a la
(§XVI.4,3), de modo que la excepción
tal vez debamos contar con una forma
a todo el indoeuropeo. Pero, en
no al celta, parece claro que aqui
*—tos ha de deberse a la influencia
ral inmediatamente anterio
en ceita insular aunque en
generado por falso corte,
r, por un proceso similar
ese caso se trata de un sufí
según acabamos de señalar.
al
jo
Para el resto de los ordinales resulta imposible encontrar
razones de la generalización de una u otra opción, y la elección
de una u otra a expensas de la alternativa debió realizarse
dialectalmente, pues no parece que se puedan hallar pautas comunes
a todo el indoeuropeo. Sin embargo, sí resulta interesante
constatar que la elección de una u otra alternativa no parece que
fuera independiente de la redistribución y reorganización en otros
ámbitos de la morfología nominal de la tematización de los
alargamientos en *—t a los que aludíamos más arriba.
En efecto, en griego, donde el sufijo
proceso de generalización y extensión dentro
tiempos históricos, nos encontramos con que
morfología nominal flexiva un elemento —TOS
desarrollo, ya que ha servido para formar los
—¶05 ha seguido su
de los ordinales en
en el ámbito de la
ha adquirido gran
genitivos de todos
761
aquellos temas que podían resultar conflictivos56, de modo que
tenemos ejemplos del tipo tEpaS, —a-cog, , quien reformula los dos diferentes
sufijos en *-H
2o- y —o—.
62Ya Bopp (1858), quien, no obstante, hace derivar los sufijos de
ordinal de los de superlativo por abreviación. Brugmann (1911: 50)
ya ofrece las líneas generales que han sido seguidas con
posterioridad en cuanto que hace proceder los “sufijos” de ordinal
por falso corte a partir de la tematización de los cardinales.
764
tratar las relaciones entre estas dos categorías lingúisticas fue
el dado por flenveniste (1948), cuyos puntos fundamentales ya
expusimos en 5xV1.2. Recordemos ahora que, según este autor, la
coincidencia semántica que sirve de base para la igualdad
morfológica entre superlativos y ordinales consiste en el hecho de
que tanto unos como otros sirven para marcar lo que él considera
el último término de una serie, es decir, aquél en el que una
cualidad alcanza el grado máximo :
it
ent 1
ord
ves,
de los
ti on
no
se gu
mp ed i do
reí aci
mita a
forma
rényi
y
i
la
li
ordinales
of the ord
ha inclui
ndo”, lo
poder 1
ón entre
decir (p.
“But the vitality
went even furth
c y shown that the
inals and superla
i for reasons of
morphemes. This had,
already by Brugmann, who clearly state
suffixes —mrno—/--mo— and —to-- are based on
true, then the innovation is even more s
thought to date: sínce the suffix —to— of
the primeros libros de este autor.
— **He leído los
- tamos
fraterna- ustema- dasema—
—isis,
-tema
a.x. prathama— uttama— dasarna—
—isí ha,
-tama
toc. fi parWeSSe ake(s>u skante analítico
A la vista de este cuadro hay varios aspectos que aparecen
A) La dirección de la relación morfológica entre ordinales
superlativos debida a la igualdad de sufijos va de los ordinales
770
estas
claros:
y
a
68 69
los superlativos y nunca al revés , pues, como se constata en el
cuadro, los “sufijos” de ordinal se han combinado con sufijos
preexistentes de intensificación (*is/yes/yos en buena parte de
los casos) para dar lugar a lo que, desde el punto de vista
sincrónico, son los sufijos de superlativo de las diferentes
lenguas: lat. —isslrnus, gr. —L0t05, a.i. —istha, etc.
B) Si la marca que presenta el ordinal “primero” no se ha
constituido en un sufijo de ordinal dentro de la lengua en
cuestión no se ha extendido como marca de superlativo. Así, lit.
ph-mas con marca —mas frente al sufijo característico del resto de
los ordinales —tas y un superlativo en —iáusios70 que nada tiene
que ver con aquél; a.esl. próvó con “marca” —vó frente a —tú en el
resto de los ordinales y una formación de superlativos por
prefijación.
C)
super 1 at
tenido
compru
aglut i
caract
o más
(frent
Señalábamos antes que el nexo semántico entre ordinales y
ivos era únicamente el ordinal “primero”. Este hecho ha
gran importancia a nivel morfológico pues, como se
eba en la tabla, el segundo de los elementos que se ha
nado para dar lugar a los sufijos de superlativo es el que
eriza al ordinal “primero” cuando en una lengua conviven dos
“sufijos” de ordinal. Así tenemos lat. pritmus/-issimus
e a sextus con “sufijo” —tus).
Este conjunto de
de los superlativos
relacionada con la
relativos. Las marcas
hechos sugiere que la entrada
de los sufijos de ordinal
oposición entre superlativos
de comparativo, especialmente
en el ámbito
podría estar
absolutos y
*—iOS/-iS, a
68Como ya observó Brugmann (1911: 50).
69Salvo refecciones tardías como gr.
70Sobre el que vid. Endzelins (1971:
hom. npwmta’vos.
174—175).
771
las que se han aglutinado los finales de los ordinales fueron,
según la interpretación habitual, en origen intensivos, lo cual
cuadra bien con un significado como “muy alto” o “altísimo” pero
falta la determinación presente en “el más alto”. Tal vez fue esto
lo que proporcionó en un principio la utilización del final tomado
de los ordinales ar
lat. secundus/alter
lit. auítras
a.esl. viitorú
alb. 1 dute
gr. SE¶Vtepos que lo
oscura. De ella ya nos ocupamos en §XVI.9.2.
60Sobre estas raíces vid. Adrados (1975: 821). Gonda (1953: 66), a
propósito de las palabras para “otro” expresa: “The function of
these words for “other, different” must originally, i,e., in the
earliest stage of development accessible, have consisted in
expressing spatial—deictic oppositional relations with regard to a
person or an object [. . .1.”
81
En caso de que no fuera así habría que incluirlo en el grupo fi.
Acerca de la etimología de esta forma vid, una exposición más
amplia en §XVI. 12. 2.3.
82La etimología de gr. óE6tepos es muy problemática; vid.
Chantraine (DELO: s.u.) y el tratamiento que hacemos en §XVI.14.4.
775
relaciona con a.i. vitaras siguiente”, i¡itarani “más allá”.
C) Palabras derivadas del cardinal
a.i. y ay., que se han originado
“dos”. Así, las
por la caracterización
del cardinal con el final *—tiyos tomado del
También la forma del toc. fi Wate, wáte y A
64remontar a *dwito- y que seguramente se trata de
en toc. común por extensión del sufijo 1’—
tematización se han formado lic. fi tbi, A kbI
aunque en este caso con un grado o de la raíz que
indoeuropeas ha servido para derivar los “colectiv
la forma del alb. es una innovación con el sufijo
del artículo determinado. Por lo que se refiere a
erkir ha sufrido la influencia de erek’ “dos”86
sufijo —ir vid. §xví.15, donde tratamos de forma
formas del
de la raíz,~ 83
ordinal “tres
w&t, que han de
una remodelación
to-. Por mera
y el hit. fl—,
en otras lenguas
86
os”. Igualmente
—té y precedida
1 arm. la forma
en cuanto al
particular los
ordinales en arm.
es que está const
mantenimiento de
Tal vez haya que incluir
ituida de forma análoga a
la —e de la partícula *de.
aquí gr.
*du “dos”,
87
&dm~pos sino
solo que con
83Tamb i én
atribuible
Debrunner
di tya-¿h
ser la an
formas del
84Vid. §xví.í7.3.
el carácter largo de la segunda —i- de dvitiiiya— es
a influencia del ordinal “tercero”, como señaló
<1949), quien vio también que tuya—, atestiguado en
“de dos años”, continúa una forma *dvitya- que debía de
tigua para el ordinal “segundo” en antiguo indio. Las
iranio no permiten saber si la —1- era larga o no.
85Vid. §xvíII.16.1.
86Vid. Winter <1992c: 355).
776
7.2. OBSERVACIONES
Ha habido acuerdo, pues, en considerar que las formaciones
sobre el cardinal “dos” son recientes88 y han venido a sustituir a
los procedimientos más antiguos que se han conservado en los
grupos A y B. Así pues, no podemos reconstruir para las etapas más
antiguas del indoeuropeo una forma con el significado básico de
“segundo”. Este concepto se expresaría englobado con indeas tales
como la de oposición o contraste o bien por medios más
marcademente léxicos como los que nos atestiguan las lenguas
incluidas en el grupo fl y para cuya comprensión resulta muy
significativo el hecho de que el dialecto tesalio utilice como
ordinal “segundo” la palabra %tEPOS, cuyo significado en otros
dialectos es simplemente “posterior”.
Entendemos, pues, que la especialización de tal o cual
formación sólo se pudo llevar a cabo en las lenguas indoeuropeas
de forma dialectal, lo que explica la falta de coincidencia entre
los distintos grupos que conforman la familia. Y, por otro lado,
no es de extrañar ya que, como hemos señalado en §XVI.5.1., la
plena diferenciación de una serie ordinal sólo se pudo llevar a
cabo tras el surgimiento de la declinación temática y del adjetivo
como categoría morfológicamente diferenciada en indoeuropeo,
procesos ambos que son relativamente tardíos dentro de la
proto lengua.
Por otra parte, debemos llamar la atención sobre un hecho que
la bibliografía acerca de los numerales indoeuropeos no ha
señalado. Se refiere a la distribución dialectal de los distintos
88Salvo en el caso de gr. 8eiitepos si estuviera relacionada con *du
“dos’, que sería un notable arcaísmo en cuanto a la raíz.
777
procedimientos observados.
occidentales parecen formar
ha sido en ellas donde las
En este sentido las
un grupo bastante homogéneo en
formas surgidas por adición del
* —t eras
serie de 1
delimitar
divergenci
segundo’’
para la de
grupos de
detectar ent
aquí la raíz
a una raíz pronominal han llegado a formar
os ordinales. Esta isoglosa
este conjunto de lenguas
as dentro del indoeuropeo
se refiere, creemos que no
finición de las relaciones di
la familia. Relaciones aún
re el grupo balto—eslavo89 y
pronominal seleccionada ha
no ha
y,
por
deja
alect
más
el g
sido
sido ut
dadas
lo que
de tener
ales entr
estrecha
ermáni co,
*an, lo
parte de la
ilizada para
las enormes
al ordinal
i mpor t an c i a
e diferentes
s se pueden
en tanto que
cual está en
consonancia con otras isoglosas compartidas entre estos grupos
8. PANORAMA
ORDINALES
GENERAL DE LA CONSTITUCION DE LA SERIE DE LOS
INDOEUROPEOS
Una vez tratados los problemas referentes al surgimiento de
los sufijos de ordinal en indoeuropeo y a los ordinales “primero”
y “segundo” conviene tomar el tema de forma global y, de acuerdo
con los resultados parciales obtenidos en esos diferentes ámbitos
de estudio, abordar el problema de la constitución de la serie de
los ordinales indoeuropeos. Recordemos que, de acuerdo con las
ideas de Stampe (1977: 596), Greemberg (1978: 252) y Hurford
(1987: 86—121), lo que caracteriza una clase léxica como un
conjunto de numerales es su organización como una serie. El primer
objetivo de este apartado será, pues, intentar dar una respuesta a
la pregunta: ¿cómo se constituyó la serie de los ordinales
indoeuropeos?
895i es que a.esl. von~’ procede de *ntei’OS.
90 Vid., por ejemplo, Krahe <1977: 32—33).
1 enguas
cuanto
sufijo
90
778
Debemos partir, para dar respuesta a esta pregunta, de la
serie numeral básica indoeuropea, cuya creación hemos descrito,
la medida en que esto resulta posible, en el
integrado ese apartado al final del estudio de
cardinales aunque en realidad no es del todo ex
En efecto, no podemos hablar de cardinales si no
otras series de numerales que expresen conte
distintos: ordinales, multiplicativos, etc. Y en
se va constituyendo el sistema decimal de
indoeuropeos tal diferenciación no existe. Existe
de numerales que, memorizada por los miembros
lingilística como tal serie, se empleaba cont
expresar contenidos tanto cardinales como
capí tulo
cada
acto h
es en
nidos
las f
los
una ún
de la
exua lme
ordina
XI. Hemos
uno de los
acerlo así.
oposición a
semánticos
ases en que
numeral es
ica serie
comunidad
nte para
les. La
i guac i ón
cuando
s intáct
entre unos
el contexto
icos, según
y otros significados se podía llevar a
no era lo suficientemente claro, por
exponíamos en §X\TI.5.i.
Sin embargo, el desarrollo adquirido por el alargamiento *.-os
dentro de la morfología nominal iba a afectar de forma radical a
esta categoría. Detengámonos aquí por un momento, antes de hablar
de la utilización del sufijo, para analizar la idea de por qué
fue un elemento de la morfología nominal el que afecté a esta
clase y no uno procedente de otro ámbito (verbal, pronominal,
adverbial, etc.). Adrados (1975: 904) ha señalado con acierto que
el proto—indoeuropeo contaba con tres clases de palabras
diferenciadas formalmente: nominal—verbal, la de los numerales y
la pronominal-adverbial; señala también que los numerales están
emparentados con la primera aunque están aislados formalmente.
Este
(anterior
problema
contacto
Esto se
aislamiento formal
a la oposición morfo
señalado de por qué
se estableció más est
integra dentro de un
de la serie de los numerales
lógica cardinal/ordinal) plantea el
en un momento dado el punto de
rechamente con el ámbito nominal.
conjunto de problemas que van a
en
des amb
cabo,
me d i os
779
cambiar de forma radical el aspecto morfológico de la serie y que,
sin embargo, van a tener una motivación sintáctica o, al menos
distribucional. Un hecho que se constata con facilidad es la
dificultad de los numerales para su predicación. Algunos ejemplos
bastarán para ponerlo de manifiesto:
esp. : Los libros que hay sobre la mesa son dos.
Los libros que hay sobre la mesa son rojos.
Hay das libros sobre la mesa.
ingí. : The books on the table are twa.
The books on the table are red.
There are twa books on the table.
fr. Les livres qu’il y a sur la table son deux.
Les livres qu’il y a sur la table son rauges.
II y a deux lívros sur la table.
al.: Die auf den> Tisch liegenden B¿icher sind zwei.
Die auf dem Tisch liegenden Bticher sind rot.
