por considerar que nunca existieron tales fonemas en TE, sino que eran una notación convencial por grupos de sonante y laringal. Sin embargo, cambiar la propesta de Szemerényi meramente en la transcripción, aunque obtengamos así formas fonéticamente posibles, en este caso no resuelve el problema. Se precisa, pues, una nueva valoración de los datos sobre los que se apoya dicha reconstrucción. Para esta valoración, comenzaremos, como ya hemos hecho en varias ocasiones, por analizar las decenas superiores a “50”. Las 221 formas atestiguadas en los diferentes grupos son las siguientes: 60: a.irl. SOSOS, lat. sexagirita, gr. £~rLxoL’ta, a.i sasti—, avést. x~uua.~t!m, arm. vat’sun, toc. 13 skasks 70: a.irl. sechirnogo, lat. septuaginta, gr. Ej38011Y1X0L>t(X, al. saptatf-, avést. hapt~iLirn, arm. ewt’anasun, toc. B suktsnka 80: a.irl. ochimogo, lat. oct5gint~, gr. OY&OliROL)TcX, a.i- aSitl—, avést. agL~itim, arm- uL ‘sun, toc. E oktanka 90: a.irl. nocha, lat. nón~ginLá, gr. LPSt>YlXOPT«, aa. navati—, avést. nauuaitirn, arm. ¡nnsun, toc. 13 nuhka A la vista de es propósito de cada una apartados precedentes, sonantes largas como Ciertamente, ninguna. 221 No incluimos pueden verse precedentes al tas formas y dc las consideraciones que a de ellas hemos realizado a lo largo de los ¿cuáles serían las bases para reconstruir finales del primer término de “70” y “90”? Por lo que a “70” se refiere, la forma del aquí formas marginales o dialectales; sobre ellas las explicaciones ofrecidas en los apartados tratar en detalle cada grupo lingilístico. 640 a.irh, con —o—, está rehecha conforme al final de “80”, por lo 222 que postular una sonante larga es completamente arbitrario - Algo similar ocurre con el lat., con final en —LIa, ciertamente rehecho e imposible nada aporta del arm. y test imonio vocalismo hemos hech histórica las decen la única Un i cament consisten vocal lar asum i b 1 e siguiente de derivar de una sonante larga PO el del está o de as exp e te ga que Qu r estar rehe toc. tampoco griego, de cha sobre exigen un entrada, rehecho; por tanto, al tratar 1 griego se superiores a licación pos el testimon con la forma como final d se trata de eda claro, de las debe a “50” ible ‘o de el una pues el numeral a sonante habría que La forma del a.i. “7” y las formas larga. En cuanto al asumir que que el parece, mejor postular, como que la forma xot~rua a todas lado, ésta es eda entonces? siquiera es donde no hay ue parece más con la decena sólidos para decenas griegas223, una extensión de —T~ puesto que, por otro para oy&OTxoL’ta. ¿Qué qu del avéstico, que ni “90” de la misma lengua, primer término, por lo q innovación por analogía que no hay argumentos postular una sonante larga: las formas de todos los grupos TE se explican bien mediante refecciones a primer elemento *Septfli—. partir de una forma con Examinemos ahora los datos relativos a “90” a.irl. excluye la posibilidad. Y las del arm., a.í. desde luego no pueden ser un apoyo. Quedan, pues, lat. y el gr. Para la del griego, de nuevo, habría el vocalismo está rehecho y no ha razones de preferir postular esto a la transferencia y puesto en relación por él con hechos lingilísticos observables a nivel general, aunque sus propuestas concretas para la explicación de los hechos lE no nos parezcan satisfactorias, como ya dijimos. Como se observa, las decenas superiores a “50” parece que han sufrido notables tranformaciones en las lenguas TE, por lo general tendentes a la regularización paradigmática dentro de cada uno de los grupos dialectales: pues bien, esto casa bien con los datos que desde el punto de vista lingilístico general son extraibles del análisis de lenguas atestiguadas y que ?-lanczak 224 Vid. §XIII.3y§XIII.8.6. 642 interpreta, a nuestro juicio correctamente, del modo siguiente: las decenas superiores, de menor frecuencia de uso, están por eso mismo más sometidas a la posibilidad de refecciones que las decenas inferiores, de mayor frecuencia de uso y, por tanto, menos susceptibles de verse afectadas por acciones analógicas. Pasando ya a “50”, las formas que ofrecen las diferentes lenguas LE son: 50: aÁrl. coica, lat. yisun, aA. pai’ic~sat—, avést. quinqL’aginta, gr. panc~satern, toc. B nwTllxovra, pi ~aka Debemos eliminar, de entrada, el testimonio del a.irl. y del toc. 13, puesto que parece que en ambos casos la decena ha sido remodelada según la unidad correspondiente. Por lo que al arm. se refiere, el testimonio es ambiguo: normalmente se deriva de una forma con vocal larga como final del primer término, pero ya hemos visto en 53<111.9 que tampoco habría impedimentos fonéticos para hacerlo derivar de una breve. Con todo, el testimonio del gr. y el grupo 1.—ir., así como el del lat. (aunque en este caso hay que contar con que ha habido un cambio de timbre de la vocal por influencia de la decena inmediatamente inferior), parece apoyar la reconstrucción de una forma TE con *penkWé~~ como primer término. Dejamos, Las formas de de momento, “40”, para centrarnos en “20” y “30” las diferentes lenguas son: 20: a.irl. fiche, vinisatí—, avést. visait 30: aÁrl. tricho, a.í. trimsat—, avést. O lat. u 1, toe lat - risat iginLT, gr. ELXOOL, arm. k’san, a.i. n ikArn iginta, gr. TpLaXOL>tcx, arm. eresun, toc- E táry~ka U orn, Si comenzamos por “30”, e puede tomarse en consideración 1 testimonio del gr. y del ya que se trata de formas a.í. no rehechas arin - 643 sobre la forma del numeral “3”. La forma del arm. y el toc. es ambigua, pues podría proceder tanto de *—T— como de *4— - Sin 225embargo, el testimonio del aArl-, lat. y las lenguas ir. permite reconstruir * tU— - Para “20” cuanto que ha arm. nos dice Sin embargo, claramente una la forma del a explicaciones otras lenguas refección dent no podemos tener en cuenta el testimoni del a.i. en sido rehecho por introducción de —Di-- - Tampoco el nada seguro arm. en cuanto a la cantidad de la —1- lat, gr. (dorio FXcX¶L), avést. y toc. dejan ver forma IB con *wf— como primer término. En cuanto a .irl., dado que, como apuntábamos en §X11L2.2, hay contrapuestas, basándonos en el testimonio de las TE, parece más lógico pensar que su —r-- se debe a ro dc esa lengua. Finalmente término de “40”, lenguas TE: 40: a.irl. arm. k arasun, stw~rka debemos abordar basándonos en 1 cetihorcho, lat. al. catt44rimsat primer de las la reconstrucción del os siguientes testimonios quadr~gint~, gr. iSooapaxoPTa, avést. ca-S¡3arosatorn, toe. 13 Nos encontramos aquí en otro de los casos en que Szemerényi proponía reconstruir un final del primer término con sonante larga. Pero, en realidad, ¿cuáles son los apoyos? De entrada hay que descartar el testimonio del a.i- por estar rehecho; el del a.irl. porque en la forma parece que se ha producido la síncopa de 225giguiendo a Emmerick representar *Orisat— en cuan de forma fiable la cantidad ir. medias apunta mayoritari ( 1992b: to que de la amente 306) avést. -Srisat-- puede la tradición avéstica no indica 1. El testimonio de las lenguas a *-Brisat— 644 una vocal, arm. , avést vocal y gr. la de otros pero no es determinable su cantidad; las formas y toc. son ambiguas en cuanto a la cantidad de (átj rsoaapaxoirra es una forma rehecha, al igual 226 dialectos - Así pues, ¿qué queda? El testimonio lat. y el de algunos dialectos griegos que presentan tETpwxoL>Ta (junto a otros que escaso apoyo parece cuenta de que estos en otros ámbitos de procedente postular problemas de cronol señalamos en §XIII.8. pensar que tanto en dialectos griegos se vocal resultante de presentan tttpaxoPtci con vocal breve). Con tan improcedente postular una sonante larga habida fonemas no parecen contar con apoyos sólidos la morfología o el léxico TE. Tampoco parece una secuencia de sonante y laringal por los ogía relativa que esto plantearía, según 6- Así pues, nos parece mucho más aceptable el caso del lat. como en el de algunos ha producido un alargamiento secundario de la la vocalización de la sonante correspondiente; dicho alargamiento se debería a sería difícil de explicar habida inmediatamente anterior como presentaban vocal larga. Creemos, forma LE con *kWetwr~ como primer analogía con otras decenas y no cuenta de que tanto la decena la inmediatamente posterior pues, que hay que partir de una término. 1t2. Origen de las vocales largas como final del primer término Recapitulando lo expuesto en el que hay que partir de las siguientes como explicación de las que tenemos históricas: 20: 30: 40: * vi 1kmti - *trikont—/*trikmt— *kWetwrkonL ~I*kWetwrkrnt - apartado anterior, formas TE para las atestiguadas en las 60: *s(w>ekskont-I*sekskmt- 70: *septrnkonL—/*septmkrnL- 80: *okt~kont-/*okLokmL- creemos decenas lenguas 226 Vid. §xííí.s. del la que del 645 50: *penkWékonfl¡*penkWékmÉ 90: *neunkont<*neunkrnt Según se observa, se trata de formas que acaban, bien en vocal larga, bien en sonante o consonante. Estas últimas no ofrecen problemas, pues no son sino la forma de la unidad correspondiente Tampoco ofrece problema la vocal larga de “80”, pues, como ya hemos señalado, no es sino la vocal larga de la unidad correspondiente - En cuanto a “20”, “30” y “50”, la diferencia con la unidad 227 correspondiente es precisamente la cantidad de la vocal. Se plantea, pues, el problema de a qué se debe el carácter largo de la vocal final de estos numerales cuando aparecen como primeros términos de compuesto de las decenas. 228 Si comenzamos por el análisis de *pentiékont- , observaremos que no hay explicación posible de tipo morfológico para este grado “alargado”. El numeral “5” aparece siempre como *penkwe con vocal breve, y dado que es indeclinable no parece justificable postular una *—F12 como marca de plu. En este sentido, la explicación más bien iría en la línea de Szemerényi <1960: 134~l36)=29, quien parte de *penkWedkor¡t~, que, por asimilaciín, pasaría a *penkWekkont~ y ahí se produciría el cambio de la secuencia vocal breve + consonate larga por vocal larga + consonante breve. La idea es buena, aunque no podemos compartir el paso intermedio *penkWekkont~, pues, de acuerdo con las reglas normales de asimilación de consonantes en TE, la secuencia esperada habría 227 Vid. capítulos TI, III y V. la exposición que sigue inmediatamente no recogemos sistemáticamente el grado del segundo término del compuesto, pues no afecta a nuestro razonamiento. 225 Que sigue una idea ya expresada por Kluge. 646 sido *penkWeLkont~. Aunque tal vez podríamos hablar de una disimilación de la *—t— final d aparece después, creemos que constatar el hecho de que se p que cerraba sílaba y -fenómeno TE— se produjo un alargamiento sílaba, conservándose así la Dentro de una concepción de oposición entre consonantes glo sería posible aceptar para el 1 Kortland (1983) para el griego cronología de la conservación únicamente al período de la e la segunda sílaba con resulta más sensato rodujo una desaparici bien conocido dentro compensatorio de la est ruct ura “pe sada” la fonología TE en talizadas y no glotali E, en la línea de lo , aunque, claro está, él, siguiendo estrictamente el método comparativo neogramático, dado que observa que hay dos tipos de formaciones en las lenguas lE, restituye las dos a la lengua común al mismo nivel sincrónico. se conserva la marca evolutivas en relación con penúltima sílaba hay que momento una sílaba en arm. de plural la fijación asumir que en arm. , pero por razones del acento del arm. en la tras —sun hubo en algún 651 mientras en a.irl. las decenas son sust. mase, en aÁ. y avést. son femeninos. Dado que los compuestos se remontan en dítimo término a una época preflexional en la que la categoría de género no estaba desarrollada, no es difícil entender que la diferencia se debe a regularizaciones dialectales. En a.i., donde los temas en —nt— eran únicamente masc, las decenas han adquirido ese genero; en aa. y en avést. las decenas han pasado a ser fem. por analogía con los temas en —L(i), en su inmensa mayoría fem. Para fina TE habría que lenguas con el heredaron del procedieron a que están en ramas de la unidad corres plural de la vuelto repet los nuevos s por proc eran lizar esta visión de la señalar que habría que germ., el bált. y el es TE estos compuestos como sustituirlos por nuevos la base de los compuestos familia pondient palabra ir en es intagmas univerbación esos fonético los límites pasar en frente a TE con la los sint yf s de de TE, e y, par tas las es decir dado que a ‘diez” familias lenguas los de f tal usión de pérdida palabra, sílaba in agmas del icial aesl historia de establecer 1., lenguas expres ión sintagmas las decenas un grupo C> que, si es de las decen similares a que presentan sintagmas estas lengua • Sin embargo, lingñisticas, modernas prese mismos, atest onemas en lo q y como hemos *de- de dúva * dekrn doseL en de que as, los las otras integrados por la s son flexivas, el el proceso se ha pues a partir de ntan ya compuestos iguándose, además, ue originariamente sugerido que pudo Así, por ejemplo, /dóva desete “20” univerbaciones en las lenguas eslavas mode serbo—croata dváest, esloveno 241 ‘, etc. 241Vid. Comrie (1992: 772—780). tenemos dvaeset dvádcat mas: macedon. dvájset, ruso 652 CAPITULO EL NUMERAL Y LA FORMACION DE XIV: “CIEN” LAS CENTENAS 1. EL NUMERAL “CIEN” EN LAS LENGUAS INDOEUROPEAS 1.1. Las formas del numeral “cien” Las formas atestiguadas del numeral lenguas indoeuropeas son las siguientes: “100” en las diferentes a.irl. cet gót. hund’ lat. cenLum a.esl. siho alb. njéqind gr. £XQTOL> arm. hariwr avést. satam a.i. satarn toc. A k&nt galés cant a.a.a. hunti2 córn. cans a.ing. hund3 bret. cant let. sirnts toc. B kante, kAn te Como puede observarse —y salvo la excepción del alb, que ha ‘Sólo en la prija hunda ya vimos en expresión “300”, etc. §XIIT .6.1. de las otras centenas: “100” en gótico se dice twa hunda* “200”, Laíhuntehund, como 2Como ya vimos en §XITT62 la expresión normal para a.a.a. es zénzeg. Aunque hunt aparece en las expresiones “200”, thriu hunt “300”, etc. ya desde Taciano, la forma es tardía. Por lo que a hunden se refiere, sólo se desde el siglo XII. Vid. Braune —— Eggers (1987: 233—234). “100” en zwei hunti ein hunt documenta 3La que que tardía. forma hund normalmente a hundred no suele usarse aparece en las se refiere, su para la expresión del “100”, s formas twa hund “200”, etc. Por utilización en antiguo inglés mo lo es 655 tomado su palabra para “cien” del lat. t y del arm-, cuyo hariwr 5 es de procedencia oscura — las palabras para “cien” atestiguadas en el resto de las lenguas indoeuropeas se corresponden entre sí claramente y permiten reconstruir en primera instancia una forma TE *kmt¿rn. Nos ocupamos a continuación de algunas formas problemáticas. 1.1.1. EL NUMERAL “CIEN” EN ESLAVO La evolución fonética de TE *m a esí ya que lo normal en seria 9, como muestra, “10” des9ti, a partir de *dekm—. u por no es la ejemplo, esperable, el numeral Esto ha llevado a que se planteen muy Eexplicar la forma eslava, entre otras variadas hipótesis para 7 — Según Brugmann <1911: 41), se trataría de un iranio, pero esta explicación no elimina el prob vocalismo, ya que, como recuerda Comrie <1992: 784), a iranio *ssLam se esperaría más bien una forma *scito. Shevelov (1964: desarrollado una forma 4 préstamo lema del partir de 91> sugirió que junto a *sifltom se habría *suntorn en paralelo a la alternacia entre Njéqind es un compuesto con njé “uno” y qind, que centun,. Vid- Hamp (1992: 919), con referencia a ant e r i o r. procede de lat. la bibliografía 5Vid. SxTv.1.5. 6Vid- Arumaa (1985: 198—199), Comrie (1992: 784). 7Más bibliografía a favor de esta hipótesis en Mikkola <1950: 57, n. 1). 656 vocal anterior y posterior que muestran las las lenguas eslavas, como a.esl. tysostu/ parecidos plantea la cuestión Otr§bski (1964: en su éstas t’loi, - Szemerényi vocalismo se vieran formas del tysesti. En 132—133). (1960: 65> propouso que *siflti” se por el final *—sú de las decenas remodeladas por la influencia de “1000” en términos vio influido antes de que la forma del — Otros han preferido partir de una forma TE *(d>ku-tom, cuya —u—contaría con el paralelo de formas del “10” como lat. decuria o gót. tígii—. Sin embargo, no hay base comparativa para mantener tal hipótesis, pues gót. tigu— puede derivar regularmente de *dekrn y es mejor analizar lat. decuria como un compuesto con la palabra *wiro— “hombre” como segundo elemento.8 Así pues, hipótesis que fonética, si b irrebatibles? quizá haya que volver a tomar en consideración las ven en el tratamiento —ú— una mera variante ion los paralelos que se aducen no son del todo 1.L2. EL NUMERAL “CIEN” EN GRIEGO También la forma griega ~X«t¿L’, con blema. Brugmann (1907: 7—9, 1911: 41> numeral “1”, es decir un compuesto posterior cambio de timbre a a E si también existió la forma *EI) su E— inicial plantea un veía en ella un reflejo *&—xaróu, donde *srn—>&--, por influencia de ELS, o xaT¿L>, por contaminación 8sobre el que vid. SXVITI.16.1.3.3. del problema 90—91). fonético vid. Vaillant (1958: pro de 1 con bien 9 Para una discusión §41) y Shevelov <1964 657 ‘o entre ambas. En la misma línea, Schyzer (1913: 196) y Loewe (1930) prefieren partir de *Et) xaróu y *sernkrnt¿rn, respectivamente, y explicar EX«tOL> por una disimilación de nasales. Esta línea de interpretación —que nos parece la más adecuada— cuenta en su apoyo con el paralelo del resto de las centenas en griego, aparte de que un paralelo de evolución para *srn—>a- puede encontrarse en EtEPOS, si es que hay que explicarlo como procedente de <éiEpoS’2 Señalaremos que recientemente Kortland <1983: 98>, en el marco de su teoría glotálica, ha propuesto partir de *‘tkmtom, forma en la que se habría perdido la consonate glotálica inicial y su reflejo glotálico habría convergido con *H~—, que, a su vez, habría vocalizado en E—, a la que se habría dotado de aspiración - 13 por influencia de “1” al reanalizarse la forma como E—xci’toi>. 1.1.3. EL NUMERAL “CIEN” EN LAS LENGUAS ANATOLIAS La forma acadograma ME, del numeral “100” en hitita se oculta tras el de modo que nada podemos saber de ella.’4 10Van Windekens (1969: 167—169), retomando una había rechazado Brugmann (1907: 8—9), creía analizable en E—xatóL’, con E—< *se, forma an “uno” sin alargamiento —m para la que ahora él apoyo en toc. A Sa—, 13 se “uno’t, pero vid interpretación de las formas tocarias. ~~Vid. Risch <1962: 132—133) para constatación. ‘2Vid. 514.1.2.13 Explicación que acepta Beekes <1995: 213). 14t/id. Friedrich (1952: 304) y Neu (1983: 292). hipótesis que ya que ExatoL> era tigua del numeral creía encontrar un §L1.6 sobre la las implicaciones de esta 658 En cuanto al luvita, se ha intentado ver el numeral “200” en la forma ta—at-ta-a—ri—in--ta, que representarla un La—star-i—nda, donde La— seria una forma del “2” y star la forma del “100”, relacionable tal vez con a.nórd. stbrr “grande”, aesl. staru - IB“viejo”, lit. storas “ancho”, etc. El problema es que el propio 16 significado de la forma no es seguro- 1.2. La interpretaci6n del numeral “100” en indoeuropeo: estado de la cuestión La reconstrucción tradicional dc “100” se hacía derivar de *dkrnt¿rn, es decir, una *dekm 18 Así pues, se entendía que algo así como “la gran decena, único problema que se planteaba e relación morfológica y fonética Szemerényi (1960: 139), tras anali en la bibliografía anterior, vio b dos tipos, según que se analizar entendiendo —to— como el sufijo de de mayor aceptación, o bien ‘5Vid. Shevoroshkin (1978: 193). 161/id. Eichner <1992: 91). 17 en 113 forma era *kmtom, relacionada que con “100” significaba originariamente la decena por excelencia” y el ra explicar de forma precisa la existente entre ambas formas. zar las explicaciones propuestas ien que éstas podían reducirse a a la palabra como *(d)krn-Ló-rn, formación, propuesta que gozaba como *, Walde —— l-loffmann <1938: s.u. decem>, Vaillant (1958: 645), DELL , basándose en una interpretación errónea del significado de los ordinales que ‘9Con posterioridad al estudio de Szemérenyi, ésta es la opción aceptada por Haudry (1977: 68>. 20Con posterioridad a Szemerényi se encuentran propuestas similares en Olzscha <1968: 149), que parte de *krntkm y en Erhart (1970: 94), a partir de *k’om k’rn—L—orn. 21sobre las que vid. §3<111.6.1. 22 Con posterioridad Szemerényi (1978:291) rectificó algunos puntos de su teoría. Aunque seguía partiendo de la misma forma, planteaba ahora que se habría abreviado en *kiñkónt y de ahí, por pérdida de -t final, en *ki»k¿rn, de donde por disimilación habría surgido *krntorn. Como se ve, la hipótesis tampoco gana mucho en verosimilitud a pesar de los retoques. 660 23 criticaremos con más detalle en su momento , proponía entender que *. heb. : we— os~eh hesed l~.’5l~fim [“soy benevolente por mil ”] (Deut.5.10). A primera común que pueda vista podría parecer que no existe ningún caracterizarlas y que dependen únicamente de 28Caracterizados en inglés por consistir , por lo genera nombre de cantidad como lot, deal, amount, etc. al que preposición of y, con mucha frecuencia, precedido por el determinado. Vid. Quirk y otros (1985: 263). 29Tanto los open—class ciuantif puantifiers pertenecen al grupo numerales no singularizantes, terminología empleada por Hernández 1 ers de según Alonso rasgo usos 1, en un sigue la artículo como los closed—class los cuantificadores no la clasificación y (1984: 449). 665 30idiomáticos propios de cada lengua. Sin embargo , encontramos una acusada tendencia general: la utilización para tal fin de las 31 bases superiores del sistema - En efecto, todas las lenguas que de las que acabamos de ofrecer ejemplos presentan sistemas de numerales cuya base es diez y los numerales que se encuentran en las expresiones que más arriba poníamos como ejemplo son múltiplos por diez de la misma que, además, se constituyen en bases del sistema, salvo el 32 sescenta del latín - En principio podría pensarse que cualquier numeral lo suficientemente alto podría servir para formar expresiones como las que nos ocupan- Sin embargo esto no es así. Como podemos 30Dejando de lado los usos indefinidos del numeral y sobre el que en Gvozdanovic (1992> aparecen interesantes observaciones) pero que en lo fundamental coincide con el procedimiento que aparece denominado RrouPinR a lo largo del libro de Menninger (1969). 667 que sirven para designar a las ~ si bien con mucha frecuencia estas correspondencias se ven difuminadas por cambios fonéticos o morfológicos?5 Pero lo que ahora más nos interesa resaltar es que una vez establecido el carácter icónico de las bases se comprende fácilmente que puedan llegar a adquirir el tipo de usos indefinidos que ejemplificábamos más arriba, lo que seria impensable que sucediera con los numerales nucleares en relación con su carácter indicativo. Así, podemos entender también ahora que eventualmente puedan emplearse con valor indefinido expresiones como cuatro millones en he ido a buscarte cuatro millones de veces, donde, además de estar presente una base ha tenido lugar una operación de cálculo, pero, en> cualquier caso, la base ha quedado como elemento más a la derecha de la expresión y, por lo tanto, actúa como elemento 36 -principal de la misma , mientras que expresiones como *he ido a buscarte un millón ocho veces, con una operación de cálculo que deja a la derecha un numeral nuclear, resultan chocantes porque la interpretación indefinida de un millón ocho no se produce en primera instancia y, en cambio, el numeral parece demasiado alto 34 Así, como vimos en §X.2.2, en las lenguas indoeuropeas la palabra para “diez”, *dekrn, parece estar relacionada con designaciones de la mano derecha. 35Vid. Seiler <1990: 194>. 36 Lo que se percibe sintácticamente en que es el que rige las relaciones con otros elementos de la oración. Así en este ejemplo la presencia de millones como elemento más a la derecha exige la presencia de la preposición de, mientras que en el ejemplo inferior inmediato, en el que es la palabra ocho la que queda a la derecha no se exige dicha presencia. 668 corno para que pueda ser interpretado en sentido cardinal estricto. La constatación, aunque de una forma intutiva, fue hecha ya por Lotz <1955), quien en un importante artículo en el que ejemplificaba con los numerales cómo la conducta de los individuos se ve afectada y modificada por la estructura de su lengua, señalaba (p. 183): “Round numbers are either base numbers alone, or in simple combinations with the fundamental numbersi’37 L3.2. LA INDEFINICION DE “100” EN LAS LENGUAS INDOEUROPEAS Y LA TNTERPRETACTON DEL NUMERAL “100” Hemos señalado cómo Justus <1988>, constatando la existencia de usos indefinidos de “100” en las lenguas IB planteaba que éste era el significado originario de *kmtony y que sólo posteriormente éste se lexicalizó como “100”. Sin embargo, nosotros creemos que el proceso pudo tener lugar precisamente al contrario. En efecto, acabamos de ver que las bases superiores de los sistemas de numerales, precisamente por su carácter icónico, adquieren con frecuencia usos como cuantificadores indefinidos, pero eso no implica que dichos usos sean anteriores a sus usos como numerales; es más, del razonamiento que hemos desarrollado en el apartado anterior parece desprenderse justo lo inverso. En este sentido, será interesante analizar hechos de las lenguas romances. Así, en español existe la palabra ciempiés para 37 En dicho articulo aludía ya a la existencia de distintos grados de “redondez” de los numerales, idea que con posterioridad y apoyándose, además, en datos estadísticos de frecuencia de aparición de los numerales ha sido desarrollada en un interesante trabajo por Sigurd <1988>. Vid, también Rosch (1975) y Dehaene —— Mehíer (1992: esp. 18—19). 669 designar a un insecto que ni mucho menos tiene cien pata. Sin embargo, de eso no podemos deducir que lat. centum (o su continuación proto—romance) tenía un valor indefinido y no un valor concreto “100”. Lo mismo cabe decir a propósito de esp. milhoja y franc. millefeuille, que no implican que lat. mille no significara precisamente “1000”, sin que ello quiera decir que mille no presentaba eventualmente usos indefinidos, los cuales se debían precisamente al hecho de que era una de las bases superiores del sistema. En este sentido, creemos más defendible la visión tradicional que consideraba que en TE, en una fase muy reciente, pero todavía TE, añadiríamos nosotros, significado “100”. Creemos visión un argumento más co (1988). Hemos visto al tra divergencias dialectales a “5” tomando como base pal Pues bien, si esto ha sido la lexicalización de “100” en las diferentes ramas del TE dé ellas se haya utilizado la misma ojeada al diccionario de Euck distintas las raíces que se han indefinidos en TE y que son po lenguas y otras; por tanto, planteamiento el que postule que “100” no es reveladora de que ese en TE. *kmtóm ya habla adquirido plenamente el importante añadir para defender esta n el que rebatir la hipótesis de Justus tar el numeral “5” cómo se han producido la hora de lexicalizar una palabra para abras que significaban “todo” vel sim. así resulta poco probable pensar que si se ha producido de forma independiente la casualidad de que en todas raíz y la misma formación. Una revela que son muchas y muy empleado para los cuantificadores cas las coincidencias entre unas no creemos que sea un buen la coincidencia de forma para significado estaba ya presente Y si esto es así, no encontramos ningún impedimento para aceptar la hipótesis tradicional que relacionaba el “100” con el “10” a través de una forma *(d)kmtóm, cuya *d— inicial se habría 670 perdido, al igual que ocurrió en las decenas. 38 En cuanto a la interpretación morfológica, mejor que ver con Risch (1962) una 39 forma de ordinal que marcaría la culminación de la serie , o una forma de genitivo plural con primer término elidido, como quería Szemerényi <1960) y para la que, además, carecemos ya del paralelo de gót. taíhuritehund según el análisis que hemos propuesto en §xTII.6.6.2, creemos que es preferible considerar con Brugmann <1890)40 que se trata de un sufijo neutro *—tom. 1.4. El problema del “Grosshundert” germánico Justus (1988> tuvo el acierto de reintroducir en la discusión del numeral “100” en TE el problema del Orosshundert germánico, que consiste en que la misma palabra puede aparecer en las lenguas germánicas con el valor “100” y con el valor “120”. A este respecto se suele citar la glosa que se encuentra en la Biblia gótica, en cuyo texto el sintagma gr. 1TEL>TEXOULOLS ~rSEXcpois aparece como fimf hundam taThuntewjam, donde taz’huntewjam, adjetivo compuesto de taihun “10” y de un derivado de Lewa “orden”41, es una glosa que con su significado “de orden 10, de base 10”, aclara el valor “100” de hund.42 43 -La hipótesis antigua veia en ello un desarrollo propio del germánico, en el que por influencia de un sistema de base “12”, la 38Vid. §X11li13. 39concepción errónea de los ordinales según veremos en ~XVfl1—3. 4% también Wackernagel <1930: 370), Meillet (1935: 414), Burrow (1973: 262), entre otros. 410ót. tewa traduce gr. taypa. Streitberg (1906: 137) y Voyles (1987: 491). 431’id. Schmidt <1890). 671 palabra para “100” habría pasado a significar “120”. Recientemente Voyles (1987: 491) ha reformulado siguientes términos: a basic l0—ness’, wh decimal system or ‘a Sin embargo, esto su un sistema de base autor <1992: 245), formación de “11” y una posición defendi pues, como ya señaló sistema duodecimal el de las bases de dicho ~~10Q~ *kntom, a neut. ich would mean ‘a lO—ne 10—ness of 12s or 120’ pone tener que defender de doce, como de hecho basándonse únicamente “12” en las lenguas ger da en esos términos no Streitberg (1895: 222> numeral “12” habría de sistema, lo cual no es un solo numeral en ninguna multiplicador y una base “12”. esta explicación en los o—class noun meaning ss of lOs or 100’ in a in a duodecimal one.” que hubo en germánico lo ha defendido este en los datos de la mánicas 44. No obstante, nos parece aceptable, para que hubiera un constituirse como una así, ya que no hay ni lengua germánica formado por un Tampoco la hipótesis formulada por Justus (1988) nos parece convincente. Hemos visto en el apartado anterior cómo a nuestro juicio no hay que partir de lE *kmtcnn con un significado “gran unidad”, sino con un significado bien establecido “cien”. Como ya dijimos, si la lexicalización del numeral “100” se hubiera llevado a cabo por separado en las diferentes ramas del indoeuropeo y no fuera heredada de la época común sería sorprendente que todas las ramas del indoeuropeo (con la excepción ya señalada del albanés y el armenio) hubieran lexicalizado la misma palabra de significado indefinido y no unas, una palabra y otras, otra distinta. Otra interpretación que se ha ofrecido con frecuencia en la literatura4S ha puesto en relación el problema del Grosshundert con las prácticas comerciales, en las que es habitual ofrecer alguna 44sobre los que vid. §XII.12.6. 45 Vid., p. ej., Pedersen (1913: 130). 672 unidad de regalo cuando el cliente compra un iguales. Así, por poner un ejemplo de un país en Inglaterra sigue viva la ]lamada baker’s comprar doce pasteles en realidad se obtienen trece. conjunto de unidades de lengua germánica, dozen, por la que al Aunque prácticas comerciales de este tipo pueden haber tenido un papel en la implantación del Grosshundert, nos centraremos, sin embargo, en la explicación lingilística del mismo. Para ello hemos de partir de las siguientes constataciones, que con frecuencia se olvidan: 1) Como ya puso lengua germánica se 46 “120’ de manifiesto Rosenfeld (1956/57) en ninguna encuentra atestiguado hund con el valor de 2) En relación con lo anterior, Frings (1962) señaló muy acertadamente que tampoco hund se emplea en los textos más antiguos para la expresión del numeral “100”, sino que para éste aparecen gót. tai’huntehund, aaa. zéhanzo, a.ingl. hundteontig, anórd. tio tiger, etc. Posiblemente en dicha eliminación haya tenido un papel, como señaló también Frings, la confusión que acabó produciéndose en germ. entre *—hund <<*hunda c como segundo término de compuesto en las decenas47 y *hund < *hundan < *kmtóm “100” A esta última precisión hay documenta abundantemente para 46Ya dijimos t aihunt ewjam original. En Biblia gótica 47Sobre las que añadir que, en cambio, la expresión de las centenas que en la expresión gót. fimf hundan> taThuntewjam’ es una glosa que no debía formar parte del texto el resto de ocasiones en que se utiliza hund en la siempre aparece con el valor “100”. decenas en germ. vid. §xííí6. 3) hund se 673 “200”—”900” en todas las lenguas salvo el antiguo nórdico. 48 Esta situación invita a seguir más b la línea de Frings (1962), aceptando que forma TE *kmtóm con el valor “100” y que otro tipo de formaciones. Cómo pudo 1 ien una interpretación en los germanos heredaron la luego lo sustituyeron por legar a producirse dicha sustitución no resulta difícil de entender si tenemos en cuenta en su conjunto el sistema de los numerales germánicos. En efecto, desde el punto de vista del germánico, los numerales de expresión léxica simple son todos los del “1” al “12”, inclusive, pues 49 aunque diacrónicamente “11” y “12” son compuestos , está claro que desde un punto de vista sincrónico las formaciones que presentan las lenguas germánicas son inanalizables y también debían serlo en protogermánico, al menos en las fases más recientes. Por lo tanto, formación de las decenas en germánico como ésta: obedecí a a un tipo de DECENA = NUMERAL DE EXPRES ION LEXICA SIMPLE + *hunda5O al clasificarse a los numerales “11” léxica simple por hacerse opaca su misma regla de formación, con lo que hundrnl~ftig “110”, hundtwelftig “120”. y “12” entre los de expresión formación, se les aplicó la surgieron formas como a.ingl. Este proceso no es diferente en esencia del observado frecuentemente en el aprendizaje de los numerales por parte de niños anglófonos, quienes crean numerales idiosincráticos en series como: twenty-elght, Lwenty-nine, twenty-ten, twenty—eleven, 48 - Vid., p. ej., Streitberg <1893: 222>. 49vid. §XTT.12.6. 50Para las formaciones concretas en cada lengua germánica vid. §xí II .6. si la regla 674 twenty—twelve. Creaciones de este tipo no se documentan, en cambio, entre niños hablantes de lenguas como el chino en que los numerales “11”, “12”, etc, son transparentes (p. ej. SM y! “11”, de sM “10” y y! u1i1>S1 Y debemos llamar la atención sobre el hecho de que los problemas causados por la falta de transparencia de los numerales no se limitan al periodo de aprendizaje, cuestión esta a la que se dedica precisamente el trabajo de Miller —— Zhu <1991>. Ot cIar i fi germáni Desde e se trat *rada- —roedr en anti ro aspecto del que hay que ocuparse para intentar car en la medida de lo posible la situación de las lenguas cas antiguas es la interpretación de la forma hundrad. 52 1 punto de vista etimológico la forma no ofrece problemas - a de un compuesto de *hund (> TE *krnL¿m) y un sustantivo relacionable con gót. garapjan “contar” y con la forma que acompaña en ocasiones a las decenas entre “70” y “120” guo nórdico.53 Recordemos también que, al contrario que en gót occidental, en las lenguas nórdicas no hay formas directamente de TE *(d)kmtóm, sino que desde documentos la única forma que se atestigua en compuesta: a.nórd. hundrad, asueco hundrap, etc puede olvidar que, como ya hemos señalado, la i hunderL en a.a.a. y hundred en a.ingl. es tardí que la forma es originaria de las lenguas posteriormente fue adoptada , con bibliografía. 52 p. ej.. Frings (1962: 10) y Ross —— Berns (1992: 618). Reuter (1933: 65>. Ross —— Berns <1992: 51 53Vid. Vid. 620). 675 por el resto de las lenguas germánicas. 55 Pues bien, en nórdico la creación de hund-rad pudo responder en un primer momento a un intento de diferenciación entre el nuevo valor “120” (surgido por el desplazamiento de la base ante la creación de nuevas formas de tipo decenal para las formas ~l0Oí~..uíl2O~~56)y el valor “100” que originariamente tenía *hund. Sin embargo, con la desaparición de esta última el problema no se solucionó, pues hundrad pudo usarse también para “i~o”.~~ Cuando las otras lenguas germánicas adoptaron la nueva forma se produjo el mismo fenómeno, sólo que ahora agravado por el hecho de que hund seguía manteniéndose con su valor “100” en la expresión de las centenas “200” a “900”. Todo esto creó, por tanto, una situación fluida dentro de las lenguas germánicas, en las que hundrad, etc. podía expresar bien el “100”, bien el “120”, al tiempo que variaba la extensión del procedimiento de formación de las decenas y que fuera de las lenguas nórdicas hund seguía manteniendo su valor “100”. Con el tiempo la situación se solucionaría por la generalización en todas las lenguas germánicas de la forma compuesta hundrad, etc. pero con el valor “100” en coherencia con el triunfo de un sistema decimal que también supuso la desaparición de la formación de tipo decenal para “110” y “120”. SS Vid. Sommer (1951: 68—69), Frings (1962: 13 y 18), etc. 56Según un proceso de cambio del valor de la base pero con mantenimiento de la antigua palabra de cuyos aspectos generales ya nos ocupamos en la introducción, §0.2.4. 57 Sobre la oscilación de hundrad entre el valor “100” y “120” ya desde los primeros textos resulta fundamentalmente la revisión llevada a cabo por Reuter (1933). 676 LS. Armenio harivír La forma arm. hariwr no puede derivar de TE *kmt¿m, a partir de la cual se esperarla arm. *saU, *sand o *san, según dialectos, como ha señalado Winter (1992c: 353). Fundamentalmente han sido dos las etimologías propuestas para 58explicar esta palabra. La más antigua procede de Pedersen <1906: 370>, quien sugirió la posibilidad de que procediera de LE *prrévr y fuese, por tanto, relacionable con gr. nE?pap y nc’pas y con al. parvan— “parte’< y parvata- “montaña”. Así pues, la palabra habría tenido originariamente el significado de “límite”, de donde “límite del cómputo”, con posterior lexicalización con el significado de “100”. La otra etimología fue propuesta por Hamp <1954>, quien relacionó arm. hariwr con gr. &ptSiaós. Según él, la palabra armenia en contraposición a la griega habría sido formada con el sufijo *-Lr—, que fonéticamente habría evolucionado a —ia— y, por otra parte, la laringal inicial que, según él, habría que reconstruir para explicar la a— de aPLOIIOS, habría dejado una huella en la aspiración que presenta la forma armenia. Sin embargo, Oreppin (1973> atacó la etimología de Hamp por mayor parte de los estudiosos se limitan a señalar la procedencia oscura de la palabra, sin aventurar una hipótesis. Así Meillet <1936: 101), Schmidt (1981: 131), Winter (1992c: 353). Unicamente como curiosidad señalamos la etimología propuesta por Feydit <1986), quien segmenta la palabra como ha—riwr y ve en en el segundo elemento un derivado de *ritr— o *rotr— “rojo”, de modo que la palabra significaría originariamente “100 rojo”, para lo que ve un paralelo en ingí. hund-red (W>. 677 dos razones: en primer lugar, el sufijo *—tr— que habría que suponer para explicar arm. hariwr se encuentra escasamente representado en armenio, pues, de hecho, sólo podría ofrecerse el paralelo de arawr “arado”. Pero lo más importante es que, como demostró Greppin, en ninguna de las palabras en que aparece vocal protética en armenio y en griego —y las formas a.irl. rim “número” y a.nórd. rin> “suma” parecen evidenciar que ésta es una de ellas— hay aspiración inicial en armenio. Hamp <1977) procedió a revisar su etimología a la luz de las criticas de Greppin. Según él, no habría ningún problema para asumir que la palabra armenia continúa una formación en *—tro—, sufijo de instrumental bien conocido en las lenguas indoeuropeas. El desarrollo semántico de la palabra, partiendo de un sufijo de instrumental añadido a una base que significaba “contar” habría sido com sigue: “instrumento para contar” > “contador” >- “número ” > especialización en el significado “cien . Por lo que a la aspiración inicial se refiere, Hamp está de acuerdo en reconocer que en armenio una laringal ante sonante no puede dar lugar a una aspiración; en cambio, ante vocal sí que puede hacerlo, por lo que propone partir de una forma con grado pleno, es decir, propone partir de *H eri—tro—m, asumiendo que gr.a UPLOIIOS no implica necesariamente una vocal protética, sino, más bien, una laringal. Por su parte, van Windekens (1978), aun aceptando lo esencial de la hipótesis de Hamp, realizó algunas matizaciones sobre esta etimología. Según él, en vez de ver un sufijo *—tro— en la forma armenia, se podía pensar simplemente en un originario participio en *—to— (para lo que aduce el apoyo de gr. tflPtTOS “incontable”) secundariamente alargado por *—ro—. Y en cuanto a la evolución semántica, cree que el significado originario era ~~numeroso”,a partir del cual se especializó como numeral “100”. 678 La propuesta de Hamp tal vez sea correcta en lo esencial, pero, con todo, nos gustaría explorar otra línea de explicación del numeral armenio completamente distinta. Para ello partiremos de una observación de Winter (1992c: 353>, quien señala que al intentar explicar arm. hariwr no se puede olvidar que ha- puede haberse introducido en ella por influencia de bazar “1000”. Esta última palabra, al igual que biwr “10000” son préstamos iranios, como ya vio l-lúbschmann (1897: 121 y 174>, por lo que cabe plantearse si también en la palabra para 100” podemos tener un préstamo. Sin embargo, en este caso la fuente no sería el iranio, sino más bien una lengua túrcica.~ En efecto, —it wr en har—iwr no está 60demasiado lejos de la forma que encontramos en turco antiguo para el “1000”: yíiz, más aún si tenemos en cuenta la existencia en las lenguas samoyédicas —que también parecen haber tomado su palabra para “1000” de un habla turca - de formas con -r final: nenets Jur, taugo jir, camásico dschjur, etcfr’ No creemos necesario justificar desde el punto de vista histórico la posibilidad de un préstamo de una lengua turca habida cuenta de que por su situación geográfica los contactos entre armenios y pueblos turcos han sido incesantes a lo largo de la historia. 69Un paralelo de una lengua donde el numeral “100” y el “1000” se han tomado en préstamo de lenguas diferentes lo constituye el de la lengua begia, una lengua cusita septentrional, donde “100” es se, tomado del copto, y “1000” es alir, tomado del árabe ?alf; vid. Banti (1993: 132>. 60Vid. von Gabain <1974: 103—104>. 61Vid. Honti (1993: 125), aunque este autor no acepta que las formas de las lenguas samoyédicas puedan ser un préstamo del turco - 679 2. LA FORMACION DE LAS CENTENAS EN LAS LENGUAS INDOEUROPEAS Para la formación de las centenas en las lenguas indoeuropeas tenemos atestiguados diferentes procedimientos, a veces incluso 62dentro de una misma lengua . En general, estos tipos de formaciones pueden clasificarse en: a) nume r a 1 sintagmas integrados por la unidad correspondiente y el cien. b> compuestos. Analizaremos a continuación por separado cada uno tipos principales, intentando ver las diferencias entre unas lenguas TE y otras. de estos dos y semejanzas 2Á. La expresión de las centenas mediante sintagmas Se trata, naturalmente, de un procedimiento sintáctico en el que la unidad en cuestión . Sin embargo, para la formación del “500” al “900” esta lengua utiliza sintagmas integrados por la unidad correspondiente 46>. 64 Vid. Streitberg (1906: 135—136) y Krause (1968: 188>. 65Formas análogas se documentan en las otras lenguas germánicas antiguas; vid. Fricke (1886: 35—36), Streitberg (1895: 222), Krahe (1977: 215), Braune —— Eggers (1987: 233—234), Montes —— Fernández —— Rodríguez <1995: 93 y 324). En antiguo alto alemán aparece como prodecimiento alternativo la utilización del adverbio numeral seguido de zéhanzug “100”. 66 análogas se documentan en let. : dlvi símil, trTs símil, etc., aunque en esta lengua también se encuentran formas compuestas con —Slmt . 69Vid. Jensen (1959: 71>, Schmitt (1981: 131). 70V1d. Meillet (1936: 101), Schmitt <1981: 131>, Winter <1992c: 353). 7h’Id. Emmerick (1992b: 316). 72Se había planteado anteriormente la posibilidad de que en avést. también estuviera documentado el tipo del a.i. trlsatam en la forma Orlsatanam (Yt. 5.129>, pero en realidad se trata de un gen. plu. de Orisata— “30”; vid. Emmeríck (1992b: 316). Tampoco existe como forma composicional *Orlsata— en y. 2,8 , pues en realidad 682 Finalmente, único posible,73 dvé saje “200”, este procedimiento se documenta, aunque no es el en a.i., donde nos encontramos con formas del tipo 74tU satá, ya en el Rig—Veda. 2.2. La expresión de las centenas mediante compuestos En el resto de las lenguas indoeuropeas y también en frente al prodecimiento descrito en el apartado anterior, encontramos compuestos para la formación de las centenas, aunque con divergencias notables entre si. De momento nos limitamos a la exposición de los hechos y a la interpretación de las formas particulares de las lenguas, dejando los análisis globales que afectan al conjunto de las lenguas para §XIV.2.4. 2.2.1. LAS CENTENAS EN LATíN Las formas clásicas de las centenas ducenti (—ae, —a), trecentT, quadringenti, septingeritl, octingenti, nongenti. son las siguientes: qulngenti, sescentl, Como se observa, para llegar a dichas formas en latín han debido producirse una serie de cambios analógicos, generalmente 75 bien descritos en las gramáticas y estudios al uso . Pero comencemos por las evoluciones meramente fonéticas. De entrada, se observa una alternancia en el segundo miembro entre -centi/-gentf hay que leer •ri sat6.zema, según 73vid. el apartado siguiente. 74viá. Wackernagel (1930: 391>. el análisis de Humbach (1970). 75Víd. Somner (1948: 638—639>, Leumann —— 404—406). 469—471>, Hoffmann Kúhner (1977: —— Holzweissig 491>, Colemann (1966: (1992: 683 que no resulta difícil de contextualizar, puesto que se encuentra siempre tras nasal. 76 Naturalmente, originaria en todas las formas en que se documenta en únicamente en “700” y “900” y, secundariamente, tras que hay que suponer para explicar la forma, en “500”. Así pues, para “900” *newm-kmt- > ~noungInt-77 en nbnusTh por influencia “700”, de *septm—kmt—, primera sonante del compuesto. esta ésta lat la última no es in, sino síncopa se puede partir con certeza de una forma > n~nglnta, con 5 en vez de U igual que del timbre de la vocal de nouem. Y para con vocalización en 1 también de la Por lo demás, la forma octlngentlf se explica fácilmente a partir de *oct5—kmt—, con sustitución de .-5— por —ir?— por presión analógica de la centena inmediatamente inferior. Y para quingenil se puede partir de *penkwO~~kIflt~~, que habría evolucionado a *quenquekent-, con posterior síncopa de la sílaba intermedia —que— y vocal larga —1— como en la unidad correspondiente, donde, a su vez, ha de proceder del ordinal quinetus, en el que es fonética. Para “400” se puede suponer un *kWetur~kmt~, que debió de 76Así, Monteil (1970: 248) explica la sonorización de —u— por influencia de la —n—precedente y Peroti (1985: 605) aduce además los ejemplos de rnllcus/mungo, paco/pangO y angulus/«yxót-’. En cambio Somner <1948: 470> afirma que el contexto *—mkm--- favorece la sonorización. Por su parte Leumann —- Hoffmann (1977: 491) interpretan que la —g— se debe a analogía con las decenas. 77Para la cuestión timbre 1 en vez de explicaciones que §xí II .3. 1.2. 781’id. §Ix.2.3.2. de la vocalización de la sonant timbre e como es lo normal en ofrecimos a propósito de e, que presenta latín, vid, las as decenas en 684 evolucionar a *kWetru~, habitual en las formas remodelado el vocalismo la unidad correspondient presió analógica de las con metátesis de las compuestas de “4” en 1 de la sílaba incial por e, quattuor, y el final centenas superiores. sonantes, como es atín, y que vería influencia del de en —II-- en —ID—por Por lo que a “300” se refiere, se puede admitir sin problema, 79 como se hace generalmente , que la forma debía de ser *tricenti, pero que el vocalismo del primer término del compuesto se ha visto modificado por influencia del de la unidad correspondiente, trés. La verosimilitud de esta interpretación se ve apoyada, además, por el hecho de que la primera e de trecentl es breve en latín clásico, mientras que las formas romances (vid. Coleman 1992: 405 y Price 1992: 471) presuponen en latín vulgar con 5, como en trés. Monteil (1970: 248) ha propuesto una interpretación distinta, de carácter fonético, pero que, en realidad, no es incompatible con propugnar una influencia del vocalismo de trés. El parte de *tricenti y cree que esta forma evolucionó a *tercenti *4ev>, de donde la forma tr~ceiit! se explica por metátesis. Fina que para Coleman luego que la forma hacerla arcaí smo. Imente, resta por analizar la forma ducentl. No el análisis de esta forma haya que partir, como 1992: 404), de *dwi-knto-- + morfemas de plu. y *dwi- > ‘bi- se ha visto reemplazado por infí del cardinal, sino que parece, más bien, que derivar directamente de *du-.kmt-, donde *du- 80 creemos pos tu la postular uencia de hay que es un excepción la constituye Sommer (1948: 470>, quien explica tve-. también a partir de *trlcenil pero con -e— por asimilación a la vocal de la sílaba siguiente. 80Vid. ~I1.2.6. 685 Por otra parte, resulta muy interesante para el análisis de las formas latinas y del conjunto de las formas en las lenguas IB en general, constatar que en latín están documentadas también las siguientes formas para las centenas: dúcentum , nongentuni (dL 4.1136). Es decir, se trata de compuestos de número singular integrados por la unidad correspondiente y el cardinal “100”. Resulta interesante constatar, además, que cuando los encontramos usados dentro de un sintagma, al igual que lo hace normalmente centur», rigen gen., o sea, que se comportan como sustantivos. No creemos que se trate, como opina Coleman <1992: 404—406, al hilo del comentario de las formas concretas>, de innovaciones 81 por analogía con centum, sino de pervivencias de formas antiguas pues, como veremos en su momento <§XIV.2.4), el tipo, lejos de ser una rareza del latín y encontrarse únicamente en la formación de las centenas, parece ser, más bien, resto del antiguo comportamiento de los numerales en fases arcaicas del lE. En este sentido, nos parece mucho más adecuada la interpretación ofrecia por Brugmann <1890: 6—7), para quien de las formas originales en —centum se pasó a las formas declinables en —centí por un fenómeno banal de generalización de la concordancia. 2.2.2. LAS CENTENAS EN GRIEGO Las centenas en ático ofrecen la siguiente forma: ét&xoutot (—at, —a), tpt&xóuuot., -tEtpcocóot.oI., ITEVtQXOULOL, £~axoot.oL, EfltQXOOtOl, oxtaxoalol. y EDaxoOLol. En otros dialectos, en cambio, 81Leumann —— Hoffmann (1977: 491> sostienen también que la flexión de plu. en “200”, etc. es una innovación. 686 la segunda parte del compuesto presenta vocalismo en su primera sílaba, esto es, —‘<«itol (así en griego occ. y en eol. continental, y —2«YTttOt en tesal.; con asibilación de la dental, —xaoloL, en arcad. y también en chipr. en la forma tl-wI-ya-ka-si-a-se (= 8r’taxaatas, ac. plu. fem.). Estas formas en —xatiou, directamente relacionables con EXaTOL> “100”, han de reflejar la situación más arcaica, mientras que las formas en —XOOLOL. Ta, respectivamente. Tenemos, por tanto, un apoyo para defender los planteamientos tradicionales, según los cuales la presencia de una —a— (—vi— en jón.) en tpí&x¿oíot, etc, se debería a influencia de la que encontramos en la decena correspondiente, tpl«XoL’t«, de la 92 que ya nos ocupamos en su momento . Posteriormente, dicha -&- se habría extendido de “300” a “200”. Esta serie de cambios 687 analógicos impiden que podamos originaria anterior a los mismos, que debía de ser, respectivamente, conocer con certeza la forma aunque parece razonable suponer 34dikmiyo y *tri~kmt.~yo~. Por lo que a las centenas superiores aparece caracterizando el final del primer es etimológica en “400”, “700” y respectivamente, de *kWetwr~, *septn¡— y *(e se habría extendido analógicamente al resto en principio, se esperaría que tuvieran *UELYtE—, ~ y TMoxt&i~, respectivamente. se refiere, la —&— que miembro de todas ellas 900% que proceden, )nwn-. A partir de ahí de las centenas, que, en su primer miembro La citada forma herací. de “800” no ofrece dificultad alguna, en tanto la Ji- inicial se encuentra también en dicho dialecto en la unidad correspondiente, ñoxtó. Y por lo que a la forma lesb. de se refiere, normalmente se interpreta también como debida a la influencia directa del cardinal correspondiente, oxna, sin tomarse ni siquiera en consideración la posibilidad de que se trate de una pervivencia de la forma originaria, ya que OXtw— es también la forma que se documenta en compuestos con dicho numeral. Debemos retomar ahora el problema de la y —Xattot. Se asume normalmente que en las encontramos ante formaciones adjetivales en en Brugmann habría de significado o hubiese sido basándose en lat. argenti en griego en colectivos s tetpaxoO taL> originar iamen relación entre Exatol’ centenas griegas nos —yo-, según aparece ya 1890: 7). Sin embargo, el propio Brugmann (1911: 45) desdecirse posteriormente y rechazaría que el riginario de expresiones del tipo tEtpaxattot tilliOl “caballos en número de mil”. Brugmann (1911), el paralelo que —según él— ofrecerían formas como sescer¡tum, explica que las expresiones documentadas las que las centenas aparecen acopañando a nombres ingulares —como TIh!) StaxooL’av L¶T1ITjL) (Th.1.62> o &ont.’s (X.An.l.7.10)— se habrían construido te con un numeral abstracto fem. en —ta o neutr. en 688 —Lot) (tipo ~, acabaron imponiéndose como única construcción posible para las centenas. En este sentido no vemos ningún impedimento (y, por su parte, Brugmann tampoco aportó ningún argumento en contra) para que sintagmas del tipo bLctxoaLou. ilinot se hubieran entendido en proto—gríego como “caballos en número de doscientos”, de donde, con la generalización de su uso y su conversión en cardinales propiamente dichos al integrarse en la serie habitualmente empleada para el cómputo, hubieran pasado a significar lisa y 83También Waanders <1992: este tipo de expresiones, defenderlo. 377) aboga por el carácter reciente de pero no ofrece ningún argumento para 689 llanamente “doscientos caballos”. Los ejemplos que tenemos de uso de las centenas en sg. con sust ant ivos colectivos, escasos como corresponde a construcciones en retroceso, puesto que al integrarse en la serie de los cardinales estas formaciones en —yo— adquieren todas las restricciones de uso de los mismos, y entre ellas, quizá la más importante, está la de aparecer siempre con sustantivos en plu. (salvo cl “1” y el “2”, claro está), dejan, por tanto, de aparecer como irregularidades y muestran únicamente el carácter adjetival originario de dichas formaciones, de modo que ejemplos como los citados de Tucídides o Jenofonte habrían sido entendidos en proto—griego como “una caballería que consta de doscientas unidades” o “una infantería que consta de cuatrocientas unidades”. En este sentido, resulta muy acertada la observación de Risch (1962: 133), para quien el tipo de formación no difiere en esencia del que encontramos en formas como EL)L)E«—130L0S “que vale nueve bueyes”. 2.2.3. LAS CENTENAS EN ANTIGUO INDIO (COMPUESTOS) Junto a los sintagmas descritos las centenas en a.i. puede realizarse pueden ser de tres tipos, aunque en 84bahuvrihxs —adjetivos tipo tr1sat~(h> y Emmerick (1992a: 177). posterior), 690 —femeninos colectivos en la lengua clásica, tipo triÁstí, etc. Wackernagel <1930: 391), apoyándose en el hecho de que sólo el primer tipo está documentado en védico, interpreta que los neutros y femeninos son sustantivaciones posteriores y que el tipo de compuesto primario es el adjetival. Sin embargo, aunque esto resulta muy verosímil para el caso de los fen. en —1, puesto que se trata de un tipo de formación específicamente indio, el testimonio de las otras lenguas ¡E (fundamentalmente el del lat.) parece que obliga a otorgar la primacía cronológica a los compuestos neutros. Por otra parte, y por lo que al a.i. específicamente se refiere, hay que tener en cuenta que el tipo de compuesto adjetival de hecho sólo se documenta en una ocasión en el Rig—Veda. Dadas todas las interpolaciones de niveles de lengua posteriores en el texto de los himnos védicos tal vez sea demasiado arriesgado basar todas las conclusiones sobre la evolución de estas formaciones en a.i. a partir de un único testimonio. En este sentido, y dentro del marco general de la evolución de las centenas en las lenguas ¡E85 —pues éstas han de partir de la base del numeral “100”, satam en a.i., que, sintácticamente, además, se comporta como un sustantivo dado que rige normalmente 86 gen. del sustantivo que cuantifica — parece que e] tipo de formación primaria ha de ser por medio de la simple composición del sustantivo por medio de las formas de las unidades que (sincrónicamente> se entienden como características de los primeros términos de compuesto, es decir, el tipo tri¿atam, etc. Y 8511id. §xIv.2.4. 