Españoles en la Universidad de Puerto Rico durante el rectorado de Jaime Benítez

No Thumbnail Available
Full text at PDC
Publication date

2021

Advisors (or tutors)
Journal Title
Journal ISSN
Volume Title
Publisher
Galaxia Gutenberg
Citations
Google Scholar
Citation
López Vega, Antonio. 2021. Españoles en la Universidad de Puerto Rico durante el rectorado de Jaime Benítez. En J. P. Fusi y A. López Vega, Diálogos Atlánticos. Cultura y ciencia en España y América en el siglo XX, 203-240. Barcelona (España): Galaxia Gutenberg.
Abstract
El exilio español en Puerto Rico, fue extenso, importante y con una alta incidencia en el devenir del Estado Libre Asociado de los Estados Unidos en el siglo XX. Con todo, la bibliografía al respecto no es especialmente copiosa. Los españoles que llegaron a la isla del Caribe a partir de 1939, encontraron en la Universidad de Puerto Rico (UPR), no solo un hogar de acogida de una singularísima belleza que haría de la isla un paisaje prometido –por emplear la imagen orteguiana-, sino una Universidad que para el final de los años treinta se encontraba preparada para tomar el pulso de la modernidad. Y es que las décadas precedentes no habían sido sencillas. Tras la salida de los españoles en 1898 y el inicio de la dominación estadounidense de la isla, la UPR se originó en 1903 como Escuela Normal para formar maestros de escuela. No sería sino hasta la década de 1920 cuando, con el rector Thomas E. Benner (1924-1929), se reconoció su autonomía educativa y sus presupuestos comenzaron a verse incrementados. Fue por entonces cuando, a través de la figura de Federico de Onís, se estableció la relación preferente con la Universidad de Columbia. El español visitaría frecuentemente Río Piedras y contribuiría decisivamente a la fundación y desarrollo del del Departamento de Estudios Hispánicos, en el que colaborarían muchos exiliados españoles a lo largo del franquismo y, singularmente, personas provenientes del Centro de Estudios Históricos dirigido por Ramón Menéndez Pidal desde 1910 al amparo de la Junta para Ampliación de Estudios de Madrid. Fruto de esa temprana relación y del impulso del nuevo Departamento, en esos años finales de la década del veinte, al tiempo que en España tenía lugar el enfrentamiento entre la Dictadura de Primo de Rivera y el claustro universitario –fruto de la autorización concedida a dos centros privados de inspiración católica para expedir títulos universitarios-, algunos profesores españoles como Fernando de los Ríos, Américo Castro, Luis Araquistain, Amado Alonso, Samuel Gili y Gaya o Ángel del Río, entre otros, impartieron cursos en el recinto de Río Piedras de la UPR (véase Naranjo, Luque y Puig-Samper eds., 2002, 153-189). En ese contexto, al tiempo que se expedían los primeros títulos superiores de la UPR, llegaron a la isla los efectos de la recesión económica de 1929 y, junto a ellos, un creciente afán autonomista entre la élite cultural puertorriqueña. Entonces Puerto Rico asistía a una nueva generación de artistas como Miguel Pou, Ramón France, Francisco Oller u Óscar Colón, el dramaturgo Alejandro Tapia o, en la música, destacaba el cultivo del bel canto con las hermanas Felicci, Ángela Menchaca, Margarita Callejo, Lizzie Graham o los hermanos Paoli –que impulsaron la fundación de la Academia de Canto y propusieron la creación de un Conservatorio de música. Además de la propia UPR, había importantes focos intelectuales como el Ateneo, donde se originó los años veinte el movimiento estético del Noísmo; publicaciones de relevancia como la Revista de Estudios Históricos de la UPR, fundada en 1930 y cuyas señas de identidad eran su oposición al sistema social vigente, y la duda y negación como pauta metodológica de sus planteamientos; instituciones como la Academia Puertorriqueña de la Historia o la Sociedad Puertorriqueña de Periodistas y Escritores, que se habían fundado, a su vez, en 1934 y 1937, respectivamente; así como otros periódicos, revistas, programas de radio, programas de formación complementaria –como el desarrollado por el Instituto Popular de Enseñanza Libre desde 1936- o escuelas musicales. Todos ellos generaron un ambiente propicio al debate intelectual y al trabajo académico, un sistema vital –por decirlo con José Ortega y Gasset- que fue el que encontraron en Puerto Rico los intelectuales exiliados españoles tras la Guerra Civil. Así, en la isla, una minoría culta muy distinguida, conocida como generación de 1930, había generado un renovado interés por la identidad puertorriqueña. Miembros de este grupo fueron el escultor Luis Palés Matos, el poeta Francisco Matos Paoli y las poetisas Margot Arce de Vázquez y Julia de Burgos, el médico e historiador Tomás Blanco, o los escritores y juristas Gustavo Agrait, Nilita Vientós Gastón o Emilio S. Belaval, autor de Problemas de la cultura puertorriqueña (1935) –donde analizaba la dificultad de la doble herencia, hispana y anglosajona, en la isla- o de Despertar de un pueblo (1942) -donde, a su vez, reflejaba su preocupación por la identidad puertorriqueña e idealizaba un universo culto y civilizado para Puerto Rico. A esta generación se debe una amplia producción intelectual que entronca directamente con los fundamentos del pensamiento nacional y cultural puertorriqueño que llega hasta nuestros días. En ese contexto de los años treinta, la defensa de lo español aparecía como afirmación identitaria frente al neocolonialismo norteamericano que, desde 1898, había impuesto el inglés como idioma oficial y vehicular. El patriotismo puertorriqueño se construyó entonces sobre símbolos como la bandera monoestrellada, la lengua castellana y, claro, la exaltación de la tierra y el paisaje de la isla a través de diferentes manifestaciones artísticas. Así, a mediados de la década, apenas un cuarto de la población hablaba la lengua inglesa. De esta manera, el primer grupo de exiliados republicanos españoles que llegó a Puerto Rico el 6 de junio de 1939 en el célebre vapor Sinaia –había partido de Marsella (Francia) rumbo a México donde arribaría una semana más tarde-, halló en Puerto Rico un ambiente cultural extraordinario. Este capítulo de libro estudia la hibridación entre exiliados y cultura local durante el rectorado de Jaime Benítez (1942-1966) y unos pocos años más (hasta 1971) que marcan su vinculación con la revista La Torre, cuyo vaciado se encuentra en un anexo integrado al final de esta misma publicación.
Research Projects
Organizational Units
Journal Issue
Description
UCM subjects
Unesco subjects
Keywords