Es gibt zwei Bticher auf dem Tisch.
Aunque la primera de las oraciones de cada grupo es gramatical y
aceptable dentro de la lengua respectiva, sin embargo, se siente
como menos natural que la segunda o la tercera: la estructura de
predicación con verbo copulativo existe en las lenguas con las que
hemos ejemplificado, pero con los numerales resulta un tanto
forzada, tendiéndose a utilizar estructuras alternativas en las
que el numeral no aparece como predicado.
Esto, por lo que se refiere a contextos en los que los
numerales son cardinales; con los ordinales la cosa es aún más
marcada. I-lurford (1987: 169—170) ofrece un tratamiento impecable
del problema, por lo que le citamos textualmente:
780
It is consistent with the general approach taken here to say
that the denotation of the ordinal fifth is the set af alí
objects that are in fifth position in sorne ordered sequence.
It might appear that an immedíate prab¡em with this is that
it makes ah objects fail into the extension of fifth (and
¿¡ny other ordinal, for that matter), since it 18 always
passible to coas truct an ordered sequence in which sorne giren
object 13 the fifth member. In other wards, if they have this
denotation, ordinal numerais would seem ta be tahly
uninfarmative. But in fact, out of context. so they are.
4.4.3 Iran was (the) fifth.
This sen tence,
Iran that we
fifth WHAT? So
with no
did not
t ry:
con t ex t
a 1 re a dy
giren, tehis us nothing about
know. One wants to know the
the fifth person.
the fifth Ukrainian.
Here. Ukranian is more informativa
legitimately be inferred from Ivan,
Hiere is stihl something missing.
sequence in which Ivan was the
presupposed.
than
bu t
A
person, which rnight
eren with Ukrainian
particular ardered
fifth Ukrainian is
De todo lo anterior se deduce la fuerte tendencia de los
numerales a situarse en la órbita nominal, de modo que no es de
extrañar que cuando en indoeuropeo se produjo la transformación
hacia un sistema flexivo en el que las diversas categorías se
diferenciaban por la utilización de marcas morfológicas
diferentes, los numerales adquirieran marcas característicamente
4.4.4 Iran was
Iran was
781
91
nominales cuando desarrollaron flexión y, volviendo a nuestro
punto de partida, para la oposición ordinal/cardinal se
especializaran elementos típicos de la morfología nominal,
En efecto, dentro de la propia historia de la constitución de
la serie de los ordinales quedan huellas de la época en que las
raíces nominal—verbales constituían una clase y de la época
posterior en que se produce la diferenciación. Así, señalamos en
§XVI.5.2 que en una fase antigua *—t debió ser empleada al menos
en algunos contextos como marca de lo que posteriormente se
constituirían en ordinales, y *—t, como ya señalábamos entonces,
ha sido un elemento empleado tanto en el ámbito de la morfología
nominal como de la verbal. En cambio, *—os, generalizado en época
posterior, y con ese grado específico, es un alargamiento
únicamente documentado en el ámbito de la morfología nominal.
Para la historia de la constitución de la serie ordinal lo
que nos interesa resaltar propiamente son esos primeros intentos
de creación de una diferencia morfológica con la marca *-t que no
llegaron a cuajar de forma generalizada, sino que, al igual que
las declinaciones heteróclitas, fueron subsumidas por marcas
posteriores que sí llegaron a triunfar. Esa marca fue *-os, a
partir de su función de relacionador y según el proceso descrito
en §XVI.5.2.
Fue entonces, ya en época postanatolia, como señala Adrados
(1975: 870) cuando debieron quedar definitivamente sentadas las
bases para la constitución de la serie, aunque del procedimiento
de tematización de los numerales superiores a “2” ya tenemos
91Con alguna excepción de marcas pronominales en algunos numerales
concretos y por su cercanía a dicha categoría gramatical, según
expusimos en §xI.4.
782
algunos indicios en anatolio, concretamente en el ordinal
“tercero”.
Con todo, no se puede hablar ya de constitución plena de la
serie hasta el momento en el que se produce la integración en la
misma de los correlatos de los cardinales “uno” y “dos”, dado el
paralelo adquirido por ambas series. Y este proceso de integración
debió llevarse a cabo en época ya de fragmentación dialectal,
pues, aunque para “primero” hay acuerdo en la raíz92 entre todas
los grupos lingiiísticos excepto el celta, no sucede así para
“segundo”, de modo que se imposibilita así la reconstrucción de la
serie entera para el indoeuropeo común, puesto que, además, no
parece —a juzgar por los datos de que disponemos— que podamos
detectar ningún proceso de sustitución léxica en unos grupos
respecto de otros.
La integración, como ha podido quedar claro a partir de lo
expuesto en ~XVI.6 y §XVI.7, no se llevó a cabo por derivación de
“primero” y “segundo” a partir de los cardinales correspondientes,
sino que para completar la serie se integraron formaciones a
partir de raíces que por su propia semántica aportaban bien el
93
significado requerido : “delante” en el caso del ordinal primero y
“otro”, “siguiente”, etc, en el caso del “segundo”. La excepción
la constituyeron los grupos anatolio e indo—iranio, así como el
albanés y el tocario, donde el ordinal “segundo” sí se derivé del
cardinal correspondiente
92
No así en los sufijos, pero esto obedece a razones propias de la
evolución en cada grupo lingilístico, según seflalamos en §xVI.6.
93Este “supletivismo” de raíces entre los ordinales y los
cardinales más bajos es algo frecuente en las lenguas del mundo.
Vid. Hurford (1987: 52).
tal vez también el griego, si es que SclSTEpos deriva de *d y el prefijo all—/ala—.
97
de do—red “guiar,
do a sustantivos, que
prefijo en usos como
513).
significado básico es
La reconstrucción se basa en la forma trito— presente en la
onomástica; vid. Evans <1967) y Marichal (1988: 96). En Lambert
(1994: 131) hay un error cuando se afirma que Tritios como nombre
propio está atestiguado en los grafitos de La Graufesenque.
98
Ignoramos cuál era el sufijo del numeral “cuarto” en galo, ya que
éste no aparece completo en los grafitos de La Graufesenque. La
reconstrucción generalmente admitida (Szemerényi 1960: 80, n.65;
Hirunuma 1988: 41—42, Hamp 1989b: 42, Lambert 1994: 131> es
*petuarios, basada en la forma del galés. Sin embargo, nada impide
que el sufijo *—tos’ se hallara presente en ella y la forma fuera,
por tanto, *petuartos. A falta de testimonio seguro preferimos no
tomarlo en consideración en la discusión posterior.
99La misma forma del ordinal se atestigua en celtibérico en el ac.
1
2
3
4
5
6
7
8
9
lo
785
9.1. Observaciones generales
Las pautas generales de la evolución de los sufijos de
ordinal en las lenguas celtas no resultan demasiado difíciles de
establecer. Las líneas fundamentales están ya trazadas desde
antiguo100 y aparecen, con una mayor elaboración, en Szemerényi
(1960: 93). En su conjunto nos resultan aceptables, pues el
material las hace evidentes, aunque discrepamos en algunos
detalles, como expondremos un poco más abajo. Dejamos de momento
aparte los ordinales “primero”—”tercero”, que, como es general en
las lenguas indoeuropeas, presentan formaciones especiales.
Para explicar los sufijos de ordinal en las lenguas celtas
hay que partir de una forma *kWenkWetoS, común a todas ellas pero
peculiar dentro del conjunto de las lenguas indoeuropeas, ya que,
con la excepción de a.i. pa?ícath~— (refección tardía), no presenta
paralelos, puesto que el resto de las lenguas derivan su ordinal
“quinto” de *penkWtoSI~fl. Cómo surgió la forma con grado pleno
formal de la sílaba anterior a la del sufijo puede explicarse por
varios motivos: la propia influencia del cardinal y la presión
analógica de *sweks/*sweks-tos’02: XpenkWe/?.
sg. fem. tekametam “décima parte” que aparece en el primer bronce
de Botorrita; vid, de Hoz —— Michelena (1974: 44), Eska (1989:
106—107) y Meid <1993: 119>, con las referencias bibliográficas.
También está atestiguado el derivado tekametiiias.
loo
Vid., p. ej., Morris Jones (1913), Pedersen (1913: 135—136),
Brugmann (1911: 58).
posible que en la forma gala suexos esté presente ese sufijo,
aunque encubierto fonéticamente. Vid. lo dicho en ~XVI.4.4.
786
A partir de *kWenkwetos, o, más bien, de su sucesora ya más
propiamente celta *kWlnkWetos, pero siempre en época anterior a
los desarrollos dialectales que implican el tratamiento de las
103
labiovelares, se generó un nuevo sufijo *—etos por falso corte
que se extendió a los ordinales “séptimo”, “noveno” y “décimo” por
analogías del tipo *kWlnkW(e)/*kwlnkwetos: *dekam’04/*dekametos. A
partir de ahí -¡netos debió de sentirse como el sufijo de ordinales
y, por presión analógica, se incorporé al numeral “octavo” que,
claro está, no deriva de un cardinal con —m final etimológica.
El cuadro que ofrecen el a.irl. y el galés med.
básicamente el mismo que el galo aunque han actuado a
analogías más. Así el sufijo *—etos presente en “quinto”
extendido a “sexto” en ambas lenguas (a.irl. seissed
chwechet), y el sufijo de ordinal más marcado como tal,
se ha extendido también a “cuarto” en a.irl. En la
posterior de esta lengua ha acabado por imponerse a
ordinales superiores a “segundo” en la forma —arnhadh.
105
1 gun
se
ga
* — ¡nc t
histo
todos
es
as
ha
1 és
os,
ria
los
los
Desconocemos la
continentales por
del mismo que test
se pudiera estable
““Ignoramos la forma real del cardinal “diez” en las lenguas
continentales, pero la evolución fonética de las mismas
propia forma del ordinal hacen altamente verosímil que ésta
así.
10% de f
lo que
formas
forma del cardinal “cinco en las lenguas ce
lo que ignoramos si la pérdida de la vocal f
imonia el celta insular es o no muy antigua.
cer este falso corte así parece indicarlo.
orma paralela al galés, también e
no detallamos la evolución en
vid. §XVI.4.1—S.
1 córni
estas
ce
y
fu
co y el bretón,
lenguas; para
Itas
mal
Que
1 tas
la
era
por
las
787
9.2. El ordinal “primero
”
Como se puso de manifiesto en §XVI.6,
presentan la peculiaridad dentro del conjunt
no formar su ordinal “primero” a partir de 1
embargo, el proceso por el que una palabra
integró en la serie de los ordinales tuvo
semejante, puesto que el significado básico de
que se formó el numeral es prácticamente el mismo
las lenguas célticas
o del indoeuropeo de
a raíz *prl<—. Sin
para “primero” se
lugar de forma
la raíz sobre la
En
“primero”
los signi
efecto,
a part
ficados
las lenguas celtas han
ir de la raíz *ken—’06, cuya
de “surgir”, “presentarse”
formado el ordinal
área semántica abarca
“comenzar , etc.
Pasando al examen concreto de las formaciones en cada una de
las lenguas, la forma gala cintux[os], presenta, en primer lugar,
una sufijación en —tu. Esta forma Cintu—, abundantemente
107
atestiguada en la antroponima gala , para Hamp (1989b: 41) no
sería en origen sino una formación de abstracto en —tu con grado
pleno de la raíz. Mayores problemas plantea el sufijo en —x[os ji.
Una hipótesis muy aceptada consiste en ver el resultado de *—skos
con metátesis de la silbante y la velar, fenómeno bien atestiguado
en celta’08. Vendryes (1924: 39) segmentaba la forma en *cintus—kos,
entendiendo que *clntus sería una forma adverbial, pero parece más
adecuado ver un sufijo *—skos. Hamp (1989b: 41) interpreta este
sufijo como meramente adjetival, pero Lambert (1994: 131) ha
puesto de relieve acertadamente que tal vez haya adquirido un
106 Vid. Pokorny
derivarlo de la
la sorda inicial.
107 1/id. Evans <1967).
(1959: s.u.). Hamp <1951/52, 1958/59) prefiere
raíz *genll
2—, pero esto no permite explicar bien
108Así, p. ej., Vendryes (1924: 39) y Hamp (1989b: 41>.
788
valor de comparativo, puesto que la forma bret. kentoc’h, que
también deriva directamente de *kintuskos’ tiene el significado de
“antes”. Una interpretación alternativa ya sugerida por Loth
(1924: 34) es ver una formación en *—tos, pero la evolución
fonética es difícil de justificar a no ser que se parta de
*ken-tuks-tos, pero, entonces, lo que plantea problemas es la
formación en *—tuks.
Por lo que al a.írl. se refiere, la forma prefijada cet—
(pretónica cetu—) deriva directamente de *cintu—’09. En cuanto a
cetnae, parece que hay que descomponerlo en cet—n--, con sufijación
110
de la forma del demostrativo
Galés cyntaf presupone *cíntam < *ci
111
de superlativo añadido secundariamente
de la misma forma que galo Cintusmus’12
113
como nombre propio pero no como numeral.
¡¡tusamos, con el
Debe tratarse en
que tenemos ates
9.3. El ordinal “segundo
”
Se cons
*alyos que
indeclinable
Galo al y Lambert (1994: 131>.
110Vid. Pedersen (1909: 188).
“‘Vid. Greene (1992: 541>.
112Víd. Lambert (1994: 131).
1 13 Vid. Evans (1967).
Pedersen <1909:
42), etc.
196—197), Hirunuma (1988: 40—41), Hamp
sufi jo
origen
t iguada
114 Vid.
(198gb:
789
sus paralelos en galés al), bret. al), córn. y)), a.irl. al),
todos con el significado “otro”. En cualquier caso ambas proceden
obviamente de la raíz pronominal—adverbial indoeuropea *al—. Es
decir, se trata de formaciones del ordinal “segundo” según el tipo
A de los señalados en §XVI.7.1.
Como bien recuerda Greene (1992: 514) la distinción entre
otro’’ y ‘‘segundo’’ no es sistemática en las lenguas indoeuropeas,
de modo que no es de extrañar que formas derivadas de una misma
raíz pronominal pudieran tener contextualmente ambos significados,
especializándose con posterioridad en uno u otro y quedando, por
tanto, restringido uno de ellos a su utilización dentro del
paradigma de los ordinales. Esta elección, tan reciente como para
no ser común a todo el grupo celta, supuso una divergencia, pues,
entre galo, por un lado, y las lenguas insulares por otro.