86Vid. Wackernagel (1950: 372). 691 los compuestos tipo trisata.s, etc, no serían sino la mera adjetivalización de aquéllos debida en el caso del antiguo indio a dos tendencias generales: la tendencia a clasificar los compuestos como adjetivos y la tendencia a clasificar como adjetivos todos los numerales. 2.3. Las centenas en tocario El caso del igan a tratan tro de cuál de que incluirlo centenas en t tomamos: tocario presenta pecularidades específicas que o separadamente, pues no resulta fácil concluir los dos grupos que hemos distinguido más arriba La recopilación más completa de las formas de ocario aparece en Winter <1992b: 123), de donde TOC. B wikante, wikáninte t Aryakánte átwár~k&nt piákánte skaskánte, su kAn t e TOC. A we kAnt e, .4w~rakánte skas kante s t wa r kan t pá?íkant s&kkant spñtk&nt ñu k Ant En principio, una sola palabra atestiguadas para 87compuestos . Lo parece (con “600” que que el hecho de la excepción en toc. E) obí se trataría de que de iga ver nos encontremos una de las f a clasificarlas pues, es si bien, en algunos casos como compuestos y en otros como yuxtapuestos, si es que queremos seguir la terminología de Winter (1992b: 102). ob 1 den hay las las 200 300 400 500 600 700 800 900 ante ormas como nos 692 encontramos ante compuestos que hemos venido dando a e decir, si la univerbación compuesto ha sido o no poste una relación de concordancia por lo que desde el punto de las desinencias de plu. (o rección>. primarios o secundarios en el sentido sta expresiones en este capítulo, es de los dos términos que integran el rior al establecimiento entre ellos de marcada a nivel formal vista sincrónico de las lenguas son de gen., en el caso de que fuera En este sentido, por lo que a los primeros términos de los compuestos toc. se refire, no son relevantes las formas de las centenas “500” y superiores, puesto que no hay diferencias entre 88 una forma libre y la que se utiliza para la composición. Serán, por tanto, las formas que aparecen en “400” y centenas inferiores las que resulten significativas para tal distinción. Y en este sentido parecería significativo el hecho de que cuando existe diferencia entre masc. y fem. aparezca sistemáticamente la forma de fem., que, salvo si se trata de un dual, procede de la del antiguo neut. en *-a. Así, tenemos toc. A ¡ve- y no wU, y toc. B t&rya— y stw~ra- y no tral y SÉvier-. Esto parecería que obliga a postular que las formas tocarias derivan de originarios sintagmas tipo *dwol lantol, *tria Junta, etc. Sin embargo, dicha conclusión no puede alcanzarse tan fácilmente, ya de entrada porque se esperaría una marca de plu. en el segundo miembro de los (sincrónicamente) compuestos que no aparece en los mismos: a partir de *—oi se esperarla AB —i y a partir de *—a (0~JI2> se esperarla B ~ y desaparición en A, lo que tratamientos que no se corresponden con E —e alternando con ausencia de vocal final en A, que es lo que de hecho encontramos.En segundo lugar, en el caso de que hubiera habido 8811id. Winter (1992b: 107—112>. 693 conciencia de que dichas formas eran sintagmas, qué no se usó en el segundo miembro de los mi marcas de plu. que sí aparecen usadas con el tenemos atestiguado89 en las formas E kAntenrna, cientos”. no se entiende por smos alguna de las numeral “100”, que A kAntant, k&ntatu Por otra parte, y para insistir en esta misma idea, Winter (1992b: 123) señala que tenemos documentada una forma casual en toc. E t&ryakAntemem, un abí., si bien no saca ningún partido de esta constatación. Pero resulta interesante señalar que se trata de un ab]. de sg., puesto que está formado directamente sobre —k&nte y no sobre una de las formas de plu. que hemos enunciado un poco más arriba, lo que parece indicar que las formas se entienden como compuestos singulares y no como sintagmas. Por otra las centenas, podemos estab de antiguos n significat ivo hecho de que general izar compuesto, “cuadrúpedo” meses”, por discusión. interpretar toc. A we se parte, y volviendo ahora a los primeros términos de señalábamos anteriormente que, en las formas en que lecer tal distinción, encontramos fem. (procedentes eut.) y no masc. Sin embargo, esto puede no ser tan como parecería a primera vista habida cuenta del parece haber existido una cierta tendencia en toc. a las formas de fem. como primeros términos de aunque encontramos excepciones, como E swer-pewM E stwer-meIy—tsa “durante un periodo de cuatro restringirnos a ejemplos de los numerales bajo También creemos que resulta significativo para los hechos que se documentan en las centenas el que en haya generalizado como forma tanto masc. como fem. en numerales como wikI—wepi “22” independencia de que el sustantivo decena + unidad sea masc. o fem. o al t ary~k seque wepl refiera “32”, con el conjunto 891/id. Winter <1992b: 122). 694 Así pues, cabe suponer dos caminos de evolución distintos para las centenas en tocario. Puede ser que las formaciones partan de sintagmas originarios integrados por la unidad y la palabra para “100” y ya dentro de la propia prehistoria del tocario sufrieran procesos de univerbación y pasaran a reinterpretarse como compuestos sg. por analogía con el numeral “100”. Pero también puede ser que el dialecto indoeuropeo del que deriva el tocario contara con compuestos cuyo primer miembro luego fue rehecho en la historia del tocario. A la vista de los datos que acabamos de exponer nos parece que esta segunda posibilidad es más verosímil, pero hemos de reconocer que no hay argumentos completament definitivos para defenderla. 2.4. La interpretación de las centenas en indoeuropeo Brugmann <1890: 3 ss. y 1911: 43—44), siguiendo el método neográmatico de restituir a la lengua común todos los procedimientos formativos diferentes que se encuentran en las lenguas atestiguadas históricamente, postuló que en ¡E había dos tipos de formaciones para las centenas, que serían, como fácilmente se puede deducir a partir de los datos de las lenguas que ya hemos analizado más arriba, los siguientes: a> sintagmas integrados por la forma de dual más verosímil que gr. Staxa’rLot. fuera una modificación de *8t—xatop que de *8vo (o Sino) XaI&>, mientras que para explicar tpt~xáttot. prefería partir de *tpta xaua, pues, si no, según él, no seria posible explicar la presencia de la Sin embargo, en los últimos tiempos, y en relación con la tendencia a considerar que incluso la propia forma “100” no puede remontarse al ¡E92, se ha negado la validez de la reconstrucción brugmaniana, puesto que la expresión para las centenas se habría desarrollado únicamente en época posterior a la existencia de la comunidad ¡E y sería, por tanto, un proceso que afectaría de forma individual a cada lengua o, como mucho, a cada uno de los grupos 93 1 ingilí st icos. Sin embargo, en nuestra opinión, y dado que resulta del todo punto probable que ya en época de comunidad estuviera bien establecida la palabra para “100”, como hemos argumentado más arriba94, y, puesto que las unidades también debían estarlo, SO Vid §x¡u.1. 91 Aunque, si como él mismo admitía, para explicar el carácter largo de la —&- hay que recurrir a la analogía con tpiaXoPta, no se ve por qué esa analogía no ha podido ser la causante de la propia introducción de la —d—, ya como vocal larga, a partir de un originario *trl—kat—. 9211id. la discusión en ~XIV.1.2—3. 93Vid. a este respecto Lehmann (1993: 253—254) y Justus (1988). 696 realmente no existe ningún impedimento para pensar que las centenas podían recibir también expresión, aunque resulta posible aceptar posturas como la de Sihíer (1995: 423), para quien la expresión de las centenas no estaría completamente fijada en indoeuropeo. En este sentido, creemos que el análisis realizado por Brugmann resulta válido en cuanto a la clasificación general de los procedimientos formativos que se documentan en las diversas lenguas IlE, según ha quedado claro en ~XIV.2.1—3, pero no así su interpretación de los hechos en ¡E. Así, de forma similar a como propusimos para las decenas95, creemos que en los dos procedimientos de formación de las centenas no tenemos sino restos de dos etapas diferentes de la evolución del indoeuropeo. Podemos reconstruir un primer estadio en el que existían sintagmas integrados por la unidad correspondiente y el numeral 96“100”: *du kmtom , *tri kmtom, etc. A partir de aquí, y en el momento en que empezaron a desarrollarse la rección y la concordancia como procedimientos estructuradores de la sintaxis indoeuropea, las opciones eran dos: la primera consistía en reinterpretar los sintagmas como compuestos, lo cual era muy factible dado que presentaban formas adesinenciales que estaban empezando a quedar fosilizadas también en otras palabras como primeros miembros de compuesto, con lo que las centenas no habrían sido ni mucho menos un caso aislado. La segunda posibilidad era que si se estas expresiones se seguían entendiendo como sintagmas, se las dotara de las marcas de relación entre los integrantes de 95Vid. §xiii.ia.3. 96Posteriormente también *dwi kmtom , respectivamente. 2111d. Schmitt <1981: 132). 3Las dos líneas de interpretación ya eran conocidas por Brugmann <1911: 47), quien analizó y discutió las dos. 4Parece ser que la propuesta fue formulada originariamente por Grimm; vid. Brugmann (1907: 10). En Wackernagel <1930: 371) se encuentran otras referencias bibliográficas relativas a defensores de esta propuesta. Vld. §xv.4. 702 Sin embargo, no ha sido ésta la etimología que se ha admitido generalmente, ya que a partir de la misma no se pueden explicar las distintas formas documentadas en los dialectos griegos, mientras que a partir de una propuesta alternativa, sí. Esto hace preferible esta segunda propuesta habida cuenta de la bien conocida proximidad dialectal entre el gr. y el grupo i.—ir. Pero antes de pasar a analizar tal propuesta convendrá citar de forma comprensiva las formas de los diferentes dialectos griegos. Éstas son las siguientes: át. XLALOL, lesb. y tes. ~éAflot, lac. xíixtou, jón. y beoc. xE¿XtoL. Como se comprueba a partir de las formas no át., la —TI— del lac,, —EL— del jón. y la -Xl.- geminada del lesb. apuntan a un grupo *-sl- originario que sufrió las evoluciones normales en los dialectos citados. El át., por su parte, presenta un vocalismo —1— en la primera sílaba que no es el esperable y que quizá haya que explicar por asimilación de [e:] a la —t— de la sílaba siguiente6. De todos modos, pues, parece probable que haya que reconstruir una forma común *gheslio- a partir de la cual derivarían las formas concretas de los dialectos. 7 Parece ser que Fick fue el primero en poner en relación el numeral “1000” en gr. y en el grupo i.—ir. y esta idea, como hemos dicho, vendría a imponerse de forma casi general, frente a otras interpretaciones como la de Specht (1939: 10—11), para quien 2*~‘h¿s1om sería un préstamo Así pues, la opinión hoy más extendida es que tanto la forma gr. como las í.—ir. derivan de *gheslo—. La forma gr., a su vez, 6Vid. Waanders (1992: 377). 71¡id. Erugmann <1907: 10). 8Posibilidad expresamente rechazada por Chantraine SLOXIXLa1) reciben una explicación directa y no hay que postular reinterpretaciones de construcciones sintácticas de verbos transitivos con objeto directo y predicativo se ha obviado sistemáticamente como si no existiera. Nos referimos al hecho de admitir que *sm— en *sm—gh&s)o- significa “1”, cuando no es ésta 704 la raíz que encontramos para la expresión de dicho numeral en las lenguas i.—ir., sino la raíz *oI— con dos alargamientos distintos,9 *—wo- y *~k, han de ser Pues bien, en la expresi tendríamos sino un resto *sem en lenguas que post Brugmann, aunque vista semántico, una solución al de esta segunda parta de una forma relación entre la la relación entre hay una explicación mucho más sencilla. las dos raíces que se han empleado para “1” en las lenguas IB la que tiene en dicha función es precisamente *5cm. en el grupo i.—ir. la raíz *sem se idos que, de acuerdo con lo expuesto en posteriores a los usos como numeral “1”. ón para el “1000” en el grupo i.—ir. no más del uso como numeral “1” de la raíz eriormente han acabado lexicalizando otra 9Sobre el numeral “1” en dichas lenguas vid. §í.5. 705 raíz distinta para la expresión de dicho numeral. 2.2. EL NUMERAL “MIL” EN LATíN La forma del numeral “1000” en lat. sten formas casuales del numeral “1000 las expresiones milli nummun . . uno y ‘o t. por Aulo Gelio 1.16.11—12) La intepretación de la forma es difíci no es de extrañar que buena parte de los señalar que la forma es oscura o a real entrar en la cuestión de la etimología, 248—249), quien tras afirmar que la etimologí que debe de tratarse de un antiguo neutr explicaría la construcción frecuente con gen. son muchos los que, como Pisani (1962: 206) o se limitan a recoger como posibilidades las et por otros autores pero sin expresar su aceptac Ex i en (ci es mille, plu. milis. concretamente millí, milíl pasuum de Lucilio 1 y controvertida. Así, 11autores se limiten a izar observaciones sin como Monteil (1970: a es desconocida dice o colectivo, lo que partitivo. Y también Leumann <1977: 461) imologías formuladas ión de las mismas. Los intentos de etimología han ido fundamentalmente en dos direcciones: A) Recientemente Perotí (1985: 607—608) ha reformulado una ‘o En general, las observaciones de Gelio en el cap. 1.12 resultan muy interesantes para el estudio del numeral “mil” en lat., pues en el mismo recopila ejemplos en los que mille funciona como sustantivo, es decir, rige gen. y los opone a aquéllos en que funciona como adj. invariable, es decir, que la función gramatical que desempeña en la oración el conjunto mille + sust. viene marcada en la desinencia de este último. 11 Así, p. 189—190), ej., Meillet —— Vendryes (1953: 515), Safarewicz (1969: Ernout -— Thomas (DELL: s.u.>. 706 12 propuesta que pone en relación con la pupLoL, la cual es, en última instancia, iiiip(ot “muchísimos, innumerables”. Así pue interpretación, mille sería una palabra c orignario que habría acabado lexicalizándose de “1000”, frente al valor “10000” con el que Como la propia forma gr. pone de manifiesto vista semántico no hay objeciones que hacer a la lexicalización de indefinidos con valores palabra gr. para “10000” una especialización de 5 si se aceptara esta on valor indefinido con el valor concreto se lexicalizó el gr. desde el punto de esta propuesta, pues concretos 1 o —y-, lo que y también en len documentado Sin embargo, ta fonético no cierta medida on estas dos. Iternancia l/r sería la misma án relacionadas Por otra parte, ante 1 seguida daría verosimilitud a postular que *múl-ia > el caso de mille, pues la —e procede de —1. 12Para explicaciones más antiguas, como la que asumía la existencia de una raíz *mz—, con z vocálica, vid, la crítica de Sommer (1899: 216—217). cual, dicho sea de paso, no es seguro que proceda de *meil- como quiere Pisani <1962: 206), puesto que, como recuerda Coleman (1992: 407), la forma meilia que aparece en CIL 1.638 está atestiguada demasiado tarde dado que en ambos casos, al tratarse originariamente de sustantivos, la construcción sintáctica habría sido idéntica, con gen. del sustantivo cuantificado. 16Fay (1900) realizó una crítica de la propuesta de Sommer en 15 Cit. por Pisani <1962: 206), quien no da la referencia de a quién se debe la propuesta. ~ trabajo de Fay es más explícito que los anteriores, por lo 708 el sentido de que los términos de las otras lenguas no garantizan la existencia de una forma fem. de *gheslo-, como tampoco un grado vocálico cero y tampoco el numeral smi. Prefería, en cambio, partir de una forma *sm-~hes-líyo--, que estaría garantizada por a.í. sahasriya y lesb. XeXX’.oL, que habría evolucionado a *sm—x.zlia y de ahí a *sm— *1>717, y de *flui hill a *mílí por contracción, Hamp <1968) también propuso una modificación parcial de la formulación de Sommer tras una crítica de la misma en la línea de Szemerényi; según Hamp habría que partir de un fem. *sral gheslfl > *mibeslfl >. *mihehliá > *miblfl, forma junto a la que existiría un sg. *mihli, y, a partir de ahí, *millia milli ~. milis mille. que seguimos la exposición que hace en él. ‘7szemerényi <1954: 40—41> acepta una interpretación de Meillet según la cual —II— en mille es tan solo una grafía para marcar la 1 exilis y distinguirla de la 1 pinguis, lo cual era superfluo en el caso de milis. 709 Así pues, como se ve, cabe la posibilidad de que la forma lat. para “1000” se relacione con las correspondientes en gr. e 1.—ir., pero la necesidad de postular evoluciones fonéticas irregulares resta verosimilitud a las propuestas. En este sentido, resulta demasiado categórico realizar afirmaciones como la de Hamp (1968: 277), para quien la forma lat., junto la gr. y las i.—ir. supone poder reconstruir con seguridad un étimo ¡E *&b¿slo— para “1000”, frente a la forma que ofrecen las lenguas germánicas y balto—eslavas, que, según él, sería una innovación. Por lo que se refiere a la mayor verosimilitud de con [1U~UOL o con *gh¿slo—, ambas son posibles, por lo de nuevos argumentos no creemos que resulte posible razonadamente por una u otra interpretación etimológica. la relación que a falta mcl inarse 2.3. ¿EL NUMERAL “MIL” EN CELTII3ERICO? Las lenguas celtas insulares presentan formas tomadas en préstamo del lat., así a para el numeral “mil” .irl. mlle, galés mil, córn. myl, br. mil. Por lo que al galo se refiere, parece que en los textos conocidos no se encuentra atestiguado dicho numeral. Sin embargo, una reciente propuesta de Lambert (1994b: 372), de aceptarse, permitiría identificar este numeral en el primer bronce de Botorrita en una forma emparentada con las del gr. y el grupo í.—ir. Lambert ha sugerido tentativamente que en la secuencia canTom sanCilisTara la segunda palabra tuviera como base sancilis— “mil” (IB *sm—ghesl- > Msm-ghles--) y fuera el derivado de una fracción en —to— “milésima”. La propuesta es atractiva y semánticamente encajaría bien dentro del contexto en que se encuentra; sin embargo, el hecho de tener que metátesis para la que no tenemos apoyos obliga dicha interpretación y no darla por cierta documentación venga a confirmarla. a ser hasta postular una cautos con que nueva 710 2.4. LA INTERPRETACION DE LA RAíZ *gheslo-- Tradicionalmente no se había etimológica para *gheslo— “1000” intentado buscar una explicación dentro de la concepción general de la investigación en lingiística indoeuropea que campo de trabajo de la misma al establecimie correspondencias entre las diferencias lenguas y, podía defenderse, a la reconstrucción automática de cuestión con el significado común a la proto—lengua. en los últimos tiempos, en el marco general del cambi respecto a la reconstrucción de un ¡E con espacio—temporales y del estudio de la evolución de de numerales, se ha procedido a una revisión de la *gheslo— en TE y se han elaborado propuestas de limitaba el nto de las cuando ésta la forma en Sin embargo, o de actitud diferencias los sistemas prehistoria de interpretación etimológica. Dejando de lado intentos poco afortunados como el de Pisani (1983), quien propuso explicar *~‘heslo- por metátesis a partir de *e~hs—lo-, donde *eflhs— se relacionaría con gr. ~, etc, y el significado originario del numeral habría sido “quello che sta aíl’esterno”, “l’ultimo”, como Voxcrtos, la propuesta más aceptable de etimología es la que relaciona la raíz de “1000” con la de la raíz de “mano”. Esta propuesta fue formulada por Bengtson <1987: 260-1), quien analizó *gbeslo— como *ghes más un sufijo *—lO-. La raíz, pues, sería relacionable con gr. ~eCp y con a.i. hasta— “mano”, mientras que el suf. es formalmente idéntico con el que sirve para formar diminutivos en buena parte del área TE. Con posterioridad al trabajo de Bengtson, una contribución dedicada a argumentar en etimología, al parecer desconociendo que la sido publicada con anterioridad. No obstante, argumenta mucho más la propuesta, pues lo que Rix <1991) publicó favor de la misma propuesta ya había el trabajo de Rix en el artículo de 711 Bengtson se despachaba en una docena de líneas se documenta y explica aquí refiere, Rix que lo inter que aparece participio d gr., lat. y Por lo que señalábamos, añade más do alargamiento tsat, B sar; a.pers. dasta, sufijo y de agentis o “mano” encami de la en nado evo adjet ivo ¡E. en la lución resulta un tanto f 229—31) argumenta *sm-gheslom y en implica que la ac significado “mil” debía de realizar plantearse en qué una mano para co grano, en activid basándose en esta orignario de a lo largo de varias no preta como el su en el gerundivo e perfecto activo germ. (tipo gr. a la raíz se la misma que la cumentación sobr en *— *piisinda- neut. De ellos hay que descartar el tipo (4>, pues en realidad, y de acuerdo con su propia exposición de los datos de las lenguas germ. antiguas y mod., no se encuentra atestiguado. En cuanto a los cuatro tipos restantes, de hecho pueden reducirse a dos tipos morfológicos: neutros en —a— y, frente a ellos, formaciones en —Ja—, estas últimas seguramente secundarias. 3.2. EL NUMERAL “MIL’ EN LAS LENGUAS BALTICAS Y ESLAVAS las lenguas bálticas y eslavas las son las siguientes: formas atestiguadas del tókstantis ti?fkstótis (antiguo aprus. tilsimtons tustuo4—> (ac. plu.) también thusxnd, posteriormente, thusend, tusiud, tusin. túsead. En numen 1 it. let. 715 a.esl. tyse~ti , tysosti23 3.3. LA RELACION ENTRE LAS FORMAS BALTO-ESLAVAS Y GERMANICAS Y LA ETIMOLOGíA DE *pUsund- 24 Como ya quedó constatado desde antiguo , resulta evidente que las formas germ. y balto—esí. del numeral “1000” están relacionadas entre si, si bien desde el punto de vista fonético hay dificultades evidentes que dificultan la interpretación. Siguiendo la exposición de Arumaa <1985: 199), estas dificultades2’> pueden resumirse así: 1. En lit. aparece 5 y no s. 2. El grupo consonántico st que aparece en bált. , flamp <1973d), Polomé (1972: 51), Lehmann (1986: 368), Pijnenburg (1989). 716 del Báltico se corresponde con bált. 5, pero, sorprendentemente, aparece z en las lenguas fino—ugrias del Volga. Así pues, dada esta situación no es de extrañar que se elaborado explicaciones divergentes para dar cuenta del cierto de que hay relación entre las formas de las lenguas ge las del grupo balto—esí. En este sentido, los primeros inten fueron en la línea de relacionar las formas a través de etimología común: se partía de una forma TE *tuskmt-, que segmentaba en *tús—kmt— y se explicaba, por tanto, como compuesto de *tlls . La solución de Brugmann es elegante, pero obliga a multiplicar las proto—formas, lo cual no es necesario con soluciones alternativas y bien razonadas, como la que propugnan Endzelin (1971: 183> y Comrie <1992: 792), para quienes partiendo de *tUshund— las formas bált. y esí., al no sentirse ya como compuestos y presentar, respectivamente, la forma *túgant— (en bált.) y *tyset— —st— en lit. y Pero es que, además, si entonces sí que no hay i para pensar que la forma con el “100” como ellas el silbante. ante r i ore evidencia una evolu 28 segura fonética fonét ico * t Us — kmt - reinterpretado como participio segundo en lit., participios de presente de presente y el sufijo te pleno/cero que explica unas formas y otras, en esente variante alta de de Hamp obliga, como ot ón entre “100” y “1000” cundaria y —más grave— a let. que dista mucho de se admite dicha evolu mpedimento alguno de de base es un compues elemento, let. y esí., de de ría t re la ras que sume ser ción tipo to posteriormente de donde el grado vocálico pleno no presente en las formas del “100”. Tampoco es mucho más satisfactoria la solución propuesta por 28Vid. la bibliografía (1973d: 173). en contra en el propio artículo par las de Hamp 719 Pi jnenburg hipótesis— y seguida —1, y co lituano. expí icar postular (1989), para quien —resucitando en parte la vieja tendríamos una forma de la raíz *teuH- alargada por —t— del participio del “ser”, *—snt— en una derivación con n introducción de una k protética en las forma del Aparte del hecho de que el alargamiento —b-- queda sin y carece de pardos, esta hipótesis obliga también a que a.prus. tusimtons es una innovación. Así pues, interpretación un compuesto no parece que hace de *tus y que del el haya muchas ventajas en numeral “1000” en germ. numeral “100”. Por otra abandonar la y balto-esí. parte, nos llamar la atención sepamos, no ha reparado la con el sentido “gran cien creación artificial que formación del tipo ital expandido por toda Europa romances, para las que la según la fonética dc cada etc. 29 Cabe, por tanto, pl algo parecido en el caso balto—esí. Habida cuenta de gustan a sobre bibí tic hace mig en la formac i una de ant ear del un hecho en el que, que nosotros iografia. nc un ai pensar 1 Jane Edad ón e el se ¡ gran Media y ra transp 1 as: esp si, en 000” en que no heredaro para “1000”, pero que al menos desde época de con el imperio romano acuñar dicha palabra necesidad por razones comerciales, podemos pen produjo la creación de la misma en un dialecto que no nos resulta posible determinar y a parti como un calco a las otras lenguas de con una palabra para “mil”. Un compuesto re de forma i nmed i a t amente mil”, ráp que, en las arente, fue millón, fr. realidad, no las lenguas n del ¡E una contacto co debió de sar que ta germ., bált r de él se la zona que tampoco *tffs—hund erudita y en una i dament e lenguas adapt ado mi 11 oii, sucedió germ. y palabra nt inuado ser una 1 vez sc o esí. extendió contaban 29Vid. Price <1992: 473). 720 4. EL NUMERAL “MIL” EN TOCARlO Las formas atestiguadas en toc. son las siguientes: toc. A wáits toc. fl yaltse, yá¡tse, yiltse Parece haber acuerdo general en que las formas de los dos dialectos toe, derivan de una raíz *wel— que se puede relacionar con a.esl. ‘ieli!j! “grande”, lit. veldgti “apoderarse de”, gót. waldan “gobernar”, etc. Así pues, nos encontramos otra vez ante un caso en el que el sentido de la raíz sobre la que se ha formado una de las bases superiores del sistema es “fuerza”, “grandeza”, de modo que habría que partir de una formación que en un momento (lado y a partir de un significado indefinido “gran cantidad”, “montón”, quedó lexicalizada dentro de la serie de los numerales cori un significado concreto, en este caso ‘mil”, de forma paralela a cómo, según hemos visto, parece ser el caso de *gheslo- y de mille . opción por la que se 721 de *—ty-- sino también de *-s- *welsom. Como se ve, a falta de TE y dadas las transformaciones restitución de la proto—forma debiendonos contentar únicamente por lo que propone restituir base comparativa en otras lenguas fonéticas sufridas por el toc., la no puede ser sino aproximada, con la restitución de la raíz. 722 CAPITULO XVI: LA FORMACION DE LOS ORDINALES 1. ASPECTOS GENERALES Resulta di categoría desde escasísimos los estudio de forma sobre numerales léxico o, como 305): “Ordinal: que algo ocupa fícil proceder a una caracterización de esta el punto de vista linguistico general ya que son trabajos que han acometido hasta el momento su monográfica.’ Gramáticas y trabajos específicos suelen obviar la definición de este conjunto mucho, ofrecen alguna en la línea de Lázaro <1962: adjetivo o sustantivo numeral que expresa el lugar en una serie o sucesión.” Aunque desde el punto de vista conceptual en definiciones del tipo de la anterior queda claro qué es un ordinal, sin embargo su adscripción categorial (adjetivo o sustantivo, dice Lázaro) ha de ser desechada por carecer de validez general, según se pone de manifiesto tan solo con echar un rápido vistazo a cualquier estudio que realice un inventario de los ordinales en lenguas varias. Por poner un ejemplo, Benveniste (1948: 147) recoge el caso del chukchi, lengua del noreste de Siberia, en la que los numerales reciben flexión verbal. En realidad no nos encontramos aquí sino con el mismo problema que reaparece una y otra vez a la hora de abordar el estudio de las diferentes series de numerales: las series de numerales no parecen constituir en ninguna lengua una categoría gramatical propia, sino que son simplemente una clase léxica que, dependiendo ya de las gramáticas particulares de las lenguas, se ‘Lo mismo constatan Gonda <1950> y Sleeman (1984: 65, última autora hace algunas observaciones interesantes, muchos casos se trata de características que los comparten con otras series de numerales y, además, el orienta específicamente sobre el francés. n. 2). Esta aunque en ordinales trabajo se 725 adscriben adjetivos, a categorías gramaticales diferentes: sustantivos, verbos, adverbios... Y su única delimitación posible es de índole semántica. El problema radi ca, no obstante, en que constituyen clases abiertas, aunque la La idea corriente a ilimitada en el caso series de lo que en superior no puede español dudo mucho (palabra que, por procedimientos de f nuestra lengua no léxicas muy parti primera impresión cerca del cómputo concreto de los expresión matemát ser trasladada a que podamos cont otra parte, no ormación de numer nos permiten ir culares, d pueda ser ilimitado ordinales) ica definir la lengua. ar más alí recoge el ales con lo más allá: ado de (o por í amo Por á de DRAE) 5 que que no están lo contrario. la ordenación carecer estas s como límite ejemplo, en un octillón pues los contamos en ¿cómo habría que denominar a la 5 término siguiente? iguiente base?: ¿novillón? ¿nucvilltin? Pero no es el hecho de presentar límites superior e inferior lo que confiere a las series de numerales su carácter dc clases léxicas cerradas, ya que, en cualquier momento, en el caso de que fuera necesario, podrían acuñarse nuevos términos, como sucedió históricamente con la palabra para “millón”. Es más significativo el hecho de que resulta imposible una reorganización de sus oposiciones. Veamos un ejemplo: en el caso de los colores (clase léxica que también podemos considerar está limitada superior e inferiormente por el blanco y el negro, aunque siempre puede haber un negro más negro y un blanco más blanco) no resulta imposible pensar que se pueda incluir un elemento nuevo entre dos elementos próximos ya existentes, es decir, no se ve ningún incoveniente para que en un momento dado surja una designación intermedia, pongamos por ejemplo, entre “gris” y “negro~~. Sin embargo, algo 2 ,~ Y, de hecho, se documentan expresiones como gris marengo que const ituyen designaciones intermedias. 6Y al 726 así es impensable entre noveno’’ y “décimo~~ todos los cambios de designación que queramos con cambios de la base del sistema, pero lo que es imaginar que en algún momento habrá un término intermedio entre “noveno” y “décimo”. De ahí es de a las series numerales su carácter peculiar como Evidentemente se podría decir que esto depende de real de lo designado por las series numeral explicación, seguramente válida, no tiene ninguna la descripción lingilística. Una interesante aportación sobre podemos imaginar relacionados o no resulta imposible que designe algo donde les viene clases léxicas. la constitución es, pero esta repercusión en los ordinales se encuentra en Hurford siguientes applied to plural noii express ion cardinal it applied to connect ion student fi of use a pos it ion discusión pone de ordinales (1987: 168), quien opone cardinales términos: “A numeral is u a class or set of object n, form example those picking out on its occas y is 5.” “A numeral is u an individual object in with a singular noun, fo ve, referring expressions particular student who in an ordered sequence sed with 5, often five st ion of us sed with an order r example picking is unde given que sigue a estas definiciones relieve el carácter marcado frente a los cardinales. y ordinales en los cardinal meaning when in connection with a udenta, a referring e a collection whose ordinal meaning when cd sequence, often in the fifth student or out on their occasion rstood to occupy Sth in the context.” La resulta de gran interés y y más definido de los En efecto, la separación entre ordinales resulta tan nítida como se pudiera pensar entrada3 hay lenguas que no diferencian y cardinales tampoco a primera vista. De formalmente unos de 3 Somos bastante escépticos en lenguas, generalmente realizadas cuanto a por antropó las descripciones logos durante el s de iglo 727 4 otros , pero es que, además, las lenguas que sí los diferencias no están a salvo por ello de neutralizaciones en los usos de los 5 mismos. Así, en español encontramos ejemplos como “página catorce”, “Alfonso XII” (leído “doce”), “el XXIII Congreso del PSOE” (leído “veintitrés”), etc. Parece evidente que aquí los cardinales están empleados en función de ordinales, en un uso que 6 no tiene nada de extraño ni en nuestra lengua ni en muchas otras Esto habrá que tenerlo muy en cuenta a la hora de abordar el estudio de los numerales indoeuropeos. En interés expresad pal abras mismos mor fo lóg post e rio impí ica este sentido, constataremos ahora, puesto que resultará para la discusión posterior, que, de acuerdo con o por Hurford (1987: 167), cuando no es el orden lo que diferencia usos cardinales y ordinales de numerales son los ordinales los que se den icamente de los cardinales y no al revés, si b rmente (p. 173) dejará bien claro que este hecho que el significado de los ordinales derive del signí tic de los cardinales, contar. ordinal En sus propias meanings are sino de la secuencia palabras: derived “1 claim from the de palabras that both convent i aprendida al cardinal and onal recited pasado, de las que se expresión de ordinales, altamente desarrollado pensar en que la expres léxica diferenciada. 4 Como el árabe para japonés, según Hurford nos dice que carecen de posibilidad de aun contando con un sistema de cardinales (vid. Crump 1993: 28>. Más bien debemos ión de la ordinalidad no implica expresión los numerales superiores a “diez” o el (1987: 167>. 5Vid. las reflexiones de Gonda <1950> a este mismo respecto. 6Alem. “Seite fourteen”, it. vierzehn”, fr. “page quatorze”, “pagina quattordici”, etc. ingí. “page de lo de los van i en no a do 728 counting sequence.” 2. ESTUDIOS SOBRE LOS ORDINALES INDOEUROPEOS Si partimos del estudio de exponente de los resultados a Brugmann (1911: 50 los que había acerca de este tema durante el observaremos que desde el p formación de buena parte de adición de —o al cardinal cor sin embargo, el hecho de que había presentaba un sufijo -(m)mo--s, segmentaciones del final de *septm y *derm parecía evid encontraba un sufijo —to-s q sustantivos numerales en —t. E añadidos para la formación de como explicación del paso de tipo adjetival con tres géneros existente entre los sufijos de rimer momento los ordinales respondiente. euvo reposab Llamaba siglo XIX, claro a en la a que la la mera tención, casos en los que el ordinal cuya derivación los ordinales ente. También ue se ponía en 1 hecho de que t ordinales compo los numerales a 7 • Se señalaba ordinal citados a partir de falsas correspondientes a con frecuencia se relación con los odos los elementos rtara —o— se veía la declinación de además, la relación y los superlativos de las le categorí a partir de nguas indoeuropeas que morfológica, haciéndose aquéllos. habían llegado derivar dichos a adquirir tal superlativos a La contribuc estos estudios, razones de la re superlativos y o años anteriores. recorrido por los 7 8 ión de Benveniste (1948) tuvo gran incidencia en ya que este autor se planteó seriamente las lación que justificaba la relación formal entre rdinales, causa de intensa controversia en los Para ello acudió Benveniste a realizar un procedimientos de derivación morfológica de los Vid. Brugmann <1911: 390). 8Citamos por la edición de 1970, Pp. 144 ss. investigación 55. ) llegado como la 729 ordinales en amerindias, muchas de e cardinales, significar a multitud semí ti cas lías los un valor Igo así como de lenguas de familias muy diversas (lenguas fino—ugrias, etc.), constatando que en ordinales venían a tener, respecto de los completivo”, es decir, que vienen a “(ce)lui qul sert A faire trola”. Algo parecido sería en indoeuropeo, según lo que, en su opinión, creía que podía mostrar habría ocurrido apoyándose en del Rig-Veda9 normalmente en culminación de le grec permet A l’ordinal ‘o y de Homero contraste con una serie. Según de considérer la indo—européen”. en los un cardinal, él “l’accord fonction ecomp que un ordinal, viene de l’i lét ive Y, con medios similares lenguas, se observaría que desempeña, al igua una función de “integración”, es decir, que el aparece cuando se trata de un cómputo cerrado y el que marca el último término numérico del entre ordinal y superlativo que explic morfológicas se encontraría, por tanto, “L’ordinal indique le terme dernier qui comp s ‘ajoutant soit A un nombre, soit A superlatif dénote le terme ultime qui qualité que d’autres termes manifes s ‘ordonnent dans la méme structure: l’amítié a trouvé son achévement’ comme ~trois’ trouve son achévement’.”’’ 1 que ordin él es mismo. a sus en lo léte un a marcar la ndo—iranien et comme propre a los de otras en aquéllas, al únicamente precisamente La relación semejanzas siguiente: ensemble, en une énumeration. De porte A son point f tent. Quantité et est ‘celui rptiatos est ‘celu méme mal qual en i en le un e ité qul qui 9P. ej. tr~yo drtis tur!yo . “otros tres, el cuarto.. .“ (Iv 45.1>; sapta raánióyas . astamain “siete riendas . . . la octava” (II 5.2); etc. ‘0P.ej. 6óo i’iiiicrua ... ¿‘A’.br¡s <0 188); etc. la misma línea de flenveniste pueden verse las observaciones de ejemplos 730 Merece la pena detenerse algo más en los por Szemérenyi (1960: 67 ss) en su libro indoeuropeos puesto que éste se maneja hab estándar. Szemerényi (pág. 70) parte de posturas de aquéllos que ven en *dekmrnos una *dekmtos. Ataca, en primer lugar, la idea *dekmtos una mera tematización de la forma “diez”, que sería, según ellos, *deknit. resultados obtenidos sobre los numerales itualmente como obra una crítica de las forma más antigua que de quienes consideran colectiva del numeral Szemerényi Meillet (1929), cues t lona, además, quien, aplicando el la opinión expresada por criterio de conservación de arcaísmos en la forma más modificado> y encuentra en las “le suffixe * joué dans les rOle pour que además, se ve forma de cole lenguas. Tamb de ese mismo presencia de pág. 111) en el del mismo a ot áreas ant ig en laterales ua, dado i .—ír. apoyaba que apare frente a lenguas centrales. avec sa adject ives l’usage qu favorecido, ctivo en ién pasa revi año (1929>, *—to (“suff la cía la idea en fo Según él de it.— rma que *dekrnmos celt. (en cel *dekmtos que era se (Pp. 29—30), además, forme cxpressive et populaire *—t marquant des oppositions un trop i en est fait ici surprenne.” Uso en su opinión, por la presencia para la expresión del “diez” en sta Szemerényi a un artículo de Le en el que sugería, que a partir ixe lui—méme solide”, dice Lejeune ordinal “cinco” ros ordinales, se había comenzando prod por ucido una “décimo”, exte si fo, a grand que, de una estas j cune de la en la nsión bien nunca llegó a producirse una total generalización a costa de la mera tematización. Szemerényi (1960: que uno de los apoyos sufijo *—to dentro de 71—75> dedica varias páginas a demostrar de Lejeune para propugnar la antigUedad del los ordinales, la necesidad de que éste se Risch (1962: 136—140). 731 combine con un grado cero de la raíz, quinto”, no puede mantenerse, ya que mejor testimonio, a.a.a. fumfto, que 12 Notker , no es sino una alternativa de finufio, igualmente atestiguado en ese presente en dicha palabra, según muestran vez de swimmen. al menos el que Le aparece transcr autor, formas en el ordinal jeune creía su únicamente en ipción frente a del sonido /0/ como SuUúniflwfl en Pero la cuestión principal a la que Szemerényi (1960) intenta dar respuesta es de dónde ha surgido el sufijo *—to que, sin lugar a dudas, aparece en los ordinales. Lo primero que hace es pasar revista a la formación de diversos grupos de ordinales. La formación de los ordinales “séptimo” a “noveno” era algo ya claro 13 desde antiguo ; lo que se propone demostrar Szemerényi es que el procedimiento era el mismo también para el resto de los ordinales. Para “sexto” las cosas parecen sencillas: la forma gala suexos< atestiguada en los grafitos de La Graufesenque sería la que representa esa mera tematización frente a las formas en generalizadas en el resto del IB. Por lo que a “tercero” y a “cuarto” se refiere, Szemerényi explica de forma muy convincente cómo el sufijo —tiyos que en muchas lenguas aparece caracterizando al ordinal de “tres” procede de la contaminación del secundario sufijo *—to con el final *—iyo generado al tematizarse la forma básica del “tres” <*tri) para convertirlo en ordinal. De ahí habría pasado a formas como turiya del a.i., mientras que en otras ocasiones simplemente que se para fi investigación acerca de artículo Schmidt recupera found, i.e. *dekmtos. Moreover, since is generally attested in IB, which me was *p(e)flkWto~, we must conclude that Iso general and in fact tlie ¡E form further follows that *dek¡nmos must be de lado por un momento las teorías referirnos a un reciente artículo nalizar este breve repaso de los ordinales indoeuropeos. En posiciones tradicionales acerca de the ans its of a de de la este los versi encuentra esperab les “séptimo”, sílabas. ón todavía en Beekes de los ord etc., con más <199 males unos radical de la teoría de Szemerényi se 5: 216>, según el cual las formas serían del tipo *ukso— “sexto”, sptrno— grados cero inexplicables en todas las 733 ordinales, incidiendo sobre el hecho de que hay diferentes modos de formación de los mismos. Y llega a la conclusión de que en los ordinales “tercero” a “sexto” nos encontramos con una formación en *—1i o—2 que también puede aparecer en una combinación de *—t— + mientras que para los ordinales “séptimo” a “décimo” aparece como marca simplemente *—O—. 3. CRíTICA DE LOS ESTUDIOS SOBRE LOS ORDINALES INDOEUROPEOS Vamos a dejar de lado por el momento el problema de la relación entre los sufijos de ordinales y los de superlativo, sobre el que volveremos en §XvI.6, en relación con la morfología de los ordinales “primero” y “segundo” y nos vamos a centrar en la crítica a la teoría de Szemerényi (1960>. Indudablemente han sido muy importantes las aportaciones de este autor en su estudio sobre los numerales. Concretamente sobre los ordinales, merecen ser destacadas su explicación de la forma del a.a.a. furnfto, a la que ya nos hemos referido en el párrafo anterior, y su aclaración de la configuración de los extraños sufijos que en algunas lenguas 1 & aparecen marcando los ordinales “tercero” y “cuarto Sin embargo, nos resulta a todas luces forzado su intento de ver la tematización como medio omnipresente para la formación de los ordinales, del que, a fin de cuentas, derivarían todos los sufijos de ordinales que se han ido configurando en los diferentes grupos dialectales, ya sea por falso corte morfológico, ya por contaminación de varios de ellos. En este sentido el intento de ‘7 Schmidt <1992> de volver a posiciones más tradicionales nos ‘5 La laringal se postula a partir de las formas con sorda aspirada del a.i., como sasths—, etc. las de Brugmann <1911: 50 ss.>, Meillet (1929>, etc. 734 parece que, en cierto modo, va diferentes modos de formación debemos hacer constar desde planteamiento general nos parece los resultados a los que llega es por razones fonéticas, ya que la a.í. no puede ser interpretada de además, con apoyo ninguno fuera postular la presencia de una laring la explicación del desarrollo de la ordinal —tha— ha de buscarse más 18 propio a.i. en la línea correcta, al admitir de los ordinales. Sin embargo, ahora mismo, que, aunque el adecuado, no podemos compartir te investigador, en primer lugar, presencia de sordas aspiradas en forma sistemática y sin contar, de la propia aspirada, para al en indoeuropeo. Creemos que sorda aspirada en el sufijo de bien en razones internas del Pero, volviendo a ss.), señalábamos antes “quinto” no la tematizac este escollo acerca del habría de añadir el está const efecto, y procedente sandhi perd se e ión ya or ig gozar hecho ituida imos a recons en a ncuent como de por en del luego de que por nuestra crítica de Szeme que él mismo reconoce que ra ninguna forma que procedimiento de fo sí insalvable para sufijo *—tos, que en algunos grupos no se puede pensar la mera tematización 1 hablar truir un la misma de este numeral en determ card diez” inada cae en un razonamiento circular, pu pruebas dadas en las Pp. 67—68 de su son insuficientes, afirma: “These gene course, hardly convince those who see rényi para nos permita vi rmación. Pero, poder admitir de tan gran dialectales, que la forma del cardinal “d ‘9 mal , que no con *-t final, s posiciones. Sz es, consciente de libro para postula ral considerat ions nothing very much (1960: 67 el ordinal s lumbrar junto a su teoría expansión hay que *dekmt os iez En parece que por eme rényi que las r *dekmt will, of wrong in 18Vid. el estudio ~XVI. 16. 1. 19 Vid. §x.2.2. particular dedicado a los ordinales del a. í. en 735 the curious dichotomy of *dekm — *dekrnt 20 But decisive proof comes from the ordinal “lOth”.” Y la prueba que él considera decisiva no es ni más ni menos que, partiendo de la tematización como a priori, y dado que existen formas que proceden de *dekmto—, no tenemos sino que quitar a dicha forma la vocal temática para obtener la genuina expresión del numeral “diez” en indoeuropeo. Como se ve, el argumento no resulta convincente y, además, es poco económico desde el punto de vista explicativo: obliga a postular fenómenos de sandhi ad hoc, rompe el paralelismo de terminación entre los numerales “siete” (septm>, “nueve” y obliga a suponer formas no atestiguadas como *p(e)nkWo~ Una vez que observamos la imposibilidad de considerar *dekmtos como una tematización de *dekmt, aspectos importantes de la explicación de Szemerény se derrumban, pues ya no hay ninguna forma de la que pueda derivar el sufijo *-tos por falso corte. Dicho sufijo, por tanto, parece que ha debido surgir por otros medios. Intentaremos dilucidarlos a continuación, en relación con nuestra propuesta de interpretación del significado de Ja tematización de los cardinales para dar lugar a los ordinales. Sin embargo, creemos que será conveniente recapitular antes las formas realmente atestiguadas en las lenguas y discutir cuáles son las formas indoeuropeas que podemos reconstruir directamente a partir de ellas. 20Evidentemente nosotros no admitimos un doblete *dekrn/*dekint para el “diez” indoeuropeo. La forma que postulamos es *dekrn, como ya dijimos (§X.2.2> y la *—t— que aparece en el ordinal y en las decenas tiene diferentes orígenes, de los que nos ocupamos en §X.2.2 y §XVI.5.2, respectivamente. 736 4. LAS FORMAS DE LOS ORDINALES En este apartado nos ordinales entre “tercero” y su carácter especial por cardinales correspondientes 21 especial . Y también tenemos que a ocuparnos ahora a los desarrol cada lengua o grupo dialectal, apartados 5XVI.9-17 de este mismo vamos a ocupar únicamente de los “décimo”. “Primero” y “segundo”, dado no derivarse, en general, de los serán objeto de un apartado hacer la salvedad de que no vamos los de cada numeral específicos a para los que remitimos a los capí titio. 4.1. El ordinal “tercero” a.irl. triss/tress bret. trete/trí gót. ~ridja lat. tertius a.prus. tirtis a.esl. tretiji alb. i treté gr. tpCtos arm. enir/errord avést. 6ritiia— a.i. trtiya— toc. A trit bit. teriya- FORMAS RECONSTRU britón., germ., lat., y a.i.), *tretyos (a galés trydydd del t reded a.nórd. kripe umbro tertios* ¡it. trecias córn. trysse/ttege a.a.a. dritt. 22 4.2. El ordinal “cuarto ” a.írl. cethramad galés bret. petguare a.nórd. fiórpe lat. quartus a.prus. kettwirts a.esl. cetvr6tú alb. i katért gr. Ictaptos arm. 6orir¡5, kWetw½yos partir de a.i. y Observaciones: La forma *turyos, a pesar distribución dialectal, restringida al grupo considerarse una innovación, representa una forma no ha podido derivarse del cardinal correspondien ya el añadido de *0e-. La forma del a.irl. es una innovación de que por su í.—ír., pudiera antigua, ya que te, que contiene de esta lengua 22La raíz *tr— es la más formas con *tre- han Ñ 11.2. 1. antigua del numeral “3”, de ser una innovación mientras que las reciente; vid. 23 interpretación de la forma es discutida; vid. §XvI.l1.6. 738 (§xví .9. 1> 4.3. El ordinal “guinto” a.irl. cáiced bret. med. a.nórd. fiinte lat. quinctus a.prus. penekts a.esl. petu alb. 1 pesté gr. itepitios arm. hingerord avést. pux8a- - 24 a.i. pancama- toc. A p¿int galés pymhet pempe t a. a. a. fimfto, lit. pe~Yktas córn. pympes finfto let. piekt(ai)s toc. n pihkte FORMAS germ. , lat *penkWe tos (a RECONSTRUIBLES: *peflkWtOS -, a veces escrito también —ss-). 4.5. El ordinal “sértimo” galo sextanwtos córn. seythves a.nórd. siaunde lat. septimus a.prus. sep(t)mas a.esl. sedm¿i alb. í shtaté gr. E¡36OLIOS arm. ewt nwmt os. vid. §IX.2.3. El de la primera 4.8. El ordinal “décimo ” galo decametos córn. degves gót. taihunda lat. decimus a.prus. dessimts a.esl. desetú alb. i dhjeté gr. 6¿xcrtos arm. tasnerord avést. dasema— a.írl. dechmad bret. decmet a.nórd. tionde galés decvet a.a.a. zéhanto let. desmit. resumen de puede verse los en 753 morfología verbal un alargamiento en *-t ha llegado a morfologizarse menor medida, dialectales, i morfologización atención sobre interesante la raíz *to—45 que de las lenguas planteamiento de —tha-- del sufijo como desinencia de tercera persona (y, aunque en también de segunda) y, ncluso como marca tempora como desinencia el hecho de que, constataci6n de qu alterna con *50- en anatolias. Cabe Schmidt <1992: 19 de superlativo siguiente: “Da im Romanischen, wo is, ein neuer Superlativ durch Hin zum Komparativ entstanden ist, Superlativs an ein Pronomen mit wúrde fur Ordinalia ebenso passen tNummer 5’ in der Zahíenreihe, en 44 1 hay algunos Respecto que grupos de su llamar la como se ha señalado, resulta e esta desinencia recuerda la el pronombre demostrativo fuera recordar aquí un interesante 8—9), quien, tratando el final del a.í. —zstha--, propone lo der lat. Superlativ ausgestorben zuftlgung des bestimmten Artikels lásst sich beí ai. —tha— des áhnlicher Funkt ion denken. Das denn z. E. ~5’ ist sozusagen also ‘die 5’. Man wird mithin personal ie Ordinalsuffixe eigentlich idg kónnt en.” Demostrativpronomina Evidentemente la propuesta de Schmidt no parece mantenible en sus términos exactos, puesto que en una fase tan avanzada del indoeuropeo como para que se haya desarrollado ya como tal la flexión pronominal resulta poco aceptable postular un proceso de formación nominal por composición de esas características. Sin embargo, retrotrayendo la idea a una fase del indoeuropeo anterior al desarrollo de la flexión la hipótesis resulta más verosímil en tanto que lo que luego podremos definir como la raíz pronominal *to— puede haberse añadido a raíces nominales aportando una idea que en términos generales podemos denominar como de definición, “Vid. Adrados (1975: 734—735). 45Vid. Adrados <1975: 819 Ss.). gragen, gewesen ob d se in 754 46 que cuadra bien con lo que es la semántica de los ordinales Naturalmente sugerimos esta posibilidad a mero título de hipótesis ya que en la práctica resulta imposible llegar a caracterizar desde el punto de vista del plano del contenido alargamientos o sufijos en fases tan tempranas del indoeuropeo. En cualquier caso, e independientemente del significado que este sufijo o alargamiento en *—t pudiera tener, admitida su existencia, podemos suponer que los numerales indoeuropeos podían aparecer caracterizados por él en contextos que no podemos llegar a precisar completamente pero que, a juzgar por la historia posterior de dicho sufijo, del que en los numerales no queda rastro fuera de la serie de los ordinales47, debían ser al menos parcialmente afines a aquéllos en los que posteriormente se emplearían los ordinales caracterizados morfológicamente como tales. Esto nos lleva a suponer que en un momento dado de la historia del indoeuropeo, en una fase seguramente todavía preflexional, existieron formas del tipo: *penkWet, *dekmt, etc. Dentro de este marco resulta posible replantear la idea de Szemerényi (1960) de que hubo una alternancia de formas para el numeral “diez” *dekm/*dekmt, de las que, como vimos en el capítulo X, él suponía que la primera procedía de la segunda por mera evolución fonética en contextos donde actuara un sandhi para el que no tenemos paralelos. Como ya señalamos entonces, la forma del cardinal es indudablemente *dekrn, que, en consonancia con lo que acabamos de ver, pudo aparecer marcada por *-t en contextos que 46Víd a este respecto Hurford (1987: 167—173). 47 Salvo refecciones muy tardías en las que ha habido analogía a partir de los ordinales. 755 posteriormente habrían de quedar subsumidos por los ordinales cuando éstos llegaron a constituirse en una serie independiente. Conviene retomar ahora el hilo conductor que nos llevó a postular el origen expuesto para el sufijo *—tos, la forma *penkWtos generalizada en todo el ámbito indocupeo. Hemos visto en ~XVI.5.l cómo el surgimiento de los ordinales como serie numeral diferenciada en indoeuropeo es subsidiario de la aparición de la flexión temática, o lo que es lo mismo, de la reinterpretación como procedimiento de concordancia sintáctica de lo que en origen no es sino una relación de rección entre un nombre y otro que depende de él marcado a nivel formal por un alargamiento alternante *-es/-os/--s, del que, a pesar de que se atestigua en los diferentes grados48, como alcanzó mayor difusión fue sin duda en grado o, dando origen, por el proceso aludido, a la declinación temática. En el caso de lo que en un indoeuropeo avanzado podemos analizar como el sufijo *-tos, podemos pensar que el proceso fue similar. Hemos postulado más arriba que un alargamiento en conocido en la morfología nominal, pudo marcar ocasionalmente a los numerales en contextos que serian al menos parcialmente equivalentes a aquéllos en los que posteriormente se exigirá la presencia del ordinal. Pues bien, del mismo modo que en las flexiones heteróclitas el relacionador *—os se añadió a marcas más 49 antiguas pero que no llegaron a cuajar de forma sistemática, en el caso de los ordinales ocurrió un proceso similar con la antigua marca *—t. 48Vid. Villar (1974: 251 ss.). 49Como *—fl frente a *—r del nom., el único tipo de heteróclisis antiguo según Alvarez—Pedrosa <1988: 335 ss.). 756 Del mismo modo que en la flexión nominal hubo formas en las que se superpusieron las marcas y otras en las que simplemente se empleó el procedimiento que habría de triunfar, con el alargamiento *—os/—es/—s, también ocurrió lo mismo en los numerales, es decir, *—OS (el grado que aparece sistemáticamente en los numerales) pudo añadirse directamente a la forma base o a la forma alargada previamente por *—t. En el momento en que surgió la serie de los ordinales la alternancia de grado vocálico era todavía un procedimiento vivo, como lo muestra el hecho de la conservación de alternancias en los tipos flexivos más antiguos, donde el grado o del alargamiento *—os provoca el grado cero de la sílaba predesinencial, como so sucede en el tipo *pllter ¡ *pHtr¿s. Esto tuvo su repercusión en el caso de los numerales. En efecto, señalábamos antes que realmente en las formas base de los numerales a la (§XVI.4,3), de modo que la excepción tal vez debamos contar con una forma a todo el indoeuropeo. Pero, en no al celta, parece claro que aqui *—tos ha de deberse a la influencia ral inmediatamente anterio en ceita insular aunque en generado por falso corte, r, por un proceso similar ese caso se trata de un sufí según acabamos de señalar. al jo Para el resto de los ordinales resulta imposible encontrar razones de la generalización de una u otra opción, y la elección de una u otra a expensas de la alternativa debió realizarse dialectalmente, pues no parece que se puedan hallar pautas comunes a todo el indoeuropeo. Sin embargo, sí resulta interesante constatar que la elección de una u otra alternativa no parece que fuera independiente de la redistribución y reorganización en otros ámbitos de la morfología nominal de la tematización de los alargamientos en *—t a los que aludíamos más arriba. En efecto, en griego, donde el sufijo proceso de generalización y extensión dentro tiempos históricos, nos encontramos con que morfología nominal flexiva un elemento —TOS desarrollo, ya que ha servido para formar los —¶05 ha seguido su de los ordinales en en el ámbito de la ha adquirido gran genitivos de todos 761 aquellos temas que podían resultar conflictivos56, de modo que tenemos ejemplos del tipo tEpaS, —a-cog, , quien reformula los dos diferentes sufijos en *-H 2o- y —o—. 