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Obesidad y Desnutrición. Consecuencias de la globalización alimentaria

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2021

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Los libros de la Catarata
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Los argumentos que se encadenan en este libro confluyen en la acción vital de comer. La ausencia o inadecuación de alimento significa no completar el desarrollo cognitivo ni físico, enfermar, aunque se diagnostique con otro nombre, y por supuesto, morirse. Declarado derecho humano, el derecho a la alimentación no se recoge en la mayoría de los marcos legislativos y, cuando se incluye, no se ejerce porque ya no se puede solucionar un problema global dentro de las fronteras nacionales. El objetivo de erradicar el hambre es un desafío que existe desde mucho antes que la globalización pudiera explicar las relaciones internacionales de los alimentos. Sin embargo, mientras el hambre del siglo XIX versaba sobre la incapacidad productiva y de almacenamiento, el expolio, las plagas, los intereses de las colonias, las sequías y riadas, la falta de tecnología, el aislamiento, etc., el hambre de los últimos cincuenta años no encuentra suficiente explicación en este argumentario. Los alimentos del siglo XXI responden a un sistema mundial deconstruido que prioriza el agronegocio y el beneficio financiero antes que la disponibilidad, idoneidad y sostenibilidad alimentaria. Gestado sobre los fundamentos de la economía real (oferta y demanda), el aumento de la producción de alimentos compite en los mercados. En paralelo, la liberalización de capitales promueve un sistema financiero donde los alimentos, concebidos como activos, se hacen con los mercados bursátiles. Tras dos crisis alimentarias de primer orden, en 1973 y 2008, la comunidad internacional ha rehusado acordar incluso los consensos más básicos para evitar una tercera. Por eso, este libro procura responder a los desafíos de erradicar la malnutrición situando una alimentación suficiente y adecuada como la solución principal. Así que, en estas páginas, se analizará el discurso que convierte la demanda global de alimentos en una proyección económica en vez de considerar las necesidades alimentarias. En 2021 el número de personas que no disponen de un acceso suficiente ni adecuado a los alimentos es, más que significativo, vergonzante. Un tercio de la población mundial tiene problemas con los alimentos y los dos tercios restantes naturalizan el coste de la desnutrición y obesidad de más de 2.700 millones de personas (FAO, 2021). En los meses previos a la crisis de 2008, la mortalidad causada por la desnutrición representó –directa e indirectamente– el 58% de la mortalidad total. El ritmo de la tasa anual de reducción de la desnutrición crónica en los países del mundo no permitirá alcanzar las metas establecidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030, aprobada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2015. A su vez, 1.900 millones de personas padecen sobrepeso y más de la mitad de la población adulta es obesa. Una situación proclive a enfermedades cardiovasculares cuyo coste supera los 160.000 millones de euros solo en Europa y que ya ha dado lugar a sentencias del Tribunal Europeo de Justicia de la Unión Europea en Luxemburgo que reconocen la obesidad como una posible discapacidad que las empresas deben atender con espacios adaptados. La desnutrición y la obesidad son las dos caras de una misma moneda. Ambas son las consecuencias de una malnutrición que en este libro se vincula al funcionamiento del sistema mundial de alimentos, específicamente a su modelo productivo y de financiación. Un sistema que produce alimentos suficientes para duplicar las necesidades energéticas de la actual población mundial. 7.900 millones de personas podrían estar consumiendo diariamente más de 3.600 calorías diarias frente a las 2.400 que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera necesarias. En 2021, la Organización de las naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) constata que la relación mundial entre las existencias y el consumo humano de cereales es superior al ritmo del crecimiento demográfico. Hasta un 38% en el caso del trigo y de 35% para el arroz (FAO, 2021). Thomas Malthus (1798), en su ensayo sobre el principio de la población afirmó que la progresión geométrica de la población crecería mucho más rápidamente que la producción de alimentos, provocando una escasez irresoluble. Transcurridos 200 años de esta publicación no solo se comprueba que hay alimentos suficientes: un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se pierden o desperdician. Los patrones de consumo en los países enriquecidos llevan a desperdiciar la misma cantidad de alimentos que la totalidad de la producción alimentaria neta de África subsahariana (230 millones de toneladas). Esto significa que, por sí solo, el incremento de la producción alimentaria no elimina la pobreza ni el subconsumo, ni hace que la alimentación sea adecuada. Para explicar cómo el fenómeno de la globalización ha moldeado el sistema mundial de los alimentos hay que entender cómo se organizan las personas para obtener y consumir su comida. Se precisa determinar la naturaleza y la cantidad de alimentos disponibles y entender la lógica productiva de la agricultura industrializada. Pero es necesario localizar las fracturas, qué actores participan y con qué efecto sobre el sistema y sus crisis. Por eso, en el primer capítulo de este libro explico cómo se ha globalizado la alimentación. En el segundo capítulo, he analizado la paradoja de considerar la inseguridad alimentaria como problema político donde imperan soluciones económicas. ¿Por qué la demanda global de alimentos (calorías y nutrientes) se concreta en dinero? Al convertir el alimento en seguridad, este es capturado por quienes ofrecen más garantías, actores del agronegocio que dominan el mercado frente a los gobiernos, cada vez más endeudados y dependientes. La pérdida de control sobre los alimentos se traduce en una democracia de menor calidad y una mayor difusión de poder hacia las corporaciones agroalimentarias. En el tercer capítulo he elegido las crisis para explicar las dinámicas de cambio en el sistema alimentario. Momentos críticos que recuerdan que la alimentación sigue siendo un desafío compartido donde no terminan de tomarse soluciones que lo resuelvan. Si bien las crisis de 1973 y de 2008 suponen una ruptura del modelo alimentario vigente, la reacción de la comunidad internacional no ha generado espacio para un orden alimentario diferente. Por último, no he podido evitar la mirada crítica sobre un sistema multilateral escasamente resolutivo. En el cuarto capítulo analizo la desgobernanza alimentaria. Desde la falta de compromiso multilateral al efecto del monopolio de semillas, pasando por la incidencia de las energías fósiles en la lista de la compra. En este capítulo se reclama la pérdida de biodiversidad al tiempo que se denuncia la situación de países donde alquilar las tierras es más rentable que cultivarlas, y cómo el propio sistema contribuye a ello. Hasta la filantropía parece respaldar más una agenda económica que política en el cada vez más estrecho margen climático. El impacto ambiental de la alimentación está ya en tiempo de descuento. Todos estos factores son obstáculos para la gobernanza alimentaria reclamada por la Agenda 2030, consensuada por la retórica multilateral y sin vinculación jurídico-financiera por la que rendir cuentas a la ciudadanía global.

