Herramientas necesarias para desarrollar y redactar un artículo científico, con solvencia, técnica y confianza: discusión y conclusión
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2025
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En el contexto de la redacción científica, la sección de discusión representa un punto de inflexión fundamental: es el momento en que el autor deja de presentar los datos de manera objetiva para comenzar a interpretarlos críticamente. Su propósito no consiste en reiterar los resultados obtenidos, sino en contextualizarlos dentro del corpus del conocimiento científico existente, contrastarlos con estudios previos y reflexionar sobre su relevancia, implicaciones y alcance.
Una discusión bien elaborada debe ofrecer una respuesta más profunda y matizada a la pregunta de investigación. En ella, el autor analiza las posibles razones que explican los hallazgos observados y discute sus implicaciones tanto teóricas como prácticas. Esta interpretación debe construirse con honestidad intelectual y rigurosidad crítica, evitando tanto la justificación de errores metodológicos como la sobre interpretación de los resultados. El reconocimiento explícito de las limitaciones del estudio, lejos de menoscabar su validez, constituye una muestra de madurez científica y transparencia.
Asimismo, la comparación con estudios previos constituye un componente esencial de esta sección. Las coincidencias con investigaciones anteriores refuerzan la robustez de los hallazgos, mientras que las discrepancias justifican un análisis detallado que considere posibles diferencias en el diseño metodológico, las características de la muestra o el contexto investigativo. Estas comparaciones deben apoyarse en una revisión bibliográfica actualizada, pertinente y seleccionada con criterio analítico, evitando la acumulación excesiva de referencias.
Por otro lado, la discusión ofrece un espacio propicio para destacar las fortalezas del diseño, proponer posibles aplicaciones prácticas y delinear nuevas líneas de investigación. Todo ello debe presentarse mediante un lenguaje especulativo prudente —empleando expresiones como es plausible que, podría indicar, o cabe suponer—, y evitando afirmaciones categóricas o conclusiones causales que no estén plenamente sustentadas por los datos. El uso adecuado de los tiempos verbales también es relevante: el pretérito se reserva para la descripción de los resultados propios, mientras que el presente se emplea para analizar la literatura científica.
La conclusión, por su parte, constituye el cierre formal del artículo y representa una oportunidad para sintetizar el aporte principal del estudio. No debe introducir información nueva ni reiterar literalmente contenidos de otras secciones. Su función consiste en resumir con claridad el hallazgo central, señalar —cuando sea pertinente— su aplicabilidad práctica y destacar su contribución al campo del conocimiento.
Aunque breve, una conclusión bien redactada puede tener un impacto considerable. Debe mantener un tono firme pero sobrio, evitando promesas desproporcionadas o afirmaciones grandilocuentes. Una estructura clara —que incluya el resultado principal, su aplicabilidad y una recomendación prospectiva— y un estilo sereno permiten ofrecer al lector una salida conceptual sólida y memorable, que otorga coherencia y sentido al conjunto del trabajo presentado.