En cuanto a la forma irlandesa tanaise (¡it. “esperado”), no
es sino un adjetivo verbal <*to—ad--nh-sed>-tio--> de dotnat
“esperar”.115 Aunque se trata de la forma más difundida en la
literatura irlandesa antigua, es posible que no sea más que de un
uso literario, pues no ha dejado huellas en la lengua posterior.’16
9.4. El ordinal “tercero
”
La elección del sufijo del ordinal “tercero” en las lenguas
celtas no ha sido uniforme. Se trata, en los casos del galo y el
galés, de sufijos bien conocidos en la formación de ordinales,
pues galo trito- presenta sufijo —tos y galés trydydd hace suponer
*trl tlyos.
Vid. LEíA
*petwriyo—, que a su vez procedería —con revisión del sufijo yod—
de *kWetwryo~, con silabación estrictamente ajustada a ley de
Sievers. La explicación nos parece aceptable en esencia.
10. LOS ORDINALES EN LAS LENGUAS GERMANICAS
Las formas atestiguadas son las siguientes:
A.A.A. 119 A. NORDICO
furlsto/éristo
ander
drl ti <1)0120
feo rda
117
Tres s,
—e- bien
‘‘8Vid. Pedersen
(1992: 515>.
119
No seña
dialectos.
120
Dr i t tI o
ut i 1 izarse
1 amos
Sobre
es la
drl ita
como señala
un arcaísmo,
Thurneysen <1946: 249>, puede ser con
bien una remodelación sobre el cardinal.
su
(1913: 135), Thurneysen (1946: 249—250), Greene
las variaciones fonéticas de
funfio “quinto”, vid. Szemerényi
los
(1960
forma más antigua; posteriormente
vid. Braune —— Eggers <1987: 235).
diferentes
71—73).
empezará a
GOTICO
1
2
3
4
frumis
a np a r
~ridja
fyrstr
annarr
pr ~
flñrpe
791
5
6
7
8
9
lo
121fi ~,rt a
saihsta
ah t uda
nl unda
t albunda
fimf ta
séhsto
sibunta
ah todo
ni unto
Zéhanta
flrnto
sét te
si aunde
at te
¡¡Tondo
ti Tondo
10.1. Observaciones generales
Como ya señaló Szemerényi (1960: 94) el rasgo característico
122
del grupo germánico es la generalización del sufijo *—tos a todos
los ordinales superiores a “tercero”123, en la línea de lo sucedido
en mayor o menor medida en otros grupos lingúisticos como el gr.,
el alb. o el toc.
Y en cuanto a
forma *trltyos,’24
‘tercero”, no tenemos sino los resultados de la
sobre la que vid. §XVI.4.9.
10.2. El ordinal “primero
”
En todas las lenguas
formaciones en *—lstos, que,
interpretarse como formadas por
germánicas nos encontramos
como ya vimos en §XVI.6, de
el intensivo *—is-. + el sufijo
121
Atestiguado en fimtataihundin, dat. de “decimoquinto”.
122 Vid. Ross —— Berns (1992: 627 ss.) para la recopilación
las formas y los detalles de evolución fonética.
123Naturalmente no compartimos su interpretación
generalización en relación con nuestra explicación de los
de ordinal en indoeuropeo, sobre los que vid. §XVI.5.
124 vid. Peeters (1983> y Ross —— Berns (1992: 626) para los
de evolución.
de todas
de la
sufijos
detalles
con
ben
(de
792
ordinal) *—t os—. Una vez constituido como tal el
superlativo se ha introducido secundariament
“primero”, un superlativo semántico.
sufijo *—istos de
e en el ordinal
Por lo que hace a las
presentan la raíz indoeuropea
*prH~—, mientras que el a.a.a.
“pronto, antes”.
raíces concretas
más extendida
lo ha formado
gót. y
en este
sobre el
a. nórd.
ordinal,
adv. er
10.3. EL ORDINAL “SEGUNDO”
Las
sobre la
formas de las
que vid. §11.7,
lenguas
grupo A.
germánicas derivan de *anteros,
11. LOS ORDINALES EN LAS LENGUAS ITALICAS
11.1. Formas latinas
126
— 127
priraus
2 alt or/secundus
3 tertlus
4 qu~r tus
5 quintus
6 sextus
7 septlmus
8 oct~uus
9 n~nus
10 docimus
Vid. Braune —— Eggers (1987: 235).
‘26Ofrecemos sólo las formas
relevantes para la evolución
correspondiente de la discusión.
127Y prior “el primero de dos”.
estándar; las formas arcaicas
serán incluidas en el lugar
793
11.2. Formas atestiguadas en otras lenguas itálicas
í~)
20)
30)
fem.), ti
trutas
~0)
Pont ies
90>
peligno prlsmu , etrarn—a ;
tortlam—a (ac. sg.
trutum (ac. sg.),
nombres propios); peligno
132
nuvime
11.3. observaciones generales
Dada la fragmentaria atestiguación de las lenguas itálicas
con la excepción del lat. ésta es la única que permite trazar
líneas generales de evolución de la serie de los ordinales. El
resto de las lenguas itálicas no contradicen esas líneas
generales, aunque, evidentemente, no podemos saber si compartían
Jiménez Zamudio <1986: 24), donde se recogen, además, otras
interpretaciones propuestas.
‘29Sobre
verse la
concreto
130Estas formas son muy discutidas,
investigadores que niegan que se trate
entre otros, Untermann (1956: 65).
131Vid. Jiménez Zamudio (1986: 5).
las notaciones silábicas en latín de Preneste ahora puede
exposición de Vine <1993: 324—355> y sobre esta forma en
las pp. 332—333.
habiendo gran número de
del ordinal “cuarto”; vid,
es que no significa “por última vez” y es, por tanto, un
superlativo de la raíz *new- “nuevo”; vid, la discusión en Coleman
(1992: 413>.
794
los detalles de evolución del lat. en las formas no atestiguadas.
133
Por lo que al latín se refiere las líneas generales de
evolución resultan claras: la formación de ordinales con sufijo
*—tas queda restringida a “quinto” y su entorno, en consonancia
con lo expuesto en §XVI.5.2, en tanto que los ordinales entre
“séptimo” y “décimo” son herederos del procedimiento de la
tematización. “Tercero” muestra la pauta más frecuente en las
134
lenguas indoeuropeas, derivación en *—tyos, y “primero y
“segundo”, como es general, tienen raíces distintas de las de los
cardinales.
11.4. El ordinal “primero
”
Se acepta generalmente que primus , para quien pfI~US no es
133 pretendemos tomar partido con nuestra forma de plantear el
análisis ante el delicado problema de las relaciones del lat. con
el resto de las lenguas itálicas, cuestión sobre la que puede
encontrarse un resumen reciente en Villar (1991a: 355—373).
134 Vid. ~XVI.4.9.
135Así Coleman (1992: 408); vid, la bibliografía que apoya esta idea
en Monteil <1970: 251).
795
sino una formación adverbial en —s136 más el sufijo *-ma—. Sin
embargo, no estamos de acuerdo con él en que sea directamente
comparable con gót. fruma, pues, aparte de que éste es un tema en
nasal, —mus en primus no procede sino del final de septimus y
docimus, aislado por falso corte morfológico.
11.5. El ordinal “segundo
”
Lat. alter no ofrece dificultades de interpretación: se trata
de una formación en *-ter— sobre la raíz pronominal *al. En
cuanto a socundus, la forma que en lat. clásico vino a emplearse
habitualmente como ordinal, su relación con la raíz del verbo
soquor resulta evidente. 138 Recientemente Coleman <1992: 409) ha
resumido muy bien la cuestión, señalando la posibilidad de que en
un momento dado de la historia de la lengua latina formaciones en
—ndus fueran empleadas como participios activos del tema de
mnfectum, según atestiguarían formas como oriundus y el propio
secundus. Con posterioridad se habrían introducido las formas en
—nt en dicha función, quedando las en —i>d¡is únicamente como
gerundivos por influencia de los verbos no deponentes. Disociado
de su función verbal por su inclusión en la serie de ordinales
secundus habría podrido sobrevivir sin verse remplazado por el más
reciente sequOiiS.
En cuanto a las formas del umbro etram—a y etru, Coleman
<1992: 409) apunta una doble posibilidad: que se trate de la raíz
*0— presente en sánscr. asya, etc. o bien *01— como en lat. is o
en el propio umbro eaf. Siguiendo a Adrados (1975: 821) tal doble
‘36Sobre los procesos de recaracterización de adv. en —l por —s
vid. Prósper (1991).
‘37sobre este tipo de formaciones vid. §XVI.7.
Vid. Ernout —- Thomas (DELL: s.u.).
796
posibilidad no se plantearía, ya que en cualquiera de los dos
casos se trataría de la misma raíz. Con todo, la interpretación de
Prósper <1996: 116), quien reconstruye la raíz como Het—, quizá
sea la solución más adecuada. En cualquier caso, no estamos sino
ante un ejemplo más del tipo de formación que hemos estudiado en
§XVI.7.2, grupo A.
11.6. El ordinal “cuarto
”
Algunos ordinales latinos reflejan una evolución problemática
sobre la que resulta conveniente realizar algunas observaciones.
Si comenzamos por “cuarto” observamos que quartus no puede ser de
ningún modo la evolución fonética regular de *kWetwrtos. Leumann
<1977: 492) resume las posturas de los autores anteriores en dos
tendencias: para unos la evolución sería *quatwortos (con *qua~ de
*kwe~~ y *—or- de *—r--) > quavortos > quaortos > quartus; para
otros, en cambio, la forma procedería
influencia de quattuor en el consonantismo
pasaría a quartus también por influencia del
última posibilidad es fonéticamente viabí
embargo, que la forma del cardinal presenta
—a—, lo que, como vimos en §IV.1.2, plantea
En cambio, la primera línea de razonamie
convincente, aunque en la versión mejorada de
quien propone una evolución así: *kwetwrtos
disimilación de la primera ti) > *quewortos > *
de *(qu)tuortos y, con
inicial, quortos que
cardinal. Aunque esta
139
e, presupone, sin
de por sí vocalismo
graves dificultades.
nto sí nos resulta
Coleman <1992: 410),
> *q¡ietwortos (con
quowortos > *quórtos
tal vez
mo Quorta
segu i mo s
mdi rectamente atest
en GIL 1 328) y —con
ahora a Bammesberger
iguada en el antropónimo
evolución alternativa (en
1995: 219) *quowortos >
131a cnt
esperable
*tuortos >
ica de Coleman <1992: 411) se
en itálico sería *kwtuwrtas,
* ti iuyr tos.
basa
que
en que la forma
desembocaría en
(forma
pr en e s t
lo que
797
*qwawor tas
evolucionado
140cauus.
a
q¡Thrtus, donde
*qwaw—, para lo que
la secuencia *qwow— habría
tenemos el paralelo de lauare y
Por lo que se refiere a la
realmente significa “cuarto”141
arcaizante sin *0”o— inicial,
142Tup’caZos, etc.
forma osca trutum,
seria una forma
en la línea de a.
etc., si es que
extremadamente
i. turiya, gr.
11.7. El ordinal “octavo
”
Lat. “octavo” ha sido
se han propuesto dos formas
*aktówas. En el primero de
se explicaría por analogía
parece poco verosímil.
posibilidad, que únicament
fonético *5w>áu, sobre el
sobre todo, Szemerényi (1951>.
objeto de discusión en tanto
subyacentes alternativas 143:
los casos el vocalismo largo
con la vocal larga de acto, 1
Más defendible resulta 1
e supone un ejemplo más
que puede verse Thurneysen
en cuanto
*oktawos y
de octáuus
o cual nos
a segunda
del cambio
(1887) y,
140 Vid. la discusión a propósito del cardinal en §IV.1.2.
141Vid. Buck <1904: 138) y Untermann <1956: 65).
Vid. MV.3.2.
143 Vid. Lindsay (1897: 477) y Leumann (1977: 492). Un
de la cuestión con las referencias a la bibliografía
encuentra en Coleman (1992: 412).
buen resumen
anterior se
798
12. LOS ORDINALES EN LAS LENGUAS BALTICAS Y ESLAVAS
12.1. Los ordinales en las I~gj~s bálticas
PRUSIANO LITUANO
1 pirmas’45
2 ant srs146
3 tirtis149
4 kettwirts
5 penckts
6 ustsíB~~
7 sep5
ceturt (al
piekt ,
106—111), Comrie
71—74), Kurschat
(1923: 367—369),
Endzelin <1971:
(1992: 725—762).
<1876: 264—266), Wiedeman
Senn (1966: 218—219),
183—184), Schmalstieg
146También anters.
también ahí aras,
textos antiguos
uoters.
149
Y
y en variantes dialectales también uotars y
también tung y tung.
también uschts.
la forma más reciente septintas.
152Y la forma más reciente ahuhias.
en letón dialectal también astiht(ai)s.
144
LETON
5
5
>5
>51
5
153
Y
799
10 dossímts de.~imt as dosmit (al >2~~
12.1.1. OBSERVACIONES GENERALES
La tendencia evolutiva general
sido a generalizar *—tos como marca
podemos considerar que la extensión
ordinales superiores a “tercero”~~~ es
que, frente al letón, el prus. y el
de la tematización como procedimient
“séptimo” y “octavo”. Precisamente
proporciona buenos ejemplos de la t
sustitución producida entre las
y las más modernas sepí
157
analogía con deviiitas “noveno
de las lenguas bálticas ha
de ordinal. Sin embargo, no
de este sufijo a todos los
de época proto—báltica, puesto
lit. muestran la conservación
o de formación de ordinales en
en esos numerales el lit. nos
endencia a la nivelación con la
formas más antiguas sekmas y
Mitas y a4tuiYtas, rehechas por
no tenemos sino la
*trityos; vid. §XVI.4
evolución
.9.
desimtai~ sin metátesis; vid.‘~‘4También está atestiguada una forma
Endzelin <1971: 184>.
“tercero”
difundida forma
ésta, al igual que en la correspondiente del prus. asmnus, es
detectable que ya ha habido una acción analógica más antigua por
parte de los ordinales inmediatamente anterior y superiores puesto
que la —fil— no es etimológica en “octavo”.