62Ya Bopp (1858), quien, no obstante, hace derivar los sufijos de ordinal de los de superlativo por abreviación. Brugmann (1911: 50) ya ofrece las líneas generales que han sido seguidas con posterioridad en cuanto que hace proceder los “sufijos” de ordinal por falso corte a partir de la tematización de los cardinales. 764 tratar las relaciones entre estas dos categorías lingúisticas fue el dado por flenveniste (1948), cuyos puntos fundamentales ya expusimos en 5xV1.2. Recordemos ahora que, según este autor, la coincidencia semántica que sirve de base para la igualdad morfológica entre superlativos y ordinales consiste en el hecho de que tanto unos como otros sirven para marcar lo que él considera el último término de una serie, es decir, aquél en el que una cualidad alcanza el grado máximo : it ent 1 ord ves, de los ti on no se gu mp ed i do reí aci mita a forma rényi y i la li ordinales of the ord ha inclui ndo”, lo poder 1 ón entre decir (p. “But the vitality went even furth c y shown that the inals and superla i for reasons of morphemes. This had, already by Brugmann, who clearly state suffixes —mrno—/--mo— and —to-- are based on true, then the innovation is even more s thought to date: sínce the suffix —to— of the primeros libros de este autor. — **He leído los - tamos fraterna- ustema- dasema— —isis, -tema a.x. prathama— uttama— dasarna— —isí ha, -tama toc. fi parWeSSe ake(s>u skante analítico A la vista de este cuadro hay varios aspectos que aparecen A) La dirección de la relación morfológica entre ordinales superlativos debida a la igualdad de sufijos va de los ordinales 770 estas claros: y a 68 69 los superlativos y nunca al revés , pues, como se constata en el cuadro, los “sufijos” de ordinal se han combinado con sufijos preexistentes de intensificación (*is/yes/yos en buena parte de los casos) para dar lugar a lo que, desde el punto de vista sincrónico, son los sufijos de superlativo de las diferentes lenguas: lat. —isslrnus, gr. —L0t05, a.i. —istha, etc. B) Si la marca que presenta el ordinal “primero” no se ha constituido en un sufijo de ordinal dentro de la lengua en cuestión no se ha extendido como marca de superlativo. Así, lit. ph-mas con marca —mas frente al sufijo característico del resto de los ordinales —tas y un superlativo en —iáusios70 que nada tiene que ver con aquél; a.esl. próvó con “marca” —vó frente a —tú en el resto de los ordinales y una formación de superlativos por prefijación. C) super 1 at tenido compru aglut i caract o más (frent Señalábamos antes que el nexo semántico entre ordinales y ivos era únicamente el ordinal “primero”. Este hecho ha gran importancia a nivel morfológico pues, como se eba en la tabla, el segundo de los elementos que se ha nado para dar lugar a los sufijos de superlativo es el que eriza al ordinal “primero” cuando en una lengua conviven dos “sufijos” de ordinal. Así tenemos lat. pritmus/-issimus e a sextus con “sufijo” —tus). Este conjunto de de los superlativos relacionada con la relativos. Las marcas hechos sugiere que la entrada de los sufijos de ordinal oposición entre superlativos de comparativo, especialmente en el ámbito podría estar absolutos y *—iOS/-iS, a 68Como ya observó Brugmann (1911: 50). 69Salvo refecciones tardías como gr. 70Sobre el que vid. Endzelins (1971: hom. npwmta’vos. 174—175). 771 las que se han aglutinado los finales de los ordinales fueron, según la interpretación habitual, en origen intensivos, lo cual cuadra bien con un significado como “muy alto” o “altísimo” pero falta la determinación presente en “el más alto”. Tal vez fue esto lo que proporcionó en un principio la utilización del final tomado de los ordinales ar lat. secundus/alter lit. auítras a.esl. viitorú alb. 1 dute gr. SE¶Vtepos que lo oscura. De ella ya nos ocupamos en §XVI.9.2. 60Sobre estas raíces vid. Adrados (1975: 821). Gonda (1953: 66), a propósito de las palabras para “otro” expresa: “The function of these words for “other, different” must originally, i,e., in the earliest stage of development accessible, have consisted in expressing spatial—deictic oppositional relations with regard to a person or an object [. . .1.” 81 En caso de que no fuera así habría que incluirlo en el grupo fi. Acerca de la etimología de esta forma vid, una exposición más amplia en §XVI. 12. 2.3. 82La etimología de gr. óE6tepos es muy problemática; vid. Chantraine (DELO: s.u.) y el tratamiento que hacemos en §XVI.14.4. 775 relaciona con a.i. vitaras siguiente”, i¡itarani “más allá”. C) Palabras derivadas del cardinal a.i. y ay., que se han originado “dos”. Así, las por la caracterización del cardinal con el final *—tiyos tomado del También la forma del toc. fi Wate, wáte y A 64remontar a *dwito- y que seguramente se trata de en toc. común por extensión del sufijo 1’— tematización se han formado lic. fi tbi, A kbI aunque en este caso con un grado o de la raíz que indoeuropeas ha servido para derivar los “colectiv la forma del alb. es una innovación con el sufijo del artículo determinado. Por lo que se refiere a erkir ha sufrido la influencia de erek’ “dos”86 sufijo —ir vid. §xví.15, donde tratamos de forma formas del de la raíz,~ 83 ordinal “tres w&t, que han de una remodelación to-. Por mera y el hit. fl—, en otras lenguas 86 os”. Igualmente —té y precedida 1 arm. la forma en cuanto al particular los ordinales en arm. es que está const mantenimiento de Tal vez haya que incluir ituida de forma análoga a la —e de la partícula *de. aquí gr. *du “dos”, 87 &dm~pos sino solo que con 83Tamb i én atribuible Debrunner di tya-¿h ser la an formas del 84Vid. §xví.í7.3. el carácter largo de la segunda —i- de dvitiiiya— es a influencia del ordinal “tercero”, como señaló <1949), quien vio también que tuya—, atestiguado en “de dos años”, continúa una forma *dvitya- que debía de tigua para el ordinal “segundo” en antiguo indio. Las iranio no permiten saber si la —1- era larga o no. 85Vid. §xvíII.16.1. 86Vid. Winter <1992c: 355). 776 7.2. OBSERVACIONES Ha habido acuerdo, pues, en considerar que las formaciones sobre el cardinal “dos” son recientes88 y han venido a sustituir a los procedimientos más antiguos que se han conservado en los grupos A y B. Así pues, no podemos reconstruir para las etapas más antiguas del indoeuropeo una forma con el significado básico de “segundo”. Este concepto se expresaría englobado con indeas tales como la de oposición o contraste o bien por medios más marcademente léxicos como los que nos atestiguan las lenguas incluidas en el grupo fl y para cuya comprensión resulta muy significativo el hecho de que el dialecto tesalio utilice como ordinal “segundo” la palabra %tEPOS, cuyo significado en otros dialectos es simplemente “posterior”. Entendemos, pues, que la especialización de tal o cual formación sólo se pudo llevar a cabo en las lenguas indoeuropeas de forma dialectal, lo que explica la falta de coincidencia entre los distintos grupos que conforman la familia. Y, por otro lado, no es de extrañar ya que, como hemos señalado en §XVI.5.1., la plena diferenciación de una serie ordinal sólo se pudo llevar a cabo tras el surgimiento de la declinación temática y del adjetivo como categoría morfológicamente diferenciada en indoeuropeo, procesos ambos que son relativamente tardíos dentro de la proto lengua. Por otra parte, debemos llamar la atención sobre un hecho que la bibliografía acerca de los numerales indoeuropeos no ha señalado. Se refiere a la distribución dialectal de los distintos 88Salvo en el caso de gr. 8eiitepos si estuviera relacionada con *du “dos’, que sería un notable arcaísmo en cuanto a la raíz. 777 procedimientos observados. occidentales parecen formar ha sido en ellas donde las En este sentido las un grupo bastante homogéneo en formas surgidas por adición del * —t eras serie de 1 delimitar divergenci segundo’’ para la de grupos de detectar ent aquí la raíz a una raíz pronominal han llegado a formar os ordinales. Esta isoglosa este conjunto de lenguas as dentro del indoeuropeo se refiere, creemos que no finición de las relaciones di la familia. Relaciones aún re el grupo balto—eslavo89 y pronominal seleccionada ha no ha y, por deja alect más el g sido sido ut dadas lo que de tener ales entr estrecha ermáni co, *an, lo parte de la ilizada para las enormes al ordinal i mpor t an c i a e diferentes s se pueden en tanto que cual está en consonancia con otras isoglosas compartidas entre estos grupos 8. PANORAMA ORDINALES GENERAL DE LA CONSTITUCION DE LA SERIE DE LOS INDOEUROPEOS Una vez tratados los problemas referentes al surgimiento de los sufijos de ordinal en indoeuropeo y a los ordinales “primero” y “segundo” conviene tomar el tema de forma global y, de acuerdo con los resultados parciales obtenidos en esos diferentes ámbitos de estudio, abordar el problema de la constitución de la serie de los ordinales indoeuropeos. Recordemos que, de acuerdo con las ideas de Stampe (1977: 596), Greemberg (1978: 252) y Hurford (1987: 86—121), lo que caracteriza una clase léxica como un conjunto de numerales es su organización como una serie. El primer objetivo de este apartado será, pues, intentar dar una respuesta a la pregunta: ¿cómo se constituyó la serie de los ordinales indoeuropeos? 895i es que a.esl. von~’ procede de *ntei’OS. 90 Vid., por ejemplo, Krahe <1977: 32—33). 1 enguas cuanto sufijo 90 778 Debemos partir, para dar respuesta a esta pregunta, de la serie numeral básica indoeuropea, cuya creación hemos descrito, la medida en que esto resulta posible, en el integrado ese apartado al final del estudio de cardinales aunque en realidad no es del todo ex En efecto, no podemos hablar de cardinales si no otras series de numerales que expresen conte distintos: ordinales, multiplicativos, etc. Y en se va constituyendo el sistema decimal de indoeuropeos tal diferenciación no existe. Existe de numerales que, memorizada por los miembros lingilística como tal serie, se empleaba cont expresar contenidos tanto cardinales como capí tulo cada acto h es en nidos las f los una ún de la exua lme ordina XI. Hemos uno de los acerlo así. oposición a semánticos ases en que numeral es ica serie comunidad nte para les. La i guac i ón cuando s intáct entre unos el contexto icos, según y otros significados se podía llevar a no era lo suficientemente claro, por exponíamos en §X\TI.5.i. Sin embargo, el desarrollo adquirido por el alargamiento *.-os dentro de la morfología nominal iba a afectar de forma radical a esta categoría. Detengámonos aquí por un momento, antes de hablar de la utilización del sufijo, para analizar la idea de por qué fue un elemento de la morfología nominal el que afecté a esta clase y no uno procedente de otro ámbito (verbal, pronominal, adverbial, etc.). Adrados (1975: 904) ha señalado con acierto que el proto—indoeuropeo contaba con tres clases de palabras diferenciadas formalmente: nominal—verbal, la de los numerales y la pronominal-adverbial; señala también que los numerales están emparentados con la primera aunque están aislados formalmente. Este (anterior problema contacto Esto se aislamiento formal a la oposición morfo señalado de por qué se estableció más est integra dentro de un de la serie de los numerales lógica cardinal/ordinal) plantea el en un momento dado el punto de rechamente con el ámbito nominal. conjunto de problemas que van a en des amb cabo, me d i os 779 cambiar de forma radical el aspecto morfológico de la serie y que, sin embargo, van a tener una motivación sintáctica o, al menos distribucional. Un hecho que se constata con facilidad es la dificultad de los numerales para su predicación. Algunos ejemplos bastarán para ponerlo de manifiesto: esp. : Los libros que hay sobre la mesa son dos. Los libros que hay sobre la mesa son rojos. Hay das libros sobre la mesa. ingí. : The books on the table are twa. The books on the table are red. There are twa books on the table. fr. Les livres qu’il y a sur la table son deux. Les livres qu’il y a sur la table son rauges. II y a deux lívros sur la table. al.: Die auf den> Tisch liegenden B¿icher sind zwei. Die auf dem Tisch liegenden Bticher sind rot. Es gibt zwei Bticher auf dem Tisch. Aunque la primera de las oraciones de cada grupo es gramatical y aceptable dentro de la lengua respectiva, sin embargo, se siente como menos natural que la segunda o la tercera: la estructura de predicación con verbo copulativo existe en las lenguas con las que hemos ejemplificado, pero con los numerales resulta un tanto forzada, tendiéndose a utilizar estructuras alternativas en las que el numeral no aparece como predicado. Esto, por lo que se refiere a contextos en los que los numerales son cardinales; con los ordinales la cosa es aún más marcada. I-lurford (1987: 169—170) ofrece un tratamiento impecable del problema, por lo que le citamos textualmente: 780 It is consistent with the general approach taken here to say that the denotation of the ordinal fifth is the set af alí objects that are in fifth position in sorne ordered sequence. It might appear that an immedíate prab¡em with this is that it makes ah objects fail into the extension of fifth (and ¿¡ny other ordinal, for that matter), since it 18 always passible to coas truct an ordered sequence in which sorne giren object 13 the fifth member. In other wards, if they have this denotation, ordinal numerais would seem ta be tahly uninfarmative. But in fact, out of context. so they are. 4.4.3 Iran was (the) fifth. This sen tence, Iran that we fifth WHAT? So with no did not t ry: con t ex t a 1 re a dy giren, tehis us nothing about know. One wants to know the the fifth person. the fifth Ukrainian. Here. Ukranian is more informativa legitimately be inferred from Ivan, Hiere is stihl something missing. sequence in which Ivan was the presupposed. than bu t A person, which rnight eren with Ukrainian particular ardered fifth Ukrainian is De todo lo anterior se deduce la fuerte tendencia de los numerales a situarse en la órbita nominal, de modo que no es de extrañar que cuando en indoeuropeo se produjo la transformación hacia un sistema flexivo en el que las diversas categorías se diferenciaban por la utilización de marcas morfológicas diferentes, los numerales adquirieran marcas característicamente 4.4.4 Iran was Iran was 781 91 nominales cuando desarrollaron flexión y, volviendo a nuestro punto de partida, para la oposición ordinal/cardinal se especializaran elementos típicos de la morfología nominal, En efecto, dentro de la propia historia de la constitución de la serie de los ordinales quedan huellas de la época en que las raíces nominal—verbales constituían una clase y de la época posterior en que se produce la diferenciación. Así, señalamos en §XVI.5.2 que en una fase antigua *—t debió ser empleada al menos en algunos contextos como marca de lo que posteriormente se constituirían en ordinales, y *—t, como ya señalábamos entonces, ha sido un elemento empleado tanto en el ámbito de la morfología nominal como de la verbal. En cambio, *—os, generalizado en época posterior, y con ese grado específico, es un alargamiento únicamente documentado en el ámbito de la morfología nominal. Para la historia de la constitución de la serie ordinal lo que nos interesa resaltar propiamente son esos primeros intentos de creación de una diferencia morfológica con la marca *-t que no llegaron a cuajar de forma generalizada, sino que, al igual que las declinaciones heteróclitas, fueron subsumidas por marcas posteriores que sí llegaron a triunfar. Esa marca fue *-os, a partir de su función de relacionador y según el proceso descrito en §XVI.5.2. Fue entonces, ya en época postanatolia, como señala Adrados (1975: 870) cuando debieron quedar definitivamente sentadas las bases para la constitución de la serie, aunque del procedimiento de tematización de los numerales superiores a “2” ya tenemos 91Con alguna excepción de marcas pronominales en algunos numerales concretos y por su cercanía a dicha categoría gramatical, según expusimos en §xI.4. 782 algunos indicios en anatolio, concretamente en el ordinal “tercero”. Con todo, no se puede hablar ya de constitución plena de la serie hasta el momento en el que se produce la integración en la misma de los correlatos de los cardinales “uno” y “dos”, dado el paralelo adquirido por ambas series. Y este proceso de integración debió llevarse a cabo en época ya de fragmentación dialectal, pues, aunque para “primero” hay acuerdo en la raíz92 entre todas los grupos lingiiísticos excepto el celta, no sucede así para “segundo”, de modo que se imposibilita así la reconstrucción de la serie entera para el indoeuropeo común, puesto que, además, no parece —a juzgar por los datos de que disponemos— que podamos detectar ningún proceso de sustitución léxica en unos grupos respecto de otros. La integración, como ha podido quedar claro a partir de lo expuesto en ~XVI.6 y §XVI.7, no se llevó a cabo por derivación de “primero” y “segundo” a partir de los cardinales correspondientes, sino que para completar la serie se integraron formaciones a partir de raíces que por su propia semántica aportaban bien el 93 significado requerido : “delante” en el caso del ordinal primero y “otro”, “siguiente”, etc, en el caso del “segundo”. La excepción la constituyeron los grupos anatolio e indo—iranio, así como el albanés y el tocario, donde el ordinal “segundo” sí se derivé del cardinal correspondiente 92 No así en los sufijos, pero esto obedece a razones propias de la evolución en cada grupo lingilístico, según seflalamos en §xVI.6. 93Este “supletivismo” de raíces entre los ordinales y los cardinales más bajos es algo frecuente en las lenguas del mundo. Vid. Hurford (1987: 52). tal vez también el griego, si es que SclSTEpos deriva de *d y el prefijo all—/ala—. 97 de do—red “guiar, do a sustantivos, que prefijo en usos como 513). significado básico es La reconstrucción se basa en la forma trito— presente en la onomástica; vid. Evans <1967) y Marichal (1988: 96). En Lambert (1994: 131) hay un error cuando se afirma que Tritios como nombre propio está atestiguado en los grafitos de La Graufesenque. 98 Ignoramos cuál era el sufijo del numeral “cuarto” en galo, ya que éste no aparece completo en los grafitos de La Graufesenque. La reconstrucción generalmente admitida (Szemerényi 1960: 80, n.65; Hirunuma 1988: 41—42, Hamp 1989b: 42, Lambert 1994: 131> es *petuarios, basada en la forma del galés. Sin embargo, nada impide que el sufijo *—tos’ se hallara presente en ella y la forma fuera, por tanto, *petuartos. A falta de testimonio seguro preferimos no tomarlo en consideración en la discusión posterior. 99La misma forma del ordinal se atestigua en celtibérico en el ac. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 lo 785 9.1. Observaciones generales Las pautas generales de la evolución de los sufijos de ordinal en las lenguas celtas no resultan demasiado difíciles de establecer. Las líneas fundamentales están ya trazadas desde antiguo100 y aparecen, con una mayor elaboración, en Szemerényi (1960: 93). En su conjunto nos resultan aceptables, pues el material las hace evidentes, aunque discrepamos en algunos detalles, como expondremos un poco más abajo. Dejamos de momento aparte los ordinales “primero”—”tercero”, que, como es general en las lenguas indoeuropeas, presentan formaciones especiales. Para explicar los sufijos de ordinal en las lenguas celtas hay que partir de una forma *kWenkWetoS, común a todas ellas pero peculiar dentro del conjunto de las lenguas indoeuropeas, ya que, con la excepción de a.i. pa?ícath~— (refección tardía), no presenta paralelos, puesto que el resto de las lenguas derivan su ordinal “quinto” de *penkWtoSI~fl. Cómo surgió la forma con grado pleno formal de la sílaba anterior a la del sufijo puede explicarse por varios motivos: la propia influencia del cardinal y la presión analógica de *sweks/*sweks-tos’02: XpenkWe/?. sg. fem. tekametam “décima parte” que aparece en el primer bronce de Botorrita; vid, de Hoz —— Michelena (1974: 44), Eska (1989: 106—107) y Meid <1993: 119>, con las referencias bibliográficas. También está atestiguado el derivado tekametiiias. loo Vid., p. ej., Morris Jones (1913), Pedersen (1913: 135—136), Brugmann (1911: 58). posible que en la forma gala suexos esté presente ese sufijo, aunque encubierto fonéticamente. Vid. lo dicho en ~XVI.4.4. 786 A partir de *kWenkwetos, o, más bien, de su sucesora ya más propiamente celta *kWlnkWetos, pero siempre en época anterior a los desarrollos dialectales que implican el tratamiento de las 103 labiovelares, se generó un nuevo sufijo *—etos por falso corte que se extendió a los ordinales “séptimo”, “noveno” y “décimo” por analogías del tipo *kWlnkW(e)/*kwlnkwetos: *dekam’04/*dekametos. A partir de ahí -¡netos debió de sentirse como el sufijo de ordinales y, por presión analógica, se incorporé al numeral “octavo” que, claro está, no deriva de un cardinal con —m final etimológica. El cuadro que ofrecen el a.irl. y el galés med. básicamente el mismo que el galo aunque han actuado a analogías más. Así el sufijo *—etos presente en “quinto” extendido a “sexto” en ambas lenguas (a.irl. seissed chwechet), y el sufijo de ordinal más marcado como tal, se ha extendido también a “cuarto” en a.irl. En la posterior de esta lengua ha acabado por imponerse a ordinales superiores a “segundo” en la forma —arnhadh. 105 1 gun se ga * — ¡nc t histo todos es as ha 1 és os, ria los los Desconocemos la continentales por del mismo que test se pudiera estable ““Ignoramos la forma real del cardinal “diez” en las lenguas continentales, pero la evolución fonética de las mismas propia forma del ordinal hacen altamente verosímil que ésta así. 10% de f lo que formas forma del cardinal “cinco en las lenguas ce lo que ignoramos si la pérdida de la vocal f imonia el celta insular es o no muy antigua. cer este falso corte así parece indicarlo. orma paralela al galés, también e no detallamos la evolución en vid. §XVI.4.1—S. 1 córni estas ce y fu co y el bretón, lenguas; para Itas mal Que 1 tas la era por las 787 9.2. El ordinal “primero ” Como se puso de manifiesto en §XVI.6, presentan la peculiaridad dentro del conjunt no formar su ordinal “primero” a partir de 1 embargo, el proceso por el que una palabra integró en la serie de los ordinales tuvo semejante, puesto que el significado básico de que se formó el numeral es prácticamente el mismo las lenguas célticas o del indoeuropeo de a raíz *prl<—. Sin para “primero” se lugar de forma la raíz sobre la En “primero” los signi efecto, a part ficados las lenguas celtas han ir de la raíz *ken—’06, cuya de “surgir”, “presentarse” formado el ordinal área semántica abarca “comenzar , etc. Pasando al examen concreto de las formaciones en cada una de las lenguas, la forma gala cintux[os], presenta, en primer lugar, una sufijación en —tu. Esta forma Cintu—, abundantemente 107 atestiguada en la antroponima gala , para Hamp (1989b: 41) no sería en origen sino una formación de abstracto en —tu con grado pleno de la raíz. Mayores problemas plantea el sufijo en —x[os ji. Una hipótesis muy aceptada consiste en ver el resultado de *—skos con metátesis de la silbante y la velar, fenómeno bien atestiguado en celta’08. Vendryes (1924: 39) segmentaba la forma en *cintus—kos, entendiendo que *clntus sería una forma adverbial, pero parece más adecuado ver un sufijo *—skos. Hamp (1989b: 41) interpreta este sufijo como meramente adjetival, pero Lambert (1994: 131) ha puesto de relieve acertadamente que tal vez haya adquirido un 106 Vid. Pokorny derivarlo de la la sorda inicial. 107 1/id. Evans <1967). (1959: s.u.). Hamp <1951/52, 1958/59) prefiere raíz *genll 2—, pero esto no permite explicar bien 108Así, p. ej., Vendryes (1924: 39) y Hamp (1989b: 41>. 788 valor de comparativo, puesto que la forma bret. kentoc’h, que también deriva directamente de *kintuskos’ tiene el significado de “antes”. Una interpretación alternativa ya sugerida por Loth (1924: 34) es ver una formación en *—tos, pero la evolución fonética es difícil de justificar a no ser que se parta de *ken-tuks-tos, pero, entonces, lo que plantea problemas es la formación en *—tuks. Por lo que al a.írl. se refiere, la forma prefijada cet— (pretónica cetu—) deriva directamente de *cintu—’09. En cuanto a cetnae, parece que hay que descomponerlo en cet—n--, con sufijación 110 de la forma del demostrativo Galés cyntaf presupone *cíntam < *ci 111 de superlativo añadido secundariamente de la misma forma que galo Cintusmus’12 113 como nombre propio pero no como numeral. ¡¡tusamos, con el Debe tratarse en que tenemos ates 9.3. El ordinal “segundo ” Se cons *alyos que indeclinable Galo al y Lambert (1994: 131>. 110Vid. Pedersen (1909: 188). “‘Vid. Greene (1992: 541>. 112Víd. Lambert (1994: 131). 1 13 Vid. Evans (1967). Pedersen <1909: 42), etc. 196—197), Hirunuma (1988: 40—41), Hamp sufi jo origen t iguada 114 Vid. (198gb: 789 sus paralelos en galés al), bret. al), córn. y)), a.irl. al), todos con el significado “otro”. En cualquier caso ambas proceden obviamente de la raíz pronominal—adverbial indoeuropea *al—. Es decir, se trata de formaciones del ordinal “segundo” según el tipo A de los señalados en §XVI.7.1. Como bien recuerda Greene (1992: 514) la distinción entre otro’’ y ‘‘segundo’’ no es sistemática en las lenguas indoeuropeas, de modo que no es de extrañar que formas derivadas de una misma raíz pronominal pudieran tener contextualmente ambos significados, especializándose con posterioridad en uno u otro y quedando, por tanto, restringido uno de ellos a su utilización dentro del paradigma de los ordinales. Esta elección, tan reciente como para no ser común a todo el grupo celta, supuso una divergencia, pues, entre galo, por un lado, y las lenguas insulares por otro. En cuanto a la forma irlandesa tanaise (¡it. “esperado”), no es sino un adjetivo verbal <*to—ad--nh-sed>-tio--> de dotnat “esperar”.115 Aunque se trata de la forma más difundida en la literatura irlandesa antigua, es posible que no sea más que de un uso literario, pues no ha dejado huellas en la lengua posterior.’16 9.4. El ordinal “tercero ” La elección del sufijo del ordinal “tercero” en las lenguas celtas no ha sido uniforme. Se trata, en los casos del galo y el galés, de sufijos bien conocidos en la formación de ordinales, pues galo trito- presenta sufijo —tos y galés trydydd hace suponer *trl tlyos. Vid. LEíA *petwriyo—, que a su vez procedería —con revisión del sufijo yod— de *kWetwryo~, con silabación estrictamente ajustada a ley de Sievers. La explicación nos parece aceptable en esencia. 10. LOS ORDINALES EN LAS LENGUAS GERMANICAS Las formas atestiguadas son las siguientes: A.A.A. 119 A. NORDICO furlsto/éristo ander drl ti <1)0120 feo rda 117 Tres s, —e- bien ‘‘8Vid. Pedersen (1992: 515>. 119 No seña dialectos. 120 Dr i t tI o ut i 1 izarse 1 amos Sobre es la drl ita como señala un arcaísmo, Thurneysen <1946: 249>, puede ser con bien una remodelación sobre el cardinal. su (1913: 135), Thurneysen (1946: 249—250), Greene las variaciones fonéticas de funfio “quinto”, vid. Szemerényi los (1960 forma más antigua; posteriormente vid. Braune —— Eggers <1987: 235). diferentes 71—73). empezará a GOTICO 1 2 3 4 frumis a np a r ~ridja fyrstr annarr pr ~ flñrpe 791 5 6 7 8 9 lo 121fi ~,rt a saihsta ah t uda nl unda t albunda fimf ta séhsto sibunta ah todo ni unto Zéhanta flrnto sét te si aunde at te ¡¡Tondo ti Tondo 10.1. Observaciones generales Como ya señaló Szemerényi (1960: 94) el rasgo característico 122 del grupo germánico es la generalización del sufijo *—tos a todos los ordinales superiores a “tercero”123, en la línea de lo sucedido en mayor o menor medida en otros grupos lingúisticos como el gr., el alb. o el toc. Y en cuanto a forma *trltyos,’24 ‘tercero”, no tenemos sino los resultados de la sobre la que vid. §XVI.4.9. 10.2. El ordinal “primero ” En todas las lenguas formaciones en *—lstos, que, interpretarse como formadas por germánicas nos encontramos como ya vimos en §XVI.6, de el intensivo *—is-. + el sufijo 121 Atestiguado en fimtataihundin, dat. de “decimoquinto”. 122 Vid. Ross —— Berns (1992: 627 ss.) para la recopilación las formas y los detalles de evolución fonética. 123Naturalmente no compartimos su interpretación generalización en relación con nuestra explicación de los de ordinal en indoeuropeo, sobre los que vid. §XVI.5. 124 vid. Peeters (1983> y Ross —— Berns (1992: 626) para los de evolución. de todas de la sufijos detalles con ben (de 792 ordinal) *—t os—. Una vez constituido como tal el superlativo se ha introducido secundariament “primero”, un superlativo semántico. sufijo *—istos de e en el ordinal Por lo que hace a las presentan la raíz indoeuropea *prH~—, mientras que el a.a.a. “pronto, antes”. raíces concretas más extendida lo ha formado gót. y en este sobre el a. nórd. ordinal, adv. er 10.3. EL ORDINAL “SEGUNDO” Las sobre la formas de las que vid. §11.7, lenguas grupo A. germánicas derivan de *anteros, 11. LOS ORDINALES EN LAS LENGUAS ITALICAS 11.1. Formas latinas 126 — 127 priraus 2 alt or/secundus 3 tertlus 4 qu~r tus 5 quintus 6 sextus 7 septlmus 8 oct~uus 9 n~nus 10 docimus Vid. Braune —— Eggers (1987: 235). ‘26Ofrecemos sólo las formas relevantes para la evolución correspondiente de la discusión. 127Y prior “el primero de dos”. estándar; las formas arcaicas serán incluidas en el lugar 793 11.2. Formas atestiguadas en otras lenguas itálicas í~) 20) 30) fem.), ti trutas ~0) Pont ies 90> peligno prlsmu , etrarn—a ; tortlam—a (ac. sg. trutum (ac. sg.), nombres propios); peligno 132 nuvime 11.3. observaciones generales Dada la fragmentaria atestiguación de las lenguas itálicas con la excepción del lat. ésta es la única que permite trazar líneas generales de evolución de la serie de los ordinales. El resto de las lenguas itálicas no contradicen esas líneas generales, aunque, evidentemente, no podemos saber si compartían Jiménez Zamudio <1986: 24), donde se recogen, además, otras interpretaciones propuestas. ‘29Sobre verse la concreto 130Estas formas son muy discutidas, investigadores que niegan que se trate entre otros, Untermann (1956: 65). 131Vid. Jiménez Zamudio (1986: 5). las notaciones silábicas en latín de Preneste ahora puede exposición de Vine <1993: 324—355> y sobre esta forma en las pp. 332—333. habiendo gran número de del ordinal “cuarto”; vid, es que no significa “por última vez” y es, por tanto, un superlativo de la raíz *new- “nuevo”; vid, la discusión en Coleman (1992: 413>. 794 los detalles de evolución del lat. en las formas no atestiguadas. 133 Por lo que al latín se refiere las líneas generales de evolución resultan claras: la formación de ordinales con sufijo *—tas queda restringida a “quinto” y su entorno, en consonancia con lo expuesto en §XVI.5.2, en tanto que los ordinales entre “séptimo” y “décimo” son herederos del procedimiento de la tematización. “Tercero” muestra la pauta más frecuente en las 134 lenguas indoeuropeas, derivación en *—tyos, y “primero y “segundo”, como es general, tienen raíces distintas de las de los cardinales. 11.4. El ordinal “primero ” Se acepta generalmente que primus , para quien pfI~US no es 133 pretendemos tomar partido con nuestra forma de plantear el análisis ante el delicado problema de las relaciones del lat. con el resto de las lenguas itálicas, cuestión sobre la que puede encontrarse un resumen reciente en Villar (1991a: 355—373). 134 Vid. ~XVI.4.9. 135Así Coleman (1992: 408); vid, la bibliografía que apoya esta idea en Monteil <1970: 251). 795 sino una formación adverbial en —s136 más el sufijo *-ma—. Sin embargo, no estamos de acuerdo con él en que sea directamente comparable con gót. fruma, pues, aparte de que éste es un tema en nasal, —mus en primus no procede sino del final de septimus y docimus, aislado por falso corte morfológico. 11.5. El ordinal “segundo ” Lat. alter no ofrece dificultades de interpretación: se trata de una formación en *-ter— sobre la raíz pronominal *al. En cuanto a socundus, la forma que en lat. clásico vino a emplearse habitualmente como ordinal, su relación con la raíz del verbo soquor resulta evidente. 138 Recientemente Coleman <1992: 409) ha resumido muy bien la cuestión, señalando la posibilidad de que en un momento dado de la historia de la lengua latina formaciones en —ndus fueran empleadas como participios activos del tema de mnfectum, según atestiguarían formas como oriundus y el propio secundus. Con posterioridad se habrían introducido las formas en —nt en dicha función, quedando las en —i>d¡is únicamente como gerundivos por influencia de los verbos no deponentes. Disociado de su función verbal por su inclusión en la serie de ordinales secundus habría podrido sobrevivir sin verse remplazado por el más reciente sequOiiS. En cuanto a las formas del umbro etram—a y etru, Coleman <1992: 409) apunta una doble posibilidad: que se trate de la raíz *0— presente en sánscr. asya, etc. o bien *01— como en lat. is o en el propio umbro eaf. Siguiendo a Adrados (1975: 821) tal doble ‘36Sobre los procesos de recaracterización de adv. en —l por —s vid. Prósper (1991). ‘37sobre este tipo de formaciones vid. §XVI.7. Vid. Ernout —- Thomas (DELL: s.u.). 796 posibilidad no se plantearía, ya que en cualquiera de los dos casos se trataría de la misma raíz. Con todo, la interpretación de Prósper <1996: 116), quien reconstruye la raíz como Het—, quizá sea la solución más adecuada. En cualquier caso, no estamos sino ante un ejemplo más del tipo de formación que hemos estudiado en §XVI.7.2, grupo A. 11.6. El ordinal “cuarto ” Algunos ordinales latinos reflejan una evolución problemática sobre la que resulta conveniente realizar algunas observaciones. Si comenzamos por “cuarto” observamos que quartus no puede ser de ningún modo la evolución fonética regular de *kWetwrtos. Leumann <1977: 492) resume las posturas de los autores anteriores en dos tendencias: para unos la evolución sería *quatwortos (con *qua~ de *kwe~~ y *—or- de *—r--) > quavortos > quaortos > quartus; para otros, en cambio, la forma procedería influencia de quattuor en el consonantismo pasaría a quartus también por influencia del última posibilidad es fonéticamente viabí embargo, que la forma del cardinal presenta —a—, lo que, como vimos en §IV.1.2, plantea En cambio, la primera línea de razonamie convincente, aunque en la versión mejorada de quien propone una evolución así: *kwetwrtos disimilación de la primera ti) > *quewortos > * de *(qu)tuortos y, con inicial, quortos que cardinal. Aunque esta 139 e, presupone, sin de por sí vocalismo graves dificultades. nto sí nos resulta Coleman <1992: 410), > *q¡ietwortos (con quowortos > *quórtos tal vez mo Quorta segu i mo s mdi rectamente atest en GIL 1 328) y —con ahora a Bammesberger iguada en el antropónimo evolución alternativa (en 1995: 219) *quowortos > 131a cnt esperable *tuortos > ica de Coleman <1992: 411) se en itálico sería *kwtuwrtas, * ti iuyr tos. basa que en que la forma desembocaría en (forma pr en e s t lo que 797 *qwawor tas evolucionado 140cauus. a q¡Thrtus, donde *qwaw—, para lo que la secuencia *qwow— habría tenemos el paralelo de lauare y Por lo que se refiere a la realmente significa “cuarto”141 arcaizante sin *0”o— inicial, 142Tup’caZos, etc. forma osca trutum, seria una forma en la línea de a. etc., si es que extremadamente i. turiya, gr. 11.7. El ordinal “octavo ” Lat. “octavo” ha sido se han propuesto dos formas *aktówas. En el primero de se explicaría por analogía parece poco verosímil. posibilidad, que únicament fonético *5w>áu, sobre el sobre todo, Szemerényi (1951>. objeto de discusión en tanto subyacentes alternativas 143: los casos el vocalismo largo con la vocal larga de acto, 1 Más defendible resulta 1 e supone un ejemplo más que puede verse Thurneysen en cuanto *oktawos y de octáuus o cual nos a segunda del cambio (1887) y, 140 Vid. la discusión a propósito del cardinal en §IV.1.2. 141Vid. Buck <1904: 138) y Untermann <1956: 65). Vid. MV.3.2. 143 Vid. Lindsay (1897: 477) y Leumann (1977: 492). Un de la cuestión con las referencias a la bibliografía encuentra en Coleman (1992: 412). buen resumen anterior se 798 12. LOS ORDINALES EN LAS LENGUAS BALTICAS Y ESLAVAS 12.1. Los ordinales en las I~gj~s bálticas PRUSIANO LITUANO 1 pirmas’45 2 ant srs146 3 tirtis149 4 kettwirts 5 penckts 6 ustsíB~~ 7 sep5 ceturt (al piekt , 106—111), Comrie 71—74), Kurschat (1923: 367—369), Endzelin <1971: (1992: 725—762). <1876: 264—266), Wiedeman Senn (1966: 218—219), 183—184), Schmalstieg 146También anters. también ahí aras, textos antiguos uoters. 149 Y y en variantes dialectales también uotars y también tung y tung. también uschts. la forma más reciente septintas. 152Y la forma más reciente ahuhias. en letón dialectal también astiht(ai)s. 144 LETON 5 5 >5 >51 5 153 Y 799 10 dossímts de.~imt as dosmit (al >2~~ 12.1.1. OBSERVACIONES GENERALES La tendencia evolutiva general sido a generalizar *—tos como marca podemos considerar que la extensión ordinales superiores a “tercero”~~~ es que, frente al letón, el prus. y el de la tematización como procedimient “séptimo” y “octavo”. Precisamente proporciona buenos ejemplos de la t sustitución producida entre las y las más modernas sepí 157 analogía con deviiitas “noveno de las lenguas bálticas ha de ordinal. Sin embargo, no de este sufijo a todos los de época proto—báltica, puesto lit. muestran la conservación o de formación de ordinales en en esos numerales el lit. nos endencia a la nivelación con la formas más antiguas sekmas y Mitas y a4tuiYtas, rehechas por no tenemos sino la *trityos; vid. §XVI.4 evolución .9. desimtai~ sin metátesis; vid.‘~‘4También está atestiguada una forma Endzelin <1971: 184>. “tercero” difundida forma ésta, al igual que en la correspondiente del prus. asmnus, es detectable que ya ha habido una acción analógica más antigua por parte de los ordinales inmediatamente anterior y superiores puesto que la —fil— no es etimológica en “octavo”. 157 En Hamp <1974) se encuentra una muy interesante expí comprensiva de la prehistoria de los numerales lituanos podemos compartir dado que la reconstrucción del indoeuropeo de la que parte Hamp difiere de la nuestra. de la ampliamente icación que no sistema 800 12.1.2. EL ORDINAL “PRIMERO” Generalmente’59 se postula que las formas del ordinal “primero 159 en las lenguas bálticas descienden de TE *prH 3—mos , forma que subyacería también a lat. primus, gót. fruías, etc. Sin embargo, no creemos que ésta sea la mejor solución para explicar la presencia de esta marca en dichas lenguas. En latín está claro que procede por falso corte de decinius y en lit. debemos suponer algo similar 160. De hecho, como hemos observado de pasada al tratar de la generalización del sufijo *—tos en las lenguas bálticas, previamente hubo de haber una cierta extensión de un sufijo *—mos (o ya evolucionado *—mas) generado por falso corte al menos en “séptimo” (cf. prus. sep convincente. Según él *—mo— sería un “colorless añadido a adverbios como *pro “delante” forman “que está delante” cuyo significado se especial “delantero, primero (1971: 183), Szemerényi laningal, según son de relieve autores; no para nuestra no resulta suffix” que a adjetivos izaría como 801 12.1.4. OTRAS OBSERVACIONES Es necesario referirse a la forma del a.prus. para “sexto” usts/uschts, ya que, como vimos en su momento (§VI.2.2.2), se le ha otorgado un papel importante para la reconstrucción del numeral “seis” en indoeuropeo. Como ya dijimos allí, la interpretación más verosímil nos parece la de Winter <1992a: 16), quien ve en rísis una disimilación a partir de *.~ugtas (tal vez sería mejor una disimilación a partir ya de *susts>. De todas formas, otras opiniones sobre “sexto” en prus. pueden encontrarse en §VI.2.2. 12.2. Los ordinales en las lenguas eslavas 161 Ofrecemos únicamente caso en que el ordinal no a.búlg. Las demás lenguas la misma forma que las de los ordinales del a.esl. está atestiguado en dicha eslavas presentas formas 162estas lenguas y en el único lengua, el del explicables de 1 a.esl. 2 a.esl. 3 a.esl. 4 a.esl. 5 a.esl. pr ti vu y t oru tret iii cetvrutu petu 6 a.búlg 7 a.esl. 8 a.esl. 9 a.esl. 10 a.esl. 12.2.1. OBSERVACIONES GENERALES Según se observa el sufijo *—tos aparece caracterizando a la mayor parte de los ordinales superiores a “tercero”. Szemerényi IBíVid Vondrák 652—657, 1964: 725—762). 162 Vid. Comrie <1992). (1928), Mikkola 161—163), Arumaa (1950: <1985: 56—59), Vaillant 199—202>, Comrie sestu sedm5 0511>11 devetú desetú <1958: (1992: 802 <1960: 109—112) ofrece una elaborada explicación para dar cuenta tanto de los ordinales como de los cardinales en este grupo lingilístico, que, con las salvedades hechas en §V.l.4, nos parece aceptable en esencia para los cardinales. Sin embargo, por lo que a los ordinales se refiere, creemos que su explicación puede simplificarse. Dado que admitimos que las formaciones en *—tos pueden remontarse a época indoeuropea en cualquiera de los ordinales superiores a “tercero”163, resulta innecesario postular analogías para la extensión del mismo en la prehistoria lingtiística del grupo eslavo como tal. La única analogía evidente (aparte, claro está de la presencia de d— inicial en “noveno” por influencia del numeral inmediatamente superior, de forma completamente paralela a lo que sucede en la serie de los cardinales’ £4> es la que se ha dado entre “séptimo” y “octavo”, que ha conllevado la transferencia del final —mu etimológico presente en aquél a este último. 12.2.2. EL ORDINAL “PRIMERO” Se trata de una formación por tematización de la raíz *prH -- 165 12.2.3. EL ORDINAL “SEGUNDO” La interpretación tradicional 16£ hacía descender Vútorú de ‘63Vid. §XVI.5.2. 164 Vid. §íx.í.3. 165 Vid, también §XVI.6. 166Así aparece ya Brugmann <1911: 51); vid, también Mikkola (1950: 58), Vaillant (1958: 653—654), Arumaa (l985~ 200). 803 *ntoros. Sin embargo, en un trabajo reciente Comrie (1992: 735) ha llamado la atención sobre dos hechos: en primer lugar, que es 167 discutible que ¡E n > esí. u ; en segundo lugar, que una formación *n—teros, con grado cero de la raíz no cuenta con paralelos en el resto del indoeuropeo. Como alternativa propone ver en la forma del a.esl. la raíz presente en a.i. vitarah “siguiente”, vitar~m “más allá”6. ut i 1 bien En otras lenguas eslavas izan formaciones de la misma derivadas por sufijación del 12.3. Los ordinales en la prehi eslavo para el ordinal “segundo” se raíz que a.esl. drugú “otro” o cardinal correspondiente.’69 storia de los grupos báltico y De acuerdo con anteriores creemos para la serie de los báltico y el eslavo, 1 lo visto que puede ordinales as cuales en los postu en las serian apartados inmediatamente larse unas proto—formas que coincidirían el grupo así 3 *tretyos 4 *ketwrtos 5 *ponktos 6 *sostos 7 *septmos 8 *o~mos 9 *nowmtos 167Para lo cual se basa en 90—91); sin embargo, Carl dificultades. Vid. el encuadre general las ton constataciones de <1991: 95—6> no Sheve 10v alude a de estas propuestas en §XVI.7.2. 169 Vid. Comrie (1992: 735). (1964: dichas 804 10 *de4mtos No parece, en cambio, que pueda postularse una proto-forma común a ambos grupos lingilísticos para los ordinales “primero” y “segundo”, dadas las divergencias observadas. Quizá lo que suceda es que plantearse la cuestión en esos términos sea de por si plantearse una cuestión que carece de sentido, pues tal vez la configuración completa de la serie de los ordinales sea de época plenamente dialectal.’70 13. LOS ORDINALES EN ALBANES Las formas del albanés estándar son las siguientes171 i i paré 6 i gjashté 2 1 dyté 7 i shtaté 3 i troté 8 i teté 4 í katért 9 i nénté 5 1 pos té 10 1 dhjeté 13.1. Observaciones generales Desde un punto de vinta sincrónico la formación de los 170 Vid. ~XVI.8. 171Queda más allá del propósito de nuestro estudio analizar las formas de ordinal en todos los dialectos del albanés y, por otro lado, éstas no aportarían gran cosa a la reconstrucción de las tendencias generales de evolución de los ordinales en las lenguas indoeuropeas. De todas maneras las formas de un buen número de dialectos pueden encontrarse fácilmente en Hamp <1992>. 805 ordinales en de “primero” anteposición obstante, est acaba en —té, “diez”. Hamp en el caso de procede de un **—ti—to— par ordinales se posterior §ví .1.4, Demiraj 1 rehechos interesa, alb. aparece completamente clara : con la excepción se derivan de los cardinales correspondientes por la del artículo’72 y la adición del sufijo —t<é). No e sufijo no se añade cuando la forma del cardinal ya lo (1992: los e sufijo ece que tratan sobre parece 986), sobre los el e que, que 1 los ord in que sucede con los numerales 837>, como vimos en §VI.1.4, ardinales se fem. 4’—ti dar excluida a de un sufi ardinal. Sin en realidad, os cardinales ordinales. ales en sí, entre “seis” y ha propuesto que trata de formaciones cuyo final por lo que una formación del tipo Por lo tanto, en el caso de los jo *—to— conservado sin refección embargo, como ya vimos también en hay que considerar primero de dos”). 6siitepos; tesal. UOtEpOS. — “tercero”: Clesb. —sólo en glosas y nombres propios-), I~ LI &I OS — “cuarto”: TEIT&pTOS , iY’topíos (are.), iuftpcztos — “quinto”: nójirros, núruos (Gortina y Amorgas), nórnoizos “sexto”: Ex-tos, — “séptimo”: Nx~uos (en una inscripción cret.). ~~8opos, EI3ÓEPOS (griego occ.>, e~o6opcrros . §xVí .6. Hamp <1992: 904). el en esta tXtOS <át.>, £t~wtos se llevó a cabo en el junto a las formas habituales W38oiios y It8cpaizos y bysówros, en las que se ha tomado por falso corte a partir de los posteriores a éste, ELL>IYTOS y 8¿xwros, una de las formas del ordinal “cuar 0pa’tos (de donde pasó también a “ter 175 pCtaos) . Que el surgimiento de las numerales “séptimo” y “octavo” obedece a icamente su marca formal dialecto homérico, donde nos encontramos con añadido un sufijo -aio~ numerales inmediatamente e igualmente presente en to” usadas en la épica, cero”, generando la forma formas en —atos para los razones de sistema y no a necesidades métricas estructura dactílica, parece encajan claro, puesto que perfectamente en el ambas, con una hexámetro y, de 175Vid. Brugmann (1911: 58). La general general 808 hecho, se utilizan en los poemas homéricos). No obstante, dicho intento quedó abortado posteriores de la lengua, donde se mantuvieron —. Esta última no se utilizó en griego, dado que la —m— hubo de seguir inmediatamente a la —t, pues si no, no se explica la sonorización, que, según él, es 17£ antigua, dado el paralelo del antiguo búlgaro sodmu . En cambio, la introducción de la vocal —e—/—o— en la sílaba anterior a la desinencial la entiende como una innovación griega. En cuanto a la sonorización constatable en oySOOs la atribuye a analogía con el ~6En la misma línea quienes se limitan a Lejeune calificar 1972: 69) de oscura y Chantraine la sonorizac (1983: ión. 101), 809 numeral anterior. Szemerényi (1960: 6—9) criticó la hipótesis de Sommer, rechazando, en primer lugar, que haya paralelo alguno entre gr. i=psopos y a.esl. sedmu, puesto que esta última forma se explica perfectamente en razón de la propia evolución de las lenguas eslavas sin necesidad de recurrir a una fase indoeuropea. Con razón señala Szemerényi que el grupo —pi— se reduce en a.esl. sistemáticamente a —ti—, lo que hace que la evolución de las formas lE *septm y *septmmo— desemboque en a.esl. *set5 y *setm5, respectivamente, con posterior sonorización de la dental en la segunda e influencia de ésta sobre la primera, en consonancia con la tendencia general en los numerales eslavos de influencia de los ordinales sobre las formas de los cardinales.177 Para Szemerényi la sonorización del grupo hay que buscarla en la decena correspodiente, E13601111x01->Ta, que, según él, procede de una forma más antigua ~*scptm~kont~. De ahí habría pasado al ordinal por analogía dado que *ESiTT«pos no se relacionaba bien con EIVLa por presentar sincrónicamente un sufijo )Q¡ 1o. no presente en ningún otro ordinal, mientras que se sentía una relación más estrecha con la forma de la decena, que conservaba la —nl—. La vocal —O— de FP8OIIoq se debería a influencia de la de 178 y la —c— de ~ip8u¡ios a influencia del las vocales que la rodean en W38E¡aTjxoírra. 179 La sonorización de ¿y8ofUs la explica, al 177 Vid. §11.1.4. 178 En contra Schmidt (1992: 210), para quien, de haber influencia, ésta sería de VI3Sopos sobre 5y8oos y no al revés. Sin embargo, no ofrece argumentos para justificar esta supuesta influencia. 179Lillo (1990: 53 y 63 n. 1) propone una explicación siguiendo un razonamiento análogo al de Szemerényi, si bien, en consonancia con su interpretación de la evolución de las decenas en griego, 810 180 igual que Sommer, por analogía con E1380p0S. Indudablemente una explicación en la línea de Szemerényi resulta más plausible que pretender remontar la sonorización al indoeuropeo, como proponía Sommer. Sin embargo, hay que matizar la explicación de Szemerényi, de entrada, porque no compartimos su visión sobre la evolución de las decenas en griego181 y también porque no creemos que la influencia de la decena fuera un factor determinante para la sonorización de la forma del ordinal. En efecto, del mismo modo que en la fase *septm~konta de la decena se pudo producir una sonorización, cabe pensar que cuando el ordinal era *soptrnos se produjo la sonorización en un contexto fonético similar. Posteriormente, el ordinal evolucionaría a *sept 01»o5, con surgimiento de una vocal de apoyo para resolver el anómalo grupo, vocal que del mismo modo que la sonante m puede presentar 182 vocalizaciónes en o generalizadas en todo el griego , pudo tomar también ese timbre vocálico, mientras que algunos dialectos dicha vocal anaptíptica tomó timbre e por influencia de la vocal de la sílaba anterior. Finalmente, por lo que respecta al ordinal “octavo”, Lillo propone que la sonorización se produce en un momento en que la forma del numeral es *soptm-~kont5. 180Lillo (1990: 55 n. 18) aduce un paralelo interesante para este tipo de cambio, el eleo 61vu5, con influencia de Lina. En realidad en ambos casos no se trata sino de un ejemplo más de cambio analógico por contigilidad paradigmática, fenómeno frecuente en las series de numerales, como venimos constatando a lo largo de este estudio. 191 Vid. §xIIí.s.6. 182 Vid. Bader (1969). 811 (1990: 63) ha planteado recientemente la supuesta dificultad de el vocalismo *aktó/*okt5u. partiendo de 1 como *okteH!t- *ogd~wos, que oy8o— presente abreviación puntos disc gr., como interpretac basadas en apéndices, —OWOSpor sin ella. sonor i zac i puede no Según é a recons 0-s~, es habría en Oyó de la segunda sílaba de oyóoog 1 (p. 65), la expí trucción de Martinet que éste evolucio sufrido la influenc oljxoLrra (donde se ha a partir de *okt5ékonta). repamos de su visión de la quedó dicho en §xíi1.8 lón no aporta ventajas sob teorías laringalistas que como Adrados (1973: 325), geminación de la laringal de Pero, en cualquier caso, ón, que, al igual que en deberse sino a analogía e i cae del nara ia de gene a partir de ión más plausible, ordinal indoeuropeo a gr. *ogflwos u la forma cardinal rado, según él, por Aparte de que en algunos n de las decenas en parece que esta caeiones anteriores tres timbres y dos evolució .6, nos re expli aceptan que explica *okt 011W05 tampoco esto la decena e on la forma las formas en y las en -owoS explicaría la orrespondiente, nmed i at ament e inferior en la serie, como ya propusieron Sommer y Szemerényi. 14.3. El ordinal “primero” Como en la mayor parte de las lenguas indoeuropeas el ordinal “primero” en griego se ha formado sobre la raíz *prJ4--, cuyo significado básico es “estar delante”. Sin embargo, la forma griega supone problemas de detalle que han sido objeto de discusión. Brugmann (1911: 52> plantea el problema en los siguientes términos: “Noch nicht erklárt ist die Entstehung von IlpO)— TIp~— in lTpt.itOS (thess. upoihos) iip~ioS. Wahrscheinlieh ist jedoch, dass es etymologisch hierher gehñrt und dass sein —170— dasselbe Element ist wie das von TpC’LOS, TETaptOS.” Ha habido explicaciones que parten de presupuestos contrarios al marco ofrecido por flrugmann y postulan que tanto la forma jón.—át. como la dor. proceden por contracción de níz~o— (la expí icar 812 preposición) más un sufijo —«tos, opinión muy generalizada a principios de siglo’83 y defendida también por Deroy (1970: 377). Buck (1907: 255 ss.) y Lejeune (1929b: 19 y 1972: 264 n. 2) han señalado la inviabilidad fonética de una explicación así por lo que a los dialectos dorios se refiere, ya que en ellos, como en el resto de los dialectos griegos, la contracción de oa resulta en u. A esto habría que añadir, además, el hecho de que resulta difícil pensar, dentro del marco que ofrece el sistema de los numerales griegos, en la generación de un sufijo de ordinal —«Tos (que hemos visto sí existió en gr. hom.) en época tan antigua y tan difundido como para estar presente en todos los dialectos griegos, puesto que lo que en gr. se generalizó como marca de ordinal fue -TOS. Sin embargo, la mayoría de han mantenido dentro de las Brugmann. Así, Schwyzer <1953:250 de *npóaios mientras que npWtog es las explicaciones lineas generales y 595) cree que la evolución de propuestas se trazadas por ¶tp~Sros procede 184 ¡E *pr—tos En cambio Adrados (1975: 214 y 325) plantea que la forma originaria es np~hos, que procedería de *prH~—tos, con vocalización de la sonante —y- y alargamiento de la vocal generada a partir de esta por acción de la laringal; la forma iipStos no 185 sería sino una refección analógica a partir de npo Recientemente Waanders <1992: 378), anteriores, ha propuesto que el elemento que antigua forma de instrumental, neutra en un desarrollando precede a -lo— caso: *profl — 183Vid. las referencias en Deroy (1970: 375). la misma línea otros lingilistas pos bibliografía en Deroy (1970: 376). ‘85Explicaciones similares en Chantraine . ideas es una > 813 femenina en otro: *preH > npa—. La idea de alternancia vocálica en de las dos formas griegas nos no puede ser mantenida en lo puesto que en su explicación y, por tanto, puede variar género originario. Sin embarg laringal no es apropiada y c modo de Adrados, considerándo En nuestra opinión, postular npa— / *prei44’- > npw— resulta conviene que recordemos que —tos en el ordinal “primero” introducida en él por analogí indoeuropeo se consolida una noción de orden presente en su semántica. Antes de la la raíz como explicación parece muy interesante. Sin embargo, s términos propuestos por Waanders, la laringal es una marca morfológica de acuerdo con el supuesto caso y o, creemos que tal concepción de la onviene más hacer un tratamiento al la como parte integrante de la raíz. una alternancia del tipo: *prH~’-~ > mucho más adecuado. En este sentido nosotros consideramos que el sufijo es simplemente una marca secundaria a con los otros ordinales cuando en serie que puede denominarse tal . La el mismo la porta la propia raíz por extensión del sufijo a lo que ya entonces podemos entender como el ordinal “primero” debió de haber un periodo en la lengua común en que esta raíz funcionara como 186 palabra—raíz en los contextos susceptibles de reinterpretación como ordinales, pudiendo producirse en ella alternancias de grado a cuyas razones no nos es dado acceder. Estas alternancias quedaron posteriormente fosilizadas al incorporarse el sufijo *—tos como segundo elemento de la palabra, procediéndose a una elección estricta de una u otra dialectalmente. 