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La desnutrición y la obesidad son las dos caras de una misma moneda. Ambas representan las consecuencias de una malnutrición vinculada al funcionamiento del sistema mundial de alimentos, específicamente, como muestra este libro, a la globalización de su modelo productivo y financiero. “Estamos ante un libro que desmonta el enfoque ‘productivista’ frente al hambre: no se trata solo de cuánto producimos, sino de cómo lo hacemos y a quiénes alimentamos”, Cristina Narbona (exministra de Medio Ambiente del Gobierno de España). “Un libro fascinante que revela las claves para entender el funcionamiento de la globalización alimentaria, asentada ya en los entresijos del poder mundial”, Cristina Gallach (ex secretaria de Estado; ex secretaria general adjunta de la ONU y ex alta comisionada para la Agenda 2030). “La comida como derecho para cada ser humano o como producto especulativo en beneficio de unos pocos. Este libro desgrana de forma clara y pedagógica la historia reciente de un sistema alimentario global roto, apuntando a las transformaciones necesarias para ponerlo al servicio de la gente y no de las grandes corporaciones”, Chema Vera (exdirector de OXFAM Internacional). “Un texto imprescindible para entender las causas actuales del hambre en el mundo: un flagelo vergonzoso que urge erradicar”, Jesús Quintana (director general del Centro Internacional de Agricultura Tropical y para las Américas de la Alianza Bioversity-CIAT).

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