157
En Hamp <1974) se encuentra una muy interesante expí
comprensiva de la prehistoria de los numerales lituanos
podemos compartir dado que la reconstrucción del
indoeuropeo de la que parte Hamp difiere de la nuestra.
de la ampliamente
icación
que no
sistema
800
12.1.2. EL ORDINAL “PRIMERO”
Generalmente’59 se postula que las formas del ordinal “primero
159
en las lenguas bálticas descienden de TE *prH
3—mos , forma que
subyacería también a lat. primus, gót. fruías, etc.
Sin embargo, no creemos que ésta sea la mejor solución para
explicar la presencia de esta marca en dichas lenguas. En latín
está claro que procede por falso corte de decinius y en lit.
debemos suponer algo similar
160. De hecho, como hemos observado de
pasada al tratar de la generalización del sufijo *—tos en las
lenguas bálticas, previamente hubo de haber una cierta extensión
de un sufijo *—mos (o ya evolucionado *—mas) generado por falso
corte al menos en “séptimo” (cf. prus. sep
convincente. Según él *—mo— sería un “colorless
añadido a adverbios como *pro “delante” forman
“que está delante” cuyo significado se especial
“delantero, primero
(1971: 183), Szemerényi
laningal, según
son de relieve
autores; no
para nuestra
no resulta
suffix” que
a adjetivos
izaría como
801
12.1.4. OTRAS OBSERVACIONES
Es necesario referirse a la forma del a.prus. para “sexto”
usts/uschts, ya que, como vimos en su momento (§VI.2.2.2), se le
ha otorgado un papel importante para la reconstrucción del numeral
“seis” en indoeuropeo. Como ya dijimos allí, la interpretación más
verosímil nos parece la de Winter <1992a: 16), quien ve en rísis
una disimilación a partir de *.~ugtas (tal vez sería mejor una
disimilación a partir ya de *susts>. De todas formas, otras
opiniones sobre “sexto” en prus. pueden encontrarse en §VI.2.2.
12.2. Los ordinales en las lenguas eslavas
161
Ofrecemos únicamente
caso en que el ordinal no
a.búlg. Las demás lenguas
la misma forma que las de
los ordinales del a.esl.
está atestiguado en dicha
eslavas presentas formas
162estas lenguas
y en el único
lengua, el del
explicables de
1 a.esl.
2 a.esl.
3 a.esl.
4 a.esl.
5 a.esl.
pr ti vu
y t oru
tret iii
cetvrutu
petu
6 a.búlg
7 a.esl.
8 a.esl.
9 a.esl.
10 a.esl.
12.2.1. OBSERVACIONES GENERALES
Según se observa el sufijo *—tos aparece caracterizando a la
mayor parte de los ordinales superiores a “tercero”. Szemerényi
IBíVid Vondrák
652—657, 1964:
725—762).
162 Vid. Comrie <1992).
(1928), Mikkola
161—163), Arumaa
(1950:
<1985:
56—59), Vaillant
199—202>, Comrie
sestu
sedm5
0511>11
devetú
desetú
<1958:
(1992:
802
<1960: 109—112) ofrece una elaborada explicación para dar cuenta
tanto de los ordinales como de los cardinales en este grupo
lingilístico, que, con las salvedades hechas en §V.l.4, nos parece
aceptable en esencia para los cardinales.
Sin embargo, por lo que a los ordinales se refiere, creemos
que su explicación puede simplificarse. Dado que admitimos que las
formaciones en *—tos pueden remontarse a época indoeuropea en
cualquiera de los ordinales superiores a “tercero”163, resulta
innecesario postular analogías para la extensión del mismo en la
prehistoria lingtiística del grupo eslavo como tal. La única
analogía evidente (aparte, claro está de la presencia de d—
inicial en “noveno” por influencia del numeral inmediatamente
superior, de forma completamente paralela a lo que sucede en la
serie de los cardinales’ £4> es la que se ha dado entre “séptimo” y
“octavo”, que ha conllevado la transferencia del final —mu
etimológico presente en aquél a este último.
12.2.2. EL ORDINAL “PRIMERO”
Se trata de una formación por tematización de la raíz
*prH -- 165
12.2.3. EL ORDINAL “SEGUNDO”
La interpretación tradicional 16£ hacía descender Vútorú de
‘63Vid. §XVI.5.2.
164 Vid. §íx.í.3.
165
Vid, también §XVI.6.
166Así aparece ya Brugmann <1911: 51); vid, también Mikkola (1950:
58), Vaillant (1958: 653—654), Arumaa (l985~ 200).
803
*ntoros. Sin embargo, en un trabajo reciente Comrie (1992: 735) ha
llamado la atención sobre dos hechos: en primer lugar, que es
167
discutible que ¡E n > esí. u ; en segundo lugar, que una formación
*n—teros, con grado cero de la raíz no cuenta con paralelos en el
resto del indoeuropeo. Como alternativa propone ver en la forma
del a.esl. la raíz presente en a.i. vitarah “siguiente”, vitar~m
“más allá”6.
ut i 1
bien
En otras lenguas eslavas
izan formaciones de la misma
derivadas por sufijación del
12.3. Los ordinales en la prehi
eslavo
para el ordinal “segundo” se
raíz que a.esl. drugú “otro” o
cardinal correspondiente.’69
storia de los grupos báltico y
De acuerdo con
anteriores creemos
para la serie de los
báltico y el eslavo, 1
lo visto
que puede
ordinales
as cuales
en los
postu
en las
serian
apartados inmediatamente
larse unas proto—formas
que coincidirían el grupo
así
3 *tretyos
4 *ketwrtos
5 *ponktos
6 *sostos
7 *septmos
8 *o~mos
9 *nowmtos
167Para lo cual se basa en
90—91); sin embargo, Carl
dificultades.
Vid. el encuadre general
las
ton
constataciones de
<1991: 95—6> no
Sheve 10v
alude a
de estas propuestas en §XVI.7.2.
169 Vid. Comrie (1992: 735).
(1964:
dichas
804
10 *de4mtos
No parece, en cambio, que pueda postularse una proto-forma
común a ambos grupos lingilísticos para los ordinales “primero” y
“segundo”, dadas las divergencias observadas. Quizá lo que suceda
es que plantearse la cuestión en esos términos sea de por si
plantearse una cuestión que carece de sentido, pues tal vez la
configuración completa de la serie de los ordinales sea de época
plenamente dialectal.’70
13. LOS ORDINALES EN ALBANES
Las formas del albanés estándar son las siguientes171
i i paré 6 i gjashté
2 1 dyté 7 i shtaté
3 i troté 8 i teté
4 í katért 9 i nénté
5 1 pos té 10 1 dhjeté
13.1. Observaciones generales
Desde un punto de vinta sincrónico la formación de los
170 Vid. ~XVI.8.
171Queda más allá del propósito de nuestro estudio analizar las
formas de ordinal en todos los dialectos del albanés y, por otro
lado, éstas no aportarían gran cosa a la reconstrucción de las
tendencias generales de evolución de los ordinales en las lenguas
indoeuropeas. De todas maneras las formas de un buen número de
dialectos pueden encontrarse fácilmente en Hamp <1992>.
805
ordinales en
de “primero”
anteposición
obstante, est
acaba en —té,
“diez”. Hamp
en el caso de
procede de un
**—ti—to— par
ordinales se
posterior
§ví .1.4,
Demiraj 1
rehechos
interesa,
alb. aparece completamente clara : con la excepción
se derivan de los cardinales correspondientes por la
del artículo’72 y la adición del sufijo —t<é). No
e sufijo no se añade cuando la forma del cardinal ya
lo
(1992:
los e
sufijo
ece que
tratan
sobre
parece
986),
sobre
los
el e
que,
que 1
los
ord in
que sucede con los numerales
837>, como vimos en §VI.1.4,
ardinales se
fem. 4’—ti
dar excluida
a de un sufi
ardinal. Sin
en realidad,
os cardinales
ordinales.
ales en sí,
entre “seis” y
ha propuesto que
trata de formaciones cuyo final
por lo que una formación del tipo
Por lo tanto, en el caso de los
jo *—to— conservado sin refección
embargo, como ya vimos también en
hay que considerar
primero de dos”).
6siitepos; tesal. UOtEpOS.
— “tercero”: Clesb. —sólo en glosas y nombres
propios-), I~ LI &I OS
— “cuarto”: TEIT&pTOS ,
iY’topíos (are.), iuftpcztos
— “quinto”: nójirros, núruos (Gortina y Amorgas), nórnoizos
“sexto”: Ex-tos,
— “séptimo”:
Nx~uos (en una inscripción cret.).
~~8opos, EI3ÓEPOS (griego occ.>, e~o6opcrros
.
§xVí .6.
Hamp <1992: 904).
el
en esta
tXtOS <át.>, £t~wtos se llevó a cabo en el
junto a las formas habituales W38oiios y
It8cpaizos y bysówros, en las que se ha
tomado por falso corte a partir de los
posteriores a éste, ELL>IYTOS y 8¿xwros,
una de las formas del ordinal “cuar
0pa’tos (de donde pasó también a “ter
175
pCtaos) . Que el surgimiento de las
numerales “séptimo” y “octavo” obedece a
icamente su marca formal
dialecto homérico, donde
nos encontramos con
añadido un sufijo -aio~
numerales inmediatamente
e igualmente presente en
to” usadas en la épica,
cero”, generando la forma
formas en —atos para los
razones de sistema y no a
necesidades métricas
estructura dactílica,
parece
encajan
claro, puesto que
perfectamente en el
ambas, con una
hexámetro y, de
175Vid. Brugmann (1911: 58).
La
general
general
808
hecho, se utilizan en los poemas homéricos).
No obstante, dicho intento quedó abortado
posteriores de la lengua, donde se mantuvieron —. Esta última no se utilizó
en griego, dado que la —m— hubo de seguir inmediatamente a la —t,
pues si no, no se explica la sonorización, que, según él, es
17£
antigua, dado el paralelo del antiguo búlgaro sodmu . En cambio,
la introducción de la vocal —e—/—o— en la sílaba anterior a la
desinencial la entiende como una innovación griega. En cuanto a la
sonorización constatable en oySOOs la atribuye a analogía con el
~6En la misma línea
quienes se limitan a
Lejeune
calificar
1972: 69)
de oscura
y Chantraine
la sonorizac
(1983:
ión.
101),
809
numeral anterior.
Szemerényi (1960: 6—9) criticó la hipótesis de Sommer,
rechazando, en primer lugar, que haya paralelo alguno entre gr.
i=psopos y a.esl. sedmu, puesto que esta última forma se explica
perfectamente en razón de la propia evolución de las lenguas
eslavas sin necesidad de recurrir a una fase indoeuropea. Con
razón señala Szemerényi que el grupo —pi— se reduce en a.esl.
sistemáticamente a —ti—, lo que hace que la evolución de las formas
lE *septm y *septmmo— desemboque en a.esl. *set5 y *setm5,
respectivamente, con posterior sonorización de la dental en la
segunda e influencia de ésta sobre la primera, en consonancia con
la tendencia general en los numerales eslavos de influencia de los
ordinales sobre las formas de los cardinales.177
Para Szemerényi la sonorización del grupo hay que buscarla en
la decena correspodiente, E13601111x01->Ta, que, según él, procede de
una forma más antigua ~*scptm~kont~. De ahí habría
pasado al ordinal por analogía dado que *ESiTT«pos no se relacionaba
bien con EIVLa por presentar sincrónicamente un sufijo )Q¡
1o. no
presente en ningún otro ordinal, mientras que se sentía una
relación más estrecha con la forma de la decena, que conservaba la
—nl—. La vocal —O— de FP8OIIoq se debería a influencia de la de
178 y la —c— de ~ip8u¡ios a influencia del las vocales que la
rodean en W38E¡aTjxoírra. 179 La sonorización de ¿y8ofUs la explica, al
177 Vid. §11.1.4.
178
En contra Schmidt (1992: 210), para quien, de haber influencia,
ésta sería de VI3Sopos sobre
5y8oos y no al revés. Sin embargo, no
ofrece argumentos para justificar esta supuesta influencia.
179Lillo (1990: 53 y 63 n. 1) propone una explicación siguiendo un
razonamiento análogo al de Szemerényi, si bien, en consonancia con
su interpretación de la evolución de las decenas en griego,
810
180
igual que Sommer, por analogía con E1380p0S.
Indudablemente una explicación en la línea de Szemerényi
resulta más plausible que pretender remontar la sonorización al
indoeuropeo, como proponía Sommer. Sin embargo, hay que matizar la
explicación de Szemerényi, de entrada, porque no compartimos su
visión sobre la evolución de las decenas en griego181 y también
porque no creemos que la influencia de la decena fuera un factor
determinante para la sonorización de la forma del ordinal. En
efecto, del mismo modo que en la fase *septm~konta de la decena se
pudo producir una sonorización, cabe pensar que cuando el ordinal
era *soptrnos se produjo la sonorización en un contexto fonético
similar. Posteriormente, el ordinal evolucionaría a *sept 01»o5, con
surgimiento de una vocal de apoyo para resolver el anómalo grupo,
vocal que del mismo modo que la sonante m puede presentar
182
vocalizaciónes en o generalizadas en todo el griego , pudo tomar
también ese timbre vocálico, mientras que algunos dialectos dicha
vocal anaptíptica tomó timbre e por influencia de la vocal de la
sílaba anterior.
Finalmente, por lo que respecta al ordinal “octavo”, Lillo
propone que la sonorización se produce en un momento en que la
forma del numeral es *soptm-~kont5.
180Lillo (1990: 55 n. 18) aduce un paralelo interesante para este
tipo de cambio, el eleo 61vu5, con influencia de Lina. En realidad
en ambos casos no se trata sino de un ejemplo más de cambio
analógico por contigilidad paradigmática, fenómeno frecuente en las
series de numerales, como venimos constatando a lo largo de este
estudio.
191
Vid. §xIIí.s.6.