186 En el marco general de la evolución del proto—indoeuropeo al indoeuropeo más reciente tal y como se describe en Mendoza (1975) y Adrados (1988b). Vid, también Adrados (1975: 892—895) sobre las palabras—raíz. 814 14.4. El ordinal “segundo ” Como señalamos en §XVI.7, la etimología tradicionalmente 197 aceptada ve en esta palabra una forma de comparativo en —TEpOS formada sobre la misma raíz que bsiSopa’. y que, por tanto, significarla, aproximadamente, “el que de dos se encuentra en desventaja, inferior Sin embargo, Lehmann (1992: 254), que, como señalábamos en §11.2.6, ha propuesto que la etimología del “dos” en indoeuropeo está basada en la raíz *dew— “más lejos”, presente en el hit. tuwa, explica el ordinal como una forma con grado pleno de la misma a la que se habría dotado del sufijo *-teros. Dada nuestra interpretación del numeral “dos” en indoeuropeo, como aglutinación de las raíces deicticas td, que habría evolucionado a *&ord. Esta, coexistiendo al lado de 6< orir habría dado ¿‘or(i)rord por contaminación, a partir de la cual se habría segmentado el sufijo. Winter (l992c: 355—356), en cambio, hace provenir de ordinal arm. de formaciones que en otras lenguas valor multiplicativo. Así las formas cortas erir y —kir pues el inicio, al igual que en el cardinal, está numeral siguiente) procederían según él de *tris respectivamente. En cuanto a las formas largas, resca de Pisani (1944: 77), quien, hacía proceder el sufijo que estaría en relación con las formaciones del tipo a, Para Winter (1992c: 356> —ord sería el equivalente de y a.esl. kratii “veces”, de modo que tasnerord habría en principio “por décima vez” y de ahí “décimo los sufijos ¡E tienen (en erkir, tomado del y *dwis, ta una idea de *kort—i, 1. sa-km-ti—. lit. kaYos cuando se “tercero” surg i endo superiores, t asnereak te gr que ado ev pr 95 de *kwetworos, la forma con mora ado pleno de la sílaba anterior por presenta grado pleno en arm. 194, regularmente a *C oit Por su parte, olucionaría regularmente a *eri. Es e oduce la transferencia de la *—i’ final con lo que se genera la forma em-ir, la forma *hnger, y posiblemente tambi pues, como ha señalado Winter (1992c: “una décima parte” parece estar basada tematización, influencia del a cual habría la forma ¡E n ese momento de “cuarto” a y a ‘quinto”, én a ordinales 356) la palabra en un ordinal *tasner “décimo ‘93Víd. Hurford (1987: 167 ss.) ‘94Vid. Winter <1992c: 349). ejempí tiene para viendo a lo o más de la importancia que la contigilidad paradigmática la evolución de las series de numerales, según venimos largo de nuestro estudio. 819 En un momento posterior *6’am- tomará una *—d final procedente del numeral superior, “quinto”, que, como señalamos en §XVI.5.2, presenta sufijo *—tos en la generalidad del indoeuropeo. Tenemos, por tanto, una forma *6’ord. Junto a ésta pudo e am-ir, que pudo surgir analógica: er--ok’/ en—ir bien señala Szemerényi para un numeral dentro durante imponié todo el lengua varios ionét ic haber parcial formas dialect un ndose plan cl As i diale o de mot iv mente largas al, y los ordinales convivir la forma, atestiguada perfectamente por la siguiente 6’ am-—ok’ 196 ~ ~ ar-?. Aparte de 1960: 95), la convivencia de var de una misma lengua es posible cierto periodo de tiempo hasta a la otra), tenemos que tener teamiento de la evolución de ca armenia parecen haber ctos. 197 Esto no complica ciertas formas, sino que ado la coexistencia de diferentes. Tal vez la razón y cortas para los ordinales en cuen los ordi conf luido únicamente —creemos nos sistemas de la ca realmente, proporción que, como ias formas (al menos que una acaba ta a lo largo de nales que en la materiales de el análisis otros— puede morfológicos nvivencia entre se deba a una diferencia si las formas cortas han sobrevivido más bajos se debe a la evolución precisamente esperab le en que hace que formas ‘irregulares” pervivan mayor frecuencia de uso. Por “cuarto” más fácilmente en palabras de último, y bien por convergencia de las dos formas para en *6 y Adrados —— Bernabé —— Mendoza (1995: 197—202>. 201 resumen de las —tha— en Szemerényi 323). Burrow (1973: se debe a presencia explicaciones acerca del surgimiento del sufijo (1960: 87 n.97>. Vid, también Emmerick (1992b: 262—263) y Schmidt (1992) creen la aspiración de laringal. 823 una forma *sas-ta--, con el grupo consonántico anterior al sufijo tratado ya al modo indio, o, incluso, en un momento anterior una forma *s(w)eks-tios podía generar un alófono aspirado de la *—t— debido a la presencia de la *—s— anterior, pues, como es sabido, éste es uno de los contextos en que pueden surgir aspiradas sordas en indoeuropeo. La extensión del sufijo —iha- se explica perfectamente a partir de ahí, dado que para el ordinal “quinto” la forma esperable *pankt¿— fue sustituida por pahcath&— por influencia de la analogía sas-/sastiha—. La extensión a “séptimo” se justifica por razones de contigilidad paradigmática. Y una vez presente en esos numerales su presencia en “primero” y “cuarto” se entiende bien, pues la extensión a ellos , aunque reconoce que no hay manera de demostrar la veracidad de la hipótesis. 211 el Avesta Y aparece bitula—. Vid. Emmerick <1992b: 320). 828 exposición con el avést., por presentar éste el formas frente a los pocos ordinales conservados a.pers., los cuales, no obstante, no contradi avést. ni las explicaciones que a partir ofrecerse. conjunto total de en los textos del cen los datos del de ellos pueden En efecto, nos encontramos, en primer lugar, con una serie de formas antiguas para los numerales “tercero” y “cuarto”, con el sufijo de éstas extendido secundariamente a “segundo”. Se corresponden exactamente con las del a.i., por lo que remitimos para su explicación a §XVI.16.1.3. En segundo lugar, al igual que sucedía en a.í., ex conjunto de formas en torno al “quinto” (concretamente, en del avést., “quinto”, “sexto” y “séptimo”) caracterizadas sufijo *—to—>~--tiha—. Dicho sufijo, no obstante, ha encubierto por la evolución fonética en el caso de los “quinto” y “sexto”, en cuyas formas pux5a— y x.~tuua- su ya no es evidente. Estas dos son formas de difícil expí 212 sobre su evolución se han emitido múltiples hipótesis pesar de ello la cuestión pueda considerarse zanjada hoy iste un el caso por el quedado ordinales presencia icación y sin que a en día. Por lo que a pux8a— se refiere la explicación más probable nos parece que proceda de *panxOa—, en línea con lo defendido por Szmerényi (1960: 76), aunque no podamos contar, como él quería, con el apoyo del cotanés pfiha-, puesto que, como ha argumentado Emmerick (1992b: 322), éste no implica necesariamente la presencia originaria de una nasal. Y, en cuanto a la vocal, aparte de la posibilidad de una mera labialización que, como recuerda Szmerényi (1960: 76) es un fenómeno frecuente en los dialectos iranios una exposición de las más importantes en Emmerick 212 Vid. 322). <1992b: 829 posteriores, en la aparición de la —u—también ha podido tener su importancia la presencia de tal timbre vocálico en el ordinal inmediatamente superior, como ya señaló Hoffmann (1965: 254>.=13 Tampoco <1960: ‘77 n convirtiera atest iguada. una forma or dado que su hubiera sent evolución así de Emmerick es hoy la propues la explicación de xituua— está 214~ Szemerényi .46) propuso partir de una forma *x.~vasta-- que se en *xgagtva por metátesis y luego sufriera la síncopa para dar lugar al ordinal en la forma realmente La crítica de Emmerick (1992b: 323) se basa en que iginaria como *x4vasta-- difícilmente habría cambiado relación con el cardinal correspondiente, xsvas, se ido de forma demasiado fuerte como para que una hubiera deshecho el vínculo entre ambas. La crítica interesante; sin embargo, hay que decir que hoy por 215 ta de Szemerényi sigue siendo la más convincente Con todo, cl sufijo *—t(h)a— no alcanzó ni siquiera la misma 213 Por lo que se refiere a la posible relación con a.í. pastiha—(documentado en pasthav~h “de cinco años”), que, según Renou (1946: 43). habría sustituido a un originario *paktha—, dado que, en cualquier caso, hay que admitir la influencia de la forma del ordinal inmediatamente superior, sastha—, no parece que pueda ser utilizada como un argumento decisivo, puesto que pastiu¡a- ha podido ser modelado en su totalidad sobre sastiha- habida cuenta de que la forma pastiha— es completamente inmotivada con respecto del cardinal paiYca “5”, con el que sólo comparte la p—. 214 Un resumen de las propuestas en Emmerick (1992b: 322—323). 215 Por ejemplo, Hoffmann (1965: (que, en nuestra opinión, ya cuanto al grado de la raíz>, pero, como bien señala Emmerick a otra no está en absoluto clara. 254> parte de una de entrada plantea la cual evolucionan (1992b: 323), la evo forma *xstigta- problemas en a a xstuua-, lución de una 830 difusión que a.i., puesto que nunca alcanzó al ordinal “cuarto”. Sí se extendió a “primero”, como muestra la forma del a.pers. y también el propio avést., donde fraterna— está documentado, si bien no se emplea en las secuencias de ordinales “primero.., segundo .tercero . . . etc.”, donde aparece el citado paoim-ii a— (.c*pam-wiya-), adjetivo construido sobre la misma raíz y que en un momento dado debió de desplazar en tales contextos a fraterna— o su forma históricamente precedente. Por lo demás, el proceso corre paralelo al del a.i. El sufijo —ma—, generado por falso corte en el ordinal “décimo” (dasa/dasema-) y presente también en “noveno” <¡¡aonia—), extendido en un principio únicamente a “octavo” (a.~terna-) entra en el ordinal “primero”, recaracterizando la formación anterior (avést. fm-alema—, a.pers. fratarna—) y, paulatinamente, se extiende al resto de los ordinales. Así, en los dialectos del iranio medio216 aparecen formas caracterizadas con ese morfema derivadas de formas 217 de los cardinales correspondientes, por ejemplo — “cuarto”: part. cwhm-m, pal. zoroastr. tswm, pers.med. tswrn, etc. — “quinto”: pal. zoroastr. panjom, pers.med. pnzwm, part. pnjwrn, etc. — “sexto”: pal. zoroastr. .~as. 831 sobre ambas series en conjunto para ver qué podemos presente en época de comunidad. Creemos que no resulta difícil reconstruir una serie considerar así *pm-ati(h)a-- (y en un momento posterior *pm-at(h)srns—) *dvi 1 iya— *tri tiya—/*tim-tiya— *tum-iya- *pankt(h)a— (y en alternancia *pankat(h)a--> *s(w)akst (h)a--218 *saptiati (h)a— *ast ama— *navarna- *dasama— Es decir, aparece caract aparece en “octavo”—”déc primer moment avanzado por 1 originario en é su proceso de dialectal entre se trata de una serie en la que el sufijo *—(t)iya-- erizando los ordinales “segundo”—”cuarto” , los ordinales “quinto”—”séptimo” y *—rna— imo”, mientras que “primero” aparece influido en un o por el sufijo del segundo grupo y en un momento más e del tercero, que, extendido ya fuera de su ámbito poca de comunidad (“octavo” y ‘primero”> seguiría extensión en época posterior a la separación las hablas de uno y otro subgrupo. 17. LOS ORDINALES EN TOCARlO Estas son las formas atestiguadas: 218 Con las salvedades fonéticas aludidas al tratar el cardinal en §ví .2. 2. 832 TOC. A TOC. B nial towinu w~t tri t A ti ,qr t pán t sk¿isí sapt ~nt pám-wosse wate/w¿ite trite/tim-i Atarte/At pi ñkti e skas te sukt ant okti ante ilunte Akante/Ak&nteAk án t 17.1. Observaciones generales La interpretación general de las formas de ordinal en toe, no ofrece problemas. Aparece un sufijo en dental generalizado a todos también llama la atención sobre un hecho interesante, que la nasal final de “séptimo”, “noveno” y “décimo” se ha extendido también a “octavo”221. Sin embargo, no 219Vid. Sieg —— Siegling —— Schulze (1931: 200>. 220 Aunque dentro de un marco explicativo distinto; vid. §xví.5. 221Señala acertadamente Szemerényi, frente a autores anteriores, lo innecesario y arbitrario de la suposición de que el fenómeno también se ha producido en el dialecto A cuando de hecho no tenemos atestiguada la forma. Con todo la bibliografía posterior, como Winter (1992b: 138) no resiste a la tentación de suponer 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 te art te o/sukt ¿ntio 833 explica el mecanismo concre no es sino otro ejemplo paradigmática. En efecto, estableció para la extens sukt/suktante: okt/?, de analogía era más difícil que la evolución fonética to de transferencia, que parece claro y de acción analógica por contigtiidad a nuestro juicio la analogía que se ión de la nasal a “octavo” fue ésta: donde se genera la forma okt ante. La con las formas de “noveno” y “décimo” ya las había llevado por otros derroteros. Finalmente, hay que señalar —aunque el problema no afecta a la formación de estos numerales— que los ordinales tocarios, al igual que los adjetivos verbales en 13 —tse, se han visto influidos en su declinación por temas en nasal, lo que explica las formas palatalizadas que aparecen en casos distintos del nom., como el 222 ac. sg. de “quinto” A páficárn (de un ac. en *—en---m>. 17.2. El ordinal “nrimero” Como se comprueba en las tablas del principio, los dialectos A y B difieren completamente en cuanto a la forma del numeral “primero”. En el dialecto E tenemos la forma pqm-wesse, derivada de la misma raíz *prH’— sobre la que construyen su ordinal “primero” la práctica totalidad de las lenguas indoeuropeas antiguas y de la que hay más formas derivadas en los dialectos tocarlos: 13 ~~8PWC 223 “primeramente”, A pám-wati se “el hijo mayor” . En realidad la 224 forma no es sino la de los adjetivos denominativos en —Sse, cuyo significado básico es “relativo a X”. formas como *oktánt en el dialecto A. 222Vid. Van Windekens (1968) para un tratamiento desarrollado y con más ejemplos. 223Constatación tomada de Krause —— Thomas (1960: 161). 224Vid. Winter (1992b: 132). 834 En cuanto a maltúwiflu, que 132> ha de ser una innovación existencia en toc. A de párwat poco más arriba. La etimología especialmente por lo que al se refiere. El primero, rnaltow—, hay raíz de A malta “en primer lugar” se habría añadido un sufijo que como bien señala Winter <1992b: como ordinal habida cuenta de la en la expresión que citábamos un de esta palabra es discutida, gundo término del compuesto se acuerdo225 en relacionarlo con la . 226 Que Krause—Thomas (1960: punta”. 227Vid. Winter <1992b: 132) 161) ponen en relación con a.í. múrdhan 225 Vid. 835 derivación a partir del cardinal correspondiente. Para el tocario 228 hay que partir concretamente de *dwito—. Sobre la interpretación general de este fenómeno vid. §XVI.7 y §XVI.8. 18. LOS ORDINALES EN LAS LENGUAS ANATOLIAS 18.1. El ordinal “primero ” Para el ordinal hantezziya—, una forma “primero” e que se suele 1 hi hacer tita utiliza hantezzi—/ derivar de *H2anti-tyo—, donde la base sería relacionable Eichner tal den esperan propues t segunda anatolio “il 1 t i mo” nosot ros ordinales del indoe embargo, <1992: 44) ha vación no es a hit. *hanzizzíya.-, o que la forma posibilidad, que por oposición creemos que apu preferiríamos superiores, uropeo, al o la hipótesis haya se a nta ver como rdinal ha de con gr. «~í la atención sobre ya que a partir con asibilación partido del dat. trate de una forma appezzi-/ appezziya en la dirección adecua la extensión de un *—tyos en *trityos de “primero” y de ahí permanecer como tal llamado posible, 1.. el de Sin hec tal embargo, ho de que forma se de las 1. Eichner ha *H2nt¿i—, pero creada dentro — (de *opo-t da. Sin emba sufijo de las otras r a “ultimo”. habida cuenta su del yo-> rgo, los amas Sin de nuestro desconocimiento de la forma de los ordinales hititas superiores a “tercero En luvita 229 se documenta hanteli—, forma evidentemente (1989: 61) y Van Windekens supuesta forma 228Vid. Pinault interpretac iones de forma con *dwo- inmotivadas. 229Vid. Laroche <1959: 40> y Eichner Winter (1992b: 1980, 1981), que de dual, son 133). Las parte de una completamente (1992: 44—45). 836 relacionada con la del hitita, pero con un sufijo 18.2 El ordinal “segundo” A partir del adv. ordinal t~n/d~ri se adjetivo ordinal *dayo— , Bis ... UBE)upós “hermano por partida doble”, e.d., “hermano de padre y madre”, JHS 19.1899.p.301.n.229 (inscripción procedente de Galacia>. Se trata de los dos únicos ejemplos que hemos conseguido documentar en toda la literatura griega antigua. En ambos casos —aunque se trate de apelativos— parece lícito entender que se ha producido una transcategorización de los sustantivos a adjetivos, transcategorización cuya marca es precisamente la utilización del adverbio cardinal. 2. cuantificadores lx=oaop ... «inhíleL> Cd. IX indefinidos, ya desde Homero: 018 ... 5’LS 491; con abundantes ejemplos posteriores. 3. adjetivos numerales: xoxxoVS ... 8i~ Lilia Hp.Superf.40, Bis Lil1[cX] •.. XOIJflOU 13.17.2, etc. En principio puede resultar llamativo cardinales rara vez modifiquen directamente sean cuantificadores, pero, por otra parte — ello argumentar a favor de la validez del general— esto es muy comprensible habi características propias de los adjetivos, esquemas generativistas, se conciben como que los adverbios a adjetivos que no y sin pretender por modelo explicativo da cuenta de las que, dentro de los embedded sentences a 2Tomamos los datos del artículo Ms que hemos redactado para el DGE (vol. V, en prensa). 842 partir de oraciones con verbo estativo, mientras que por su propia naturaleza los adverbios numerales han de cuantificar verbos de acción, ya que lo que cuantifican es precisamente el número de veces que ésta se repite. En otro orden de cosas, se ha cons general (y las lenguas indoeuropeas no tatado a son una nivel lingitístico excepción, según veremos) que cabo con frec equivalentes ha llamado 1 con el uso difusión en 1 procedimiento hemos entrado disertación numerales el que se quiere la expresión uencia por medio a esp. ‘vez”. O a atención sobre de clasificado as lenguas del sistemático en a desarrollarlo No obstante, hecho de utiliza cuantificar es de la cardinalidad adverbial de sintagmas integrado il <1982: 44—45), muy la semejanza de este res numerales, fenóme mundo pero que no se la familia indoeuropea, con detalle en ningún en las lenguas con r una palabra como la acción verbal en se lleva a s por palabras acertadamente, procedimiento no de amplia documenta como por lo que no momento de la clasificadores vez ‘‘ cuando lo realidad no es esencialmente distinto como procedimiento que el de usar palabras cuyo significado es “unidad”, “pieza”, “cabeza”, etc.para la 4 cuantificación de sustantivos. Un buen ejemplo de esta semejanza lo constituye el turco, donde la expresión numeral para cuantificar un nombre consta del numeral más el clasificador tane unidad’’ y la expresión numeral para cuantificar un verbo consta del numeral más el clasificador dora “vez”. Así: tape qocuk unidad chico chicos cantaron” .sam-ki canción s dy ¡ e di cantaron 3Sobre los clasificadores numerales remitimos a los trabajos de Greenberg (1975 y 1977) y Kiyomi (1992) con sus bibliografías. 4Citado por Gil <1982: 45>. 3 “Tres 843 - Qocuklar Cig defa sam-k chicos 3 vez canción “Los chicos cantaron tres sñyledí lar cantaron veces.” A nivel teórico, pues, podemos comprender los cardinales como cardinales marcados para su función Como veremos, esta idea resultará interesante interpretación de la evolución de esta categoría en indoeuropeas. adverbios adverbial. para la las lenguas 2. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS CELTAS 2.1. Los adverbios cardinales en antiguo irlandés Hay adverbial dos modos en antiguo diferentes de expresar irlandés: la cardinalidad a) Expresiones integradas por el cardinal correspondiente y la palabra fech ti. Es la única posibilidad existente para el numeral 1: oenfechti . 1. de se 844 atestigua como masculino, pero hay algunos casos en que en el primer significado es femenino y un caso en que en el segundo, “vez”, es neutro. La forma neutra es el sintagma fecht n—aill “por segunda vez”, atestiguado en el ms. 5280 de la Harleian Library, del siglo XVI (publicado en la ZCP 3.229). Hamp <1960/61) ha partido de esta constatación para proponer la siguiente evolución: fech ti feo/it ‘‘vez “ida, neutro viaje” masculino femenino > masculino Y ha intentado rastrear huellas de esta diferencia en las lenguas br it ónicas común es, sucesoras cons istent género. Si formal no cual en a probarlo, *—n final pensar que concordanc Basado en diferentes “ida, viaje i mpor t ant e ya he dich positivo a tardía como anterior, cuenta de siglo X La forma que se puede reconstruir para el bri según acepta él mismo, */wejO/, que, dado que las de la misma en las lenguas britónicas emente femeninas, habría que reconstruir con n embargo, Hamp ha señalado que desde el punto de habría impedimentos para que la misma fuera neutr bstracto es cierto, pero no hay ningún argumento puesto que en ninguna lengua del grupo hay restos que se esperaría y, por otra parte, resulta ver si las formas herederas en bretón y en galés ia en femenino, el caso era el mismo en proto—brit su argumentación Hamp propone reconstruir dos para el proto—celta: y *wek son, sin o, el favor. fecht tion con duda, grupo Y, con n—aill t ón i co formas son dicho vista a, lo para de la osími 1 exigen ónico. formas *wekt~ fem. con el significado el significado de los hechos del a.irl. britónico no ofrece todo, el testimonio ya del siglo XVI, resta aún más fuerza al argumento, la práctica Thurneysen 1 des 946: parac ión 154>. del neutro en de “vez”. El apoyo más puesto que, como ningún argumento de una forma tan sin documentación más aún, habida irlandés ya en el Así pues, para nuestro análisis podemos considerar que la 845 palabra fechÉ tiene como significado primario ida, viaje” ya que, en cualquier caso, deriva de la raíz *wegh”. b> Para los numerales superiores a 1 se sintagmas formados por la preposición fa/fu 8 del cardinal correspondiente. Así, p. ej., thrí “tres veces”, fo deich “diez veces”, 9 “setenta y cinco veces emp lean habitualmente “bajo” seguida del ac. fo di “dos veces”, fo fo ch¿ic sechtmogat 2.2. Los adverbios cardinales en las lenguas britónicas En el grupo britónico es hemos descrito para el a.irl. además, los correspondientes waitih, bret. guez, córn. gweth. el primero de los procedimientos que el que es productivo, encontrándose, etimológicos de a.irl. roe/it: galés I0 Encontramos así en galés : unwaith/un waith, dwywaith, tieim-gwaith, pedair gwaith, pum waith, etc. Sin embargo, llamamos la atención sobre el hecho de que ante los comparativos no se emplea esta formación, sino que se hace uso del mero nombre cardinal masculino, que a veces llega incluso a formar un compuesto con el comparativo en cuestión; así pum mwy “ 5 [veces] más”, saith Piwy “7 [veces] más”, d¿uwell “2 [veces] mejor”, Y’? ganti eglurach “100 [veces] más brillante”, etc. 7Sobre la que vid. Pokorny (1959: 1119). 81’id. Thurneysen (1946: 250), ORAl , como ya señaló Frazer (1912: 33). Sin embargo, en griego nunca llegaron a constituirse en expresión fija de la cardinalidad adverbial. ‘0Vid. Morris—Jones (1913: 259>. 846 11 Por lo que al bretón se refiere , se usa guez: “1 vez”, diuguez “2 veces”, teirguez “3 veces”, poder veces”, pemdec guez “15 veces”, cant guez “100 veces”, “1000 veces”. Del mismo modo se emplea gwetih (gweyth, gwyth) vn wyth/vn weth/unwyth “1 vez”, dywyth/dewyth tergweth/tem-gweyth/tergwyth “3 veces”, pedergwyth mnyiwyth/myl weth/ dek can quytih “100 veces unguez guez “4 mil guez 12 en cómico “2 veces “4 veces 2.3. ¿Adverbios cardinales en galo ? Para completar el estudio de lenguas celtas debemos referirnos atestiguados en galo un adverbio plomo de Larzac (la 6). Según la 159> habría que segmentar la se tendríamos el equivalente exacto muy sugestiva, pero a falta considerarse un dato seguro. los adverbios cardinales en las a la posibilidad de que tengamos cardinal en la forma uadui del interpretación de Lambert (1985: cuencia como 110 dli, con lo que de a.irl. fo di. La propuesta es de más testimonios no puede 3. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS GERMANICAS’3 Ofrecemos a continuación las formaciones gót., a.a.a., a.ingl. y a.nórd. como representativas, ya que los procedimientos de atestiguadas en suficientemente formación que se ‘‘Vid. Lewis —— Piette <1990: 23). 121/id. Lewis <1990: 23). 13E1 estudio fundamental sobre lenguas germánicas antiguas <1916>. los adverbios cardinales continua siendo el de en las Loewe 847 encuentran en las otras lenguas germánicas antiguas son similares a los de éstas. No obstante, introduciremos los datos de las mismas en la medida en que resulten necesarios para la discusión. 3.1. Los adverbios cardinales en gótico’4 Para la expresión de la cardinalidad adverbial se atestiguan en gót. sintagmas integrados por el nombre cardinal correspondiente y el dat. sg. o plu. de sinps “ida”. Así, ainamma sinpa. twaírn sinpam, pum sinpam, firnf sinpan, sibur, simipan. Como veremos en §XVII.3.5.2, Sirps no es sino un sustantivo de la misma raíz que el verbo germánico *sandjan “ir 3.2. Los adverbios cardinales en antLguo nórdico15 Existen formas especiales para 2 y 3: tysuar/tuisuar y pm-ysuam-¡pm-ísuam-, sobre las que vid. §XVII.3.5.1, Para los demás numerales (y, facultativamente, también para 2 y 3) se utilizan sintagmas en dativo integrados por el nombre cardinal correspondiente y el sustantivo Sin’? . ‘5Vid. Noreen (1892: 201>. 16Curiosamente existe también la expresión Ini 5~flfl con el significado de “una vez”, donde, como se ve, no hay ningún numeral, tan solo la preposición y el sustantivo. Esta expresión ha de explicarse (vid. Loewe 1916: 114) a partir de usos de um en construcciones como um dag “en un día”. 848 Igualmente, se atestiguan confusiones entre los resultando expresiones mixtas del tipo tysuam- sinnorn si nnom. 3.3. Los adverbios cardinales en antiguo alto alemán dos tipos, y prysuar 17 Para 1 se usa emeS, correspondiente. Para 2 y 3 zwiro/zwiram-/zwim-on/zwim-ont y §XVI ¡ .3.5. 1. gen. ex i st en driror, del las sobre nomb re formas las cardinal especiales que vid. Lo más frecuente es encontrar compuestos o sintagmas con el nombre cardinal correspondiente como primer término y sttinta “vez, 1 8 punto en el tiempo” como segundo. Ejemplos de compuestos: 3 driostunt, 4 fiorstunt, 7 sibunstunti, 10 zéhenstunt. Ejemplos de sintagmas a , twia, twie; 3 preowa, pniwa, driga, dm-iúe, dm-ia . En el caso del 1 no se trata sino de la utilización adverbial de los casos instr. y gen. del nombre cardinal correspondiente. Por lo que a las formas de 2 y 3 se refiere, digamos de momento que las diferentes variantes son reductibles, según los detalles que pueden encontrarse en Loewe (1916: 101), a las siguientes variantes: 2 twiwa, twiúa, twia, Hile; 3 driúa, dm-Ño, dm-ja. Postponemos su discusión hasta §XVII.3.5.1 habida cuenta de que tienen paralelos en las otras lenguas germánicas. Otro tipo de expresión de la cardinalidad adverbial lo 21 Vid. Sievers —— Brunner (1942: 269), Campbell (1959: 287), Montes —— Fernández —— Rodríguez <1995: 326). 22No somos atestiguadas las formas gramáticas Berns (1992 23 Forma del nortúmbrico. exhaust ivos ya que no protogermáni citadas en n. 649—650). en cuanto a las variantes fonéti son relevantes para el establecimiento cas. Sobre ellas véanse, además de anterior, Loewe (1916: 100—101), Ross 24Forma del nortúmbrico. cas de las 850 constituyen los sintagmas con sid-25 sip, 4 féowem- si~um; etc. muí t neut card 28 1 ~ne side, ~ne sipa , on ~ne Además, se pueden utilizar adverbialmente en iplicativas con los comparativos swa y swyi¿e ras tú/tw~ y pm-éo y las formas sin flexionar de males superiores. Veamos algunos ejemplos: — tu swa lange “dos [vecesj más largo” — twa swyli¿ syl¿e “dos [veces] tanto” — feowem- swa fela “cuatro [vecesí tanto”. expresiones las formas los nombres 3.5. Interpretación 3.5.1. LAS FORMAS *dwis-wos y *tm-is-was Para la explicaci lenguas germánicas a.nórd., ya que ón de las para los ad tuisvar y formas especi verbios 2 y 3 pm-ísvam- se ales que presentan parte Loewe <1916) dejan fácilmente segmentar en tuis—var y pm-ls—var por los adverbios indoeuropeos * —w—. Loewe se hace eco de ideas habría que poner en relación e palabra que ha servido en esa es decir formac dwis y *tm-is y un anteriores a él 1 elemento —var lengua para la iones inte alargamie según las con a.í. expresión 25 Que no es sinn-. Vid. 26sobre estos dos de contar con §xVí ¡.3.5.2. sino el equivalente en a.ingl la et imologla en §XV¡I. 3.5. 2. sintagmas un gen. en sida, que plu. como • de gót. presentan segundo sin~s y a.nórd. la peculi elemento, las del gradas nto en cuales vara—, de la andad vid. 851 27 28cardinalidad adverbial. formas correspondientes tysva “2 veces” y en puede observarse, en muestra que la misma *zc*s. Las ponerse Sin embargo, Loewe a las mencionadas del a. danés thm-yssae/tm-ys ambas se ha perdido la -m- ha de proceder de protonórd. formas del a.nórd. y del a.a.a. (zwim-om- y fácilmente en relación asumiendo que w se constata que las a.nórd. en a. sueco se “3 veces”. Como final, lo cual R, es decir, driror) pueden ha disimilado tras m-, para lo que se cuenta con ejemplos como a.a.a. erachar frente a 2 se ref Loewe (1 que hay carac ter de este secundar cambio, a. nórd. iere, lo 916: 100), que suponer istico de 1 autor y io a parti suponen que arvakr. Por 1 más prudente quien, pri en zwirñnt a vocal en asume que r de zwjm- se trata o que a la variación de formas para parece asumir las explicaciones de mero, considera que la vocal larga en Notker se debe a un alargamiento sílaba cerrada final en el dialecto la —t se debe a un alargamiento vn. Ross —— Berns (1992: 650), en de una herencia de ¡E *dwis—wenti, lo que presenta la la única forma dificultad de que habría que germánica que presenta dicha suponer que ésta formación, además 27 Ross —— Berns (1992: 650), a partir de las variantes en —Gr y —vom- de estos adverbios en a.nórd. y en a.sueco reconstruyen una forma proto—germ. *dwis-w~m-o-, que sería diferente de la que ha llevado a los adverbios en —am-/-vam-. Sin embargo, habida cuenta de formas como a.sueco tisvgr, con grado vocálico intermedio, puede pensarse que la evolución a>o, aunque irregular, se ha producido en el interior de esas lenguas y, por lo tanto, no habría que remontar al germ. común dos procedimientos formativos diferentes. Noreen (1897—1904: 387> no encuentra problemas para relacionar directamente esas formas con las del a.a.a. 28Sigue en esto ideas ateriores de Kock; vid, la referencia en el propio Loewe (1916). es de 852 la que supone el grado del sufijo (a en vez de e). Por lo que a zwim-on se refiere, Loewe (1916) la considera producida por disimilación de vibrantes a partir de zwiror, lo cual es muy posible, aunque quizá sea necesario tener en cuenta factores analógicos, como la influencia del nom.—ac. en —on de la flexión débil, ya que zwiron tiene un significado próximo al de algunos acusativos adverbiales29. En cuanto a zwim-om-/zwim-o, plantea que fonéticamente tanto la disimilación de la segunda vibrante como la repetición de la primera son posibles, pero la comparación con las formas del a.nórd. hace preferible la primera posibilidad. Las formas fundamentalmente en a) ausencia de b) ausencia de c> diferencias del a.ingl. plantean mayores cuanto a tres puntos: m- procedente de la sonorización W en algunas formas en el vocalismo de la sílaba final dificultades, de lE 5. Véamoslos uno por uno. En cuanto a la ausencia de la r únicamente se puede explicar por disimilación en la forma *drim-wa, que habría pasado a dm-iwa y *prirwo>pm-iwo y de ahí se habría extendido por analogía a twiwa y Xtwiwo>twio. La ausencia de w en otras formas ha de explicarse, en cambio, por el proceso contrario: en las formas twiwa y ~twiwo se ha debido de producir disimilación de la segunda W en ttvia, twio, de donde la formación se ha extendido a pr io, dm-la. Por lo que a 1 considerar que -a y a vocal final —e proceden de se refiere protogerm. no hay problema en *—oZ. Pero la —o del 29Sobre los que vid. Behagel <1925: 722—723). 853 nortúmbrico no puede tener ese origen, y únicamente puede haberse tomado del gen., lo cual no es de extrañar, habida cuenta de que el gen. se usa adverbialmente en el caso de ~nes. Por lo que a la interpretación global de estas formas en *—wos se refiere, Loewe <1916: 106—108) monta un complicado sistema de explicación. Partiendo de la constatación de que existe una forma krtvas en a.i. utilizada en la formación de adverbios cardinales que se ha contaminado con los adverbios en —s para dar lugar a sintagmas como tris kntvas sida. 854 un nombre de 1 último término hant— “llegar”; Por lo que a la et a misma hay que a. irí imologla de sinps se refiere33, se trata raíz que el verbo germ. *sandjan que, hacer remontar de lE *sent “ir” . de Vries (1962: s.u. slnn 1>, Lehmann <1986: también e Loewe (1916: 1 bajo 135). alemán medio y el antiguo bajo francon lo; de en ay. ha ut i 1 t rat 34 en Debe la de s.u. vid. 855 4. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS ITALICAS 4.1. Los adverbios cardinales en latín En latín se atestigua la siguiente serie de cardinales: semel, bis, ter, quater, quinqulés, deci~s, Esta serie permite diferenciar integrados por los numerales 1, 2—4 y tres tipos bien los superiores. dist intos 4.1.1. Semel dis raí ce r en Por lo que a semel se refiere, la formación ha sido muy cultida. No hay problema en cuanto a la identificación de la z, *sem36 —que puede proceder de un grado pleno e o de un grado o por evolución regular de la sonante nasal en lat.—, pero sí cuanto a la explicación del sufijo.37 Así, Wackernagel (1890), seguido por Sommer (1948: 474), partía de *sm—m~l—i >. *s5mél5 > semel s 1948: 474, 36Sobre la que vid. W.4. continúa, pero no consideramos necesario citar todos los atestiguados para la discusión de los procedimientos de Unicamente señalaremos que hay irregularidades como 20 que se explica , “una vez” La ión del grupo perfectamente la raíz *fllél lo que resta Brugmann (1911: compuesto *sern—uélam, que el segundo de a.i. problemas fonéticos, como el larga —e—, la propuesta adolece que la raíz no está atestiguada hay que añadir el hecho de que dentro del a.i. 38 65—66) lo interpretaba como un originario cuyo segundo miembro sería de la misma raíz ekav~ra y que vara— “vez”. Además de graves tratamiento de -orn final y de la del mismo defecto que la anterior, en lat. fuera de sernel, a lo que la utilización de v~ra— es tardía Otras interpretaciones no han buscado ver compuestos originarios, sino que han intentado explicar la formación por derivación de *Sern. Así, Leumann —— lloffmann (1977: 141—142 y 494) parten de *sernelis, donde, en su interpretación, el final en *—15 se habría tomado de *dwis. Dicha forma habría evolucionado a *sernels por síncopa y de ahí a sernel por tratamiento del final.39 Una variante de dicha explicación se encuentra en Colemann <1992: 415) quien interpreta sirnul y sernel del modo siguiente: *sem—li o *sm—li 38Víd. §xVíí.íl. 39víd. Loewe (1916: 95—98), quien, además, intenta relación la forma latina con una forma protogermánica “en un tiempo” que reconstruye a partir del testimonio sirnie “antaño, en un tiempo”, a.isl. simiil “siempre”, sirníes, simie, sirniunga “siempre”, a.saj. simion . > sirnul tomada *sernels *seml > En cuan de *dwis > sernel, sirnol (forma de hecho atestiguada en CIL ¡ 1531> to a semel, parte de una forma *semli—s con *-s y *ttis, que habría evolucionado a *semls > a lo que fonéticamente no hay nada que objetar. Como interpretación alternativa sugiere 415—416), basándose en el posible paralelo tipo oenfecht y gót. ainamma sitipa “at one go”, traducción inglesa, que Uit. —el pueda derivar 40 “ir” . cual también viene en ofrecido en los capítulos ¡ raí ces pronominales. apoyo de la interpretación que hemos y II de los cardinales “1” y “2” como en la del 858 correspondiente En este tipo de expresiones 1—el no está demasiado semánticamente del significado “sólo una vez” de la forma 1 sernel, de modo que parece necesario ponerlos en correlación alguna manera. El problema reside en que la interpretación de genitivos pronominales hititas en —el es discutida45 y su ori dista de estar aclarado. Lo que parece a todas luces interpretación forzada de los hechos es pensar que el lat. conocido en su prehistoria genitivos pronominales en —el de que el único resto sería la forma sernel. La interpretación adecuada habría de ser más bien la contraria, es decir, que het. ha generalizado -el como marca de gen. en los pronombre partir de usos de materiales preexistentes que han sobrevivido lat. sernel, por lo que seria la forma lat. la que consitituiría at. de los gen una ha los más el s a en un interesante los gen. hi tes titas. timonio para la interpretación de la prehistoria 4.1.2. Bis, ter y quater Por lo que a 2 y trata de la evolución >ter, formaciones indoeuropeas ~46 3 se fonét bien refiere la formación ica de *dwis ~ bis y atestiguadas en parece clara. Se *trjs >*trs >*tr otras lenguas En cuanto a 4, sido bien resumidas AA Vid. Kronasser quater, las dos explicaciones propuestas han por Colemann (1992: 417>. Dejando de lado el (1965: 166) y Eichner <1992: 38-9 y 52—3). 45sobre este prob standard, puede bibí iografía. 46v.íd. 5XVI¡.14.l.1. lema, aparte verse el de los tratamientos en trabajo de Shields las gramáticas (1983>, con lejos de 859 problema de la del adverbio, cualquier caso *kWatm-us > final en —er t formación que correspondiente vocal de la sílaba inicial, que no sino que atañe al cardinal ~ hay de una forma *kWeturs > *k%ium-s tm-s > *kwatr >. quater o bien *kWatum-s omado de ter. Se trata, pues, del en el caso de 2 y 3, raíz más la -s adverbial. es específico que partir en >* k»’atum-s > >. *tatius con mismo tipo de del cardinal 4.1.3. Los adverbios en —ié(n)s Por lo que a los numerales superiores se refiere, el sufijo —i~— como una formación en *-ynti-, que seria el neutro singular de un sufijo *(l)yont—, que en realidad no sería sino el grado cero del bien conocido sufijo *—nt—, pues la —(i)y— se habría generado como un glide en las formaciones *kWotl~nt~s > qíailetis y *toti-nt—s > totiens donde la —J— está justificada porque pertenece a la raíz. Se suele ofrecer, además, el paralelo de las formaciones del a.i. iyat “tan grande” y kíyat “cómo de grande”. De este modo, Colemann <1992: 440) considera que las formaciones originales debían de ser del tipo *quinquens, lo cual no deja de ser completamente hipotético. Leumann —— Hoffmann <1977: 494), a pesar de hacerse eco de la explicación anterior, consideran —con razón, creemos nosotros— que es poco convincente. Rechazan también -con muy buen juicio- una propuesta —ofrecida únicamente como tentativa, eso sí— de Szemerényi (1956: 96 n. 4), que había ensayado la explicación de estos finales en —és como procedentes de una antigua desinencia de 47vid. ÑV.1.2. 48Vid. Brugmann (1911: 65), Sommer (1977: 494), Colemann <1992: 417), <1902: 474), Leumann —- Hoffmann etc. 860 instr. plu. en *-ois en *toty-ois y *quaty-6is. Sin embargo, su propia explicación (que en realidad es de Wackernagel 1914: 280), numerales con el sufi posesivos del tipo asv explicita su propues explicación a partir *—yn—, sin embargo procedería la —s— paradigmas de temas e que se intentara la realidad hace Leumann es el alargamiento en la cual consiste en relacionar estos jo *—¡n-. que se encuentra en los adjetivos ¡mi-, no es tampoco convincente, Leumann no ta y aunque la —e— encontraría fácil de una diferente vocalización del sufijo, queda aún el problema de saber de dónde habida cuenta de que el lat. no conoce n —ti con nominativos con -s y, en el caso de explicación como un tema en -ni— (como en 1977: 494>, lo que no quedaría justificado —t frente a la forma del sufijo en a.í. Creemos que la explicación de estas formaciones ha de ir por otro camino completamente distinto al que se ha seguido hasta ahora, viendo en ellas el resultado de univerbación de sintagmas mejor que formaciones por derivación. Si buscamos dentro de la lengua latina el elemento —lemis en realidad casi lo primero que viene a la cabeza es la semejanza formal con el participio de presente del verbo eo: iens (masc., fem. y neut.>. Morfológicamente, la formación se puede explicar directamente por univerbación de un antiguo sintagma en casos como *sex letis o por haplología en *quinque leris. Nada tendría de extraño que, una vez que los hablantes de latín perdieron la conciencia etimológica de la formación —iens pasara a ser considerado como un sufijo, de modo que como primer término se utilizó la forma radical . 4.2 Los adverbios cardinales en las otras lenguas itálicas Los adverbios cardinales atestiguados en el resto de las lenguas itálicas son los siguientes: Umbro: 3 triluper 9 nuvis Osco: 4 petiim-operti, petiruperí 5 parntis Para —peri, -per Buck (1904: 139) y Brugmann (1911: 68) señalan como paralelo el latín semper y antioper, glosa de np¿ touiou, pero a nuestro juicio la formación no es comparable. En lat. semper tenemos una forma de la raíz *per54 que se ha utilizado como enclítica de forma abundante (cf. gr. ~onEp) ~ mientras que en las formas del osco y el umbro parece más conveniente ver una formación con la raíz *kWem-(t)~, similar a la que encontramos en el mismo tipo de adverbios en otras lenguas indoeuropeas, y que analizamos en 5xVII.14.1.3. 53t’id §XVIII.6.1 y §XVIII.16.2—3 para nuestra interpretación de los distributivos latinos. 54Sobre la que cf. Pokorny (1946: 216—7), aunque Pokorny distingue más raíces *per de las que sería necesario. 5%¡id. el articulo de Leumann <1959) y Denniston (1954) para un tratamiento desarrollado de per y nep. 863 Sí tiene razón Buck <1904: 139), en cambio, cuando afirma que nuvis y porntis no pueden ser relacionadas con las formaciones latinas en —jemis y que han de explicarse más bien por analogía a partir de los finales de *dwis y tris. 5. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS BALTICAS 5.1. Los adverbios cardinales en lituano Para la expresión de la cardinalidad adverbial se emplean en lituano56 sintagmas integrados por el acusativo del adjetivo cardinal correspondiente y el de las palabras ka?tas o s5~kls “vez”. Así, viena ka?tals2ki, di> kam-tú/sykiú, k~tum-is kam-tzY¡s/sykiDs, etc. Por lo que a la etimología de estos sustantivos se refiere, ka7tas se suele poner en relación57 con el verbo ki7ptl “cortar, serrar”52 y s59 y también con el sustantivo s5 de los adjetivos multiplicativos60: wiénuinka%, dwilinkaii, trilinkaf, ketúm-linkai, penkeri¿pai, etc. 56Vid. Wiedemann <1897: 103>. 57Vid. Fraenkel (1962—65: 257). 58Pero vid. §XVII.14.1.3. 5911id. Fraenkel (1962—65: ‘781 y 784). 60Sobre los que vid. §xIX.5.1. 864 5.2. Los adverbios cardinales en letón Por lo que al letón61 se refiere, hay dos tipos de formaciones distintas con diferencia semántica entre ambas. La primera de ellas consiste en un compuesto integrado por una forma reducida del cardinal correspondiente como primer elemento y el sustantivo femenino k~rta como segundo. Tenemos así winkart’ , diwk~m-t’, tm-ískam-t’, etc. Se trata de formas abreviadas de antiguos sintagmas en locativo que también están atestiguados: diwam kártárn, trim kárt~m, etc. El segundo tipo de adverbios se forman por yuxtaposición del cardinal y de reifa o reife “vez”; así , winm-eif’ , diw m-eif , tris reif , etc. También en este caso se trata de antiguos sintagmas propiamente dichos, que en este caso se atestiguan tanto en acusativo . 63 Vid. Vaillant <1958: 714—715>. 865 a.esl. utiliza alternativamente dos formaciones: 10) el elemento —fldl: dtiva~idi, trigidi y también rnónoga¿!dl “frecuentemente”, kolI4id¡ “cuántas veces”, etc. Este elemento debía de ser originariamente el dual y el plural de un sustantivo en —1 Cid! “ida, vuelta”, de la raíz del verbo =Ydó “ir”, pero el sustantivo no existe ya como tal en los textos paleo—eslavos. Junto a las formas citadas existen otras en —sil como Éristi o tnnoga.~ti/rnnogy?tii que no pueden explicarse fonéticamente a partir de las anteriores, sino que han de entenderse más bien, como quiere Vaillant (1958: 715>, como debidas a una refección de 64 aquéllas en *—sty por influencia de —km-aty 20) elemento km-ati—, más libre que el anterior, pero que tampoco puede considerarse plenamente una palabra autónoma. Se documentan, así, dtva kratiy, tm-i kraty/ tm-l km-ata, seda;! kratú/ sedrul kraty, súto kraty. Como se observa, debe de tratarse de una palabra *kratú con dual krata, etc. plu. kraty y gen. plu. km-atO, pero las formas casuales están adverbializadas y no se utilizan coherentemente. De *km-atIi también se han derivado adverbios en -1, como tokraii “esta vez, recientemente” y sekrati “al instante , y formaciones en —lea que se han adverbializado en instr. sg.: sedrnikraticejo “siete veces”, sOtiokraticejo “cien veces Por lo que a las otras lenguas eslavas se refiere, se conservan restos de los dos procedimientos documentados en a.esl., pero junto a ellos ha habido numerosas innovaciones a base de sintagmas cuyo significado es “dos veces”, “tres veces”, etc. 64Vid. inmediatamente mfra. 66Vid. Vaillant (1958: 715—716) para una descripción de las mismas. 866 7. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN ALBANES66 El albanés estandard cuenta con dos expresión de la cardinalidad adverbial: 1) Adverbios formados correspondiente seguido de —fisb: Por lo que a —flsh se refiere, antiguo ablativo plural de la sentido figurado. por dyfish procede palabra series diferentes para la el adjetivo cardinal tirefish, katem-fish, etc. de —fij—sh, es decir, el ful “hilo” empleada en 2) Sintagmas integrados por el adjetivo cardinal correspondiente y la palabra haré “vez”67. Por ejemplo, tijé haré “una vez”, dv haré “dos veces”, dhjaté haré “diez veces”, etc. Hay que hacer constar que las completamente sinónimas. Mientras que tanto a la cuantificación de cantidad la cuantificación de la acción verbal primera sólo puede utilizarse en el pr dos formaciones no son la segunda puede referirse <“dos veces tanto”> como a (“hacer dos veces algo”>, la imero de los sentidos. Regionalmente pueden emplearse algunas formas fosilizadas como i dyzah, trifishor, 1 katém-tuern, 1 pesfishuern68, y también formaciones en -mézaj , que, en <1975: 111—112), Resuli (1985: 236), Buchholz —— 362—363), Hamp (1992: 838>. 66Vid. Boissin Fiedíer (1987: 67Brugmann (1911) la considera un préstamo del lat. hora. En cambio Hamp <1989) la hace proceder de *h “de una vez”, explicación que nos parece convincente y para la que, como señalo Hirt (1912: 449), contamos con un buen paralelo en alemán einfach. Con todo, Waanders <1992: 383> ha sugerido recientemente de forma tentativa otra derivación, prefiriendo relacionar —pag— con 69Vid. Resuli <1985: 235). 70 Vid. Hirt (1912: 449), Chantraine (DELO, s. u.), Rix <1976: 173), etc. Véanse también las observaciones de Waanders (1992: 382—383). 868 la raíz de *bhr,gh-u-s a condición de que la tras la actuación de la mismo reconoce, debilita La creemos (1912: antiguo — considerar tipo en —>, para las que Schwyzer (1953: a?Ous/ai53L/a 7~uP. 598) ofrece el paralelo de la alternancia Por lo que al sufijo se refiere, en griego es —axt(s), donde, según la opinión general, la -a- ha de proceder de los numerales en que este final era etimológico y de ahí se ha generalizado a los otros, con lo que se evitaba, además, el encuentro de consonantes que secuencias como *heks-ki hubiera generado. Por lo que hace a —xt—, se trata de una formación que tiene paralelos en otras lenguas indoeuropeas, por lo que postponemos su tratamiento hasta §Xví 1 . 14. 1.2. 8.4. Las formas en —XU/-x4lct Finalmente, las gramáticas y citaremos las estudios suelen formas BCxa/8(xea y tptxa, que en ser analizadas con relación a los 731¡id. el catálogo de formas en Schwyzer (1953: 597—598). 870 adverbios cardinales, si bien ellas mismas no pueden ser consideradas como tales de acuerdo con la definición de la que partimos al inicio del capítulo, puesto que, de hecho, responden a la pregunta “en cuántas partes” y no “cuántas veces”. En realidad se trata de la misma base *dikh(th)— y *trikh— que ha servido para la formación de los adjetivos multiplicativos tipo SLaa¿s/SLE¿s 74. Son varios los problemas que atañen a estas formaciones, en primer lugar, la cuestión de la —a final que Chantraine (DELG s.u. 5(s) considera como inexplicada. En realidad no creemos que haya problema para entenderla simplemente como un acusativo neutro plural adverbializado, que es en realidad como debieron de 76 entenderlas los propios griegos ya que a partir de ellas se desarrollaron formas posteriores en —0v, —~ que se explican fácilmente como asimilación al tipo de adverbio más corriente en griego. Por lo que a la —x— se refiere, dejando aparte explicaciones más antiguas76 y poco verosímiles, como la que veía en estas formas compuestos originarios con una raíz *ghé/gha “irse”, la explicación tradicional77, que nos parece convincente, las pone en relación con formaciones en en —gh— que en otras lenguas indoeuropeas han servido para construir los adjetivos que expresar la edad; así lit. dveig9s, treIg5~s, etc., serb. dvizak, a.esl. koza triza, etc. El alargamiento en ~—gh también se documenta en 74sobre los que vid. §XIX.8.2. ya esta opinión en Waanders <1992: 383). 76Recogidas por Lejeune (1939: 23>. 77Vid. Brugmann (1906: vol. II’, p. 513), Hirt (1912: 449), etc. 871 otros derivados de numerales: a.a.a. zwig, a.ingl. twig, alb. degé, etc., todas las cuales significan “rama, ramificación”. 78 Se ha querido ver también una relación con a.i. —ha, lo que fonéticamente no es imposible habida cuenta de los rasgos 79prácritos en el dialecto del Rig—Veda . Sin embargo, desde el momento en que consideramos que —ha puede aparecer por *—gha, hay que admitir también la posibilidad de que aparezca por *—dha, lo 80 que, dada la existencia de adverbios cardinales en —dhá en a.i. no puede excluirse, bien que el grado de la raíz sea distinto. Precisamente con esas formaciones en —dh~ del a.i. es con las que parece más adecuado relacionar el elemento —O— de la forma tsCxoa, derivando ambas de la bien conocida raíz *dhelft/dhH2, bien partiendo de grados diferentes erkic s tipo de d) sintagma seguido de angarn “10 veces”. En compuesto: miartgarn, integrado “vez”, p. el caso por ej. del el adjetivo numeral correspondiente ewt’n angarn “7 veces”, tasi> angara 1 se escribe junto, formando un 78) Se gú sen suf de El suf. —le S fue puesto en relación por Brugmann <1911: 64 y con formas germ. que continuarían *dwisko-, como a.a.a. zwisk. n Winter (1992c: 358) la extensión a los numerales superiores a un desarrollo propio del arm., al igual que la adición de un —s que, tentativamente, propone interpretar como procedente *-ns del ac. plu. Sin embargo, creemos que se pueden hacer otras propuestas más Jensen (1959: Para controlar qué servido del trabajo 75>, Schmitt (1981: 132), Winter (1992c: formas están de hecho atestiguadas nos de Jugmann-—Weitenberg. 358) hemos 873 verosímiles que se documentan en relacionarían esta formación arm. con las que 82 otras lenguas ¡E 10. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS IRANIAS ANTIGUAS Se encuentran atestiguados los siguientes tipos: a) Serie avést. hakem-t “1”, b14 “2”, Om-i ~ “3”, ea-Sm-ud “4”, x.~uua~ “6”. En a.pers. se documenta hakararn “una vez”, que se ha en relación con la forma avést. correspondiente83 asumiendo ha producido tematización tras la pérdida de —t final. puesto que se Por lo que al adverbio compuesto de la raíz *sern formativo que encontramos en estudiaremos en §XVII.14.1.3. pueden explicarse en paralelo a los lenguas, por lo que postponemos §XVII.14.1.1 y§XVII.14.4. para “1” se refiere, se trataría de un “uno” más la raíz *kWert, un tipo otras lenguas indoeuropeas y que También los adverbios “2”—”4” y “6” que se documentan en otras su interpretación hasta b) avést. bi~uuat “2” y -Sriiuuat “3”. Bartholomae (1904: s.u.) consideraba estas formas problemáticas habida cuenta de la —z—. Sin embargo, como bien ha señalado Emmerick (1992b: 329), no hay ningún problema para que procedan de *dwls y *tris más el sufijo *—want en su forma de nom.—ac. neutro sg., pues para el tratamiento de la *—s— se cuenta, entre otros, con el paralelo del prefijo *dis— en formas como digmata “mal pensamiento” frente a diiuuaeah “del que se habla mal”. Emmerick (1992a: 186—187) pone 83Vid. Emmerick (1992b: 328>. 874 en relación estas formas con a.i. dvlvat y bahuvat84, con la salvedad de que éstas no presentan la *—s—. Sin embargo, no resulta fácil discernir hasta qué punto se les puede atribuir el mismo origen habida cuenta del alto rendimiento del sufijo *-want— para la derivación sincrónica tanto en a.i. como en avést. En cualquier caso, y por lo que a las formas avést. se refiere, creemos que hay que interpretarlas como una refección de bi~ y trUC sobre el modelo de los adjetivos multiplicativos en *—want—85 teniendo en cuenta, desde el punto de vista sintáctico, la posibilidad siempre viva del uso del nom.—ac. neutro en función adverbial, aunque en los textos que nos hayan llegado no haya ninguna forma atestiguada en los dos usos como adjetivo multiplicativo y como adverbio cardinal. c) En un fragmento tardío del Avesta se atestiguan una sola vez blsam-am “2” y Orisararn “3”. Bartholomae <1904: ss.uu.) no ofrecía etimología para estas formas. Sin embargo, el análisis de Emmerick (1992b: 329) resulta pertinente. Según él, dado que tenemos —s- y no -s— aquélla ha de proceder de ¡E *-k—, lo cual permitiría aproximar la formación tanto de avést. sarah “cabeza” como de avést. sari— “fragmento”. La primera interpretación contaría con el paralelo de formaciones balochi como do sar “doble” y sal sar “triple”, lo que, en efecto, hace parecer preferible para el avést. la primera interpretación. d) Una sola vez se atestiguan también en avést. tardío (y 8.17 y 18, respectivamente> las formas xA%uaiaiia “seis veces” y naornaiia las explicó como compuestos de *aya— “ida”, del verbo *1— “ir”, pero, según señala Emmerick (1992b: 84Sobre las que vid. §XVII.11. 85Sobre los que vid. §XIX.11. 875 330), parece mucho más adecuado interpretarlas, naarnaiia, directamente como el instr. sg. fem. del y en el de x~uuaiaiia, como una sustitución *x4tuuaiia por influencia de xsuuas “seis veces”. e) También hay correctamente hace Rei 86 en otras gramáticas 13.59 y V 22.2) en el veces díez mil”. en el caso de ordinal naoma—, analógica de que incluir en este apartado, como chelt (1909: 217) en contra de lo habitual la forma fl51111550s,atestiguada dos veces (Yt. mismo sintagma, nauuas5sea baélhl?n “y nueve f) En las lenguas iranias medias y modernas se atestígua una tendencia a reemplazar este tipo de formaciones por sintagmas integrados por el adjetivo cardinal correspondiente y una palabra 87 para “vez”. 11. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN ANTIGUO INDIO a.í. se atestiguan tres tipos de formaciones expresión de la cardinalidad adverbial: diferentes a) dvíh, t §xvI¡ .14 Una m-lh, .1.1, serie integrada por los siguientes numerales: sak¼i, eatáh, salt Postponemos su interpretación hasta §XVII.14.1.3 y§XVII.14.4 respectivamente. 8%Zid. la discusión en §xvííí.12. 87Vid. algunos ejemplos en Emmerick (1992b: 330>. En para la 876 b) Una serie correspondientes. de adverbios en —dh~ derivados de los cardinales 88 En el RV se documentan los siguientes dvidh~, trÍdh~/tredht caturdht sodh~, en el 1W otras palabras en —dh~ conjunto de un significado aná katidh~ “¿de cuántas formas?”, formas”, visvadh~ y sasvadh~ sahasradh~. as al ru dh ~ También se documentan en 1 que este elemento dota al logo de los numerales; asi, pu y bahudhá “de muchas “de todas las formas”. Emmerick resantes a propósito de rales deben de ser una se documentan en ir., vI[s]pad~ “en todas (1992a: 187) hace unas reflexiones muy inte estas formas. Señala que este tipo de nume innovación del a.i., ya que ni siquiera donde únicamente se encuentra la forma partes”, que se corresponde con a.i. y coincide en acentuación con dvÍdh~ y tridh~ formas. También llama la atención Emmerick tredha es una forma secundaria que en testimonios en el 1W ha de ser medida como apunta hacia una influencia de traya—, con con —e— como en tret~— “triada”. A partir de documen analogí dichas ta a de forni también tredh~ as se una forma dved y en época post extenderá también er a que br al dvi ditÁ frente sobre nueve trisi t racc los debe 1W la y tr que, además, al resto de las el hecho de que de sus once lábica, lo que ión de -aya- en bráhmanas se explicarse por acentuación de Idh~. Por otra parte, hay que expansión en la una nueva forma ya vimos en §xv¡ *dhell2 -. señalar que las formas en —dÑ conocerán una lengua posterior, llegándose a acuñar, inc para “1” ekadha. En cuanto a la etimología, 1.8.4, el segundo término es una forma de la gran luso, como raíz 89 c) Finalmente , encontramos también en a.i. una tendencia a 88Emmerick <1992a: 187). 