El Parlamento de Westminster y la crisis del Covid-19: La alternativa híbrida ante la tradición y el rampante predominio del Ejecutivo
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2021
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Thomson Reuters Aranzadi
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No cabe duda de que la pandemia de Covid-19 está teniendo consecuencias drásticas no sólo para la vida de las personas, sino también sobre la salud democrática de los Estados, especialmente para las instituciones que articulan nuestras democracias representativas. El funcionamiento de los parlamentos se ha visto profundamente alterado, cuando no directamente suspendido. Las medidas adoptadas para luchar contra de la expansión del SARS-COV-2, como aquéllas que tienen por objeto garantizar la consabida distancia social, entre otras la celebración de reuniones telemáticas, dificultan e incluso pueden llegar a impedir el funcionamiento de las asambleas legislativas, que se caracterizan precisamente por congregar a multitud de personas, normalmente cientos, para deliberar y votar sobre asuntos que nos conciernen a todos. En el contexto de la pandemia del Coronavirus no podemos obviar que los parlamentos son instituciones profundamente arraigadas en usos consuetudinarios, poco proclives a la adopción de nuevas tecnologías. Ni que su estructura demográfica está muy vinculada a la forma en que la Covid-19 incide sobre su funcionamiento. En concreto, la edad es un factor de riesgo determinante en el grado de afectación de la pandemia sobre la actividad parlamentaria y, aunque quizás en menor medida, también lo es el género. Los miembros de los parlamentos suelen ser mayores que la edad media de la población y los hombres están sobrerrepresentados. Baste como ejemplo mencionar la Cámara de los Lores, en la que la media de edad es de 70 años. Y a las dificultades hasta aquí referidas debemos añadir, bien es sabido, que a pesar de los impedimentos a los que se enfrentan los parlamentos para desempeñar sus funciones naturales en el contexto de una crisis como la que vivimos, la aplicación del derecho de excepción, propia de nuestra actual coyuntura, suele agravar el desequilibrio entre los poderes ejecutivo y legislativo a favor del primero. Como veremos a continuación, el Reino Unido (RU) y el Parlamento británico no han logrado escapar de esta tendencia. En otros términos, en contextos de emergencia sanitaria como el actual, los parlamentos nacionales se ven abocados a controlar, más y mejor, a los gobiernos, y ello a pesar de las circunstancias adversas a las que, como apuntamos, se enfrentan para el normal desempeño de sus funciones.