182 Vid. Bader (1969).
811
(1990: 63) ha planteado recientemente la supuesta dificultad de
el vocalismo
*aktó/*okt5u.
partiendo de 1
como *okteH!t-
*ogd~wos, que
oy8o— presente
abreviación
puntos disc
gr., como
interpretac
basadas en
apéndices,
—OWOSpor
sin ella.
sonor i zac i
puede no
Según é
a recons
0-s~, es
habría
en Oyó
de la segunda sílaba de oyóoog
1 (p. 65), la expí
trucción de Martinet
que éste evolucio
sufrido la influenc
oljxoLrra (donde se ha
a partir de *okt5ékonta).
repamos de su visión de la
quedó dicho en §xíi1.8
lón no aporta ventajas sob
teorías laringalistas que
como Adrados (1973: 325),
geminación de la laringal de
Pero, en cualquier caso,
ón, que, al igual que en
deberse sino a analogía e
i cae
del
nara
ia de
gene
a partir de
ión más plausible,
ordinal indoeuropeo
a gr. *ogflwos u
la forma cardinal
rado, según él, por
Aparte de que en algunos
n de las decenas en
parece que esta
caeiones anteriores
tres timbres y dos
evolució
.6, nos
re expli
aceptan
que explica
*okt
011W05
tampoco esto
la decena e
on la forma
las formas en
y las en -owoS
explicaría la
orrespondiente,
nmed i at ament e
inferior en la serie, como ya propusieron Sommer y Szemerényi.
14.3. El ordinal “primero”
Como en la mayor parte de las lenguas indoeuropeas el ordinal
“primero” en griego se ha formado sobre la raíz *prJ4--, cuyo
significado básico es “estar delante”. Sin embargo, la forma
griega supone problemas de detalle que han sido objeto de
discusión. Brugmann (1911: 52> plantea el problema en los
siguientes términos: “Noch nicht erklárt ist die Entstehung von
IlpO)— TIp~— in lTpt.itOS (thess. upoihos) iip~ioS. Wahrscheinlieh ist
jedoch, dass es etymologisch hierher gehñrt und dass sein —170—
dasselbe Element ist wie das von TpC’LOS, TETaptOS.”
Ha habido explicaciones que parten de presupuestos contrarios
al marco ofrecido por flrugmann y postulan que tanto la forma
jón.—át. como la dor. proceden por contracción de níz~o— (la
expí icar
812
preposición) más un sufijo —«tos, opinión muy generalizada a
principios de siglo’83 y defendida también por Deroy (1970: 377).
Buck (1907: 255 ss.) y Lejeune (1929b: 19 y 1972: 264 n. 2) han
señalado la inviabilidad fonética de una explicación así por lo
que a los dialectos dorios se refiere, ya que en ellos, como en el
resto de los dialectos griegos, la contracción de oa resulta en u.
A esto habría que añadir, además, el hecho de que resulta difícil
pensar, dentro del marco que ofrece el sistema de los numerales
griegos, en la generación de un sufijo de ordinal —«Tos (que hemos
visto sí existió en gr. hom.) en época tan antigua y tan difundido
como para estar presente en todos los dialectos griegos, puesto
que lo que en gr. se generalizó como marca de ordinal fue -TOS.
Sin embargo, la mayoría de
han mantenido dentro de las
Brugmann. Así, Schwyzer <1953:250
de *npóaios mientras que npWtog es
las explicaciones
lineas generales
y 595) cree que
la evolución de
propuestas se
trazadas por
¶tp~Sros procede
184
¡E *pr—tos
En cambio Adrados (1975: 214 y 325) plantea que la forma
originaria es np~hos, que procedería de *prH~—tos, con
vocalización de la sonante —y- y alargamiento de la vocal generada
a partir de esta por acción de la laringal; la forma iipStos no
185
sería sino una refección analógica a partir de npo
Recientemente Waanders <1992: 378),
anteriores, ha propuesto que el elemento que
antigua forma de instrumental, neutra en un
desarrollando
precede a -lo—
caso: *profl —
183Vid. las referencias en Deroy (1970: 375).
la misma línea otros lingilistas pos
bibliografía en Deroy (1970: 376).
‘85Explicaciones similares en Chantraine .
ideas
es una
>
813
femenina en otro: *preH > npa—.
La idea de alternancia vocálica en
de las dos formas griegas nos
no puede ser mantenida en lo
puesto que en su explicación
y, por tanto, puede variar
género originario. Sin embarg
laringal no es apropiada y c
modo de Adrados, considerándo
En nuestra opinión, postular
npa— / *prei44’- > npw— resulta
conviene que recordemos que
—tos en el ordinal “primero”
introducida en él por analogí
indoeuropeo se consolida una
noción de orden presente en
su semántica. Antes de la
la raíz como explicación
parece muy interesante. Sin embargo,
s términos propuestos por Waanders,
la laringal es una marca morfológica
de acuerdo con el supuesto caso y
o, creemos que tal concepción de la
onviene más hacer un tratamiento al
la como parte integrante de la raíz.
una alternancia del tipo: *prH~’-~ >
mucho más adecuado. En este sentido
nosotros consideramos que el sufijo
es simplemente una marca secundaria
a con los otros ordinales cuando en
serie que puede denominarse tal . La
el mismo la porta la propia raíz por
extensión del sufijo a lo que ya
entonces podemos entender como el ordinal “primero” debió de haber
un periodo en la lengua común en que esta raíz funcionara como
186
palabra—raíz en los contextos susceptibles de reinterpretación
como ordinales, pudiendo producirse en ella alternancias de grado
a cuyas razones no nos es dado acceder. Estas alternancias
quedaron posteriormente fosilizadas al incorporarse el sufijo
*—tos como segundo elemento de la palabra, procediéndose a una
elección estricta de una u otra dialectalmente.
186
En el marco general de la evolución del proto—indoeuropeo al
indoeuropeo más reciente tal y como se describe en Mendoza (1975)
y Adrados (1988b). Vid, también Adrados (1975: 892—895) sobre las
palabras—raíz.
814
14.4. El ordinal “segundo
”
Como señalamos en §XVI.7, la etimología tradicionalmente
197
aceptada ve en esta palabra una forma de comparativo en —TEpOS
formada sobre la misma raíz que bsiSopa’. y que, por tanto,
significarla, aproximadamente, “el que de dos se encuentra en
desventaja, inferior
Sin embargo, Lehmann (1992: 254), que, como señalábamos en
§11.2.6, ha propuesto que la etimología del “dos” en indoeuropeo
está basada en la raíz *dew— “más lejos”, presente en el hit.
tuwa, explica el ordinal como una forma con grado pleno de la
misma a la que se habría dotado del sufijo *-teros.
Dada nuestra interpretación del numeral “dos” en indoeuropeo,
como aglutinación de las raíces deicticas td, que habría evolucionado a *&ord. Esta,
coexistiendo al lado de 6< orir habría dado ¿‘or(i)rord por
contaminación, a partir de la cual se habría segmentado el sufijo.
Winter (l992c: 355—356), en cambio, hace provenir
de ordinal arm. de formaciones que en otras lenguas
valor multiplicativo. Así las formas cortas erir y —kir
pues el inicio, al igual que en el cardinal, está
numeral siguiente) procederían según él de *tris
respectivamente. En cuanto a las formas largas, resca
de Pisani (1944: 77), quien, hacía proceder el sufijo
que estaría en relación con las formaciones del tipo a,
Para Winter (1992c: 356> —ord sería el equivalente de
y a.esl. kratii “veces”, de modo que tasnerord habría
en principio “por décima vez” y de ahí “décimo
los sufijos
¡E tienen
(en erkir,
tomado del
y *dwis,
ta una idea
de *kort—i,
1. sa-km-ti—.
lit. kaYos
cuando se
“tercero”
surg i endo
superiores,
t asnereak
te
gr
que
ado
ev
pr
95
de *kwetworos, la forma con mora
ado pleno de la sílaba anterior por
presenta grado pleno en arm. 194,
regularmente a *C oit Por su parte,
olucionaría regularmente a *eri. Es e
oduce la transferencia de la *—i’ final
con lo que se genera la forma em-ir,
la forma *hnger, y posiblemente tambi
pues, como ha señalado Winter (1992c:
“una décima parte” parece estar basada
tematización,
influencia del
a cual habría
la forma ¡E
n ese momento
de “cuarto” a
y a ‘quinto”,
én a ordinales
356) la palabra
en un ordinal
*tasner “décimo
‘93Víd. Hurford (1987: 167 ss.)
‘94Vid. Winter <1992c: 349).
ejempí
tiene para
viendo a lo
o más de la importancia que la contigilidad paradigmática
la evolución de las series de numerales, según venimos
largo de nuestro estudio.
819
En un momento posterior *6’am- tomará una *—d final procedente
del numeral superior, “quinto”, que, como señalamos en §XVI.5.2,
presenta sufijo *—tos en la generalidad del indoeuropeo. Tenemos,
por tanto, una forma *6’ord.
Junto a ésta pudo
e am-ir, que pudo surgir
analógica: er--ok’/ en—ir
bien señala Szemerényi
para un numeral dentro
durante
imponié
todo el
lengua
varios
ionét ic
haber
parcial
formas
dialect
un
ndose
plan
cl As i
diale
o de
mot iv
mente
largas
al, y
los ordinales
convivir la forma, atestiguada
perfectamente por la siguiente
6’ am-—ok’ 196 ~ ~ ar-?. Aparte de
1960: 95), la convivencia de var
de una misma lengua es posible
cierto periodo de tiempo hasta
a la otra), tenemos que tener
teamiento de la evolución de
ca armenia parecen haber
ctos. 197 Esto no complica
ciertas formas, sino que
ado la coexistencia de
diferentes. Tal vez la razón
y cortas para los ordinales
en cuen
los ordi
conf luido
únicamente
—creemos nos
sistemas
de la ca
realmente,
proporción
que, como
ias formas
(al menos
que una acaba
ta a lo largo de
nales que en la
materiales de
el análisis
otros— puede
morfológicos
nvivencia entre
se deba a una diferencia
si las formas cortas han sobrevivido
más bajos se debe a la evolución
precisamente
esperab le
en
que hace
que formas ‘irregulares” pervivan
mayor frecuencia de uso.
Por
“cuarto”
más fácilmente en palabras de
último, y bien por convergencia de las dos formas para
en *6 y Adrados —— Bernabé —— Mendoza (1995: 197—202>.
201 resumen de las
—tha— en Szemerényi
323). Burrow (1973:
se debe a presencia
explicaciones acerca del surgimiento del sufijo
(1960: 87 n.97>. Vid, también Emmerick (1992b:
262—263) y Schmidt (1992) creen la aspiración
de laringal.
823
una forma *sas-ta--, con el grupo consonántico anterior al sufijo
tratado ya al modo indio, o, incluso, en un momento anterior una
forma *s(w)eks-tios podía generar un alófono aspirado de la *—t—
debido a la presencia de la *—s— anterior, pues, como es sabido,
éste es uno de los contextos en que pueden surgir aspiradas sordas
en indoeuropeo. La extensión del sufijo —iha- se explica
perfectamente a partir de ahí, dado que para el ordinal “quinto”
la forma esperable *pankt¿— fue sustituida por pahcath&— por
influencia de la analogía sas-/sastiha—. La extensión a “séptimo”
se justifica por razones de contigilidad paradigmática. Y una vez
presente en esos numerales su presencia en “primero” y “cuarto” se
entiende bien, pues la extensión a ellos , aunque reconoce que no hay manera de
demostrar la veracidad de la hipótesis.
211 el Avesta Y aparece bitula—. Vid. Emmerick <1992b: 320).
828
exposición con el avést., por presentar éste el
formas frente a los pocos ordinales conservados
a.pers., los cuales, no obstante, no contradi
avést. ni las explicaciones que a partir
ofrecerse.
conjunto total de
en los textos del
cen los datos del
de ellos pueden
En efecto, nos encontramos, en primer lugar, con una serie de
formas antiguas para los numerales “tercero” y “cuarto”, con el
sufijo de éstas extendido secundariamente a “segundo”. Se
corresponden exactamente con las del a.i., por lo que remitimos
para su explicación a §XVI.16.1.3.
En segundo lugar, al igual que sucedía en a.í., ex
conjunto de formas en torno al “quinto” (concretamente, en
del avést., “quinto”, “sexto” y “séptimo”) caracterizadas
sufijo *—to—>~--tiha—. Dicho sufijo, no obstante, ha
encubierto por la evolución fonética en el caso de los
“quinto” y “sexto”, en cuyas formas pux5a— y x.~tuua- su
ya no es evidente. Estas dos son formas de difícil expí
212
sobre su evolución se han emitido múltiples hipótesis
pesar de ello la cuestión pueda considerarse zanjada hoy
iste un
el caso
por el
quedado
ordinales
presencia
icación y
sin que a
en día.
Por lo que a pux8a— se refiere la explicación más probable
nos parece que proceda de *panxOa—, en línea con lo defendido por
Szmerényi (1960: 76), aunque no podamos contar, como él quería,
con el apoyo del cotanés pfiha-, puesto que, como ha argumentado
Emmerick (1992b: 322), éste no implica necesariamente la presencia
originaria de una nasal. Y, en cuanto a la vocal, aparte de la
posibilidad de una mera labialización que, como recuerda Szmerényi
(1960: 76) es un fenómeno frecuente en los dialectos iranios
una exposición de las más importantes en Emmerick
212 Vid.
322).
<1992b:
829
posteriores, en la aparición de la —u—también ha podido tener su
importancia la presencia de tal timbre vocálico en el ordinal
inmediatamente superior, como ya señaló Hoffmann (1965: 254>.=13
Tampoco
<1960: ‘77 n
convirtiera
atest iguada.
una forma or
dado que su
hubiera sent
evolución así
de Emmerick es
hoy la propues
la explicación de xituua— está 214~ Szemerényi
.46) propuso partir de una forma *x.~vasta-- que se
en *xgagtva por metátesis y luego sufriera la síncopa
para dar lugar al ordinal en la forma realmente
La crítica de Emmerick (1992b: 323) se basa en que
iginaria como *x4vasta-- difícilmente habría cambiado
relación con el cardinal correspondiente, xsvas, se
ido de forma demasiado fuerte como para que una
hubiera deshecho el vínculo entre ambas. La crítica
interesante; sin embargo, hay que decir que hoy por
215
ta de Szemerényi sigue siendo la más convincente
Con todo, cl sufijo *—t(h)a— no alcanzó ni siquiera la misma
213
Por lo que se refiere a la posible relación con a.í.
pastiha—(documentado en pasthav~h “de cinco años”), que, según
Renou (1946: 43). habría sustituido a un originario *paktha—, dado
que, en cualquier caso, hay que admitir la influencia de la forma
del ordinal inmediatamente superior, sastha—, no parece que pueda
ser utilizada como un argumento decisivo, puesto que pastiu¡a- ha
podido ser modelado en su totalidad sobre sastiha- habida cuenta de
que la forma pastiha— es completamente inmotivada con respecto del
cardinal paiYca “5”, con el que sólo comparte la p—.