89Wackernage 1 cardinales dv análisis del (1930: 430) recogía también entre los adverbios ivat, pero parece mejor excluirlo ya que, según el propio Wackernagel, uno de los casos en que se 877 la utilización de sintagmas integrados por el adjetivo cardinal correspondiente y un sustantivo ““ para la expresión de la 90cardinalidad adverbial El sustantivo que desde más antiguo se emplea en dicha función es khvah, que ya se documenta en Rif III 18.4 bhúri kítvah “muchas veces~~ y III 54.1 sasvat kítvah “todas las veces ‘‘ . La utilización con numerales aparece desde el Atharvaveda, donde se usa con cardinales, bien en sintagmas (con el numeral sin flexionar) como dá¿a kitvah , bien formando compuestos como asta—krt vah Posteriormente también se utilizarán sintagmas o compuestos con las palabras rara- y vela-, para la primera de las cuales se ha producido un desarrollo paralelo en pahí. zoroástrico y en pers. mod., donde b~r aparece en la misma función. Por lo que a la etimología de estas palabras se refiere, a Mayrhofer (1956—1980: s.u. varal? ) restituye un sustantivo *wara- “elección”, derivado de la raíz Vr— “elegir” (cf. lat. uo)o, etc.). Sin embargo, hay que reconocer que desde el punto de vista semántico dicha aproximación no es muy satisfactoria, pues no se ve por qué proceso un sustantivo que signficara elección pasaría a significar ‘vez”. En este sentido, nos parece mucho más satisfactoria aproximar *wara— a la raíz de vartate “dar vueltas” (cf. lat. uerto, gót. wairps, etc.) sin el alargamiento en —t. atestigua, ASS 2.7.20, es dudoso y en el otro, Nir. 2.24 (49.15) significa “en dual” opuesto a bahuvat “en plural”. Vid. §XVII.10 sobre formaciones con ese sufijo en iranio. 90Vid. para todas estas cuestiones Emmerick <1992a: 188). 878 91 Por lo que a véTh se refiere , el significado es “limite” y, por extensión “limite de tiempo”, de donde la evolución a ~~vez” es fácilmente comprensible. En cuanto a su etimología, hay en ella muchos puntos problemáticos y ni siquiera es seguro su origen indoeuropeo. 12. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN TOCARLO Las gramáticas y expresa en tocario la poder documentar esta recurrir a despojar <1964) en el volumen 92 estudios especí ficos cardinalidad adverbial, categoría de numerales el glosario que ofrecen II de su gramática. no recogen cómo se de modo que para hemos tenido que Krause —— Thomas A pesar de la abundancia con que se uti textos de la antología de Krause -— Thomas tres casos de expresión de la cardinalidad, ya que se trata del propio nombre adverbialmente: B sukt “7 veces”, kMnte okt ¡ita kca “ni una sola vez” . 879 13. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS ANATOLIAS 13.1. Los adverbios cardinales en hitita 13.1.1. LAS FORMAS CON Se atestiguan 93 COMPLEMENTOS varios numerales FONETI COS escritos con un ideograma acompañado de diferentes complementos fonéticos. Sólo una vez tenemos escrito por completo con silabogramas un numeral, 1—an—kl, 2- aa-kl a-ap-kl 2—kl, 2—ls 3-14 5—an-k[l] 7—aa—kl 8-aa-kl 9-aa-kl 10—an--kl, 15—aa—kl 20—aa—kI, 30—14 50—ls 70—’ s 80—14 También está atestiguado el adverbio ma4l yari-kl “cuántas A partir de formas como 2-ls se ha pensado 94 que probablemente 93Friedrich <1952: 301—304), Eichner (1992>. 94Vid. Adrados <1975: 884), etc., pero ténganse en cuenta las el 1: 10—14 15—14 20—14 veces 880 en het. también existían los adverbios *dwis y *tris bien atestiguados en otras lenguas indoeuropeas, lo que, efectivamente, es muy posible, aunque, obviamente, no podremos estar seguros hasta que aparezca un texto en el que los mismos se escriban por completo con silabogramas. Pero, en este sentido, nos gustaría hacer dos observaciones complementarias. En primer lugar, creemos que, efectivamente, para la prehistoria del hit. ha de asumirse la existencia de *dwls y *tris como adverbios cardinales, ya que así se explica la presencia de una —14 final en los adverbios superiores que, en principio, sólo deberían acabar en —ki. 95 Por otro lado, si bien las formas *dwis y *trls probablemente han de ser asumidas para la prehistoria del hitita, algunos autores96 han pensado que no es seguro que existieran históricamente. Para ello habría un paralelo en el caso del gr. Suáxts y ipiáxts, en las que el nuevo sufijo —QXLS se ha extendido a costa de las formaciones más antiguas &(s y Ipés. y en este sentido no sería impensable, que en hit. también se hubiera producido un fenómeno de este tipo. Sin embargo, las formas avalar tal interpretación. En citadas al principio de este nunca tenemos atestiguadas fonéticos son bien —is, interpretar las formas hiti producido una expansión de lo de hecho atestiguadas no parecen efecto, si se observan las formas apartado puede verse que, de hecho, formas en —kI—14: los complementos bien —(a¡i)—kI. Quizá habría que tas en el sentido de que se ha s dos tipos formativos fuera de los reticencias de 95Vid. §XvII.14.1.2. Eichner (1992: 96Vid. Eichner (1992: 62—64). 62—63) 881 ámbitos originales: —is, en principio restringido a “2” y “3”, se ha extendido a los numerales superiores y, a la inversa, —aa—kI, propio de los numerales superiores, se ha extendido a “3” y “2” e, incluso, a “1”, con lo que no resulta necesario asumir la existencia en hit. de formas en -kl-14. 13.1.2. LAS FORMAS EN -~U Se atestiguan en hitita las siguientes formas escritas con el ideograma del numeral correspondiente y seguidas de la sílaba —SU: í-3u, 2—3U, 3-3U, 7-3(1. Tradicionalmente97 se ha interpretado —su como un acadograma. No obstante, Meriggi (1966: 59) sugirió la posibilidad de que en realidad —Su no fuera un acadograma, sino un complemento fonético en bit., lo que permitiría equiparar estas formas a otras en —su que se atestiguan en licio y en luvita jeroglífico98. Recientemente ha recogido y desarrollado esta hipótesis Campanile <1994: 6), quien ha propuesto interpretar este final en —su como el morfema de locativo plural indoeuropeo, lo que permitiría integrar estas formas dentro de un marco explicativo más amplio formado por adverbios cardinales con marcas de lugar (casos o preposiciones>. Sin embargo, dicha interpretación no resulta plausible por varias razones. En primer lugar, la posibilidad de hacer remontar una desinencia *—su al lE con el único testimonio del í.—ír. y el 99 eslavo parece ya discutible , y más aún lo es aceptar que en estas 9711íd. Friedrich (1952: 301—304). 98Vid. §xvíí.13.2. 99Vid. Villar (1974: 327—8) y Adrados (1975: 476—7). 882 formaciones anatolias tenemos el único testimonio cuando no hay restos de dicha desinencia en la declinación nominal. Pero aparte del problema comparativo existe otro aún más importante. Meriggi planteaba su hipótesis únicamente como tal a falta de comprobar en los datos hititas que la interpretación como complemento fonético era posible. Y Campanile no ha tenido en cuenta la observación de Neu (1983: 287, n. 12)100 de que la alternancia entre -.3u y —3u en estas formas precisamente impide dicha interpretación, ya que en los textos hititas recientes rara vez —SU tiene valor fonético y en estas formaciones habría que asumirlo sistemáticamente. 13.2. Los adverbios cardinales en las otras lenguas anatolias Se atestiguan en licio las formas tblsu “2”, y trlsu “3”, y en licio A kbihu “2”. En luvita jeroglífico se atestiguan varias formas con e] ideograma para el numeral y el complemento —sil; sólo en una ocasión tenemos la forma entera escrita fonéticamente: tarísú “3”. La interpretación de estas formaciones es problemática. De entrada, Eichner (1992: 93) no considera seguro que se trate de adverbios cardinales, ya que los contextos no son lo suficientemente claros. Pero aun admitiendo que se trata de adverbios cardinales, la interpretación morfológica de los mismos 102 no es fácil. Acabamos de ver que la explicación de Campanile (1994: 6) no parece aceptable y Eíchner (1992: 93> se limíta a la que también se hace eco Eichner <1992: 93>. 101 Vid. Meriggi (1966: 59), Neumann (1969: 394), Eichner (2992: 93). ‘02Vid. §xV¡í.í3.í.2. 883 afirmar que deben proceder de *s-we, pero no intenta ofrecer ninguna etimología. Pero lo cierto es que no podemos tener seguridad sobre la vocal que seguía a la *—w- que nos testimonian las formas de estas lenguas anatolias. Y, en este sentido, la reconstrucción de las mismas como *dwis—wo— y *tris—wo— propuesta por Shevoroshkin (1979: 187) abre más posibilidades de comparación, puesto que permite un acercamiento a los adverbios germánicos que hemos estudiado en §XVII.3.5.1, también alargados por un elemento en *-wo—. Resulta muy tentador poner en relación estas formaciones con las que se atestiguan en las lenguas iranias antiguas para la expresión de las fracciones 103 que son las Siguientes104 y AVESTICO A. PERSA10~’ 3 ,Sri4uua— * 91 su va 103Resulta peculiar dentro del conjunto de las lenguas indoeuropas el hecho de que las lenguas iranias cuenten con formas especiales para la expresión de las fracciones, ya que lo normal es que se utilicen las formas de los ordinales. Es por eso por lo que no hemos dedicado un capítulo especial al estudio de los numerales fraccionarios. 104 Vid. Bartholomae (1904: 331—332>, Meillet —— Benveniste (1931>, Cameron —— Gershevitch <1965: 182—186) Hoffmann (1965>, Emmerick (1992b: 331—332>. 105Las formas no se encuentran atestiguadas en los textos del a.pers., sino que se encuentran como préstamos en textos elamitas, de ahí que sea necesario proceder a la restitución de las formas (vid, bibliografía citada en n. anterior>. 884 4 ca,» rusuua— 5 paNtaNhuua— 7 haptaNhllua— 8 a4taNhuua— y 10 20 IOB * cacuva *pan¿auva *astauva *pavauma *da8 auva *vist suya107 Dada la amplia utilización de un sufijo —wo- para la derivación de adjetivos en las lenguas indoeuropeas no sería de extrañar que hubiera coincidencia, sin que ésta se debiera a un origen común. Sin embargo, lo que resulta realmente llamativo es que, como se observa en avést. Ori4uua.- y caOru4uua—, las formas se han derivado a partir de los adverbios cardinales correspondientes, como es el caso en las lenguas germánicas y como parece serlo también, de ser correcta la interpretación que estamos proponiendo, en las lenguas anatolias. Post ponemos *—wo— a §xví 1.14 de los adverbios 106Con un 252—253> posibilidad de que —Su. 10’Probablemente de la interpretación general de estas formas en .4, donde abordaremos de forma global la historia cardinales en las lenguas indoeuropeas. final rehecho de difícil explicación. Vid. Hoffmann (1965: y Emmerick <1992b: 331 y n. 69), quienes plantean la se trate de hipóstasis a partir de locativos en *visa ( s) t suya—. 885 14. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS INDOEUROPEAS : RECONSTRUCCION Y ASPECTOS COMPARATIVOS 14.1. Etimología de las formaciones numerales adverbiales 14.1.1. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN -s Desde los inicios de la indoeuropeística’08 correspondencia exacta entre las formas de lat. que a la expresión de la cardinalidad adverb refiere, y de las formas de lat. y a.i. para 4. las reconstruía como *dwls, *trls y *kwetwrs, ha sido generalmente aceptada. La evidencia de el momento actual para la reconstrucción de 110 siguiente se constató gr. y a.i. por ial para 2 y 3 Brugmann <1911: reconstrucción que disponemos’09 estas formas es a) *dwis: lat. bis, gr. 8(s (BF, avést. b14, a.i. dvlh. 111 Quizá también haya que añadir hit. 2—14. Alargada por otros elementos se documenta también en otros grupos: en germ. en los 112 adverbios del tipo a.nórd. tvisvar y posiblemente también en 108Vid. Bopp (1858) y Schleicher <1866). ‘09Restringiéndonos a los adverbios; no resulta necesario incluir otras formaciones en las aparecen como primeros términos de compuesto, como gót. twis—staadan “separarse”. Vid. también formas que ver 111Pero vid, lo dicho en §XVLI.13.1.2. los apartados anteriores para cada una de las lenguas y Campanile (1994: 3>. 1-lirt <1927: 318) añadía también las del a.irl. fo di’ y fo thrí que, en realidad, nada tienen con este tipo de formación (vid. ~XVII.2.1 y §XVII.14.2). 112Sobre los que vid. §XVII.3.5.1. Brugmann <1911: 63) cree formas arm. tipo erklc s son alargamientos en —k de estas que las formas, la lo se 63) que en la 886 licio A thls¡i y E kblhu”3 b> *tris: lat. ter, gr. ‘Upis, avést. -Sris, a.i. tríl? y tal vez hit. 3-14. Alargada por otros elementos también se atestigua en otros grupos: en germ. en los adverbios del tipo a.nórd. prisvar114 y posibímente también en licio A tristi. c) *kWetwrs: lat. quater, avést. caoru4, a.i. ¿atál?. Por lo que a la interpretación de las mismas se refiere, la segmentación morfológica que ha de hacerse en primera instancia resulta perfectamente clara, y así ha sido puesto de manifiesto por multitud de autores115. Se trata de formaciones sobre la raíz del nombre cardinal en grado cero con la marca -5. Adrados (1975: 884) intenta segmentar aún más y postula que la —l de *dw—i-s es la *1 deictica. Acepta, en cambio, que la que hay en *tri—s es radical, con lo que ha de interpretar que ha habido confluencia entre dos formaciones que, en principio, eran distintas. 116 Sin embargo, nosotros creemos que resulta mucho más pero vid, las interpretaciones de otros autores en §XVII.9 y la nuestra en §XVII.14.1.2. 113Sobre los que vid. §XVII.13.2. “4sobre los que vid. §XVII.3.5.1. Vid., p. ej., Brugmann <1911: 64>, Hirt <1927: 318), Campanile <1994: 3>. 116Para Adrados esta *1 deictica es la misma que aparece en —kI *iioxxi3xt, con neutralización de la labiovelar tras —ú y caída de la consonante final. Se genera así un sufijo —xi. que se extiende a los numerales, entre ellos aquéllos acabados originariamente en sonante <4, 7, 9 y 10) y en los que, por la evolución normal del griego, se general una vocal —a. A partir de formas como *BEXaxL se produce un reanálisis por falso corte, interpretándose que el sufijo es —rna, que se extiende a los numerales que por mera evolución fonética no tenían por qué presentar esa —a--. La formación se extiende también a otros cuantificadores adverbiales, entre ellos el propio *noXX —¿xi. La interpretación, hecha en tales términos, plantea un problema del que Rix (1976: 173> era consciente120 al hacer su propuesta de partir de *noX~xu para el griego, pues, en efecto, no hay paralelos dentro del griego para un desarrollo *polufl 2>*polu, habida cuenta de los plurales de los neutros como y&-’Ftx o 8¿pnx, lo que haría esperar más bien *TtoXkb. Así pues, Rix (1973: 173) parte de un *noX~>xí, que, como constata Campanhle (1994: 8), no plantea ningún problema morfológico. 120 Vid, también Campanile <1994: 8). 889 Con argumento dado que 0006>U., iooauTaxt adverbial formación todo, Campanile no acepta la propuesta de Rix con el de que no es esperable un singular en dicha formación es un plural lo que se encuentra en formas como hom. tooocrxi. y formas posteriores como ToUTUXLS, lTOoaxL, s, etc. Sostiene, además, que, dado que noXu en función es un elemento vivo dentro de la lengua griega, una *noXXuxi. nunca hubiera desaparecido. Sin embargo, dichos argumentos no nos parecen en absoluto decisivos. Campani oooa—xu, íoooa-xt que la segmentaci ooo—axt, ‘toaa—axL, formac i recient la -«- pues, 1 ones como 8i> es, y también como marca de a explicación le no cae en la cuenta de que el análisis etc, que él plantea no es el adecuado, puesto ón que, de hecho, realizaron los griegos era etc. como lo prueban sin lugar a dudas áxu~ y tpLcrxLs, formaciones inequívocamente nEL’taxLs o Exus, donde la interpretación de neutro plural es a todas luces imposible. Así de formas como las aducidas por Campanile ha de hacerse sincrónicamente dentro del griego corno raíz (000—, 1000—, etc.) + suf. —áxt(s). Por lo que al segundo argumento de Campanile se refiere (la imposibilidad de que una forma griego) no hay más que aplicar la de enunciar para ver que, en rea raíz noXu— existe sincrónicamente precisamente la que se ha usado noXXáxLs. La matización que hay tradicionales es, por tanto, que ninguna continuidad, ni de raíz ni sido sustituida por una reciente dentro de la lengua, *noXuxt. se hubiera perdido en regla de formación que acabamos lidad, es esperable. Junto a la en griego la raíz *noXX—, que es para la nueva creación que es que hacer a las explicaciones entre *noXuxt y noXxáxt.g no hay de sufijo: una forma antigua ha formada según mecanismos vivos proceso lingilístico banal donde los haya. No hemos introducido hasta la reconstrucción de *~kWid ahora como otro argumento para apoyar elemento originario: la 890 existencia de hpóxus, forma que Hesiquio glosa como «luxe y atribuye a los tarentinos y que se relaciona con la forma aíiaia epigráficamente atestiguada (Schwvzer 381). Brugmann (1911: 63) ya señaló la importancia de esta forma para confirmar la presencia de una labiovelar originaria, y así ha sido aceptado generalmente. Sin embargo, Campanile (1994: 8—9) hace mangas y capirotes para intentar negar dicho testimonio. Partiendo de una interpretación de como ac. plu. neutro en función adverbial de un adjetivo ~patos, interpreta que la forma se ha rehecho tomando la terminación —ts de 5¿s y 1pts. A esta propuesta hay que objetar, de entrada, que no es verosímil partir de una segmentación 6—Cs y, especialmente, izp—(s por los hablantes de un dialecto griego habida cuenta de la existencia de formas tan corrientes como rpóuos, donde la interpretación de tpi— como raíz parece evidente. Y, en segundo lugar, desde el punto de vista etimológico, la 122 existencia de la forma cretense cxpaxts , que Hesiquio glosa también como «McXC, parece inclinar la balanza decididamente a favor de la reconstrucción de una labiovelar originaria. Vemos, pues, que, en realidad, las objeciones de índole morfológica y fonética para criticar la etimología tradicional de los adverbios griegos en —Ja(S) no son de peso. Y el hecho de que en a.i. se atestigúe el sintagma purrí cid en usos similares a gr. noXXaxu~ no puede deberse a mera casualidad. Se han hecho, no obstante, objeciones de tipo semántico a dicha conexión. El argumento utilizado ha sido el de que en a.i. cid no tiene ninguna repercusión sintáctica sobre el partit al que acompaña, puesto que para es un ac. en función adverbial y oid no es sino una mera partícula enfática que como tal puede acompañar a diferentes 1211/id. DGE (s.u.). ‘22Sobre la que vid. DGE . 891 a 123categorías de palabras ; en cambio en griego -(á)xL es un sufijo con una clara función transcategorizadora puesto que parte de adjetivos para formar adverbios. Naturalmente, la constatación es ajustada a los hechos desde un punto de vista sincrónico, pero no creemos que pueda considerarse seriamente una objeción a la interpretación diacrónica de los mismos. De hecho creemos que, en efecto, el a.i. ha conservado aquí un arcaísmo y que TE *kwId tras cuantificadores no tenía más que una función intensiva, Jo que, por cierto, será interesante no perder de vista a la hora de llevar a cabo el examen global de la historia de los adverbios cardinales en lE, que realizamos en §XVII.14.4. Ahora bien, considerar que en la prehistoria del griego (y no sólo del griego, como veremos inmediatamente) no ha podido darse un proceso de morfologización por el que lo que no era sino una marca opcional ha acabado por adquirir un valor gramatical por reanálisis de la construcción equivaldría a negar, por ejemplo, que los adverbios en —mente de las lenguas romances proceden del ablativo de un sustantivo y significaría adoptar como principio lingtiístico que no pueden producirse gramaticalizaciones de elementos no portadores de los significados con que aparecen en fases posteriores de la lengua, proceso lingúistico corriente y atestiguado abundamente en lE124. Visto, pues, que el proceso parece aceptable para la prehistoria del griego debemos plantearnos si las formas griegas pueden ponerse o no en relación con las formas hetitas. Pero antes añadiremos que no es sólo el a.i. la lengua que nos ofrece apoyos 123Vid. Grassman (1872: s.u.> para los usos en el Rig—Veda y Monnier—Williams (1851: s.u.) para los usos en sánscrito en general, así como las explicaciones de Mayrhofer (1986—: s.uj. 124 Vid., por ejemplo, Adrados (1978: 289—316). 892 para postular este tipo de sintagmas originarios. En védico encontramos los ejemplos ¶25: tris cid (1.34) y caturas cid <1.41.9>. Pero también contamos con el testimonio del avést., al que, sorprendentemente, no se ha prestado atención en la discusión de esta cuestión. Sin embargo, existen varios ejemplos en avést. de usos de ¿it reforzando numerales que vienen a apoyar la explicación que hemos desarrollado anteriormente. Así tenemos125: spaaem zairltom xsvaffaya¿it (y. 8.17), viv~ Bayantu puxbam¿it n~ aradu4am tanhim piryeite (V. 4.17), parame .. . Oriscit vahi4ta . . . visata (P. 39), Ori45lt . . . hamahe ayaa (Vyt. 41>. Pasamos ya, sin más, al análisis de las comenzar llamaremos la atención sobre el hecho punto de vista sincrónico del het. el sufijo es que del mismo modo que en gr. se ha generalizado de numerales en los que la —a era etimológica, debido de suceder en het., puesto que tenemos, por y 8-anki, donde —Sa-, en principio, no debe de raíz127, y ha debido generalizarse, por tanto, a formas het. Para de que, desde el —apki, es decir, —áxt. 126 Ejemplos tomados de Bartholomae (1904: s.u. clt 1 3), recoge en un apartado que significativamente encabeza etiqueta “einfach hervorhebend, meist untibersetzbar”. 127 que con los la No podemos descartar por completo que así fuera ya que, de hecho, no conocemos la forma de los cardinales hetitas correspondientes y pudiera ser que estuvieran formados sobre raíces completamente diferentes a las generales en el resto de las lenguas TE. Sin embargo, el argumento que desarrollamos no creemos que se resintiera por ello habida cuenta de que no resulta probable que todas las raíces de los cardinales hetitas acabara en —Sn. 893 cardinales que acababan en sonante bit. visto ya que de las formas relacionar las .kI cuyo origen indoeuropea no no desarrolla la las formas griegas, pero, que proceden los morfemas acepta. Lo que parece comp es que asuma que se trata gr. y el hit. no presentan reconstrucción tradicional del lE. Campanile (1994 griegas y, por formas hititas y relación co se preocupa crítica a la niega la etimología tanto, no tiene ningún y las griegas a partir otros elementos de la explicitar. Eichner logia tradicional de n de et imo dado que recontruye gr. e hit., resulta letamente gratuito en de una palatal, habida tratamientos dist intos eran las velares puras —ki como forma de la evidente que no la su reconstrucción cuenta de que el de lo que en la y las palatales Sin embargo, hemos visto que la hipótesis tradicional explica bien las formas gr., por lo que merece la pena plantearse si también es válida para las hit. Campanile (1994: 10) ha señalado que el hecho de que Schwyzer (1959>, Kronasser <1962> y Rix (1976) negaran la correspondencia entre las formas gr. y het. ha producido una conjunción de autoridades que ha establecido la commuais apinio. Campanile acierta al intentar resucitar la idea de la correspondencia (que ya señaló en su momento Rosenkranz (1936: 249), aunque sin desarrollar), pero no creemos que lo haya hecho de la forma correcta, ya que establece la isoglosa greco—hetita (en la formulación de Campanile) a costa de La griegas que se labiove en en 894 sacrificar la etimología tradicional para las formas griegas, para lo que, como hemos visto, no ofrece argumentos irrebatibles. correspondencia entre las Schwyzer, Kronasser y Rix se 1 ab iove lar Pero el griegas e hit precisamente, al problema del tratamiento de la Como es bien sabido, la regla general es la de se conserva en bit., como lo muestran relativo—interrogativo kui4. Sin embargo, cr pertinente traer a colación una forma derivada de citar, el relativo indefinido kni4ki, donde procede del mismo tema, en la forma *kw e, 128 generalmente , y, en cambio, no presenta labiov ver que en el caso de los adverbios cardinales ginarias enclíticas con lab irregularidades de evo]uci como, aparte de hit., -TE, también usado en lo e sería *—1IE, el galo —c en el mismo raro que lenguas ejemplo, donde lo caso: or¡ presenten indoeuropeas, el propio gr. esperab 1 formas debía, en hit. que la labiovelar las formas del eemos que resulta de la que acabamos el segundo elemento según se admite elar. Resulta fácil nos encontramos en iovelar, que no es 6>-y fonética en las lo atestiguan, por s dialectos eolios, vez de *p. 897 puede ser abordado en esta disertación. Por último, en cuanto a la —1- que precede a —c s, creemos que, al igual que en gr. e hit. se han generalizado, respectivamente, —a— y —an— a partir del final de las raíces en que era etimológica, en arm. lo que se ha generalizado es una —1— a partir del numeral “3”, tema en —1— en arm. y cuyo caso gen.—dat.—abl. de plu. es precisamente eric< , lo que hace pensar que quizá factores de analogía con formas casuales hayan tenido también un papel en la evolución que hemos postulado. 14.1.3. LOS ADVERBIOS CARDINALES DE LA RAíZ *k~er(t) Hemos visto en §XVII.5—6 que en esí. y bált. existían procedimientos de expresión de la cardinalidad adverbial para los que se utilizaban, respectivamente formas derivadas de los sustantivos que podemos reconstruir, respectivamente, como prot—esl. *krat5 y proto—bált. Xkartas, indudablemente emparentadas y retrotraibles a una forma *k(W)rt OS. Por otro lado, hemos visto en §XVIi.l1 que el a.i. utiliza en esa misma función un elemento krtvah que, según la interpretación tradicional debía de ser originariamente el ac. plu. de un tema en —U. Naturalmente, hay que poner en relación con estas formas también a.i. sakrt y avést. hakaret “una vez”, donde aparece la misma raíz pero sin ampliar por el elemento -EJ. La correspondencia entre las formas balto—esí. y las del a.i. (y para “1” también avést.) es clara y nunca ha sido contestada. Esto llevaba a reconstruir una protoforma *krt— que la práctica totalidad de los autores han relacionado con la raíz *krt— “cortar” que se encuentra, por ejemplo, en a.i. krnthi y en lit. kiYpti. Indudablemente, desde el punto de vista semántico nada hay que objetar, pues la evolución desde significados del tipo “de un 898 golpe” al significado “de una vez” es completamente banal. Sin embargo, aceptar dicha etimología plantea un problema, y es que, dado que dicha raíz tiene como inicial una velar y no una labiovelar, resulta del todo imposible poner en relación con estas formaciones las que se documentan en osco y en umbro, que, como vimos en §XVII.4.2, presentan, respectivamente, formaciones en —pert y —per. Naturalmente, tomado por sí sólo el sufijo —per del umbro se podría explicar de otras maneras, pero la existencia de —pert en osco invita a pensar que, en realidad, nos encontramos con una formación relacionada etimológicamente con las atestiguadas en los grupos balto—esí. e i.—ir., lo que, lógicamente, obligaría a reconstruir una protoforma *kWrt~, con labiovelar inicial. En este sentido Mayrhofer (1986—: 392) ha defendido que, en realidad, nos encontramos ante formaciones de la raíz *kWer~ “hacer” (a.i. krn¿tJ “hacer”, a.irl. cruth, ]it. kúrti “edificar, 131 eirigir”, a.esl. car5 “encanto, hechizo”, etc. ), no haciendo con esta propuesta sino recuperar una vieja idea de flopp (1858>, que, como tantas otras, tuvo la mala suerte de no ser canonizada por Brugmann y, por tanto, salir de la circulación. Muy recientemente Campanile (1994: 3—4> ha añadido discusión un elemento que hasta ahora no había sido tenido en cuenta, pero que puede y es la existencia en un tema en —U, como lo britónica sirve, pues, osco-umbras y asegurar labiovelar inicial, con Vid. además de Nlayrhofer, resultar decisivo galés de la expres muestra el a.irl. para confirmar el t la reconstrucción lo que la relación Pokorny (1959: para zanjar la cuestión, ión 8F brydau “a veces”, cruth “forma”. La forma estimonio de las formas de una protoforma con etimológica con la raíz s.u. kWer~). a la 899 “hacer” cobra aún más fuerza. 14.2. Tipología de las formaciones Teniendo en cuenta las interpretaciones que hemos ido dando a lo largo de la exposición de los distintos procedimientos de formación de las lenguas indoeuropeas y las consideraciones que hemos hecho en el apartado anterior, podemos proponer, combinando criterios morfológicos y semánticos, la siguiente clasificación de los tipos de formación’34, que consideramos interesante desde el punto de vista de la tipología del cambio lingilístico: A) utilización de marcas morfológicas A.1) específicas de transcategorización adverbial:*dwis, *tris (con marca —s) A.2> reinterpretación de elementos opcionales como marca de categoría: *kWid A.3) adverbialización de casos A.2.1> a partir del cardinal: —a.ingl. ~nes, a.a.a. emes (gen.) —arm. hazars (ac. plu.) A.2.2> a partir de los adjetivos multiplicativos: —¡it. wiéauinkaT (dat. sg.) —arm. .—kin —avést. biíuuat, .SrÑuuat (con 2(wnt de los adj. hemos incluido las formaciones que sólo se emplean para la cuantificación de cuantificadores y no para la cuantificación de la acción verbal, como es el caso de alb. —fish, según vimos en §XVII.7. Tampoco hemos incluido lat. semel por los problemas de interpretación que plantea (vid. 5xVíI.4.1.1). 900 A.2.3) a partir de los ordinales: —avést. riaorríaiia compuestos con 125 etimológicamente 0.1) “ida, viaje, vuelta”: —a.iri. (oen>fecht, —a.a.a. warb —a.esl. —41d1 —let. reir —Semánt i formas desde 0.2) “golpe”: —íit. s59. los las 901 formac iones la historia adverbiales que de las mismas. nos permitirá un primer acercamiento a TABLA 1: LOS ADVERBIOS CARDINALES EN lE: ISOGLOSAS136 FORMASEN -s SUFIJO -ki RAíZ *kWer CRiTICO GERMANICO (x) LATÍN x DIAL. ITAL. (x) x BALTICO x ESLAVO x ALEANES GRIEGO x x ARMENIO x HITITA (x> x LUVITA ETC (x) IRANIO x x A. INDIO x x TOCAR10 A partir del reconstruir para la siguiente. cuadro la situación que parece posible fase más reciente del indoeuropeo es la 136Para las formas en —s (x) quiere decir que éstas aparecen alargadas por otros elementos para la expresión de la cardinalidad adverbial. En el caso de la raíz *kWer, hace referencia al hecho de que galés ar brydau “a veces” no es un adverbio numeral, sino un adverbio cuantificador indefinido. 902 En primer lugar, gracias al testimonio directo de lat., gr., a.1. e iranio anatolias y ge los adverbios Más problemát correspondiente testimonio del puesto en cues la formación aporta un simplemente formas como común conoci mientras que propio latín, interpretación considera que para 4, cuenta, y, de forma md rmánicas, resulta cardinales *dwis ica resulta 1 para 4, ya gr. y, además, tión habida cuenta de qaater testimonio segur catór, es decir, caturda~a “14”. ó los adverbios 4 se formó por por un lado, y frente a es el griego además, con irecta, también al posible remontar a “dos veces” y *tri a reconstrucción que carecemos en el testimonio del de que la influen no puede descartarse. Y o ya que catuh pu la forma del numeral Puede pensarse, pues, en —s para “dos veces” y analogía con los mismos del grupo indo—iranio, la tradicionalmente el que ha perdido el el apoyo de que las le de las lenguas la proto—lengua 5 “tres veces de la forma este caso del lat. puede ser cia de ter sobre tampoco el a.i. ede representar 4 que aparece en que la lengua “tres veces”, ya dentro del por otro. Esta aceptada, que adverbio en —s nguas germánicas muestran adve rb i o test imoni restos de los correspondiente o del luvita y e adverbios para 4. Y 1 licio. *dwis y *tris, pe en el mismo sentido ro no del apunta el Pero, carecía de naturalmente, recursos para no podemos pensar que expresar la cardinalidad la proto adverbial de 2 y 3. expresiones del t con palabras para “golpe”, etc. Pero tales expresiones testimonio de las indo—iranio. En este sentido, ipo de las “vez que sólo nos con la lenguas debía de ser posible utilizar que atestiguan 1 etimológicamente es posible garant raíz *kWer(t) itálicas y los as lenguas históricas significan “tiempo”, izar la existencia de “hacer”, gracias al grupos balto-eslavo e Por lo formaciones, que se en época refiere a la muy reciente, morfología precisa cuando la categoría de estas de número lengua fuera 903 estaba plenamente desarrollada, parece que hay pensar en sintagmas (en acusativo) integrados por el nombre cardinal correspondiente y un sustantivo en —tu, *krta—, de dicha raíz, según el testimonio del a.i. y de las lenguas bálticas y eslavas. Sin embargo, la posibilidad de la raíz *kr(t) para la expresión de de ser anterior al pleno desarrollo el nombre indoeuropeo, como lo mues corno a.>.. sakrt u osco petiropert, está marcado en cuanto al número. Las formas del gr., hit. y morfologizado una marca en *kWid valor de mero refuerzo apuntan, en proto—lengua de otra posibilidad d adverbial: la mera utilización indiferentes, por tanto, en a nombre/adverbio, para marcar la morfologizar ese refuerzo en 13?védico , no debía de ser en adverbiales de los cardinales. utilización de sintagmas con la cardinalidad adverbial debe de la categoría de número en tra la existencia de fósiles donde el segundo elemento no arm., que, como vimos, han que originariamente tenía un cambio, a la existencia en la e expresión de la cardinalidad de los nombres cardinales, quel momento a la oposición cual precisamente se habría de *kWld, que como testimonia el origen exclusivo de los usos La pregunta que hay que plantearse es si la morfologización de *kWid como marca de adverbios cardinales ha de retrotraerse a la lengua común —al menos a un área dialectal de la misma— o bien hay que pensar en desarrollos paralelos en las lenguas a partir de elementos comunes heredados. Y creemos que la respuesta ha de ir más bien en el segundo sentido. Nos induce a pensar en ello el hecho de que si bien parece que hay coincidencia formal entre gr. e hit. por lo que hace al elemento de unión —cr---/—aa- < *—ni— que se Vid. los ejemplos cit. en 5XVII.14.1.2. 904 ha generalizado ante el refuerzo y que, sincrónicamente, forma parte del sufijo, no es ése el caso del arm., que ha generalizado una vocal -1-. Teniendo en cuenta, además, el testimonio del uso de *kWld como partícula enfática en védico y en avéstico, creemos no estar desencaminados si interpretamos los hechos en el sentido de que hit., gr. y arm. han heredado una tendencia a la especialización de sencuencias de cardinal + *kWld como adverbios cardinales, habiéndose producido la fusión de los elementos integrantes del sintagma y la generación de un sufijo característico de adverbios cardinales ya dentro de cada lengua concreta. 14.4. Diacronía de los adverbios cardinales en indoeuropeo Los hechos que acabamos de exponer nos hacen ver que parece posible reconstruir para el lE una situación en la que no existía oposición morfológica entre adverbios cardinales y nombres cardinales. Pero es que, además, éste no es el único testimonio. A lo largo de la exposición de los distintos procedimiento empleados para la expresión de la cardinalidad adverbial en las diferentes lenguas indoeuropeas (§XVII.2-12) han quedado recogidos datos que parecen apuntar a lo mismo. Procedemos ahora a recopilarlos de una forma más sistemática. De entrada, hay que aducir el testimonio del tocario, donde, como hemos visto en 5XVII.12, se pueden utilizar las mismas formas como nombres y adverbios cardinales. De forma parecida, nos encontramos con que en el grupo britónico, concretamente en galés, como hemos visto (§XVII.2.2), se pueden usar los nombres cardinales ante los adjetivos en grado comparativo. Análogamente, en a.ingl. <§XVIr.3,4> se pueden usar los cardinales ante los comparativos swa y swylce. No parece que pueda atribuirse a la casualidad el hecho de que sean precisamente el inglés y el galés, dos lenguas cuyo desarrollo histórico se ha producido en estrecho 905 contacto, las lenguas en que se atestigua este procedimiento, sino que es muy posible que una haya influido sobre la otra en el uso de los adverbios cardinales en esta función, sin que podamos precisar en qué dirección ha sido el proceso. Pero lo que ahora nos resulta interesante es que al menos una de ellas ha de haber conservado un arcaísmo en la utilización de los nombres cardinales en función adverbial. Un testimonio muy importante para reconstruir tal estado de cosas lo constituye el latín, de ser correcta la interpretación que hemos propuesto en §XVII.4.1.3 de los adverbios en -ie Inexistencia de formas diferenciadas para la expresión de la cardinalidad adverbial, es decir, la oposición entre nombre/adverbio no es pertinente desde el punto de vista morfológico. Esta fase ha de corresponderse a grandes rasgos con la etapa pre—flexional que es posible reconstruir para el indoeuropeo. 2% Desarrollo de la flexión e inicio de la diferenciación a nivel morfológico entre nombres y adverbios cardinales. Dejando de lado el cardinal “1” que, como hemos visto, suele presentar una morfología específica, resulta interesante constatar lo siguiente: vimos en su momento que sólo los nombres numerales “2” y ~I3’! y tal vez el “4” llegaron a desarrollar flexión en la proto—lengua. No puede ser casualidad, pues, que la marca adverbial —s aparezca precisamente en los adverbios cardinales “2” y “3” de forma más general y en el “4” de forma más restringida. Se trata, pues, de un proceso de adquisición de marcas morfológicas por oposición equipolente: los cardinales en función nominal adquirieron las marcas morfológicas propias de los nombres y en función adverbial, la —S característica de los adverbios derivados de raíces 139 nominal—verbales 138 Sobre las que vid. Mendoza (1975) y Adrados (1988: 53—59). 139 Vid. Adrados <1975: 855>. Vimos en el capítulo II que el análisis último de la raíz del numeral “dos” es como compuesto de raíces pronominal-adverbiales; sin embargo, en esta época -y en consonancia con el desarrollo general de los numerales— recibió flexión nominal. 907 Para los cardinales superiores, que no llegaron a desarrollar flexión nominal en la protolengua, no se empleó tampoco la —s como marca de adverbio, sino que —cuando resultaba necesario establecer la diferencia a nivel morfológico— debían de utilizarse los procedimientos que ya hemos visto: utilización de sintagmas de numeral más sustantivo o de numeral más verbo, sintagmas preposicionales, etc. Estos procedimientos poco a poco se fueron lexicalizando para la expresión de la cardinalidad adverbial y pudieron llegar en ocasiones a desplazar a las formas *dwis y *tris para “2” y “3”. 3a) Secundariamente se pudieron producir sustituciones de los adverbios cardinales por formas flexivas adverbializadas procedentes de la flexión de otras categorías de numerales (el tipo A.3 de la clasificación que hemos establecido en §XVII.14.2), principalmente los nombres cardinales y los adjetivos multiplicativos. Así nos encontramos con gen., dat., ac. plu. y ac. sg. neutr. en función de cuantificadores adverbiales. Pero la dirección de la sustitución no era unívoca: al mismo tiempo que se producían estas sustituciones los adverbios cardinales invadían también parcialmente la esfera nominal. Veremos en el capítulo XIX dedicado a los adjetivos multiplicativos cómo en muchos casos éstos pueden interpretarse como derivados adjetivales a partir de los adverbios cardinales, lo que desde el punto de vista diacrónico puede interpretarse como que los adverbios cardinales empezaron a utilizarse en la esfera nominal para marcar cuantificación en un sentido distinto al de los nombres cardinales <“doble” por oposición a “dos”>’ 40, dotándose posteriormente de marcas característicamente adjetivales. 140 Cf. el ejemplo del griego al que aludíamos en §XVII.1: Sts natócs OL YEIYOL)TÉS. 908 En este sentido, nos gustaría llamar la atención sobre el hecho de que creemos que es así como se deben interpretar las formaciones en *—wo— que hemos encontrado en las lenguas germánicas y anatolias (luvita y licio> como adverbios cardinales y en persa como fraccionarios. Partiendo de usos adnominales de los adverbios cardinales se produjo un proceso de adjetivalización de los mismos, que atestigua directamente el persa, lengua que los ha especializado en la expresión de las fracciones. Sin embargo, el camino no se detuvo ahí y en las lenguas germánicas y anatolias hubo un movimiento de vuelta de tal modo que formas casuales de esos adjetivos se emplearon adverbialmente. La forma casual concreta resulta indeterminable en el caso del licio y del luvita ya que por la evolución fonética propia de estas lenguas se perdió la vocal final. En cambio, en el caso de las lenguas germánicas resulta posible que nos encontrcmos ante gen.—loc. duales tipo *dwls-wows, tal y como quieren Ross —— Berns (1992: 648—650). 15. LOS ADVERBIOS ORDINALES EN LAS LENGUAS INDOEUROPEAS Como hemos visto en §XVIitl, la oposición entre cardinalidad y ordinalidad afecta también a los adverbios numerales y del mismo modo que hemos visto que existen procedimientos en las lenguas indoeuropeas para expresar la cuantificación de la acción verbal, los hay también para expresar el orden que una acción determinada ocupa dentro de una secuencia de acciones. Sin embargo, y aunque desde un punto de vista estrictamente morfológico esto no deberá preocuparnos ahora, hay que tener en cuenta que desde el punto de vista semántico la ordinalidad adverbial puede responder a dos signficiados distintos para los que Loewe (1916: 140) utilizó las denominaciones de “Ordinaliterativadverb” y “Ordinaladverb”. 909 La primera se corresponde a las expresiones españolas “por primera vez”, “por segunda vez”, etc., que sólo sirven para situar un evento dentro de una secuencia de eventos semejantes, es decir, para indicar en qué punto de la repetición de la acción nos encontramos. Así, decir vieae a protestar por tercera vez implica que se van a producir varios eventos iguales (el hecho de que alguien venga a protestar) y que nos estamos refiriendo al primero de ellos. El segundo tipo correspondería al lugar”/”primero”, “en segundo lugar”, que acciones que se ordenan son diferentes. Por a protestar (y luego volvio con su hijo a supone que en un periodo de tiempo definido conversación en que se inserte la oración la acciones diferentes que realiza la persona protestar. Est di ferent alemán, lenguas español “en primer se emplean cuando las ejemplo, primero vino pegar al encargado) por el contexto de la primera de las varias en cuestión es ir a a diferencia semántica puede corresponder a expresiones es, como sucede en español, según hemos visto, o en pero no parece haberse reflejado morfológicamente en las indoeuropeas antiguas. Analizamos a continuación los diferentes lenguas indoeuropeas ordinalidad adverbial. recursos con que cuentan para la expresión de las la 15.1. Los adverbios ordinales en las lenguas celtas Se utilizan en a.irl. sintagmas integrados por la palabra fecht “vez” y el ordinal correspondiente. Así, 1 la cetaa fecht; 2 141 Vid. DRAI (s.u. fecht). 910 in dará fecht, fecht a-aill, similares se utilizan en las galés gwalth, etc.). in fecht tanaise; etc. Expresiones otras lenguas célticas (bret. guez, 15.2. Los adverbios ordinales en las lenguas germánicas 15.2.1. LOS ADVERBIOS ORDINALES EN GOTICO 142 Están atestiguados los siguientes : 1 : hvart sin “cada vez”; con at + dat, en sintagmas con cuantificador con 1 + ac. : ¡ hvárt sinal, i at pví sinni “aquella vez”. Streitberg (1906: 127). 143 Vid. Loewe (1916: 116), Noreen (1923: 309). cf. a.sueco at fyrsta siaPe (Noreen 1897—1904: 387), Loewe 116>. 144Pero <1916: sin’?, etc. prUsia 142 Vid. 911 15.2.3. LOS ADVERBIOS ORDINALES EN ANTIGUO ALTO ALEMAN Para 1 se utiliza arist (cf. éristo “primero”, sobre el que vid. §XVI.10.2>. Para 2 y 3 se utilizan sintagmas integrados por el ac. fem. del ordinal correspondiente en concordancia con Stuat: 2 andera siuat, drittiiia stuat/thrittiin stunt. No están atestiguados adverbios ordinales superiores.145 15.2.4. LOS ADVERBIOS ORDINALES EN ANTIGUO INGLES Se utilizan en a.ingl. expresiones como forman sirle, 2 5dre sirle, 3 driddaa sirle, etc. sintagmas en instr. formados por el correspondiente y sip. 146 las siguientes : 1 Se trata, pues, de adjetivo ordinal 15.2.5. LA INTERPRETACION DE LOS ADVERBIOS ORDINALES EN GERMANICO Se distinguen claramente dos tipos formativos básicos: a) sintagmas integrados correspondiente y la palabra para por “vez”; el adjetivo simplemente una forma del adjetivo correspondiente, ac. en el caso del gót. fruino y pridio sin marca casual en el de a.a.a. erist. Creemos que la hechos es la ofrecida que las construcciones raramente y el dat. sin explicación histórica más ajustada a por Loewe (1916: 116—117). Según él, preposicionales sólo se atestiguan preposición no aparece en a.sueco, los dado muy y en 145 Vid. Loewe (1916: 129>, Braune —— Eggers <1975: 237). 146 Vid. Sievers —— Brunner <1942: 270). ordinal ordinal o forma 912 a.nórd. sólo lo hace con menos frecuencia que el ac. sin preposición, la situación parece explicarse bien si se parte de que la forma original para la expresión de esta categoría en proto-nórd. debió de ser el ac. Por ot que se ha tomado de llamativa normal con que asumir ordinal idad ordinal cor ra parte —siempre según Loewe—, dado que el utilizado para formar estos sintagmas ha los adverbios cardinales, pero con d de que en vez de utilizarse el dat los cardinales’47, se ha utilizado cl que el proto—germ. utilizaba para adverbial simplemente el nom,—ac. respondiente, como todavía se ve en sustantivo de haberse la iscordancia ., que es el caso ac., parece que hay la expresión de la neutro del adjetivo gót Pos ter cardinales, refecciones influencia del dat. iormente, por influencia se añadió un sustantivo, más tardías como la de de las construcciones con de las const pero siemprc 1 a.sueco que cardinales— in rucciones con en ac., salvo —siempre por trodujo el uso ‘49 Por lo que al a.ingl. se refiere , que, como acabamos de ver en §xVII.15.2.4, utiliza formas de instrumental, Loewe señala que no existe el neutro en a.ingl., por lo que era imposible que s14, ‘47 Vid. §Xvíí.3. interpretación de los datos góticos dentro del marco trazado por Loewe resulta coherente pero nunca podemos olvidar que la utilización del nom.-ac. neutro puede no deberse sino a influencia del griego. A esto parece apuntar, además, el hecho de que en una ocasión se haya utilizado el ordinal precedido del articulo, pata frunzo, para traducir ‘ro itp~I3rou, con un uso del artículo que no parece germánico sino calco directo del griego. ‘49Expíicación similar para al a.saj.; vid. Loewe (1916: 118—120). 913 que era un masculino, ordinal. Se produjo, cardinales. se añadiera tal cual a la pues, la refección sobre forma heredada de el modelo de los 15.3. Los adverbios ordinales en las lenguas itálicas 15.3.1. LOS ADVERBIOS ORDINALES EN LATíN Se utilizan en neutros de los adj prirnum, 3 tertium, merece el caso del 2, que secundurn. Ocasiona lat. como adverbios ordinales los etivos ordinales correspondientes. 4 quartum, 5 quiaturn, etc. Mención para cuya expresión es más frecuente Imente también puede emplearse el ac. sg. Así, 1 aparte 1 terum dat. 15.3.2. LOS ADVERBIOS ORDINALES EN tIMBRO Están atestiguados 3.15, 7A52); 2 duti (Ig. los siguientes: 1 prurnurn, prornora (Ig. 61363); 3 terti, tertirn (Ig. 2A28, 6B64>. En el caso del 1 se trata claramente de la forma de nom.—ac. neutro del ordinal correspondiente. Mayor complicación presentan las formas de 2 y 3, aunque está igualmente claro que se trata de ac., por lo que duti ha de proceder de *dutirn, de la misma manera que terti procede de tertirn. Ahora bien, se ha planteado la duda en cuanto a la interpretación de estas formas, *dutirn y tertirn, pues ha habido quien ha supuesto que se trata de nc. de numerales abstractos en —ti. Sin embargo, dado que una evolución fonética *dutlom>*dutlm y *tertiorn>tertirn es admisible, parece 350 preferible decantarse por esta segunda interpretación. Vid. Buck (1904: 136—137>, Colemann <1992). 914 15.4. Los adverbios ordinales en las lenguas bálticas y eslavas En las lenguas bálticas se utilizan el adjetivo ordinal correspondiente y la tenemos, por ejemplo, en lit. 1 pIrrn~ tre6ia kart a, etc. sintagmas integrados por palabra para “vez”. Así karta, 2 anura karta, 3 152 Por lo que a las lenguas eslavas se refiere, en a.esl. hay dos procedimientos de formación de los adverbios ordinales: U) Formaciones en —iCejq a partir correspondiente: vútoricejo “por primera vez” tercera vez”. Se trata de la adverbialización de un derivado en ~-ica. Pero la formación no es cardinales, pues también puede encontrarse multiplicativos: sedmonicejp “siete veces, sedmikraticejo “siete veces”, sedmogubicejg “al 2% Formaciones en —Id: tretiicl. derivado en -¡ca. En ruso eslavonio la (dvoici/dvoi¿i, troi¿i/troi¿i, es decir, finales —Id e —137! del adverbio en —I —Idi—. De lenguas ambos tipos de formación eslavas.1S3 del cardinal tretlcejo “por instrumentales de exclusiva de los con colectivos y al septuplo”, séptuplo”. Se trata del loc.—dat. del formación es en una contaminación de los sacado de —ide»? o de quedan restos también en otras 151Vid. Piesarskas —— Kaisiúk4tylé (1992: 152Vid. Vaillant (1958: 717—718). Svecevic¡us <1991: s.u. kartas), Karsavina —— s.u. kartas). 153sobre los que vid. Vaillant (1958: 718). 915 ~ — 15.5. Los adverbios ordinales en albanés Se usan en precedido del principio”, sé vez”, sé troti alb. el loc. del adjetivo ordinal correspondiente artículo sé. Así, sé pan “en primer lugar, al dyti “en segundo lugar, a continuación, por segunda “en tercer lugar, por tercera vez”, etc. Estos preposición sintagmas pueden ir pdn “por : pdn sé pan, precedidos pdn sé dyti, también etc. 15.6. Los adverbios ordinales en ~~iegg Se utilizan como adverbios ordinales en gr. las formas de 155 nom.—ac. sg. neutro de los adjetivos ordinales correspondientes 1 np¿TEpoP/npWuoP, 2 SclSTEpov, 3 tpCto~’, 4 nitapro~, etc. En el caso del 1 también puede utilizarse la forma de neutro plu. npirrcx. 15.7. Los adverbios ordinales en armenio Los arm. son tipos de formaciones con valor 156 los siguientes de adverbio ordinal en a) sintagma integrado por preposición loc. de nolag “modo, vez”. i “en” + adj. ordinal b) adjetivo ordinal + angan~ “una vez, de una vez” Resuli (1985: 236>. ‘55Vid. Lidell——Scott——Jones . Vid. Jensen <1959: 75—76). ‘57Vid. §XVII.9 para la utilización de esa misma palabra en la expresión de la cardinalidad adverbial. de la + 916 c) eventualmente, algunos de los adverbios cardinales. 15.8. Los adverbios ordinales en las lenguas iranias antiguas En avést.’56 correspondiente, se utilizan formas casuales del adjetivo bien el dat. sg. masc.—neutr. (así, ordinal 2 bltyDi, 3 6r1 ty~i, 4 tbiry~i), o más frecuentemente el ac. sg. neutro: 1 paoirim; 2 duvitlyam, bitlm; 3 •ritiyam, Oritim; 4 túirim; 5 puxbem; 6 x4t Dm; En cuanto al 159a. pers. se utilizan sintagmas integrados la preposición pati y el ac. sg. neutro del adjetivo correspondiente. Las únicas formas atestiguadas son: 2 patiy duvltiyarn y 3 patiy ~itiyam. 15.9. Los adverbios ordinales en antiguo indio Para la expresión de esta categoría en a.i. el ac. sg. el Rig-Veda de numerales se utiliza neutro del adjetivo ordinal correspondiente. sólo están atestiguadas las siguientes En 160 formas pr a t h amam, dvi tiyarn, 15.10. Los adverbios ordinales en tocario Para 1 se utiliza inalto162 para 2 wtas y, más frecuentemente, Bartholomae <1904: ss.uu.). Meillet —— Benveniste <1931: 184). Grassman (1872: ss.uu.) y Wackernagel (1930: 427>. Sieg —— Siegling §xVI .17.2 —— Sehulze (1931: 202—203>. a propósito de maltowinu etc. por ordinal trtlyarn. 161 158 Vid. Vid. 160 Vid. 161 Vid. 162 Vid. 917 wt~ y wt~k es seguir una interpretación de Neu (StBoT 18, 1974, 98, n. 210>, según la cual en asma tendríamos la preposición *0 as— como gen. temático en uso adverbial.’ 65 ‘63Vid. Eichner (1992: 43—44>. ‘64Sobre el que vid. §1.1.7.1 y 5XVII.13.1.1. ‘65Vid. Kronasser (1965: 166) y Eichner <1992: 38—39 y 52—53) para 918 Con todo, hemos de hacer la salvedad de que la interpretación de asma como adverbio ordinal 166 no es completamente segura. Puhvel (1978: 105—106, 1984—: s.u. asma> ha dado argumentos muy sólidos para interpretar que en todos los casos asma significa algo así como “he aquí, velo ahí”. Como adverbios siguientes167: 2: tan, 3—aa; 4: 4—la [dudoso] ordinales dan, 2—aa; 5: 5—aa, superiores se documentan los 3 teriyan, terliz, 3—aa, 3—aa—aa, 5—iP [dudoso]; 7: 7-aa. Aunque en el caso de 7 se podría pensar que misma forma que el nombre cardinal habida cuenta escrita de la misma manera, 7—aa, sin embargo, e donde la igualdad con el cardinal está totalmente para despejar cualquier duda al respecto y coincidencia es puramente accidental y que la recubrir dos formas fonéticamente diferentes. la sg. del se trata de la de que aparece 1 caso de 5-aa, excluida, sirve mostrar que la escritura debe Así pues, estas formas en —al? (las en —aa—na/—fla no son sino misma más la partícula —a) 168 deben de ser formas de acusativo neutro de los adjetivos ordinales correspondientes. En el caso 2, forma que conocemos escrita por completo de forma fonética, otros ejemplos de usos adverbiales lii t 166Vid. todos los contextos y la Kammenhuber (1975-: s.u.>. 167Vid. Eichner (1992). 1~8Por lo que a las en —la se refiere, que, como señala Eichner (1992: 68) debida a síncopa a partir de terlan. de los gen. de los numerales en bibliografía en Friedrich —— la única segura es puede interpretarse tena, como 919 tan/dan, como bien ha visto Eichner (1992:56), debe de tratarse de un originario *doyoín. 15.12. Clasificación de las formaciones de adverbios ordinales en las lenguas indoeuropeas Recapitulando y sistematizando lo visto en los apartados anteriores, la expresión de la ordinalidad adverbial se realiza en las lenguas indoeuropeas por medio de dos procedimientos fundamentales: 1) utilización de casos 169 correspondiente 1.1) nom,—ac. neutro sg.: del gót. avést. adjetivo lat. 170 a.>. ordinal umbro, gr., ., hit. 1.2) dat. sg.: lat., avést. 2> utilización de sintagmas integrados por el adjetivo ordinal correspondiente y una palabra para vez: lenguas celtas, lenguas germánicas, lenguas bálticas, arm. 15.13. Diacronia de los adverbios ordinales en indoeuropeo La interpretación tradicional que adverbios ordinales ha sido reconstrui utilización del nom.-ac. neutro en característico de la protolengua según el se ha hecho de r el procedimiento dicho uso como testimonio del gr., 169 En el caso de las lenguas eslavas el procedimiento es pero no se ha tomado como base el ordinal, sino derivados a partir de diversas categorías numerales; vid. §XVII.15.4. ‘70Precedido de preposición en a.pers.; vid. §XVII.15.8. los de el el similar en —ica 920 lat., el timbro y el grupo indo—iranio, además del gót.’ 7’ Efectivamente, dicho uso debía ser posible en las fases recientes de la protolengua, pero quizá no fuera el único, sino que el procedimiento de utilización de sintagmas quizá hubiera empezado ya a desarrollarse. En este sentido resulta interesante llevar a cabo una constatación de que los estudios llevados a cabo hasta este momento sobre los numerales indoeuropeos no parece haber tomado conciencia. Si comparamos la distribución dialectal de los nom.—ac. neutros en función de adverbio ordinal con la de los adverbios en ~~¶72 observaremos que son llamativamente coincidentes. No puede decirse lo mismo, en cambio, de la extensión de los sintagmas con segundo miembro derivado de la raíz *kwer por contestar a las preguntas “cuánto(s) de cada vez” o “cuántas veces cada vez” (sic, traducimos así “wie oft jedesmal”), es decir, indicarían que un todo aparece divido en partes iguales que se repiten un cierto número de veces. Así pues, en la semántica de los distributivos siembre habría un componente de iteración, según la interpretación EN 927 de Brugmann. En cambio para los “colectivos” Brugmann no ofrece una definición precisa, pero los glosa en alemán como “Sammelzahlwórter”. Es decir, se trataría de numerales cuya semántica incide sobre el carácter de conjunto, de todo uniforme que constituyen las partes que lo integran. Según la clasificación de Brugmann (1907: 36—55), los usos de estos colectivos serían: 1) La designación de la común apartenencia (“Zusammengehórigkeit, Zusammenfassung”), de la agrupación <“Grupierung”) de lo que se cuenta. En ese sentido, trial anal en una expresión como post Ulpos annos estaría más cerca del concepto de trienaium que del de tres anni. Un caso particular lo constituiría el uso con un singular en vez de que con un plural, siendo entonces su significado “doble”, “triple”, etc., es decir, “que consta de dos partes”, “que consta de tres partes”, etc. 2) su vez, extraña pluralia El colectivo puede referirse a partes individuales que, a constan de más de un individuo. En ese sentido no que los “colectivos” se utilicen como cardinales de los t ant um. 3) Si las partes que integran el todo “colectivos” se usan adjetivalmente con el tipos”, “de tres tipos”, etc. no son homogéneas, significado de “de los dos 4) Los colectivos se usan secundariamente como distributivos, lo que constituye un desarrollo reciente en la evolución de las lenguas indoeuropeas. Como hemos señalado antes, en las lenguas indoeuropeas no detallado desde Brugmann y, así, la cuestión de los distributivos ha sido objeto de ningún estudio sus opiniones se vienen aceptando 928 generalmente como communis opinio y son transmitidas de forma acrítica. Dos manuales tan recientes como los de Beekes (1995) y Sihíer (1995) siguen reconstruyendo numerales “colectivos” para el indoeuropeo y el último, incluso, hace una defensa militante de las tesis de Brugmann. Pocas concepción 420), que, explícita, referirse clasificado de interpre formac expí 1 c col ect seña la formac aunque pu e s to han sido las voces discrepantes frente a esta Debemos señalar, en primer lugar, a Wackernagel <1930: aunque no realiza una crítica de Brugmann de una forma no utiliza en su exposión el término “colectivo” para a formas del antiguo indio que Brugmann había como tales y, además, apunta en la dirección correcta tación al afirmar que el significado primario de estas iones es “durch die und die Zahí charakterísiert<’. Algo más ito es Adrados (1975: 884), quien tampoco utiliza el término ivos, y al hablar de los distributivos y multiplicativos que no se trata sino de especializaciones secundarias de iones adjetivales, idea que, como veremos, es correcta, necesita de muchas matizaciones y de mayor desarrollo, que Adrados sólo le dedica un par de líneas. El estudio de los distributivos de las lenguas indoeuropeas ha de abordarse dcsde planteamientos lingilísticos nuevos y, como veremos en seguida, la distinción establecida por Brugmann entre “colectivos” y “distributivos” carece de soporte teórico y empírico. Pero antes de explicitar las bases sobre las que debe asentarse la aproximación a los distributivos en las lenguas indoeuropeas hay que hacer algunas precisiones en torno al concepto de “colectivo”, puesto que éste no ha sido utilizado de forma unívoca en los estudios de lingilística indoeuropea. 