%0 Book %T Obras de no ficción: crónicas, breves y otros relatos de arquitectura publisher Puente editores %D 2020 %@ 978-84-121981-2-6 %U https://hdl.handle.net/20.500.14352/93411 %X Este libro reúne una selección de escritos que se organizan aquí en dos tipos básicos: perfiles de arquitectos históricos y actuales, desde Adolf Loos hasta el colectivo británico Assemble, y crónicas de edificios, esencialmente españoles, aunque salpicados por incursiones europeas. A caballo entre el rigor del ensayo crítico y el placer que debe proporcionar todo relato, estas "obras de no ficción" se construyen desde una particular manera de observar la arquitectura alejada de los clichés habituales en la prensa generalista. %X El origen de este librito es bastante anodino, las circunstancias que rodean su escritura algo menos, y el momento preciso en el que por casualidad ha visto la luz, nada en absoluto. Primero el germen: comenzamos a escribir públicamente sobre arquitectura en abril de 2012 como colaboradores de El Cultural gracias al empuje de Antón García Abril, el anterior crítico, y la paciencia y la confianza de Blanca Berasátegui, la directora. Lo que en principio entendíamos como un complemento a otras tareas —dirigíamos por entonces un programa de radio semanal, PlanetaBETA, y nunca hemos dejado de dar clase— se fue transformando, poco a poco, en un quehacer más pautado, con todos los peajes y satisfacciones que ello implica. También tuvimos la suerte de recibir algún que otro premio y, quién sabe si motivado por estas cosas o por un ataque de bonhomía, allá por el verano de 2017 Moisés Puente nos sugirió que reuniésemos los mejores textos que hubiésemos escrito, labor que, a decir verdad y tras algunas idas y venidas por nuestra parte, ha terminado por hacer él mismo.Más o menos en los inicios de esta etapa hizo cumbre la crisis del ladrillo aunque, con su lentitud característica, la arquitectura —particularmente la institucional— tardase un tiempo en darse cuenta. Las obras siguieron goteando durante algunos años, aunque algo cambió en su naturaleza y, probablemente, también en nuestra mirada. Como cualquiera que haya prestado atención ha podido observar, los restos festivos del pasado se han extinguido casi por completo a lo largo de estos años. Quizá, y como efecto inmediato de esas restricciones, el edificio como tal haya perdido cierta importancia o, para ser más precisos, se haya empezado a mover el foco hacia otros asuntos considerados menores tan solo una década atrás. En consonancia, y dado que la mayor parte de nuestros escritos hablan sobre la arquitectura realizada en un momento y un lugar, España en estos ocho años, no pueden menos que reflejar esas trepidaciones. Museos, viviendas, instalaciones, pabellones o casas tienen algunas cosas en común, como el interés por la imbricación social de la arquitectura o el dar respuesta a problemas más o menos sobrevenidos desde el mismo seno de la disciplina. Pero, más allá de su opinable pertinencia, hay algo tangible que los une: dado que solo escribimos de lo que podemos visitar, hemos tenido que conocer esas obras en persona. De modo que, todo lo que aparece aquí adopta el formato de crónica o relato de esa visita y el consiguiente descubrimiento de su arquitectura, con sus trazas culturales y humanas.Como se puede observar en el índice, lo construido abarca únicamente la mitad de estos escritos. Por exigencias de la actualidad o por nuestro propio devenir personal —la realización de nuestra tesis nos acercó más al mundo académico— comenzamos a encontrar otros temas a principios de 2016, en el ecuador del período que abarca este volumen. Más o menos por entonces, se nos planteó desde El Cultural el desafío de tratar en los textos algo menos estático que un edificio: los propios arquitectos. Lo que comenzó como una forma de resolver la reseña de una muestra condujo a comprimir determinadas trayectorias en textos un poco demasiado breves, limitación que hemos aprendido a apreciar como ventaja. Esos perfiles —que incluyen incluso el de una institución, la Bauhaus, con la misma intención biográfica— tratan de resolver esa encomienda periodística, aunque también poseen intención divulgativa. Al igual que pasa con las obras, exhiben demasiadas ausencias para considerarlos una lista canónica, algo que, por otra parte, jamás hemos pretendido. Su origen es puramente casual o todo lo improvisado que puede ser el dictado de una agenda: reseñas, exposiciones, cumpleaños, decesos. Previsibles como somos, también entendimos que el trato directo era una obligación ineludible, y si no podía ser con los protagonistas, sería con las arquitecturas que hicieron, aún a despecho de la inmediatez.Dado que llevamos un rato repitiendo lo mismo de maneras no muy distintas, ustedes se preguntarán si esa insistente necesidad de contacto no deriva en una simpatía hacia el sujeto, un tanto incompatible con el fiel ejercicio de la crítica. Se hace lo que se puede para mantener las distancias, pero preferimos explicarlo de otra manera. No creemos descubrir nada si afirmamos que la arquitectura ocupa hoy un espacio reducido en los medios de comunicación generalistas y que la frecuencia de esa bala, más o menos cada tres semanas en nuestro caso, permite elegir con cierto cuidado el objetivo, por lo que casi siempre podemos hablar de cosas que nos gustan o nos interesan. Preferimos proponer a censurar, aunque en ocasiones haya que hacerlo. Tampoco habría que ver este conjunto de escritos como un catálogo de preferencias personales, sino más bien de aquello que hemos sido capaces de explicarnos. El interés, de haberlo, proviene siempre del mismo sitio: el esfuerzo por comprender —para contar después, con la mayor honestidad posible— dónde está la aportación de cada persona, edificio, exposición o suceso. Estos relatos pueden interpretarse como el diferencial de nuestra ignorancia: lo que desconocíamos al principio menos lo que hemos aprendido al final. No se nos ocurre nada más respetuoso con los lectores que hacer ese camino de su mano, sin intención de sentar cátedra.Verán que hay un verso suelto, una mezcla de ambos formatos, si se quiere: el retrato de un edificio, el Hotel Okura en Tokio, demolido hace ya unos años. Como construcción, al menos desde un punto de vista ortodoxo, el Okura no era particularmente sublime, pero si escribimos sobre él fue por una pura cuestión de deleite y afinidad personal. Con el tiempo, hemos entendido que sintetiza razonablemente bien una de las escasas certezas que tenemos sobre la arquitectura: una vez abandona las manos de sus artífices, posee la capacidad de transmitir significados y sensaciones que trascienden las intenciones de partida. Sin olvidar el necesario tributo a la información, es en ese recorrido donde tiene lugar nuestro trabajo.Nos gusta particularmente la ironía, pero mientras redactamos estas líneas nos hemos visto envueltos en una especialmente desconcertante y cruel. Debido a la trágica pandemia del coronavirus que ha asolado el mundo desde principios de 2020, las autoridades han dictado un confinamiento a cal y canto, y quienes suscriben estas líneas se han visto privados de su materia prima: la experiencia. Cabe preguntarse, en medio de asuntos bastante más importantes, qué sentido tiene leer sobre edificios que no se pueden visitar o sobre figuras de países lejanos. Es curioso pero, al menos a nosotros, la revisión de estos textos nos ha servido para constatar, precisamente, lo que unos y otros comparten: su obstinada convicción en las capacidades de la arquitectura, que como perenne sujeto de discusión aún nos pertenece. Sigue esperando ahí fuera, con más ganas que nostalgia.Madrid, 24 de abril de 2020 %~