214
Un resumen de las propuestas en Emmerick (1992b: 322—323).
215
Por ejemplo, Hoffmann (1965:
(que, en nuestra opinión, ya
cuanto al grado de la raíz>,
pero, como bien señala Emmerick
a otra no está en absoluto clara.
254> parte de una
de entrada plantea
la cual evolucionan
(1992b: 323), la evo
forma *xstigta-
problemas en
a a xstuua-,
lución de una
830
difusión que a.i., puesto que nunca alcanzó al ordinal “cuarto”.
Sí se extendió a “primero”, como muestra la forma del a.pers. y
también el propio avést., donde fraterna— está documentado, si bien
no se emplea en las secuencias de ordinales “primero.., segundo
.tercero . . . etc.”, donde aparece el citado paoim-ii a—
(.c*pam-wiya-), adjetivo construido sobre la misma raíz y que en un
momento dado debió de desplazar en tales contextos a fraterna— o su
forma históricamente precedente.
Por lo demás, el proceso corre paralelo al del a.i. El sufijo
—ma—, generado por falso corte en el ordinal “décimo”
(dasa/dasema-) y presente también en “noveno” <¡¡aonia—), extendido
en un principio únicamente a “octavo” (a.~terna-) entra en el
ordinal “primero”, recaracterizando la formación anterior (avést.
fm-alema—, a.pers. fratarna—) y, paulatinamente, se extiende al
resto de los ordinales. Así, en los dialectos del iranio medio216
aparecen formas caracterizadas con ese morfema derivadas de formas
217
de los cardinales correspondientes, por ejemplo
— “cuarto”: part. cwhm-m, pal. zoroastr. tswm, pers.med. tswrn,
etc.
— “quinto”: pal. zoroastr. panjom, pers.med. pnzwm, part.
pnjwrn, etc.
— “sexto”: pal. zoroastr. .~as.
831
sobre ambas series en conjunto para ver qué podemos
presente en época de comunidad.
Creemos que no resulta difícil reconstruir una serie
considerar
así
*pm-ati(h)a-- (y en un momento posterior *pm-at(h)srns—)
*dvi 1 iya—
*tri tiya—/*tim-tiya—
*tum-iya-
*pankt(h)a— (y en alternancia *pankat(h)a-->
*s(w)akst (h)a--218
*saptiati (h)a—
*ast ama—
*navarna-
*dasama—
Es decir,
aparece caract
aparece en
“octavo”—”déc
primer moment
avanzado por 1
originario en é
su proceso de
dialectal entre
se trata de una serie en la que el sufijo *—(t)iya--
erizando los ordinales “segundo”—”cuarto” ,
los ordinales “quinto”—”séptimo” y *—rna—
imo”, mientras que “primero” aparece influido en un
o por el sufijo del segundo grupo y en un momento más
e del tercero, que, extendido ya fuera de su ámbito
poca de comunidad (“octavo” y ‘primero”> seguiría
extensión en época posterior a la separación
las hablas de uno y otro subgrupo.
17. LOS ORDINALES EN TOCARlO
Estas son las formas atestiguadas:
218
Con las salvedades fonéticas aludidas al tratar el cardinal en
§ví .2. 2.
832
TOC. A TOC. B
nial towinu
w~t
tri t
A ti ,qr t
pán t
sk¿isí
sapt ~nt
pám-wosse
wate/w¿ite
trite/tim-i
Atarte/At
pi ñkti e
skas te
sukt ant
okti ante
ilunte
Akante/Ak&nteAk án t
17.1. Observaciones generales
La interpretación general de las formas de ordinal en toe, no
ofrece problemas. Aparece un sufijo en dental generalizado a todos
también llama la atención sobre un
hecho interesante, que la nasal final de “séptimo”, “noveno” y
“décimo” se ha extendido también a “octavo”221. Sin embargo, no
219Vid. Sieg —— Siegling —— Schulze (1931: 200>.
220
Aunque dentro de un marco explicativo distinto; vid. §xví.5.
221Señala acertadamente Szemerényi, frente a autores anteriores, lo
innecesario y arbitrario de la suposición de que el fenómeno
también se ha producido en el dialecto A cuando de hecho no
tenemos atestiguada la forma. Con todo la bibliografía posterior,
como Winter (1992b: 138) no resiste a la tentación de suponer
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
te
art te
o/sukt ¿ntio
833
explica el mecanismo concre
no es sino otro ejemplo
paradigmática. En efecto,
estableció para la extens
sukt/suktante: okt/?, de
analogía era más difícil
que la evolución fonética
to de transferencia, que parece claro y
de acción analógica por contigtiidad
a nuestro juicio la analogía que se
ión de la nasal a “octavo” fue ésta:
donde se genera la forma okt ante. La
con las formas de “noveno” y “décimo” ya
las había llevado por otros derroteros.
Finalmente, hay que señalar —aunque el problema no afecta a
la formación de estos numerales— que los ordinales tocarios, al
igual que los adjetivos verbales en 13 —tse, se han visto influidos
en su declinación por temas en nasal, lo que explica las formas
palatalizadas que aparecen en casos distintos del nom., como el
222
ac. sg. de “quinto” A páficárn (de un ac. en *—en---m>.
17.2. El ordinal “nrimero”
Como se comprueba en las tablas del principio, los dialectos
A y B difieren completamente en cuanto a la forma del numeral
“primero”. En el dialecto E tenemos la forma pqm-wesse, derivada de
la misma raíz *prH’— sobre la que construyen su ordinal “primero”
la práctica totalidad de las lenguas indoeuropeas antiguas y de la
que hay más formas derivadas en los dialectos tocarlos: 13 ~~8PWC
223
“primeramente”, A pám-wati se “el hijo mayor” . En realidad la
224
forma no es sino la de los adjetivos denominativos en —Sse, cuyo
significado básico es “relativo a X”.
formas como *oktánt en el dialecto A.
222Vid. Van Windekens (1968) para un tratamiento desarrollado y con
más ejemplos.
223Constatación tomada de Krause —— Thomas (1960: 161).
224Vid. Winter (1992b: 132).
834
En cuanto a maltúwiflu, que
132> ha de ser una innovación
existencia en toc. A de párwat
poco más arriba. La etimología
especialmente por lo que al se
refiere. El primero, rnaltow—, hay
raíz de A malta “en primer lugar”
se habría añadido un sufijo que
como bien señala Winter <1992b:
como ordinal habida cuenta de la
en la expresión que citábamos un
de esta palabra es discutida,
gundo término del compuesto se
acuerdo225 en relacionarlo con la
.
226
Que Krause—Thomas (1960:
punta”.
227Vid. Winter <1992b: 132)
161) ponen en relación con a.í. múrdhan
225 Vid.
835
derivación a partir del cardinal correspondiente. Para el tocario
228
hay que partir concretamente de *dwito—. Sobre la interpretación
general de este fenómeno vid. §XVI.7 y §XVI.8.
18. LOS ORDINALES EN LAS LENGUAS ANATOLIAS
18.1. El ordinal “primero
”
Para el ordinal
hantezziya—, una forma
“primero” e
que se suele
1 hi
hacer
tita utiliza hantezzi—/
derivar de *H2anti-tyo—,
donde la base sería relacionable
Eichner
tal den
esperan
propues t
segunda
anatolio
“il 1 t i mo”
nosot ros
ordinales
del indoe
embargo,
<1992: 44) ha
vación no es
a hit. *hanzizzíya.-,
o que la forma
posibilidad, que
por oposición
creemos que apu
preferiríamos
superiores,
uropeo, al o
la hipótesis
haya
se
a
nta
ver
como
rdinal
ha de
con gr. «~í
la atención sobre
ya que a partir
con asibilación
partido del dat.
trate de una forma
appezzi-/ appezziya
en la dirección adecua
la extensión de un
*—tyos en *trityos de
“primero” y de ahí
permanecer como tal
llamado
posible,
1..
el
de
Sin
hec
tal
embargo,
ho de que
forma se
de las 1. Eichner ha
*H2nt¿i—, pero
creada dentro
— (de *opo-t
da. Sin emba
sufijo de
las otras r
a “ultimo”.
habida cuenta
su
del
yo->
rgo,
los
amas
Sin
de
nuestro desconocimiento de la forma de los ordinales hititas
superiores a “tercero
En luvita
229 se documenta hanteli—, forma evidentemente
(1989: 61) y
Van Windekens
supuesta forma
228Vid. Pinault
interpretac iones de
forma con *dwo-
inmotivadas.
229Vid. Laroche <1959: 40> y Eichner
Winter (1992b:
1980, 1981), que
de dual, son
133). Las
parte de una
completamente
(1992: 44—45).
836
relacionada con la del hitita, pero con un sufijo
18.2 El ordinal “segundo”
A partir del adv. ordinal t~n/d~ri se
adjetivo ordinal *dayo— , Bis ... UBE)upós “hermano por partida
doble”, e.d., “hermano de padre y madre”, JHS 19.1899.p.301.n.229
(inscripción procedente de Galacia>. Se trata de los dos únicos
ejemplos que hemos conseguido documentar en toda la literatura
griega antigua. En ambos casos —aunque se trate de apelativos—
parece lícito entender que se ha producido una transcategorización
de los sustantivos a adjetivos, transcategorización cuya marca es
precisamente la utilización del adverbio cardinal.
2. cuantificadores
lx=oaop ... «inhíleL> Cd. IX
indefinidos, ya desde Homero: 018 ... 5’LS
491; con abundantes ejemplos posteriores.
3. adjetivos numerales: xoxxoVS ... 8i~ Lilia Hp.Superf.40,
Bis Lil1[cX] •.. XOIJflOU 13.17.2, etc.
En principio puede resultar llamativo
cardinales rara vez modifiquen directamente
sean cuantificadores, pero, por otra parte —
ello argumentar a favor de la validez del
general— esto es muy comprensible habi
características propias de los adjetivos,
esquemas generativistas, se conciben como
que los adverbios
a adjetivos que no
y sin pretender por
modelo explicativo
da cuenta de las
que, dentro de los
embedded sentences a
2Tomamos los datos del artículo Ms que hemos redactado para el
DGE (vol. V, en prensa).
842
partir de oraciones con verbo estativo, mientras que por su propia
naturaleza los adverbios numerales han de cuantificar verbos de
acción, ya que lo que cuantifican es precisamente el número de
veces que ésta se repite.
En otro orden de cosas, se ha cons
general (y las lenguas indoeuropeas no
tatado a
son una
nivel lingitístico
excepción, según
veremos) que
cabo con frec
equivalentes
ha llamado 1
con el uso
difusión en 1
procedimiento
hemos entrado
disertación
numerales el
que se quiere
la expresión
uencia por medio
a esp. ‘vez”. O
a atención sobre
de clasificado
as lenguas del
sistemático en
a desarrollarlo
No obstante,
hecho de utiliza
cuantificar es
de la cardinalidad adverbial
de sintagmas integrado
il <1982: 44—45), muy
la semejanza de este
res numerales, fenóme
mundo pero que no se
la familia indoeuropea,
con detalle en ningún
en las lenguas con
r una palabra como
la acción verbal en
se lleva a
s por palabras
acertadamente,
procedimiento
no de amplia
documenta como
por lo que no
momento de la
clasificadores
vez ‘‘ cuando lo
realidad no es
esencialmente distinto como procedimiento que el de usar palabras
cuyo significado es “unidad”, “pieza”, “cabeza”, etc.para la
4
cuantificación de sustantivos. Un buen ejemplo de esta semejanza
lo constituye el turco, donde la expresión numeral para
cuantificar un nombre consta del numeral más el clasificador tane
unidad’’ y la expresión numeral para cuantificar un verbo consta
del numeral más el clasificador dora “vez”. Así:
tape qocuk
unidad chico
chicos cantaron”
.sam-ki
canción
s dy ¡ e di
cantaron
3Sobre los clasificadores numerales remitimos a los trabajos de
Greenberg (1975 y 1977) y Kiyomi (1992) con sus bibliografías.
4Citado por Gil <1982: 45>.
3
“Tres
843
- Qocuklar Cig defa sam-k
chicos 3 vez canción
“Los chicos cantaron tres
sñyledí lar
cantaron
veces.”
A nivel teórico, pues, podemos comprender los
cardinales como cardinales marcados para su función
Como veremos, esta idea resultará interesante
interpretación de la evolución de esta categoría en
indoeuropeas.
adverbios
adverbial.
para la
las lenguas
2. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS CELTAS
2.1. Los adverbios cardinales en antiguo irlandés
Hay
adverbial
dos modos
en antiguo
diferentes de expresar
irlandés:
la cardinalidad
a) Expresiones integradas por el cardinal correspondiente y
la palabra fech ti. Es la única posibilidad existente para el numeral
1: oenfechti .