929 2. EL CONCEPTO DE INDOEUROPEA “NUMERAL COLECTIVO” EN LA LINGUISTICA Acabamos de ver cómo el concepto de “colectivo” se ha aplicado tradicionalmente’ en lingilística indoeuropea a un grupo de adjetivos caracterizado semánticamente por expresar el número de partes que integran un todo. El propio Brugmann (1907: 6), a pesar de utilizarlo, expresó sus reservas a propósito del mismo: “Er [der Name Kollektiva] trifft das Wesen der Sache vielleicht nicht ganz genau, ist aber jedenfalis annáhernd richtig” (Tal vez el nombre “colectivos” no capta la esencia de la cosa con toda precisión, pero en cualquier caso es aproximativamente correcto.). Las dudas de Brugmann son, pues, de índole semántica. El problema que con la denominación plantea es que también se ha utilizado para del tipo de gr. ¿excás “decena”, a.i. da dellirntis “diez” o a.irl, n¿nbur “gru noindtS, Su¿g, ipu¿s ... Óexás, etc. — alb. ghjashté “6”, s/Uaté “7”, teté “8”, clás. pañcát— ti— “decena”; nándé “9”, dheté ‘‘10 ‘‘ umbro puntes; a.nórd. firn(m)t, sótÉ, síaund, itt, aluad, tlund, tylft A Wackernagel (1930: 417—418) diferencia los “abstractos” porque forman con los sufijos empleados habitualmente para la derivaci de sustantivos abstractos también fuera de los numerales; cambio considera que los “colectivos” son formaciones antiguas se refieren a grupos que constituyen una unidad. se ón en que Salvo que se siga la para quien se trata colectivos en interpretación no parece aceptable.fi Nos ocupamos de 7vid. Szemerényi interpretación de de neutros en pero —como ve Hamp (1982b: 177—179), —yo— sobre originarios remos en §XIX.2.1.2— la las formas del irlandés en §XIX.2.1.2. <1960: 165). < tylpt ) ; 931 — a.esí. peti “5”, .4esti “6”, deveti “9”, dese ti “10”. La evidencia puede parecer importante embargo, en realidad lo que tenemos son distinta índole. Comenzando por el albanés y numerales citados son lisa y llanamente los su momento <§VI.1.4 y §V.1.4) que las forma deben sino a innovaciones de los sistemas de lenguas debidos al juego de analogías y rein oposición entre ordinal y cardinal, por lo remontados al indoeuropeo. Por lo que a las formas (1960: 106—107), ha hecho un explicando cómo en realidad índole: tlund, cuyo significad realidad sino el femenino del “plaga caeli, cuarto” y su den fim plantea el problema de que su 9 significado no es completamente seguro. Se asume normalmente que su significado es “grupos de cinco”, pero los contextos en que aparece en las tablas iguvinas no permiten dilucidar la cuestión completamente. Szemerényi (1960: 106> ha sugerido que no tenemos •10 sino un adverbio cardinal como osco pomtis , pero tampoco esa interpretación parece imponerse. Por lo que a las formas indias en —ti se refiere, el problema para considerarlas heredadas lo contituye el hecho de que empiezan a aparecer únicamente en el periodo clásico. Queda, pues, únicamente considerar las formas griegas e indias en —t—, que para Szemerényi no constituyen ningún problema, puesto que, como vimos en el capítulo X él reconstruye el numeral “10” en indoeuropeo como *dekrnt, con lo que aquí no tendríamos sino un resto de la forma original, con evolución *—t>—d en griego. Sin embargo, ya vimos en §X.2.2 que la reconstrucción más probable del numeral “10” en indoeuropeo es *dekm, por lo que estas formas necesitan de explicación. Además, creemos que las formas griegas en —as, —¿8os pueden proporcionarnos el marco explicativo adecuado para entender las formaciones en —ti que no excluimos que estén documentadas en algunos de los casos expuestos. Como en un libro posterior a sus estudios sobre los numerales observó el propio Szemerényi (1962: 118—121), las formas griegas 9Vid. la bibliografía en Szemerényi (1960: 105—106>; vid. tb. Coleman (1992: 425—426). ‘0Sobre esta forma vid. §XVII.4.2. 933 en -«is fueron acuñadas en su mayor parte en los siglos V y IV a.C. y su surgimiento ha de ponerse en relación con el auge del pensamiento filosófico (p. ej., las primeras apariciones de bvás y Tptás se dan en Platón y Teofrasto), así como con las necesidades económicas y militares que obligan al desarrollo de un vocabulario específico para designar, por ejemplo, conjuntos de cien o mil (XLXL¿S Aeschyl.Pers.341). En contra de Szemerényi (1962: 118—144), no creemos que deban separarse de las anteriores formaciones como TETpÓS, LLL’aS, ELX«S y izQuaxts por el hecho de que se utilicen preferentemente para referirse a las fechas del calendario. Así, basándose en que dichas formaciones aparecen en usos como el siguiente: lIÓJIITIL TETpaS, 19Cm, gem¿x TalTflI) 6cum¿pa (Aristoph.Nub.1131), donde, como se ve, alternan con el ordinal femenino, Szemerényi argumenta que dichas formaciones son refecciones a partir de *TvTpata, *EL>ftxTa, etc. Sin embarbo, la alternancia entre diferentes clases cte numerales para la expresión de la fecha no es nada raro; piénsese, por ejemplo, en francés le premier jarivier frente a deux janvier, sin que de ello pueda extraerse un argumento para derivar deux a partir de *de¡ixiéi>-ie. En realidad, la utilización de formas en —as para la expresión de ciertas fechas puede no deberse sino a que en algún momento han tenido un papel cultural importante porque ha marcado el final de un periodo. De hecho, el propio Szemerényi (1962: 123) llama la atención sobre la división del mes en tres grupos de diez días, lo que ya de por si justificaría la aparición de LUXaS y ipuaxas. En cualquier caso, por lo que a éste sufijo —¿5.. —¿SOs se refiere, no creemos que sea transformación de una —t que originariamente pertenecía a la raíz del numeral como pensaban Chantraine (1933: 358) y Szemerényi. No creeemos que el sufijo de abstracto que aparece aquí sea esencialmente distinto al que se encuentra en otras formaciones griegas de abstractos en -as, 934 11 bien con entre ellas bastantes términos técnicos, lo que cuadra los hechos que acabamos de señalar. Volviendo, pues, a otras lenguas como el umbro, donde tal vez haya atestiguados sustantivos derivados en —ti a partir de los numerales, las precisiones que hay que hacer son las siguientes: No se trata de numerales en tanto que no constituyen una serie. 2% El sufijo —ti que presentan no es del que puedan presentar otros abstractos bases o raíces no numerales. esencialmente distinto derivados a partir de Así pues, la razón de su existencia es la misma que la del resto de formaciones abstractas. Por hacer el parangón con el propio español, de negro se puede derivar negrura y de blanco, blancura, pero de marron no se puede derivar un abstracto; del mismo modo, de diez, decena y de doce, docena, pero trece, catorce, etc. no se puede derivar un abstracto. Con los numerales las formaciones de abstractos suelen limitarse a grupos de frecuente aparición. 3. NUEVOS PLANTEAMIENTOS PARA EL ESTUDIO DE LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS El estudio indoeuropeas ha permitan una mej ello el trabajo planteamientos de los numerales distributivos en las lenguas de hacerse desde nuevas bases lingilísticas, que or comprensión de los fenómenos que plantean. Para fundamental es el de Gil (1982), quien desde sintáctico—semánticos, analizó los numerales 11sobre las que vid. Chantraine <1933: 348—358). 935 distributivos en lenguas de interesantes generalizaciones útiles a la hora de abordar la indoeuropeos. Será ahora nos permitan un distribut ividad como la estab colectivos diferentes familias y llegó a que, como veremos, nos serán muy interpretación de los distributivos necesario introducir algunos conceptos básicos que mejor análisis y comprensión de los fenómenos de para poder desterrar así innecesarias dicotomías tecida por Brugmann entre “distributivos” y La primera diferenciación que establece Gil (1982: 13—18) es de carácter morfosintáctico entre numerales distributivos adnominales y numerales distributivos adverbiales. Los primeros se definen por aparecer como modificadores de un núcleo nominal y como ejemplo dentro de las lenguas indoeuropeas podemos citar los distributivos latinos tipo blal, que siempre han de acompañar a un nombre. Este tipo de numerales no es excesivamente frecuente. En cambio todas las lenguas poseen numerales distributivos adverbiales del tipo gr. YUT& TpELS. En los capítulos siguientes Gil aborda el estudio de los numerales distributivos desde unos planteamientos gcneralcs —que consideramos correctos— que parten de que los dos aspectos básicos de los numerales distributivos son, lógicamente, que son numerales y que expresan distribución. Dado que son numerales han de presentar todos los rasgos que caracterizan a esta clase. No CreCffiOS necesario volver sobre la caracterización general de los numerales, pero recordemos que el concepto fundamental sigue siendo el de que son definibles por su pertenencia a una serie dentro de la cual adquieren su significado preciso por su posición relativa. 936 lugar, se t que abordar rata de distributivos, por antes de llevar a cabo su la comprensión de hecho en las acierto sobre el h no es tan simpí interpretación de three suiteases” 12 lógicas del concepto lenguas. echo de q e como oraciones se prestan de distributividad Gi ue se t 1 <1982: 55—60) ha la naturaleza de la pueda pensar y, an sencillas como al menos a cuatro y cómo ésta opera insistido con di str ibut ividad de hecho, la Two men carried interpretaciones a) interpretación asimétrica ¡ven): los dos hombres llevaron tres o •0a (con mayor alcance maletas cada uno. ci u b) interpre suitcasesj: cada e tación asimétrica jlas tres maletas].] Hay que tener en cuenta que intersintagmática puede producirse sintagma verbal. Así, una oración dos veces” admite, al menos, esquematizamos a continuación: tilLo un entre como dos tipo de distributividad un sintagma nominal y el “Los dos chicos cantaron interpretaciones, que CN dos chicoslLcantaron[.dosvecesjl.] 2 .‘eces 1 ACCION DE CANTAR 2 canciones [Los dos chicosjj[cantaronfdos veces].] a’u e 4’u ~c,S a ACCION DE CANTAR 4 canciones En la colectiva y primera de ellas el en la segunda de forma sujeto se individual. ent iende de forma Por lo que se refiere a la distributividad intrasintagmát ica, 939 puede ejemplificarse del siguiente modo: Cincuenta {abogados] y[médicosjj ¡jA(boqado) +A+A.A - - 4-H<édioo) .N-*M.)4 - - .1 Cincuentafabogados y médico~. [A(bogádo)M Cédíco ) +AM+AM+At~1. . .1 Veremos posteriormente que estas distinciones son muy interesantes a la hora de analizar las construcciones de algunas lenguas concretas. Pero, por lo pronto, vamos a ver cómo aplicando estos conceptos podemos ver que la distinción establecida por Brugmann (1907) entre “distributivos” y “colectivos” carece de base. Brugmann <1907: 5) criticaba al Thesaurus Linguae Latinae porque s.u. bini recogía ejemplos como boues bini y explicaba en ellos prefería colectivo, sucede es distributi un caso de que los constituyen bini aparecía con entenderlos como que, según él, e que en casos vidad intrasintag distribut ividad. numerales distr su fuerza distributiva casos en que se man ra el originario. En como éste tenemos mática que l3rugmann Por otra parte hay ibutivos marcan cada grupo, pero no cuántos grupos que disminuida. El tenía el valor realidad lo que un ejemplo de no reconocía como que tener en cuenta cuántos el ementos hay. El problema se tea cuando el ribución. grupo es uno solo, pues aparentemente no hay Análogo es el tratamiento por parte de Brugmann (1907: 54-55) de la frase gótica nih pan tweihnos paidos haban, que traduce ¡njiz~ aua 8óo XVUWL>aS EXEL’) (Luc.9.3), cuyo sentido seria ni tener los quitones a pares”, es decir, otro caso de distributividad intras intagmát ica. plan dist 940 Por otra parte, las interpretaciones que acabamos de proponer de los ejemplos aducidos por Brugmann no han de extrañar habida cuenta de que el universal 16 de Gil (1982: 341) predice precisamente que en todas las lenguas en que se encuentran numerales distributivos existen ejemplos en los que el numeral se distribuye sobre el núcleo del sintagma al que pertenece, mientras que no todos los otros tipos se atestiguan necesariamente.16 4. LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN LAS LENGUAS CELTAS Se utilizan en a.irl. sintagmas integrados por cach “cada” y el numeral correspondiente. Así, p. ej., cach o;n “cada uno”, csch da “cada dos”, cach coicer “cada cinco hombres”, etc. procedimientos similares británico. 17 Así, por ejemplo, integrados por bob “cada” mas dri, etc. se documentan sc encuentran en el cardinal: bob en cl grupo 18 galés sintagmas un, bcb deu, bob 5. LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN LAS LENGUAS GERMANICAS 5.1. Los numerales (iistributivos en gótico Se utilizan dos procedimientos para la expresión ‘5 Universal 16: constructions in (Gil 1982: 341). 16Vid. 521). ‘7Vld. 18V1 d. ‘‘Fo r wh i ch any distributive numeral, there it distributes ayer its classifier Thurneysen <1946: 310), ORIA s.u. cxi st head.” cach 1 (e), Greene (1992: Greene (1992: 543). Morris—Jones (1913: 260). de la 941 19 distributividad numeral en gót. a> combinación ejemplo: dugana las dos” (Marc. 6.9); cincuenta” (Luc. 9.14). con los pronombres h,anzuh insaadjsn twaas h¡anzuh “los ana h¡arjaaoh fimf tiguns o tnarjizub, por envió de dos en por grupos de b) sintagmas integrados por la preposición bí + ac. del cardinal correspondiente: tú twaas aippau maist ~rins “dos a la vezo, como mucho, tres” (iCor. 14.27). c) para el numeral “dos” también se puede utilizar twehnai: tweihaos paidos habar “tienen túnicas por pares” [traduciendo &vtx Sóo] (Luc. 3.9). Sin embargo, la otra vez que se atestigua esta palabra en el texto de la biblia gótica el valor no parece distributivo: mip tweihnaim makorn [k.’& Áoot’ r&’ bpU.n.’i (Marc. 7.31). Tenemos aquí un caso de evolución similar20 al del a.ingl., donde a partir de sintagmas como be ÑxIn tweonum (Cxed.Ex.442,562) se desarrolló la forma betweonutn>betweer. De forma análoga, aunque con un sufijo en *—ko— en vez de en *—no—, zwischen a partir de a.a.a. zwiski.21 5.2. Los numerales distributivos en antiguo nórdico 22 Tradicionalmente se interpretaba que 1 preaner y ferrer tenían valor distributivo en tras el esclarecedor estudio de Sievers (1907 os pIura a. nórd. se vio les tueiiii&r, Sin embargo, que esto no ~~Vid. Streitberg (1906: 126—7>, Krause (1968: 190—191>. 20Vid. Brugmann (1907: 35). Sobre el que vid. §xIx.3.3. 22Vid., p. ej., Noreen (1892). 21 942 que las formas de plural presentan únicamente los las formas de 23 era asi y siguientes valores: — multiplicativo (que es el propio de 24 singular ); — cardinal de los pluralia tantum o de sustantivos que, aun contando con un singular, son mayoritariamente empleados en 26 plural — cardinal de sintagmas integrados por numeral + sust. plu., como tueane III rnaaade “dos veces tres meses”, o bien de sustantivos numerales, como ~rennar aÑadir meyja “tres grupos de nueve chicas” (Sievers 1907: 74); — muy esporádicamente, mero cardinal (Sievers 1907: 76). 5.3. Los numerales distributivos en antiguo alto alemán26 La serie es: einluzze “1”, zwiske “2”, driske “3”, feoriske 7 “4”. Dicha serie se utiliza en singular con valor multiplicativo’ Tiene valor distributivo cuando se utilizan las formas de plural, si bien hay que decir que no son de rendimiento demasiado alto. A partir de Notker 28 se documentan también como procedimiento Aceptado por Noreen (1923: 308). 24Vid. §XIX.3.2. 25 En de”, bera está dom i 26Braune —— Eggers <1987: 236>. ese segundo supuesto el significado es más bien “dos tipos “dos clases de”, etc., como en J,eim monizuaz fernum er lofat st klyfiar drottinsdag “a estos cuatro grupos de personas les permitido llevar el klytiar [un tipo especial de vestido] el ngo” (Sievers 1907: 73). 27 Sobre el que vid. §XIX,3.3. 281/id. Brugmann <1910:10) y Braune —— Eggers (1987: 236). 23 943 de expresión de la distribución la repetición del cardinal con la conjunción riad y generalmente reforzada por lo. P. ej.: lo síbea seitea óade síbene (Piper 1 893.9). 5.4. Los numerales distributivos en antiguo inglés29 Existen formaciones especiales para “uno” y “dos” 30 respectivamente , anliepig y gel wlnne. Alternativamente para “dos” y necesariamente numerales superiores se utiliza como procedimiento la del numeral: twain and twDm, prim and prim, etc. que son, para repe 1 los ición 6. LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN LAS LENGUAS ITALICAS 6.1. Los numerales distributivos en latín 6.1.1. SINGUL? Y LA SERIE DE NUMERALES EN -NI El latín conoce una serie de numerales distributivos —empleados también como cardinales de los pluralia tar,tum— que es la siguiente: singuui, bia?, ternl/triai, quaterrri/quadrini, 31 quíni, séni, septéni, acIón!, norión!, dén!, etc. 29 Vid. Sievers —— Brunner <1942: 269), Campbell (1959: 287). 30No recogemos las variantes fonéticas y dialectales; éstas pueden verse en Ross —— Berns (1992: 561 y 646). 31 Somos conscientes sobre el hecho de distributivos, pero más frecuente en que de la los se la observación realizada por Mariner (1979) existencia de formas de singular de los enumeramos en plural por ser ésta la forma documentan. 944 6.1.1.1. Singuul Singuil presenta una 32 de numerales , para la 33 explicación La primera compuesto de la “engendrar, nacer de la segunda nas de una vocal de contaría, además, que hemos aludido formación peculiar dentro dc esta serie que ha habido varias propuestas de de ellas34 parte de *sfli—gno-, es decir, un raíz *senz en grado cero y la raíz *gR 3fl- “, que evolucionaría a sipgulo— por disimilación al en la líquida —1— (y el posterior desarrollo apoyo por parte de la misma). Esta etimología con el apoyo semántico de bignae “gemelos”, a en la primera nota de este apartado. 32Festo 20,30 afirma que antiguamente se utilizaba en ÑU. bignac con el significado de “gemelos” . La palabra puede presentar la misma formación que el numeral, pero semánticamente no puede ser considerado como tal. Con todo, el dato es interesante para intentar establecer la etimología de singuu!, así como para la interpretación de ciertos sufijos empleados en las lenguas indoeuropeas en la formación de numerales; vid. §XIx.13 y §XIX.14.4. Ernout—Meillet (DELL: s.u. géno), aceptan la interpretación de bignae como un compuesto con la raíz *gI1 3p— corno segundo elemento, aunque para la evolución de singulus encuentran dificultades fonéticas según veremos un poco más adelante. 33Vid. Colemann (1992: 419) para una aproximación general a las mismas, si bien en su exposición no quedan recogidas sistemáticamente todas las propuestas realizadas. 34 Aceptada, entre otros, por Leumann explica también así gót. aínakls. —— Hoffmann(1977: 494), que 945 35 La segunda de ellas parte también de sm-gao—, pero considera que ha habido, además, la adición del sufijo —lo— como en partiolus, pr?Trnulus, taniulus, pauculus, ullus o nullus. Ernout —— Meillet (DELL: s.u.) rechazan esta explicación de singulus porque, según ellos, el paso de *singrulus a singulus sería contrario a las leyes de la disimilación en latín, a lo que se podría objetar que el propio concepto de ley para casos de disimilación esporádica es discutible. Junto a estas explicaciones tradicionales Leh¡nann <1986: s.u. ainakls>, aceptando la relación tradicionalmente establecida entre los finales de singulus y gót. ainakls, prefiere ver la adición de dos sufijos, *—go— y *—lo—, respectivamente. Y Colemann (1992: 440) ofrece como propuesta alternativa una formación *snz~gWolo~, donde el segundo elemento sería el de la raíz de gr. ~cbini Z35 Vid., p. ej., Brugmann (1907: 20). 36Vid. ~XIX.13. y §XIX.14.4. 37 Pero vid, la discusión mfra. 946 En el caso del 3, para el que, como reflejamos en la enumeración con la que abríamos el apartado, existen dos formas alternativas (siendo triZar con mucho la menos frecuente), se discute cuál de las dos representa la evolución fonética de *trisno—. Sí fuera tUn! habría que pensar que teriz! se ha formado por analogía bis: blp!:: ter: ternl. En el caso de que la evolución fonética regular fuera terLiZ habría que explicar el final de trEta! como analógico de hin!.38 Por otra parte, hay que señalar que existe una diferencia funcional entre teriii y trial, de la que ya se ocuparon los gramáticos latinos. Así, Prisciano (3.413 Keil) glosa terpí por aL’a IPLUS y trini por TPLXL?S, TpLUOoL. Sin embargo, la diferencia no es tan radical como quiere Brugmann (1907: 32), ya que, si bien es cierto que terni sólo tiene usos distributivos39, en cambio trial documenta usos tanto distributivos como cardinales con los pluralia tantuin. Volveremos sobre este problema más adelante al abordar la interpretación general del sufijo latino, puesto que Brugmann quiso ver en esta diferencia de usos una huella de dos formaciones distintas. Por lo que al 4 se refiere, hemos visto que hay también dos formas, quadrin! y quatera!, aunque en este caso la diferencia funcional que puede sefialarse para el 3 no se da. En cuanto a 40 quadrin! hay acuerdo general en considerarlo una formación reciente sobre la base dc la segmentación de Dial y trini en forma composicional del numeral como primer elemento y sufijo —ni, 38Sihler (1995: 435) admite para trin! bien una procedencia fonética directa de *trísno—, bien una imitación de Din!, mientras que considera que terpEl está formado, efectivamente, sobre ter. OLD, s.u. 40 Leumann —— Hoffmann (1977: 272 y 494), Colemann (1992: 420), Sihíer (1995: 435), etc. 947 lo que ha llevado a utilizar también la forma composicional de 4, qu adr -. En cambio, las cosas no parecen tan claras en el caso de 41qual orn! , puesto que la formación puede entenderse tanto como una evolución fonética de *kWetwrsno~ > quatern?T como partiendo de la variante *kWetursfo~ y admitiendo la influencia de quater en el resultado final o bien, como prefieren hacer Ernout —— Meillet (DELL: s.u.), Leumana —— Hoffmann <1977: 494) y Sihíer <1995: 435), entre otros, entendiéndolo directamente como una formación reciente con sufijo —ni sobre quator por analogía con ter: ternE Dejando de lado el caso de quatern! por plantear mayores problemas de evolución, tanto en el caso de *dwisno- como en el de *trisno- la discusión se ha centrado sobre si la segmentación morfológica que debía realizarse era *dwls-no—/*tris—no— o bien *dwi-sno-/*tri—sno-, lo que equivale a decir, formación sobre el adverbio cardinal correspondiente en el primer caso y sobre la raíz en el segundo. Colemann (1992: 410> se ha basado en el análisis de los numerales superiores para defender que el sufijo ha de ser *—sno—. Para ello parte de la base de constatar que en el caso de quin], 5éJli y octóa! nos encontramos con la misma ambigiledad de análisis, puesto que, en principio, no habría inconveniente para que procedieran tanto de -sf0— como de -no—. Sin embargo, la posibilidad de —rio- para septón! y norióní no puede plantearse más que a costa de montar un complicado aparato de refecciones, mientras que pueden derivar directamente del adjetivo cardinal correspondiente más —srio—, lo que, efectivamente, parece 41 Vid. Colemann (1992: 494) para una exposición de las diferentes posibilidades. 948 preferible. proceder de 43 directo. 42 En la *de c ó ni misma línea parece apuntar dén!, que debe por haplología, pero aquí el testimonio no Con todo, Colemann (1992: 420> deja abierta la posibilidad de que —Sf0— en realidad no sea sino la reinterpretación de —1>0— en las secuencias *dwisno— y *trisno—, posibilidad que a nostros nos parece la más acertada habida cuenta de la rareza de un sufijo ¡E *-sno-, como ya señaló Brugmann <1907: 29>. Creemos que se puede encontrar un apoyo para también desde el punto de vista semántico, para interesante tener en cuenta el hecho de que los usan sistemáticamente en latín como cardinales 42Sihler *seksno-, donde a su !!7t~ y UgH (1995: 435) parte de que que habría sido model vez *deksno->dén!, que Plantea que, alternat *septensno->septén!, sobre el mod “8” y “9”; sin embargo, como él supone esta segunda posibilidad *decéni y no dén!. 43 dicho análisis lo que resulta distributivos se de los plurali2 sén! es la evolución regular de o para *kWmnk(W)sno~>quufn!, de habría sido el modelo para “8”, ivamente, *sekno--- pudo inspirar elo del cual se habrían formado mismo reconoce, el problema que es que para “10” se esperaría Secundarios son también riElcénil, tricón!, guadragén!, etc. (donde, a nuestro juicio, se ha producido una refección por analogia con dén!, de modo que, por ejemplo, uicén! no procede directamente de *wifkmt-sno- como quiere Brugmann (1907: 29). Algo parecido ha ocurrido con centón!, que no creemos que sea sustitución de un antiguo *cóa?T como quiere Colemann (1192: 421), sino que ha de haberse formado por adición del sufijo -én! a la raíz (sincrónica) de centuaz, ya que -cén! en dúcén!, trécén! no puede ser original (¿cómo derivarlo de *kmtom?), sino que ha de deberse a haplología. de es 949 tantuin, hecho que encuentra su paralelo en 1 aunque la formación empleada no es la misma la interpretación de este hecho nos ocupamos también remitimos para la explicación de formación latina. 44 as lenguas eslavas que la del latín. De en §XVIII.17, y allí la morfología de la 6.1.2. OTROS PROCEDIMIENTOS A pesar de que las gramáticas no se hacen eco de otros procedimientos de expresión de los numerales distributivos en latín más que el que acabamos de ver, Brugmann (1907: 19) señalaba con razón que el adverbio singulatíra también debía contarse entre dichos procedimientos, lo que de acuerdo con su significado, “de 45 uno en uno” , es correcto. Brugmann (1907: 11) también recogía unus quisque, expresión que, sin duda, tiene valor distributivo. Lo que resulta más difícil es su catalogación específica como numeral, ya que, por un lado, quisque sirve para la expresión de la distributividad en latín de modo general, es decir, no específicamente con numerales y, de otro, salvo con mus, que aquí más que en función numeral parece estarlo en indefinida46, no admite la combinación con otros cardinales. Más interesante resulta la constatación de 11) de que quisque puede aparecer combinado con Brugmann (1907: los ordinales en 44víd. §XVIII.7.1. 4SlJid OLD (s.u.). 461/íd §1.3.1.1 sobre los usos indefinidos de las palabras para uno 950 47 expresiones como — ja foro uix decumus quisque esí qul ipsus seso nouerit (Pl .Ps.973) — quinto quoque anno Sicilia tota censetur (Cic.Verr.2.139). — quanzuis non continuis annis, sed foro silero quoque fructuin afferat (arDor) (Colum.5.8.2l. Inc luso adquirir un los ordinales en significado distribut plural por sí ivo en expresiones mismos pueden como annuin ita div iseruní sept onz desde distr —ni!, aduen a la quinto de los ellos, ul rura colerení el punto de vista ibutividad no es el mi puesto que cuando se iunt ad scorta conger vez los cinco o seis quoque sano el suc cinco años de que y lo mismo se puede reliquis (Varro R.R. 2 praef. 1). Sin embargo, semántico está claro que el tipo de smo que en el caso de los adjetivos en utiliza, por ejemplo, quinei siR senel rones (Pl.Truc.99) se están considerado hombres de cada grupo, mientras que en eso en cuestión no tiene lugar cada uno consta el grupo, sino sólo en uno de decir para el ejemplo de Varrón. En cuanto a la repetición del cardinal como medio de expresar la distribución, ésta no se documenta en latín hasta la literatura 48 cristiana, por lo que no puede considerarse un uso autóctono. 6.2. Los numerales distributivos en las otras lenguas itálicas 49 De entre las lenguas itál numerales distributivos en umbro: icas sólo 1 prever hay documentados (ig.5A13, 18); 2 Hemos tomado los ejemplos del OLD (s.u. 48Vid. Brugmann (1907: 9—10). 49vi0. Buck (1904: 139), Co lemann (1992). ni nonis modo diebus urbanas res usurparení, 47 quisque 6>. 951 tupler (jg. 5A19); tripler (jg.5A21), ablativo plural. Prever es equivalente a lat. prillus, para el testimonio de Aulo Gelio <11.21.4) y Festo cuales el plural de dicha forma se utilizaba el sentido de síngull, si bien es verdad que completamente claro si se trata una utilizaci sentido más general o específicamente con val 50 hay dos pasajes de Lucrecio en que atestiguado con valor distributivo. Son los todas ellas formas de el que contamos con <252.30), según los en latín arcaico con el contexto no deja ón como siaguli en su or numeral. Con todo, przuus parece estar siguientes: in multas diffugit igitur lloces in privas se uox una div ¡di 1 repon 1 e aun s Iv 565—566 Aera pune i nnumerabi igitur dicarn, qul corporo loto liten privas mutatur in horas. y 273—274 A éstos se podrían añadir otros dos del mismo Lucrecio, pero aquí el valor distributivo de pnituas es más dudoso puesto que aparece combinado con formas del pronombre quisque, de modo que es posible que sea éste el portador del valor distributivo. Los dos pasajes en cuestión son los siguientes: sentimus nec cor pone quae pniria podum nestigia jp postro cruces et III quaequo col era ponual 389—390 non privazn quamque so)emus 5%2u2 (s.u.). 952 particulain uenti seatire et frigoris elus IV 260—261 Volviendo a las formas de 2 y 3 en umbro, éstas presentan, cambio, un elemento -pl— que las relaciona más bien con los multiplicativos lat inos51 y de otras lenguas indoeuropeas, que postponemos su tratamiento etimólogico hasta §xIx.14.3. 7. LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN LAS LENGUAS ESLAVAS Se atestiguan dos procedimientos distintos de expresión distribut ividad en las lenguas eslavas, uno de carácter morfológico y el otro sintáctico. ‘7.1. Procedimiento morfológico Para la expresión de la distributividad las lenguas eslavas una serie de numerales que pueden emplearse en las gramáticas estudios denominan y “colectivos”52. Estos numerales no se utilizan únicamente como distributivos, como meros cardinales con sino también como multiplicativos t ant mi. 53 y En este segundo empleo coinciden, por tanto, con los Centrándonos en el troje, cotvoro, peto ¡‘o a.esl distribut ivos encontramos una ... y así hasta dosel oro55 latinos. serie diivojo, que, como se los que vid. §XIX.4.1. entre otros, Brugmann (1907: 25), Vaillant (1958: 663 ss.), Vaillant Miklosisch los 53Vid. 54Sobre (1964: 163 ss.), Comrie <1992: 808—9). (1883: 61—67). que vid. §XVIII.6. Vai 1 lant (1964: 163>. En el diccionario de Sadnik —— en por lo de la los pluralia 51Sobre 52Vid. egún 953 observa, procede de la tematización con grado o del tema en el caso de los numerales 2 y 3 y cuenta con un sufijo característico en —oro en el resto de los casos, que se ha originado en el numeral 4, donde la —r— pertenece a la raíz y la —O final no es sino la mera tematización (con grado o de la sílaba final del tema, también), y de ahí se ha extendido a los numerales superiores. La diferencia entre el final —e que presentan 2 y 3 y el final —o del resto de estos numerales no se debe a que la formación o el sufijo sean diferentes, sino que responde al hecho de que 2 y 3 han recibido flexión de tipo pronominal , mientras que el resto la tienen de tipo nominal (como adjetivos indeterminados). Ahora bien, hay que hacer notar que no todas las lenguas eslavas presentan grado o de la sílaba final del tema, sino que también existen formaciones con grado e. Estas -no -se documen tan en a.esl., aunque sí en otras lenguas eslavas~~, en muchas ocasiones alternando con las en o dentro de la misma lengua o dialecto. Y deben de haber existido dentro del propio a,esl. a juzgar por el grado e que se atestigua en el derivado sedniericn, que cita Comrie (1992: 809) pero cuya existencia real sólo hemos podido constatar ,,s y en la forma adverbial sedinoricojo “7 veces 7.2. procedimiento sintáctico 58 En antiguo eslavo se documenta igualmente otra posibilidad Aitzetmllller (1955) sólo está recogido el significado distributivo para sedmoru. 56Vid. Vaillant <1964: 163) y Comrie (1992: 809). 57Víd. Sadnik——Aitzetmúller (1955: s.u.). Vid. Brugmann (1907: 16), Sadnik —— Aitzetmtiller (1955: s.u.), ncA Y.>, para la expresión de los numerales distributivos: el empleo de la preposición Po seguida del dativo del numeral correspondiente, y a 59 veces con la repetición del mismo. Algunos ejemplos — edin¿ PO edinomu , traduciendo a¶ISUTELXcX crurots XL’ 8óo. — rnu~& 8. LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN LAS LENGUAS BALTICAS Para la expresión de la distributividad se usan tanto en lit. como en let, giros preposicionales, con la preposición p& en lit. y Pa en let. En el caso del lit. sigue siempre a la preposición el acusativo del cardinal correspondiente, p. ej. p5 tris “de tres 61 en tres’. En el caso del let. el numeral que sigue a la preposición puede mantenerse indeclinado o bien ir en dat. si se trata de un plural. En el caso de un singular (wíns), siempre ha de ir en ac., pa winu, que coexiste junto con Pa winariz, originariamente un antiguo acusativo. Por otra parte, existe en let. . 60Vid. Kurschat (1876: 266>, Wiedemann 61 Vid. Bielenstein 62P. ej., Endzelin (1897: 103). (1864: 76). (1923: 370), Comrie <1992: 809). 955 los numerales colectivos. Sin embargo, dado que su significado es, de hecho, “en un grupo de dos”, “en un grupo de tres”, etc., y se utilizan en expresiones como piecaMi u¿5du k3’va “entre los cinco aplastaron al mosquito nosotros creemos que deben ser incluidos dentro de los distributivos, para lo cual seguimos las conclusiones obtenidas desde el punto de vista general por Gil de las que ya dejamos constancia en la introducción de este capítulo <§XVIII.3). 9. LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN ALLANES Para la expresión de la distributividad con los 64 utilizan en alb. sintagmas constituidos por correspondiente precedido de las preposiciones nga “por”. P. ej., numerales se el cardinal “por” y pér 1. héngrén nga aid mollé “se han comido una manzana cada uno/a” biené nga posé libra “cada uno ha comprado ci ata kaionin ajé nga ajé, dy nga dy, tre aga en uno, de dos en dos, de tres en tres” béhuni pér dy, pér tro, pér katér “ponéos de en tres, de cuatro en cuatro” neo 1 tre ibras” pasaban dos en dos, Aunque las gramáticas y estudios que hemos consultado llaman la atención sobre este hecho, en los ejemplos citados observa una diferencia de construcción sintáctica cuando distribución se efectúa sobre el complemento directo (ejemplos 1 2> —para lo que basta el empleo de izqa delante del cardinal— 64 VId. (1987: no se la y y 63Tomada de Endzelin (1923: 370). Boissin (1975: 112), Resuli (1985: 236>, Buchholtz —— Fied 362—363). 2. 3. de uno 4. de tres 956 cuando ésta se efectúa sobre el sujeto (ejemplos 3 y 4) —para que se emplea la secuencia de cardinal + nga + cardinal, o bien hace preceder el cardinal de la preposición pér—. lo se Brugmann (1907: 10) incluye entre los procedimientos del albanés para expresar la distributividad numeral las expresiones paré par y parpar. Aparte del hecho de que, según el análisis del propio Brugmann, es dudoso que se trate de un numeral, puesto que el significado de la palabra base es ‘‘ par ‘‘ , no podemos pronunciarnos sobre la misma ya que el resto de las gramáticas, diccionarios y estudios consultados no se hacen eco de dicha expresión, por lo que no hemos podido constatar su existencia real. De hecho el propio llrugmann ya se pregunta si se trata de una expresión realmente autóctona. 10. LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN GRIEGO ut i 1 cont Para la expresión de la distributividad numeral izan varios procedimientos, que pasamos a i nuac i ón. en griego estudiar 10.1. Cornmiestos con Gui’ Se trata de formaciones como aóvbuo, etc., cuya constitución podemos rastrear 65 historia de la lengua griega. O1SL)’LpE 15, dentro de OUL)6(flSCX«, la propia En efecto, en Homero encontramos ejemplos como el siguiente: cuy 8? SiSo hampas “agarrando dos conjuntamente” (Od. IX 289>, 65E1 estudio fundamental sobre las mismas es el de 73 ss.); vid, también Seiler (1990b: 9—12), integrarlas en un marco explicativo de alcance más Leumann (1950: quien intenta general se a 957 donde GUI), en función adverbial, ha de entenderse como relacionado primariamente con el verbo pápift«ui (de hecho olJpIIapnlt) se encuentra atestiguado en Homero). De forma similar, GUI) TE 8u 1p~Op¿L)(.) (¡1. X 224). Sin embargo, la construcción sintáctica permitía una ambigliedad de interpretación, ya que cidí) “conjuntamente” podía entenderse de forma alternativa, referido al numeral. Tenemos así casos como: GUI) TPEI.S aivtituos “atando tres conjuntamente” como modificador del numeral, de tal modo que la idea que subyace a la expresión es, de hecho, “atándolos de tres en tres A partir tipo utS~8uo,66 LI) imp £OXOI) bien dos penas Posteriormente compuestos con a así: xat& UUI”T~EUS aL’a fYi)t>6t>O “de dos de estos usos se desarrollaron, pues, compuesto hl que sc documentan en la literatura posterior nwipama cóv8uo ¿aLoL>taL I3poiots a6áL4x’Lou “junto reparten los inmortales a los hombres” (Pi.P.4 se podría reforzar el valor distributivo de 1 utilización de las preposiciones xUtó y YhIL>LaS de tres en tres ángulos” (PI.Ti. en dos” (Gal.6.216), etc. 10.2. Sintagmas con las preposiciones xatá y QL>& Con todo, la utilización procedimiento más extendido en distributividad numeral, sino de compuestos con alt’— no es el griego para la expresión de la que se utilizan preferentemente 66 interpretación que sugiere Dunkel (1990: 27—29> para estos compuestos con un tipo *SiSo—óuSo) no resulta verosímil. 67 Vid. Lidelí ——Scott—— Jones (ss.uu. oui-’óuO, OIJI)TpEILS). s del como: a un .81). estos aPa; 54e) 958 sintagmas con las preposiciones X«lJa y &L~>á. 68 utilizada en xatá. En seguida veremos que frecuencia de aparición de cwá sea menor semánticas. En efecto, las utilización de al y establecer di ferenci conclusiones a las q de la semántica de diferencias entre e Y de ellas dos la más el hecho de que la obedece a razones gramáticas griegas se limitan a constatar la xara con valor distributivo pero no intentan as entre ellas. Sin embargo, aplicando las ue llega Gil (1982: 24—28) tras su exposición la distributividad resulta posible establecer 1 las. Por sintagma aparecer muchí s imo lo que a la nominal sobre en dicho uso más frecuente. distribut ividad intersintagmát ica69 otro sintagma nominal se refiere tanto ~ai~ como avá, si bien Veamos algunos ejemplos: de un pueden xcxtá es E1ILI->EIL>, cot i las por día” cada —~OELOV ycrX«xtos &s xamá 5do xu&eous aticas de leche de (Ilp,Epid.IV 5, 156,8). —sxao’rou SEXO¡ÁsPov uno doscientos caballos” TEGGapcrS ¿u ‘twípris vaca, a xo~Xas aTTuxas “bebió unas razón de dos &I)~X 6LctXOGLOUS L1IHOUS (D.S. 1 45.7). ti> ¡io13 cuatro chatos recibiendo Podemos esquematizar estos ejemplos del modo siguiente: 68Para xat& vid. Lidelí —— Scott —— Jones (s.u.) (s.u.). 69 Ya definimos y ejemplificamos la intersintagmática e intrasintagmática en §XVIII.3. y para «tui, DGE distributividad 959 SN se distribuye sobre SN ¿do xudfious flLISPIIS otakoULous LII1IOIJ5 LXEXOTOU Sin embargo, sí hay diferencia por lo que al uso de (YI>cx y xaxó se refiere cuando la distribución se efectúa sobre el sintagma verbal. K’aíá fuerza una interpretación de distribución intersintagmática mientras que apá induce una interpretación intrasintagmática. De acuerdo con la caracterización que de estos dos tipos realiza Gil (1982: 137—147) la distribución intersintagm~tica supone que existen varios eventos y que en cada uno intervienen tantos individuos o cosas como indica el numeral; por el contrario, la distribución intrasintagmática sólo supone que los individuos o elementos están agrupados (distribuidos) en conjuntos cuyo cardinal indica el numeral. Veamos algunos ejemplos: —EIIPUXELP XaT¿X izpCa ¿uáxupa í& OpiSppaía “echar piedras calientes de tres en tres” (Hp.Mul. ¡8,162,11); Cci>~ xa-t& rt> sixauToI) £y8UL)ouua “quitándose los vestidos de uno en uno” (Hdt.l.9,2); donde la interpretación seria echar tres piedras calientes cada vez” (c.d. se repite varias veces el evento de echar tres piedras) y “quitándose los vestidos de uno en uno’ (c.d. uno de cada vez); frente a: —anEOTELXEL) cXUTOUS GXL>c< ¿do “los envió de dos en dos” (Eu.Marc.6.9) donde Jesús no envía primero a dos discípulos y luego a otros dos, sino por parejas, en grupos de dos. Si se quiere, la diferencia semántica que inducen el empleo de &Pá y xaíá puede entenderse en términos de una oposición distribución en el tiempo (xaiá) o en el espacio (hi’i=). 960 Por otra parte, esto tiene interesantes correspondencias con el aspecto y la AktiOflsart que presentan los verbos sobre los que se produce la distribución: por razones obvias los verbos estativos no admiten la distribución, por lo que ésta ha de ser necesariamente intrasintagmática, mientras que de entre los no estativos los verbos puntuales son los que la admiten más fácilmente (aunque no la exigen, según se desprende de los ejemplos analizados). Traducido a términos griegos esto supone que con verbos estativos encontraremos distribución marcada por apa, en ejemplos como: —napctatái-’tcs aPa ípc½ Tj SiSo ilpos ¶1v) XtiYflTfl) “poniéndose al remo de tres en tres o de dos en dos” (D.S. III 13.2). 10.3. Repetición del cardinal correspondiente70 En época clásica sólo se atestigua el procedimiento una vez, en un testimonio conservado por los lexicógrafos: ~itai’ uiCau cxl>it ‘uoi3 xai¿x ptai> Eopoxxijs Epu8u (Antiatticista, fr. 201 Dind.>. Habrá que esperar hasta el Nuevo Testamento para encontrar nuevos ejemplos de este procedimiento en griego: X. La polémica sobre si este uso es 71 propio a la lengua griega o es un semitismo es antigua . Parece razonable aceptar la propuesta de Brugmann <1907: 9), para quien se trata de una posibilidad existente de suyo en la lengua griega pero poco explotada frente a construcciones alternativas con a~a y xaia que luego fue revitalizada por influjo semítico. Una contaminación entre este tipo y el anterior se produce en ejemplos como «va SiSo ¿ido del Euangelium Petri (35). 701/id. Brugmann (1907: 9). 71Vid. Brugmann (1907: 9> para la bibliografía anterior. 961 10.4.EYcxoros Brugmarin de expresión alcance es muy cada uno’’ y ni óóo, TPCL.S, etc, puede emplearse Por otra parte distributividad otro. <1907: 11> incluye exacTos entre los procedimientos de la distributividad en griego. Sin embargo el limitado, puesto que ~xaato~ de por sí significa siquiera en plural puede emplearse combinado con en sintagmas **EXUCTOL tPEuLS, etc., por lo que no para la expresión de la distributividad múltiple. sólo puede emplearse para la expresión de la intersintagmática de un sintagma nominal sobre 11. LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN ARMENIO 72 Sc atestiguan dos procedimientos a) reduplicación del cardinal. Así , mi mi “de uno en uno” eriols eríols “de dos b> utilización de algunos concretamente —(e)k’ean y —(e)k’in. sufijos de “colectivos”, 12. LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN LAS LENGUAS IRANIAS ANTIGUAS No hay atestiguado ningún numeral iranias antiguas. En las gramáticas incluye bajo este apartado una forma está atestiguada dos veces (Yt. 13.59 mismo sintagma, nauuas~isca baéuuan “y se observa claramente en la traducción, el no es ni mucho menos distributivo en el distributivo cn las lenguas y estudios generalmente se ay. nauuas3i que únicamente y y 22.2) y siempre en el nueve veces diez mil”. Como valor cont de este exto en numeral el que 72Vid. Jensen <1959: 76>. en dos” o 962 aparece, sino multiplicativo, y la única razón por la que se incluido en este apartado ha sido por la relación etimológica los adverbios gr. en —xas, a.í. -sah, entendiéndose que el 73 como multiplicativo es poético . Sin embargo, quizá esto no así y tengamos que ver especializaciones de significado estas formaciones por caminos diversos en lenguas diferentes, no por casualidad los multiplicativos están en la base de 74 distributivos latinos para “dos” y “tres ha con uso sea de pues los 13. LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN ANTIGUO INDIO a> En antiguo indio se utiliza un sufijo —sah para la formación de distributivos. En el 1W únicamente se atestigua sahasra~h y a partir del AV también Ñ~taÉ¿h, eka¿ah, dvi .~ah, etc. Y según Paniní, y. 4.43, -sah se puede añadir a cualquier cardinal para usarlo distributivamente.15 b) Junto a esta posibilidad también se atestigua el procedimiento por reduplicación del cardinal, compuestos ~iinredita. En el RV aparecen ekaik~, paiica--pah’ca, sapta-sapta. Por lo que al primero de estos se refiere, en el RV los dos eka— se declinan, pero a los Bráhmanas únicamente lo hará el segundo. desde el RV fo r mán dose nume ra les partir de c) Como tercer tipo gramáticas y estudios76 incluimos uno que generalment se incluye en el apartado e en de 73Así, p. ej., Emrnerick (1992b: 333—334). 74víd. §XVlII.17, 75sobre la etimología de este sufijo vid. §XVIII.17. 7%/id. Emmerick (1992a: 190). Debrunner Wakernagel (1930: 422> los interpretaba (1954: 529), siguiendo a como diminutivos en razón las los 963 muí t ipí i cativos semánt icamente Nos referimos a siguiente pasaje en razón de la formación morfológica, pero que se corresponde plenamente con los distributivos. los derivados en —aka- que se documentan en el de RVX 59.9: aya dvak¿ lva trik~ carisnv ékak&n que, muy acertadamente, Geldner zu drejen kommen die Arzenejen allein auf dem Boden”. div~Á caranti bhesaj~ / ksaríz~ 1951) traduce así: “Zu zweien und vom Himmel herab; eme wandelt d) Por último, y a partir de época más reciente, se encuentran formaciones con preposición del tipo prati-dv~dasa “doce para cada uno” o prati—eka “uno para cada uno~~. Estas construcciones no son exclusivas de los numerales, ya que, entre 77 otras , se documentan las siguientes: prati-ksanarn “en cada momento, constantemente”, prati—ksaparn “cada noche”, prati—taru “en cada árbol”, prati—tryaharn “tres días cada vez”, prati—vola’n “en cada ocasión”, etc. 14. LOS NUMERALES DiSTRIBUTIVOS EN TOCARLO Para la expresión 78 dos procedimientos adición de un sufijo atestiguadas las sigui a) procedimiento de la distributividad en repetición del numeral al cardinal (sólo en entes formas: sintagmático toc (en B) se atestiguan A y en B) y Tenemos, pues, de repetición- Este de la acentuación. 77Vid. Monier—Williams (ss.uu.). 78Vid. Winter (1992b: 142—144). 964 procedimiento se documenta generalmente con el numeral 1. Están atestiguados los siguientes casos: A masc. nom. sas sas, ac. sorn sorn, gen. sornap son/ap; E masc. nom. so se, ac. sorne sorno y sorne ssemc, fem. ac. sorno sorno y saaa.z sanai. Con los numerales superiores a “uno” rara vez se atestigua, aunque hay algunos ejemplos como E okt okt o B nu nu. b) procedimiento de (únicamente en el dialecto siguientes: sufijación. Las formas ates E, como señalábamos más arriba) t iguadas son las fem. sornarmasc. sy~r (dudoso), wy~r swer~r skMs~r, sukar okt~Ir ‘-41 — n war ¿kariik~ir p’sñkar, sukt aLar oktakar wi. 80 interpretación de de una sustitución totalmente innecesaria 81Según Winter (1992); Winter <1992a: 143), para de un sintagma *Seizzar Van Windekens (1970) lo quien se k sane” U tratan a resulta interpretaba como 1 2 4 6 8 9 lo 50 60 80 250 1000 “siempre en grupos de 10” ps~kar 965 sn~r ~~cada uno para sí”; waiptar “por separado”, de waipte “aparte”, equivalente semántico de A letk~r (de loták “separado”), que debe de ser un préstamo del dialecto E, a no ser que la forma de E waipMiyar “por separado” fuera la original y -ar proceda de una contracción reciente. A la vista de todos estos datos resulta asumible la interpretación de Winter (1992b: 142> de que la formación en —¿ir debía de ser posible en tocario E al menos con todos los numerales simples. Por lo que a la etimología se refiere, la interpretación tradicional de estos numerales82 los ponía en relación con las formaciones en —r— que se documentan en otras lenguas indoeuropeas a partir de las cuales se reconstruían para la proto—lengua 83 numerales de valor distributivo . Sin embargo, como veremos con detalle en §XVl1J.]6.1.2, hay que explicar de otra forma la totalidad de las formas sobre las que se basaba dicha reconstrucción. Descartada, pues, esta posibilidad, que nosotros sepamos no se ha llevado a cabo ningún otro intento de etimología de estos numerales y, así, Winter (1992a: 142) se limita a constatar que dado que no se produce retracción de acento es muy posible que -ár represente morfofonémicamente ¡arel y afirma que no parece haber “je das Doppelte” y lo relacionaba con la raíz del numeral “2” en una forma con *wy— inicial, explicación no exenta de problemas tanto fonéticos como morfológicos. entre otros, Meillet <1912: 283), Van Windekens (1944: 218—9), Szemerényi (1960: 97>. 83Van Windekens (1944: 218—219) prefiere hablar de formaciones de valor aún no bien diferenciado. 966 para que —ar las que de es 1 de lelos de esta formación en las otras lenguas indoeuropeas. Más en términos morfofonémicos, creemos que la interpretación de ha de hacerse en términos históricos planteándose cuáles son fuentes posibles de dicha secuencia. Creemos que, a pesar de no existe relación directa entre las formaciones como acabamos 84 decir, tanto los ordinales armenios como los distributivos RS ayos ofrecen en su evolución una clave para la interpretación los distributivos tocarios. En efecto, en por generalización numeral “4”. Resul sido también el ca fem. stw~ra/sw~ra proto—tocar io conocí la predesinencial en con la posibilidad formas derivadas por la predesinencial ti indoeuropeas. Éstas modo que adquirieron Naturalmente la evol toe. común *sátwarx, que pensar que el us plural y ahí resulta cardinal de modo que temática a la atemát toc. común hubiera s la que se habría ext 84 Sobre los que vid. ambos casos se han desarrollado sufijos en de lo que en principio no era sino el final ta, pues, interesante plantearse si ése no so en tocario E. La existencia de una forma para “4” en toe. E nos hace ver que a sin duda formas flexivas con grado largo dicho numeral. Podemos especular, por tant de que el proto—tocario hubiera heredado 1 tematización de los numerales con grado o po *kWetworos que encontramos en otras lengu debieron de verse influidas por aquéllas su grado largo predesinencial: *kWetwbrO ución esperada de esta forma habría sido que habría dado toc. E *&(t)Ware, pero h o mayoritario de estas formas debía ser lógico que se produjera una influencia se produjera un traspaso desde la declinac ica, es decir, que, en realidad, la forma ido *sátw~rás. Sería ésa la forma a partir endido *—~rás como sufijo de distributivos, del ha de el de o, as de as de 5. a ay en del ión del de de §xv¡ . 15. 85Vd §XVIII.7.1. 967 86 modo análogo a lo que ocurrió en eslavo , generándose así formas antecesoras de las que encontramos en toc. *sákás~rLis>*skás~r, *suká’MirMs>*sukMir>sukar, etc. Y, una vez el sufijo se generalizó como tal se produjo, a su vez, refección de la propia forma a partir de la cual se habla aisl 87 proceso con el que ya nos hemos encontrado varias veces dicha refecció se tomó como base lógicamente la forma cardinal: s(t)wer-~r—. 15. TIPOLOGíA DE LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS EN LAS INDOEUROPEAS las 13: que la ado, Para de 1 LENGUAS Podemos clasificar los distributividad numeral que indoeuropeas en los siguientes procedimientos de hemos encontrado 88 tipos expresión en las A) PROCEDIMIENTOS MORFOLOGICOS: existencia morfológicamente diferenciada de los cardinales. de una serie A.!) Por tematización de los cardinales (grado pleno 86Vid. §xvIíí.’7.í. 87Así, por ejemplo, en los ordinales armenios adverbios griegos en —Q1XL9 (§XVII.14.l.2). 88t/id Brugmann <1907: 8—21) para la cl nostros hemos denominado procedimientos clasificación Brugmann no tuvo en cuenta hemos denominado morfológicos, puesto que dichas formaciones tenían en principio un secundariamente pudieron llegar a adquirir Vid. §XVIII.1—3 para nuestras ideas distributivos— colectivos y §xVIII.17 para de la evolución. <§xVí .15) o en los asificación de lo que sintácticos. En dicha los procedimientos que considera A.4.2) A.4. ¿3> A.4. 1) A.4.2) ferentes sufijos sobre la raíz del Sufijo —sah en a.i. Sufijo —ka-~ en a.i. Doble sufijo *-k--- y *-no--- en gót. tweihnai Ablativo de un derivado en —¿it en let. Sufijos — Reduplicación del cardinal 13.1.1) Reduplicación sin preposición: 89Vid. nuestra propuesta de interpretación en §XVIII.14. 90Clasifícamos bajo esta rúbrica evolución posterior ha producido claro que en principio debieron de de los compuestos del antiguo indio visto (§XVIII.l3) se declinaba en sus y ya sólo en el último a partir de los también casos en los que la univerbación de lo que parece ser palabras diferentes, caso tipo ¿kaik~, que, como hemos dos miembros en el Rig—Veda Brahmanas. por medio de 969 gr. : pta pta arm. : mi mi, etc. — a.i. : ekaik~, dv~ — toc. A sas sas; 13 se se 13.1.2) Reduplicación con conjunción: — a.ingl. tw~rn ¿md tw~rn, etc. a.a.a. síben undo sibon, etc. 13.1.3) Reduplicación del cardinal dentro de un 91 sintagma preposicional — gr.: LU5 XcL6ECS - a.esl. edinú PO edinomu — alb. : njé$ nga njé, etc. — a.i. : prati-dtMidasa 13.2> Sintagmas preposicionales: — gót.: bi + ac. — a.esl. : po + dat. — lit. : PO + ac. jet.: pa + dat. o indeclinado - alb. : nga/pér — gr.: XcXTa/cXI>cr + ac. 13.3) Utilización de un pronombre distributivo: — irí. : cao!>, galés bob — gót. : hjanzuh/hjarjizuh — lat. : quisque — gr.: LX(XUTOS 9tEn realidad se trata de un tipo mixto entre B.1 y 8.2, por lo que hubiera sido igualmente posible clasificarlo dentro de los subtipos de 13.2. 970 16. ANALISIS DE ALGUNAS FORMACIONES DE DISTRIBUTIVOS Analizamos en este apartado algunos procedimientos morfológicos de formación de distributivos que debido al curso de la investigación anterior necesitan de mayor discusión antes de abordar de forma global la diacronía de la expresión de la distribuvidad en los numerales en indoeuropeo. 16.1. Los distributivos formados por tematización de los cardinales 16.1.1, DERIVADOS TEMATICOS DE LOS CARDINALES CON GRADO PLENO DE LA RAíZ Hemos visto más arriba (§XVIII.7.l y §XVIII.14) cómo los numerales distributivos del a.esl. y, posiblemente, en origen también los del toc. 13 estaban formados por tematización de la raíz de los cardinales correspondientes en grado o, posibilidad que alternaba con el grado e de la raíz según testimonian otras lenguas eslavas y, aunque de forma marginal, también el antiguo eslavo. Sin embargo, éstos no son en absoluto los únicos ejemplos de este tipo de derivación con los que contamos. A ellos hay que añadir, en primer lugar, el testimonio de las lenguas bálticas, donde estos numerales presentan uno sólo de los valores atestiguados en las lenguas eslavas: ser cardinales de los plurauia tanturn• 16.1.1.1. Los numerales colectivos en lituano 92 En el caso del lit. se encuentran las siguientes formas: 1. vienen o vieizi, 2. dveji, 3. treji, 4. ketveri, 5. penkeri, 6. 92Vid. Wiedemann (1897: 103), Endzelin (1923: 370>, Stang (1966: 284), Endzelin <1971: 185), Comrie <1992: 808>. 