1.
de
se
844
atestigua como masculino, pero hay algunos casos en que en el
primer significado es femenino y un caso en que en el segundo,
“vez”, es neutro. La forma neutra es el sintagma fecht n—aill “por
segunda vez”, atestiguado en el ms. 5280 de la Harleian Library,
del siglo XVI (publicado en la ZCP 3.229). Hamp <1960/61) ha
partido de esta constatación para proponer la siguiente evolución:
fech ti
feo/it
‘‘vez
“ida,
neutro
viaje”
masculino
femenino > masculino
Y ha intentado rastrear huellas de esta diferencia en las lenguas
br it ónicas
común es,
sucesoras
cons istent
género. Si
formal no
cual en a
probarlo,
*—n final
pensar que
concordanc
Basado en
diferentes
“ida, viaje
i mpor t ant e
ya he dich
positivo a
tardía como
anterior,
cuenta de
siglo X
La forma que se puede reconstruir para el bri
según acepta él mismo, */wejO/, que, dado que las
de la misma en las lenguas britónicas
emente femeninas, habría que reconstruir con
n embargo, Hamp ha señalado que desde el punto de
habría impedimentos para que la misma fuera neutr
bstracto es cierto, pero no hay ningún argumento
puesto que en ninguna lengua del grupo hay restos
que se esperaría y, por otra parte, resulta ver
si las formas herederas en bretón y en galés
ia en femenino, el caso era el mismo en proto—brit
su argumentación Hamp propone reconstruir dos
para el proto—celta:
y *wek
son, sin
o, el
favor.
fecht
tion con
duda,
grupo
Y, con
n—aill
t ón i co
formas
son
dicho
vista
a, lo
para
de la
osími 1
exigen
ónico.
formas
*wekt~ fem. con el significado
el significado de
los hechos del a.irl.
britónico no ofrece
todo, el testimonio
ya del siglo XVI,
resta aún más fuerza al argumento,
la práctica
Thurneysen 1
des
946:
parac ión
154>.
del neutro en
de
“vez”. El apoyo más
puesto que, como
ningún argumento
de una forma tan
sin documentación
más aún, habida
irlandés ya en el
Así pues, para nuestro análisis podemos considerar que la
845
palabra fechÉ tiene como significado primario ida, viaje” ya que,
en cualquier caso, deriva de la raíz *wegh”.
b> Para los numerales superiores a 1 se
sintagmas formados por la preposición fa/fu
8
del cardinal correspondiente. Así, p. ej.,
thrí “tres veces”, fo deich “diez veces”,
9
“setenta y cinco veces
emp lean habitualmente
“bajo” seguida del ac.
fo di “dos veces”, fo
fo ch¿ic sechtmogat
2.2. Los adverbios cardinales en las lenguas britónicas
En el grupo britónico es
hemos descrito para el a.irl.
además, los correspondientes
waitih, bret. guez, córn. gweth.
el primero de los procedimientos que
el que es productivo, encontrándose,
etimológicos de a.irl. roe/it: galés
I0
Encontramos así en galés : unwaith/un waith, dwywaith,
tieim-gwaith, pedair gwaith, pum waith, etc. Sin embargo, llamamos
la atención sobre el hecho de que ante los comparativos no se
emplea esta formación, sino que se hace uso del mero nombre
cardinal masculino, que a veces llega incluso a formar un
compuesto con el comparativo en cuestión; así pum mwy “ 5 [veces]
más”, saith Piwy “7 [veces] más”, d¿uwell “2 [veces] mejor”, Y’?
ganti eglurach “100 [veces] más brillante”, etc.
7Sobre la que vid. Pokorny (1959: 1119).
81’id. Thurneysen (1946: 250), ORAl , como ya
señaló Frazer (1912: 33). Sin embargo, en griego nunca llegaron a
constituirse en expresión fija de la cardinalidad adverbial.
‘0Vid. Morris—Jones (1913: 259>.
846
11
Por lo que al bretón se refiere , se usa guez:
“1 vez”, diuguez “2 veces”, teirguez “3 veces”, poder
veces”, pemdec guez “15 veces”, cant guez “100 veces”,
“1000 veces”.
Del mismo modo se emplea gwetih (gweyth, gwyth)
vn wyth/vn weth/unwyth “1 vez”, dywyth/dewyth
tergweth/tem-gweyth/tergwyth “3 veces”, pedergwyth
mnyiwyth/myl weth/ dek can quytih “100 veces
unguez
guez “4
mil guez
12
en cómico
“2 veces
“4 veces
2.3. ¿Adverbios cardinales en galo
?
Para completar el estudio de
lenguas celtas debemos referirnos
atestiguados en galo un adverbio
plomo de Larzac (la 6). Según la
159> habría que segmentar la se
tendríamos el equivalente exacto
muy sugestiva, pero a falta
considerarse un dato seguro.
los adverbios cardinales en las
a la posibilidad de que tengamos
cardinal en la forma uadui del
interpretación de Lambert (1985:
cuencia como 110 dli, con lo que
de a.irl. fo di. La propuesta es
de más testimonios no puede
3. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS GERMANICAS’3
Ofrecemos a continuación las formaciones
gót., a.a.a., a.ingl. y a.nórd. como
representativas, ya que los procedimientos de
atestiguadas en
suficientemente
formación que se
‘‘Vid. Lewis —— Piette <1990: 23).
121/id. Lewis <1990: 23).
13E1 estudio fundamental sobre
lenguas germánicas antiguas
<1916>.
los adverbios cardinales
continua siendo el de
en las
Loewe
847
encuentran en las otras lenguas germánicas antiguas son similares
a los de éstas. No obstante, introduciremos los datos de las
mismas en la medida en que resulten necesarios para la discusión.
3.1. Los adverbios cardinales en gótico’4
Para la expresión de la cardinalidad adverbial se atestiguan
en gót. sintagmas integrados por el nombre cardinal
correspondiente y el dat. sg. o plu. de sinps “ida”. Así, ainamma
sinpa. twaírn sinpam, pum sinpam, firnf sinpan, sibur, simipan. Como
veremos en §XVII.3.5.2, Sirps no es sino un sustantivo de la misma
raíz que el verbo germánico *sandjan “ir
3.2. Los adverbios cardinales en antLguo nórdico15
Existen formas especiales para 2 y 3: tysuar/tuisuar y
pm-ysuam-¡pm-ísuam-, sobre las que vid. §XVII.3.5.1,
Para los demás numerales (y, facultativamente, también para 2
y 3) se utilizan sintagmas en dativo integrados por el nombre
cardinal correspondiente y el sustantivo Sin’? .
‘5Vid. Noreen (1892: 201>.
16Curiosamente existe también la expresión Ini 5~flfl con el
significado de “una vez”, donde, como se ve, no hay ningún
numeral, tan solo la preposición y el sustantivo. Esta expresión
ha de explicarse (vid. Loewe 1916: 114) a partir de usos de um en
construcciones como um dag “en un día”.
848
Igualmente, se atestiguan confusiones entre los
resultando expresiones mixtas del tipo tysuam- sinnorn
si nnom.
3.3. Los adverbios cardinales en antiguo alto alemán
dos tipos,
y prysuar
17
Para 1 se usa emeS,
correspondiente. Para 2 y 3
zwiro/zwiram-/zwim-on/zwim-ont y
§XVI ¡ .3.5. 1.
gen.
ex i st en
driror,
del
las
sobre
nomb re
formas
las
cardinal
especiales
que vid.
Lo más frecuente es encontrar compuestos o sintagmas con el
nombre cardinal correspondiente como primer término y sttinta “vez,
1 8
punto en el tiempo” como segundo. Ejemplos de compuestos: 3
driostunt, 4 fiorstunt, 7 sibunstunti, 10 zéhenstunt. Ejemplos de
sintagmas a , twia, twie; 3 preowa, pniwa, driga, dm-iúe, dm-ia . En el
caso del 1 no se trata sino de la utilización adverbial de los
casos instr. y gen. del nombre cardinal correspondiente. Por lo
que a las formas de 2 y 3 se refiere, digamos de momento que las
diferentes variantes son reductibles, según los detalles que
pueden encontrarse en Loewe (1916: 101), a las siguientes
variantes: 2 twiwa, twiúa, twia, Hile; 3 driúa, dm-Ño, dm-ja.
Postponemos su discusión hasta §XVII.3.5.1 habida cuenta de que
tienen paralelos en las otras lenguas germánicas.
Otro tipo de expresión de la cardinalidad adverbial lo
21
Vid. Sievers —— Brunner (1942: 269), Campbell (1959: 287), Montes
—— Fernández —— Rodríguez <1995: 326).
22No somos
atestiguadas
las formas
gramáticas
Berns (1992
23
Forma del nortúmbrico.
exhaust ivos
ya que no
protogermáni
citadas en n.
649—650).
en cuanto a las variantes fonéti
son relevantes para el establecimiento
cas. Sobre ellas véanse, además de
anterior, Loewe (1916: 100—101), Ross
24Forma del nortúmbrico.
cas
de
las
850
constituyen los sintagmas con sid-25
sip, 4 féowem- si~um; etc.
muí t
neut
card
28
1 ~ne side, ~ne sipa , on ~ne
Además, se pueden utilizar adverbialmente en
iplicativas con los comparativos swa y swyi¿e
ras tú/tw~ y pm-éo y las formas sin flexionar de
males superiores. Veamos algunos ejemplos:
— tu swa lange “dos [vecesj más largo”
— twa swyli¿ syl¿e “dos [veces] tanto”
— feowem- swa fela “cuatro [vecesí tanto”.
expresiones
las formas
los nombres
3.5. Interpretación
3.5.1. LAS FORMAS *dwis-wos y *tm-is-was
Para la explicaci
lenguas germánicas
a.nórd., ya que
ón de las
para los ad
tuisvar y
formas especi
verbios 2 y 3
pm-ísvam- se
ales que presentan
parte Loewe <1916)
dejan fácilmente
segmentar en tuis—var y pm-ls—var
por los adverbios indoeuropeos *
—w—. Loewe se hace eco de ideas
habría que poner en relación e
palabra que ha servido en esa
es decir formac
dwis y *tm-is y un
anteriores a él
1 elemento —var
lengua para la
iones inte
alargamie
según las
con a.í.
expresión
25
Que no es
sinn-. Vid.
26sobre estos dos
de contar con
§xVí ¡.3.5.2.
sino el equivalente en a.ingl
la et imologla en §XV¡I. 3.5. 2.
sintagmas
un gen.
en sida, que
plu. como
• de gót.
presentan
segundo
sin~s y a.nórd.
la peculi
elemento,
las
del
gradas
nto en
cuales
vara—,
de la
andad
vid.
851
27 28cardinalidad adverbial.
formas correspondientes
tysva “2 veces” y en
puede observarse, en
muestra que la misma
*zc*s.
Las
ponerse
Sin embargo, Loewe
a las mencionadas del
a. danés thm-yssae/tm-ys
ambas se ha perdido la -m-
ha de proceder de protonórd.
formas del a.nórd. y del a.a.a. (zwim-om- y
fácilmente en relación asumiendo que w se
constata que las
a.nórd. en a. sueco
se “3 veces”. Como
final, lo cual
R, es decir,
driror) pueden
ha disimilado
tras m-, para lo que se cuenta con ejemplos como a.a.a. erachar
frente a
2 se ref
Loewe (1
que hay
carac ter
de este
secundar
cambio,
a. nórd.
iere, lo
916: 100),
que suponer
istico de 1
autor y
io a parti
suponen que
arvakr. Por 1
más prudente
quien, pri
en zwirñnt
a vocal en
asume que
r de zwjm-
se trata
o que a la variación de formas para
parece asumir las explicaciones de
mero, considera que la vocal larga
en Notker se debe a un alargamiento
sílaba cerrada final en el dialecto
la —t se debe a un alargamiento
vn. Ross —— Berns (1992: 650), en
de una herencia de ¡E *dwis—wenti, lo
que presenta la
la única forma
dificultad de que habría que
germánica que presenta dicha
suponer que ésta
formación, además
27
Ross —— Berns (1992: 650), a partir de las variantes en —Gr y
—vom- de estos adverbios en a.nórd. y en a.sueco reconstruyen una
forma proto—germ. *dwis-w~m-o-, que sería diferente de la que ha
llevado a los adverbios en —am-/-vam-. Sin embargo, habida cuenta de
formas como a.sueco tisvgr, con grado vocálico intermedio, puede
pensarse que la evolución a>o, aunque irregular, se ha producido
en el interior de esas lenguas y, por lo tanto, no habría que
remontar al germ. común dos procedimientos formativos diferentes.
Noreen (1897—1904: 387> no encuentra problemas para relacionar
directamente esas formas con las del a.a.a.
28Sigue en esto ideas ateriores de Kock; vid, la referencia en el
propio Loewe (1916).
es
de
852
la que supone el grado del sufijo (a en vez de e).
Por lo que a zwim-on se refiere, Loewe (1916) la considera
producida por disimilación de vibrantes a partir de zwiror, lo
cual es muy posible, aunque quizá sea necesario tener en cuenta
factores analógicos, como la influencia del nom.—ac. en —on de la
flexión débil, ya que zwiron tiene un significado próximo al de
algunos acusativos adverbiales29.
En cuanto a zwim-om-/zwim-o, plantea que fonéticamente tanto la
disimilación de la segunda vibrante como la repetición de la
primera son posibles, pero la comparación con las formas del
a.nórd. hace preferible la primera posibilidad.
Las formas
fundamentalmente en
a) ausencia de
b) ausencia de
c> diferencias
del a.ingl. plantean mayores
cuanto a tres puntos:
m- procedente de la sonorización
W en algunas formas
en el vocalismo de la sílaba final
dificultades,
de lE 5.
Véamoslos uno por uno. En cuanto a la ausencia de la r
únicamente se puede explicar por disimilación en la forma *drim-wa,
que habría pasado a dm-iwa y *prirwo>pm-iwo y de ahí se habría
extendido por analogía a twiwa y Xtwiwo>twio. La ausencia de w en
otras formas ha de explicarse, en cambio, por el proceso
contrario: en las formas twiwa y ~twiwo se ha debido de producir
disimilación de la segunda W en ttvia, twio, de donde la formación
se ha extendido a pr io, dm-la.
Por lo que a 1
considerar que -a y
a vocal final
—e proceden de
se refiere
protogerm.
no hay problema en
*—oZ. Pero la —o del
29Sobre los que vid. Behagel <1925: 722—723).
853
nortúmbrico no puede tener ese origen, y únicamente puede haberse
tomado del gen., lo cual no es de extrañar, habida cuenta de que
el gen. se usa adverbialmente en el caso de ~nes.
Por lo que a la interpretación global de estas formas en
*—wos se refiere, Loewe <1916: 106—108) monta un complicado
sistema de explicación. Partiendo de la constatación de que existe
una forma krtvas en a.i. utilizada en la formación de adverbios
cardinales que se ha contaminado con los adverbios en —s para dar
lugar a sintagmas como tris kntvas
sida.
854
un nombre de 1
último término
hant— “llegar”;
Por lo que a la et
a misma
hay que
a. irí
imologla de sinps se refiere33, se trata
raíz que el verbo germ. *sandjan que,
hacer remontar de lE *sent “ir” .
de Vries (1962: s.u. slnn 1>, Lehmann <1986:
también e
Loewe (1916:
1 bajo
135).
alemán medio y el antiguo bajo francon lo;
de
en
ay.
ha
ut i 1
t rat
34
en
Debe
la
de
s.u.
vid.