971 sesori , 7. septynori, etc. Naturalmente las iormas en —en! del 4 se deben a una extensión a partir de esa forma por corte. Por otra parte, la aparición de formas (a partir de 4 lo que aparentemente es un sufijo *—yo— en vez de la tematización con grado e que presentan 2 y 3, ha de de precisamente al influjo del final de la raíz de los en del Junto a las formas plurales ávaja, traja, ka’tveria, pe?íkoria antiguos neutros singulares. construcciones como dv~ja tíek “dos como jis dvaja tbk didésnis “él es keturi “dos veces cuatro”. también se documentan en 1 seserza, etc., es dcc Estos pueden aparecer veces tanto” (en una expr dos veces más grande”), it. ir, en esión dv~ja 16.1.1.2. Los numerales colectivos en letón En let. la serie tanturn tiene como sufijo divéji, trejéji, ¿etréji, una -O— que no es espe documentan formas en —eji, con la etimología, puesto se ha generalizado a part dialectalmente), donde la de los cardinales usada con los plurauía característico —éji. Tenemos así Vi&flcji, piocéji, seseji, etc. El suf. presenta rable y, de hecho, dialectalmente se que es lo que se aguardaría de acuerdo que se trata de formas en las que —Oji ir de diveji y troji (forma documentada formación obedece a mera tematización. 9¾’id. Stang <1966: 284). 94Cit. por Stang <1966: 285); vid, también Comrie (1992: 808). Bielenstein (1864: 74—76), Endzelin (1923: 671), Stang 284—285), Endzelin (1971: 185—186), Comric (1992: 809>. 95Vid. 1966: 972 Junto a esta formación también se documentan en let. neutros en —j(u> < *—jan , en construcciones como diveju b16u “dos enjambres de abejas”, troju svarku “tres costas”. Aparte de concordancia en ocasiones puede aparecer el sustantivo 96 cuantificado en genitivo plural 16.1.1.3. Los numerales colectivos en antiguo prusiano No se conserva en a.prus. ninguno de los numerales colectivos propiamente dicho, pero, dado que la palabra para “ambos” presenta en lit. abeji y let. abéji una formación completamente paralela a la de los numerales empleados para la cuantificación de los pluralia tanturn, podemos tener en cuenta el testimonio de a.prus. abbaien, que, sorprendentemente, en vez de grado e en la sílaba anterior al sufijo, presenta grado o, lo que, por otra parte, tiene buenos paralelos en eslavo, como hemos visto.97 16.1.1.4. Otras lenguas En otros grupos no aparecen series completas de numerales derivados mediante este procedimiento, pero sí aparecen restos que se enumeramos y clasificamos a continuación: *dwoyo—:— a.i.99 dvayás “doble”100 y (postvéd.) dvayarn “par”; 9611íd. Comrie (1992: 809). 98E1 trabajo de base es Brugmann <1907:22—27). 99Naturaímente, resulta imposible saber si la forma del a.i. procede de *dwoyo- o de *dweyo— habida cuenta de la confusión de timbres en esta lengua. loo Vid. §xíx.íí. 973 *dweyo- : - — lat. bés y béssis “dos tercios de as”, según la interpretación de Brugmann <1907: 26>, que los hace remontar a formas tipo *be[y]essis > *dweyessis, con elisión de la —o de *dweyo— del mismo tipo que la documentada en dTir—acinus.101 — gr. ¿iou¿~102; — hit. d~—103; — isí. megge, a.a.a. ZW¡ un epíteto ,,105 rama 104 de Odín fem. en —a—: a.isl. tyja ‘01Vid. interpretaciones alternativas en Walde—Hoffman <1938: s.u.) y DELL no lo incluye en su enumeración; sin embargo, nosotros creemos que procede de *dwoyos. Hemos revisado todas las apariciones de este adjetivo en la ¡liada, la Odisea y He siodo para intentar determinar si el grupo *dF— hacía posición, pero en no resulta posible llegar a conclusiones seguras a partir de dicho análisis ya que en todas las ocasiones menos M 464 aparece, bien tras vocal larga, bien tras sílaba cerrada o bien en inicio de verso, con lo cual daría lo mismo tener *d— que *dF— a efectos métricos. Por lo que a M 464 se refiere, el verso es: opEpbaXE9, t6P EEOTO ii~pi xpo, SoiS S’E XEpOL Como se observa el problema con diéresis; sin embargo, realidad, haya que leer encontraríamos ante un caso resulta imposible distinguir. 103Sobre el que vid. §XVI.18.2. estriba en xpo~t, que los editores leen no podemos estar seguros de que, en xpoC con diptongo, con lo que nos análogo al de los otros pasajes, donde 1/id. Ross —— Berns (1992: 654). 105Con el verbo derivativo zwion “injertar” en alemán de Suiza; vid. 974 “duda” 106 *treyo—:— a.i. trayas “tr le ,,108 107 íp y(postvéd.) trayam”trío”; — lat. tréscis, según la interpretación de Brugmann (1907:23>, análoga a la ofrecida para béssis. Fuera de las lenguas bálticas y eslavas no se encuentran formaciones derivadas de “4” por este procedimiento. Sin embargo, se ha querido ver en osco y umbro pumperia (sobre la raíz de “5”> y en las formaciones latinas tipo decuria una prueba de que dichas formas existieron, pues a partir de ellas se habría extendido a otros numerales. Trataremos monográficamente este problema en §xVI II . 16. 1 . 3. 3. 16.1.1.5. Observaciones generales A partir del análisis de los derivados por tematización con grado pleno de la raíz cabe hacer las siguientes observaciones: — desde el punto de vista semántico no existe coincidencia entre las formaciones, ya que las mismas pueden aparecer con valor multiplicativo (a.i. y gr.), ordinal (hít.), como cardinales de los plurafla tanturn . Sobre la interpretación que de este hecho ha de hacerse remitimos a la interpretación global de la evolución de los Ross —— Berns (1992: 653—654>. 106 Vid. Ross —— Berns (1992: 654). “37Misma salvedad que para dvayas en cuanto al vocalismo radical. 108 Vid. §x¡x.lil. A partir de la raíz *trit— se produjo una refección de estas formas, surgiendo tritaya- y dvítaya—, sobre los que vid. el parágrafo citado. 975 distributivos que ofrecemos en §XVIII.17. — desde el punto de vista morfológico varios hechos: hay que constatar 10) El procedimiento formativo estaba restringido a numerales “2”, “3” y “4”, pues cuando éste se ha extendido má del “4” ha sido por creación de un nuevo sufijo —ero-/—oro— falso corte a partir del final de este numeral. 20> No puede ser casualidad que sea sólo en los que este procedimiento era posibí esos numerales empezaron a flexionarse en recibieron la marca —s para marcar los adverbios una como otra característica acercan estos nume nominal—verbales, lo que no sucede a esa escala superiores. Por ello, como bien vio Brugmann considerar que el proceso de derivación que esencialmente distinto del que se documenta formación de adjetivos.’09 en los numerales e, puesto que sólo TE y sólo ellos cardinales. Tanto rales a las raíces con los numerales 1907: 21) podemos analizamos no es ampliamente en la 30) El procedimiento de tematización fue usado ampliamente para la formación de los ordinales, según vimos en el capítulo XVI. No puede ser casualidad que justo los numerales “2”—”4” (y también el “5”) no presenten, salvo en las lenguas anatolias, el procedimiento de mera tematización para la derivación de los ordinales. Esto obliga a plantearse la cronología relativa entre las series que abordamos en §XVIII.17. Szemerényi (1960: 97) ya llamó la atención sobre la doble utilización del procedimiento de tematización; sin embargo, su reconstrucción de las formas de ordinal *dwiyo-, *triyo— y *kWturo~, que salvo en el caso de 109Vid. abundantes ejemplos en Wackernagel (1954: 136—138). los allá por 976 *dwiyo— y *triyo— en las lenguas anatolias carecen de soporte, le impidió plantear la cuestión de forma completamente apropiada, ya que, según él, a una diferencia morfológica (grado pleno/grado cero del radical) correspondía una diferencia semántica, lo que para las lenguas anatolias no parece correcto. 16.1.2. LOS SUPUESTOS COLECTIVOS EN *-R DEL INDOEUROPEO 16.1.2.1. Planteamiento general Tradicionalmente’’0 se han puesto en relación toda una serie de formaciones en —r— en diferentes lenguas indoeuropeas: — ordinales armenios111: erkrord, errord, 6< orrord, hingerord, vec erord, ewt’nerord, owt< erová, tasnerord, etc.; — los “colectivos eslavos” en —ero—/—oro— que hemos estudiado en §xVIiI.7.1; — los “colectivos” bálticos en —eN y sus correspondientes letones que acabamos de analizar en §XvIII.16.1.1—3; — los distributivos tocarios en —ar que hemos visto en §xvíií .14; — osco pumporia, umbro puniperia y lat. decUria y centUria; ,,112 113 — los “colectivos personales del a.irl. con la excepción 1101Jid. la defensa de Meillet (1911/12: 293—294). ‘“Sobre los que vid. §XVI.15. 112 Que en la llamada construcción de dativo de aposición tras pronombre posesivo también pueden referirse a cosas, como en la a glosa nam et nultur et uulturus st uulturius dicitur Sg. 93 2: biit a triur do anmaim md ¿luin ‘los tres son (utilizados) para el nombre del pájaro” . 977 del 2” (dias)’14 rn¿rfesser, och tsr, omar, triar, nonbor ¶ dei chenbor, Szemerényi (1960: 96—100) llevó a cabo un de de estas formaciones e interpreté correctamente ellas, pero algunas de sus conclusiones son o incorrectas, por lo que pasamos a revisarlas. tallado estudio la mayoría de poco claras o Szemerényi, siguiendo en esto las ideas de flrugmann <1907 y 1914: 77), es 1 ay o y de debí a sino partí r de “4 los tipos. ba 1 t o—eslavo form aciones Por lo —al menos p formaciones vio bien que tanto en el caso del armenio, como 1 báltico, la generalización de sufijo en —r- no a una extensión de la formación por tematización con falso corte, según hemos visto para cada uno La coincidencia en un sufijo -r— entre armenio es, pues, claramente secundaria, puesto que parte morfológica y semánticamente distintas. que al toc. B se refiere, hay coincidencia semánt arcial, en cuanto a su uso como distributivos— con eslavas, pero los detalles de evolución del se a de y de i ca las son muy diferentes, según ha quedado expuesto en §XVIIiI.14. Subsiste, pues, únicamente el problema de los numerales irlandeses y las formas itálicas. 114Por lo que hace a la etimología de este numeral, se ha interpretado de diferentes maneras. Windisch (1894: 296) veía en él un abstracto en —as sobre di— del mismo tipo que londas, glosado como indignatio frente a loiid “furioso”. Por su parte, Pedersen (1913: 136) consideraba que el sufijo era el mismo que en cólcíhiges “quincena”, lo que según Greene (1992: 518> podría venir avalado por el hecho de existir un derivado de aquél deisse “dos días”, y esto indicaría que en origcn esta forma no pertenecía a la categoría de numerales personales. cethrar, coi cer, seisser, 978 16.1.2.2. Los numerales colectivos irlandeses Si comenzamos por los primeros, la discusión sobre su formación es antigua. Expondremos a continuación las diversas propuestas realizadas hasta la fecha: 1> Se trata de la atención sobre e exclusiva de estos muchas cosas”, se bruar “fragmentos protoformas del tipo formaciones en —y— decUria, etc. formaciones 1 hecho de numerales encontraba cendar *oinaroni, de otras 115 en —aro— . Windisch <1894) llamó que la terminación en —ar no era sino que, aparte de llar “mucho, en sustantivos como buar “ganado”, “cabezas”, etc. Reconstruyó, pues, *tri~rom, etc. que relacionó con lenguas, como lat. singularis, liS 2) Formaciones en —ero— , desarrolladas a partir de kwetwerom, como propuso Szemerényi (1960: 98), con una extensión del sufijo por falso corte a partir de dicho numeral, de forma análoga a lo que hemos visto un poco más arriba para las lenguas eslavas y bálticas. 3) Compuestos con *widron como segundo término, según la propuesta de Greene <1992: 518), que se limita a presentarla, sin mayor elaboración y afirmando que la evolución es regular para 3” , !!4i~ y ?$ 5fl 4> Se trata de un sufijo de colectivo/plural tomado del sustrato, según Tovar <1972>. Este autor vuelve a llamar la entre otros, Windisch (1894), Pedersen (1913:136>. Pedersen <1913: 50) constaté que, dado tienen correspondencias en britónico, resulta el sufijo era originariamente *—erú— o *—arO— que estas imposible formas no decidir sí 979 atención sobre la presencia del sufijo en otras palabras fuera de los numerales, como ya había hecho Windisch. Sostiene —y en eso lleva razón— que nunca hubo colectivos en —r— en indoeuropeo y relaciona el sufijo, por tanto, con formas como esp. Bracara, Gándara; vasco guiar “brezo” y el morfema de plural etrusco —ay (cf. clan “hijo”/clenar “hijos”). 5) Compuestos con segundo término *w¡ro—. 117 antigua . Pedersen (1913: 136) la rechazó por etimología popular que no respondía a la verdad las formaciones. Ya Windisch (1894: 296—297> atención sobre la existencia de oinfer al lado La idea es considerarla era etimología había llamado de omar, de un ve 17> mp lo, que el primero sí seria En cambio Pokorny (1917: y consideró que, por eje >*nowanwi ro->n¿nbar era regular’ 18 favoreció esta explicación. Esta semántico, señalado por Greene numerales se refieren muy mayori a hombres. Por otra parte, formaciones de colectivo de corrientes en las lenguas indoeu vivo en a.irí. 119, donde tenemos diez tribus”, debliadain “periodo de dos argumento habría que añadir explicación de Szemerényi que expondremos rdadero compuesto, no así defendió la idea de estos la evolución *newn-wiyci-> También Thurneys cont arí de que e no ya a señala nombre ultan un como de años”, admi t use un poco explicación 1992: 517), t ar i ament e como bien numeral + ropeas y res formac iones que, de el segundo. compuestos *newanwi ro- en (1946: 243) a con el apoyo n a.irl. estos personas, sino este autor, son bastante procedimiento ichthriub “las etc.. A este la reciente más adelante al tratar de lat. decuria y centUria, tendríamos en dicha lengua ‘“Vid. Windisch (1894: 294), que se refiere a exposiciones anteriores. ¶WPero según Greene (1992: 518) lo esperable sería *nolnber, que puede haber sufrido la influencia del ordinal nornad. Vid. Thurneysen (1946: 244>. muy una dc la los 980 paralelos exactos. Creemos que, efectivamente, esta última solución es la más adecuada. Se han hecho objeciones desde el punto de vista fonético120, referentes fundamentalmente al hecho de que n¿nbur y deichenhor no presentan cualidad palatal en el grupo -¡ib- como seria de esperar. Sin embargo, dada la alta frecuencia con que estos numerales aparecen en la construcción de dativo de aposición, no sería de extrañar que el carácter no palatal se haya generalizado a partir de este caso. 16.1.2.3. Lat. decuria y centUria La formación de estas palabras itálicas constituye un viejo problema de la lingilística indoeuropea. Para interpretarlas hay que tener en cuenta el dossier itálico completo, pues en osco y en umbro hay formas que parecen presentar formaciones similares. Se trata de osco pumperia (atestiguado en el nom. plu. puluperias y en el abí. plu. pumperlais> y umbro purapelias (ilg. 2H 2), adj. nom. ¡ñu. fem. que concierta con f’arneíias “familias”, a quien debe la Schulze’2’ propuso en su momento una segmentación decu—rias, puesto que reconstruía un TE *deku “diez” que relacionaba con gót. 1 22 tigu . Por su parte, Brugmann (1907: 26—27) prefería partir de ~ “grupo de cuatro”, de donde se habrían segmentado los finales —tiria y —eria que explicarían las formas itálicas. Szemerényi (1960: 98—100) aceptó en líneas generales la 120 Vid., p. ej., Greene (1992: 518). ‘21Cit. por Brugmann (1907: 26) y Szemerényi (1960: 99). Vid, la bibliografía que acepta esta interpretación en Szemerényi (1960: 99, n. 140). 122Que, en realidad, es evolución regular de *dekm; vid. Ross Berns (1992: 602—609>. 981 explicación de Brugmann, si bien en vez de partir con diferencia de grado partió sólo de *kWetwer~ya~ la creación de *kWenkWerya~ y, a partir de esta *dekwerya-, de donde decuria por samprasarana. Como modificación de Szemerényi no hace sino complicar explica la cantidad larga de la —U- de decUria. de dos formas que indujo a última forma, se observa, la las cosa y no Pero el propio Szemerényi (1995> ha propuesto recientemente una explicación mucho más convincente. En el estudio de estas formas itálicas siempre se había dejado de lado la cUria, que, según la interpretación generalmente procedería de *co—uiria. Esto lleva a asumir prehistórica *uiria que bien podría haber entrado a como segundo término de compuesto en formas como Estas formas habrían evolucionado por síncopa de segundo término, desembocando en formas tipo Szemerényi propugna un desarrollo con disimilación grupo —mw--, lo que conduciría hasta *deceuria y fonéticamente. Este desarrollo, aunque ad hoc, pero qué duda cabe de que cUria debe haber in desarrollo, de modo que tal vez no sea puramente existencia de 123 aceptada una palabra formar parte *dekrn-wi rya-. la —1-- dcl *decemuri a. de la —m—del de ahí decUria parece posible, fluido en dicho fonético y deba bastante a la analogía. Por lo que a formación tardía o del primer término se encuentran como *kento~-wirya- la ev tras la síncopa de centUria se refiere, se puede pensar en una bien partir de *kento-ivirya-, con final en —O como es normal en los nombres temáticos cuando primeros términos de compuesto. A partir de olución a centUria se explicaría fonéticamente, la —1— de *—wirya--. 123 Vid. DELL (s.u.>. 982 16.2. Los derivados en *—flO y *—ko Brugmann (1917> clasificó como “colectivos” formaciones numerales obtenidas por el uso de los sufijos —no y en —ko. Sin embargo, en el tratamiento de estas formaciones Raíz en grado cero: A) Sufijo —no: — lit. dvynó “gemelo”, let. dvini “gemelo”, Mt. trynbczem “trillizo”; lit. tringtis “tela tejida con 1 24 tres hilos” B) Sufijo —ko: — a.i. dvika— “doble”, ástaka— “óctuple”; a.i. ekaká—, dvaka—, trika— 12S~ — gót. ainahs “solo”, a.a.a. einag “alguno”’26; zweho “duda”, a.saj. tweho, a.ingl. twéo (y a.ingl. tw~on “duda”, de *twik-n~—>; 124 Vid. la discusión sobre el carácter nativo o préstamo del ruso trinica de esta palabra en Brugmann (1907: 33>. Fraenkel (1962—65: s.u.) la considera forma genuinamente lituana. 126 Vid. 5XIX.11 para su significado. 126 Vid. los correspondientes en otras lenguas germánicas en Ross —— Berns (1992: 656>. 983 — gr. tpLxTus/tpttilSS “sacrificio de tres víctimas; tercio de una tribu”; II) Raíz en grado pleno: A> Sufijo —no: — a.ingl. twégen “dos”, a.a.a. zweno “dos”;127 — a.esl. dúvojYn~; E) Sufijo —kv: - ¡it. dveig3~s “de dos años”, treigs “de tres años”, ke t v¿rgi s “de cuatro años”, — gót. tweihnai, con sufijo “doble”, -k- y —DO—; a.isl. t u¿nn a.ingl. be ... twéonum <>betweer¿); a.isl. a.ingl. prinen, prinuic “triple”.’28~renr¡ “triple”, TIPO 2: DERIVACION SOBRE LA RAíZ ALARGADA POR -S A> Sufijo —no: — lat. bini, trial , etc.; — gr. ~pZucr~ “bieldo de tres dientes”, de una isla en Homero . 129 Á’id. ~XVIII.5.2 sobre el Vid. Ross —— Berns valor de (1992: 645) para estas formas. los equivalentes en danés. recogemos las formaciones nominales y verbales, pues éstas han de etc. nombre 127 y 128Vid. 130 No 984 prinnr’31, a.sueco prmnni “tres”132 grupos de cuatro”; a.isl. fernir “en E) Sufijo —kv: — a.a.a. zwisk, drisk’23 Sobre el material así expuesto hay que ejercer una labor de criba. Hay que eliminar, en primer lugar, tpuxiiis, dado que su —x— no ofrece garantías de antigUedad, habida cuenta de la existencia 134 de -Lp(xo: en griego , con alargamiento en —x— > *gh (cf. a.ingl. twiq “rama”). También hay que eliminar del dossier epZua~, puesto que la evolución propugnada por flrugmann (1907: 32) a partir de *tris—n—ak--, con paso de la aspiración de —s—>--h— a la dental inicial, que no es el tratamiento esperable en griego. Por lo que a las f considerado un arcaísmo relacionó con arm. erko— razón Brugmann (1907: 35), el modelo de ekaka-. En formación sobre *dwi—, como ormas del a.i. se re por Meillet (1901: en erko—tasn “doce que la considera un cualquier caso, no el resto de las que fiere, dvaka— fue 431>, quien lo Pero quizá tenga a innovación sobre se trata de una aquí consideramos. las 646) el trenzar del hilo. 131Vid. §XVIII.5.2 sobre su valor. No recogemos fonéticas, que pueden verse en Ross —— Berns (1992: 132 Vid. Ross —— Berns (1992: 646—647) para los correspondi otras lenguas nórdicas. ‘33sobre cuyo significado Berns <1992: 647) para germánicas occidentales. El su derivación de *dwisko— o ‘34sobre la que vid. §XVII.8.4. vid. §xVIII.5.3 y §xIX.3 los equivalentes en a.ingl. betwuh es amb *dweiko-. 3. Vid. otras iguo en variantes entes en Ross —— lenguas cuanto a 985 Esto debe llevar a descartar también el triká— de la serie, puesto que puede ser una forma moderna, ya que tri— es sincrónicamente la raíz de “3” en a.i. y la forma empleada para la composición y la derivación. Por lo que a dvika— se refiere, se trata de una forma no atestiguada directamente, sino a través del testimonio de Panini, quien la considera aceptable junto a dvitiyaka—. Hechas, pues, estas salvedades parece que podemos establecer la siguiente diferencia: las formas sobre *dwi— etc, son simplemente formaciones adjetivales de significado general “relativo a dos” que han adquirido diferentes especializaciones según las lenguas. En cambio, las formas sobre *dwis— etc. se usan como distributivos, cardinales de los pluralia tantum o multiplicativos, es decir, tienen un significado que fácilmente se puede interpretar como derivado del del adverbio cardinal *dwis. Desarrollaremos esta idea en el apartado siguiente. 17. IJiacronía de los numerales distributivos en indoeuro~o A tenor de lo expuesto en los apartados anteriores parece claro que no podemos reconstruir para el indoeuropeo numerales distributivos adnominales, habida cuenta de que sólo en las lenguas eslavas y en antiguo indio se documentan formaciones derivadas directamente de la raíz de los cardinales que atestiguan ese uso. Por otra parte, desde el punto de vista tipológico esto no resulta extraño, dado que, como ya dejamos dicho en la introducción <§XVIII.3), las lenguas que poseen este tipo de adjetivos no son demasiado frecuentes. Sin embargo, según vimos entonces, todas las lenguas tienen 986 numerales distributivos adverbiales135, por lo que el indoeuropeo debía contar también con ellos. Hay que plantearse, pues, cómo podían formarse estos numerales distributivos adverbiales. Para ello la tipología que presentamos en §XVIII.15 puede darnos la clave. Allí vimos que uno de los tipos de formación de distributivos, el E, lo constituían aquellos distributivos formados por procedimientos sintácticos, tipo que se corresponde precisamente con la categoría que ahora analizamos. Vimos también allí que los procedimientos empleados por las lenguas indoeuropeas eran concretamente de tres tipos: icación Redup 1 — gr.: — arm. — a. i — toc. 1.2) Reduplic ión — a.ingl twain a.a.a. síben 1.3) Reduplicación preposicional: — gr.: E15 XaOt — a,esl. edint alb. : ¡ije a.i. : prat del cardinal icación sin preposición ni conjunción: pCa iiCa ini mi, etc. ekaik~, dv~ A sas sas; ac con and u ¡ido del E se se conjunción: tw~m, etc. siben, etc. cardinal dentro de un sintagma LS pv edi ¡iga. lijé, 1 —dv~dasa norna etc. 2> Sintagmas — gót. — a.esl — ¡it.: i versal preposicionales: ti + ac. pv + dat. pci’ + ac. 1 de Gil (1982: 312). 1> Redupí 1.1> 987 let. : pa + dat. — alb. : nga/pér — gr. : xara/&Pá + o indeclinado ac. 3) Utilización de un pronombre distributivo: — irí. : cach, galés bob — gót. : hianzuh/h,arjizuh lat. : quisque gr.: ~xaomog Tanto de la util e 1 emen tos podemos 1 pues aun e lementos ido renov renovac i ón que prepos categorías en el caso de los sintagmas preposicionales como en el ización de pronombres distributivos, si analizamos los concretos utilizados por las diferentes lenguas no legar a reconstruir un tipo único, lo cual es lógico, que los tipos puedan ser de época indoeuropea los utilizados para la expresión de los mismos se habrían ando formalmente a medida que se ha producido la de los elementos que los constituyen. Y no olvidemos iciones y algunos tipos de pronombres son dos de las más sujetas a renovación en la historia de las lenguas. Por lo que al otro procedimiento se refiere, la reduplicación, creemos que hay buenos argumentos para hacerlo remontar a época indoeuropea. Esta era ya la opinión de Brugmann (1907: 8) y parece corroborarla el hecho dc que la construcción no sea exclusiva de los numerales, sino que se documente también con 136 sustantivos, como lo muestran los siguientes ejemplos —mic. we—te---1 —chipr. crpa’LL we-te—i “año a año”, “cada año” —prank “a cada instante”. Desde el punto de vista tipológico también contribuyen a reforzar esta expresión de de la redupíl (1982: 322): no—cardinales redupí icación. que ninguna 1 de numerales redupí icación las lenguas i construcciones idea la constatación de Skoda (1982: 31) de que la la distribución se realiza frecuentemente por medio cación y, más explícitamente, el universal 8 de Gil si una lengua forma una serie de numerales por reduplicación, forma numerales distributivos por 138 De esto se deduce, como explicita el propio Gil, engua utilizará la reduplicación para formar series no cardinales y no distributivos si no forma por sus numerales distributivos. Así pues, dado que en ndoeuropeas se atestiguan con una cierta frecuencia de numerales con reduplicación parece que podemos asumir que el procedimiento existía en la proto—lengua. Por lo que a la reduplicación se refiere, debemos mencionar la observación que ya hiciera Brugmann (1907: 8) de que ésta se limita siempre a una sola repetición aunque el número de grupos o de veces a los que se alude sea mayor. Esta observación resulta interesante, puesto que si bien no se puede negar que el procedimiento de reduplicación como expresión de la distribución esté icónicamente motivado, como bien señala Gil (1982: 322), no deja de haber un componente simbólico. ‘37Ejemplos tomados de Sieg —— Siegling —— Sehulze (1931: 230 y 486>, a language forms a of reduplication, it forms of reduplication.” y/o pronombres (igual observación), A partir de este estado de cosas debemos plantearnos cómo fue la evolución posterior en las lenguas indoeuropeas. En este sentido podemos clasificar las lenguas indoeuropeas en dos grandes grupos: aquéllas que esencialmente mantuvieron dicho estado de cosas y aquéllas que lo modificaron procediendo a la creación de adjetivos distributivos. Entre las segundas hay que contar a las lenguas itálicas justo en aquellos numerales (“dos” a “cuatro”) que en ninguna lengua no anatolia presentan la tematización como procedimiento de derivación de ordinales. Esto parece apuntar a que la tematización como procedimiento de derivación a partir de los temas de los numerales no formaba sino adjetivos con un valor general que luego sufrieron especializaciones, bien en una dirección, bien en otra. Vimos en §xvi.5.2 al tratar de los ordinales que el proceso de tematización parece una renovación de un procedimiento más antiguo por el que lo que serían los ordinales se caracterizaban por una marca luego sustituida por —os o bien reforzada por ella en —tos, Pues bien, el escenario que parece dibujarse es que hubo una cierta competencia en la utilización de los derivados temáticos dc los numerales. Esta competencia se resolvió fundamentalmente a favor de los ordinales, lo cual no es de extrañar, pues la frecuencia de uso de los ordinales es mayor que la de cualquier otra serie de numerales derivados. Sin embargo, quedaron algunos restos de dicha competencia en los numerales “dos” a “cuatro”, aunque hay que hacer, no obstante, dos observaciones: En el caso del numeral “dos” en la mayor parte de las lenguas ni siquiera se planteó la posibilidad dc dicha competencia, ya que, según vimos en §XVI.7, la mayor parte de las lenguas indoeuropeas se ha utilizado para “segundo” una raíz diferente de la de “dos”. Y aún más, en las lenguas no anatolias incluso en los casos en que la raíz es la misma parece claro que se trata de refecciones tardías y no de la situación originaria. La formación temática tenía, pues, vía libre en el caso del “2” para clasificarse dentro de una serie no ordinal. En las lenguas anatolias, en cambio, —y a juzgar por el testimonio del hit. d~n <§XVI.18.2)— sucedió lo contrario: la forma *dwvyv— se clasificó 992 como ordinal. Y llegaron a sugir pluralia tant ura formaciones. lo interesante es, además, series de multiplicativos, o distributivos basados que en hitita no cardinales de los en este tipo de 2¾ Con la excepción del hit. d~n AOr¡L~’aZoL, ev d~ eflaEós MOTE LUS ETIT« EXELL)0U5 XtiL EO&)OEI TE XaL CO(.)STj. Fedro, trad. de Luis Gil, Madrid: 995 ~ relación con el universal 21 de Gil (1982: 350): la tendencia general es a que una lengua tenga numerales distributivos adnominales si y sólo si no tiene artículo definido o indefinido o, si lo tiene, si su uso es opcional. 147 Ni las lenguas germánicas antiguas ni el latín cuentan con el artículo como una de sus categorías, lo que sí sucede en las lenguas romances y germánicas modernas. El mantenimiento de los adjetivos distributivos en ellas habría sido, por tanto, una rareza tipológica. ‘4””A language and only if it if it has, the is likely does not ir use is to have adnominal distributive numerals if have indefinite or definite articless, or, optional.” (Gil 1982: 350). 996 CAPITULO XIX: LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS 1. INTRODUCCION De las diferentes series de numerales que indoeuropeas los adjetivos multiplicativos han descuidada por la investigación. Que nosostros realizado estudios de conjunto sistemáticos sob en las lenguas indoeuropeas y, de hecho, comparativas del indoeuropeo y los estudios sobre se suelen referir a ellos en la medida en la que formas coinciden con las de los “colectivos”. poseen las lenguas sido quizá la más sepamos, no se han re estos numerales las gramáticas numerales sólo algunas de las Naturalmente, tal falta de atención no es casual y se debe, por un lado, al hecho de que la mayor parte de las formaciones de los multiplicativos son particulares a una lengua o grupo dentro de la familia y, por otro, a que las formaciones son en muchos casos fácilmente interpretables. Sin embargo, creemos que un estudio sistemático de estas formaciones puede conducir a conclusiones interesantes sobre el surgimiento de esta serie en indoeuropeo y también puede aportar datos interesantes desde el punto de vista de la tipología general, puesto que también la lingilística general ha descuidado tradicionalmente el estudio de este tipo de formaciones. Antes de abordar el estudio sistemático de atestiguadas en cada una de las lenguas convendrá consideraciones generales de tipo semántico sobre estos adjetivos, puesto que, en efecto, bajo “multiplicativos” se clasifican adjetivos con significado: las formaciones realizar algunas la naturaleza de la rúbrica de el siguiente 1. valor multiplicativo propio: número de veces dimensión básica se repite dentro de una unidad, p. ej., SunXij “una indemnización doble en cuantía” Pl.j~g.865c. unaque 8 Cxr~ 999 2. valor partitivo: numero de partes que integran una unidad, p. ej., OLYLÓLOL) ... SunXo’i3L’ “una casita de dos plantas” Lys.l.9. 3. valor clasificativo: número de clases o modos de ser de una entidad, p. ej. 8LII)Lij ... 8ovflCcx~ nap~oxiixaottr UnO LE .. 16)1) appout~S~ iupaL’L>onL>-uau XaL un¿ &~xa ú~8p¿~v “sufren una esclavitud de dos clases: se ven tiranizados por los armostes y por los diez hombres” X.HG 3.5.13. Naturalmente, en muchas ocasiones resulta difícil establecer ante cuál de estos tres valores nos encontramos y, de hecho la mayoría de las lenguas no tienen adjetivos diferenciados para la expresión de estos matices. Sin embargo, en ocasiones sí que será interesante tenerlos en cuenta. 2. LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN LAS LENGUAS CELTAS 2.1. Los adjetivos multiplicativos en antiguo irlandés EL antiguo irlandés posee adjetivos multiplicativos de dos series bien diferenciadas que necesitan de tratamiento por separado. 2.1.1. Díabul, trebul Díabul y trebul significan, respectivamente, “doble” y 1 “triple”, si bien esta última sólo está atestiguada en la formación Trebul—challrSigi, nombre de una tribu. 2 La discusión en torno a estas palabras se ha centrado sobre 1Vid. LElA (s.u.) y DRIA la serie; sin embargo, presenta el significado incluye áathad como el primer miembro de Greene (1971) ha mostrado que uathad nunca “objeto único” que le atribuía Thurneysen. 81’id. Thurneysen (1946: 220—222>. 9 La interpretación de Hamp (1974b: 178—179), para quien se trata de neutros en —yo— sobre antiguos colectivos en —ad— no parece aceptable ya que implica, en primer lugar, la existencia de una serie entera de numerales colectivos en —ad— para el indoeuropeo, lo que ya de por sí es dudoso, y, segundo, supone separar la explicación de estas formaciones en —de del resto de las formaciones en ---de, lo que no es muy convincente. serie sede, cvi cde, 1002 ya de la propia lengua irlandesa, idea que se ve reforzada por el hecho de que carecen de paralelos en el grupo británico. Esta idea también se ve reforzada por el modo en que se utilizan estos numerales. Habitualmente aparecen como sustantivos neutros de valor colectivo <“grupo de dos , grupo de tres etc.) ~ valor que, de hecho, es el único atestiguado para cáicde, 1’ s6de y ocht(a)e . Eventualmente pueden aparecer con valor multiplicativo, que es por lo que los estudiamos dentro de este 12 apartado. Así tenemos: s¿t cetharda “una cuádruple compensación” Sin embargo, estos adjetivos aparecen con frecuencia con un valor más general “relativo a, concerniente a”, sobre todo en ejemplos del tipo: huare Is haram foirhthe indarara séde “porque es un número perfecto el número seis” [lit. “el número relativo al seis”] (Thes.Pal. 2.31.36). Además, ha habido especializaciones de estos numerales en otras direcciones. Esto ha sucedido especialmente con nvíd¿cde, cuyo significado usual es “de diecinueve anos en ejemplos como: don chicul naedecdha “al ciclo de diecinueve años” ~ a partir de los cuales se encuentra noíd¿cde ~ 14 sustantivado con el significado “periodo de diecinueve años Para finalizar, como problemas específicos hay que señalar’5 que el vocalismo de dó— en déde y de tre— en tr¿de es difícil de explicar y que seguramente ha habido nivelación entre ambas formas, ‘0Vid. Thurneysen (1946: 243), Greene (1992: 519). Vid. ORAl (ss.uu. coicde, sede y ocht a). ‘21’id. ORAl . ‘41’id. Greene <1992: 519). 15 Vid. Greene (1992: 519). 1003 2.2. Los adjetivos multiplicativos en salo Hay un grafito cerámico de La Grauffesenque cuyo texto es el 16 siguiente aricani lubitias ns tecuan doedo tidres trianis Según la interpretación de Fleuriot significaría “en dos partes” o, más preci tercios~~. En cuanto al primer elemento doe—, bien que no supone ningún problema habida cuent que aparece en britónico antiguo en formaciones 17 (G)XEaL>oS AOUTIXaXTI6OL>LOS) 1980: 120> doedo samente, “en dos Fleuriot ha visto a de la forma due— como Duekaledonios Por lo que al segundo la forma a a.i duvidh~ el emento y considera se refiere, Fleuriot aproxima que, al igual que ella, era indeclinable. Sin embargo, que —dv no se corresponde irlandesas en —de, que, proceden de -dyo. Las pon eslavas en —do y señala que próximas a a.ingl. tw~de, “que contiene dos tercios como sustantivo wylle á~ sie t tercios del jugo e, he fo su vocalismo te con ella, ni tamp como acabamos pues, en relac cho, no son d mas verbal s en cuanto que como ad de un todo”, plantea problemas, ya oco con las formaciones de ver en §XIX.2.l.2, ión con unas formaciones irectamente comparables, e de presente como deffdo a sentido y uso están muy jetivo significa “doble” o pero que se usa normalmente con el sentido de “dos tercios”, w.~de bewylled da?s wóses “herv se hayan evaporado”. en ejemplos como: ir hasta que dos 16 Según la reciente lectura de Lambert (1994: 143), que difiere de las anteriores únicamente en lubitias por lubite.s. “sobre la que vid. Pedersen (1913: 127). 18Vid. Pokorny (1959: 237). 1004 Koch (1985: 21) ha interpretación etimológica significado. Interpreta do adverbio con el significado traduce así 19 el conjunto de the best, a twofold beverage aceptado en líneas generales de Fleuriot, pero ha matizado edo como adjetivo indeclinable de “twofold”, es decir, “doble” 1 grafito: “(You) enjoy a draught of three trientes”. Sin embargo, la interpretación dista mucho de ser segura. Lambert (1994: 143—144> considera que tecuandoedo es una sola palabra y que se trata de un compuesto con primer elemento tecu— (cf. galés teg “bonito”), mientras que andoedo tal vez represente un antiguo *ando-sedon “instalación, mobiliario 3. LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN LAS LENGUAS GERMANICAS S.l. Los adjetivos multiplicativos en gótico 20 Se trata —fa ¡ps como ainfalps, 4. similar, con primer término de compuestos con el cardinal como primer elemento y segundo. Están atestiguados los siguientes: 1. fidurfalks y 100. ta.ihundtaíhundfalps. De forma el cuantificador indefinido ¡nanag “mucho(s)” como de compuesto, managralpe. Por lo que a —falps se refiere, se trata como veremos en seguida, reaparece en germánicas. No es sino una formación en “doblar” que ya conocemos por el antiguo ir bien documentada en las lenguas germánicas, de un elemento que, las otras lenguas o- sobre la raíz *pel landés y que está muy 21 p. ej. en el verbo 19Koch todavía sigue la lectura lubite.s y no lubit las. 20t~íd. Streitberg (1906: 127>, Krahe (1968: 191>. 2’Vid. Holthauser <1934: s. *falpan), De Vries (1977: u. s.u. fealdan) falda Lehmann 2), Kluge la el o y of (1986: <1989: s.u. s .u. 1005 a.ingl. fealdan, a.a.a. faltan, gót. *falpan (sólo la ~a pers. sg. del pret. faifal,b), a, nórd. falda, documentado en etc. 3.2. Los adjetivos multiplicativos en antiguo nórdico Se atestiguan segundo término phfaldr/pr¿faldr exacatamente con ver. 22 dos formaciones . Una consiste en compuestos de —faldr: 1. einfaldr, 2. tinfaldr/tu¿faldr, 3. 4. ferfaldr, etc. Esta formación se corresponde los adjetivos en —falps del gót. que acabamos de Por lo que a la segunda se refiere, no se trata sino de las formas tuennr y ~rennr . Fernández —— Rodríguez 1007 con segundo elemento —Raid. El claro carácter refleja en que a veces, multiplicativos “doble” término del compuesto; drirnfealdre. de compuesto de estas formaciones se cuando la forma aparece en dativo, los y ‘triple” presentan flexión del primer así, twárnfealdurnltwmfaúduw, drinfealdum/ Junto a estas formas básicas existen formas derivadas con el sufijo —lice, que es de gran rendimiento en antiguo inglés para la formación de adjetivos. Tenemos así tUuJfSllice/tuifallice/ tvifallico, seofenfaldlice/seofanfsllice, etc. 4. LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN LAS LENGUAS ITALICAS 4.1. Los adjetivos multiplicativos en latín Se mult ipí i duplus, segunda: documentan en latín dos tipos de formación de 27 cativos , en —plus y en —pl&x. Así, de la primera tenemos triplus, quadruplus, quincuplus, sextuplus, etc. Y de la dupiex, triplex, quadruplex, quincuplex, sextupíex, etc. Salvo para “2”, caso en el que tanto duplus como duplex son frecuentes, la serie en —plex es de uso mucho más frecuente que la serie en —plus, que es más bien rara. Por lo compuesto se que a la morfología refiere, hay que notar de que los primeros términos de la forma composicional del 27KUhner (1912: 648—649) distingue entre multiplicativos en —piex y proporcionales” (Proportionalia) en —plus, pero tal distinción es arbitraria ya que de hecho no se encuentran diferencias semánticas entre un tipo y otro de formación. 1008 “4”, quadru— ha influido sobre el “5”, de modo que tenemos quincu— y no quinque—, como sería de esperar. Está documentada también la forma quinquiplex , que, como ha señalado Colemann <1992: 425), se explica fonéticamente a partir de quincuplex. Las formas para el “6”, sextuplus y sextuplex son raras y claramente rehechas, pues las formas de “6” en composición en latín son normalmente sex— ante vocal y se— ante consonate; de todas formas, sextuplus y sextuplex sólo están atestiguadas en glosas. Por otra parte, la extensión de la —u final de quadru— también se manifiesta en Septiipliim, octuplus, etc. 4.2. Los adjetivos multiplicativos en las otras lenguas itálicas Fuera del latín no conocemos ningún adjetivo en las lenguas itálicas. Habitualmente28 se cita tuplak que se suele traducir como “horca” (e.d., puntas”), entendiéndose que aquí no está sino sustantivado29. Naturalmente, nada hay que garantice salvo el análisis etimológico, pues tal forma habitualmente con lat. duplex y gr. 8Cnxcx~. La der convincente, aunque plantea problemas fonéticos, señalado Colemann (1992: 423), es difícil que tiiplak o *pelk—, pero su solución de derivarla de *pelH 2 exenta de problemas, pues para aceptarla hay que admi de Martinet de que las laringales pueden evolucionar multiplicativo como tal umbr. “objeto de dos en un uso tal aserción se relaciona ivación parece pues, como ha refleje *p)k— tampoco está tir la teoría a velares. p. ej., Buck (1904: 139>. Coleman (1992: 423), acertadamente, no utiliza el término “multiplicativo’ 1 referirse a dicha forma. 29Para usos sustantivados de un multiplicativo en su forma vid., p. ej., griego 8L11X5? y SLIIX¿W (DGE: ss.uu.), desarrollado múltiples significados. muy para femenina que han 1009 5. LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN LAS LENGUAS BALTICAS 5.1. Los adjetivos multiplicativos en lituano Como adjetivos multiplicativos se usan en lituano 30 de formaciones , aunque no todas son posibles con numerales: tres tipos todos los 1~) Sufijo —linkas los Se 2~) Sufijo —guhas (fem. guba). Unicamente con los numerales 2—3: dviqubas, trigubas. El tipo también está documentado en a.prus. dwigubbus “doble” y dvigubbll “doblado”. Sobre la etimología de este sufijo, además de lo que veremos en §XIX.6 a propósito de las formaciones en —guba en eslavo, hay que tener en cuenta que existen en íit. 32 verbos derivados de la misma raíz, como son gaubst~ti “cubrir, envolver, arquear” y gadbtis “cubrirse, envolverse, doblarse”, con paralelos en let. guht “hundirse, doblarse”. 3% Para los numerales superiores se utiliza la —erbopas, que, en principio, da adjetivos numerales formación de modo, 3011id. Kurschat (1876: 267—268>, Wiedemann (1897: 103—104). 31Vid. Vaillant (1958: 672), Fraenkel (1962—65: 356). 32Vid. Fraenkel Kurschat (1897 préstamos dado palabras en lit. (1962—65: 267—268>, que, según 140), en contra de la afirmación de quien veía en estas formaciones él, carecían de relación con otras en es 1010 decir, que responden a la pregunta “de cuántas maneras”33 .Tenemos así ketveriopas, penkerivpas, etc. El sufijo era originariamente —lopas, como lo muestran los numerales 2—3: dvej¿pas y trejápas. La forma en —eriopas se ha generado por falso corte en el numeral 4. Y, a su vez, la forma en —en— con —1- y no mera tematización ha de deberse a influjo de los finales de 2 y 3. 5.2. Los adjetivos multiplicativos en letón Por lo que al letón34 se refiere, los adjetivos multiplicativos son derivados de los adverbios multiplicativos en 35 —kart por medio del sufijo de derivación adjetival —igs. Así, winkártigs, diukártigs, triskártigs, etc. 6. LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN LAS LENGUAS ESLAVAS36 Para “doble” el a.esl. presenta el adj. sugubi, que pertenece a un pequeño grupo de adjetivos invariables en ~ Pero también existen las variables flexivas sugub¿ y sugubint’, junto a dúvogubó. Para los demás numerales la formación no presenta problemas, puesto que se trata de formas en —gubó como trigubó. El tipo tiene correspondencias en lit. y el sufijo se relaciona con la raíz del verbo súgúnvti “plegar”, que en una formación nominal como *5O-gubi “en pliegue”, ha debido dar el numeral “doble” y a partir de ahí toda la serie. 33sobre los que vid. Kurschat (1876: 267> y Wiedemann (1897: 103). 34Vid. Bielenstein (1864: 77). 35sobre los que vid. §XVII.5.2. 36Vid. Vaillant (1958: 671>. 37sobre los que vid. Vaillant (1958: 663 y 671). 1011 Por lo que a las otras lenguas eslavas se refiere, encont ramos ejemplificamos derivados 39a partir de los colectivos con las formaciones rusas dvvjn¿j, cet vern¿j, 7. LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN ALI3ANES Como adjetivos multiplicativos se utilizan dos tipos de formaciones en 40 albanés 1) Adjetivos der ivados en —té de los adverbios etc., que indicaní katérfishté, en —fish41 en qué proporción es mayor una cosa. 2) Formas derivadas en —té sobre los adverbios en —st (ablativo katérshté, plural de los cardinales): etc., que indican el número de 1 dyshté, 1 trishté, ~1 partes de que consta una cosa. Regional ment e adverbios .42 en —znezaj también se encuentran 1 dymés té, derivados en —té de los etc. los que vid. §XVIII,7.l. Boissin (1975: 111>. los que vid. §XVII.7. los que vid. §xVII.7. etc. que tro.jnoj, dyfishté, 1 trefishté, 1 1 trernésté, 1 katérsté, 39sobre 40Vid. ob re 42sobre 1012 8. LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN GRIEGO43 8.1. Las formas derivadas de la raíz *pel El griego conoce varias series de adjetivos multiplicativos, principalmente en —ifloos/—iiXous (air?~ots, 8LUXoS3S. iptnxo53s, etc.), —fl? tÓg (é¶LXóS, 3L¶I?LÓS, etc.) y —nXcxot.os/jón. —nxijouos (ÓLuXáoLos, 44 TPLIIXcXOLoS, etc.>. Como se observa, en origen se trata de compuestos que constan de la raíz del numeral como primer elemento y de una forma derivada de la raíz *pel “doblar”, que ya conocemos, como segundo elemento. A ellas hay que añadir etimología no está tan clara, Sin detalle, 8CnXa~ y -upunXa~, para las según veremos. que la embargo, estas formaciones plantean no pocos problemas de de los que pasamos a ocuparnos a continuación. 8.1.1. LAS FORMAS EN -flAOE/-flAOOE El primero de ellos es la relación entre las formaciones en —nX¿os y —rsXóg. ~ La forma —n~a=s es la que halla correspondencia directa en otras lenguas indoeuropeas (lal. duplus, etc.), pero en griego, en la época más antigua, sólo se documentan las formas en Vid. Schwyzer (1953: 598>. la refección de en —nxcxuCoiv sobre el <1945) 45 Vid. Brugmann (1917/20: bibliografía allí citada. los adjetivos modelo de los 128—135) en —uXáoiog como formaciones comparativos vid. Schwyzer y DELO (s.u. an~oik>, con la 1013 46—nxóos/—nxoiis, que, no obstante, irán decayendo a su vez para en época helenística ceder el puesto a las en —1IX¿s. La situación es, pues, difícil de interpretar y surge la cuestión de la antigUedad relativa de cada una de ellas. A pesar de las reticencias de Chantraine , en prensa. uOVid DGE (s.u.), en prensa. 1014 se plantca el problema de la morfología de las formas en -n?Wos, con una formación no esperada si se considera que se trata de la misma raíz *pel sobre la que se ha formado -ifl¿s. Esta dificultad ha llevado a algunos autores51 a plantear que no se trata de la misma raíz, sino que las formas en —nAdos pertenecerían a la misma raíz que flAE “navegar”, es decir, que procederían de *-plowos. Esta propuesta, que desde el punto de vista fonético no plantea problemas, cuenta con el incoveniente de dejar aislada la formación dentro del conjunto de formaciones multiplicativas griegas e indoeuropeas, en general. Por eso, quizá sea conveniente interpretarlas como propuso Kretschmer (1922/23: 218) en su reseña del artículo de l3rugmann <1917/20). Según él, la relación con la raíz del verbo nX~6w ha de admitirse en el interior del griego pero únicamente como etimología popular de unas formas que ya eran opacas. Es decir, a partir de las formas en —iiXc=s se crearon las en —nAdos por etimología popular, para lo que llama la atención sobre la expresión ¿ Srórcpos nxoi3q (p. ej., Plat.Phaid. 990> que significa “el segundo intento, la segunda vez Sin embargo, dicha interpretación no es la única posible. Vid, ya la discusión en Brugmann (1917/20: 133—135). El diccionario de Lidelí —— Scott— iones (s.u. cxiixcSos) también sigue esta línea de interpretación, pues sugiere que —nAóog pueda ser idéntico a itX¿og “viaje” y ofrece como paralelo el serbio jedan pat “(un viaje =) una vez” y como ejemplo de transición de “una vez~~ a “simple”, el let. vienkarss “simple” frente al lit. vienkart “una vez”. El paralelo no es perfecto, ya que la transición de “un viaje” a “una vez” es frecuente y de ella hemos visto varios ejemplos en el capítulo XVII. Sin embargo, el paso de ‘‘una vez a ‘‘simple’’ no está tan claro sin que intervengan sufijos adjetivales, como en el caso del letón, sobre el que vid. §xíx. 5.2. 1015 Brugmann <1917/20> para etimologizar consideró que, en *-ployos, que, a formaciones de mult deberían su final. partiendo de la triple posibilidad exi —nXóo~ (*—plowvs, *—pl 0505 y *~O1 realidad, las formas griegas procedí su vez, se debían a un cruce con iplicativos, concretamente con &OLOS, a Como se ve, en realidad carecemos de argumentos definitivos para preferir una u otra opción, pero lo que sí parece claro es que las formas en —ifltciSos son una innovación griega. 8.1.2. Las formas en —flAAZIOE/—flAHSIOE Por lo que se refiere a las formas en —nXaouos/jón. - y napanXTjo LOS. 52 Vid. Brugmann (1917/20), DELG, Waanders <1992: 384), entre otros. Brugmann (1917/20: 129—130>, siguiendo a Solmsen y a Fraenkel. Tb. Frisk (1960: s.u. ¿‘unXdotos), Waanders (1992: 384), etc. st ent e vyvs), an de otras la que 1016 8.1.3. LAS FORMAS AIUAAE Y TPIIIAAE Las formas son claramente interpretables como compuestos de SL— y ip~— y —nXaP. El problema lo constituye la etimología del segundo término, para la que se han ofrecido diferentes 54 soluciones . Entre ellas, señalaremos la que lo relaciona con “superficie” y con nXjy~ “golpe”. Para esta segunda hay que objetar que desde el punto de vista semántico, la derivación no ofrecería problemas si se tratara de adverbios cardinales, pues la evolución semántica “de un golpe~~ a ~~una vez~~ es muy posibleS5. Sin embargo, no es tan satisfactoria para explicar un multiplicativo. En este sentido, y habida cuenta de los paralelos en griego que acabamos de ver y de las formaciones atestiguadas en otras lenguas indoeuropeas56, parece más indicado derivarla de la misma raíz *pel que hemos encontrado en las formaciones que acabamos de analizar. La raíz aquí aparecería en grado cero y alargada por un elemento *—k que se documenta también en los multiplicativos del lat. duplex, etc. 8.2. Otras formaciones Limitada a los numerales 2 y 3, encontramos la siguiente formación: bLoo¿s, tptooos (jón. SLeOS, tpL~OS). Esta se explica67 como derivación en *—yvs a partir de la raíz del numeral ampliada por un elemento en *—gh— y DELO . Sobre estos elementos vid, la discusión en §XVII.8.4. Con valor multiplicativo encontramos también Sotós aquí lo discutible es si se trata de un numeral habida su aislamiento dentro del griego. No obstante, su relaci numeral “dos” y las formas documentadas en otras indoeuropeas están fuera de toda duda,59 Schwyzer (1953: 598) cataloga toda una serie de formaciones continuación. El problema general os que es dudoso su carácter de parte, elementos aislados y no otra, en algunas ocasiones ni multiplicativos ya que mantienen 58 aunque cuenta de ón con el lenguas como numerales multiplicativos que pasamos a discutir a que plantean estas formaciones numerales al ser, en su mayor formar parte de una serie. Por siquiera pueden ser considerados 60 su significado etimológico. a) En jon. encontramos unas formaciones en —w&oLos (8itp~otos, TpL(paoLOS> sobre la raíz *bhefl 2 “aparecer, mostrarse”. El proceso de derivación es idéntico al que hemos constatado en las formas en —nAaoLoS, ya que —q?QOLOS también es un derivado en *-yo- a partir de un adjetivo verbal en *—tv---, que, de hecho, se encuontra atestiguado en griego en la glosa de Hesiquid 8iqirnto~’ 6upaOLOL> y en la forma tpCpatos que se documenta en Nicandro (Ther. 102). 58 Vid. DGE (s.u.), en prensa. 59Remitímos a §XVIII.15—16.1, donde al tratar de los distributivos hemos recopilado la evidencia para la reconstrucción de lE *dwoy¿s. 60 El propio Schwyzer estas formaciones se objeción estriba en es perceptible, por <1953: 598) señala que en la mayor parte de percibe aún su valor concreto originario. La que en algunos casos sólo el valor etimológico lo que no se puede hablar de multiplicativos. 1018 b) Formaciones en —9UL0S, de la raíz *bhu “crecer, llegar a ser”. Las formaciones mantienen en ocasiones su significado etimológico, p. ej. é&puos en aí3pa SCWULOS (Antag.1.7>61, pero en otras han evolucionado a significados meramente multiplicativos, como en ‘u(&) 8~ 8C PUXTT1PWP 8t1)apts 819ut1s £OtLt) “la a capacidad de los orificios nasales es doble” Arist.PA 657 4. d) Sin embargo, la forma ñi.’Cus, hápax en Teócrito (Syr.5), no puede ser considerada un multiplicativo ya que se refiere a Pan y significa “de doble naturaleza”, según lo esperable a partir del significado de —Cus, de la misma raíz que C4~OV, etc. Tampoco es un multiplicativo 5(C~os, que presenta dos significados66: “de dos vidas” (Dosiad.17) y “de doble naturaleza” (Sch.Theoc.Svr.5). e) Tampoco 6(~oog, hápax en Teofrasto (HP 5.1.9 y 10), con su significado “bifurcado” y referido a ramas de árboles67, puede ser 61 Vid. DGE , en prensa. 65 Vid. DGE (s.u. t$tiprnjs apartado II 1>, en prensa. 66Vid. DGE (s.u.). 6’~Vid. DGE , aunque también frecuentemente, p. ej., (E.Io etimológico se conserva X¿TITIL’(±)IIOLOLL> £~ouaa 69 g) Más problemático es el caso de óú8poos etimológico, “de doble sonido”, aparece claro 6¿Hpoos atxdg que se documenta en Nonno . Sin ou, donde, o se ya no es tan como “el doble h) También es problemático el caso de las formaciones en —TPTIS. De entrada, con la excepción de ScxipTls, todos los demás miembros de esta serie (mpuijprjs, TEIpTIpiS, etcj sólo se documentan en lenguaje naval para referirse a un tipo de nave. Por lo que a Siiipns se refiere70, aparece frecuentemente referido a edificios de dos plantas para referirse al piso superior, en ejemplos como TO óLTjpES UTIEpyOL) (Pl.Com.120). Pero con valor puramente multiplicativo sólo aparece en la glosa de Hesiquio a esta palabra. 68 Vid. OGE , ¿árek sufijo —patig, corno en erkpatik (“2”), k o hariwrapatik <“100”). d> sufijo —alor, como en harllralor (“100”). e> sufijo —akan, como en eqakan <“1”) o errordakan (“3”>. f> sufijo —eak, corno en erkeak (‘<2”). g) sufijo -kolZ, como en erek. Dl t procede posición esta evo Winter e palabras también k atamea En refiere, convence 73 imamente Winter (1992c: 186—187) ha propuesto que kr— en última instancia de ?rs en k’atajik “conjunto de cuatro caballos”, y “de cuatro anos cambio, por lo que al segundo elemento de krkifl se la explicación avanzada por Winter . En una fase posterior el conjunto de la formación se habría entendido como marca de multiplicativo (cf. supra, tipo b). Sin embargo, creemos que hay una explicación más sencilla para estás formaciones en —kin. Efectivamente, TE *g evoluciona regularmente a arm. k mientras que lE *e seguido de consonante nasal evoluciona a 1. No hay, pues, ningún impedimiento de carácter fonético para pensar que arm. —kin procede de lE *-geIl—, es decir, una forma de la bien conocida raíz indoeuropea *gen “engendrar, nacer, ser”. Por lo que a la semántica se refiere, hemos visto en el apartado anterior cómo en griego se documentan numerosas formaciones, tipo Supuíjs, Súpuos, etc, en las que a partir de un significado originario “de doble naturaleza” se llega a una utilización como meros adjetivos multiplicativos. Pues bien, resulta verosímil pensar que en armenio pudo haber tenido lugar un proceso similar, sólo que con un alcance más amplio. 10. LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN LAS LENGUAS IRANIAS ANTIGUAS En avést. el único procedimiento atestiguado consiste en añadir al cardinal correspondiente el sufijo —want—. Los numerales de hecho atestiguados son los siguientes74: visaitiuuant— “20”, OrisaOl3ant— “30”, caOI3ara.sa4ll3ant— “40”, panca.sa-S¡Sant— “50”, xsastiuuant— “60”, hapta1~9iuu»nt— “70”, a~tai 19iuuant— “80”, nauuaitiuuant— “90”, satauuant— “100” y hazaNrauuant— “1000”. 74Vid. Emmerick (1992b: 330). 1023 11. LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN ANTIGUO INDIO Para la expresión de esta categoría de numerales se encuentran diversos procedimientos formativos en a.i.: a> tipo en los siguientes da~t aya-. Como procedimiento no raíz, en un momen *du76. Por lo que —(t)aya— en RV 7. 103) i aparece con el tipo anterior, Wackernagel <1930> y también recogen el caso de satasvín—, hápax 58.4, que, frente al más frecuente satzn— nterpretó como debido a analogía con el un poco más adelante en el mismo himno. Por lo que al su reconociendo contaminación expí icaciones estos casos nos meramente ante respectivamente, Grassman <1873: fi jo su or de nos en sí se refiere, Debrunner (1954: 919), aun igen incierto, lo explica verosímilmente como los sufijos —vant— e —in—. Todas estas parecen acertadas, si bien no creemos que en hallemos ante verdaderos multiplicativos, sino adjetivos derivados de ‘>100” y “1000’>, como dejan bien claro las traducciones de ss.uu.), “ein hundert Gut besitzend” y “ein tausend Out besitzend”, respectivamente. d) En el Rig—Veda se atestigua también satin- como 80 multiplicativo . En el Atharvaveda y en el Yayurveda aparecen también sodahn- y en el último, ek~da~in-. Posteriormente apareceran más formas, extendiéndose el sufijo incluso a los ordinales. Se trata, pues, de derivados adjetivales a partir de los cardinales con un sufijo -in- bien atestiguado en indo-iranio Emmer ick Grassman (1992a: 189>. (1873: s.u.) y Emmerick (1992a: 190). 