855
4. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS ITALICAS
4.1. Los adverbios cardinales en latín
En latín se atestigua la siguiente serie de
cardinales: semel, bis, ter, quater, quinqulés, deci~s,
Esta serie permite diferenciar
integrados por los numerales 1, 2—4 y
tres tipos bien
los superiores.
dist intos
4.1.1. Semel
dis
raí
ce r
en
Por lo que a semel se refiere, la formación ha sido muy
cultida. No hay problema en cuanto a la identificación de la
z, *sem36 —que puede proceder de un grado pleno e o de un grado
o por evolución regular de la sonante nasal en lat.—, pero sí
cuanto a la explicación del sufijo.37
Así, Wackernagel (1890), seguido por Sommer (1948: 474),
partía de *sm—m~l—i >. *s5mél5 > semel s
1948: 474,
36Sobre la que vid. W.4.
continúa, pero no consideramos necesario citar todos los
atestiguados para la discusión de los procedimientos de
Unicamente señalaremos que hay irregularidades como 20
que se explica ,
“una vez” La
ión del grupo
perfectamente
la raíz *fllél
lo que resta
Brugmann (1911:
compuesto *sern—uélam,
que el segundo de a.i.
problemas fonéticos, como el
larga —e—, la propuesta adolece
que la raíz no está atestiguada
hay que añadir el hecho de que
dentro del a.i. 38
65—66) lo interpretaba como un originario
cuyo segundo miembro sería de la misma raíz
ekav~ra y que vara— “vez”. Además de graves
tratamiento de -orn final y de la
del mismo defecto que la anterior,
en lat. fuera de sernel, a lo que
la utilización de v~ra— es tardía
Otras interpretaciones no han buscado ver compuestos
originarios, sino que han intentado explicar la formación por
derivación de *Sern. Así, Leumann —— lloffmann (1977: 141—142 y 494)
parten de *sernelis, donde, en su interpretación, el final en *—15
se habría tomado de *dwis. Dicha forma habría evolucionado a
*sernels por síncopa y de ahí a sernel por tratamiento del final.39
Una variante de dicha explicación se encuentra en Colemann <1992:
415) quien interpreta sirnul y sernel del modo siguiente: *sem—li o
*sm—li
38Víd. §xVíí.íl.
39víd. Loewe (1916: 95—98), quien, además, intenta
relación la forma latina con una forma protogermánica
“en un tiempo” que reconstruye a partir del testimonio
sirnie “antaño, en un tiempo”, a.isl. simiil “siempre”,
sirníes, simie, sirniunga “siempre”, a.saj.
simion .
> sirnul
tomada
*sernels
*seml >
En cuan
de *dwis
> sernel,
sirnol (forma de hecho atestiguada en CIL ¡ 1531>
to a semel, parte de una forma *semli—s con *-s
y *ttis, que habría evolucionado a *semls >
a lo que fonéticamente no hay nada que objetar.
Como interpretación alternativa sugiere
415—416), basándose en el posible paralelo tipo
oenfecht y gót. ainamma sitipa “at one go”,
traducción inglesa, que Uit. —el pueda derivar
40
“ir” .
cual también viene en
ofrecido en los capítulos ¡
raí ces pronominales.
apoyo de la interpretación que hemos
y II de los cardinales “1” y “2” como
en la
del
858
correspondiente
En este tipo de expresiones 1—el no está demasiado
semánticamente del significado “sólo una vez” de la forma 1
sernel, de modo que parece necesario ponerlos en correlación
alguna manera. El problema reside en que la interpretación de
genitivos pronominales hititas en —el es discutida45 y su ori
dista de estar aclarado. Lo que parece a todas luces
interpretación forzada de los hechos es pensar que el lat.
conocido en su prehistoria genitivos pronominales en —el de
que el único resto sería la forma sernel. La interpretación
adecuada habría de ser más bien la contraria, es decir, que
het. ha generalizado -el como marca de gen. en los pronombre
partir de usos de materiales preexistentes que han sobrevivido
lat. sernel, por lo que seria la forma lat. la que consitituiría
at.
de
los
gen
una
ha
los
más
el
s a
en
un
interesante
los gen. hi
tes
titas.
timonio para la interpretación de la prehistoria
4.1.2. Bis, ter y quater
Por lo que a 2 y
trata de la evolución
>ter, formaciones
indoeuropeas ~46
3 se
fonét
bien
refiere la formación
ica de *dwis ~ bis y
atestiguadas en
parece clara. Se
*trjs >*trs >*tr
otras lenguas
En cuanto a 4,
sido bien resumidas
AA Vid. Kronasser
quater, las dos explicaciones propuestas han
por Colemann (1992: 417>. Dejando de lado el
(1965: 166) y Eichner <1992: 38-9 y 52—3).
45sobre este prob
standard, puede
bibí iografía.
46v.íd. 5XVI¡.14.l.1.
lema, aparte
verse el
de los tratamientos en
trabajo de Shields
las gramáticas
(1983>, con
lejos
de
859
problema de la
del adverbio,
cualquier caso
*kWatm-us >
final en —er t
formación que
correspondiente
vocal de la sílaba inicial, que no
sino que atañe al cardinal ~ hay
de una forma *kWeturs > *k%ium-s
tm-s > *kwatr >. quater o bien *kWatum-s
omado de ter. Se trata, pues, del
en el caso de 2 y 3, raíz
más la -s adverbial.
es específico
que partir en
>* k»’atum-s >
>. *tatius con
mismo tipo de
del cardinal
4.1.3. Los adverbios en —ié(n)s
Por lo que a los numerales superiores se refiere, el sufijo
—i~— como una formación
en *-ynti-, que seria el neutro singular de un sufijo *(l)yont—,
que en realidad no sería sino el grado cero del bien conocido
sufijo *—nt—, pues la —(i)y— se habría generado como un glide en
las formaciones *kWotl~nt~s > qíailetis y *toti-nt—s > totiens
donde la —J— está justificada porque pertenece a la raíz. Se suele
ofrecer, además, el paralelo de las formaciones del a.i. iyat “tan
grande” y kíyat “cómo de grande”. De este modo, Colemann <1992:
440) considera que las formaciones originales debían de ser del
tipo *quinquens, lo cual no deja de ser completamente hipotético.
Leumann —— Hoffmann <1977: 494), a pesar de hacerse eco de la
explicación anterior, consideran —con razón, creemos nosotros— que
es poco convincente. Rechazan también -con muy buen juicio- una
propuesta —ofrecida únicamente como tentativa, eso sí— de
Szemerényi (1956: 96 n. 4), que había ensayado la explicación de
estos finales en —és como procedentes de una antigua desinencia de
47vid. ÑV.1.2.
48Vid. Brugmann (1911: 65), Sommer
(1977: 494), Colemann <1992: 417),
<1902: 474), Leumann —- Hoffmann
etc.
860
instr. plu. en *-ois en *toty-ois y *quaty-6is.
Sin embargo, su propia explicación (que en realidad es
de Wackernagel 1914: 280),
numerales con el sufi
posesivos del tipo asv
explicita su propues
explicación a partir
*—yn—, sin embargo
procedería la —s—
paradigmas de temas e
que se intentara la
realidad hace Leumann
es el alargamiento en
la cual consiste en relacionar estos
jo *—¡n-. que se encuentra en los adjetivos
¡mi-, no es tampoco convincente, Leumann no
ta y aunque la —e— encontraría fácil
de una diferente vocalización del sufijo,
queda aún el problema de saber de dónde
habida cuenta de que el lat. no conoce
n —ti con nominativos con -s y, en el caso de
explicación como un tema en -ni— (como en
1977: 494>, lo que no quedaría justificado
—t frente a la forma del sufijo en a.í.
Creemos que la explicación de estas formaciones ha de ir por
otro camino completamente distinto al que se ha seguido hasta
ahora, viendo en ellas el resultado de univerbación de sintagmas
mejor que formaciones por derivación. Si buscamos dentro de la
lengua latina el elemento —lemis en realidad casi lo primero que
viene a la cabeza es la semejanza formal con el participio de
presente del verbo eo: iens (masc., fem. y neut.>.
Morfológicamente, la formación se puede explicar directamente por
univerbación de un antiguo sintagma en casos como *sex letis o por
haplología en *quinque leris. Nada tendría de extraño que, una vez
que los hablantes de latín perdieron la conciencia etimológica de
la formación —iens pasara a ser considerado como un sufijo, de
modo que como primer término se utilizó la forma radical
.
4.2 Los adverbios cardinales en las otras lenguas itálicas
Los adverbios cardinales atestiguados en el resto de las
lenguas itálicas son los siguientes:
Umbro: 3 triluper
9 nuvis
Osco: 4 petiim-operti, petiruperí
5 parntis
Para —peri, -per Buck (1904: 139) y Brugmann (1911: 68)
señalan como paralelo el latín semper y antioper, glosa de np¿
touiou, pero a nuestro juicio la formación no es comparable. En
lat. semper tenemos una forma de la raíz *per54 que se ha utilizado
como enclítica de forma abundante (cf. gr. ~onEp) ~ mientras que
en las formas del osco y el umbro parece más conveniente ver una
formación con la raíz *kWem-(t)~, similar a la que encontramos en
el mismo tipo de adverbios en otras lenguas indoeuropeas, y que
analizamos en 5xVII.14.1.3.
53t’id §XVIII.6.1 y §XVIII.16.2—3 para nuestra interpretación de
los distributivos latinos.
54Sobre la que cf. Pokorny (1946: 216—7), aunque Pokorny distingue
más raíces *per de las que sería necesario.
5%¡id. el articulo de Leumann <1959) y Denniston (1954) para un
tratamiento desarrollado de per y nep.
863
Sí tiene razón Buck <1904: 139), en cambio, cuando afirma que
nuvis y porntis no pueden ser relacionadas con las formaciones
latinas en —jemis y que han de explicarse más bien por analogía a
partir de los finales de *dwis y tris.
5. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN LAS LENGUAS BALTICAS
5.1. Los adverbios cardinales en lituano
Para la expresión de la cardinalidad adverbial se emplean en
lituano56 sintagmas integrados por el acusativo del adjetivo
cardinal correspondiente y el de las palabras ka?tas o s5~kls
“vez”. Así, viena ka?tals2ki, di> kam-tú/sykiú, k~tum-is
kam-tzY¡s/sykiDs, etc. Por lo que a la etimología de estos
sustantivos se refiere, ka7tas se suele poner en relación57 con el
verbo ki7ptl “cortar, serrar”52 y s59 y también con el sustantivo s5 de los adjetivos
multiplicativos60: wiénuinka%, dwilinkaii, trilinkaf, ketúm-linkai,
penkeri¿pai, etc.
56Vid. Wiedemann <1897: 103>.
57Vid. Fraenkel (1962—65: 257).
58Pero vid. §XVII.14.1.3.
5911id. Fraenkel (1962—65: ‘781 y 784).
60Sobre los que vid. §xIX.5.1.
864
5.2. Los adverbios cardinales en letón
Por lo que al letón61 se refiere, hay dos tipos de formaciones
distintas con diferencia semántica entre ambas. La primera de
ellas consiste en un compuesto integrado por una forma reducida
del cardinal correspondiente como primer elemento y el sustantivo
femenino k~rta como segundo. Tenemos así winkart’ , diwk~m-t’,
tm-ískam-t’, etc. Se trata de formas abreviadas de antiguos
sintagmas en locativo que también están atestiguados: diwam
kártárn, trim kárt~m, etc.
El segundo tipo de adverbios se forman por yuxtaposición del
cardinal y de reifa o reife “vez”; así , winm-eif’ , diw m-eif , tris
reif , etc. También en este caso se trata de antiguos sintagmas
propiamente dichos, que en este caso se atestiguan tanto en
acusativo .
63
Vid. Vaillant <1958: 714—715>.
865
a.esl. utiliza alternativamente dos formaciones:
10) el elemento —fldl: dtiva~idi, trigidi y también rnónoga¿!dl
“frecuentemente”, kolI4id¡ “cuántas veces”, etc. Este elemento
debía de ser originariamente el dual y el plural de un sustantivo
en —1 Cid! “ida, vuelta”, de la raíz del verbo =Ydó “ir”, pero el
sustantivo no existe ya como tal en los textos paleo—eslavos.
Junto a las formas citadas existen otras en —sil como Éristi
o tnnoga.~ti/rnnogy?tii que no pueden explicarse fonéticamente a
partir de las anteriores, sino que han de entenderse más bien,
como quiere Vaillant (1958: 715>, como debidas a una refección de
64
aquéllas en *—sty por influencia de —km-aty
20) elemento km-ati—, más libre que el anterior, pero que
tampoco puede considerarse plenamente una palabra autónoma. Se
documentan, así, dtva kratiy, tm-i kraty/ tm-l km-ata, seda;! kratú/
sedrul kraty, súto kraty. Como se observa, debe de tratarse de una
palabra *kratú con dual krata, etc. plu. kraty y gen. plu. km-atO,
pero las formas casuales están adverbializadas y no se utilizan
coherentemente. De *km-atIi también se han derivado adverbios en -1,
como tokraii “esta vez, recientemente” y sekrati “al instante , y
formaciones en —lea que se han adverbializado en instr. sg.:
sedrnikraticejo “siete veces”, sOtiokraticejo “cien veces
Por lo que a las otras lenguas eslavas se refiere, se
conservan restos de los dos procedimientos documentados en a.esl.,
pero junto a ellos ha habido numerosas innovaciones a base de
sintagmas cuyo significado es “dos veces”, “tres veces”, etc.
64Vid. inmediatamente mfra.
66Vid. Vaillant (1958: 715—716) para una descripción de las mismas.
866
7. LOS ADVERBIOS CARDINALES EN ALBANES66
El albanés estandard cuenta con dos
expresión de la cardinalidad adverbial:
1) Adverbios formados
correspondiente seguido de —fisb:
Por lo que a —flsh se refiere,
antiguo ablativo plural de la
sentido figurado.
por
dyfish
procede
palabra
series diferentes para la
el adjetivo cardinal
tirefish, katem-fish, etc.
de —fij—sh, es decir, el
ful “hilo” empleada en
2) Sintagmas integrados por el adjetivo cardinal
correspondiente y la palabra haré “vez”67. Por ejemplo, tijé haré
“una vez”, dv haré “dos veces”, dhjaté haré “diez veces”, etc.
Hay que hacer constar que las
completamente sinónimas. Mientras que
tanto a la cuantificación de cantidad
la cuantificación de la acción verbal
primera sólo puede utilizarse en el pr
dos formaciones no son
la segunda puede referirse
<“dos veces tanto”> como a
(“hacer dos veces algo”>, la
imero de los sentidos.
Regionalmente pueden emplearse algunas formas fosilizadas
como i dyzah, trifishor, 1 katém-tuern, 1 pesfishuern68, y también
formaciones en -mézaj