1025 si 79 Vid. 80Vid. 81 y de base indoeuropea -Hen-/-Hn- . Sin embargo, como lo muestra la propia historia de estas formaciones, su desarrollo como adjetivos multiplicativos es puramente indio. e) También se atestiguan diferentes compuestos en función 82adjetivos multiplicativos . Entre los antiguos se encuentran: de — formas en —bhuj. 8¾Jid. Wackernagel (1930: 422 y 429) y Emmerick (1992a: 191). Procedente de *tri—varttu—; vid. Renou (1966: 113). parece posible retener, en (1992a: 189), quien afirma cambio, que se la afirmación de trata de un Emmerick adjetivo “girar”; de d~dh~ti los 1026 es completamente gratuita. Y tampoco el apoyo de s~hasra-, atestiguado sólo más tardíamente, sirve de mucho, pues como pone de manifiesto la voz en el diccionario de Monier—Williams, el significado es “relating o belonging to a thousand, consisting of bought with nr paid for a thousand, thousandfold [. .j!”, es decir, que el significado “mil veces tanto” es solo secundario y priman los significados como mero adjetivo derivado de “1000”. Con todo, la forma s~pta— del RV bien merece un análisis filológico un poco detallado de los pasajes en que se documenta, ya que el tratamiento de la misma hasta el momento no resulta completamente clarificador. De entrada, hay que constatar que aparece con dos acentuaciones distintas en el Rl’: s~pta— y sapta— RV 1 20.7 y II 19.7). Debrunner (1954: 135) afirma que la acentuación en los himnos de Valakiya es incorrecta, pero cree que sí deriva del numeral “7”. Geldner <1951) traduce ~~amistad” en el caso de 2.19.7 y 8.55.5, siguiendo el comentario de Sáyana, para quien esto se explica por el hecho de que la amistad traduce Varuna” y Renou <1959: 73) septuplicidad de Varuna”, septuplicidad, más que re “séjour” apto a servir de también aquí la posibil corno como entend ferirse base a 1 idad de “ésta es la fiable amistad de “es la iendo También se han traído a colación las formas gr. tptxtus, tpLtTuS frente a a.i. trlka—, lo que no parece aceptable, pues la única coincidencia entre las formas es la presencia de una —k—. Por lo que al tipo con —ika- y vrddhl se refiere (p. ej. s~stika—), se trata claramente de un desarrollo indio, como dice Emmerick (1992a: 190>, aparte del hecho de que por su semántica (“de seis anos de edad”, en el ejemplo citado) tampoco nos encontramos aquí ante numerales multiplicativos. 12. LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN TOCARlO 89 Tan solo los siguientes numerales están atestiguados 88Así Brugmann (1911: 78>. l’id. Krause —— Thomas (1960: 161), Winter (1992b>. 1029 3 A triwákn~, IB táty~v<á)kne 4 A stwárwkám, stwarw&kn~, swaraikne 5 A p~n-w.#kna; IB piá-y.~kne-sa 7 IB suk—y/ikne-sa E stwarayákne, .swarayknc, Winter (1992b) los clasifica como “yuxtapues su diferenciación (p. 102> entre “yuxtapuestos” según que el numeral tenga o no la misma forma libre y, secundariamente, que haya o no concordanci el segundo miembro. En cualquier caso se trata de el cardinal como primer término y como segundo la E yakne “forma, manera”, que remonta a *weghnom decir, una formación con sufijo *—no— sobre la 90 “conducir Junto a numerales: tos”, siguiendo y “compuestos” que el numeral a de género con formaciones con palabra A wk&ni, o *weghnos, es raíz tE *wegh— esta formación se atestigua otra únicamente en dos sg. fem. sg. fem. stwaratsam stwar~tsai, nom./ac. plu. fem. stwar~tsana 8 A sg. E sg. ac. oktatsai fem. nom. oktatsi, masc. ac. oktace, A partir de estas respectivamente, 4 A st oktatse*. Se trata, pues, ac. oktats~m, oktastm gen. oktacepi, fem. nom. formas Winter (1992a: war~ts*, E stwaratse*, de formaciones sobre el oktatsa, 146> reconstruye, 8 A oktatsM, E cardinal9’ con el 90Vid. Van Windekens <1976: 575—576). 91Para los problemas fonéticos que plantea el final en —a de A okta-, E okt a—, vid. Winter (1992a: 146—147). 4 A ac. E ac. 1030 frecuentísimo sufijo de derivación adjetival toc. A —Ls, IB —tse <*-tyo-. 13. TIPOLOGíA DE LAS FORMACIONES DE ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS __ LAS LENGUAS INDOEUROPEAS Podemos clasificar las formaciones que hemos encontrado las diferentes lenguas indoeuropeas del siguiente modo: a> Derivados adjetivales: EN en a.1) sobre a. 1 grado pleno de la raíz: raya — trojnoj déde, trede, etc. el cardinal: .1) tematización con — gr. 6ocds — a.i. dva¼—, t — ruso dvojn¿J, , etc. a.1.2) sufijo —de (*—dyo—): — a.xrl. oendae, a.1.3) sufijo *—Want—: — avést. vfsaitiuuant—, 6rlsaOl3ant—, etc. — a.i. ±.4atavant-, sahasravant- a.1.3) sufijo —lib: a.a.a. einlih a.1.4) sufijo -ig: a.a.a. cendúsendíg a.1.5) sufijo —erlopas: lit. ketveri¿pas, penkeri¿pas, etc. a.1.6) sufijo —111: a.i. saLín-, sodasin-, ek~daáin—. a.].?> sufijo —iya: a.i. sahasrlya—, sattrim~acchat ya— a.1.8) sufijo —tsf-tse << *—tyo--): toc. A stwar~ts*, E stwarÁtseTM; A oktats~, E oktatseM 1031 a.2> sobre el adverbio cardinal: —sufijo *-no—: a.nórd. tuennr, —sufijo *-ko- : a.a.a. ZviSki, —sufijo —té: alb. i dyfishté, alb. i dyshté, i let. wink~rtigs—sufijo —igs: prennr dríski 1 trefishté, trisht¿, etc. duk.ártigs, etc. 92 b) Compuestos b.I> Raíces b. 1.1) b. 1. cuyo significado básico es “doblar”: con la raíz *pel: 1.1> con mera tematización de la raíz: — a.irl. dlabul, trebul — lat. duplus, triplus, etc. — gr. anXóg, SinX¿g, IPL1TXOS, etc. b.1.l.2) con sufijo *—to—: — gót. ainfalps, fidurfalps, a.nórd. einfaldr, tulfaldr, a.a.a. einfalt, zwifalt, et a,ingl. &nfeald, twiefeald, — <+ derivación en *—yo—) gr. b.1.l.3> con alargamiento en velar: — lat. duplex, triplex, etc. — gr. 6Cix?~a~, ‘rp(nXa~ b.1.2) con la raíz *gub-: — a.esl. sugubó, trigubó, etc. — lit. dvigubas, trigubas, etc. b»l.3> con la raíz *11k—: — ¡it. vé’nlinkas, dvilinkas, etc. 92Clasificamos como compuestos aquellas formas que et lo son, con independencia de que sincrónicamente elementos de los mismos sean analizables como sufijos. etc. etc. c. etc. -flX«U LOS imo lógicamente los segundos etc. 1032 con la raí — gr. con la raí — tri z ¶IttX-: 8(nzuxos, tpb¡tu~os z bbuj-: —bhúJ-, d~Áa—bhuji—, .~atE-bhuji—; b.2) Raíces crecer”: b.2. 1> b.2.2) b.3) Raíces b.3. 1) b. 3.2) b.3.3) 14. CONSIDERACIONES MULTIPLICATIVOS A partir muí t ipí icat ivos en el apartado i n t eres an tes. cuyo significado básico es “ser, llegar a ser, con la raíz *bhu—: con la raíz *gen-: gr. -tpu~rjs y ~-áUuos, -«patos con vay~— “rama”: a.i. catur—vaya-- con la raíz Vrt— “girar”:a.i. tri—Vi’t— tri—vartu— b.3.4) con dh~tu— “capa”: a.i. sapt=hMu b.3.5) con A wkám, II yakne “modo, manera”: triw&kn~, IB táry~y(&)kne, etc. 1033 composición con una raíz cuyo significado básico Pasamos a analizar a continuación cada uno de ellos. es “doblar” 14.1. Derivación a partir de los nombres cardinales (tipo a.1) Con la única excepción del sufijo —eriopas que en lituano es específico para la formación de multiplicativos, las lenguas indoeuropeas no conocen sufijos especiales para la derivación de adjetivos multiplicativos a partir de los nombres cardinales. Los sufijos que se emplean para dicha función no son sino sufijos muy productivos de derivación adjetival en general con un significado genérico “relativo a, que consta de” que al afiadirse a una base de derivación numeral adquiere un significado multiplicativo. Además, este significado multiplicativo en ocasiones no es ni siquiera el único posible. Así: — vimos en §XIX.2.1.2 que en adjetivales derivadas con —de a partir tener valores no multiplicativos; — vimos en §XIX.3.3 que einlih en antiguo alto alemán, ant iguo de los irlandés cardinales frente al valor multiplicativo zwilih y drilih no lo tenían; — las formaciones multiplicativas por mera tematización con grado pleno de la raíz que aparece en gr. Sot¿s, a.i. dvaya-, traya— y en las lenguas eslavas las hemos encontrado ya como distributivos y cardinales de los pluralis tantum (§XVIII.16.1). Así pues, secundario sufijos de el valor multiplicativo y subsidiario de su derivación adjetival. de estos sufijos utilización más es claramente general como Por refiere, lo que a la antigUedad relativa de estas formaciones se la mayor parte de ellas están circunscritas a una lengua formas podían de 1034 concreta, de modo que parece que se trata de desarrollos propios de cada una de ellas, lo que en algunos casos está garantizado por el propio sufijo, que no halla paralelos en otras lenguas indoeuropeas por tratarse de una innovación de la propia lengua. Tal es el caso de lit. —eriopas. De forma similar, a.a.a. —lib, con un sufijo desarrollado únicamente por las lenguas germánicas; a.irl. —de <—dyo—), con un sufijo exclusivamente celta; o toc. A —ts, IB -tse < *—tyo—, sufijo que en tocario ha venido a sustituir de forma generalizada al sufijo *—to— de tan amplia difusión en otras lenguas indoeuropeas. Naturalmente, la utilización del sufijo i.—ir. *—want— con numerales, atestiguado tanto en antiguo indio como en avéstico, debe remontar a época indo-irania, pero el sufijo no debía de poder aplicarse a cualquier numeral, como lo muestra el hecho de que tanto en avéstico como en védico su utilización esté restringida a las decenas (a partir de “20”), a “cien” y a “mil”, lo que ha de estar en relación con el hecho de que el sufijo *—want— se utiliza para derivar adjetivos a partir de sustantivos: los numerales “1”—”10” en indo—iranio tienen carácter adjetival, mientras que las decenas superiores a “10” y los numerales “100” y “1000” son sustantivos. A época indoeuropea sólo puede remontar el procedimiento consistente en la tematización con grado pleno de la raíz, que con valor multiplicativo se documenta en lenguas eslavas, griego y antiguo indio. Ya nos hemos ocupado de este procedimiento y su cronología relativa dentro del indoeuropeo en ~XVIII.17 al tratar de los distributivos, por lo que remitimos al análisis y conclusiones allí ofrecidos. 14.2. Derivación a partir de los adverbios cardinales También en este caso resulta interesante constatar que el 1035 procedimiento se ha utilizado en diferentes lenguas indoeuropeas aunque los elementos empleados no tengan relación etimológica entre sí. Desde el punto de vista semántico la relación entre los adjetivos multiplicativos y los adverbios cardinales parece clara y, de hecho, una de las denominaciones usuales de los adverbios cardinales es, como señalamos en §XVII.1, la de adverbios multiplicativos. Intentando precisar más la relación entre unos y otros, el rasgo común es el de iteración. Vimos en ~XVII.1 cómo lo que caracteriza a los adverbios cardinales es su capacidad para indicar el número de veces que se repite una acción verbal. Y, por su parte, lo que caracteriza a los adjetivos multiplicativos en expresiones como esta vez necesito una cantidad doble de dinero es indicar el número de veces que se encuentra dentro de una unidad una dimensión considerada como básica. Así pues, en este sentido no es de extrañar que los adverbios cardinales hayan sido utilizados como base de derivación de adjetivos multiplicativos, empleándose también en este caso sufijos de derivación adjetival muy frecuentes en las lenguas en cuestión, como alb. -té o let. -iqs. Tampoco en este caso hay coincidencias etimológicas entre las formaciones de varias lenguas indoeuropeas, lo que invita a pensar que los desarrollos son propios a cada una de ellas. Esto no admite dudas en el caso del albanés, puesto que ya las formaciones adverbiales que sirven de base a estos adjetivos son creaciones 93 propias de esa lengua. También está claro en el caso del letón, que ni siquiera comparte isoglosa con el lituano. 93Vid. ~XVII.7 sobre los adverbios cardinales en albanés. 1036 Las formaciones del a.nórd. (tuennr, prennr) y del a.a.a. (zwiski, driski) presentan otro tipo de problemas, ya que en esas mismas lenguas se documentan con valor distributivo. Vimos en §XVIII.3 que los distributivos también presentaban el rasgo de iteración y, en este sentido, resulta comprensible que formaciones adjetivales sobre los adverbios cardinales hayan podido llegar a adquirir los dos valores: multiplicativos y distributivos. Remitimos a §XVIII.16.2 y §XVIII.17 para un análisis más detallado de estas formaciones y el estudio de su cronología relativa en indoeuropeo. 14.3. Composición con una raíz de significado básico “doblar ” TEIO 94Ooipn~ “donde la coraza se hace doble” <11.4.133>. SI conviene señalar, en cambio, que, al igual que en los dos procedimientos ya analizados, también en el caso de la composición con una raíz de significado “doblar” se constata que éste ha estado vivo en diferentes momentos de la evolución de las lenguas vid. DGE (s.u.), en prensa. 1037 indoeuropeas. Así, la utilización de la raíz *pel, a juzgar por la amplitud de la isoglosa, germánicas, el irlandés, las que se puede remontar a utilización de la raíz *gub balto—eslavo, mientras que la exclusivo del antiguo indio. resultan la utilización en gr la raíz *lik. Estos dos úl interés de que corroboran que se lenguas época ext iende itálicas y indoeuropea. es un fenómeno utilización de También parti iego de la raíz timos ejemplos claramente la por el las lenguas griego, parece En cambio, la do al grupo un fenómeno una lengua lituano de además, el que hemos restringi bhuj— es culares a 11TV~— y en ofrecen, aserción real izado diferentes Así, en gr un poco más arriba: el proced momentos de la historia de iego, que conocía compuestos imiento ha las lenguas más antiguos estado vivo en indoeuropeas. con la raíz *pel, en un momento raíz de significado formas lituanas en — mayor antigUedad de las lenguas eslavas. posterior se han creado compuestos con otra similar, ¶1Tux—. Lo mismo cabe decir de las linkas, que han de ser recientes frente a la las formas en —guhas, con correspondencias en Así pues, la única raíz proporcionar multiplicativos examinar el detalle de coincidencias no son totales. que establecimos en §XIX.13b.1. que en la proto—lengua es *pel. Sin embargo, las formaciones puesto Retomamos para ello la cl ha debido convendrá que las asificación Con mera trebul; lat. Aunque no se ellas hay que gót. tweifla— tematización de la raíz encontramos a.irl. diabul, duplus, triplus, etc. y gr. anXós, SunX¿s, etc. 96 trata de multiplicativos sino de distributivos a añadir umbr. pero se atestigua esporádicamente con valor distributivo en griego tardío en ejemplos como: 96 No entramos a discutir ahora los primeros términos de compuestos. El más problemático de ellos es el “2”, para el que alternan las variantes *dwi- y *du—, de las que ya nos ocupamos al analizar el cardinal en el capítulo II. prensa. 1039 EflEa 6LIT?LWUcXIYLES “poniendo las lanzas de dos en dos” 39.83; Sta ion SLuXoijaOai. SFixa ~C~Xous ctg poner los diez libros de dos en dos Epiph.Const.Haer.8.9 suman cinco Por lo que hace al significado “duda” que presentan formas germánicas, la forma más siguiente: las de multiplicat posteriormente la forma femen se explica bi visto en ~XIX a.a.a. faltan, renovación de la cuestión es algo más complicada. plausisble de explicación de las mi lenguas germánicas debieron heredar las ivos con la raíz *pel por mera tematiz éstas se perdieron, quedando únicamente ma sustantivada en un uso figurado. 98 La en habida cuenta de que el germánico, .3.1, desarrolló un verbo en —jo— . que hemos encontrado en todas las lenguas 14.4. Otros procedimientos Frente a los tres procedimientos que acabamos de analizar, que presentan una difusión por varios grupos del indoeuropeo el resto de los procedimientos que aparecen en la clasificación de §xIx.13 son idiosincráticos de las lenguas y han de considerarse, por tanto, desarrollos propios de cada una de ellas. El único paralelismo tipológico detectable se darla entre las formas griegas en —pUTjS y -ipuos y las armenias en —kln, si la interpretación que de las últimas hemos propuesto en §XIX.9, —kinc 98Para paralelos semánticos de evolución, cf. gr. Stnxii en su senti de “doblez, falsedad” . Nonn . D. las 1040 ~gen—, es correcta. 15. DIACRONIA DE LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS EN INDOEUROPEO En consonancia con el análisis de las diferentes formaciones que hemos realizado en el apartado anterior, cabe decir que los únicos procedimientos que verosímilmente se pueden retrotraer a la lengua común para la formación de multiplicativos son dos: 1. temnatización de 2. composición con la raíz del cardinal en grado pleno; formas de la raíz *pel. Por lo que al procedimiento de tematización se refiere, que, como vimos en §xVIII.17, entra en competencia los procedimientos de formación de los ordinales, hay que señalar su limitación a los cardinales inferiores, “dos” y “tres”, fundamentalmente, y quizá también el “cuatro”, aunque el único testimonio para esta posibilidad lo constituyen las lenguas eslavas. La extensión del procedimiento más allá de dichos límites, como sucede en las lenguas eslavas, conlíeva la creación de nuevos sufijos por falso corte a partir del final del “4”, según vimos en §xVIII.7.1 al ocuparnos de su valor distributivo. Remitimos allí para un análisis más detallado de estas formaciones, pero convendrá recordar, de entre las conclusiones allí alcanzadas, que el valor multiplicativo de estas formaciones es secundario y únicamente una mera especialización de su valor más general “relativo a, relacionado con”. Por cuenta muí t ipí amplia griego) proto—l el contrario, los compuestos con la raíz *pel, habida del significado de ésta, debieron tener valor icativo desde el principio. Además, habida cuenta de la difusión dialectal de fenómeno sobre la base del cual ha podido procederse a la renovación de los adjetivos multiplicativos, habida cuenta, además, de que el sentimiento de relación entre los adjetivos multiplicativos y el verbo se ha mantenido hasta las lenguas germánicas modernas; 2. Como vimos, el antiguo inglés flexión del primer término del compuesto: drirnfealdum/ drirnfealdre. Resulta difícil una innovación del antiguo inglés fren germánicas y frente a las otras formas inglés; más bien parece que se trata formación del compuesto. presenta ocasionalmente tw5mfealdum¡tw~nif~1dum, pensar que se trata de te a las otras lenguas documentadas en antiguo del paso previo a la 3. La coincidencia con las formas griegas alargadas en —t (—nl.óoLoss*--plt--yos), que supondría el establecimiento de una isoglosa que otorgaría a las formaciones una mayor antigUedad relativa, es sólo aparente, puesto que en realidad lo que encontramos en las lenguas germánicas son formaciones nominales con grado pleno de la raíz, es decir, *-p¿ltos, mientras que en griego, la forma que ha servido de base a la derivación en *—yos ha sido *—pltos, es decir, una forma adjetival en *—tos con grado cero de la raíz. Por lo que a las formas atestiguadas en griego se refiere, 1042 comenzando por la que acabamos de mencionar, *-pltOS no presenta correspondencias fuera del griego, por lo que resulta difícil postular que se remonta al indoeuropeo común. En cuanto a etc., formas con un alargamiento en *—k-, al igual que lat. duplex, etc., parece que hay que ponerlas, más bien, en relación con la existencia en gr. y lat. de, respectivamente, 1flEXG) y p1ic~re, es decir, que nos encontraríamos ante un fenómeno similar al de las formas germánicas en *—to—. En cambio las formas en gr. 8un?~ós, etc.) sí parecen indoeuropea, habida cuenta de analógicas motivadas por e alargamiento a lo largo de obstante, la reconstrucción problemas. *—pl¿s (a.irl. diabul, lat. duplus, buenas candidatas a remontar a época que no pueden deberse a refecciones 1 desarrollo de formaciones con la evolución de las lenguas. No de estas formas plantea algunos En primer compuesto, para Restringiéndonos lugar, la que a “2” la no y forma de los primeros hay coincidencia entre “3”, únicas formas para términos de las lenguas. las que hay documentación y *tri— eña 1 amos término 1, por 1 griego. y *du- e estudiar es la forma a. irí. como 5 pr imer cardma latín y griego II al * du - en las tres lenguas, en lat. y gr. Aquí la solu en §111.2.1, el a.irl. ha de composición a partir o que la forma antigua ha En cuanto a “2”, tenemos * n latín. De acuerdo con lo la raíz de este cardinal más antigua, si bien *dw para “3” alternan *tre— en ción parece clara, pues, generalizado *tre— como de la forma libre del de ser la que presentan dwei— en a.irl. *dwi— en expuesto en el capítulo debemos considerar que 1—, aunque más reciente, también puede ser de época indoeuropea. En segundo lugar, hay que plantearse el carácter del segundo término de compuesto, *-plos. No creemos que *plos fuera un nombre raíz, como a veces se ha sugerido, sino que parece más bien que 1043 nos encontramos, de hecho, ante formaciones parasintéticas, es decir, que la composición con los numerales como primer término y la derivación temática han debido de producirse al mismo tiempo sin necesidad de que existiera previamente una palabra *p)os de la que carecemos de testimonio independiente. Para finalizar retomaremos el camino recorrido a la inversa para resumir brevemente la historia de los multiplicativos en las lenguas indoeuropeas. Debemos partir, pues, de una situaci6n en la protolengua en la que frente a formaciones de valor únicamente multiplicativo con la raíz *pel existían formaciones adjetivales derivadas de las raíces de los cardinales por mera tematización con un significado general “relacionado con, que consta de” que contextualmente podían adquirir también valor multiplicativo. A partir de ahí estas formaciones con que pueden convivir o los compuestos se refi son: las lenguas indoeuropeas fueron renovando nuevos materiales según varios mecanismos, no dentro de una misma lengua. Por lo que a ere, las posibilidades, como ya hemos visto, 1. utilización de formas con alargamiento de la *pel (*plt-yos en griego, *poltos en germánico, etc.>; misma raíz 2. simi lar bhuj— en utilización de “doblar” (*gub a.x., etc.); formas de otras raíces de en eslavo y lituano, *11k— significado en báltico, 3. utilización de nuevos <“llegar a ser”, “dar vueltas”, compuestos de semántica etc.>. distinta En cuanto a las formas ir, lógicamente, en un procedimientos de derivación derivadas, sentido: adjetival la renovación sólo utilización de más productivos podí a nuevos en las 1044 lenguas en cuestión: i.—ir. *—want—, a.a.a. —lib e —iq, toc. —ts/ —tse, etc. Finalmente, en algunas lenguas se utilizó un procedimiento de derivación secundario tomando como base de derivación los adverbios cardinales, con los que los adjetivos multiplicativos, al igual que los distributivos, comparten el rasgo semántico de iteración. Surgieron así los multiplicativos tipo *dh’isno— y *dwisko—, por adición a los adverbios de dos sufijos adjetivales de alto rendimiento en las lenguas indoeuropeas. 1045 CONCLUSIONES GENERALES Ofrecemos en estas conclusiones generales un panorama global de la diacronía de los numerales indoeuropeos. En él nos limitamos a exponer las líneas maestras que se desprenden del análisis de detalle que a cada una de las cuestiones concretas hemos dedicado en los capítulos precedentes. A ellos remitimos también para nuestras propuestas de solución a problemas controvertidos que se plantean en el estudio de los numerales pero que afectan únicamente a una lengua o a un grupo dialectal. 1. El sistema de los numerales indoeuropeos Tradicionalmente la reconstrucción de los numerales indoeuropeos era la terminología que explicitamos en la bit que se ofrecía del sistema siguiente y como base para la formación de las decenas6, y en el que resulta ser una potencia de la base principal 1 perfecto, con ei formación de los propia la base secundaria 2 10 =100>. Aunque la reconstrucción de este sistema resulta aceptable para las fases más recientes del indoeuropeo, del análisis que los diferentes numerales del “1” al “1000” hemos realizado en los capítulos 1 a XIV se desprende que se trata de un punto de llegada y no de partida, es decir, no es el sistema más antiguo que nos es posible reconstruir para el indoeuropeo. Desde el punto de vista metodológico, la reconstrucción de dicho sistema se basaba únicamente en el método de comparación entre las diferentes lenguas de la familia6. Pero, como ya dijimos en la introducción <§0.5>, no creemos que haya ningún motivo para renunciar a la aplicación del método de reconstrucción interna para el análisis de los numerales en la proto-lengua. Y como también dijimos allí, dicho método, en el caso de clases léxicas como los numerales, ha de basarse primariamente en la etimología, aunque controlando las evoluciones propuestas para cada numeral con las propuestas para los otros, es decir, teniendo en cuenta la 4l’id. capitulo XI. 6l’id. capítulo XIII. sin tener en cuenta el hecho de que presentan divergencias en algunos numerales, “5”; vId. §Iv.4 y §V.3. La no consideración los manuales clásicos, como el de Brugrnann —claro está— porque los datos de las lenguas estaban disponibles. las lenguas anatolias concretamente “4” y de este problema en <1911>, se explica anatolias todavía no 1050 característica fundamental que define constitución en serie. Y sin descuidar proporciona la tipología lingilística numerales atestiguados de hecho en las a los tampoco acerca de lenguas del 7 numerales los datos los sistemas mundo. De acuerdo con el análisis que de forma individual para uno de los numerales “1” a “10” hemos llevado a cabo en capítulos 1 a X, así como la consideración global que de mismos hemos realizado en el capitulo Xl, podemos reconstruir sistemas previos al sistema decimal para el indoeuropeo. El primero terminología de el sentido de q no se relaciona sucedería en el que en seguida estaba integrad sus raíces: en e(*d(e>—u), se el caso del nominal—verbal es claramente cuyo numeral durante algún sobre la raíz general i zación de ellos es un sistema que, siguiendo la acertada Carruba (1978), podemos denominal pre—manual, en ue la etimología de los numerales que lo integraban con el cómputo con los dedos y las manos, como si sistema que habría de sobreponerse a él, sobre el volveremos. En cuanto a este sistema pre—manual, o por los numerales “1”, “2” y “3”, según muestran el caso del “1” (raíces *01— y *sern> y del “2” trata de formaciones sobre raíces deicticas, y en “3”, aunque se trata de una raíz de carácter *ter,9 su significado primario, “ la cuestión ‘0111d. Marcos Marín <1990: 108>. ‘‘Sobre lo que vid. §111.2.1. 1052 referente al modo en que dichas culturas se dotaron de un sistema de numerales abstractos no carece de sentido y no es especulación glotogónica. En segundo lugar -y en relación también con el carácter de artefactos culturales que presentan los numerales—, resulta más lógico buscar los paralelos para el sistema de los numerales indoeuropeos en sus fases más antiguas en culturas de escaso nivel tecnológico, de la misma manera que, por poner un ejemplo de otro campo semántico, se puede esperar que arrojará más luz sobre el estudio del léxico micénico de los textiles el análisis del léxico referido a esa actividad en sociedades pre—industriales de producción artesanal que el utilizado en la producción industrial automatizada actual. Esta constatación no es baladí, pues no resulta de aplicación general a todos los sistemas de la lengua. Por ejemplo, cuando se argumenta a favor de la reconstrucción del indoeuropeo como una lengua activa o ergativa, pueden aducirse paralelos de cualquier lengua que presente una organización de las marcas de los actantes verbales de tipo activo o ergativo, puesto que el parámetro es puramente lingtiístico y no puede ponerse en relación con elementos culturales o tecnológicos de los hablantes de las lenguas en cuestión. Conviene retomar ahora el hilo de la exposición sobre la evolución del sistema numeral indoeuropeo. Así pues, resulta posible reconstruir un primer sistema del “1” al “3” basado en raíces de valor deictico o local. Dicho sistema sería ampliado posteriormente gracias al procedimiento de cómputo con dedos y manos. En efecto, al analizar los numerales “4”, “5”, “8” y “10” hemos visto cómo sus raíces aluden a diferentes aspectos de este cómputo, con lo que nos encontramos con un proceso en el que se ha debido producir la lexicalización de numerales a partir de 1053 verbalización de actos no verbales. 12 “4” y “5” se formaron sobre raíces distintas en las lenguas anatolias y en las no anatolias: *mey- “disminuir” y *korn- “todo” en anatolio y *tur— “agarrar” y *pen “todo” en indoeuropeo no anatolio. Pero tanto en un caso como en otro la idea subyacente parece ser la misma: la oposición entre todos los dedos de la mano 13<=5> y los dedos sin el pulgar (=4>. Dicha oposición cuenta con abundantísimos paralelos en lenguas de diversas familias.’4 Por otra parte, esto supone que en un momento el “5” fue el numeral más alto de expresión léxica simple, lo que no implica que fuera el límite del sistema. En efecto, la raíz de *newm “9” se ha sido relacionada con la raíz *new— “nuevo”, creemos que con 15razón. Ahora bien, normalmente se ha interpretado dicha relación en el sentido de que el “9” sería el numeral “nuevo”, es decir, aquél que seguía al “8” en un sistema cuaternario. Sin embargo, que nosotros sepamos, no está documentado ningún caso de este tipo en ninguna lengua y, por otra parte, resulta bastante naif pensar que cuando se sobrepasa un antiguo limite del cómputo se designe al siguiente numeral como “el nuevo”, pues entonces la innovación se agota en si misma ya que no puede haber continuidad en la serie. En cambio, si relacionamos la designación “nuevo” con el hecho de que podemos reconstruir un sistema con numerales de expresión léxica simple hasta el “5”, nos encontramos con un ‘2lJid. las observaciones sobre numerales y cinética que hicimos en la introducción general <§0.1.6.3>. 13Para los detalles de análisis de estos numerales y sus raíces vid, los capítulos IV y y. ~Vid. Majewicz <1981>. ~3Vid, el capítulo IX para un análisis del numeral “9” y su raiz. 1054 16 - sistema coherente y bien atestiguado en lenguas melanesias , segun el cual para los numerales superiores al “5” se vuelven a utilizar los mismos nombres que para los inferiores a “5” solo que acompañados de una palabra que significa “nuevo”. Es decir, “5” se ha utilizado como base impropia17 a partir de la cual los numerales superiores “6” a “9” se forman por un procedimiento de adición implícita: “nuevo 1” = <5+>1= 6. Por lo que se refiere al numeral “9” en indoeuropeo, esto nos lleva a suponer que cuando ya todos los demás numerales del “1” al “10” contaban con expresión léxica simple se produjo la elisión de la segunda parte del numeral “9”, esto es, de aquélla que originariamente precisaba su valor numeral, pero que ahora ya era redundante dentro del sistema. Esto nos lleva a plantearnos, por tanto, cómo se produjo la ampliación de la serie de numerales de expresión léxica simple hasta el “10”. Para ello el factor de primer orden fue el contacto con poblaciones de lengua semítica de las que los indoeuropeos tomaron las designaciones para los numerales “6” y ~ si bien no simultáneamente, sino en dos momentos diferentes, según permite asumir el hecho de que el numeral “6” no presente marca *—t de femenino semítico y el “7”, en cambio, sí. La adopción de estos préstamos, quizá debida a motivos culturales relacionables con la designación de los siete días de la semana, conlíevó un desequilibrio del anterior sistema numeral indoeuropeo, ya que, ligado como estaba al cómputo con los dedos, implicaba que ahora 161¡id. Codrington <1885). ‘7En en el sentido en que hemos definido las bases impropias en la introducción general, §0.1.6.2. ‘8Véanse los argumentos a favor de considerar “6” y “7” como préstamos semíticos en indoeuropeo en los capítulos VI y VII. 19Vid. §VII.2.2. 1055 existieran designaciones propias para todos correspondían con los dedos de una mano, y otra. La solución a dicho desequilibrio expansión de la serie de expresión léxica “10”. A los préstamos semíticos para “6” *okt5, tal vez especializada al la segunda mano, y a la que se dotó de los numerales que sólo para dos de se la habría de venir con la simple hasta alcanzar el y “7” vendría a añadirse forma para el “4”, según dedos” y kartvelio *oxto familia como préstamo principio en el “cuatro” de una terminación de dual’.20 Por lo que a *dekm “10” se refiere, se trata de una palabra relacionable con el nombre de la mano derecha en buena parte de las lenguas indoeuropeas: gr. StCiós, lat. dexter, a.i. daksina—, 21 etc. Y ya hemos visto cómo se produjo la lexicalización de “9”. Llegamos así a un sistema que todavía no es el de la reconstrucción clásica del indoeuropeo, pues tenemos numerales de expresión léxica hasta el “10” pero éste todavía no está empleado como base propia. En efecto, desde antiguo se había llamado la atención sobre la construcción peculiar que para los numerales “11” a “19” presentaba el lituano, con paralelos en germánico para los numerales “11” y “12”. Se trata, como vimos en §XII.12.6, de la combinación de la unidad correspondiente con una forma de la raíz *1eikW~ “dejar, quedar”, de donde resulta que los numerales en cuestión son interpretables literalmente como “sobra uno”, “sobran dos”, etc. Estamos, pues, ante un sistema de base impropia 20Para el análisis detallado del “8” remitimos al capítulo VIII. 21 Para numerosos ejemplos de relación de las palabras para “10” con nombres de la mano en diversas lenguas, vid. Majewicz (1981). 1056 implí cita, característico operación de multiplicac carecen de base propia. todavía anterior al de 1 resulta posible ir más utilizado aún como base multiplicando serial. de lenguas en las que no se ión dentro del sistema y, Nos encontramos, pues, en a reconstrucción tradicional allá del “10” pero donde propia, es decir, no se utiliza la por tanto, un estadio en el que éste no es utiliza como Con posterioridad, este procedimiento de formación de numerales “11” a “19” habría de verse sustituido por utilización de formaciones del tipo “unidad”+”decena”, sin duda relación con el comienzo de la utilización de “10” como b propia, de la que en seguida pasaremos a ocuparnos. En efecto, procedimiento que acabamos de ver, con utilización de forma de la raíz *leIkW~, resultaba apropiado para expandir serie más allá de “10”, pero una vez que surgieron formaciones tipo 2x10 (=20>, 3x10 <=30), etc. había que explici a qué decena se estaba haciendo referencia, pues ahora había expresar también los numerales intermedios entre “20” y entre “30” y “40”, etc., y formas cuyo significado era uno”, “sobran dos”, etc, hubieran resultado ambiguas. los la en ase el una la del tar que 30’~, “sobra Surgieron así para los numerales intermedios las nuevas formaciones del tipo aludido, “unidad”+”decena”, que salvo en el caso del lituano, que conserva la formación con *leikW~ para todos los numerales del “11” al “19” y del germánico, donde no consiguieron desplazar a las formas para “11” y “12”, acabarían imponiéndose en todos las lenguas indoeuropeas. Además, en §XIí.í2.2 recopilamos los argumentos que inducen a pensar que esta formación es reciente, y que a continuación resumimos: - di “uno” que ferencias de se haya util formación en izado como pr el imer “tít’ según término; la palabra para 1057 — en vimos en “dos”; el numeral “12” la forma de la unidad es *dw5, que, como el capítulo II, es la forma más reciente del numeral — la formación de los numerales “11” procedimiento “un idad”+”decena” presenta marcados, ya que se circunscribe, por ítalo—celta y, por otro, al grupo greco—armen — la forma reconstruible del numeral “13” decir, con la marca de plural —es, reciente según vimos en el capitulo III. y “12” por el rasgos dialectales un lado, al grupo io—indio—iranio; es *treyes-dekm, es en el numeral “3”, El paso al sistema clásico habría de venir, pues, con el comienzo de la utilización del “10” como base propia, es decir, utilizado para la formación de las decenas como multiplicando dentro de un sintagma en el que la unidad correspondiente es el multiplicador. Como vimos en el capitulo XIII, este tipo de sintagmas son reconstruibles para el indoeuropeo, si bien la evolución fonética y morfológica posterior acabaría desembocando en su univerbación como compuestos y, a partir, de ahí, en formaciones cuyo segundo elemento es ya opaco en las lenguas históricas. Y estas formaciones se vieron reinterpretadas y marcadas como singulares o plurales según que se produjera un fenómeno de rección o de concordancia. Es decir, para las decenas hay que partir de las siguientes formas: 20: *widkmt>*wikmt 30: *trik(o)mt>*trik*khi’etwrk*penkw~kmt 60: ~eksdkmt>*S(w)ek5dk<0)Iflt 70: *septnidk*septmdkoktadk*neundk(o)nt Las formaciones sintagmas originarios una forma del numeral 22 compuestos. La pérdi compuesto ha producido final de los primeros vocal o semivocal (e, aunque ésta estuviera haya evidencias que laringal al final de decenas 24 más antiguas se pueden analizar como integrados por la unidad correspondiente más “10”, los cuales luego han evolucionado a da de la *d- inicial del segundo término un alargamiento compensatorio en la sílaba términos, pero únicamente cuando acababa en no cuando acababa por nasal o líquida, 23 en función vocálica. Tampoco creemos que obliguen a postular la presencia de una los primeros términos de compuesto de las Estos compuestos, a su vez, han sido interpretados en las fases más recientes del indoeuropeo de acuerdo con las tendencias morfosintácticas que se iban imponiendo y así, dependiendo de que la decena se entendiera como núcleo del sintagma que integraba junto con el sustantivo que designaba lo que se cuantificaba o, por el contrario, bien como adyacente del mismo —lo que equivale a decir, con relación de rección o de concordancia— las decenas fueron clasificadas como sustantivos singulares o como adjetivos plurales, según un esquema que ya hemos visto en §XIII.13.3: 22Para la forma del 23Vid. 24 Vid. uno de interpretación de la *—t, que no es originaria de la “10”, vid. §X.2.2. XIII .13.2. la argumentación detallada sobre estas cuestiones para cada los numerales en §1<111.13.1. 1059 la FASE decena + sustantivo 2a FASE a) decena (sg.) + sust. pertenecen el latín, el griego y el armenio. Mención aparte merecen las lenguas germánicas, bálticas y eslavas, en las que se ha producido una renovación de la formación de las decenas por medio de sintagmas integrados por la unidad correspondiente y la forma para “10” de que se han dotado dichos grupos lingflisticos. No podemos dejar de señalar que resulta instructivo constatar que esos sintagmas, que aparecen como tales en testimonios antiguos de dichos grupos lingilíticos, se han univerbado posteriormente, con lo que se ha vuelto a repetir el proceso que podemos reconstruir para el indoeuropeo. Retomando ahora el proceso de evolución del sistema numeral indoeuropeo, hay que referirse en este momento al “100”, el último numeral que puede ser reconstruido propiamente para el indoeuropeo común, y cuya forma debía ser *, mdi *sm—gheslo-), e iranio , utilizó una forma *gheslo—, que, según el análisis es un derivado de una palabra para “mano”, *ghes—, se haya grandes el grupo variantes o y tal vez *smi ghes)i o sancí 1 isTara en el que se más probable, que se habría 2811id. los detalles de interpretación en §XV.2. 29Vid. la discusión sobre la etimología de mille en §XV.2.2. 30Vid. los detalles en §Xv.2.3. 1062 zado como un manojo zación de numeral “1000” a partir de su ut una brazada o un puñado, según bases muy bien documentado.3’ ilización para un proceso de En cambio, en las lenguas bálticas, eslavas utilizó otra formación diferente, *tushund—, 32 análisis más probable, es un compuesto relacionable con a.i. tavas— “fuerza” y el decir, una forma cuyo significado etimológico “cien fuerte”, “gran cien (para un t semánticamente paralela, cf. niillon, que no de mille “1000”>. El resto de las lenguas i su numeral “1000” por préstamo a partir de y germánicas se que, según el de *tus—, forma numeral “100”, es sería algo así como ipo de formación es sino un aumentativo ndoeuropeas adquirirían otras lenguas.33 2. LAS SERIES DE NUMERALES EN INDOEUROPEO Comenzábamos el apartado anterior reproduciendo el siguiente esquema: de estas conclusiones numerales de expresión léxica simple: “1” *sem—/*oi— “2” *dwa. §XV.3 para los detalles de interpretación. capítulo XV. 1 exi mdi 1 ex i cali car cali 31Vid. 32Vid. 33Vid. 1063 base principal: base secundaria: 1 ~ “100” *dekm( t> *kmt¿ra Como vimos, en la reconstrucción tradicional del indoeuropeo se asumía que con éstos numerales quedaba constituido el sistema de los numerales indoeuropeos; pero es más, a partir del testimonio de las lenguas históricas se asumía que estos numerales constituían la serie de los cardinales en la protolengua. Nuevamente creemos que dicha aserción es sólo parcialmente válida, es decir, de los cardinales embargo, también e puesto que a par numerales de que dedicado los capít clasificación como secundaria y se de asumiendo algunas debí que an aparecer tambi en la morfología resulta correcto reconstruir esta serie como la para una fase avanzada de la proto— n esta ocasión se trata de un punto tir del análisis del resto de las disponen las lenguas históricas, al ulos XV a XIX, podemos ver cómo, en r cardinales de estas formas es en b be al surgimiento de formas marcadas de las funciones en las que orig én estos nominal numera llevó les, por a la cía un proceso sificación lengua. Sin de llegada, series de que hemos ealidad, la uena medida que fueron inariamente similar al como casos específicos ser más amplia de temas puros cuya utilización en un principio que la que presentan las lenguas históricas. debió 34 Antes de pasar a exponer de forma integrada los datos que hemos obtenido a partir del análisis de las diferentes series convendrá insistir sobre la idea de que cuando afirmamos que una determinada serie no existía originariamente en indoeuropeo no queremos decir que el valor de esa serie no pudiera ser expresado 34 Sobre el proceso de clasificación de los temas puros como del paradigma con valor casual concreto vid. Villar 295—299> y Adrados <1975: 370—388>. formas (1974: 1064 en la proto—lengua, sino únicamente que en ella no había una serie específicamente caracterizada para dicha función. Es decir, el hecho de afirmar que una serie numeral es de constitución tardía en indoeuropeo no implica que antes no se pudiese expresar el contenido al que ella se refiere específicamente: la serie básica 36 y aquéllos cuya raíz es la misma que la del cardinal correspondiente (“segundo” en algunas lenguas y todos los ordinales a partir de “tercero” en todos los grupos Señalamos en su momento (§111.2.3> cómo por su semántica la raíz *ter, sobre la que se ha formado el cardinal “3” y el ordinal “tercero” —primeros numerales en que se da coincidencia de raíz para ordinal y cardinal os 70 *sept < o )mos s~ *oktowos 90 *new0rnos 100 *dek0mos A ellos habría que añadir el ordinal ~94O~t *turyos que permite postular el antiguo indio y que ha de explicarse por analogía con la forma del ordinal ‘~jO~í, a partir del cual se habría segmentado 1068 40 *—yos. Por otra parte, a esa sería habría que añadir también *sweksos t~6o9I si es que la forma gala suexos no puede explícarse a partir de *swekst os.41 Como se observa, hay una ausencia significativa en la serie de ordinales formados por mera tematización, la del “5”, para la que las formas que permiten reconstruir las lenguas indoeuropeas 42 es *penkWtos. Y junto a ella, hay que constatar que también para 0,, y “6 , la proto—forma de la que derivan esos ordinales en la práctica totalidad de las lenguas indoeuropeas presenta *—tos, es 43 decir, se trata de *kWetwrtos y *sekstos, respectivamente . Y este sufijo también lo atestiguan otras lenguas en los ordinales 44 “3 “, “8~” t~9O~~ y ~910o~9.La serie sería, pues, la siguiente 30 *tritos 40 MkWetwts o 5 *penkWtos o 6 *sekstos o 7 *sept mt os o a *oktatos g0 *newmtos 100 *dekmtos Así pues, es obligado plantearse cómo hay que interpretar este sufijo *—tos. Y, de acuerdo con los argumentos que hemos «‘Vid. §xVI.4.9. el planteamiento del problema en §XVI.4.4. 42Vid. §XVI.4.3. 43vid. ~XVI.4.2 y§XVI.4.4. ‘~Para la evidencia que permite reconstruir estas formas vid. §xVí .4.1—8. 1069 ofrecido por extenso en §XVI.5.2, creemos que hay que hacerlo del siguiente modo. *-t es un alargamiento bien conocido en de la morfología nominal indoeuropea para el que, de a la argumentación que ofrecimos en §XVI.5.2, tal vez reconstruir un valor de “definición” , pero que, en cualquier caso, debía aparecer el tema del numeral cuando éste funcionaba como Posteriormente, y en relación con la extensión de la relacionador *-os en la morfología nominal indoeuropea, producirse dos procesos: bien la sustición de *—t por marca, bien la aglutinación de *—os a la antigua marca un proceso bien conocido para los genitivos, en los que el ámbito cuerdo con se pueda de otros alargando ordinal. marca de habrían de la nueva *—t, según *—OS es el alargamiento que ha acabado imponiéndose en dicha función, aglutinado a otros en el caso de los heteróclitos. La elección entre la sustitución de *—t por aglutinación de las dos marcas en *~-tos puede ponerse con dos factores: *-os en reí o la ación 1) A nivel general, la utilización de *—tos frente a *—oS responde a motivos fonéticos. Esto explica la aparición de un ordinal en *—tos, *penkWtos, para el “5” de forma general en 45indoeuropeo . En efecto, si, por ejemplo, la sustitución de *dekmt por *dek mos no planteaba problemas fonéticos, esto no era así en el caso de *penkwet, donde una forma *penkWeos habría sido muy anómala. La forma que, de hecho, se impuso, *penkwtos, supone añadir *-os a una base *penkWet~, cuya sílaba final se ve sometida a equilibrio silábico. Por analogía con el ordinal “quinto”, donde la retención de la *—t se explica por motivos fonéticos, hay que entender la 45Para la explicación de *penkwetos, de la que derivan las formas que encontramos en las lenguas celtas, vid. 5XVI.5.2 y §XVí.9.1. pero 1070 utilización mayoritaria de *—tos en los ordinales superior e inferior, “cuarto” y “sexto”, según cambio analógico por contigttidad paradigmática dijimos en la introducción (§0.2.4), es una de frecuentes de cambio en los numerales. inmediatamente un fenómeno de que, como ya las pautas más 2) A nivel particular, la extensión de *—tos fuera de este núcleo originario puede ponerse en relación con el tratamiento que la alternancia entre *—os y *—tos recibió en otros ámbitos de la morfología nominal. 46 Ejemplos paradigmáticos los constituyen el griego y el latín: la diferencia entre gr. Uxa/Uxatos y lat. decemidecurnus puede entenderse en paralelo a la existencia de un paradigma heteróclito en griego tipo &ó7pa, gen. 8¿ytiatos, frente a lat. carmen, gen. carminis, teniendo en cuenta, además, que en latín las formaciones en —tum han sido desplazadas fuera del paradigma casual para constituirse ellas mismas en nominativos de un nuevo paradigma, por ejemplo augmen/augrnentum. Tras la discusión de ocuparnos ahora del otro aludíamos más arriba, aqué sílaba final del tema del los capítulos XVI, XVIII documenta este tipo de siguientes: 1. numerales — a.esl. - quizá los detalles las formaciones de ordinales debemos procedimiento de tematización al que 1 en que encontramos grado pleno de la numeral. Recapitulando lo expuesto en y XIX, las formaciones en que se procedimiento de derivación son las distributivos: dúvoje, troje, ¿ *dweyesSis, con mismo tipo que la sí. tyja “duda”. §XVIII .16.1.1. §Xví II. 16. 1.2. §XVI 11.16.1.3. §XIX. 8.2. §XIX. 11. 5XIX. 6. §XVI.18.2. §XVI 11.16.1.4. «‘vid. 50Vid. 51Vid. 52Vid. 53Vid. 54Vid. 55Vid. 561’id. 1072 — lat. tréssis, según la interpretación de Brugmann. En la interpretación tradicional se reconstruía a partir de todos estos testimonios unas formaciones de “colectivos” caracterizadas morfológicamente por tratarse de adjetivos temáticos en *—os sobre el tema del numeral con grado pleno de la predesinencial. La interpretación morfológica es, naturalmente, correcta, pero no así la interpretación semántica. Creemos que a tenor de los análisis realizados, y de acuerdo con la argumentación ofrecida en el capítulo XVIII, no resulta defendible la reconstrucción de una categoría de “colectivos” indoeuropeos a partir de la que derivaran todas estas formaciones. Más bien hay que pensar que, como tantas otras formaciones temáticas, estos adjetivos numerales originariamente tenían un significado general “relacionado con, que consta de”, etc. cuyo valor concreto quedaba definido contextualmente. Posteriormente las formaciones irían especializando sus usos y acabarían siendo clasificadas, ya en cada lengua o grupo concreto, específicamente como multiplicativos, cardinales de pluralia tantum, distributivos, etc. Pero hay utilización del la sílaba final que hacer procedimiento del tema está las siguientes de tematízación limitada a los n observaciones: con grado pleno umerales “2”, “3 ‘‘.4.’’ ya que cuando se ha producido formacio es lavas distribu ha hecho partir de una expansión de este tipo de nes más allá del “4”, como en las lenguas bálticas y y también en tocario E, de ser correcto el análisis de los tivos de esta lengua que hemos propuesto en §XVIII.14, se generando un sufijo en *-.ero--/*-.oro— por falso corte a 1 final del tema del numeral “4”, *kWetworo..~/*kWetwero~. En este sentido, tematización con grado característico de los la competencia cero de la sílaba ordinales, según con el procedimiento final del tema, que es hemos visto más arriba la de ‘9 y de el es 1073 limitada, ya que, de hecho, salvo las lenguas anatolias para el “2” y el “3”, ninguna lengua atestigua la simple tematización como procedimiento de formación de los ordinales “segundo”, “tercero” y “cuarto”. A este respecto la constatación de que en hitita *d(w)oyo—> d~—, es decir, una forma con grado pleno de la sílaba final del tema, ha sido clasificado como ordinal puede resultar muy ilustrativa respecto de dos cuestiones a las que ya hemos aludido: primero, la utilización de la raíz que encontramos en el cardinal “2” para la derivación del ordinal es tardía (la forma hitita presenta doble grado pleno, lo que apunta hacia una forma no muy antigua en términos de cronología relativa del indoeuropeo) y, segundo, los derivados temáticos con grado pleno de la sílaba final radical debían tener originariamente un valor general, es decir, para el caso concreto del “2”, “relativo al dos”, “que se refiere al dos”, etc., pues, si no, resulta difícil explicar la evolución de hit. d~— desde el originario valor de colectivo que, de acuerdo con los criterios tradicionales, habría que atribuirle hasta su utilización como ordinal. En definitiva, el surgimiento de la serie de los ordinales y de las series de multiplicativos, distributivos y cardinales de los pluralia tantum de algunas lenguas es subsidiaria del surgimiento de la tematización como procedimiento de derivación adjetival. Esto, en último término, implica que, con la excepción de los ordinales ‘‘primero ‘‘ y ‘‘segundo’’ formados sobre raíces diferentes de las de los cardinales, sus funciones debían ser expresadas por las mismas formas que posteriormente y por un fenómeno de polarización acabarían siendo clasificadas como nombres cardinales, a las que se dotó de una marca *—OS que a la larga acabaría por no sentirse como una variante del paradigma de la forma sin *-os y serviría para el desarrollo de otro paradigma 57Vid. §XVI.4.1—2, §XVI.7 y las observaciones de §XVI.8. 1074 que conllevaría ya una diferencia funcional. Sin embargo, no es sólo en las series temáticas donde encontramos huellas de la utilización de lo que acabaría siendo la serie de los nombres cardinales fuera de la expresión de la cardinalidad nominal. En §XVII.15 hemos recopilado los indicios que apuntan al uso de estas formas también para la expresión de la cardinalidad adverbial. Son los siguientes: — utilización en tocario de las mismas formas como nombres y 58 adverbios cardinales — utilización en galés y antiguo inglés de los nombres cardinales en función adverbial ante adjetivos en grado 59 comparativo — los adverbios latinos en —iens, si es que, como hemos propuesto, resultan interpretables como univerbación de sintagmas integrados por el nombre cardinal correspondiente y el participio del verbo ea “ir flEO — la propia interpretación de los adverbios *dwis y *tris, como los (nombres> cardinales *dwi y *tri, con marcas específicas de plural según vimos en §11.2.2 y §111.2.1, a los que se ha 61 añadido secundariamente la —s adverbial También en el ámbito de los distributivos encontramos huellas de la utilización de la serie que acabaría siendo clasificada como la de los nombres cardinales fuera de lo que llegó a ser su ámbito propio: en efecto, la propia reduplicación del cardinal sin 58Víd. §xvíí.ís.ío. 59Vid. 5XVII.2.2y§XVII.3.4. 60Vid. §xvír.4.í.3. 61Vid. §XVII.í4.í.í. 1075 conjunción ni preposición (cf. gr. 1iCcx pCa; arm. mi mi, etc.; a.i. 62 ókaik~, dv~ dvá; toc. A sas sas; fl se se) puede servir para indicar la distribución y el análisis de esta formación apunta, 63 además, a que se trata del procedimiento más antiguo. Así pues, todos estos datos inducen a pensar que en la serie de los nombres cardinales se ha conservado la serie orginaria de los numerales, que acabó siendo clasificada como tal cuando funciones que originariamente podían expresar los numerales que la integraban fueron quedando adscritas a series morfológicamente marcadas respecto de ésta que se fuero constituyendo a lo largo del tiempo en la proto—lengua y, posteriormente, en los grupos dialectales y lenguas particulares. En este sentido —y aunque ahora no resulta pertinente repetir uno por uno el análisis de todos los tipos de formaciones que hemos encontrado en función de multiplicativos, distributivos, adverbios, etc. 64— hay que llamar la atención sobre el hecho de que todas las formaciones que encontramos en las distintas series presuponen necesariamente la existencia de la serie de los nombres cardinales, lo que en términos de cronología relativa implica su menor antigUedad y su dependencia de la existencia de aquélla para su configuración. Naturalmente, el desarrollo del indoeuropeo y de los grupos dialectales y lenguas continuadores de la proto-lengua conlíevó el surgimiento de nuevos procedimientos de expresión de las 62 Vid. §XVIII.15. 63111d. §XVIII.17. 841as clasificaciones de los diferentes procedimientos empleados en las lenguas indoeuropeas para tales funciones pueden encontrarse en §XVII.14.2, §XVIII.15 y §XIX.13. Los análisis de las formaciones concretas de cada lengua se encuentran en los capítulos XVII, XVIII y XIX. 1076 diferentes series de numerales, ya fuera por transeategor de otras series por medio de marcas morfológicas (caso adjetivos distributivos y multiplicativos en *—no-- y 65formados sobre los adverbios en *—g) , reint elementos opcionales como marca de categoría adverbios cardinales en *~kWi , etc. irl. oendae, Orisa6l3ant—, einlih; —112 A stwaratst déde, etc. en a. E st tr¿de, etc.; *—wa y a.i. satavant—, i. s: Somali—English Dictionary, Abreu, G. de (1995): “Matemáticas rurales”, Mundo Científico 161 (octubre de 1995>: 880—882. Adams, D. Q. (1988>: Tocharian Historical Phono 1 ogv Morpho1~gy, New Haven. Adrados, E. R. (1961): Reseña de Szemcrényi (1960), Ernerita 29: 352—355. (1975): Lingilística indoeuropea , “Arqueología y diferenciación indoeuropeo , en: Adrados (1988c>; pp. 19—38. 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Boston. 1153 Tesis Eugenio Ramón Lujan Martínez PORTADA AGRADECIMIENTOS INDICE INTRODUCCIÓN GENERAL CAPÍTULO I: EL NUMERAL “UNO” CAPITULO II: EL NUMERAL “DOS” CAPÍTULO III: EL NUMERAL "TRES" CAPÍTULO IV: EL NUMERAL "CUATRO" CAPÍTULO V: EL NUMERAL "CINCO" CAPÍTULO VI: EL NUMERAL "SEIS" CAPÍTULO VII: EL NUMERAL "SIETE" CAPÍTULO VIII: EL NUMERAL "OCHO" CAPÍTULO IX: EL NUMERAL "NUEVE" CAPÍTULO X: EL NUMERAL "DIEZ" CAPÍTULO XI: LOS NUMERALES INDOEUROPEOS DEL "UNO AL "DIEZ" CAPÍTULO XII: LA FORMACIÓN DE LOS NUMERALES INTERMEDIOS CAPÍTULO XIII: LA FORMACIÓN DE LAS DECENAS CAPÍTULO XIV: EL NUMERAL "CIEN" Y LA FORMACIÓN DE LAS CENTENAS CAPÍTULO XV: EL NUMERAL "MIL" CAPÍTULO XVI: LA FORMACIÓN DE LOS ORDINALES CAPÍTULO XVII: LOS ADVERBIOS NUMERALES CAPÍTULO XVIII: LOS NUMERALES DISTRIBUTIVOS CAPÍTULO XIX: LOS ADJETIVOS MULTIPLICATIVOS CONCLUSIONES GENERALES BIBLIOGRAFÍA